3 miércoles
Blanco
Memoria,
SAN FRANCISCO JAVIER, Presbítero
MR p. 843 [878] / Lecc. I p. 363
Oriundo de Navarra, Francisco Javier es uno de los primeros
compañeros de san Ignacio de Loyola en la Universidad de París.
En 1541 lo designan para predicar el Evangelio en las Indias
Orientales (portuguesas): evangeliza la India, Ceilán (Sri Lanka),
las islas Molucas y el Japón. Muere a la vista de China, totalmente
consumido por la pasión de buscar la gloria de Dios y la salvación
de todos los hombres. Él quería comunicar a la humanidad esta
pasión soberana.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 17, 50; 21, 23
Te alabaré entre las naciones, Señor, y anunciaré tu nombre a
mis hermanos.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que por la predicación de san Francisco Javier
adquiriste para ti muchos pueblos, concede que el corazón de
tus fieles arda con ese mismo celo por la fe, para que así tu
Iglesia santa se alegre al ver crecer, en todas partes, el número
de tus hijos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
[El Señor preparará un banquete y enjugará las lágrimas de todos
los rostros.]
Del libro del profeta Isaías 25, 6-10
En aquel día, el Señor del universo preparará sobre este
monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos;
un banquete con vinos exquisitos, y manjares sustanciosos. El
arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los
pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la
muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos
los rostros y borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo. Así
lo ha dicho el Señor.
En aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien
esperábamos que nos salvara; alegrémonos y gocemos con la
salvación que nos trae, porque la mano del Señor reposará en este
monte”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 22
R. Habitaré en la casa del Señor toda la vida.
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me
hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar
mis fuerzas. R.
Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto;
así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás
conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R.
Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de
mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. R.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
R. Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor para salvar a su pueblo. Dichosos los que estén
preparados para salir a su encuentro. R. Aleluya.
EVANGELIO
[Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes.]
Del santo Evangelio según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea,
subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que
llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos
otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se
llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que
los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban;
por lo que glorificaron al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente,
porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero
despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”.
Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este
lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”
Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos contestaron:
“Siete, y unos cuantos pescados”.
Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús
tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios,
los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la
gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con
los pedazos que habían sobrado. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN: Todos, sin distinción, estamos
llamados al banquete festivo del Reino. El evangelio nos
muestra ya en marcha el cumplimiento de este “sueño”
mesiánico, en el que el «compartir» sea signo de auténtica
y permanente solidaridad. El compasivo Jesús –después
de curar a muchos enfermos– alimenta a una multitud
con tan sólo unos panes y unos peces. A partir de este
evento, Él anticipa y pre-anuncia lo que luego se hará
realidad en la institución de la Eucaristía. San Juan
aludirá al más pleno significado de este «signo», en su
célebre discurso sobre el «Pan de Vida» (Cap. 6°).
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones que te presentamos en la conmemoración
de san Francisco Javier, y concédenos que, así como él partió hacia
lejanas tierras con el deseo de llevar la salvación a los hombres,
así también nosotros, dando eficazmente testimonio del Evangelio,
sintamos la urgencia de llegar a ti, en unión de todos los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 10, 27
Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, dice el Señor;
y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que tus sacramentos, Dios nuestro, enciendan en nosotros aquella
misma ardiente caridad que inflamó a san Francisco Javier por la
salvación de las almas, para que, viviendo más dignamente nuestra
vocación, consigamos con él el premio prometido a los buenos
servidores. Por Jesucristo, nuestro Señor.




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