18 sábado
Morado
FERIA DE CUARESMA
o SAN CIRILO DE JERUSALÉN,
Obispo y Doctor de la Iglesia
MR pp. 224 y 690 [236 y 706] / Lecc. I p. 754
Tuvo grandes tribulaciones por defender la fe en la divinidad de
Cristo. Tres veces fue desterrado. Nos ha legado sus Catequesis
bautismales, que nos enseñan cómo preparaban a los adultos para
el bautismo en la segunda mitad del siglo IV.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 102, 2-3
Bendice, alma mía, al Señor, y no te olvides de sus beneficios,
pues él perdona todas tus culpas.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que por medio del obispo san Cirilo de Jerusalén
condujiste admirablemente a tu Iglesia a comprender con más
profundidad los misterios de la salvación, concédenos, por su
intercesión, conocer de tal manera a tu Hijo, que podamos participar
abundantemente de su vida divina. Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
[Yo quiero misericordia y no sacrificios.]
Del libro del profeta Oseas 6, 1-6
Esto dice el Señor: "En su aflicción, mi pueblo me buscará y
se dirán unos a otros: 'Vengan, volvámonos al Señor; él nos ha
desgarrado y él nos curará; él nos ha herido y él nos vendará.
En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y
viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora
es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros
como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la
tierra'.
¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo,
Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora.
Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado
muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no
sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos". Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 50, 3-4. 18-19. 20-21ab
R. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de
mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y
purifícame de mis pecados. R.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un
holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un
corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R.
Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus
murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y
holocaustos. R.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Sal 94, 8
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Hagámosle caso al Señor que nos dice: "No endurezcan su
corazón". R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
EVANGELIO
[El publicano regresó a su casa justificado, el fariseo no.]
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que
se tenían por buenos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo
y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis
ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a
levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el
pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y
aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se
humilla será enaltecido". Palabra del Señor.
REFLEXIÓN Con la parábola del publicano y
del fariseo san Luca nos presenta dos actitudes
contrapuestas de hacer oración. Prepara así, de algún
modo, lo que luego será la teología paulina acerca
de la justificación del hombre por medio de la fe, sin
necesidad de las obras de la Ley (Cfr. Rom 3, 28, 9, 32;
Gal 2, 16; Ef 2, 8-10). La oración humilde que parte del
corazón, como la del publicano, justifica y santifica. La
oración del engreído fariseo –tan “condimentada” por
la complacencia en sus propios méritos– lo hace, en
cambio, odioso a los ojos de Dios.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor Dios, de cuya gracia nos viene que podamos, contritos
de corazón, acercarnos a tus sacramentos, concédenos que, al
celebrarlos dignamente, podamos rendirte una alabanza perfecta.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 18, 13
El publicano, en cambio, se quedó lejos, se golpeaba el pecho y
decía: Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios misericordioso, tributar digno homenaje
a estos santos misterios, con los que sin cesar nos alimentas, y
recibirlos siempre con espíritu de fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Despliega, Señor, sobre tus fieles el auxilio de tu mano poderosa,
para que podamos buscarte de todo corazón y merezcamos recibir
lo que dignamente te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor