Documentos Diocesanos

II Sínodo Diocesano para la Nueva Evangelización

Seminario Diocesano

I. ILUMINACION

7756- El apóstol San Pedro nos recuerda que toda la comunidad de la Nueva Alianza es llamada a ser comunidad sacerdotal: "También ustedes, como piedras vivas, entran en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios, por mediación de Jesucristo" (1 Pe 2, 5). Sin embargo, dentro de esta misma comunidad, el Señor Jesús ha querido elegir a algunos para seguirlo más de cerca y para servir a su Iglesia en un ministerio singular. Elegidos, enviados, investidos de la gracia del sacramento del Orden, ellos han de presidir con responsabilidad las distintas comunidades en nombre del obispo y, bajo el influjo del Espíritu de Cristo Resucitado, dar testimonio de Él entre los hombres, sus hermanos, no solamente por lo que ellos hacen, sino, sobre todo, por lo que ellos son.

757- Para realizar este ministerio, se necesita una cuidadosa formación. Y ésta, además de la propia familia y de la propia comunidad, en el caso de los sacerdotes ligados de por vida a una diócesis, la ofrece, en forma sistemática, esa venerable institución, tan importante en el Magisterio y en la práxis de la Iglesia: el seminario. Por algo, y sin ninguna exageración de por medio, se suele decir con frecuencia que "el seminario es el corazón de la diócesis". De ahí que el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, Ecclesiae imago, del 22 de Febrero de 1973, nos recuerda: "Entre todas las instituciones diocesanas, el obispo considera como la más importante al seminario y lo hace objeto de los cuidados más intensos y asiduos de su oficio apostólico, ya que de los seminarios dependen, en gran parte, la continuidad y la fecundidad del ministerio sacerdotal en la Iglesia" (EI, 191).

758- Los sacerdotes son libremente elegidos por Dios de entre los miembros de su pueblo. Es precisamente en el seno de una comunidad (familia, parroquia, escuela, grupo juvenil, etc.), donde los jóvenes candidatos al sacerdocio descubren y escuchan el llamado -la vocación- cuya autenticidad ha de ser verificada por la Iglesia a través de la llamada del obispo, después de un largo proceso de acompañamiento y de maduración; maduración sólo conseguida en un clima de oración, de trabajo arduo y de generosidad de espíritu. En el caso de que todo este proceso fuera concluido exitosamente, en su momento la ordenación sacerdotal les conferirá a estos elegidos una gracia especial y un carácter indeleble, que los capacitará convenientemente para volver a esas mismas comunidades a continuar la misión apostólica, confiada por el Señor Jesús a su Iglesia.

El seminario de Guadalajara, tres siglos de historia

759- De esta preocupación pastoral de la Iglesia por la formación de los futuros sacerdotes surgió, ya en el siglo XV español, la iniciativa de fundar seminarios; experiencia laudable y fructuosa asumida luego por el Concilio de Trento y sostenida hasta la fecha por el Magisterio de la Iglesia. En atención a ese mismo Concilio, la Iglesia de Guadalajara, ya en 1570, fundó la casa seminario de Señor San Pedro, la cual, por la penuria de los tiempos, fue de poca duración pero de buen fruto. Fue necesario esperar el año de 1696 para que, bajo la guía del Señor obispo Fray Felipe Galindo y Chávez, se estableciera definitivamente nuestro seminario diocesano de Guadalajara, hoy ya tricentenario.

760- A lo largo de estos tres siglos el seminario de Guadalajara ha producido frutos abundantes, tanto para la Iglesia, como para la sociedad civil. La vida religiosa de la entonces Nueva Galicia, su dinámica cultural y su participación en la vida independiente, tuvieron en los sacerdotes y exalumnos de este seminario sus principales agentes.

761 -Hoy las circunstancias han cambiado, pero las exigencias fundamentales en la formación de los sacerdotes de nuestra diócesis siguen siendo igualmente prioritarias. Como nos lo recordaba nuestro pastor, el Cardenal Sandoval Iñiguez, en su Aportación: Los evangelizadores del tercer milenio en América Latina, presentada en Roma el 19 de Junio de 1995, ante la IV Asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL): "Cuando se trata de preparar ya desde ahora a los evangelizadores del tercer milenio en seminarios y casas de religiosos, en institutos seculares o en programas de formación para laicos, se ha de insistir mucho en su formación a la santidad, para que sean hombres y mujeres en íntima comunión con Dios, penetrados de su Palabra, poseedores en alto grado de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. Quienes se están formando hoy son hijos de su tiempo: están adornados de valiosas cualidades, pero también tienen serias deficiencias, entre las cuales está la dispersión, la cultura de la imagen, la falta de interioridad: cosas estas que dificultan la vida de oración, sobre todo personal; se advierte también una cierta debilidad o inconsistencia psicológica, que no prepara para afrontar grandes retos y asumir con perseverancia las arduas tareas del apostolado".

762- Por eso, ante los retos de la nueva cultura y las consecuencias severas de la problemática contemporánea en sus diversos aspectos, el seminario de Guadalajara sigue siendo un signo de esperanza, ya que de él deberán surgir los agentes de la Nueva Evangelización, los constructores de una nueva cultura cristiana y de una auténtica promoción humana, que ayuden a la comunidad eclesial a ingresar con ímpetu al tercer milenio, ya cercano.

763- Con la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, "nos proponemos asumir plenamente las directivas" (SD, 84) de la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis que nos muestran, con nueva luz, la prioridad del fomento de las vocaciones a la vida sacerdotal y nos ofrecen una visión integral del ser y de la misión del seminario en la vida de la Iglesia.

Protagonistas de la formación sacerdotal

764- El Papa asienta, en primer lugar, el principio básico de la formación sacerdotal: "No hay auténtica labor formativa para el sacerdocio sin el influjo del Espíritu Santo... ¿Quién mejor que el mismo Jesús, mediante la infusión del Espíritu Santo, puede donar y llevar hasta la madurez aquella caridad pastoral que Él ha vivido hasta el don de sí mismo?" (PDV, 65; Jn 15, 13).

765- "El primer representante de Cristo en la formación (sacerdotal) es el obispo" (PDV, 65; OT, 5; CDC, c. 259, 2; NB, 47). En íntima comunión con él, los formadores, superiores y profesores son corresponsables en esta labor de tanta trascendencia. La familia, con el ejemplo de las virtudes domésticas y la parroquia, favoreciendo en la práctica la formación de la identidad del futuro presbítero, son también agentes decisivos en esta tarea; cada uno según su condición y responsabilidad ha de participar en esta obra. Pero es, sobre todo, el mismo aspirante al sacerdocio el verdadero e insustituible protagonista de esta respuesta dócil al Espíritu Santo, a fin de prepararse con entera disponibilidad al servicio de la Iglesia. No debemos olvidar que toda formación -incluida la sacerdotal- es en definitiva una autoformación. Nadie nos puede sustituir en la libertad responsable que tenemos cada uno como persona (PDV, 65-69; CDC, c. 258; NB, 58-59).

Ser y misión del seminario

766- La Iglesia ha confirmado la necesidad de los seminarios mayores y ha destacado la conveniencia -y, en América latina, también la necesidad- de los seminarios menores (PDV, 60; OT, 3-4; RFIS, 1; SD, 79-82).

767- El seminario es una comunidad de jóvenes (RFIS, 1), es una casa de formación (DP, 873), es un "ambiente normal, incluso material, de una vida comunitaria y jerárquica... con superiores verdaderamente consagrados a esta tarea... una comunidad estructurada por una profunda amistad y caridad, de modo que pueda ser considerada familia que vive en la alegría". El seminario es "una continuación de la íntima comunidad apostólica en torno a Jesús, en la escucha de la Palabra, a la espera del don del Espíritu para la misión"; es una comunidad eclesial que debe alimentar el sentido de comunión de los candidatos con su obispo y con su presbiterio (PDV, 60; Mc, 3, 14).

768- Lo que determina la fisonomía, el fin específico del seminario "es el acompañamiento vocacional de los futuros sacerdotes y, por tanto, el discernimiento de la vocación" (PDV, 61); de manera que el que ha sido llamado por Dios al sacerdocio, pueda llegar a ser, con el sacramento del Orden, una imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia" (PDV, 42) "y se prepare para el ministerio de enseñar, santificar y regir al pueblo de Dios" (RFIS, 20; OT, 4; NB, 33; DP, 875; CDC, c. 235).

769- La formación en el seminario ha de partir de la realidad misma del candidato al sacerdocio, hoy tan compleja (PDV, 10, 61: SD, 83) para que, a las aptitudes y cualidades del alumno, se sume siempre la recta intención (RFIS, 39; DP, 763; CDC, c. 241; NB, 41).

770- Esta labor educativa requiere de una pastoral formativa planificada y de conjunto, como lo exige la Nueva Evangelización (PDV, 61; DP, 1306), cuyo punto de partida es justamente la misma evangelización y la oportuna catequesis que, como clima, debe prolongarse y acompañar todo el proceso de manera gradual e integral.

771- El fin del seminario menor, del seminario en familia -institución afín al seminario menor, surgida en nuestra Arquidiócesis- del instituto de vocaciones adultas, es preparar a los alumnos a seguir a Cristo Redentor con espíritu de generosidad y pureza de intención, discerniendo y acompañando -según sus circunstancias y edad- estos gérmenes de vocación sembrados en los corazones de los jóvenes (PDV, 63; OT, 3; RFIS, 11, 19; NB, 6, 162-167; DP, 869-870; CDC, 233-234).

772- "El seminario mayor está destinado a ofrecer una formación estrictamente sacerdotal y a cultivar más clara y plenamente la vocación de los aspirantes al sacerdocio, ayudándoles a formarse verdaderos pastores a ejemplo de Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor y a prepararse para el futuro ministerio de enseñar, santificar y regir al pueblo de Dios (OT, 4; RFIS, 20)" (NB, 33).

Educación con sentido integral

773- En cuanto comunidad educativa, toda la vida del seminario está intensamente dedicada a la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral de los futuros presbíteros... con contenidos y modalidades características que nacen de manera específica de la finalidad que persigue, esto es, de preparar al sacerdocio (PDV, 61).

Formación humana

774- Es fundamental que el alumno "plasme su personalidad humana de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del hombre" (PDV, 43). Es urgente lograr una madurez afectiva y una educación sexual; hay que educar para la libertad y, por consiguiente, educar la conciencia moral.

Formación espiritual

775- La vida espiritual, entendida como relación y comunión con Dios, se desarrolla en el proceso educativo que impulsa a la búsqueda de Jesús, por la meditación de la Palabra de Dios, la participación activa en los misterios de la Iglesia, el servicio de la caridad a los más pequeños. Particular importancia adquiere en nuestros días la urgencia de invitar a redescubrir, en la formación espiritual, la belleza y la alegría del sacramento de la Penitencia. Urge educar a los futuros presbíteros en la virtud de la penitencia; de aquí proviene el significado de la ascesis y de la disciplina interior, el espíritu de sacrificio y de renuncia, la aceptación de la fatiga y de la cruz, elementos difíciles en las condiciones de vida de relativa comodidad y bienestar (PDV, 45-46.48).

Formación intelectual

776- Ante la situación actual, marcada por la indiferencia religiosa, la desconfianza de la capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y universal, el creciente pluralismo y el subjeti vismo que se erige como criterio y medida de la verdad, la formación intelectual debe orientarse a perfeccionar la formación humana en todos los niveles del seminario, a cimentar el amor a la verdad, a desarrollar el sentido crítico que lleve al candidato al sacerdocio a conseguir la sabiduría que se abre al conocimiento de Dios y al misterio de Cristo y de la Iglesia (OT, 14; PDV, 51-52; CDC, 244-245).

Formación pastoral

777- Toda la formación de los seminaristas ha de orientarse a la formación de pastores. La formación estrictamente pastoral "se desarrolla mediante la reflexión madura y la aplicación práctica... estudio (de la teología pastoral verdaderamente científica) y actividad que se apoyan en una fuente interior, que la formación deberá custodiar y valorizar: se trata de la comunión cada vez mayor con la caridad pastoral de Jesús" (PDV, 57).

778- El proyecto ha de llevar a una iniciación en la sensibilidad del pastor y a una introducción en la tradición pastoral viva de la Arquidiócesis y que "las diversas experiencias de los candidatos al sacerdocio asuman un claro carácter ministerial" (PDV, 58); para animar "la Iglesia que es esencialmente misterio, comunión y misión" (PDV, 59; NB, 131).

La promoción vocacional

779- "No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes..." (Jn 15, 16). Toda vocación cristiana viene de Dios, es don de Dios y respuesta libre del hombre (PDV, 35-36; Mc 3, 13). Pero, además, la vocación tiene en su esencia una dimensión eclesial, de modo específico la vocación al sacerdocio, que "existe en la Iglesia y para la Iglesia y se realiza en ella" (PDV, 35) y, como don gratuito, es el obispo quien reconoce y examina la idoneidad del candidato.

780- La vocación puede ser rechazada (Mc, 10, 22) o puede ser bloqueada por obstáculos: el afán por los bienes materiales, las condiciones sociales y culturales de nuestro tiempo (PDV, 8-10.37; SD, 79). "De aquí la urgencia de la pastoral vocacional... destinada a cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio" (PDV, 35); pastoral que debe integrarse plenamente a la llamada cura de almas ordinaria (PDV, 34; DP, 866-867), educando a los jóvenes para el servicio gratuito, el valor del sacrificio y la donación incondicionada de sí mismos (PDV, 38, 40).

781- Todos los miembros de la Iglesia, sin excluir a alguno, tienen la responsabilidad de cuidar de las vocaciones, de modo muy particular el obispo con la solidaridad de su presbiterio. Dígase lo mismo de la parroquia, la familia, la escuela, y los laicos en general, pues por tratarse de una necesidad vital de la Iglesia, debe hallarse en el centro del amor que todo cristiano tiene a la misma (PDV, 41; OT, 2; DP, 863-867; SD, 79, 82; NB, 1-5).

782- Pero esta responsabilidad es más apremiante, sin lugar a duda, para los sacerdotes: "Cada sacerdote reservará una atención esmerada a la pastoral vocacional... El sacerdote mantendrá siempre relaciones de colaboración cordial y de afecto sincero con el seminario, cuna de la propia vocación y palestra de aprendizaje de la primera experiencia de vida comunitaria. Es ‘exigencia ineludible de la caridad pastoral’ (PDV, 74) que cada presbítero -secundando la gracia del Espíritu Santo- se preocupe de suscitar al menos una vocación sacerdotal que pueda continuar su ministerio" (DIR, 32).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

783- Lograr que el alumno se sienta realmente sujeto activo y primer responsable de su propio proceso de formación. Lograr la madurez afectivo emocional y el recto uso de la libertad, cimentado en la vida interior. Adoptar un proceso de formación sacerdotal que tenga en cuenta los criterios de gradualidad e integralidad.

784- Sensibilizar a los alumnos acerca de la urgencia y de las grandes ventajas de un programa personal de formación permanente, como formación a lo largo de toda la vida.

785- Fomentar en el alumno un espíritu crítico que lo capacite para iluminar y discernir con la luz del Evangelio las realidades temporales, e impulsarlo a adquirir una amplia cultura, abierta a las distintas corrientes teológicas del momento, bajo la guía del Magisterio.

786- Lograr que los alumnos, en la última etapa de la formación, conozcan y asuman el proceso pastoral de la diócesis, de manera que estimule su inserción activa y entusiasta en la pastoral diocesana.

787- Falta hacer del seminario una auténtica comunidad, en donde se experimente la "vida de familia", fortaleciendo el sentido comunitario y la formación para la vida y trabajo en equipo.

788- La vivencia de los valores cristianos, en particular el espíritu de sacrificio y de opción por los pobres, ante los influjos de la actual sociedad, materialista, permisiva y hedonista.

789- La búsqueda de medios concretos para que el presbiterio y el pueblo de Dios colaboren significativamente en la pastoral vocacional y en la formación sacerdotal.

790- La poca vinculación entre formadores y sacerdotes que tienen seminaristas en período de apostolado y un mayor empeño en la formación de los futuros sacerdotes de parte de las comunidades en general.

III. LINEAS PASTORALES

791- Crear un ambiente adecuado y de confianza para que los alumnos desarrollen una personalidad rica en valores humanos y cristianos, que propicie la responsabilidad, la creatividad y el auténtico espíritu de colaboración y obediencia, y que los haga conscientes de ser los verdaderos protagonistas de su formación, secundando los impulsos del Espíritu Santo.

792- Revisar constantemente el equilibrio y la eficacia de la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral impartida a los seminaristas, de manera que se logre desarrollar en ellos las virtudes humanas y cristianas, propias de una personalidad madura.

793- Complementar los medios que ofrece la formación sistemática e institucional con ciertas actividades opcionales, tales como: cursos de relaciones humanas, comunidades espontáneas de oración, grupos de crecimiento, dinámicas grupales, experiencias de trabajo en equipo, etc., siempre en constante vinculación con los sacerdotes formadores.

794- Mantener un contacto adecuado con el medio externo, haciendo un buen uso de los medios de comunicación y, en especial, aprovechar las oportunidades de convivencia con la familia, en orden a consolidar un equilibrio afectivo.

795- Elegir para el equipo formador a sacerdotes dedicados a tiempo completo, especializados, con unidad de criterios, con experiencia pastoral, conocedores de la realidad, con criterio amplio, con madurez afectiva y que con su mismo estilo de vida sirvan de ejemplo e inspiración a los futuros pastores.

796- Contar con suficientes directores espirituales dotados de buena preparación y experiencia pastoral y, en cuanto el respeto al foro interno lo permita, totalmente integrados en la toma de decisiones importantes para la vida del seminario.

797- Es necesario establecer caminos para la capacitación y actualización sistemática del equipo formador. Establecer un curso anual para la preparación inmediata de los nuevos formadores que ingresan al seminario a prestar este servicio pastoral.

798- Enviar a los seminaristas a ejercer sus prácticas de apostolado, tanto en zonas urbanas como rurales, con sacerdotes que se distingan por llevar un plan o, por lo menos, tengan líneas de acción acordes al proceso pastoral diocesano, y que sean maduros y objetivos al rendir el informe sobre comportamientos y resultados.

799- Promover permanentemente y con mayor empeño las vocaciones sacerdotales en las escuelas particulares y oficiales, incluyendo los institutos de educación superior y universitarios, así como los movimientos apostólicos, sobre todo los relacionados con la pastoral juvenil y familiar. Invitar a los jóvenes a las celebraciones más significativas del seminario, como el Corpus Christi, y apoyar la colecta anual del mes de marzo y, en general, la celebración del "Día del Seminario".

800- Impulsar la pastoral vocacional difundiendo adecuadamente, a nivel diocesano, el acontecimiento de las ordenaciones sacerdotales de cada generación y, cuando las circunstancias lo permitan, realizándolas en las parroquias de origen, a fin de poder interesar en el seguimiento de Cristo a un mayor número de jóvenes.

IV. DISPOSICIONES

-170- El seminario debe promover en sus alumnos una espiritualidad sacerdotal específicamente diocesana; a partir de una experiencia de Dios y ejemplo de Cristo, Buen Pastor, hagan de la caridad pastoral el medio privilegiado para su santificación.

171- El régimen formativo de internado es necesario para una formación sólida en ciencia y virtud y excluye una constante participación de los alumnos en actividades externas a la casa, sean de estudio, apostolado o diversión.

172 -Se cuidará el cumplimiento de las normas para mantener un buen nivel académico que satisfaga las metas internas y que se haga acreedor de la confianza de las autoridades en cuanto al reconocimiento oficial de los estudios realizados en el seminario. Se seguirá haciendo el esfuerzo por preparar a alumnos con capacidades sobresalientes en universidades eclesiásticas del país y del extranjero.

173- Se privilegiarán los pequeños grupos en la formación y vida del seminario, con el acompañamiento cercano de los formadores. Revísese periódicamente la formación integral para adecuarla a los lineamientos de la Iglesia, a las necesidades del hombre de hoy y a las prioridades pastorales de la diócesis.

174- Las constituciones y Reglamento del seminario deben ser conocidos y aceptados con apertura de espíritu por todos los alumnos y pueden ser periódicamente revisados.

175- Cada curso escolar debe ser precedido por una reunión de planeación en la que participe el equipo formador y los alumnos según la modalidad que se determine.

176- Colaboren los alumnos del seminario en la promoción vocacional dentro de la diócesis con su ejemplo y acción apostólica específica.

177- El seminario ha de mantener informada a la comunidad diocesana acerca de sus planes de formación, organización y actividades más importantes.

178- Organice el seminario reuniones periódicas con los padres de familia para mantenerles informados y acrecentar su corresponsabilidad en la formación.

179 -Entre el seminario y los organismos directamente dedicados a la promoción vocacional debe darse una estrecha cooperación: centro diocesano de vocaciones, club serra, etc.


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