Documentos Diocesanos

II Sínodo Diocesano para la Nueva Evangelización

Vida y Ministerio de los Sacerdotes

I . ILUMINACION

519 -En la unidad del presbiterio, los sacerdotes son instituidos, por el sacramento del Orden, como cooperadores del obispo. Participan, por tanto, de "la autoridad por la que Cristo mismo construye, santifica y gobierna a su Cuerpo". En efecto, ellos son configurados a Cristo Sacerdote para ser "capaces de actuar en nombre de Cristo Cabeza" (PO, 2)

El sacerdocio común y el sacerdocio ministerial

520 -El sacerdote es llamado también presbítero, palabra que viene del griego y significa "anciano", ya que desde los tiempos apostólicos los sacerdotes eran escogidos de entre los bautizados que habían dado pruebas de madurez y de identificación con el Señor, lo mismo que de su disponibilidad y aptitud para ocuparse desinteresadamente de las comunidades que les eran confiadas. Como continuación del ministerio apostólico, el ministerio de los presbíteros -como en grado mayor el de los obispos- es al mismo tiempo pastoral, sacramental y misionero. A ejemplo de Jesucristo, el Buen Pastor (Jn 10, 1-21), los sacerdotes han de conducir al pueblo de Dios hacia la casa del Padre.

521- El sacerdocio común y ministerial se distinguen no sólo de grado sino esencialmente y se ordenan el uno al otro. Es decir, el sacerdocio ministerial de ninguna manera se puede identificar o reducir al sacerdocio común (LG, 10). La Iglesia, al ser la comunión de todos los bautizados en Cristo, ella misma es un pueblo sacerdotal; como miembros de la Iglesia, por el Bautismo todos participamos de una común dignidad sacerdotal, que es el sacerdocio común (LG, 10). "La distinción entre sacerdocio común y sacerdocio ministerial, lejos de llevar a la separación o a la división entre los miembros de la comunidad cristiana, armoniza y unifica la vida de la Iglesia. En efecto, en cuanto Cuerpo de Cristo, la Iglesia es comunión orgánica entre todos los miembros, en la que cada uno de los cristianos sirve realmente en la vida del conjunto si vive plenamente la propia función peculiar y la propia vocación específica (1 Cor 12, 12ss)" (DIR, 18).

Tareas específicas del sacerdocio ministerial

522 -l Ministerio profético o de la Palabra: como profeta debe el sacerdote, ante todo, proclamar la Palabra de Dios, que llama a la conversión y a iluminar todas las situaciones de la vida para transformar el mundo según el Plan de Dios. Debe anunciar y también denunciar.

Ministerio litúrgico: el sacerdote da culto a Dios en nombre de la Iglesia con la oración y, especialmente, con la Eucaristía. Santifica a los fieles particularmente con los sacramentos. Como la Eucaristía es centro y culmen del culto de la Iglesia, es también centro y culmen de la vida del presbítero. En ella se une como víctima a Cristo Víctima. Al hacer presente el sacrificio de Cristo en la Eucaristía, hace posible a los fieles el poder unirse al sacrificio de Cristo, ofreciendo su vida y actuando así su sacerdocio bautismal.

Ministerio de caridad: El presbítero, configurado con Cristo Pastor, debe caminar delante guiando a sus ovejas y dándoles ejemplo, debe conocer a sus ovejas, alimentarlas con la Palabra y la Eucaristía y estar dispuesto a dar la vida por ellas; como servidor de la comunidad, debe estar atento a las necesidades de todos, especialmente de los pobres, enfermos, ancianos y de los más necesitados.

523 -El presbítero debe realizar todo su ministerio en espíritu y ambiente de comunión. Debe ser hombre de comunión (PDV, 43). El debe promoverla y vivirla de muchas maneras: la comunión íntima con su obispo, de quien es próvido cooperador; la comunión con los demás presbíteros con quienes está unido por la íntima fraternidad sacramental y la comunión sincera con los religiosos y laicos, a quienes debe congregar en nombre de Cristo (PO, 7-9). El sacerdote no podrá expresar su amor al Señor y a la Iglesia sin traducirlo en un amor efectivo e incondicionado por el pueblo cristiano, objeto -de sus desvelos pastorales (DIR, 30). El presbítero es llamado cariñosamente padre por el pueblo. Debe ser como un padre para todos, debe ser sostén, apoyo, educador, guía; ser como Cristo que "pasó haciendo el bien" (Hch 10, 38). El sacerdote ha de vivir siempre con gratitud hacia su propia familia y hacia su propia comunidad parroquial que lo impulsaron a madurar en la fe y en su entrega vocacional.

524 -Hombre de comunión, el sacerdote ha de cuidar el no inmiscuirse en situaciones que lo lleven a algún género de parcialidad, como sería el involucrarse directamente en la política partidista (DP, 521). Sin embargo, no debe rehuir el comprometerse en la promoción de la política del bien común, lo mismo que en la orientación a los fieles laicos para que asuman sus compromisos políticos y, a través de acciones de justicia y caridad, lleguen a ser en el mundo luz, sal y fermento y se empeñen en trabajar por una auténtica promoción humana.

La espiritualidad sacerdotal

525 -La espiritualidad del presbítero tiene como característica la caridad pastoral (PDV, III; SD, 70). Debe "ser capaz de amar a la gente con un corazón nuevo, grande y puro, con auténtica renuncia de sí mismo, con entrega total, continua y fiel" (PDV, 22). La espiritualidad del presbítero tiene también un aspecto eclesial, por su pertenencia y dedicación a una Iglesia particular, que lo relaciona con el obispo como miembro de un presbiterio, para cuidar una comunidad concreta (PDV, 31). Debe cultivar una espiritualidad encarnada, que lleve al compromiso.

526 -El sacerdote, debe ser hombre de oración; con una oración personal; especialmente con la oración litúrgica prolonga la oración de Cristo en unión constante con el Padre. De ahí que ha de tener en gran estima los diversos medios recomendados por la Iglesia a los sacerdotes para alimentar su vida espiritual (PO, 18; CDC, 276). "Tal vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presbítero a través de la liturgia, la oración personal, el tenor de vida y la práctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acción ministerial. La misma configuración con Cristo exige respirar un clima de amistad y de encuentro personal con el Señor Jesús y de servicio a la Iglesia, su Cuerpo, que el presbítero amará, dándose a ella mediante el servicio ministerial a cada uno de los fieles (CDC, 276)... El cuidado de la vida espiritual se debe sentir como una exigencia gozosa por parte del mismo sacerdote, pero también como un derecho de los fieles que buscan en él -consciente o inconscientemente- al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente, y al guía seguro en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar consuelo y firmeza" (DIR, 39).

527 -El sacerdote debe imitar a Cristo pobre entre los pobres, humilde, obediente y casto. Ha de cultivar, además, una filial devoción a la Santísima Virgen María.

528 -l "El ejemplo de Cristo pobre debe llevar al presbítero a conformarse con Él en la libertad interior ante todos los bienes y riquezas del mundo" (PO, 17). "El Señor nos enseña que Dios es el verdadero bien y que la verdadera riqueza es conseguir la vida eterna... El sacerdote, cuya parte de la herencia es el Señor (cf Núm 18, 20), sabe que su misión -como la de la Iglesia- se desarrolla en medio del mundo, y es consciente de que los bienes creados son necesarios para el desarrollo personal del hombre. Sin embargo, el sacerdote ha de usar estos bienes con sentido de responsabilidad, recta intención, moderación y desprendimiento: todo esto porque sabe que tiene su tesoro en los cielos; es consciente, en fin, de que todo debe ser usado para la edificación del Reino de Dios, y por ello se abstendrá de actividades lucrativas impropias de su ministerio (Lc 10, 7; Mt 10, 9-10; 1 Cor 9, 14; Gál 6, 6)" (DIR, 67).

529 -l El sacerdote está llamado al celibato por amor al Reino de los cielos, con entrega total para imitar a Cristo (aspecto cristológico); para servir a sus hermanos en la Iglesia (aspecto eclesiológico); para ser signo de la vida futura (aspecto escatológico). "Que nuestro servicio humilde haga sentir a todos que hacemos presente a Cristo Cabeza, buen Pastor y Esposo de la Iglesia" (PDV, 19; SD, 74). "El celibato, así entendido, es entrega de sí mismo en y con Cristo a su Iglesia, y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor" (DIR, 59).

530 -l "La obediencia es un valor sacerdotal de primordial importancia... Al igual que para Cristo, también para el presbítero la obediencia expresa la voluntad de Dios, que le es manifestada por medio de los Superiores... El presbítero tiene una ‘obligación especial de respeto y obediencia’ al Sumo Pontífice y al propio Ordinario" (DIR, 61).

531 -l El presbítero, como sacerdote, tiene una relación especial con María, madre del Sumo Sacerdote, a la cual debe amar como madre. "Por eso, nosotros los sacerdotes estamos llamados a crecer en una sólida y tierna devoción a la Virgen María, testimoniándola con la imitación de sus virtudes y con la oración frecuente (PDV, 82). "Todo presbítero sabe que María, por ser madre, es la formadora eminente de su sacerdocio: ya que Ella es quien sabe modelar el corazón sacerdotal; la Virgen, pues, sabe y quiere proteger a los sacerdotes de los peligros, cansancios y desánimos: ella vela, con solicitud materna, para que el presbítero pueda crecer en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres. No serán hijos devotos, quienes no sepan imitar las virtudes de la Madre. El presbítero, por tanto, ha de mirar a María si quiere ser un ministro humilde, obediente y casto, que pueda dar testimonio de caridad a través de la donación total al Señor y a la Iglesia" (DIR, 68).

La formación permanente

532- El sacerdote es, ante todo, un hombre tomado de entre los hombres (Hb 5, 1). Debe, por tanto, el presbítero tener "una madurez humana, la cual se comprueba, sobre todo, en cierta estabilidad de ánimo, en la facultad de tomar decisiones ponderadas y en el recto modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres" (OT, 11).

533 -El presbítero no debe pensar nunca que ha alcanzado la meta (Fil 3, 13), sino que, dejándose guiar por el Espíritu Santo, ha de esforzarse por convertirse cada día y configurarse cada vez más con Cristo Buen Pastor (CDC, 276ss).

534 -Para ser ministros de la Nueva Evangelización, los presbíteros están invitados a cultivar una formación permanente integral, es decir, en su dimensión humana, espiritual, intelectual y pastoral, en cualquier edad y situación "como fidelidad al ministerio sacerdotal y como proceso de continua conversión" (PDV, 70-80; DIR, 69-97; SD, 72-73).

535 -"La formación permanente es una exigencia que nace y se desarrolla a partir de la recepción del sacramento del Orden, con el cual el sacerdote no es sólo, consagrado por el Padre y enviado por el Hijo, sino también animado por el Espíritu Santo. Esta exigencia, por tanto, surge de la gracia, que libera una fuerza sobrenatural, destinada a asimilar progresivamente y de modo siempre más amplio y profundo toda la vida y la acción del presbítero en la fidelidad al don recibido: Te recuerdo -escribe S. Pablo a Timoteo- de reavivar el don de Dios, que está en ti (2 Tim 1, 6)" (DIR, 69).

II. DESAFIOS DE LA REALIDAD

536 -La falta de conocimiento, de difusión y de vivencia de la espiritualidad propia del presbítero.

537 -La caridad pastoral, vivida al servicio de una comunidad concreta por parte del sacerdote, no siempre se encarna y se proyecta en su estilo de vida y en la calidad de su ministerio.

538 -Se desaprovecha frecuentemente mucho de lo que ofrece la diócesis como ayuda para la vida espiritual de los sacerdotes: ejercicios espirituales, retiros mensuales, confesión y dirección espiritual.

539 -Las celebraciones litúrgicas apresuradas y rutinarias que impiden una vivencia más participativa del amor de Dios.

540 -En algunos casos, la falta de madurez humana en el sacerdote, como sustrato básico de la vida espiritual; se refleja en algunas actitudes de desequilibrio emocional, tales como el hacer acepción de personas o el no saber moderar el propio temperamento.

541 -No siempre hay equilibrio en la búsqueda de una formación integral humana, espiritual, intelectual y pastoral.

542 -No siempre se aprovechan con seriedad los estudios que se hacen a nivel de decanato, así como los cursos que se organizan a nivel más amplio, ofrecidos por los diversos institutos y comisiones de carácter diocesano.

543 -El individualismo en la acción pastoral de algunos presbíteros, que tiene consecuencias negativas al no seguir el Plan diocesano de pastoral; que lleva a la desorganización o a la toma de alternativas parciales, tales como apoyar solamente a un determinado movimiento o cerrarse arbitrariamente a otros aprobados por la Iglesia, pero que no son de su especial agrado.

544 -Con frecuencia los sacerdotes no saben respetar los procesos pastorales de cada una de las comunidades a las que son enviados a trabajar. No se impulsa decidida y armónicamente la actuación del triple ministerio o no se da continuidad a las acciones apostólicas heredadas de sus antecesores y que han demostrado su eficacia.

545 -No se ha llegado a tener en todas las comunidades un verdadero plan pastoral para que, de acuerdo a él, se haga una adecuada jerarquización de los distintos aspectos de la vida parroquial.

546 -Buscar un mayor trato e integración de sacerdotes diocesanos y religiosos, y fomentar relaciones de armonía entre párrocos y vicarios.

547 -La formación y participación de los laicos, escuchándolos, tomando en cuenta sus derechos y obligaciones, poniendo a su servicio lo mejor de su ministerio y de su caridad pastoral.

548 -Poner especial cuidado en la preparación de la homilía como tarea prioritaria de los sacerdotes.

549 -Llegar a hacer de la predicación una tarea que despierte, alimente y desarrolle la vida cristiana, y se proyecte luego en la vida de los fieles, integrando culto y caridad.

III. LINEAS PASTORALES

550 -Centrar la espiritualidad del presbítero en la vivencia del misterio pascual. Una espiritualidad que evite dualismos, que ayude a superar la tendencia a instalarse en una vida cómoda y sin compromiso. Una espiritualidad que anime y sostenga la disponibilidad a la misión de Cristo, en obediencia amorosa y libre.

551 -Sentirse comprometidos para continuar la rica herencia que nos han dejado los presbíteros de la diócesis, especialmente el ejemplo de nuestros sacerdotes mártires, que ha tenido como características el amor a Cristo en la Eucaristía, el amor a la Santísima Virgen María, la fidelidad y la obediencia al Papa y al pastor de la diócesis.

552 -Atender integral y equilibradamente los aspectos profético, litúrgico y social dentro de las comunidades, cultivando la unidad de criterios. En su acción pastoral, asumir y tener en cuenta los proyectos y planes diocesanos; conocer la realidad del pueblo; trabajar en equipo, eclesial y organizadamente.

553 -Vivir siempre cercanos al pueblo, convivir con él y acompañar con mayor presencia física, no sólo de espíritu, el caminar de los agentes, grupos y movimientos de sus parroquias, preocupándose por llegar a los más pobres: enfermos, necesitados, marginados, campesinos y alejados.

554 -Ser testigos del amor de Dios con hechos de justicia y caridad. Vivir, a ejemplo de Cristo Buen Pastor y en íntima relación con Él, una actitud de conversión continua, que propicie la coherencia entre fe y vida.

555 -Asumir claramente la defensa de los marginados y denunciar la violación de los derechos humanos. Vivir encarnados en sus propias comunidades, promoviéndolas en sus auténticos valores cristianos; cultivar una entrega generosa, especialmente a los más necesitados; ser comunicativos y atentos con los fieles laicos y favorecer la corresponsabilidad en los trabajos pastorales.

556 -Vivir con sencillez y austeridad, siendo solidarios con los pobres de nuestro pueblo. Apreciar y cultivar las virtudes humanas, cuidar la salud, tomar el descanso necesario y, cuando se tengan angustias económicas, acudir a quien corresponda, con toda confianza.

557 -Los sacerdotes, con gran sentido de Iglesia, tengan fidelidad y obediencia al obispo, cultiven más la unidad y la relación fraterna, solidaria y profunda con los hermanos sacerdotes, en actitud de diálogo.

558 -El cultivo de la fraternidad entre los sacerdotes, ha de ser más esmerado cuando se trata de la atención hacia los ancianos y enfermos; lo mismo que hacia los que se han aislado o han perdido el entusiasmo por el ministerio.

559 -Favorecer la solidaridad sacerdotal con sacerdotes que pasan por momentos difíciles, y no dudar en acudir al obispo para exponerle los propios problemas.

560 -Asegurar su presencia efectiva y responsable en la comunidad; el ausentismo reduce los frutos de la acción evangelizadora y deja el campo abierto a las sectas.

561 -Hacer frente a los graves problemas migratorios, y buscar respuestas pastorales a los graves problemas del urbanismo tales como la pérdida de identidad, el desempleo, el alcoholismo y la drogadicción.

562 -Ser, con su testimonio, promotores de las vocaciones sacerdotales y religiosas, teniendo esto como prioridad en su comunidad.

563 -Tener apertura, diálogo y colaboración con organismos no eclesiales en acciones para el bien común, evitando el peligro de ser instrumentalizados. 564 -Que la comisión de formación del presbiterio y su equipo de espiritualidad sacerdotal tenga gran preocupación por la espiritualidad propia del presbítero y muestre apertura a nuevas formas presentadas por grupos de sacerdotes para la realización de sus ejercicios espirituales. Que los ejercicios espirituales sean consecuentes con esta espiritualidad sacerdotal, cuya base es la caridad pastoral.

565 -Promuévanse, con el apoyo del obispo, formas de vida comunitaria entre los sacerdotes de una parroquia o decanato, que favorezcan la vida y la acción apostólica y en las que se dé ejemplo de unidad, de caridad y de sencillez al compartir incluso los bienes materiales.

566 -Fomentar los grupos naturales y por generaciones, que propicien la comunión en el respeto y apoyo integral. Favorézcanse las asociaciones sacerdotales más acordes a nuestra realidad a fin de que promuevan la espiritualidad sacerdotal y nuestras sanas tradiciones.

567 -Que los sacerdotes diocesanos atiendan a los religiosos y a las religiosas que estén en su parroquia, viendo por sus necesidades espirituales y materiales, y siendo respetuosos de sus propios carismas.

568 -Trabajar activamente en la formación y funcionamiento efectivo de los equipos coordinadores básicos de las parroquias, favoreciendo un ambiente de libertad y cordialidad.

569 -Que en cada zona, y donde sea posible en cada decanato, se establezca y se incremente con regularidad una hemeroteca (y si es posible una verdadera biblioteca) para la consulta de los sacerdotes, privilegiando las líneas teológica, espiritual y pastoral.

IV. DISPOSICIONES

-115 -Todos los presbíteros hagan sus ejercicios espirituales conforme a lo establecido en la diócesis, a saber: los sacerdotes de uno a cinco años de ordenación, cada año, y los demás, al menos cada dos años. Participen creativamente en los retiros mensuales y en las reuniones de estudio organizadas en sus respectivos decanatos y procuren tomar parte en las celebraciones litúrgicas que anualmente se organizan en la diócesis para todo el presbiterio, lo mismo que en los eventos ya tradicionales, tales como el día del párroco o la posada sacerdotal.

116 -La participación en las jornadas de formación permanente, serán de carácter obligatorio para todos los sacerdotes. Para los sacerdotes de uno a cinco años, anualmente; para los demás, periódicamente, según se les vaya notificando, al menos cada cinco años. Estas jornadas abarcarán todas las áreas de la formación integral: la humana, la espiritual, la intelectual y la pastoral. Es obligación también participar cada año al menos en uno de los cursos de actualización organizados por la diócesis.

117 -Las licencias ministeriales deben renovarse cumpliendo alguno de los siguientes requisitos: por la participación en las jornadas de formación permanente (10 días); por la asistencia a los cursos organizados por los institutos y comisiones diocesanas, con duración de al menos un semestre; por la presentación de un examen (oral o escrito) de un tratado completo de teología o de sagrada Escritura.

118 -Los sacerdotes, párrocos y vicarios, habrán de orientar su quehacer pastoral siguiendo las indicaciones del Plan diocesano de pastoral y los acuerdos tomados tanto en las zonas como en los decanatos; para ello habrán de asistir regularmente a las reuniones ordinarias y extraordinarias a las que sean convocados, de tal forma que pueda garantizarse la unidad y la continuidad en su ministerio sacerdotal.

119 -Los vicarios episcopales y los decanos, en el espíritu de una pastoral orgánica y de conjunto, han de cuidar que, sobre todo cuando haya cambio de sacerdotes, se garantice la continuidad en las líneas de trabajo de cada una de las comunidades comprendidas dentro de su territorio.

120 -Los sacerdotes que trabajan a tiempo completo, podrán gozar de un día de descanso a la semana y, conforme a Derecho, de un mes de vacaciones al año, con el fin de favorecer su salud y la eficacia de su ministerio sacerdotal, en bien de los fieles.

121 -Promueva el decano la ayuda mutua y efectiva entre los sacerdotes del decanato, sobre todo motivando a oportunas suplencias en casos de vacaciones, enfermedad, ejercicios espirituales o ante otras situaciones imprevistas.

122 -Todos los sacerdotes deben inscribirse en la Mutual del clero y en el CCYAS, aportar puntualmente su cooperación, tanto personal como institucional, movidos por el espíritu de solidaridad fraterna. La diócesis pondrá especial empeño en proveer convenientemente a la asistencia y sustentación de los presbíteros enfermos, inválidos o ancianos.

123 -Siguiendo las disposiciones de la Iglesia (CDC, 284), los sacerdotes deben llevar "un traje eclesiástico decoroso, según las normas establecidas por la Conferencia episcopal y según las legítimas costumbres locales".

124 -Expresen los sacerdotes oportunamente su voluntad acerca de sus bienes personales, de preferencia por medio de un testamento formal, a fin de evitar posibles conflictos después de su muerte; aseguren, sobre todo, que nunca se puedan confundir los bienes personales con los bienes de la Iglesia, los cuales siempre deberán quedar suficientemente asegurados.


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