I. Iluminación
222 -Todo cristiano, por el mismo hecho de su Bautismo, está llamado a seguir a Cristo por medio de una vida de santidad y fidelidad evangélica, y está invitado a servir a Dios en sus hermanos, dentro de la comunidad eclesial y civil, de acuerdo a su propio estado de vida, de su propia condición y de su propia vocación. Las distintas vocaciones dentro de la comunidad de los creyentes, han de desarrollarse con sentido de relación y de complementaridad, ya que todos estamos llamados a construir el único Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia (1 Cor 12, 12ss).
223- De ahí que la pastoral ordinaria en sus más diversos ámbitos (catequético, litúrgico, familiar, educativo, juvenil, caritativo, etc.), ha de poner de manifiesto la dimensión vocacional de toda la existencia cristiana, pues la vida, la fe y la llamada a ejercer servicios y ministerios en favor de nuestros prójimos, son un don recibido libremente de parte del Señor y exigen una respuesta generosa de parte de todos aquellos que han optado por Cristo y desean compartir, en distintas formas, su única misión salvífica.
224- La pastoral vocacional, nos dicen nuestros obispos reunidos en Santo Domingo, ha de ser una prioridad (SD, 78ss). Y añaden: "En nuestra pastoral vocacional tendremos muy en cuenta las palabras del Santo Padre: ‘condición indispensable para la Nueva Evangelización es poder contar con evangelizadores numerosos y cualificados. Por ello, la promoción de las vocaciones sacerdotales y religiosas... ha de ser una prioridad de los obispos y un compromiso de todo el pueblo de Dios’ (Juan Pablo II, "Discurso inaugural", 26)" (SD, 82).
225- "Situarse ministerial y evangelizadoramente en la Iglesia -nos lo habían recordado ya nuestros mismos pastores en Puebla- no es algo que dependa únicamente de la iniciativa personal. Es primordialmente llamada gratuita de Dios, vocación divina, que debe percibirse a través de un discernimiento, escuchando al Espíritu Santo y situándose ante el Padre por Cristo y frente a la comunidad concreta e histórica a la que hay que servir. Es también fruto y expresión de la vitalidad y madurez de toda la comunidad eclesial (EN, 73). En consecuencia, una pastoral vocacional auténtica que quiera ayudar al hombre en tal proceso, deberá centrarse en la llamada inicial, en su maduración subsiguiente y en la perseverancia, comprometiendo en este servicio a toda la comunidad (DP, 860-861).
Vocación y vocaciones
226- Al término vocación se le han dado diferentes sentidos, "por esta razón es necesario definir el concepto que, desde la fe, ilumina la pastoral vocacional" (Plan nacional de pastoral vocacional, 1993, 71). La vocación es una llamada personal y personalizante, que llega al núcleo íntimo, al corazón de cada uno de los convocados. La vocación ha de ser fruto de una acción evangelizadora. La evangelización, con sus dimensiones bíblica, litúrgica, catequética, comunitaria, misionera, profética y de promoción humana, llega a niños, adolescentes, jóvenes y adultos para hacerles conocer a Jesús que llama y envía a construir su Reino en medio del mundo de hoy" (Primer congreso continental latinoamericano de vocaciones, 1994, 23).
227- La reflexión teológica y pastoral parecen concordes en afirmar que, a partir del siglo IV, la palabra vocación ha sido aplicada de forma primordial, por no decir única, no a la existencia ni a la vida cristiana, sino al monacato y a la vida religiosa, y posteriormente al ministerio sacerdotal jerárquico. En este sentido, podemos decir que, casi sin sentirlo, en la vida de la Iglesia hasta tiempos muy recientes, ha habido una especie de absorción por parte de algunas vocaciones particulares, de todo el mundo vocacional.
228- Es por esto significativo que, después del Vaticano II, se haya caído en la cuenta de esta estrechez en el uso de la palabra "vocación". Un claro ejemplo de esta apertura, lo encontramos en la Encíclica Populorum progressio del Papa Pablo VI, en donde nos indica claramente que la vocación se dirige a todo hombre y a todo el hombre, y que toda vida es vocación (PP, 14-15). Hoy vemos, pues, como muy normal hablar de "vocación de los fieles laicos" a la santidad o al apostolado, y no nos causa ninguna extrañeza el identificar prácticamente en la vida ordinaria vocación con estado de vida o profesión.
229- Se podría pensar, al ubicar las cosas de esta manera, que dentro de la vida eclesial podemos correr el riesgo de caminar ahora en sentido contrario, es decir, hacia un desdibujamiento de la vocación, o hacia la confusión de todas ellas. Para obviar este riesgo, nada remoto, sale muy atinadamente en nuestro auxilio el Documento de Puebla, que nos habla, en forma diferenciada, de vocación humana, de vocación cristiana y de vocación cristiana específica.
230- "Dios llama a todos los hombres y a cada hombre a la fe, y por la fe, a ingresar en el pueblo de Dios mediante el Bautismo. Esta llamada por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, a que seamos pueblo suyo, es llamada a la comunión y participación en la misión y vida de la Iglesia y, por lo tanto, en la evangelización del mundo. No todos, sin embargo, somos enviados a servir y a evangelizar desde la misma función. Unos lo hacen como ministros jerárquicos, otros como laicos y otros desde la vida consagrada. Todos, complementariamente, construimos el Reino de Dios en la tierra. Todos los cristianos, según el designio divino, debemos realizarnos como hombres -vocación humana- y como cristianos, viviendo nuestro Bautismo en lo que tiene de llamada a la santidad (comunión y cooperación con Dios), a ser miembros activos de la comunidad y a dar testimonio del Reino (comunión y cooperación con los demás) -vocación cristiana- y debemos descubrir la vocación concreta (laical, de vida consagrada o ministerial jerárquica) que nos permita hacer nuestra aportación específica a la construcción del Reino -vocación cristiana específica-. De este modo, cumpliremos, plena y orgánicamente, nuestra misión evangelizadora" (DP, 852-854).
231- Esto mismo lo había ya señalado en forma más sintética Medellín cuando nos dice: "Toda la comunidad cristiana... es responsable solidariamente del desarrollo vocacional, tanto en su aspecto fundamental cristiano, la vocación en general, como en sus aspectos específicos: vocaciones sacerdotal, religiosa y laical" (DM, "Vocaciones", 23).
Fundamento bíblico de las vocaciones
232- Los cristianos, a la luz de la fe, creemos que toda vocación -en sentido amplio o específico- tiene un puesto único y nace de una especial elección divina. Guiados por la Palabra de Dios, podemos decir que en toda dinámica vocacional se encuentran necesariamente ligadas entre sí una llamada, una respuesta y una misión. En el caso de las vocaciones al ministerio jerárquico o al seguimiento de Cristo mediante la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, es evidente que se necesita un especial llamamiento o una especial consagración.
233- Para un cristiano que abre la Biblia, aparece bastante claro que es siempre Dios el que llama. Las palabras de la carta a los Hebreos son, a este respecto, bastante tajantes: "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios" (Hb 5, 6). Lo mismo se ve en la referencia a Melquisedeq (Hb 5, 6). La historia del Antiguo y del Nuevo Testamento nos ofrece una gran riqueza en relación a los términos "llamar", "llamada", "invitación", "vocación" "llamado", "invitado", "elegido"..., dirigidos en forma genérica a todos los seguidores de Jesucristo, pero en forma muy particular a quienes aceptan la invitación del Señor para una dedicación total de su vida en el ministerio sacerdotal o en la vida religiosa, recientemente reclasificada con más precisión en los documentos de la Iglesia como vida consagrada: los llamó "para que estuvieran con Él" (Mc 3, 14).
234- Este tipo de vocaciones personales, para un servicio fuera de lo común, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, está integrado por varios elementos.
235- En la Biblia encontramos llamadas que, podríamos decir, son modelos o paradigmas de otras muchas vocaciones. Bástenos citar el ejemplo de Moisés a quien Dios llama incluso directamente; y lo llama en contra de sus íntimos deseos (Ex 3, 9-10). Pero generalmente Dios llama a través de múltiples mediaciones. Ellas despiertan, concretizan y sitúan la vocación. Son muchos los ejemplos que de esto nos ofrece la Palabra de Dios: a Josué lo llama Yahvé a través de Moisés (Nm 27, 18), a David a través de Samuel (1 Sam 16, 11-13), a Eliseo a través de Elías (1 Re 19, 15-16). En el Nuevo Testamento las llamadas parten de Jesús. Cuando éste desaparece visiblemente de los suyos, es la comunidad (Hch 1, 15-26), un grupo de "profetas y maestros" (Hch 13, 1-3), o alguno de los apóstoles (Hch 16, 3). No hay un método concreto y limitado de mediación. Los elementos más comunes de esta mediación suelen ser de dos tipos: internos (sensibilidad ante determinados valores) o externos (sensibilidad ante determinadas circunstancias apremiantes que invitan a comprometer la propia vida). Pero esta llamada de Dios es siempre gratuita.
236- La llamada y la respuesta son siempre correlativas; la vida misma del hombre es una respuesta a esta llamada libre y amorosa de Dios; así lo es también la llamada a la fe, a la gracia, a la vida sobrenatural en sus más variadas concretizaciones históricas. El hombre tiene la obligación, después de un no fácil discernimiento y no raras veces después de una larga lucha en contra de sus inclinaciones más espontáneas o naturales, de responder a este llamado.
237- Las respuestas a esta llamada del Señor son muy variadas dentro del extenso ámbito de la Revelación. En la respuesta al Dios que llama, unos responden inmediatamente (Abrahám: Gén 12, 4), otros intentan aclarar la nueva situación que se les viene encima con alguna pregunta elemental (María: Lc 1, 34) o con múltiples preguntas (Moisés: Ex 3, 14-4.17), otros se resisten fuertemente, aunque terminan reconociendo que ha ganado la seducción de Dios (Jeremías: Jr 1, 6; 20, 7-18). Todas ellas son posibles respuestas en este impredecible dinamismo vocacional que, hasta nuestros días, no guarda ningún esquema o modelo preestablecido.
238- La llamada y la misión van siempre unidas. La respuesta vocacional no es otra cosa que la aceptación de una misión: los llamó "para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14). Las formas de misión pueden ser muy variadas. Bastará recordar algunas. A Abrahám le dirá: "vete de tu tierra" (Gén 12, 1). A Moisés cuando lo llama, lo envía al faraón y al pueblo del que ha huido (Ex 3, 10). A los profetas, en cambio, los envía al pueblo en que viven; "ve y di a ese pueblo..." (Is 6, 9), a Pablo lo envía "a los gentiles" (Hch 9, 15). Pero en el fondo de toda misión, cualquiera que sea su forma, está la comunidad. Dios llama a ser pueblo en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento la llamada es a seguir a Jesús, pero en fraternidad. Jesús no busca el seguimiento por sí mismo, sino porque en el seguimiento está la entrada en la comunidad, la negación a permanecer solo: "niéguese a sí mismo..." (Mc 8, 34).
239- "La vocación es una llamada permanente de Dios a personas concretas. La llamada envuelve la totalidad de la persona. Esta llamada lleva al hombre a responder a Dios en una misión dentro de los desafíos de un mundo siempre nuevo. Responder a la llamada es incorporarse al plan salvífico de Dios. La vocación en su dimensión Trinitaria nos hace ver que es el Padre quien llama de una manera personal, para responder en Jesucristo y por la fuerza del Espíritu Santo. La respuesta compromete a toda la persona en una misión específica en y desde la Iglesia. Así, el hombre se encuentra a sí mismo, se realiza y transforma el mundo comunicando los valores del Reino" (Plan nacional de pastoral vocacional, 1993, 12).
240- La consagración constituye la garantía de que el Señor sostendrá a su elegido en el cumplimiento de la misión encomendada. Así pues, Dios llama para encomendar una misión y consagra para que el hombre pueda cumplir la encomienda (Hch 1, 21-22).
241- "El ministerio jerárquico (obispos, presbíteros y diáconos) da unidad y autenticidad a todo el servicio eclesial en la gran tarea evangelizadora. La vida consagrada, en todas sus modalidades, con mención explícita de la contemplativa, es en sí misma, por la radicalidad de su testimonio, ‘un medio privilegiado de evangelización eficaz’ (EN, 69)... Respecto de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, en concreto, hacemos nuestras las palabras de Juan Pablo II: ‘En la mayoría de vuestros países, no obstante un esperanzador despertar de vocaciones, es un problema grave y crónico. Las vocaciones laicales tan indispensables, no pueden ser una compensación suficiente. Más aún, una de las pruebas del compromiso del laico es la fecundidad en las vocaciones a la vida consagrada’ (DP, "Discurso inaugural"). A tal problema debe hacer frente, con optimismo y confianza en Dios, la pastoral vocacional en cada Iglesia local" (DP, 855-856.859).
La pastoral vocacional
242- La vocación es un don de Dios. Como todo don, debe pedirse. Dios da las vocaciones suficientes para cada época y cada comunidad cristiana, pero da primero los medios para conseguirlas, cultivarlas y perfeccionarlas. El número suficiente de vocaciones no debe esperarse pasivamente, sino que debe prepararse con una pastoral adecuada. A veces no surgen vocaciones porque falta esta pastoral vocacional.
243- La necesidad de promover e impulsar una auténtica pastoral vocacional no es algo nuevo en la vida de la Iglesia. Ya la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en 1955 en Río de Janeiro, nos lo recordaba: "La Conferencia estima que la necesidad más apremiante de América Latina es el trabajo ardiente, incansable y organizado en favor de las vocaciones sacerdotales y religiosas" (DR, 1). Y pedía a los sacerdotes, en especial a los párrocos, el preocuparse "con particular ahínco en fomentar, descubrir y cultivar las vocaciones al estado sacerdotal y religioso" (DR, 56). Esta particular insistencia no sólo no ha disminuido, sino que se ha ido incrementando en las sucesivas Conferencias de Medellín, 1968, (DM, "Vocaciones", 23ss), Puebla, 1979, (DP, 861-862; 868.882.1006) y Santo Domingo, 1992, (SD, 80-82.114).
244- A propósito de la necesidad de fortalecer más la conciencia vocacional y misionera del catolicismo de América Latina, es muy importante lo que dice el Papa en su mensaje a los participantes al Primer congreso latinoamericano de vocaciones, celebrado en Itaici, Sao Paulo, del 23 al 27 de Mayo de 1994, donde, al mismo tiempo que pone este Congreso en continuidad con la IV Conferencia del Episcopado de Santo Domingo, reafirma "que para llevar a cabo la misión de la Nueva Evangelización de los pueblos latinoamericanos es esencial impulsar una vigorosa pastoral de vocaciones".
245- No hay que olvidar que la Iglesia es en sí misma un misterio de vocación; es la comunidad de los llamados por Dios. El Señor llama de manera personal para el servicio a Dios y a los hermanos. La Iglesia no puede prescindir de la pastoral vocacional; ella ha de estar motivada no sólo por urgencias coyunturales o por la escasez de agentes, sino por el ser mismo de la Iglesia.
246- La pastoral vocacional tiene como tarea primordial el estimular a la comunidad cristiana -obispos, presbíteros, comunidades religiosas, familias, laicos- para que asuma su responsabilidad en la promoción vocacional. Su función es promover, acompañar y sostener a todas las vocaciones, ministerios y carismas que surgen en el seno de la comunidad, con particular atención a las vocaciones de especial consagración. Es una actividad de la Iglesia "destinada a cuidar el nacimiento, discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio" (PDV, 34). En otras palabras, "es la acción vital de cada una de las comunidades cristianas en favor de las vocaciones, para que la Iglesia sea edificada según la plenitud de Cristo y conforme a la verdad de los carismas de su Espíritu" (LG, 7).
247- La pastoral vocacional es responsabilidad de toda la Iglesia, sin excluir a ninguno de sus miembros, y es la misma pastoral vocacional la encargada de que se difunda y arraigue esa convicción (OT, 2; PDV, 41). La primera responsabilidad incumbe al obispo con la decidida colaboración de su presbiterio. Todos los sacerdotes son solidarios y corresponsables con él en la búsqueda y promoción de las vocaciones presbiterales. En efecto, como afirma el Concilio, "a los sacerdotes, en cuanto educadores en la fe, atañe procurar, por sí mismos o por otros, que cada uno de los fieles sea llevado en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación" (PO, 6). "Este deber pertenece a la misión misma sacerdotal, por la que el presbítero se hace ciertamente partícipe de la solicitud de toda la Iglesia para que aquí en la tierra nunca falten operarios en el pueblo de Dios" (PO, 11; OT, 2; AG, 36; PDV, 41). Así también ha de valorarse el cuidado que debe haber en los colegios, en la parroquia, en los grupos apostólicos cuyo signo de madurez es y será el que produzca vocaciones de su seno. Se les debe dinamizar siempre en perspectiva vocacional (PDV, 41; Plan nacional de pastoral vocacional, 396-397).
La pastoral vocacional en la pastoral de conjunto
248- El surgimiento, cultivo y orientación de las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa están condicionados desfavorablemente por muchos factores del ambiente socio-cultural, y aún eclesial, de nuestros días. Para ser frente a esta realidad, nada mejor que ubicar prioritariamente la pastoral vocacional en la pastoral de conjunto (DP, 866). En relación a la pastoral vocacional, la pastoral de conjunto tiene como objetivo la creación, en el pueblo de Dios, de un clima en el que florezcan las vocaciones. La pastoral de conjunto debe, por así decirlo, tejer una red más estrecha de contactos personales e institucionales, en los cuales las vocaciones puedan ser descubiertas, estimuladas y cultivadas. Todo esto hace ver que la pastoral vocacional está en estrecha relación con las demás vertientes de la pastoral.
249- La pastoral vocacional debe armonizarse con la pastoral orgánica de la diócesis y en forma especial con la pastoral juvenil, familiar, catequística y educativa, (DP, 865-866, 881.889.1006). Toda acción pastoral debe presentar la dimensión vocacional.
250- Con la pastoral catequética, pues la catequesis en primer lugar debe guiar a los creyentes, en especial a los jóvenes, a considerar la vida cristiana como una respuesta al llamamiento de Dios. Los medios, para despertar esta conciencia, deben adecuarse a cada edad, sin excluir ninguna, aunque se tratara solamente de gérmenes de vocación" (OT, 3). Siendo la vocación un don de Dios, el Señor lo da cuando quiere, como quiere y a quien quiere.
251- Con la pastoral juvenil, puesto que el período juvenil es el tiempo privilegiado, aunque no único, para la opción vocacional; por ello, toda pastoral juvenil debe ser al mismo tiempo, pastoral vocacional. El equipo de pastoral vocacional debe contar en su trabajo con un programa definido que tenga en cuenta las necesidades vitales del joven para su realización personal. El ideal es que este grupo esté animado por el obispo e integrado por sacerdotes, comunidades religiosas, seminaristas y laicos. El núcleo de toda pastoral vocacional es ese precisamente: conducir al joven o a la joven, a Jesús. Para ello, la Iglesia cuenta siempre y en primer lugar con la oración, la vida sacramental y el anuncio y meditación de la Palabra de Dios.
252- Con la pastoral familiar, pues la familia -comunidad de fe, de vida, de amor- es el lugar normal de crecimiento humano, cristiano y vocacional de los hijos. De ahí que resulte urgente capacitar a los padres de familia para ser mejores orientadores de sus hijos. La pastoral familiar deberá hacer conciencia de la dimensión vocacional en la vivencia cristiana de la familia.
253- Con la pastoral educativa, pues ella ofrece la ocasión para presentar una visión cristiana del mundo y de la vida y contribuir de este modo a la orientación vocacional. Particular atención a esta urgencia la han de poner las escuelas católicas o de inspiración cristiana. Y sin olvidar, por supuesto, la gran labor que a este respecto han desarrollado, desde siempre, en los planteles oficiales un gran número de maestras y maestros verdaderamente cristianos, convertidos -sin ningún afán de ilegítimo proselitismo- en verdaderos promotores vocacionales.
254- La familia, la parroquia y la diócesis, son el ámbito normal dentro del cual se despierta, se identifica y se anima cada vocación. La atmósfera de comunión que se viva en la diócesis y en el seno de cada una de las familias religiosas, asegurará un "clima vocacional favorable" (LG, 11; SD, 64; DP, 885) De ahí que la familia y los movimientos familiares deben integrarse con la pastoral vocacional; deben involucrarse en el proceso de discernimiento y acompañamiento vocacional; deben sentir el gusto por la oración en favor de las vocaciones.
255- La vocación y las vocaciones deben ser temas fundamentales en la oración, en la predicación y en la catequesis. "En el complejo problema vocacional es necesario, en todo momento y a todos los niveles, el recurso ininterrumpido a la oración personal y comunitaria. Es Dios quien llama; es Dios quien da eficacia a la evangelización. El mismo Cristo nos dijo: ‘La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Dueño de la mies envíe obreros a sus mies’ (Lc 10, 2). Hay que fomentar las campañas de oración a fin de que el pueblo tome conciencia de las necesidades existentes. La vocación es la respuesta de Dios providente a la comunidad orante" (DP, 862.882). De ninguna manera se ha de descuidar la oración y la promoción de las vocaciones a la vida contemplativa y misionera.
256- Es necesario reconocer la acción del Espíritu Santo en todo el camino vocacional. Por tanto, la persona llamada y el agente de pastoral deben permanecer en actitud continua de oración, acompañados por toda la comunidad eclesial y en una búsqueda de fidelidad a la Palabra de Dios y a la realidad que los interpela e invita a un mayor compromiso. Es fundamental, por otra parte, tomar como modelo la pedagogía de Jesús que se acerca, comprende, respeta e invita. María es el modelo de todo llamado y de todo agente pastoral, por su escucha, vivencia y respuesta generosa al Señor.
II. Desafíos de la realidad
257- El fortalecimiento de la oración por las vocaciones, en familias, grupos parroquiales, adoración nocturna, congregaciones religiosas, etc., como base indispensable de toda pastoral vocacional.
258- La concientización de los sacerdotes y de los miembros de la vida consagrada acerca de la importancia que tiene la pastoral vocacional, sobre todo entendida como vivencia gozosa de un testimonio que invita a otros a decidirse por un seguimiento radical de Cristo.
259- Lograr que la dimensión vocacional anime y promueva las pastorales familiar, catequética, juvenil y educativa.
260- La integración de un equipo eclesial en cada comunidad formado por sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que promueva las diversas vocaciones, ministerios y carismas.
261- El fortalecimiento de la escuela de agentes de la pastoral vocacional con suficientes candidatos enviados por el párroco para que se integren después en la labor vocacional de cada parroquia.
262- La capacitación necesaria en los cursos básicos de acompañamiento y discernimiento vocacional de los promotores vocacionales que trabajan en la diócesis.
263- Lograr que cada parroquia y centro educativo católico o de inspiración cristiana, al finalizar el año escolar esté en posibilidades de enviar buenos candidatos al seminario, a los institutos religiosos masculinos y femeninos de vida activa, contemplativa, misionera y a los institutos seculares.
III. Líneas pastorales
264- Promover la oración por las vocaciones consagradas en todos los sectores de la pastoral y en todas las situaciones de grupos y personas.
265- Invitar permanentemente a los enfermos de parroquias y hospitales a hacer oración por las vocaciones consagradas y al ofrecimiento de sus sacrificios con este fin.
266- Promover la renovación vocacional, elaborando y aplicando un plan de pastoral vocacional donde cada uno valore su propia vocación como camino a la santidad.
267- Realizar en las parroquias una pastoral vocacional eclesial, que tenga como objetivo fundamental llevar a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos al seguimiento gozoso de Jesús; que lo conozcan, que se entusiasmen por Él, que lo frecuenten y que sean sus amigos.
268- Que todos los jóvenes sean acompañados, desde su realidad, en su propio proceso vocacional, y así, con su dinamismo, contribuyan a la tarea evangelizadora de la Iglesia.
269- Promover el tema vocacional desde las primeras etapas de la catequesis, asegurando que en posteriores etapas se vaya clarificando el llamado y las exigencias de la respuesta.
270- Acompañar a los jóvenes vocacionables en su proceso de discernimiento, estableciendo un programa permanente donde se le asegure una continuidad en su opción vocacional, que incluya momentos fuertes de oración y una adecuada información acerca de las diversas opciones de la vida sacerdotal y religiosa.
271- Programar y realizar las jornadas vocacionales en parroquias y colegios con el apoyo de párrocos y directores. Organizar a nivel parroquial la Eucaristía y la Hora Santa vocacional mensual.
272- Impulsar la participación de los promotores en las reuniones mensuales del equipo de la pastoral vocacional de la diócesis. Apoyar a las parroquias con material para la realización de su trabajo vocacional.
273- Apoyar los equipos parroquiales, escuelas de agentes, escuela de acólitos, círculos vocacionales, preseminario y previda consagrada masculina y femenina.
274- Hacer presencia del centro de vocaciones en las reuniones de zonas y decanatos, para conscientizar a los sacerdotes de la importancia de esta pastoral y para ayudarles a la formación de sus respectivos equipos de promoción vocacional.
IV. Disposiciones
51- Fomenten las comunidades cristianas el aprecio por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, y apoyen con entusiasmo y generosidad a quienes se decidan a seguir a Cristo por este camino de total dedicación.
52- Intégrese con frecuencia en la oración de los fieles, la intención por las vocaciones consagradas, y después de las Misas y de algunas reuniones apostólicas, invítese a rezar la oración por las vocaciones. Apoyen los párrocos la Misa y Hora Santa vocacional mensual.
53- El centro diocesano de pastoral vocacional, el seminario diocesano y los institutos de vida consagrada presentes en nuestra diócesis, den a conocer ampliamente los perfiles de idoneidad y los requisitos básicos para abrazar la vida sacerdotal, religiosa y misionera, por parte de quienes sientan el llamamiento de Dios.
54- Acompáñese con mucho cuidado y ofrézcanseles apoyos a los candidatos al seminario, institutos religiosos masculinos y femeninos de vida activa y contemplativa, misionera e institutos seculares.
55- Los sacerdotes y los animadores de la pastoral juvenil, ofrecerán un acompañamiento más personalizado, y si es posible una verdadera dirección espiritual, como camino privilegiado de discernimiento y aceptación del llamado divino por parte de los candidatos.
56- Integre cada párroco un equipo, que juntamente con él, elaboren un plan de pastoral vocacional, sin descuidar las diferentes vocaciones y carismas de la vida sacerdotal y religiosa.
57- Interésense los párrocos por enviar a varios candidatos de su equipo parroquial de vocaciones a la escuela de agentes de pastoral vocacional para su capacitación.
58- De acuerdo al plan vocacional de la parroquia, ofrézcanse facilidades a quienes están integrados al centro diocesano de vocaciones: religiosos, religiosas, seminaristas, laicos de la escuela de agentes y club serra, para la realización de su trabajo vocacional.
59- Apoyen y fortalezcan la realización de una jornada vocacional al menos una vez al año en la parroquia, y den especial realce a la celebración de la Jornada mundial de oración por las vocaciones (4º Domingo de Pascua).
60- Todo promotor vocacional extradiocesano, debe recabar por escrito el permiso de realizar su promoción vocacional en la diócesis. Su actividad en grupos parroquiales o centros educativos, sin la debida autorización, ha de considerarse como un abuso, contrario a las consolidadas tradiciones de nuestra diócesis.