1 - Al tomar posesión, el 8 de julio de 1987, como VIII Arzobispo de esta Arquidiócesis de Guadalajara, mi antecesor, el Señor Cardenal D. Juan Jesús Posadas Ocampo, anunció su intención de celebrar un sínodo, que permitiera revisar, actualizar y revalorar el ser y quehacer de nuestra Iglesia particular, conforme a las directrices pastorales y jurídicas de la Iglesia universal, teniendo en cuenta nuestra propia realidad y nuestro propio proceso de asimilación y aplicación, en especial de las directrices del Concilio Vaticano II.
2 - Desafortunadamente, el Señor Posadas no pudo ver concluido su anhelo… Al ser designado este servidor como Arzobispo de esta querida Iglesia, siempre manifesté mi deseo de llevar a feliz término la obra del pastor que injustamente nos fue arrebatado, pero tomándome un tiempo razonable para pulsar personalmente las realidades, inquietudes y proyectos de esta mi diócesis de origen, de la que por voluntad de Dios estuve ausente durante seis años.
3 - Al presentar a toda la Comunidad diocesana este Documento final del II Sínodo, deseo enmarcarlo, antes que nada, dentro de los admirables esfuerzos de fidelidad al Evangelio de mis inmediatos y muy ilustres predecesores.
4 - No encuentro mejor expresión de nuestro sincero reconocimiento al promotor de esta privilegiada experiencia de Iglesia, que dejar consignadas en este Documento solemne las palabras del mensaje de su Santidad Juan Pablo II, leído durante los funerales del Señor Juan Jesús Posadas Ocampo por el Cardenal Eduardo Pironio: “La figura de tan ejemplar pastor, que con generosidad y abnegación dedicó su vida al servicio de Dios y de la Iglesia, es motivo de profunda acción de gracias al contemplar la fortaleza de su fe, la fecundidad de su ministerio, la solicitud y amor para con la grey que el Señor le había confiado. Su entrega sin reservas a la misión de hacer presente el mensaje salvador de Jesucristo le hizo acreedor del cariño de sus diocesanos y del respeto de los hombres de buena voluntad… Quiera Dios que el luminoso ejemplo del Cardenal Posadas Ocampo sea estímulo y aliento para todos y, en especial, para cuantos continúan la obra de evangelización a la que el digno purpurado dedicó toda subida. Que el Señor, Príncipe de la paz, inspire en los corazones sentimientos de concordia y armonía para que no se repitan actos de injustificable violencia, que ofenden la pacífica convivencia y la tradición cristiana del noble pueblo mexicano”.
5 - Gracias a Dios, la Diócesis de Guadalajara, por impulso de nuestro querido Señor Cardenal Don José Salazar López, asumió, desde la década de los setentas, un camino de renovación eclesial conforme al espíritu y las líneas pastorales del Concilio Vaticano II y las propuestas del Documento de Puebla. Expresión de este caminar renovado han sido la implantación de las estructuras posconciliares de comunión y participación y la elaboración de nuestro Plan Orgánico Diocesano de Pastoral, cuya aplicación se ha venido plasmando, sobre todo en la renovación de la parroquia, concebida como coordinación de pequeñas comunidades y en la promoción de un laicado más consciente y comprometido.
6 - Pero este nuevo caminar pastoral, juntamente con los nuevos problemas de nuestra realidad diocesana, nos llegaron a plantear nuevas exigencias que rebasaban, más aún, que condicionaban cualquier esfuerzo aislado o cualquier plan de no muy larga duración. Era necesario buscar la aplicación más global, actualizada y permanente de las normas generales de la Iglesia, de las directrices del magisterio de los obispos latinoamericanos y las muy valiosas orientaciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano, de modo que nos ayudaran a asumir líneas pastorales y normas de actuación acordes con los nuevos retos que se plantean, cada vez con mayor urgencia, a nuestras comunidades cristianas. La respuesta a estas antiguas y nuevas exigencia, dentro del maravilloso Plan de salvación realizado en Cristo, ha sido la preocupación fundamental de las tres etapas del caminar del sínodo, a fin de calar más hondo en la totalidad de la vida eclesial de la diócesis, con gran apego a nuestras mejores tradiciones y, al mismo tiempo, con gran apertura y creatividad frente a los impredecibles signos de los tiempos.
7 - Durante toda la etapa virreinal y parte de la independencia, la Iglesia de Guadalajara no celebró ningún Sínodo diocesano; fue necesario aguardar hasta 1938 para que se celebrara el I Sínodo diocesano de Guadalajara. Este sínodo fue convocado por el entonces Arzobispo D. José Garibi Rivera. Aunque predomina en sus resoluciones la forma canónico, disciplinar, no por ello carece de una intención pastoral explícita que rebasa la simple y llana promulgación de la norma, para ofrecer orientaciones de orden práctico y una constante fundamentación en la urgencia de la cura de almas. El sínodo comenzó a prepararse en 1936, invitando al presbiterio diocesano y religioso a realizar estudios y propuestas.
8 - Este sínodo tuvo una larga vigencia, prácticamente hasta la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano I, y respondió a la urgencia de normalizar la situación de la diócesis luego de los años difíciles de persecución religiosa, que enriqueció a nuestra Iglesia jalisciense y mexicana de numerosos mártires. Más que su misma letra, fue su espíritu el que impulsó la admirable y rápida reorganización de los organismos eclesiales básicos de una Iglesia particular, tradicionalmente favorecida por el Señor con grandes dones, durante los pontificados de Pío XI y Pío XII y bajo la guía de quien en 1958 se convertiría, por voluntad del Papa Juan XXIII, en el primer Cardenal mexicano. Resaltan en esta etapa la reestructuración del seminario diocesano, junto con una ejemplar pastoral vocacional y el impulso a varios institutos de vida consagrada, lo mismo que el florecimiento de numerosos movimientos laicales con gran arraigo en la vida religiosa, cultural y social de nuestro entorno.
9 - El Concilio Vaticano II (1962 – 1965), sobre todo bajo la gran visión doctrinal y pastoral del Papa Pablo VI, ha recuperado, entre otras muchas cosas, la institución sinodal en sus diversas expresiones históricas y aún ha establecido o remodelado otras. En cuento a los sínodos diocesanos, y en la línea del Concilio, el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, promulgado por el Papa Juan Pablo II, amplía la condición de los participantes, que ya no han de ser exclusivamente miembros del presbiterio diocesano o representantes de la vida consagrada, dando así su merecido lugar a los fieles laicos. El Código no establece, como antaño, una periodicidad determinada para la celebración de los sínodos; lo deja al discernimiento de tiempos y circunstancias por parte del obispo, una vez que ha escuchado al consejo presbiteral.
10 - Es, pues, el Sínodo diocesano un acontecimiento extraordinario, pastoral y jurídico, en el cual el obispo, sirviéndose del auxilio y del consejo de miembros representantes de la vitalidad y organización de la diócesis, ejerce de modo especial su ministerio de guía, legislador y pastor, adaptando los criterios pastorales y las leyes de la Iglesia universal a la propia Iglesia local, a fin de suscitar la corresponsabilidad de todos en la edificación del Reino de Dios y de ordenar lo que requiera rectificación o promoción. El sínodo se realiza a través de un organismo representativo de fieles convocado por el obispo (CDC, 462) y convertido en asamblea con voto consultivo (CDC, 466). El discernimiento final de las proposiciones y su promulgación, es responsabilidad directa y exclusiva del obispo diocesano.
11 - El II Sínodo diocesano, que hemos realizado con la ayuda de Dios, nos invita a todos a buscar juntos nuevos caminos, aprovechando la experiencia de lo ya andado, revisando con humildad nuestras capacidades y limitaciones, asumiendo con generosidad nuevos compromisos ante los nuevos retos. Toca sobre todo a los agentes de pastoral asumir con mayor conciencia y entusiasmo apostólico las tareas fundamentales inherentes al triple ministerio de la Iglesia, apoyándose en renovadas estructuras, que puedan luego responder más y mejor a nuestros apremiantes prioridades pastorales.
12 - De esta forma, nuestra diócesis será capaz de insertase con un ejemplar dinamismo en e caminar de la Iglesia de nuestra Patria y de nuestro Continente, en sintonía con los lineamientos de renovación eclesial que el Papa Juan Pablo II ha venido señalando para la Iglesia universal, especialmente en vistas al ya muy próximo tercer milenio del cristianismo, lo que hace todavía más apremiante la necesidad de asumir con valentía el desafío de la Nueva Evangelización.
13 - La finalidad del II Sínodo fue evaluar nuestra Iglesia local de Guadalajara y hacer nuevas proposiciones para renovar la vida y la organización pastoral de la diócesis, teniendo en cuenta cuatro aspectos fundamentales: 1. La acción evangelizadora que Jesús nos encomendó. 2. El pueblo a evangelizar, con sus posibilidades y problemas concretos. 3. Los agentes de pastoral, con el compromiso de santificarse y de evangelizar a los demás. 4. Los organismos y estructuras diocesanas, como instrumentos de evangelización. En base a estos cuatro aspectos fundamentales de la vida y organización de la diócesis, se establecieron para el sínodo cuatro núcleos de temas, que fueron estudiados por los diversos sectores de fieles y luego discutido en las cuatro asambleas sinodales.
14 - Los frutos de nuestro II Sínodo diocesano quieren ser la mejor herencia que los cristianos de hoy podremos legar al las próximas generaciones. Especial atención hemos de poner en la preparación y formación integral y permanente de los evangelizadores, los cuales necesariamente han de ser hombres y mujeres de comunión, es decir, íntimamente unidos a Dios, a la Iglesia y al mundo. En este mundo concreto se enfrentarán los portadores del Evangelio a grandes retos, que han de ser superados con la ayuda divina, si s que se quiere conservar la fe católica, la cultura, los valores y la misma forma de ser de nuestro País y de nuestro Continente.
15 - Podemos decir que los evangelizadores del presente y del futuro deberán ser santos, para que su testimonio sea creíble. Deberán tener sentido misionero, para compartir el don de la fe con los que aún no creen o con los que han abandonado su fe. Deberán ser conscientes y estar capacitados para afrontar los grandes problemas de nuestro tiempo, tales como el de las injusticias desigualdades y el de la pobreza extrema y generalizada, el del urbanismo y las migraciones, con todos los cambios culturales que plantean a una pastoral tradicionalmente rural, y la alarmante proliferación de las sectas y de los nuevos grupos religiosos, magnificada en su proselitismo por los modernos medios de comunicación social.
16 - El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica ha de ser asumido y asimilado como un verdadero don de Dos a su Iglesia y como un instrumento providencial para la Nueva Evangelización, pues en él se contienen, avaladas por la autoridad pontificia y episcopal, las principales verdades de nuestra fe en forma clara, ordenada y completa. Es algo que estaba haciendo falta para la orientación de los evangelizadores y del pueblo cristiano en general, ante tantas voces discordantes y ante tantas opiniones peregrinas de los últimos años. No hay que olvidar que una buena práctica ha de estar siempre cimentada sobre una buena doctrina.
17 - Ahora, después de un serio discernimiento, en clima de oración y de consultas, después de varias correcciones y perfeccionamientos, presento al pueblo de Dios que está en la diócesis de Guadalajara las Conclusiones del Sínodo, que a todos nos invitan a una cuidadosa y leal aplicación. Esta aplicación de las proposiciones del II Sínodo diocesano, es tarea que incumbe a todos; de una manera particular a los agentes de pastoral. Se tendrán en cuenta al elaborar planes de acción pastoral a nivel de diócesis, a nivel de zonas pastorales y decanatos; en las parroquias, en los movimientos apostólicos, educativos o asistenciales, en las comisiones y organismos diocesanos. Las tendrán en cuenta los obispos, los presbíteros, los religiosos y religiosas, los miembros de institutos seculares y los fieles laicos. Cada quien de acuerdo a su propia vocación y misión, y dentro del área de su competencia.
18 - A todos los invito a que conozcan, difundan y lleven a la práctica este documento sinodal. Este Libro del Sínodo contiene tres órdenes numéricos: uno es el propio de las disposiciones, a fin de facilitar la rápida referencia a éllas; el otro es para los demás párrafos de los veinte capítulos que lo componen. La presentación y dos de los capítulos complementarios llevan también su propia numeración.
19 - Mi gratitud al Buen Dios por este admirable acontecimiento que ha sido y debe seguir siendo por muchos años nuestro II Sínodo diocesano. Nunca será demasiada la insistencia de un pastor acerca de la necesidad y de la conveniencia de caminar juntos… Pero también mi gratitud muy sincera a todos y cada uno de los que más de cerca y más de dentro lo han hecho posible: en la coordinación, en la elaboración y relación de los temas, en la responsabilidad de las muy distinta comisiones que apoyaron la realización de las asambleas, en el análisis y aportaciones personales y de grupo, en el discernimiento y complementación, en la redacción final y en los cuidados de impresión. ¡El Señor recompense abundantemente su entrega y su generosidad!
20 - La Madre de Dios –en su advocación de nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización, y en la más cercana y familiar advocación de nuestra Señora de Zapopan, Patrona de nuestra Diócesis – nos permita avanzar, con la fuerza del Evangelio, hacia la construcción de un mundo más justo y de una Iglesia más solidaria, en orden a la implantación, en nuestras tierras y en nuestras vidas, del Reinado de Dios.