POR MÉXICO ¡ACTUEMOS!
Mensaje de los Obispos de México
Con mucho cariño, a todas y a todos les hacemos llegar el saludo de Pascua con las motivantes y
esperanzadoras palabras de Jesús resucitado, vencedor del mal y de la muerte: ¡La Paz sea con ustedes!
Con ustedes y como ustedes sentimos gran preocupación por el futuro de nuestro País. Por eso, ante las
recientes Reformas Constitucionales aprobadas hacemos nuestras las inquietudes de nuestro pueblo y
nos preguntamos de qué manera serán benéficas sobre todo para los que han estado permanentemente
desfavorecidos, o si serán una nueva oportunidad para aquellos acostumbrados a depredar los bienes del
País.
¿Qué garantizará que la Reforma Educativa impulse un verdadero desarrollo integral para todos; una
reforma en la cual se reconozca el derecho fundamental de padres y madres de familia, y la sociedad en
su conjunto asuma la responsabilidad que le corresponde; y no venga a alimentar una nueva estructura
burocrática que sólo defienda sus propios intereses? ¡Sin educación de calidad no hay personas, ni
pueblos libres!
¿Qué garantizará que la Reforma Fiscal fomente una contribución verdaderamente justa, equitativa,
corresponsable, clara, sin complejidades y que sea utilizada con honestidad y transparencia para construir
un país con menos desigualdades, que favorezca el empleo digno y bien remunerado y las inversiones
productivas; o será una maraña en la que puedan evadirse o esconderse quienes se benefician de los
recursos del pueblo de México? ¡Sin honestidad, veracidad y transparencia los recursos seguirán siendo
botín de pocos!
¿Que garantizará que la Reforma Política consolide una auténtica democracia y una real participación
ciudadana que supere las artimañas de los más habilidosos para lucrar con el poder? ¡Sin verdadero amor
al prójimo, sólo habrá una búsqueda ambiciosa de pedazos de poder!
¿Qué garantizará que la Reforma Energética haga que los recursos del País se inviertan para superar
los graves atrasos de gran parte de la sociedad mexicana, y que las inversiones públicas o privadas,
nacionales o extranjeras sean promotoras de progreso social, humano y comunitario, y cuidadosas del
medio ambiente, por encima de intereses particulares? ¡Si la persona humana no está por encima del
dinero, el dinero le pondrá precio a cada persona!
¿Qué garantizará que la Reforma en Telecomunicaciones ponga al alcance de todos las ventajas de la
tecnología, la calidad de los contenidos y el respeto a la dignidad y privacidad de los ciudadanos? ¡Sin
verdad y sin justicia los monopolios sólo cambiarán de manos, la manipulación de la opinión pública y de
los contenidos la definirán los intereses dominantes!
Las reformas son necesarias para adecuarnos al presente en la búsqueda de un futuro mejor. ¡Pero no
nos engañemos! Si no se reforma la mente y el corazón, si no se reforma la conciencia que genere una
auténtica escala de valores y nuestra capacidad de encuentro y fraternidad solidaria no habrá reforma
que nos ayude a superar las intolerables desigualdades e injusticias sociales que nos llevan a estar más
atentos por la vida privada de los artistas, que por el sufrimiento de los migrantes arrojados de un tren por
no tener para pagar a los extorsionadores; o a ver como estadística y nota periodística los secuestros,
la trata de personas, la impune actividad del crimen organizado, las cuotas forzadas, la violencia y los
cadáveres decapitados en fosas clandestinas.
No podemos acostumbrarnos a tener en la pobreza a más de cincuenta millones de mexicanos, muchos de
ellos en una miseria que les condena a morir sin atención médica. Esa indiferencia cómplice en contra del
valor de la vida humana, es la que hace que se festeje que miles de niños en gestación sean sacados del
vientre de la madre para ser arrojados a un bote de basura. ¡Nos falta una verdadera reforma interior para
que el País sea mejor!
Aunque esta visión de la parte dolorosa de nuestra realidad podría llevarnos al fatalismo que nos vende la
idea que ante el mal no hay solución; que es mejor legalizarlo en la droga o transar con él en el crimen, los
creyentes, y en particular los cristianos, sabemos que el camino para superar todo lo que destruya la vida o
la dignidad humana, necesita siempre la entrega generosa de la propia vida.
¡Cristo venció el mal y la muerte con el poder del bien y del amor! Él nos dice: "No tengan miedo, yo
he vencido al mundo". En consecuencia los cristianos católicos no podemos rendirnos, ni sentirnos
derrotados, sino urgidos a participar con la fuerza del Espíritu de Cristo Resucitado.
A todos nos urge ser positivos y propositivos. No podemos lamentar el mal sin actuar contra él. La
búsqueda personal y sincera del bien, la vida familiar como transmisora de valores y de comunicación
armónica, los diversos grupos e iniciativas sociales que buscan el mejoramiento de la vida política,
económica, cultural, familiar, social, laboral, etc. son espacios de participación. ¡Esa participación debe ser
cada vez más consciente, organizada y oportuna! No dejemos que las decisiones queden en manos de
unos pocos que miran a sus propios intereses. ¡Actuemos!
Nadie esta dispensado de actuar para hacer el bien. El País es de todos; y entre todos tenemos que
sacarlo adelante haciéndonos más participativos. Sin participación social nos hundiremos.
Los recién proclamados santos, San Juan XXIII y San Juan Pablo II, trabajaron en medio de múltiples
obstáculos por un mundo mejor para todos, por su fe en Jesucristo y amor al prójimo. Ellos son un
referente para nuestra desafiante tarea. La Iglesia mexicana seguirá contribuyendo a generar paz y unidad
en nombre de Dios.
Que Santa María de Guadalupe interceda por nosotros para que Dios nos conceda la inteligencia, la
sabiduría y la valentía de construir juntos un México mejor.