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El documento “El Obispo de Roma”, del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos Pbro. José Francisco Muñoz Núñez[1]
La publicación de este extenso documento el pasado 13 de junio plantea nuevas perspectivas ecuménicas. Presentamos una vista panorámica del documento y sus principales contenidos.
1. Preámbulo
El Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos ha publicado un documento de estudio llamado “El Obispo de Roma”. Se retoman los temas del primado y la sinodalidad en un contexto donde los últimos papas han pedido que se avance en el camino ecuménico con las Iglesias ortodoxas y las Comunidades eclesiales nacidas de la Reforma Protestante. El fin de este documento es ofrecer una síntesis objetiva de los recientes desarrollos ecuménicos sobre el primado del papa, reflexionando sobre los aportes y los límites que aparecen en los diversos encuentros ecuménicos que se han dado desde la aparición de la encíclica Ut unum sint[2]. El documento “El Obispo de Roma” resume más de treinta respuestas a la encíclica Ut unum sint y cincuenta documentos de diálogo ecuménico sobre el tema en los últimas décadas. Este documento es un aporte para estimular el diálogo y la profundización teológica, y para conseguir la tan anhelada unidad entre todos los cristianos.
2. Antecedentes inmediatos
El Concilio Vaticano II, en la constitución Lumen Gentium, le da un giro importante a la comprensión del oficio de gobernar de los obispos de manera menos centralizada. Éstos «rigen como vicarios y legados de Cristo [...] A ellos se les confía plenamente el oficio pastoral [...] y no deben considerarse como vicarios de los Romanos Pontífices, ya que ejercen potestad propia y son, en verdad, los jefes de los pueblos que gobiernan» (LG 27). Por otra parte, el mismo Concilio redactó el decreto Unitatis redintegratio, que impulsa a la Iglesia católica a un camino de encuentro y unidad con las demás Iglesias y comunidades cristianas dispersas por todo el mundo. Después del Concilio, los papas han contribuido a promover la unidad entre los cristianos, con diversos acercamientos y declaraciones acerca del ministerio petrino. Por ejemplo, san Pablo VI[3] en su encíclica Ecclesiam suam expresaba la convicción de que su oficio pastoral de unidad no quiere constituir «una supremacía de orgullo espiritual o de dominio humano sino un primado de servicio, de ministerio y de amor». (ES 52). Además, en el año 1965, el Papa instituye el Sínodo de los Obispos[4], como una forma más colegial de ejercer el primado por el bien de toda la Iglesia. Por su parte, san Juan Pablo II, sigue el mismo camino ecuménico de san Pablo VI, y también invita a los otros cristianos a reflexionar sobre el ministerio del Obispo de Roma. En su encíclica Ut unum sint, describe el ministerio del papa como ministerio de unidad y servicio de fe y amor. También, dice que se debe encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva. (cf. UUS 95) El papa Benedicto XVI, siguiendo el espíritu ecuménico de su predecesor, impulsó el diálogo teológico sobre la relación entre primado y sinodalidad, sobre todo con la Iglesia ortodoxa. Por otra parte, su dimisión en el 2013, ha contribuido a una nueva percepción y comprensión del ministerio del Obispo de Roma. El papa Francisco ha insistido en muchas ocasiones a encontrar un modo nuevo de ejercitar el primado[5]. Ha invitado a una “conversión pastoral” del papado y de las estructuras centrales de la Iglesia católica. De igual manera, haciendo uso del término sinodalidad, tema clave en su pontificado, el papa Francisco, considera que es esencial una renovada comprensión y ejercicio del ministerio petrino[6]. Su pontificado ha abierto nuevas perspectivas para un ejercicio más sinodal del primado.
3. Contenido del documento
Las páginas de este documento pueden esquematizarse de la siguiente manera: A. Las respuestas dadas a la encíclica Ut unum sint en diálogos teológicos dedicados a la cuestión del primado. a. En este punto es importante considerar que el actual clima de diálogo teológico ha sido positivo. Hay buenas relaciones entre los líderes de las diversas iglesias cristianas. En todos los diálogos se ha tocado el tema del primado, pero no siempre en gran profundidad. b. Con quienes se ha intensificado el diálogo ha sido con la Iglesia ortodoxa y con las demás Iglesias ortodoxas orientales (copta y siro-ortodoxa) c. La Comisión internacional luterano-católica por la unidad, tuvo un documento de diálogo llamado El Evangelio y la Iglesia, mejor conocido como Relación de Malta. d. En la relación con los luteranos, ha habido avances en el diálogo abordando temas sobre el ministerio petrino desde un estudio bíblico y un análisis del papado como instituido de iure divino. e. De igual manera, se describe en el documento los avances en el diálogo con las demás denominaciones cristianas: con los reformistas, metodistas, veterocatólicos. Y en menor grado: con los evangelistas, pentecostales, bautistas, etc.
B. Las principales cuestiones teológicas que tradicionalmente se ponen en discusión sobre el papado y algunos progresos significativos en lo ecuménico. a. Fundamentos escriturísticos sobre el primado petrino. i. Los diálogos han facilitado un redescubrimiento exegético de la preeminencia de Pedro entre los apóstoles durante el ministerio de Jesús y en la Iglesia pospascual. ii. Se ha profundizado el concepto bíblico de episkopé. Se destaca el ministerio de vigilancia a nivel universal. iii. La autoridad debe fundamentarse en una diakonia y debe estar unida al misterio de la cruz y de la kenosis de Cristo. iv. Se habla de un concepto muy interesante: “la función petrina”, es decir, es ministerio del Papa promover y preservar la unidad de la Iglesia y facilitando la comunicación y colaboración en la Iglesia. v. De gran importancia es ir a los textos petrinos en la Tradición patrística para esclarecer la importancia de Roma y de Antioquía. Estas sedes representan la unidad que debe existir entre Occidente y Oriente. b. De iure divino. El Concilio Vaticano I, realizado a mediados del siglo XIX, ha enseñado que el primado del Obispo de Roma ha sido instituido de iure divino (por derecho divino) y, por lo tanto, pertenece a la estructura esencial e irrevocable de la Iglesia. i. La discusión con los protestantes es interesante. Ellos dicen que no es de iure divino, sino de iure humano. La reflexión ecuménica contemporánea ha buscado nuevas posibilidades para superar esta tradicional oposición. ii. Basándose en un diálogo abierto y con ayuda de una hermenéutica histórica bien aplicada se ha logrado llegar a un acuerdo con luteranos y ortodoxos. El derecho divino no puede ser adecuadamente distinto al derecho humano. El derecho divino se va expresando en el derecho humano a través de formas históricas concretas. c. Sobre el primado de jurisdicción[7]. Se ha pedido que se explique correctamente este dogma desde una sana hermenéutica y una buena explicación histórica, a la luz del Evangelio y de la entera Tradición. Los diálogos teológicos expresan la necesidad de integrar la enseñanza del Vaticano I dentro de una eclesiología de comunión[8]. d. Sobre la infalibilidad papal. Algunos diálogos teológicos han podido clarificar la formulación de este dogma. La infalibilidad no es una cualidad personal sólo del papa, sino que es algo que Cristo ha dotado a toda su Iglesia. Además, la infalibilidad no es absoluta, sino que tiene sus límites, dado que el papa sólo puede dar una formulación más desarrollada y explicada de una doctrina ya radicada en la fe de la Iglesia (depositum fidei).
C. Algunas perspectivas para un ministerio de la unidad en una Iglesia reunificada. a. La pregunta fundamental en este apartado es: ¿cómo podría ser comprendido y ejercitado un ministerio petrino que favorezca y promueva la unidad de la Iglesia a nivel universal? b. A partir de las reflexiones de Ut unum sint se ha reconocido aún más la necesidad de un primado para toda la Iglesia. i. Según la Tradición de la Iglesia, el cristianismo se ha fundado sobre sedes apostólicas principales que ocupaban un orden específico, de las cuales Roma es la primera. ii. Según consideraciones eclesiológicas, existe una reciproca interdependencia entre primado y sinodalidad en cada nivel de la Iglesia (local, regional y universal). c. Con las Iglesias ortodoxas y ortodoxas-orientales se reconoce el “primado de honor” del Obispo de Roma; y la interdependencia entre la dimensión primacial y sinodal de la Iglesia. d. La función petrina debe ser comprendida en el contexto de una perspectiva eclesiológica más amplia, no tan centralizada; sino con una relación con más diálogo entre Iglesia local e Iglesia universal. e. Con las Iglesias ortodoxas se subraya la necesidad de un equilibrio entre primado y primados. Además, que las Iglesias continúen y tengan su propio derecho y poder para gobernarse según las propias tradiciones y disciplinas.
D. Algunas sugerencias o exigencias prácticas dirigidas a la Iglesia católica. a. Un deber ecuménico de los católicos es examinar su fe a luz de la voluntad de Cristo para emprender con vigor el trabajo de renovación y de reforma. b. Se debe reinterpretar o actualizar según los criterios ecuménicos actuales las enseñanzas del Concilio Vaticano I, e integrarlo todo en una eclesiología de comunión[9]. c. Es necesario clarificar el rol patriarcal y el primado del Obispo de Roma para renovar la imagen del papado actualmente. d. Es recomendable que se desarrolle más el concepto de sinodalidad al interno de la Iglesia Católica. Y reflexionar más acerca de la autoridad de las conferencias episcopales en relación con el Sínodo de los obispos y con la Curia romana. e. Y que existan encuentros frecuentes entre los líderes de las Iglesias a nivel mundial, para hacer más visible la comunión que ya se comparte entre sí.
4. Conclusiones
La Iglesia sinodal, más que ser un concepto teológico, es una forma de ser y de vivir que la Iglesia actualmente necesita dentro de un mundo secularizado. La Iglesia no puede seguir en una actitud autorreferencial, pensando de manera egocéntrica, y sin tener la capacidad de escucha ante una sociedad carente de valores cristianos. Es por eso, que nuestro papa Francisco, ha venido a dar una sacudida a las estructuras eclesiales y a recordarnos que «una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera» (EG 32). Es decir, el papa Francisco quiere situar el ejercicio de su ministerio en el horizonte de la sinodalidad. Esto provoca un giro en la comprensión del papado y lo abre para un dialogo ecuménico fructuoso con los cristianos separados, buscando la unidad y la reconciliación. Por consiguiente, el ministerio petrino experimenta una nueva forma de presentarse en lo ecuménico que lo hace ser[10]: a) un ministerio episcopal: el papa es el Obispo de Roma. Un obispo al servicio de su Iglesia local. b) Un ministerio de comunión: el papa busca la unidad en la fe y comunión desde el interno de la Iglesia. c) Un ministerio colegial: junto con el papa, el episcopado tiene potestad plena y suprema sobre la Iglesia. d) Un ministerio primacial: como primado, primero de los obispos, garantiza la unidad del episcopado y preside en la caridad a las Iglesias, confirmando a sus hermanos en la fe. e) Un ministerio con un primado diaconal: preside la Iglesia para servirla.
Por último, la búsqueda de la unidad con los demás cristianos no debe limitarse solamente en lo externo, en lo que se da entre los líderes de las Iglesias, sino que esa unidad y comunión necesita comenzar a experimentarse desde el interno de nuestras comunidades eclesiales: sea la parroquia, el movimiento, la congregación o la diócesis. Debemos comenzar a aplicar un sano ejercicio de la sinodalidad en nuestras comunidades parroquiales con la revalorización de la escucha y de la participación; con un sano ejercicio de la autoridad; con una apertura más incluyente de los laicos en las decisiones eclesiales; y con una actitud abierta y misericordiosa de los pastores. No olvidando que la evangelización y la conversión pastoral son el eje de una Iglesia sinodal: más abierta y dispuesta al diálogo ante un mundo necesitado del Evangelio de Cristo. [1] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2014, cuenta con una licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana. Presta su ministerio en la parroquia de El Sagrado Corazón de Jesús, en la colonia Prados de Santa Lucía, Zapopan. [2] Esta encíclica del papa Juan Pablo II, publicada el 25 de mayo de 1995, tiene como tema central el compromiso ecuménico de la Iglesia católica en el contexto actual. Un punto importante del documento es que reflexiona sobre el papel del Obispo de Roma en la promoción de la unidad y abre la puerta a discusiones sobre cómo este papel puede ser interpretado de manera que sea aceptable para otras denominaciones cristianas, sin comprometer la doctrina católica. [3] El 5 de enero de 1964, en Jerusalén, hubo un encuentro histórico entre Pablo VI y el patriarca de Constantinopla Atenágoras. En su discurso el Papa mencionó lo siguiente: «La voluntad de trabajar con el fin de superar las divisiones y abatir las barreras; [...] Las divergencias de orden doctrinal, litúrgico y disciplinar deberán ser examinadas en su tiempo y lugar con espíritu de fidelidad a la verdad y de comprensión en la caridad». Pablo VI, Saludo a su Beatitud Atenágoras, (5 enero 1964). [4] La sinodalidad y la reforma de la Iglesia en clave sinodal fueron recuperadas por el papa Pablo VI durante el Concilio Vaticano II. Él actualizó la sinodalidad mediante la institución del Sínodo de los obispos con el propósito de afianzar la colegialidad, procurar el conocimiento directo y verdadero de las circunstancias que atañen a la vida interna de la Iglesia. Con esto se potenciaba un espacio de escucha y dialogo que permitiera a la Iglesia atender mejor a los signos de los tiempos. Cf. R. Luciani – M.T. Compte, En camino hacia una Iglesia sinodal, 6. [5] «Deseo renovar la voluntad ya expresada por mis Predecesores, de mantener un diálogo con todos los hermanos en Cristo para encontrar una forma de ejercicio del ministerio propio del Obispo de Roma que, en conformidad con su misión, se abra a una situación nueva y pueda ser, en el contexto actual, un servicio de amor y de comunión reconocido por todos». Francisco, Discurso en la celebración ecuménica con ocasión del 50 aniversario del encuentro en Jerusalén entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras (25 mayo 2014). [6] «Estoy convencido de que, en una Iglesia sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir mayor luz. El papa no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como bautizado entre los bautizados y dentro del Colegio episcopal como obispo entre los obispos, llamado a la vez —como Sucesor del apóstol Pedro— a guiar a la Iglesia de Roma, que preside en la caridad a todas las Iglesias». Francisco, Discurso en la conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los obispos (17 octubre 2015). [7] Pastor Aeternus es una constitución dogmática del Concilio Vaticano I sobre la Iglesia de Cristo, aprobada el 18 de julio de 1870. Por medio de este documento la Iglesia definió dos dogmas para definir mejor el rol del papa: el primado y la infalibilidad papales. Por consiguiente, el papa es principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia; Cristo otorgó a Pedro de modo directo e inmediato un primado verdadero y propio de jurisdicción, no es simplemente un primado de honor. Este primado se prolonga perpetuamente en quien sucede a Pedro en su cátedra; el primado tiene potestad plena; esta potestad es ordinaria y episcopal y su ministerio ayuda a la comunión de las iglesias. Cf. E. Bueno de la Fuente, Eclesiología, 221. [8] La eclesiología de comunión es la idea central y fundamental en los documentos del Concilio Vaticano II. Se trata fundamentalmente de la comunión con Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. Esta comunión se tiene en la Palabra de Dios y en los Sacramentos, en especial esto se da por medio del Bautismo y de la Eucaristía. La eclesiología de comunión es también fundamento para el orden en la Iglesia y para una correcta relación entre unidad y pluriformidad en la Iglesia. cf. Sínodo de los obispos, Relación final del Sínodo de los obispos 1985, 74. [9] Se trata de seguir buscando principios hermenéuticos que puedan ayudar a nueva recepción de los dogmas dados por el Vaticano I. Además, se le debe dar una relectura a la luz de la Tradición de la Iglesia, que hoy reconocemos en la llamada eclesiología de comunión, latente en el proemio de la constitución dogmática Pastor aeternus, que sitúa el ministerio del papa en el servicio a la unidad de fe y de las Iglesias. Cf. S. Madrigal, El giro eclesiológico en la recepción del Vaticano II, 346-347. [10] Cf. S. Madrigal, El giro eclesiológico en la recepción del Vaticano II, 348. |