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Meditación sacerdotal “Enséñanos a orar” Pbro. Adrián Ramos Ruelas
No se nace sabiendo orar. La petición que los discípulos hacían a su Maestro, “enséñanos a orar” (Lc 11,1), a quien los discípulos veían gozoso después de encontrarse con su Padre, es todo un programa, un itinerario de vida espiritual que a nosotros los sacerdotes nos hará mucho bien profundizar particularmente en este Año de la oración que nos prepara al gran Jubileo de la esperanza del año 2025. “La oración es la primera fuerza de la esperanza. Rezas y la esperanza crece, continúa. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración abro la puerta”, nos ha dicho el Papa Francisco en una de sus audiencias (Papa Francisco, Audiencia general, 20 de mayo de 2020). “Enséñanos a orar” es hoy la súplica humilde que el sacerdote dirige a Jesús. El sacerdote que vive ajetreado por múltiples actividades y apenas le queda tiempo para descansar un poco, que vive muchas veces sin orden, expuesto al vaivén de sus muchas tareas pastorales y que no encuentra reposo y menos silencio para orar y ponerse en contacto con Aquél que lo ha llamado y le asegura su dulce compañía para revitalizar su ministerio. Esta serie de reflexiones propuestas a partir de algunos textos evangélicos serán sin duda de mucho valor para asegurar la búsqueda de Dios en cada sacerdote. Será un instrumento muy práctico para hacer ejercicios espirituales de manera diaria u ocasional con la finalidad de alimentar y saciar la vida interior que, como la sequía que reclama la lluvia, pedimos a gritos. Este itinerario de vida espiritual lleva la misma estructura de la Lectio divina que tanto bien ha hecho desde la tradición monacal. Conviene seguir promoviendo entre nosotros esta forma de oración bíblica para asegurar el encuentro con el Señor Vivo y Resucitado. Anímate, hermano sacerdote, a sumergirte en el océano de misericordia del Señor que tanto proclamamos.
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4
Y sucedió que, estando Él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.
Oración introductoria
Señor, creo y confío plenamente en tu misericordia ante mis debilidades. Permite que este momento de intimidad contigo sea el medio por el cual aprenda a orar, como Tú quieres que lo haga. Dame el don de tu Espíritu Santo, e inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir y cómo debo actuar para que Tú reines en mi corazón.
Petición
Padre nuestro, que estás en el cielo, te pido que vengas a mi corazón. Podemos aquí recitar pausadamente la oración del Padre Nuestro. Sin prisas. Disfrutando cada petición.
Meditación del Papa Francisco
Para rezar no hay necesidad de hacer ruido ni creer que es mejor derrochar muchas palabras. No podemos confiarnos al ruido, al alboroto de la mundanidad. Para rezar no es necesario el ruido de la vanidad: Jesús dijo que esto es un comportamiento propio de los paganos. La oración no es algo mágico; no se hace magia con la oración; esto es pagano. Entonces, ¿cómo se debe orar? Jesús nos lo enseñó: Dice que el Padre que está en el Cielo “sabe lo que necesitan, antes incluso de que se lo pidan”. Por lo tanto, la primera palabra debe ser “Padre”. Esta es la clave de la oración. ¿Es un padre solamente mío? No, es el Padre nuestro, porque yo no soy hijo único. Ninguno de nosotros lo es. Y si no puedo ser hermano, difícilmente puedo llegar a ser hijo de este Padre, porque es un Padre, con certeza, mío, pero también de los demás, de mis hermanos. (Cf. S.S. Francisco, de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
En el mundo del deporte, además de las habilidades personales, un excelente entrenador juega un papel decisivo. Es parte de nuestra naturaleza el tener que aprender y recibir de otros. Puede parecer una limitación pero es, al mismo tiempo, un signo de la grandeza y de la maravilla del hombre. En el Evangelio, los discípulos le piden a Jesús: Señor, enséñanos a orar.... La oración es el gran deporte, la gran disciplina del cristiano. Y lo diría el mismo Jesús en el huerto de Getsemaní: Vigilen y oren para que no caigan en tentación. Él es nuestro mejor entrenador. Hoy nos ofrece la oración más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de un auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida a una persona: Padre; en ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos el nuestro a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud. Ojalá que sea el Padre Nuestro la oración de todas nuestras familias pero, sobre todo, el reflejo de nuestras vidas como cristianos, como sacerdotes.
Propósito
Rezar con frecuencia y de manera reposada el Padre Nuestro.
Diálogo con Cristo
Señor, te pido que me ayudes a vivir siempre unido a Ti en mi oración, sabiendo que no es lo que diga sino cómo lo diga, lo que importa. Que mi relación contigo no se limite al tiempo que dedico a mi meditación o la celebración de la Eucaristía. Te necesito permanentemente cerca de mí, para no caer en la tentación, para poder vivir auténticamente el amor, para ser un incansable y eficaz discípulo y misionero, un auténtico sacerdote, que muestre tu amor misericordiosos a mis hermanos, tus discípulos. Amén.
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