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Los ocho subsidios para el Jubileo 2025 “Apuntes sobre la oración” (Segunda parte) Espirituales del Seminario de Guadalajara
Compartimos algunas perspectivas para usar mejor el material preparativo para el Jubileo 2025, tanto en lo pastoral como para crecer en la espiritualidad propia.
Subsidio 5. Las parábolas de la oración, Antonio Pitta Pbro. Juan José Aguirre Noriega[1]
El Dicasterio para la Evangelización, bajo la responsabilidad del padre Antonio Pitta, ha preparado este volumen titulado: Las parábolas de la oración. Este documento consta de siete capítulos precedidos por una introducción y sellados con una conclusión. ¿Qué encontramos en estas páginas? ¿De qué temas se trata? Intentaremos resumirlo en las siguientes líneas.
Introducción Aquí se nos hace saber que las parábolas que se abordarán están tomadas del Evangelio de san Lucas, autor especialista en el tema de la oración, quien a lo largo de los capítulos de su obra da capital importancia a la oración. De manera muy general se presenta un panorama del contenido de este documento, sobre todo, menciona cómo el Padrenuestro y estas parábolas del Tercer Evangelio marcarán la pauta de toda la reflexión en torno al tema de la oración.
Capítulo 1: Jesús y la oración En este primer capítulo se nos presenta a Jesús como hombre de oración, él siempre encontraba tiempo para orar, a pesar de sus muchas actividades en una jornada cotidiana se hacía tiempo para la oración; también buscaba los lugares más idóneos para su encuentro con el Padre. Estas fueron algunas de las cosas que observaron sus discípulos; tal vez por eso le piden, enséñanos a orar (Lc 11,1). Jesús responde a esta petición de sus seguidores compartiéndoles el Padrenuestro (Lc 11,2-4). Los lugares privilegiados para la oración por los judíos en tiempos de Jesús, eran el templo y la sinagoga; sin embargo, Jesús oraba en todas partes, en el desierto, lugar de silencio y soledad; en lo alto de la montaña, donde se está más cerca de Dios; en el huerto de los olivos, previo a la hora de su pasión; él prefería los lugares apartados y solitarios. Hay variedad de tipos de oración, de acuerdo a sus diversas expresiones: de acción de gracias, de bendición, de alabanza, de petición y de súplica. También se menciona que el contenido de la oración puede ser diferente; la más conocida es el Padrenuestro, pero otras son: la oración de los pequeños (Lc 10,21), y el Shemá ya desde el Antiguo Testamento (Dt 6,4).
Capítulo 2 El Padrenuestro (Lc 11,1-4): La oración del discípulo En este segundo capítulo se habla del Padrenuestro como la oración del discípulo. Profundiza en la relación entre oración y seguimiento; se destacan algunas características de la oración como la naturalidad, la espontaneidad y la perseverancia. La oración de Jesús era simple y cotidiana. Tal vez esa simplicidad que contrastaba con la oración de algunos fariseos fue lo que llamó la atención de los discípulos y lo que les motiva a solicitar a Jesús que les enseñe a orar.
Capítulo 3 El amigo inoportuno y el pan cotidiano (Lc 11,5-13) En el tercer capítulo del documento encontramos la primera de las parábolas de Lucas que el autor relaciona con dos elementos del Padrenuestro, la invocación inicial, Padre y la petición del pan cotidiano. El padre Antonio Pitta dice que la oración profundiza progresivamente la relación con Dios que es Padre. La situación que describe esta parábola es una situación de emergencia, responder a una solicitud de hospitalidad, ofrecer el pan a un huésped. Aquí se invita a no limitarse a una oración por necesidad, como frecuentemente se hace en la vida cotidiana, sino a dar un paso más allá para llegar a una oración constante que supera los obstáculos. En este texto del evangelio según san Lucas se deja en claro que el primer don del Padre es el Espíritu Santo y cómo este mismo Espíritu es el protagonista de la oración.
Capítulo 4 El Padre misericordioso y la remisión de los pecados (Lc 15,11-32) En el cuarto capítulo del presente folleto se trata una parábola propia de Lucas que también es una de las perícopas más conocidas y estudiadas de toda la Sagrada Escritura. En primer lugar, se resalta la belleza de esta parábola, en todos sus aspectos: literario, espiritual y teológico. Y hace una lectura de la misma desde la oración como relación entre Dios y sus hijos. Si en el Padrenuestro se pide el perdón de los pecados, en esta parábola el hijo pródigo reconoce que ha pecado contra el cielo y contra su propio padre. La oración es encuentro con el Padre, la oración es revelación de la compasión del Padre. La presunción del hijo mayor denota arrogancia, condena, rechaza perdonar a su hermano, éste es un nuevo Caín. La parábola nos deja un final abierto, no sabemos qué paso con el hermano mayor, qué decisión tomó con respecto a participar del banquete ofrecido con motivo del retorno de su hermano. Cada uno encontrará la respuesta reflexionando y confrontando con la propia vida el texto.
Capítulo 5 La viuda, el juez y la fe (Lc 18,1-8) En la presente parábola se aborda un nuevo aspecto de la oración, la necesidad de orar sin desfallecer, de no caer en tentación, de no ceder ante la prueba. Los protagonistas de esta parábola son dos personajes totalmente opuestos: una viuda, que particularmente en la época antigua representa la fragilidad, y un juez, que es símbolo de poder y autoridad. El padre Antonio Pitta afirma: la oración es el lugar donde mejor se vislumbra la justicia de Dios. La relación de esta parábola con el Padrenuestro gira en torno a la pregunta final sobre la fe que se plantea en el texto: Cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra? (Lc 18,8b). En ambos pasajes se habla de la tentación. Pero ¿Cuál es esa tentación? La tentación de ya no confiar en Dios, y por lo tanto, de no hacer oración. Es interesante que en esta parábola no solamente se motiva a la perseverancia en la oración, también se recuerda la finalidad esencial de la oración: crecer en la fe, fortalecerla y madurarla.
Capítulo 6 El fariseo, el publicano y la santidad del templo (Lc 18,9-14) Aquí la clave de lectura para esta parábola es la siguiente petición del Padrenuestro: santificado sea tu nombre. Dios justifica al publicano y no al fariseo en el templo. Dios santifica al pecador que reconoce su propia culpa. El fariseo y el publicano oran en el templo, pilar de la piedad judía, casa de oración, y como se había mencionado antes, lugar privilegiado para la oración. Pero en ambos personajes vemos que su oración es muy diferente, desde los pequeños gestos hasta las palabras. La oración del fariseo es arrogante se centra en un extenso discurso de autoalabanza, palabrería sin contenido, se compara con los demás a quienes juzga sin piedad. Una oración llena de soberbia que no consigue su justificación; con sus actitudes profana la casa de Dios. La oración sincera. En contraste, la oración del publicano es una oración sumamente breve y humilde. Dios reconoce el corazón arrepentido del publicano. Su oración no está hecha sólo de palabras va acompañada de gestos y actitudes. Sólo la misericordia compasiva de Dios puede justificar al publicano y no el derecho adquirido ante Él, como tal vez pensaba el fariseo.
Capítulo 7 La parábola de la higuera y la proximidad del Reino (Lc 21,29-36) En esta última parábola de la oración se expone uno de los rasgos más característicos de la oración que enseñó Jesús: la vigilancia. El corazón de esta parábola está dedicado al tema del Reino de Dios. Así como en la oración del Padrenuestro pedimos: venga tu reino. La comunidad de los discípulos, la Iglesia, es el signo más palpable de la presencia del Reino de Dios. De acuerdo a la reflexión de nuestro autor, la vigilancia en la oración es necesaria porque revela el rostro de la esperanza. La esperanza que no es ilusión como muchas veces se malentiende en la cultura occidental. La esperanza bíblica está fundada sobre un acontecimiento (el Señor Resucitado) y no sobre humanos deseos.
Conclusión En la parte final del documento se enfatiza nuevamente en el vínculo tan original entre el Padrenuestro y algunas parábolas sobre la oración. Se enumeran las enseñanzas concretas de cada una de las parábolas presentadas con el tema de la oración y se relación específica con el Padrenuestro. Una vez que hemos conocido, aunque sea de manera sintética el contenido general de este texto, consideramos prudente hacer algunas observaciones para enriquecer nuestra comprensión del documento. El enfoque que elabora el padre Antonio Pitta es muy original e interesante porque logra profundizar en los textos de las parábolas para exponer todo su valor teológico y espiritual. Nos explica cada una de las perícopas en su vínculo específico con las diferentes peticiones del Padrenuestro. Tenemos la garantía de que el padre Antonio tiene conocimientos y autoridad sobrados en la materia, pues sus estudios en Sagradas Escrituras (doctorado por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma) y Patrística (diplomado en el Pontificium Institutum Patristucum Agustinianum) lo respaldan.
Aplicación pastoral El presente folleto sobre las parábolas de la oración es una excelente herramienta que nos puede ser de gran utilidad en la vida pastoral. A continuación menciono algunas posibles aplicaciones: • Nos inspira y motiva para prepararnos a vivir con disposición el gran año jubilar de la oración. • También creo que con este material se puede organizar una semana bíblica, puesto que se reflexiona sobre textos muy interesantes de la Sagrada Escritura y son abordados de una manera muy clara y fácil de exponer para compartir con los laicos. • Además, este suplemento se puede utilizar para organizar una semana de ejercicios espirituales, pues el tema de la oración en relación con las parábolas de Lucas y el Padrenuestro son ideales para la reflexión espiritual. • Otra aplicación que podemos dar a este material, pudiera ser como texto base para un retiro de agentes de pastoral en la parroquia, ya que la temática que maneja es siempre actual y para los coordinadores y miembros de grupos parroquiales siempre resulta de mucho interés conocer más de la oración y de la Palabra de Dios.
Reflexión sacerdotal Todo el contenido de este documento, Las parábolas de la oración, resulta de gran provecho para los fieles laicos en general, pero de manera particular para las sacerdotes, pues ofrece unas reflexiones de sumo valor para la vida pastoral como para la propia vida espiritual; pone sobre la mesa un argumento tan antiguo y tan nuevo como lo es la oración. Cuánto no se ha escrito sobre la oración a lo largo de la historia, desde catequesis, discursos, reflexiones hasta tratados. Muchos de ellos fruto de la reflexión y experiencia de personas de profunda espiritualidad y ciencia, santos, místicos y doctores de la Iglesia. Y sin embargo, no se agota toda la riqueza de este tema. El contenido de este folleto puede iluminar y enriquecer las predicaciones que se comparten en torno a la palabra de Dios, en la celebración de la santa Misa o en diferentes momentos de formación para los agentes de pastoral. Pero también estas páginas son una gran oportunidad para profundizar en nuestra propia vida espiritual, en la manera de hacer oración, con la intención de perfeccionarla y madurarla; superar ciertos vicios y errores como los del fariseo de la parábola, para conseguir una oración más honesta y auténtica que se convierta en verdadero diálogo con Dios y nos conceda la justificación de nuestros pecados. Las aportaciones del padre Antonio Pitta siguen abonando para enriquecer el conocimiento de la Palabra de Dios que es siempre actual y providencial en nuestra vida. Es verdad que las parábolas y demás textos que se abordan en estas páginas son familiares y muy conocidos, y aun así, las reflexiones siguen siendo novedosas y originales, tratados desde puntos de vista o perspectivas que tal vez antes no se habían realizado. Por todas estas razones, recomiendo amplia y totalmente que este folleto se estudie, se reflexione y se dé a conocer en los diferentes sectores y ambientes de la vida pastoral de nuestra arquidiócesis, con la plena certeza de que con la gracia del Espíritu Santo, producirá frutos abundantes en la vida espiritual y pastoral tanto del presbiterio en general, así como en los religiosos, religiosas y en los fieles laicos. Sólo por señalar algún punto que se pudiera mejorar en el folleto, considero que faltó hacer alguna referencia a la oración de la Virgen María, su ejemplo y testimonio, que también en el Evangelio de Lucas se nos presenta como mujer de oración, y que siempre es de gran inspiración para la oración de todo creyente.
Subsidio 6. La Iglesia en oración, monjes cartujos. Pbro. Andrés Carrillo Zúñiga[2]
Hace algunos años tuve la oportunidad de vivir una semana de ejercicios en un éremo camaldulense, y tener la dicha de experimentar la vida monástica por varios meses. Lugares de trabajo, silencio y sobre todo oración. Creo que el presente volumen, hecho por estos hermanos de la orden de los cartujos, fundada en 1084 por san Bruno, tiene mucho que orientarnos e instruirnos a la Iglesia que vive confiada a la oración de la Iglesia contemplativa con el objetivo de querer vivir una pastoral real y eficaz que parta de Dios y lleve a Dios, como dicen los dominicos: se predica lo que se contempla. El planteamiento de este subsidio se va desarrollando y fundamentando a través de numerosas citas bíblicas, de patrística, de magisterio antiguo y reciente, así como de escritos de místicos y filósofos contemporáneos que nos hacen sumergirnos en un contexto eclesial de comunión y dialogo constante con el misterio de Dios en la vida de la Iglesia y de cada uno de sus miembros. Un texto de contemplativos para hombres y mujeres de acción que se han comprometido y llevan ya un proceso más profundo de apostolado en la Iglesia que no puede darse sino bajo la fuerza de la oración. Parten del misterio trinitario donde tiene origen todo bien, la comunión trinitaria de donde emana el amor del eterno dialogo entre el Padre y el Hijo, en el que el deseo eterno de Dios mismo hace posible por la Encarnación del Verbo entrar en ese diálogo constante a través de los siglos que hace vivir a la Iglesia, en medio de las circunstancias concretas, un modo eficaz de ser brújula, fuerza y luz, engendrando hijos en el Hijo, santos que nos dan testimonio de esta relación profunda. Citando el Catecismo de la Iglesia Católica, los autores de este subsidio nos hacen ver que la oración es lo que nos hace responder Dios mismo a su revelación, una respuesta que involucra todo el ser, una relación con la Palabra hecha carne, sin perder de vista el contexto teológico que esto significa. Palabra pronunciada por Dios que hace reconocerse a la Iglesia como cuerpo de Cristo, acceso que Dios mismo abre para que el hombre en oración pueda llegar al corazón mismo de su creador. Como ha afirmado el papa Francisco, la oración como la más grande fuerza de la Iglesia, es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y a Él vuelve, sucediendo así una nueva encarnación del Verbo, y somos nosotros los tabernáculos donde la Palabra de Dios quiere ser acogida y custodiada para poder visitar el mundo. A través de la oración, la Palabra viene a vivir en nosotros y nos hace vivir en ella, inspira y sostiene la acción, da fuerza, serenidad y paz. Estos son elementos sin los cuales no podemos entender una pastoral que viene de Dios y que glorifica a Dios. La oración en la Iglesia si bien se entiende desde el corazón mismo de Dios pero se expresa en la comunidad parroquial, la eucaristía por excelencia, la adoración, la Liturgia de las horas, el silencio meditativo y contemplativo que lleva de una experiencia comunitaria más grande a una más pequeña: la familia; un ejemplo es la bendición de los alimentos, y otro, la consagración del día por la mañana y el agradecimiento por la noche. Es entonces cuando se va comprendiendo en proceso personal y comunitario que la luz pascual de Cristo abre las puertas de la eternidad revelando su vida íntima, como un canto de alabanza en el que la Escritura reitera incluso en los salmos de parte del Padre: “tú eres mi Hijo”. Nos hace vivir con el hijo un envío en el que no tiene palabras propias sino la de Abbá, única y verdadera oración que lo glorifica. Unidos a esa oración de Cristo por su unción que nos comparte y nos hereda de manera misteriosa en la Iglesia. La oración nos hace vivir la experiencia de un don desde la Encarnación misma, mostrándonos el deseo de Dios de estar con nosotros como si tuviera necesidad de nosotros. Aquí está la fuente y el manantial de la oración. En Iglesia, que es la casa de Dios, es donde se unen e iluminan todos los misterios, como el de la creación misma, siendo el Cosmos ya música silenciosa que alaba la grandeza de Dios, como dice san Gregorio Nacianceno: “todo lo que existe te reza”. Nos recuerda que nosotros somos la casa de Dios, como piedras vivas, volviéndonos así como enuncia el santo de Asís, no solo hombres de oración sino hombres en oración, descubriéndonos nuestro destino único y último. Se nos plantea una resistencia al obrar de Dios. San Juan Crisóstomo dice que Dios persigue al hombre que huye de Él. Es el miedo al misterio que nos paraliza, el miedo a la verdad. Solo nos corresponde dejarnos alcanzar por Él, que nos busca, ya que así nos daremos cuenta de su amor y presencia. Dios no se desanima pues se encarna para cantar en nuestra naturaleza, ora y se revela orante para enseñarnos a orar. Su presencia orante nos purifica para que podamos ver a Dios y nos hace bienaventurados. Nos hace ver el destinatario de nuestra oración, el Padre, Abbá a quien se entrega sin reservas. Nos hace experimentar que orar es donarse por la unción del Espíritu que nos da la identidad profunda de hijos. Solo un verdadero deseo de ver el rostro de Dios puede sostenernos en este recorrido de purificación del corazón que se debe donar y recibir el amor de Dios. Así nos hace tener los mismos sentimientos de Cristo, pasando por la infancia espiritual que conlleva una absoluta indigencia que nos llevará a declararle al amado: ¡no puedo nada sin ti! Aceptando nuestra miseria, nuestra muerte para poder resucitar, como el maestro que nos salva de la muerte por la muerte. Salvados de nuestros límites dependeremos de Él. Nos da fuerzas en el mismo camino de glorificación que es la Cruz. Hay claridad del camino pues se hace al mirarlo en y a través de la cruz, experiencia cumbre de oración. Se nos presenta una imagen que empapa toda la Sagrada Escritura: la esposa que le canta al esposo. La relación que le convierte en un solo ser, una sola carne, se hace carne de Cristo en la Liturgia, de allí brota y se garantiza el encuentro y actúa Él en, por y con la Iglesia, así Cristo es acontecimiento que permanece. En la Eucaristía y el Banquete de Bodas nuestra alma se une con su persona y su cuerpo con el nuestro. Así la Eucaristía se entiende como cumbre de nuestra unión con Cristo que ora al Padre. La Iglesia entonces tampoco tiene palabras propias, solo canta el canto del Cordero, lo que su esposo le ha enseñado. La Liturgia entonces se vuelve oración incesante, una forma estable de vivir algo que se asume para ser redimido, como afirma Gregorio Nacianceno. Una humillación que no es para separar sino para unir en Dios, unir los deseos, el nuestro de que sea todo en nuestra vida, deseo de amor constante, una esposa que desea a su esposo. La sed de Dios es mayor que la del hombre saciándose con el río que brota del costado de Cristo. Una esposa que todo recibe del esposo con el agua de su Espíritu que le hace permanecer incluso en el desierto, en súplica y espera, con la paciencia de seguirse amando en su promesa de volver. Así se hace ver que su bondad es infinitamente mayor que nuestro abandono a Él. El texto hace una autocrítica que puede hacer el lector: ser un texto intimista y alienante, pero en realidad es el misterio que se revela solo al humilde, la experiencia de pasar en Cristo al Padre. El redundante en algunos aspectos pero deja el sabor del deseo de intimidad que tiene Dios de permanecer en nosotros aún de manera misteriosa pero que puede ayudar a no solo tener conceptos, sino lo que la propuesta teológica de Oriente quiere provocar: una experiencia. Es así que presenta en el capítulo final a la Madre haciendo ver su “Si” que desató la lengua muda o imperfecta de la humanidad en oraciones santas y sinceras, invitando a todos a dar nuestro sí que haga en nosotros engendrar a Cristo, la oración permanente de María se eleva hasta que Cristo venga formado en todos. El texto concluye una propuesta de san Bruno, la llamada frecuentación de Dios, que es la experiencia de oración que nos da fuerza para perseverar en constante silencio y soledad, contexto no entendidos por muchos, pero que implica la docilidad y humildad para que Dios revele sus secretos, que el mundo ignora. De tal manera que respondamos como la doctora de la santa Faz con la pregunta: “¿Qué le dices a Jesús? –No le hablo, lo amo–”. Una vida de contemplación del misterio de Dios en una oración que permanece en el deseo de Dios, nos llevará a tener una pastoral auténtica y coherente con el misterio para que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, que es conocer al único Dios verdadero, y a su enviado, Jesús, el Cristo. Por eso más que buscar ser eficaz con los esquemas del mundo, la oración nos ayudará a purificar lo que no es pastoral y a vivir una vida sacerdotal de mayor contemplación de Dios para servirlo mejor.
Subsidio 7. María, ¿Dónde estás?, Catherine Aubin Pbro. José Emmanuel González Loza[3]
La hermana Catherine Aubin es religiosa de la congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Nos sumerge en el misterio de María a través de los lugares bíblicos donde residió y las pocas, pero significativas palabras que pronuncia en los evangelios. El próximo evento del Jubileo de 2025 nos ayudará a prepararnos en el camino de la oración para propiciar el encuentro con Dios. A continuación presentamos la síntesis de este volumen que nos hará mucho bien para conocer a María y encontrarnos con su Hijo Jesucristo.
En el capítulo número uno, la hermana Catherine nos habla acerca de los lugares geográficos para captar interiormente la vida de María y así poder contemplar en el plano espiritual aquello que está escrito y lo que no se puede ver en ello. Inicia con la pregunta María, ¿Dónde estás? En general, el lugar físico en el que nos encontramos influye en la forma en que vamos a entablar una conversación, esta pregunta también aparece en la Biblia y la encontramos en el libro del (Génesis 3, 9-10) «El Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: ¿Dónde estás? Oí el ruido de tus pasos en el jardín, respondió, pero tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí». El Señor interpela, invita y espera que cada uno acuda a una cita y un encuentro. Es María quien nos revelará los diversos significados espirituales de los lugares geográficos y espirituales para entrar en una relación estrecha y viva con ella. ¿Dónde vives, dónde resides María? Forma parte de la identidad de la persona y María responde en Belén de Judá, recordemos que Jesús y María vivían en Nazaret, en el norte, sin embargo Jesús nace en Belén, en el Sur. En Belén, María nos enseña que es el lugar de nuestro nacimiento y el de nuestros orígenes y comienzos. Nosotros también nos convertimos en morada de Dios, así que donde nos encontremos allí estará Jesús con nosotros. La Galilea: “encuentro de naciones” Esta región es citada más de cincuenta veces, es una región más tranquila que Jerusalén, sometida como Judea y Samaría al dominio de Roma. El profeta (Isaías 8, 23b) la describe como «territorio de paganos». ¿Cuál es nuestra Galilea del corazón donde María nos espera? Podemos encontrar la respuesta en Nazaret de Galilea. Es donde Jesús pasó su juventud con María y José, el evangelista (Lucas 2,51-4,16) menciona: «Jesús creció y pasó gran parte de su vida». Nazaret marca la vida oculta de María con Jesús y José. Nazaret: lugar de intimidad y confianza, de respeto y convivencia fraterna, de simplicidad y humildad. María nos espera para nuestro crecimiento y fecundidad de Dios. Quiere engendrarnos y hacernos renacer. En Caná de Galilea El evangelista san (Juan 2, 1) habla de María al píe de la cruz. ¿Qué nos enseña y transmite María en este lugar? Lo que va a pasar en Caná se presenta como evento de revelación, una manifestación no humana sino divina. La voz de María nos invita a ser obedientes a su Hijo “¡Hagan lo que él les diga!” (Jn 2, 3-5). María abre camino y es la primera en mostrarlo, ve lo que los otros no. En el episodio de las bodas de Caná (Jn 15, 1-8) El vino prefigura el amor y la entrega perfecta de uno mismo. Busquemos nuestro “Caná interior”. Estar en Caná significa estar en un espacio de entrega, pues cada vez que servimos, nos damos en un acto de generosidad y luz. María es aquella que no sólo nos engendra a la vida divina, sino que prepara en nosotros las nupcias con el Verbo en su Hijo. Si Nazaret es el lugar del crecimiento en Dios, Caná es entonces el lugar de la caridad por María con Jesús.
En el capítulo número dos, se nos narran las Palabras de María. San (Lucas 2, 19) narra el acontecimiento de María, «por su parte, conservaba todas estas cosas, y las editaba en su corazón». María nos enseña la prioridad de la interioridad, la confianza en Dios nuestro Padre y el recuerdo vivo de sus beneficios. Otras palabras ¿Cómo será esto? La primera palabra de María la encontramos en (Lucas 1, 34) « ¿Cómo será esto, porque yo no conozco varón?» Al recibir la visita de un ángel de Dios, María también recibe un privilegio reservado a pocos personajes bíblicos. Esta es la pregunta de una mujer inteligente, abierta y acogedora, ella pregunta ¿Cómo? No preguntó: ¿Por qué? La mayoría de nosotros, ante un evento inesperado, ya sea ascenso o un fracaso, un duelo o una enfermedad, nos preguntamos: ¿Por qué me pasó esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? María acoge y recibe las palabras del arcángel con una disposición que no es de miedo ni de dominación. Se sitúa en un lugar de confianza y diálogo, y no de resignación o sumisión. Hágase en mí según tu Palabra (Lc 1, 38) María se enfrentó ante todo en Nazaret frente a la hostilidad de quienes tomaban a su Hijo por un loco. María nos enseña a fundamentar nuestra existencia no en la generosidad sino en la confianza. Permanecer en la “casa de la confianza”, tendrá como consecuencia una forma de dar que ya no se hará solo según nuestros criterios. La confianza de María reposa en la confianza del Señor en Ella. Podemos decir con María: «Señor, que se haga en mí lo que tú dices». ¿Por qué nos has hecho esto? (Lc 2, 48) María le dirige a Jesús amonestaciones maternales: le dice “Hijo mío” y le comparte el dolor y la angustia de esos tres días buscándolo: Así mismo lo reafirma el (Salmo 10, 1) « ¿Por qué Señor, te mantienes a distancia, y te escondes en los tiempos de angustia?» María nos enseña a permanecer en la confianza incluso cuando no hay pruebas ni evidencia. Jesús se presenta como Maestro, no como discípulo: No es Jesús quien aprende y responde preguntas, sino Jesús quien enseña e interroga a sabios y doctores de la ley. “El ángel entró en su casa”; le encontraron en el Templo” La casa y el templo, lugares sumamente simbólicos del orden de la edificación, la habitación, la acogida. Lugar de apertura, descanso y protección, en el AT. La casa también es un espacio de intimidad. María recibe al ángel “en su casa”, esto es en su hogar. María se convierte así en imagen de una hospitalidad que no sólo acoge sino que hace de su propia persona una morada para el otro. María, que vive en su casa, también nos enseña a convivir con nosotros mismos, mientras que más cerca estamos de nuestro Dios – Amor, estaremos más próximos a los demás. El amor se convierte en el “lugar” donde estamos llamados a situarnos con María. Estar en casa para estar con Ella y llevarla con nosotros. El otro lugar significativo del reencuentro del niño Jesús con María es el Templo. En el AT. El templo de Dios es donde reside su nombre y su presencia. Su finalidad exclusiva de ser siempre y ante todo la oración. “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19. 51) El corazón es el sitio de nuestra intimidad más profunda. Este corazón profundo, llamado “aposento”, “morada” o “celda interior”, cumple tres funciones esenciales: La capacidad de silencio, de conciencia y de decisión. El silencio interior se experimenta en la oración y la meditación. La capacidad de conciencia y palabra, permite nombrar los movimientos interiores y la decisión sostiene el dinamismo interior sin dejarse distraer por los reclamos del mundo. Meditar en el corazón y con el corazón es situarse en el lugar de gratuidad y gratitud. Con María y en cuanto mujeres y hombres, se nos pide mirar nuestra vida e interrogarnos sobre el “cómo “vivir esto. Con María aprendemos a habitar nuestras tierras interiores. La meditación de María se práctica en la fe continua tensión hacia el Padre, en la esperanza que es certidumbre de que esas realidades están en nosotros esperando ser recogidas, la esperanza está ligada a la presencia del Hijo hacia el Padre y en la caridad que unifica pues el obrar del Espíritu de Dios.
En el capítulo tres hablaremos de las santas mujeres y María. Santa Catalina Labouré: La ubicamos en la época francesa, hacia el siglo XIX, María le enseñó no ya a llorar sino a asumir la vida. A la edad de 24 años, Catalina comienza su formación en París con las hijas de la caridad. Fundadas por san Vicente de Paúl, recibirá y acogerá tres apariciones de María que serán determinantes para toda la Iglesia. María quiere hablarnos y visitarnos, quiere mostrarnos un camino, indicarnos una ternura, enseñarnos no sólo a orar sino a volvernos oración y dar sentido a nuestras plegarias. María prepara a Catalina para recibir “una misión”. María prepara el corazón y lo dispone a recibir esa tarea. El 27 de noviembre, Catalina recibe instrucciones de hacer a cuñar “la medalla milagrosa”. María quiere acercarse, desciende a lo cotidiano, toma un medio simple y fácil: una pequeña medalla para llevar cerca del corazón. En estas apariciones de María a santa Catalina Labouré, María al hacerse tan accesible quiere evitar el miedo y el pavor. Santa Bernardita de Lourdes Pide María a Bernardita Soubirous, de 14 años que venía a las orillas del Gave a recoger leña para vender y alimentar a su familia. La Señora, le hace señas con el dedo de que se acerque. Bernardita no se atreve, siente miedo y piensa que es una ilusión. Terminan rezando juntas el Rosario, sin que la Dama “mueva los labios, sino que desliza sus manos por el Rosario”. María la Bella Dama, se aparecerá 18 veces a Bernardita. La séptima aparición es sin duda la más significativa. Bernardita cuenta: La Dama me dice que debo ir a beber de la fuente. Luego llega el tiempo de arañar las piedras de nuestro interior. Cuesta escavar en uno mismo, sostener el lodo de los pensamientos y actos oscuros, maliciosos y tortuosos. Trabajar la propia tierra interior en presencia de María significa hundirse en aguas sucias y turbias. Regresar una y otra vez, sin desanimarse. La pedagogía de María para conducirnos en este sendero es la de una madre paciente, sonriente y cercana. Hoy en Lourdes la fuente sigue fluyendo después de más de 150 años. Se va allá para orar, arrodillarse, confiarse y bañarse en las piscinas. Estas apariciones de María a Bernardita nos dicen cómo entabla relación con nosotros: Cada vez de modo único y tan respetuoso.
Reflexión sacerdotal y aplicación pastoral El ser humano no está acostumbrado a vivir en el silencio en estos tiempos modernos, encontramos tanto ruido interior y exterior, no podemos disfrutar de la contemplación en medio de la belleza de la creación, vivimos en un mundo donde todo parece monótono y pareciera que no encontramos el sentido de las cosas que realizamos y disfrutamos de lo que poseemos. Sin embargo hay una esperanza que no se ha perdido, la encontramos en Cristo a través de la presencia de la santísima Virgen María. Ella nos enseña a través del silencio el recogimiento interno de nuestros sentidos para descubrir lo trascendente a la misión que estamos llamados a responder con nuestro estilo de vida humano y cristiano. Si pensamos que nuestra vida está perdida, nos equivocamos, porque el mismo Señor es quien puede tomar las riendas de nuestra vida por la intercesión de la santísima Virgen María; ella como Madre, sabe muy bien lo que pasan sus hijos. Hemos de ponernos en una actitud de apertura, de corazón a corazón; el corazón de Jesús, unido al corazón de María, para que penetren los corazones humanos y darnos cuenta que la gracia de Dios sigue obrando aun en la miseria del hombre que ha caído en pecado y que busca reparar las faltas cometidas emprendiendo el camino de la conversión por medio de la gracia de Dios. No obstante en muchas ocasiones queremos obtener la respuesta inmediata que surge de lo más profundo de la oración, sin embargo hemos de ser pacientes con nosotros mismos en medio de los sufrimientos, enfermedades, problemas familiares, etc. No estamos solos, Dios va caminando en medio de nuestras vulnerabilidades y cuando surge la pregunta a nuestras incógnitas: María ¿Dónde estás? Podemos encontrar la respuesta en la sola presencia de María; esa presencia es esperanza convertida en oración. Ella está presente con su Hijo, está presente en medio de la Iglesia, en medio de nuestras dificultades, ella puede conducir nuestro camino hacia el camino de su Hijo Jesucristo, todos estamos protegidos bajo su manto, ella es la discípula que nos enseña a ser discípulos. Un discípulo es aquel que sigue a su maestro y aprende del maestro que es el mismo Cristo, un maestro que nos enseña la compasión, el amor, la misericordia, que nos enseña a orar y dirigirnos hacia Él, una vez que el discípulo aprenda a conocer a su Maestro todo en él cambia, ya no se puede ser la misma persona porque el encuentro con Cristo a través de María cambia totalmente la forma de ser, de pensar y de obrar, todo esto es movido por el amor que nos impulsa hacer cosas inimaginables, siempre para bien y para la salvación de nuestras almas. Por eso es muy importante y fundamental que cada Presbítero de la Arquidiócesis de Guadalajara promueva la devoción limpia y sana en honor a la Virgen María, si queremos amar a María necesitamos conocer a María a través de la Palabra de Dios, la catequesis, en el estudio sobre los santos padres que nos hablan de ella, podemos impartir alguna formación en tiempos litúrgicos fuertes como: días de solemnidad, mes de mayo, mes de octubre, o fiesta patronal con alguna devoción Mariana. Entre otras cosas que se destacan, se puede invitar a algún misionero o fiel laico comprometido y bien preparado para que pueda impartir algunas reflexiones Marianas, cursos de formación, experiencias o testimonios donde María interviene en la vida de la persona y del sacerdote. Si el sacerdote dedica un poco de su tiempo para rezar con y por el pueblo que Dios le ha encomendado, promueve el santo Rosario en familia, y una devoción de la virgen María recibirá grandes bendiciones. El sacerdote es el hombre de Dios, el hombre de oración, el hombre enamorado de Jesús y de María, tendrá ganada la comunidad que pastorea y construirá en cada familia la fe viva de miles de almas a su cuidado pastoral. Podemos concluir que si queremos imitar a alguien, imitemos a María, es el mejor modelo para acercarnos a Jesús; cuanto más imitemos a María, pronto obtendremos resultados positivos en el camino de la perfección cristina con mirada a la santidad de vida. Para encontrarnos con Dios, necesitamos el silencio de María; es su Hijo Jesucristo quien nos sigue hablando, así nuestra espiritualidad Mariana se hace cristiana. Recibir a Cristo a través de María, será la mejor obra de caridad para compartirlo con los que aún no lo conocen, para que crean en Él, lo amen y adoren. Que la santísima Virgen María, la llena de gracia interceda delante de su Hijo Jesucristo por nuestra conversión y salvación del alma, y que su mirada sea dirigida para todos sus devotos con ternura maternal.
Subsidio 8. La oración que Jesús nos enseñó: Padrenuestro, Ugo Vanni. Pbro. Luis Antonio Miramontes Castañeda[4]
¿Qué sacerdote no se pregunta constantemente cómo puede cumplir de mejor manera la voluntad de Dios en su vida? Teniendo la convicción de haber sido llamado por Dios para servir a su pueblo, el sacerdote continúa en la búsqueda de la fidelidad, de la entrega incondicional, continúa aprendiendo a comunicarse con Dios, a asemejarse a Jesús Buen Pastor, a imitarlo en el modo se relacionaba con su Padre y servir con misericordia a la gente que sufría. El padre Ugo Vanni, sacerdote italiano y experto en el estudio de la Sagrada Escritura realiza una reflexión en torno al Padrenuestro en los evangelios gracias a su experiencia de acompañamiento espiritual y en el ámbito pastoral. El padre Vanni propone un itinerario que orienta la vida del creyente por medio del Padrenuestro, la oración de nuestro hermano Jesucristo que nos enseña a hablar con Dios por medio del Espíritu Santo y servirlo desde lo que Él mismo nos inspira para pedirle y que nos capacita para poderle dar lo que nos pide. La realidad de nuestro siglo no es para nadie ajena puesto que vivimos tiempos complejos que no facilitan el camino de vida espiritual para los hombres y mujeres, pues en medio de las enfermedades, guerras, injusticia, ideologías, indiferencia, superficialidad, comodidad, materialismo, entre otros; vemos que no es fácil centrar la mirada en Dios para comunicarse con Él y escuchar su voz que nos oriente para no perder el rumbo de nuestra existencia. La Iglesia primitiva que vivía sus propios conflictos humanos, religiosos, culturales, encontró en la narración de los evangelios el punto central del mensaje en el Padrenuestro la respuesta y la guía que los conducía al encuentro con Dios y al cumplimiento de su voluntad. El cristiano de hoy necesita la fuerza que brota de la oración, de la fe confiada con la que Jesucristo tenía para con su Padre. El sacerdote debe seguir siendo el pastor, hermano, amigo, acompañante que desde su propia experiencia de oración con el Padrenuestro, se fortalece y guía a los creyentes en medio de sus dificultades, de su realidad compleja, de las situaciones que aquejan al mundo. El padre Vanni explora cómo los elementos que componen el Padrenuestro están presentes en el Evangelio de Marcos y cómo se articulan en las versiones de Mateo y Lucas. A lo largo del Nuevo Testamento, la oración se sigue desarrollando en la predicación de Pablo y alcanza una elaboración madura en el movimiento joánico. El padre Vanni dirige una reflexión del Padrenuestro desde las características propias de cada evangelista, y que aportan una gama de posibilidades para que teniendo una mejor comprensión de esta maravillosa oración podamos nutrir nuestra fe y la de nuestros hermanos que quieren ver en nosotros sus sacerdotes, esos hombres de fe y oración. En el evangelio de Marcos 11, 22-24, el Padrenuestro se convierte en una oración que quiere fortalecer la etapa de la iniciación cristiana, por lo que el creyente debe introducirse en una oración confiada en Dios Padre que escucha y atiende todas sus necesidades terrenales y espirituales. De esta manera, deberán dirigirse a Dios como Padre, pues lo es, deben anhelar la experiencia de su reino, confiarse a su voluntad, poner en sus manos todas sus situaciones de vida, vivir en el amor mutuo y ocuparse de vencer la negatividad del maligno que quiere separarlos de Dios. Para el evangelista Mateo 6, 9-13, la oración del Padrenuestro está situada en el contexto de las enseñanzas del sermón de la montaña que es un espacio muy particular y especial para los discípulos pues los lleva a una relación de intimidad filial con el Padre. No es necesaria la palabrería, hay que decir lo esencial, llegar a lo profundo; Dios está en lo secreto, en la intimidad familiar de los hijos que se dirigen a su Padre y que confían en que serán atendidos y escuchados. Dios es cercano pero celestial, su reino es el “lugar” que se debe pertenecer y del que el maligno no los puede separar. El padre Vanni propone una unión entre el mensaje de Pablo puesto que hay algunos rasgos similares como el de llamar Abbá a Dios (Rm 8, 15; Gal 4, 5-6). San Pablo hace una invitación a dirigirse a Dios así como como Jesús lo hace, el cristiano es hijo de Dios gracias a la filiación de Jesús que nos enseña a esperar la venida del reino, a hacer su voluntad, confiar en su providencia, en la bondad de Dios que nos otorga su amor. Lucas se centra en estas actitudes de Jesús que confía y actúa según esa confianza ante su Padre. Jesús ora, se retira a un lugar silencioso, esto llama la atención de sus discípulos y le piden que los enseñe también a orar (Lc 11, 1-4). Los discípulos se comprometen en este itinerario de oración. Como es sabido, el evangelio de San Juan es un movimiento más profundo que promueve la vida de fe de los creyentes pues se habla de una experiencia eclesial que ha profundizado en su encuentro con Dios. El evangelista se centra que Jesús es Hijo único de Dios (Jn 1, 14), por lo cual tiene una relación plena con su Padre. La vida de Jesús es regulada por el Padre y lo que hace el Hijo lo hace el Padre (Jn 11, 9-10). La oración que se dirige al Padre se hace en nombre de Jesús (Jn 15, 16; 16, 23-24). Los signos encontrados en este evangelio nos llevan a entender que el Padre nos da a Jesús como alimento, es nuestro Pan bajado del cielo (Jn 6, 51); debemos en todo hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34) porque siempre hizo lo que le encomendó (Jn 14, 31); a permanecer en unidad como el Padre y Jesús (Jn 17, 11); mantenerse alejados del maligno con la gracia de Dios (Jn 17, 15). La aparente ausencia del Padrenuestro en este evangelio al final concentra en las actitudes prácticas de Jesús que vive esta oración en cada momento de su vida y por esta razón pide a sus discípulos que lo vivan del mismo modo, los discípulos aprenden a orar viendo a Jesús orar. El Padrenuestro es una oración que se hace vida, pues quien pide al Padre, vive lo que ha pedido puesto que le es dado en abundancia. Por medio de los escritos de Juan podemos entender que los cristianos de todos los tiempos necesitamos vivir en una comunión de amor, amándose los unos a los otros (1 Jn 4, 11), sabiéndose hijos de Dios y seguros de que siempre nos protege de todo lo malo puesto Jesús venció al enemigo siendo superior a su maldad (Jn 16, 11). Este itinerario del Padre nuestro se convierte en un modelo de vida para nuestros días, de manera especial en camino al Jubileo del año 2025 como nos ha propuesto el papa Francisco, primero de modo personal en la vida sacerdotal y por su puesto para vivirlo en nuestra comunidad eclesial partiendo de las pequeñas comunidades parroquiales dando una muestra al mundo que nuestra fe en Jesús es auténtica, es real, se hace vida por medio de la oración y la práctica de la caridad en el prójimo. A continuación proponemos algunos elementos que pueden ayudar a vivir de modo práctico y sencillo como nos pide el papa Francisco, ya que la oración del Padrenuestro nos ayuda a no marginar a Dios de nuestra vida y de nuestra realidad actual, al contrario, nos devuelve la alegría de vivir y la serenidad para no perder la paz en medio de nuestra dificultades y situaciones complicadas o retos de vida. 1. Necesitamos seguir priorizando nuestra relación con Dios puesto que en esa intimidad con Dios podemos como sacerdotes seguir cuidando nuestra identidad y vocación para seguir siendo instrumentos de la gracia de Dios para los hermanos, sabiendo que nuestro Padre del cielo nos llama a vivir la fe con deseos de llegar a su presencia. 2. Acoger con respeto y dignidad a las personas que se acercan a nosotros buscando a Dios que los ha creado para que se santifiquen ayudados de nuestros consejos y orientaciones, mejor aún, de nuestro modo de vivir en santidad, para que puedan entender en qué consiste ser santo en la vida práctica. 3. Disponer en nuestras comunidades parroquiales, lugares, espacios, momentos de oración, encuentro, formación, fraternidad, apostolados donde se experimente al amor de Dios, su reino de paz y justicia. 4. Promover cada vez más la fraternidad sacerdotal, para que apoyados unos de los otros podamos cumplir la voluntad de Dios, haciendo más llevaderos los retos propios de nuestro tiempo y enseñemos a los fieles a cumplir los designios de Dios en su vida también. 5. Trabajar en comunión entre sacerdotes y laicos porque nunca falte el alimento eucarístico para los hijos de Dios, dando mayor dignidad y respeto a la celebración de la Eucaristía. Procurar auxiliar a quienes no tiene el pan cotidiano para que saciando su hambre física, puedan experimentar los deseos de nutrirse de Jesús pan bajado del cielo. 6. Predicar y ofrecer la experiencia del perdón y la misericordia de Dios. Acercarnos al hermano que sufre la violencia, el odio, los maltratos, la indiferencia, el abandono para que comprendan que somos hermanos y que la paz que viene de Dios es la única solución a tantos males que dañan al mundo. 7. Ser buenos sacerdotes, testigos del amor de Dios, promotores de la dignidad humana, motivadores para que otros quieran seguir el camino del sacerdocio y de la vida de servicio a Dios en los hermanos para gloria suya y felicidad nuestra. [1] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2010; obtuvo la licenciatura en Sagrada Teología Bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en 2014. Prestó su servicio como director espiritual en el Seminario Menor de Guadalajara durante 7 años, y posteriormente fue asignado como vicario a la parroquia de San Nicolás de Bari. [2] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2009, ex párroco de Cuquío y vicario episcopal, fue formador en la etapa de secundaria en el Seminario de Guadalajara, por 7 años, y actualmente presta su servicio como director espiritual en el Seminario Mayor, en los grupos de tercero de Filosofía y primero de Teología. [3] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2015. Realizó estudios de Teología Pastoral con especialidad en el cuidado de la salud en la Pontificia Universidad Lateranense (2020-2022). Presta su servicio como director espiritual del grupo de primero de Filosofía en el Seminario Mayor. [4] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2016. Tiene una licenciatura en Teología Espiritual por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2022-2024). Actualmente presta su servicio en el Seminario Menor como espiritual de tercero de preparatoria. |