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Nos ha dejado Luis de la Torre

Ignacio Bonilla Arroyo[1]

 

 

La mañana del 23 de enero del año en curso,

en su domicilio particular de la Ciudad de México,

dejó de existir, a la edad de 91 años, un colaborador asiduo de este Boletín,

en razón a lo cual se pidió a quien mejor lo pudo hacer

radactar una nota entre necrológica y laudatoria

del difunto, tarea que acometió de inmediato

en los términos que aquí siguen.[2]

 

 

 

 

A mi amigo Luis de la Torre

In memoriam

 

Mi padre fue amigo del papá de Luis de la Torre. Grandes señores de su tiempo, en el Mezquitic de la primera mitad del siglo xx. Con ese antecedente yo sabía de la familia de Luis, pero a él no tenía el gusto de conocerlo personalmente. Me habían informado de la importancia de su trabajo en la Ciudad de México, como caricaturista de Excélsior.

Fue hasta comenzar mi cargo de presidente municipal de Mezquitic que lo conocí en persona. Hubo empatía desde nuestro primer contacto. Charlamos sobre nuestro pueblo, hablamos de planes y proyectos, de sueños, sobre cómo podríamos trabajar para ayudar a nuestros paisanos y a nuestro municipio, el más extenso de Jalisco y que ocupaba el primer lugar en pobreza y marginación.

En mi primer año de gobierno publiqué el Boletín Municipal con una frecuencia mensual, cuatro hojas en mimeógrafo que informaban a los ciudadanos tanto de los planes del gobierno como de los chismes del pueblo. Se enviaba a los mezquiticenses que radicaban fuera del municipio, en la república mexicana y en Estados Unidos. A mí me sorprendió el éxito de esta modesta publicación, y a Luis también. Fue el antecedente de lo que ocurriría después.

A finales de 1977, Luis de la Torre me propuso la creación de un periódico formal, libre de compromisos oficiales; es decir, hacer un periodismo cultural que contribuyera al desarrollo de la región, con la idea de que tuviera una frecuencia trimestral. Con el tiempo, después de circular durante dos años, la opinión de los lectores coincidía en que era un periódico muy católico, “porque salía cada que Dios quería”. La falta de recursos económicos lo hizo una publicación con frecuencia irregular.

En ese tiempo Luis y yo ya teníamos una relación de amigos, habíamos encontrado objetivos comunes, sueños parecidos, modos de ser arraigados del Mezquitic de nuestros padres. Caminábamos por las mismas veredas, tropezábamos con las mismas piedras, teníamos muchas cosas en común. Le dije que sí a su proyecto periodístico y, en febrero de 1978, nació Mi Pueblo. Vida y Expresión de la Provincia. Él fungía de director y yo como encargado de su administración.

Nuestra relación de trabajo fue excelente. El proyecto comenzó a crecer, hasta lograr un impacto regional. Los propios lectores empezaron a escribir en el periodiquito, como mucha gente le llamaba de cariño. Se incorporaron también las plumas de personajes importantes de la literatura, la historia y las artes.

A través del trabajo periodístico conocí más a Luis, nuestra amistad se fortaleció. Llegó a comentarme cómo, en su trabajo de ‘Últimas Noticias’ de Excélsior, tenía que hacer diario, a la una de la tarde, una caricatura. Se inspiraba en la última noticia que llegaba a los teletipos del periódico. Debía hacer un dibujo con pocas líneas que lograra en sus lectores, a primera vista, una sonrisa y una reflexión.

Luis de la Torre logró posicionarse como caricaturista importante en el país, hasta obtener el Premio Nacional de Periodismo en el ramo de Caricatura. Fue director de arte de la revista Plural de Excélsior y colaboró en El Búho, el suplemento cultural que se publicaba los domingos, bajo la dirección de René Avilés Favila. Luis se relacionó con escritores y diversos intelectuales de dimensión nacional, y también tuvo tiempo para pintar Quijotes. Con sus diversas “lecturas” a Don Quijote de la Mancha, ilustró varios de sus textos. Sus pinturas llegaron hasta España y en especial a Alcalá de Henares, donde yo tuve la fortuna de estudiar por un tiempo.

Yo considero que en Mezquitic mucha gente solía ser demasiado solemne, guardaba las formas, el respeto, la seriedad. Luis enseñó a muchos mezquiticenses a ver la vida con menos solemnidad, a vivirla con humor. Yo aprendí de Luis a saber reírse de sí mismo, ponerse en el lugar del otro y sonreír con más frecuencia. Sus editoriales en el periódico Mi Pueblo me ayudaron a gobernar mejor, a entender el alma de los pueblos, el recato de la gente, a resistir el chisme negro y aguantar la crítica mordaz como gobernante.

Los análisis que hacíamos de las reacciones del pueblo, sus decires, sus hábitos, su forma de actuar, de agredir, de consentir, de resolver, fueron verdaderas lecciones de sociología, de psicología, de historia. No es fácil estudiar a un pueblo como el nuestro. Luis lo hizo y lo entendió a la perfección. Una vez me dijo que Mezquitic era como una pitaya: escabrosa por fuera, espinosa, desagradable; pero por dentro, dulce, jugosa, apetitosa.

El pensamiento de Luis de la Torre, su creación intelectual, sus gustos, su interpretación de Mezquitic y del México que le tocó vivir, está plasmado en los 150 números del periódico Mi Pueblo, publicados durante 25 años, así como en sus libros. Esta obra periodística se puede apreciar en la exposición que está actualmente montada en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de Guadalajara, en donde también hay videos con entrevistas a De la Torre.

Luis era feliz viviendo en familia con su esposa e hijos, disfrutaba escribiendo libros, pintando quijotes, soñando un mundo con justicia y paz, dibujando caricaturas. Sin embargo, profesionalmente, lo que más disfrutó fue el periódico Mi Pueblo, con el que por fin logró conocer Mezquitic, después de tantos años de vivir en Guadalajara y México. Su obra periodística contribuyó al rescate de la narrativa rural, al estudio de la microhistoria del Norte de Jalisco y Sur de Zacatecas. Además, logró hacer el deleite de muchos lectores al consignar, con la palabra escrita, el habla del pueblo, el lenguaje de ese México rural que ya se nos ha ido. Concibió un periodismo que hoy ya no sería posible, porque ya no habría pueblo que lo inspirara.

Recibiste, Luis, el reconocimiento de tu pueblo con la biblioteca que lleva tu nombre; te hiciste merecedor del Premio Jalisco, el más grande reconocimiento que otorga el estado.

En el viaje que has emprendido te encontrarás con tus hermanos Octavio, Natalia, Salvador y José Conrado. Pero dejas a tu hermano Florentino, a tu esposa María y a tus hijos Lourdes, Silvia, Luis Felipe, Héctor, Heber y María Pía. También dejas un legado grande en tu obra pictórica, en los libros que escribiste y, sobre todo, dejas muchos amigos.

Descansa en paz. Que tu talento y tu mirada para ver lo amable de la vida, la gracia de las cosas, lo divertido de este mundo, siga acompañándote con el Creador. Ahora cuando veamos tus caricaturas, seguramente en lugar de una sonrisa, nos provocarán una lágrima.

 

Guadalajara, Jalisco, a 23 de enero del 2024



[1] Presidente Municipal de Mezquitic y Director de Culturas Populares de Jalisco, fundó el Encuentro Nacional del Mariachi Tradicional. Fue coordinador general de la conasam. Se hizo acreedor al Premio Nacional de Periodismo Cultural ‘Fernando Benítez’ y a la Orden del Mérito Civil del Rey de España.

[2] Este Boletín agradece al autor de este texto su disposición inmediata a cederlo para que se publicara en estas páginas.



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