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Mensaje al pueblo de Dios de la cxv Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano
Prot. No. 196/23
Reunidos en la cxv Asamblea Plenaria, los obispos de México nos dirigimos al Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras, bajo la mirada maternal de Santa María de Guadalupe. En estos días hemos reflexionado sobre el momento histórico que estamos viviendo y cómo responderemos a sus diferentes desafíos, buscando realizar la voluntad de Dios. Nuestra mirada pastoral se dirige primeramente a nuestros hermanos y hermanas que están sufriendo las consecuencias del huracán Otis, que azotó principalmente las costas del estado de Guerrero. Este acontecimiento hace patente nuestra vulnerabilidad. No podemos medir el sufrimiento de tantas personas que perdieron algún ser querido, su casa, su trabajo… y sobre todo los que enfrentarán un período largo de reconstrucción. Les manifestamos nuestra cercanía con la ayuda solidaria que nuestras iglesias locales de México seguirán haciéndoles llegar y exhortamos a todos a continuar colaborando para esta causa. Asimismo, interpretamos este “signo de los tiempos” como un reclamo de la naturaleza que sigue sufriendo inestabilidad y cambios drásticos en el orden creado, por el descuido y la indolencia de quienes habitamos la casa común. La naturaleza no nos pertenece, somos parte de ella, creación de Dios. El papa Francisco, en su reciente exhortación Laudate Deum, nos ha recordado las causas humanas de la crisis climática global y que “por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes”. Además, son los más pobres los que siguen pagando las consecuencias. Invitamos a todos a asumir la responsabilidad del cuidado de la naturaleza, cada quien desde su ámbito de influencia, para lograr compromisos y respuestas globales más eficaces. Otra crisis global patente es la violencia y la guerra. Los atentados terroristas de Hamás y la destrucción en Gaza han traído la muerte de miles de personas. Este conflicto se ha sumado a la guerra entre Rusia y Ucrania, y a otros conflictos bélicos más, que tienen efectos globales, y que ejemplifican lo que el papa Francisco ha llamado una “Tercera Guerra Mundial a pedazos”, poniendo una vez más en evidencia lo inhumano de la guerra. Nuestras comunidades en México siguen padeciendo la inseguridad y la violencia, que crecen de manera exponencial en muchas zonas de nuestro país. Y no se trata sólo de estadísticas, sino de rostros y corazones de personas concretas que sufren las consecuencias de la violencia extrema, de la impunidad, de la desaparición de sus seres queridos, del cobro de piso, de la migración forzada y de las estrategias de seguridad fallidas. El reciente Diálogo Nacional por la Paz, realizado en Puebla, nos ha dado luces para la reflexión y acción. Debemos seguir buscando caminos operativos para construir una cultura de la paz. Exhortamos a todos a participar en estas propuestas, de manera que nos lleven a la reconciliación y a la pacificación tan anheladas. La solidaridad y el cuidado de la casa común, el diálogo y la construcción de paz, son algunas acciones que tienen el potencial de convertirse en ejercicios sinodales, pues nos convocan a caminar juntos buscando la voluntad de Dios, reconociendo que “todo está conectado” y que “nadie se salva solo”. El reciente Sínodo sobre la Sinodalidad realizado en Roma nos ha dado luces para comprendernos mejor como Iglesia llamada a la comunión, a la participación y a la misión. Una actitud sinodal que no sólo es “entre católicos”, sino que como Iglesia estamos llamados a vivir con todos los hombres de buena voluntad. Aunque en algunos hay temores hacia lo inexplorado o de abrirse al diálogo abierto sobre temas complejos dando voz a todo el Pueblo de Dios, ponemos nuestra confianza en el Espíritu Santo que guía a la Iglesia, que da armonía entre la diversidad y que será el faro que nos oriente en este camino sinodal. Es en la aceptación mutua, la escucha, el diálogo, el silencio, el discernimiento y la acción participativa, que podremos dar más espacio al Espíritu y enfrentar los retos de nuestra Iglesia en México y los desafíos globales a los que hemos hecho referencia. Finalmente, invitamos a todo el Pueblo de Dios a que abramos nuestra mente y nuestro corazón a la esperanza, a confiar más en el Señor. Miremos a Jesús y volvamos a escuchar su Palabra. Y mientras seguimos caminando hacia la celebración de los quinientos años de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe en el 2031, y en el año 2033 de los dos mil años de la redención, hagámoslo con la convicción de que Dios guía a su Iglesia y que también confía en nosotros. Que Dios y Nuestra Señora de Guadalupe estén siempre con ustedes.
Los obispos de México
Lago de Guadalupe, Cuautitlán Izcalli 16 de noviembre del 2023 |