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Visita a Guadalajara de una cigaleña

 

Marta Barrigón Malfaz[1]

 

 

Se pasan a letras de molde las vivencias de una castellana

que nos cuenta, como nativa del lugar

donde vino al mundo Fray Antonio Alcalde,

su impresión durante los días que tuvo

para recorrer por vez primera la ciudad episcopal de su más ilustre paisano

y ser testigo de honor del reconocimiento del Ayuntamiento de Guadalajara

a su ‘hermano’, el Ayuntamiento de Cigales, al rebautizar el Jardín Botánico tapatío

como ‘Jardín Botánico Villa de Cigales’,

en un acto que presidió el Alcalde Pablo Lemus y

al que asistió el Gobernador de Jalisco Enrique Alfaro.[2]

 

 

 

Constreñida por una solicitud que no puedo rechazar, teniendo ante mí esta hoja en blanco para que soporte mis recuerdos y sensaciones únicas e imborrables, sólo se ajusta a mis recuerdos la impresión que me dejó, siendo muy pequeña de edad, mi primera visita al mar, de la que recuerdo con precisión todo, a casi medio siglo de ello: el olor, el momento de la jornada, el clima, la compañía.

Formé parte de una delegación de cigaleños compuesta por Fernando Alcalde Bravo, su esposa Aurora María López y sus hijas Elena e Inés, y tuvimos para nosotros una parte del mes de marzo de 2023, a partir de una jornada que comenzó en la madrugada y tuvo como primer acto formal una visita a la cabecera del hoy dilatadísimo municipio de Zapopan, a su Basílica para ser más precisos.

Nos recibió en el convento que la circunda un fraile franciscano que hizo gala de buena crianza y destreza para explicarnos con esmero dónde estábamos y cómo se consolidó el culto a una pequeñita escultura que recibe hoy el nombre familiar de ‘la Virgen de Zapopan’, modelada por imagineros indios de la provincia de Michoacán con pasta de caña de maíz y miel de orquídeas antes de 1531, imagen que es celestial patrona de Guadalajara y cuyos templos visita en el temporal, luego del cual retorna a su casa en medio de una romería que, además de copiosísima, se singulariza por la cantidad de danzantes con pasos y atuendos amerindios que la acompañan.

Todo eso lo supimos al tiempo que recorríamos patios, pasillos amplios, el refectorio, la basílica y sus anexos, saturados –de sobra está decirlo– de fervor mariano y justa gratitud. De esto no tengo duda, porque se nos hizo saber el modo en que hace más de 270 años el Ayuntamiento tapatío confió a la Virgen que librase a su vecindario de rayos y epidemias, en prenda de lo cual sus devotos han dejado constancia en diminutas pinturas en las que de forma plástica se cuenta lo que en una reseña escrita se aclara.

Supimos, en fin, que en 1734 la Virgen de Zapopan fue declarada patrona de Guadalajara. También que, desde entonces, entre junio y octubre recorre los templos de la extensa zona metropolitana y que retorna el 12 de octubre de la Catedral de Guadalajara a su Basílica, en un trayecto de poco menos de diez kilómetros, acompañada de un cortejo que en 2022 concitó a más de dos millones de peregrinos.

De aquí pasamos a otro Santuario, ya en Guadalajara: el de Nuestra Señora de Guadalupe, lugar de culto en que está sepultado el cigaleño Fray Antonio Alcalde. A este bello recinto espiritual volveríamos en sucesivas ocasiones, pero esta vez era la primera. Entramos por la puerta lateral y accedimos al despacho del señor cura J. Guadalupe Dueñas. Tomamos un refresco y descansamos unos minutos para proceder a la visita, acompañados del padre Tomás de Hijar.

La excelente visita comenzó fuera, en el atrio. Buscamos la sombra para atender la explicación. Hacía calor. El cambio de horario se empezaba a notar. Todos los detalles eran maravillosos. Fray Antonio Alcalde tuvo el deseo de edificar esta iglesia en la periferia norte de la ciudad, por aquel entonces deshabitada, colocándose la primera piedra el 7 de enero de 1777. Él costeó completamente la construcción, así como la de varias casas que luego se rentarían a bajo precio para las personas pobres que quisieran habitarlas. La voz popular desde aquel momento las llamó “las cuadritas”. Teniendo un gran fervor por Nuestra Señora de Guadalupe, el señor obispo dedicó el templo a esta advocación mariana. Tras cuatro años de continuos y extenuantes trabajos, fue bendecido por el señor Alcalde y se ofició la primera misa por Fray Rodrigo Alonso.

Desde la puerta del Santuario, mirando hacia el Jardín, puede observarse la estatua de Fray Antonio Alcalde elevada en un gran pilar. Me dicen que es la más grande de la ciudad. Luego los sonidos de nuestros pasos revotaron por el recinto. La cúpula es grandiosa. La imagen de la Virgen se encuentra en el altar principal. Es impresionante, de grandes dimensiones y extraordinaria belleza. Es una imagen familiar, cercana a los ojos de los creyentes. A sus pies se encuentra la última morada de nuestro paisano. Ahí nos detuvimos, teniendo momentos de recogimiento y oración.

Continuamos nuestro recorrido por la calle lateral, para ingresar al restaurante La Morenita. Compartimos la comida con estupendas personas, degustando los productos típicos con que nos obsequiaron.

Más tarde nos acercamos al Albergue Fray Antonio Alcalde, ubicado en una de aquellas 158 casas que mandó construir el preclaro cigalés que deseaba el bien corporal y espiritual de su grey. Se respiraba aquí bondad infinita, indescriptible. Maru, su directora, nos detalló cómo se enteraron las autoridades del destino fatídico de estos edificios mandados levantar por amor al prójimo, cercanos al Hospital Civil, también fundado por Fray Antonio Alcalde. Personas de buena fe pudieron detener la desaparición de esta vivienda, para dedicarla a obras sociales.

Caída la tarde, nos dirigimos al Panteón de Belén. Este es un cementerio histórico inaugurado en 1848. Está ubicado sobre lo que fuera la huerta del Hospital. Con explicaciones formidables, el padre Tomás de Hijar nos fue adentrando a todos los hechos ahí ocurridos y los personajes que ahí reposan. La capilla está dedicada a Santa Paula, a la que se accede por escalinatas. En sus esquinas hay cuatro plañideras. La noche era envolvente. En el grupo éramos numerosas personas.

Al salir nos esperaba un autobús en forma de guitarra. Toda la expedición subió a su terraza y comenzó un paseo por la ciudad. El padre Tomás siguió dándonos todo tipo de indicaciones para que supiéramos en todo momento dónde nos encontrábamos. Muy divertido fue cuando pasábamos por las calles arboladas porque, al estar en un lugar elevado, las ramas podían dar contra nuestras cabezas. Así tuvimos que agacharnos en distintas ocasiones, con el consiguiente juego y risas entre los asistentes.

Más tarde, el vehículo aparcó frente a la Catedral. A la vez comenzó un video mapping, que tenía por soporte su fachada, relatándose ante nuestros ojos la historia de Guadalajara. La música, las luces, las envolventes palabras del anónimo locutor y el sombrero que nos pusimos hicieron que este rato fuera alucinante, muy divertido.

Todo esto vivimos el primer día que la delegación de cigaleños pisó las calles de Guadalajara. Fue un día intenso, hermoso, conociendo amables personas que nos acompañaron el resto de nuestra estancia. Esta gente encantadora, amante de Fray Antonio Alcalde, tenía la intención de mostrarnos todo lo referente al cigaleño que fue dejando una huella en la ciudad y, por lo que intuimos, en el corazón de todos sus pobladores. Luego fuimos a descansar al Hotel Casa Cigales, realmente agotados y henchidos por todo lo vivido.



[1] Nació en Cigales hace 53 años. Allí reside con su esposo y cuatro hijos. A su costa, y siendo Consejal de Cultura del Ayuntamiento de su patria chica, resolvió venir a Guadalajara para la ceremonia que tuvo lugar el 13 de marzo del 2023. Cuando lo natural hubiera sido que representara a la corporación de la que formaba parte, se lo impidió de forma fútil y tonante José Ignacio Fernández, a la sazón alcalde de Cigales por el psoe, quien no satisfecho con eso, hizo lo posible por denostarla y perpetuar, para su gobierno, una felonía tristemente anecdótica.

[2] Este Boletín agradece a la señora Barrigón su voluntad inmediata para componer esta crónica para estas páginas.



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