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Generala de Armas y protectora del estado de Xalisco

Tomás de Híjar Ornelas

 

 

Homilía pronunciada en la Misa de las 12 horas del 12 de junio del 2022,

en el templo de Santa Teresa en Guadalajara, que presidió

el Guardián y Rector de la Basílica de Zapopan, Fray Martín Reza, ofm,

ante la venerable imagen de Nuestra Señora,

que él mismo trasladó, a ruegos de la Guardia de Honor de la Virgen,

para comenzar allí la cuenta regresiva del bicentenario

del nacimiento del estado de Jalisco.[1]

 

 

Reverendo Padre Fray Martin Reza, Guardián del convento de Zapopan y

Rector de su Basílica

Representantes de la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Zapopan

Muy queridos hermanos y hermanas

 

Sean ustedes bienvenidos una iglesia que comenzó a edificarse en 1690 para uso de la comunidad de carmelitas descalzas del convento tapatío de Santa Teresa, convertido a partir de 1735 en “mesón de la Virgen de Zapopan”, apenas jurada Patrona de Aguas de esa capital, y las monjas custodias de su ajuar y responsables de su aliño al tiempo del arribo y del retorno de tan venerable imagen a su basílica, del 13 de junio al 4 de octubre de cada año, es decir todo el temporal de lluvias, durante el cual era recibida en todos los templos de la ciudad donde se le ofrecían actos piadosos.

***

Este domingo, la liturgia de la Palabra nos coloca ante el misterio del cristianismo por excelencia, el de la Santísima Trinidad, epílogo de las Pascuas de Resurrección y de Pentecostés. En efecto, si aquélla actualiza durante 50 días la resurrección de Jesucristo y la otra subraya la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María, nada más natural que dedicar el domingo siguiente al más grande postulado dogmático según el cual Dios es uno en esencia, pero trino en personas, postulado que acuñó la teología de la Iglesia luego de superar grandísimos escollos, a través de dos grandes escuelas, Oriente y Occidente, siguiendo la ruta que para ello trazó el primer Concilio ecuménico de la historia, el de Nicea, del año 325.

Acerca del Misterio trinitario, la teología oriental enfatiza más la distinción del Padre respecto del Hijo y el Espíritu Santo. La occidental, siguiendo a San Agustín desde lo que el pasaje del Evangelio proclama hoy (Jn 16:12-15), saja sin romperla y sin mengua de la identidad inconfundible de cada una de las tres Divinas Personas la unidad divina con el buril del amor. En efecto, lo que Jesucristo propone a sus discípulos no es otra cosa que empaparlos por medio de su Espíritu, de su esencia, en un acto que los peritos en ciencias sagradas denominan “inhabitación trinitaria”, pues se alude con él al modo como el Padre y el Hijo se hacen uno por el Espíritu y los fieles cristianos, por Cristo, con Cristo y en Cristo participamos también de tal plenitud.

Eso es lo que plantea, desarrolla y expone el Águila de Hipona, hasta hendir la parte estática del monoteísmo judío –y musulmán, que no existía aún– cuando demuestra cómo es que la persona del Padre, en el acto más propio de su naturaleza creadora porque lo abarca todo, engendra al Hijo, de donde procede el Espíritu Santo, vía que San Agustín desglosa en términos tales que según él el Padre viene a ser el amante, el Hijo, el amado, y el Espíritu Santo el amador, esto es, el nexo que une hasta el infinito y por siempre a las divinas personas.[2]

Con dicha exposición y términos, el obispo y filósofo supremo ahorró a la teología de Occidente el quedarse varada o en suspenso ante el vacío del monoteísmo a secas, toda vez que teniendo ante sí la contemplación del Absoluto (del Creador), Aquél por quien todo fue hecho (el Verbo) nos introduce al ámbito de la acción divina por medio del Señor y dador de vida (el Espíritu Santo), cuya inmutabilidad perfecta sostiene la comunicación perfecta y transparente, de encuentro y diálogo totales en la Santísima Trinidad.

Y en este punto queremos engarzar esta solemnidad con el motivo particular que hoy nos reúne bajo las bóvedas del templo donde hace casi 200 años comenzaron su andadura el estado de Xalisco y la República Mexicana, a los pies de la devota imagen de la Expectación del Parto de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Zapopan, circunstancia que ha aprovechado su Guardia de Honor, que aquí nació el 5 de octubre de 1938, para renovar ante ella su voto de fidelidad en el primer acto público de una cuenta regresiva que a la vuelta de 365 días contados a partir de hoy nos pondrá ante la conmemoración del bicentenario del nacimiento de la República Mexicana desde el Estado de Jalisco.

***

Hallarnos a los pies de la imagen de Nuestra Señora de Zapopan en el que fue templo conventual de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa la víspera del 13 de junio del 2022, cuando se cumplen 201 años del nacimiento del Imperio Mexicano, y a pocas horas del 199 aniversario de la creación del Estado Libre y Soberano de Xalisco, nos pide explicar en qué consistió la participación protagónica que tuvo la Patrona de la Arquidiócesis de Guadalajara en uno y otro trance y por qué no es un disparate o una balandronada afirmar que desde esta capital nacieron el Imperio mexicano y la República mexicana.

Todo comenzó gracias a la circunstancia providencial que haber coincidido el día de la recepción oficial y solemne de la imagen de Nuestra Señora de Zapopan en Guadalajara de 1821, el 13 de junio –que también lo es de San Antonio de Padua–, con la procesión que trasladaba a la Zapopana de la portería del monasterio de las hijas de la doctora abulense, y al pie de un nicho dedicado a la misma escultura pétrea del franciscano lisboeta que ahora se resguarda en el bautisterio de este recinto, con el anunció de la adhesión de los jefes militares responsables de la defensa de la Diputación Provincial de Guadalajara en la vecina villa de San Pedro Tlaquepaque al Plan de Independencia de la América Septentrional, lanzado por Agustín de Iturbide cuatro meses antes en Iguala.

De la hornacina de San Antonio, acabamos de decir, partía en procesión a la puerta del Perdón de la Catedral el cortejo de corporaciones civiles y eclesiásticas de entonces, para acompañar a la Virgen de Zapopan, sólo que ese año de 1821, con lo apenas señalado y, al cabo de pocas horas, que ante el concurso de devotos los militares repitieran lo que hicieron en San Pedro Tlaquepaque sin que nadie objetara su proclama, antes bien contando con el espaldarazo común, pues al día siguiente los representantes corporativos de la provincia juraron el Plan de la Independencia que daba vida al Imperio Mexicano.

Animado por lo que pasó y a la vuelta de pocos días, en la sesión de Cabildo del Ayuntamiento de Guadalajara del 9 de julio de 1821, el síndico Urbano Sanromán propuso conferir a la Virgen María en su Venerable Imagen de Nuestra Señora de Zapopan el título de Generala de las Armas del Ejército de la Nueva Galicia, y designar el 13 de Junio como día de la independencia del Imperio Mexicano.

Y como al Imperio Mexicano, de vida efímera, le sucedió a la vuelta de pocos meses la República Mexicana, no resultó casual que el 16 de junio de 1823 la Diputación Provincial de Guadalajara diera vida al estado libre y soberano de Xalisco, y que su jefe político, Luis Quintanar, a través de un bando, que redactó, por cierto, el párroco de Atotonilco del Alto, doctor José de Jesús Huerta Leal, pidiera a todas las corporaciones reunirse en la Catedral el siguiente 21 de junio para invocar como especial protectora del apenas nacido estado de Jalisco a Nuestra Señora de Zapopan, para ratificar su generalato y ponerlo a sus pies.

***

Queridas, queridos miembros de la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Zapopan: el 5 de octubre de 1938, los presbíteros José María Figueroa y Gilberto Saldaña dieron vida a la corporación de la cual ahora ustedes son integrantes, y lo hicieron así por los motivos apenas expuestos: que desde 1735 el convento de Santa Teresa servía de mesón a la Virgen de Zapopan, y que don Gilberto Saldaña, que siendo estudiante de teología, terminó su formación eclesiástica en Bilbao, donde conoció la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Begoña, en la que se inspiró para alentar una destinada a ofrecer seguridad, orden, decoro y custodia de la venerable imagen en los días de su visita a Guadalajara, iniciativa que acogió de buen grado el responsable de estos recorridos, don José María Figueroa.

            Y hoy, al tiempo de refrendar su voto de fidelidad y vasallaje a tan dulce Reina, sepan que lo harán en el marco del cuarto centenario de la canonización de la primera doctora de la Iglesia y teniendo como testigos de honor a dos sobrinos de los apenas referidos presbíteros, don Rogelio Hernández Remus y doña Raquel Saldaña, pero también ante la señora Paz Rebeca Padilla Jiménez, actual propietaria del antiguo convento de Santa Teresa, y.

¿A qué nos mueve todo esto? A hacer lo que nos toca para seguirnos sintiendo parte de una familia extensa; a no claudicar en los postulados de la comunicación, del diálogo, del encuentro, de la convivencia, de la comunidad; a no desfallecer ante los acosos de la mundanidad, que quieren separarnos de todo eso para anclarnos en un individualismo materialista, vacío, seco.

Pues si esos son nuestros deseos y nos estamos ratificando de esta forma en este señalado momento, en el que recordamos el misterio de la Santísima Trinidad, supliquémosle al Señor que nos lo conceda, que nos valga para eso el auxilio de Santa María de Zapopan.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!



[1] Este Boletín agradece a Dulce Perla Gómez Espinoza la transcripción de la homilía, a la que su autor hizo ajustes de redacción y sintaxis.

[2] “Heme aquí, yo que busco, cuando amo algo existen tres cosas: yo, lo que amo y el amor. No amo el amor, sino amo al amante; porque donde nada se ama no hay amor. Luego son tres los elementos: el que ama, lo que se ama y el amor.” De Trinitate, L. ix, c. ii, No. 2.



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