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Al Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara de uno de sus lectores asiduos
Luis de la Torre[1]
En el marco de la nominación de Guadalajara como Capital Mundial del Libro 2022, este Boletín pidió a don Luis de la Torre hablar sobre su experiencia como lector. No se le sugirió ninguna línea y esto fue lo que compuso.
Doy gracias al Espíritu Santo por haberme dado mi fe en Jesucristo. Doy gracias a Nuestro Señor Jesucristo por haberme dado mi fe en su Santa Iglesia. Pero la fe sin instrucción, sin conocimiento, es una fe débil, susceptible de hacerla a un lado y darle cabida al mundo, al demonio y a la carne. El católico es un navegante en la neblina y sólo llegará a buen puerto si se mantiene alerta. Habiendo tocado fondo, comprendí que lo que no se conoce no se puede amar. ¿Qué hacer para saber, cuando ni siquiera había terminado la primaria? Leer. Entendí la lectura como un homenaje al Verbo, a Dios, como un fortalecimiento a esa fe que se me había dado. La lectura es ejercicio de humildad y de inteligencia si respetamos el pensamiento de otros hombres a través de la historia. Leer es algo que nos proporciona luz, conocimiento, paz, silencio. Pero, ¿qué leer, no por mero pasatiempo sino para fortalecer mi fe? No precisamente una enciclopedia de autores cristianos, ni tratar de profundizar en la Escolástica, o en Aristóteles, sino algo más cotidiano y accesible. Fue entonces que me encontré con el Boletín Eclesiástico. Su lectura, de pe a pa, fue enriqueciendo mi conocimiento sobre la Iglesia católica en occidente. Su sección pontificia vino a mostrarme una Iglesia viva en cada una de las actividades de la Santa Sede, así como las del Arzobispado de Guadalajara. Su sección de Colaboraciones me ha dado a conocer vidas intensas e interesantes de personajes que enriquecen el quehacer eclesiástico sin ninguna otra oportunidad de conocerlos, como el itinerario del que fuera insigne rector del Seminario Conciliar de Guadalajara, Francisco Raúl Villalobos Padilla, nombrado más tarde obispo de Saltillo. Qué decir de la nostálgica mención del padre José Rosario Ramírez, el del amor a su pueblo, a los seminaristas y a los futbolistas, su Iglesia universal. Me encuentro con un Boletín mariano que no pierde oportunidad de exaltar a la Virgen de Zapopan, así como la memoria de fray Antonio Alcalde, ese gigante del humanismo católico, o el devenir y los avatares del Sagrario Metropolitano hasta llegar a ser lo que es. Los colaboradores del Boletín me ilustran con artículos de crítica histórica, como la del brigadier realista José de la Cruz o las correrías de Nuño Beltrán de Guzmán, sin dejar de tocar la Independencia o la Cristiada. Gracias, Boletín Eclesiástico, por tu lectura, que fortalece mi fe en mi Iglesia católica. Gracias a la capacidad y laborioso ejercicio mensual de su director que mantiene en pie tan discreta y valiosa publicación fundada por don Pedro Loza y Pardavé en 1876. [1] Luis de la Torre Ruiz es caricaturista, dibujante, escritor y periodista mexicano. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de Guadalajara. En 1955 ingresó como dibujante y caricaturista en el periódico El Informador de Guadalajara. Al mudarse a la ciudad de México, trabajó en el periódico Excélsior, donde colaboró alrededor de 40 años. En 1978 fundó el periódico Mi Pueblo, en el que abarcó temas de microhistoria y narrativa rural de su natal Jalisco y Zacatecas. Es autor de un par de libros donde recopiló artículos de Mi Pueblo, de un libro de narrativa rural y una autobiografía. Como periodista y caricaturista ha recibido varios premios a lo largo de su trayectoria, como el Premio Nacional de Periodismo en Caricatura 1988, el Premio Fernando Benítez de Periodismo Regional 1997, y en 2018, el Premio Jalisco en el ámbito literario. |