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In Vineam Domini

Datos de la vida de un prelado centenario,

don Francisco Raúl Villalobos Padilla

 

José Manuel Gutiérrez Alvizo[1]

 

Con una misa a puerta cerrada en la Catedral de Saltillo,

el lunes 1º de febrero del 2021 dio gracias por el aniversario 100 de su vida

el obispo emérito de esa sede, don Francisco Villalobos Padilla.

Le asistieron el apenas incoado obispo residencial don Hilario González,

y el ya también emérito, Fray Raúl Vera López, op.

A don Francisco Raúl, que en el mismo año cumple 50

de haber dejado el clero de Guadalajara,

siendo a la sazón rector del Seminario Conciliar,

y 50 de su consagración episcopal, se dedica esta semblanza.

 

1.    Antes de que nacieras te había consagrado (Jr 1, 5b)

 

Siendo las i Vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor, conocida comúnmente como la Candelaria, a las 7:20 de la tarde del día 1º de febrero del año 1921, nació en la finca marcada con el número 678 de la calle 3 del sector Hidalgo de la ciudad de Guadalajara un niño varón, que llevaría por nombre Francisco Raúl, noveno hijo del matrimonio conformado por Carlos Villalobos y María del Refugio Padilla. Su padre, de oficio comerciante, era originario del rancho de San Antonio, ambos progenitores oriundos de la municipalidad alteña de Encarnación de Díaz. Cumpliendo con la obediencia de la legislación de la patria, sus padres lo registraron civilmente 8 días después de su alumbramiento.[2]

La recepción de las aguas bautismales se pospuso brevemente, pues ajeno a la inveterada costumbre, fue llevado a la pila bautismal 18 días después de su nacimiento; el sacramento fue efectuado en su parroquia de adscripción, el Sagrario Metropolitano, por la administración del Presbítero Federico M. López, siendo sus padrinos don Salvador Álvarez y doña Elvira Alba de Álvarez.[3]

La familia fue numerosa; 13 hijos alegraban la casa ubicada en el domicilio antedicho. La familia Villalobos Padilla procuró ser un hogar de valores humanos y cristianos y de piedad profunda; por ello la educación inicial de Francisco Raúl se llevó a cabo en el Colegio Jalisco, en la capital jalisciense; en el periodo 1928-1929 se distinguió como miembro de la selección futbolística de dicho plantel, obteniendo constantes preseas por su trabajo deportivo.[4] La educación secundaria la cursó con los Hermanos Maristas;[5] al mismo tiempo se desempeñó como miembro asiduo y monaguillo en la Congregación Mariana, cuando en 1933 llevaba las riendas el Presbítero don Francisco de Aguinaga y López Portillo, quien a la vez fungía de capellán del Carmen,[6] templo próximo a la residencia familiar de Francisco Raúl.

 

2.    Ánimo, levántate; Él te llama (Mc 10, 49)

 

Siendo apenas un infante dio muestras de su vocación al sacerdocio, pues según se recuerda en las anécdotas, “sus juegos le llevaban a soñar en ser sacerdote, su hermana María Elena le hacía casullas de papel y él celebraba la Misa”.[7]

Descubiertos los gérmenes de la vocación sacerdotal, después del primer año de bachillerato que cursó con los padres jesuitas,[8] a los 17 años, ingresó al Seminario Diocesano de Guadalajara el 9 de noviembre de 1938 al segundo año de preparatoria.[9] En ese año, que fue el primero de su formación, destacó rápidamente en el buen aprovechamiento de sus estudios, obteniendo notas sobresalientes en sus materias, y de manera especial en la asignatura de lengua latina, donde obtuvo la máxima calificación y mención de honor (SSSH), materia que le fue impartida por el Presbítero doctor don Manuel de la Cueva.[10] Al año siguiente, en el curso 1929-1940, correspondiente a su tercer año de preparatoria, obtiene en la mayoría de sus asignaturas calificaciones máximas y menciones de honor.[11] Este punto es necesario destacarlo, pues fueron estos años difíciles para la formación sacerdotal, ya que la persecución religiosa se dio con mayor saña, pero en el silencio de la clandestinidad; en este periodo las casas del Seminario fueron incautadas y los seminaristas estudiaban entre correrías y arreos.

En un informe rectoral de aquellos años, el rector, el Presbítero José Miguel de Alba, nos da luces para conocer el sistema formativo del Seminario durante estas circunstancias, “donde se crearon pequeños grupos de estudiantes a cargo de sacerdotes profesores, en los rincones que les fuera posible, para darles formación a los alumnos”.[12] El seminarista Francisco Villalobos pasó los tres primeros años de su formación “en su propia casa, y asistía clandestinamente a clases; fue alumno interno cuando el Seminario estuvo ubicado junto al templo de San José de Analco”,[13] teniendo formadores de la talla de José Salazar López, a la postre Cardenal y Arzobispo tapatío; José Ruíz Medrano y los padres José y Enrique Toral; del mismo modo, recibió la enseñanza litúrgica del padre Francisco de Aguinaga, a quien sirvió como monaguillo durante su infancia.

La mayor parte de sus estudios en el Seminario fueron sobresalientes, ello le valió que fuera promovido a ocupar cargos relevantes como administrador y jefe de la redacción de la revista Apóstol durante el periodo 1945-1947, la cual impulsó grandemente y revolucionó en su edición y formato.[14] Por esas fechas recibió las órdenes menores; el 14 de abril de 1946 fue tonsurado y el día 18 admitido como ostiario y lector.[15]

 

3.    Te seguiré a dondequiera que vayas (Lc 9, 57)

 

En 1947, siendo de órdenes menores, fue enviado a Roma “para beber en la fuente la virtud y la ciencia”, en compañía de un grupo selecto de seminaristas de su casa de estudios, entre ellos los diáconos José Trinidad Sepúlveda y Guillermo Vizcaíno, el subdiácono J. Pilar Valdés y los minoristas Ignacio Coss y León y Rafael García; el Seminario, regocijado por la noticia, les auguró “una grata permanencia en la urbe y el máximo adelanto en la virtud, en la fe, y en la ciencia”.[16] En el informe rectoral de ese año, el minorista Francisco Villalobos es mencionado como parte del elenco de los seminaristas estudiantes en el extranjero, específicamente en el Colegio Pío Latino-Americano de Roma.[17] En su estancia en la capital italiana logró obtener por medio de la Universidad Gregoriana la licencia en teología y en historia eclesiástica;[18] en ésta también se doctoró.[19] En la Ciudad Eterna recibió el 27 de abril de 1948 el subdiaconado, y el 18 de diciembre del mismo año el diaconado.[20]

Como parte de los festejos del áureo jubileo sacerdotal del entonces pontífice Pío xii, la generación de 1949 fue consagrada en el orden presbiteral como ofrenda al Santo Padre; 28 de estos neosacerdotes fueron consagrados en Guadalajara, y otros cuatro en la capilla del Colegio Pío Latino-Americano de Roma, entre éstos Felipe de Jesús Campos, Rafael García, Ignacio Coss y León y Francisco Villalobos;[21] la ceremonia fue presidida por el Obispo de Salto, Uruguay, Monseñor Alfredo Viola.[22] Su primera Misa fue cantada en el templo de Nuestra Señora del Carmen.

Por su compromiso en la formación sacerdotal, fue destinado desde los albores de su ministerio a desempeñarse como formador en el Seminario; su primera estancia fue como prefecto de Latinos, después como iniciador y director del Instituto de Vocaciones Tardías; en el periodo 1965-1966 tuvo a su cargo las cátedras de historia eclesiástica, liturgia, arte sagrado y cuestiones sacerdotales; al mismo tiempo cumplía el cargo de prefecto de teólogos y director de la Academia Literaria de santa María de Guadalupe y san Juan de la Cruz. En el siguiente curso, 1966-1967, además de las antedichas asignaturas impartió la materia de patrología. Fue en el largo periodo 1959-1968 cuando se le asignó el servicio de director de la revista Apóstol, cargo que llevó a buen término hasta que tomó las riendas del plantel levítico.

En el año de 1968, por disposiciones superiores, recibe el nombramiento de Vicerrector del Seminario Diocesano supliendo al Presbítero don J. Jesús Becerra Fernández.

En su primer informe rectoral, el padre Villalobos afirmaba lo siguiente: “experimento el ansia de declarar que, si en el plano de la fe debo descubrir el gozo de haber sido gratuitamente llamado a un servicio de colaboración, el peso de la responsabilidad me hace vivir en no pequeña angustia por la magnitud de la misión encomendada”. Su rectorado fue de corta duración, tan sólo tres años, pero no por ello menos diligente, pues llevó a cabo la aplicación de las reformas posteriores al Concilio Vaticano ii “con unos seminaristas demasiado 'informados' y con inquietudes de acabar con todo el pasado, sintiendo que debía detener un torrente con los dedos de las manos”. Ante esto, el Padre Villalobos supo, con la gracias de Dios, “descifrar los signos de los tiempos y conducir con mano suave, pero con fortaleza (suaviter in modo, fortitier in re), a los seminaristas tambaleantes por el tiempo de la transición, que aún está cargado de criterios semifalsos”.

Por su cargo en el Seminario, el padre Villalobos formaba parte como miembro de Iure del Consejo Presbiteral de la Arquidiócesis.

 

4.    El buen pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10, 11)

 

Fue el 9 de mayo de 1971 cuando se anunció en el periódico L´Osservatore Romano que, con la anuencia de S.S. Paulo vi, el Padre Francisco Villalobos era manifestado como Obispo titular electo de la sede de Columnata y como auxiliar de Saltillo, en el gobierno de Monseñor Luis Guízar y Barragán. Eligió como lema episcopal In Vineam Domini, ([enviado] a la Viña del Señor), y como escudo un báculo en forma de cruz, rodeado por una guía de parra, de la que cuelgan hacia dentro, alteradamente, dos racimos de uvas y dos pámpanos. Como parte de los festejos y regocijos por semejante noticia, los seminaristas organizaron una velada literario-musical el 22 de junio de 1971, siendo el sentir de muchos que “con la exaltación del Padre Rector a la plenitud del sacerdocio, el Seminario de Guadalajara siente el choque natural de dos sentimientos: pena y gozo. Pena, porque pierde a un sacerdote en cuyas manos caminaba por el camino de la salvación; gozo, porque ha sido honrado con una nueva visita del Espíritu Santo”.

La ordenación episcopal se efectuó en la Catedral de Saltillo, bajo la consagración de Monseñor Guízar y Barragán, siendo co-consagrantes el entonces Arzobispo D. José Salazar López de la arquidiócesis tapatía, y Mons. Antonio Sahagún López de la diócesis de Linares. además se contó con la presencia de Monseñor Carlos Quintero Arce, Arzobispo de Hermosillo, a cuyo cargo estuvo la predicación y que alentaba al nuevo prelado al cumplimiento de su lema episcopal, siendo verdaderamente un enviado a la viña del Señor, “para hacer florecer más esta viña de la Iglesia que en Saltillo produce tan hermosos frutos de santidad y brotes nuevos de esperanza de la renovación conciliar”.

Tras un breve periodo de aprendizaje en la toma de las riendas de la grey, por aquiescencia del Sumo Pontífice Paulo vi se relevó la titularidad de la diócesis saltillense a Monseñor Villalobos, pues Monseñor Guízar ya había sobrepasado la edad canónica para dimitir de las funciones de su oficio y su renuncia fue aceptada por el Romano Pontífice, de tal modo que Monseñor Villalobos recibió el nombramiento de Obispo titular el 4 de octubre de 1975, día en que fue firmada la bula papal, y se convirtió en el quinto titular de la diócesis norteña.

El 28 de octubre de 1975 Monseñor Guízar Barragán entregó el timón de su Iglesia particular a Monseñor Villalobos; ese día Monseñor Guízar cumplía 57 años de sacerdote y, además, se celebraba el décimo aniversario de la promulgación del decreto del Concilio Vaticano ii sobre el Ministerio Pastoral de los Obispos. Fueron partícipes de esta celebración el Delegado Apostólico, Monseñor Mario Pío Gáspari; el arzobispo de Monterrey, Manuel Espino, y su obispo auxiliar, J. de Jesús Tirado; el obispo de Torreón, Fernando Romo; el de Tabasco, Rafael García; el de Matamoros, Sabás Magaña; el de Tampico, Arturo Zsymasnki; el de Ciudad Victoria, Alfonso Hinojosa; el de Linares, Rafael Gallardo, y el Obispo de Corpus Christi, Tejas.

 

5.    La mies es mucha y los obreros pocos (Mt 9, 37)

 

En la fecha de la toma de posesión, en un comunicado dirigido a Monseñor Villalobos por parte de la Sagrada Congregación para los Obispos, se le animaba a “resolver las problemáticas diocesanas según las directrices del Concilio Ecuménico Vaticano ii”; sin embargo puntualizaba que “para resolverlos no basta el número de los sacerdotes con los que cuenta la diócesis, por ello es necesario, en primer lugar, despertar las vocaciones sacerdotales, cultivarlas y perfeccionarlas por medio de una viril y renovada conciencia diocesana. Este primer servicio de ningún modo puede ser sustituido”.

La insuficiencia sacerdotal en Saltillo era un problema evidente que tuvo que irse resolviendo con diligencia; para 1979, cuatro años después de la recomendación de la Congregación para los Obispos, en la diócesis de Monseñor Villalobos “se contaba con 49 parroquias, de las cuales cinco no estaban provistas de sacerdotes”, para hacerlo, la atención episcopal se centró en el Seminario. Del mismo modo como lo realizó en su tiempo de Vicerrector en Guadalajara, Monseñor Villalobos puso en la mesa de debate la calidad de la formación de los seminaristas para que pudieran acceder a un título en este rubro y obtener un certificado reconocido oficialmente; por ello, en 1982 se ve conveniente “que el Seminario tuviera una secundaria y una preparatoria propias”. Los esfuerzos del prelado y su equipo de trabajo en las vocaciones sacerdotales se centraron en que “la diócesis fuera autosuficiente en la formación de sus futuros sacerdotes; que tuviera los medios para una mejor formación humana, intelectual y espiritual. Deseaban una institución donde se formasen las vocaciones adultas. En ese tiempo, los seminaristas mayores pasaban al Seminario de Guadalajara o de Monterrey o de San Luis Potosí a continuar los estudios eclesiásticos”. Del mismo modo, en su periodo episcopal en Saltillo se promueve la erección del Seminario Auxiliar del Sagrado Corazón, con sede en Piedras Negras, con fecha del 20 de julio de 1989. En esa misma fecha se estableció el decreto de la creación del Curso Introductorio, que empezó con 23 seminaristas en el mes de septiembre de dicho año. Estando ya bien estructurado el Seminario Menor, en diversas reuniones “el presbiterio, el obispo y los sacerdotes vieron la conveniencia de que la diócesis contase con el Seminario Mayor; el primer paso fue consolidar el filosofado, bajo el nombre de Instituto de Filosofía Luis Guízar Barragán, establecido el 28 de agosto de 1994 con 19 seminaristas, quienes pasaron a residir en las instalaciones del Curso Introductorio, y éste se reubicó en una nueva área construida en el Seminario Menor por determinación del prelado. El 3 de agosto de 1995, en el 24º aniversario episcopal del señor Villalobos, como parte de sus festejos se colocó la primera piedra del edificio del filosofado, edificio que se constituiría como el Seminario Mayor, el cual quedó concluido en tiempo récord el 26 de julio de 1996, fecha en que fue bendecido y ocupado por 60 alumnos, adelantando brevemente con este acontecimiento los festejos por las bodas de plata episcopales de Monseñor Villalobos.

El corazón del pastor se alegraba, ahora era más factible resolver la falta de vocaciones y constituir una formación completa para los levitas de su Iglesia particular. Otros elementos destacables durante el gobierno del Obispo Villalobos consisten en la amplia apertura que dio al trabajo de colaboración pastoral con las órdenes religiosas, el impulso al protagonismo de los laicos en la pastoral y la formación catequética para el crecimiento en la fe y la vida cristiana.

Fue durante la administración de Monseñor Villalobos que el 23 de junio de 1991 celebraron el centenario de la erección de la diócesis saltillense “más de 15 mil fieles se congregaron en su entorno; estuvieron los festejos llenos de fe, y llenos de alegría fraterna, que es la forma más bella que la fe puede adoptar”.

 

6.    Señor, está bien que nos quedemos aquí (Mt 17, 4b)

 

Después de un largo periodo de desempeño pastoral en la única diócesis a su cargo, de establecer numerosas parroquias, y velar incansablemente por su seminario, llegando a la edad canónica, en el año de 1996 presentó la solicitud de la dimisión a sus oficios episcopales, la cual le fue aceptada en las vísperas del tercer milenio, el 31 de diciembre de 1999.

El 19 de marzo del año 2000, en la solemnidad de Señor San José, Monseñor Villalobos preparó una grandiosa bienvenida para su sucesor, que sería Monseñor Raúl Vera López, op, quien tomaría posesión canónica de su sede episcopal al día siguiente, 20 de marzo. Tras casi 29 años como pastor de Saltillo, y casi 25 de ellos como titular, Monseñor Villalobos se convirtió en pastor emérito de esta diócesis norteña, avecindándose en ese terruño que ocupó un lugar preferente de su corazón de pastor, y donde sostiene una vida recatada, discreta y edificante.

Siendo Obispo emérito no ha dejado de celebrar la Santa Misa y de atender fielmente a quienes lo solicitan, testimonio de ello lo tenemos recientemente, pues en medio de las contrariedades pandémicas de covid-19, siendo las 19 horas del día 6 de enero del año 2021, teniendo como audiencia la comunidad de teólogos del Seminario Mayor, se presentó en vísperas del centenario de su nacimiento, con paso pausado pero firme, Monseñor Villalobos para presidir la Eucaristía. Sorprendente fue el hecho de ver entrar por su propio pie a quien años atrás había recorrido esta casa de formación, primero como Rector y ahora, en el atardecer de su vida como Obispo.

Sirvan estas líneas de agradecimiento a Monseñor Francisco Villalobos, que dejó en el Seminario Conciliar de Guadalajara una huella honda y evangélica de arrojo y valor para afrontar con transparencia y hombría de bien los cambios eclesiales del post-Concilio y la cura pastoral de la diócesis a la que sirvió y en la que sigue dando testimonio de congruencia de fe desde hace medio siglo.



[1] Miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara, con estudios en filosofía y teología por el Seminario Conciliar de esta Iglesia; es investigador independiente y como tal ha publicado los libros San José Isabel Flores y la comunidad católica de Matatlán y Un pueblo de raíz tecuexe. Historia de Zapotlanejo y Matatlán.

[2] Archivo General de los Juzgados del Registro Civil del Estado de Jalisco - Archivo del Juzgado del Registro Civil Primero de Guadalajara, Libro de Defunciones y nacimientos (1920-1921), fs. 83r-83v.

[3] Archivo Histórico del Seminario Conciliar de Guadalajara (en lo sucesivo ahscg), Informe rectoral 1968-1969, Guadalajara, 1969, p. 1.

[4] ahscg, Libro de ordenados (1948-1951), f. 68.

[5] Adrián Rentería, " De la mies tapatía un pastor para Saltillo" " en Apóstol, Época vii, Año xxxiii, mayo-junio 1971, número 3, p.19.

[6] José Guadalupe Zepeda, "Nuestro Consejo Presbiteral", en Boletín Eclesiástico Órgano Oficial de la Arquidiócesis de Guadalajara, Año xxvi, Época V, Volumen 6, Guadalajara, Arquidiócesis de Guadalajara, 1971, p.255.

[7] José Humberto Chávez Aranda, op. cit., p. 358.

[8] Adrián Rentería, op. cit., p.19.

[9] José Alberto Casillas, op. cit., p. 79.

[10] "Homilía del Excmo. Sr. D. Carlos Quintero Arce en la consagración episcopal del P. Francisco Villalobos", en Apóstol, época vii, año xxxiii, octubre-noviembre de 1971, sin número, pp.20-23.

[11] Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (en adelante ahag) Sección Gobierno, Serie Otras diócesis, Boletines (1903-2003), Caja 3, Boletín Diocesano Saltillo, Coahuila, enero-febrero de 1976, núm. 18, p.4.

[12] Ibid., p. 5

[13] ahag, Sección Gobierno, Serie Otras diócesis, Boletines (1903-2003), Caja 3, Boletín Diocesano de Saltillo, Coahuila, enero-febrero de 1976, núm. 18, pp. 6-7, Correspondencia de la Sacra Congretatio Pro Episcopis, Prot. N. 837/74 28-X-1975.

[14] M. Rodolfo Escobedo Díaz de León, op. cit., p. 172.

[15] Ibíd., p.174.

[16] Ibíd., p.176.

[17] Ibíd. pp.177-179.

[18] Ibíd. pp.179-182.

[19] Con la bula Illud in primis del Romano Pontífice León xiii, fechada el 23 de junio de 1891, se elevaron al rango arzobispal las diócesis de Antequera (Oaxaca), Linares (Monterrey) y Durango; y se crearon cinco nuevas diócesis: Chihuahua, Saltillo, Tepic, Cuernavaca y Tehuantepec.

[20] José Humberto Chávez Aranda, op. cit., p. 362.

[21] Ibíd., p. 363.

[22] M. Rodolfo Escobedo Díaz de León, op. cit., p. 186.





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