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El exconvento del Carmen: casa de las musas Juan José Doñán[1]
Se describe aquí la suerte por demás azarosa de lo que se mantuvo en pie del Convento del Carmen de Guadalajara, –en su tiempo la cuna de la educación artística en Jalisco, siendo prior del cenobio el culto y erudito Fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera– luego de la barbárica destrucción de casi todo en tiempos de anticlericalismo, pues fue cuartel, gendarmería, cárcel y era bodega del trastos del gobierno al tiempo que lo salvó, hace poco menos de 50 años, el arquitecto y restaurador Gonzalo Villa Chávez, para una vocación y uso hasta hace poco muy distinguidos y ahora en declive, según da cuenta de ello un cualificado testigo ocular de los hechos que narra.[2]
A la grata memoria de Paco Barreda
Está por cumplirse medio siglo de la inauguración de uno de los principales centros de difusión de las artes en Guadalajara y en todo Jalisco. Y es que a principios de los años setenta se dio el rescate de lo que desde entonces es conocido como el exconvento del Carmen, a partir de la conversión en espacio cultural de lo que con el paso del tiempo había logrado sobrevivir del antiguo claustro de la orden religiosa de los carmelitas en la capital de la Nueva Galicia. No está de más decir que ya para entonces la mayor parte de ese convento, originalmente de proporciones colosales (llegó a tener una extensión cercana a las veinte hectáreas), se había perdido para siempre por hechos de armas como la Guerra de Reforma (1857-1860), o por el desarrollo urbano de la ciudad hacia el viento poniente, pero sobre todo por el poco aprecio que tanto las autoridades como la sociedad tapatía de antaño tuvieron por el patrimonio cultural. Aunque tardío, ese venturoso rescate tuvo lugar en 1971, cuando ocupó la gubernatura de Jalisco Alberto Orozco Romero, a cuya iniciativa fue creada una nueva dependencia estatal de primer rango jerárquico dentro del organigrama oficial: el Departamento de Bellas Artes (dba), dependencia que tuvo como primer titular a Juan Francisco González, quien ya previamente había probado ser un destacado gestor cultural al frente de la Galería Municipal de Guadalajara, durante el trienio en que don Efraín Urzúa Macías encabezó el Ayuntamiento tapatío (1967-1970). Hasta antes de la habilitación del exconvento del Carmen como sitio dedicado a la difusión de una amplia gama de manifestaciones artísticas e intelectuales, el solar y los mutilados vestigios de ese céntrico inmueble venían siendo utilizados como corralón de camiones y otros vehículos pesados de la delegación de una dependencia federal (la entonces llamada Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas), en el entendido de que por ese tiempo dicho edificio era “propiedad de la nación”. Parte del acierto del gobernador Orozco Romero fue pedir al presidente Luis Echeverría la donación de lo que quedaba de ese inmueble al pueblo de Jalisco, a fin de que pudiera ser aprovechado en tareas de promoción cultural. Para ese entonces, aparte del más que centenario teatro Degollado, la función de centro difusor de las artes la había venido cumpliendo, desde doce años atrás, la Casa de la Cultura Jalisciense (ccj), ubicada en el núcleo del Agua Azul, institución que había sido inaugurada a principios de 1959, a finales del gobierno de Agustín Yáñez, con la presencia del entonces presidente de la república, Adolfo López Mateos. Pero a partir de 1971 la ccj fue incorporada también, lo mismo que el Degollado, al recién creado dba. Sin embargo, por su mayor accesibilidad y por su ventajosa ubicación en la acera norte de una de las principales avenidas de la urbe (Juárez, la antigua calle del Carmen) y sin puertas de acceso, debido a que desde el gobierno de Pedro Ogazón (1860-1863) el claustro del monasterio fue partido en dos para que dicha calle pudiera atravesar por ahí, el exconvento pronto se convirtió en un sitio mucho más concurrido y solicitado que la misma ccj. Desde un principio la mutilada finca, cuya restauración se le encomendó al arquitecto Gonzalo Villa Chávez, fue aprovechada lo mismo para habilitar lo que acabaron siendo muy buenos espacios museográficos que para el funcionamiento de talleres artísticos (éstos tenían lugar en los corredores que rodean el patio), así como salas de distintas dimensiones. La de mayor aforo fue la que se bautizó con el nombre de Higinio Ruvalcaba y comenzó a ser utilizada para recitales de piano, voz y piano, así como música de cámara en general, dada su magnífica acústica, aun cuando también se hacía teatro y también tenía lugar otro tipo de actividades como conferencias o presentaciones de libros. En la segunda planta se abrió la llamada Capilla del Exconvento, que empezó a funcionar desde un principio como sala multiusos y años después se le daría el nombre de Elías Nandino, debido a que durante largo tiempo fue la sede del taller literario que dirigió el poeta jalisciense. Y todavía pudo crearse una tercera sala, a la que originalmente se le dio el nombre de José Clemente Orozco y por años cumplió la función de cineclub. Uno de los grandes aciertos del naciente dba fue que tuvo una burocracia muy ligera y acotada, apenas para cumplir las funciones administrativas y operativas indispensables. Y en el exconvento del Carmen en particular, la burocracia era mínima –el grueso de la tripulación del dba estaba en el edificio que se localiza en una de las esquinas del parque Alcalde, en el cruce de Jesús García y Mariano Bárcena– e incluso ajena a la institución. Una parte del ala superior derecha que linda con el exterior (hacia lo que se conoce como callejón del Carmen) y la cual originalmente debió haber sido una de las áreas de celdas de los monjes carmelitas, fue habilitada como espacio de oficinas. Ahí estuvieron también transitoriamente la Secretaría de Turismo y, hasta 2004, la oficina de Conciertos Guadalajara, una asociación civil creada desde la década de los cuarenta para promover la música clásica y la ópera, asociación que durante muchos años regentó, con el consentimiento gubernamental, a la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. (Esto último cambió precisamente con la creación del dba, que en lo sucesivo se haría cargo del manejo de esa agrupación orquestal, que en 1987 cambió su nombre por el de Orquesta Filarmónica de Jalisco).
*** Ascenso y caída
El Exconvento del Carmen tuvo un arranque extraordinario tanto por la rica y variada clase de actividades que ahí se presentaban como por la gran respuesta del público aficionado o interesado en las artes, un público mucho más copioso y variopinto que el que llegaron a prever los pronósticos más optimistas. Exposiciones de artistas de renombre nacional e internacional como Rufino Tamayo, el Dr. Atl, Francisco Toledo, Héctor García y de varios de los integrantes de la llamada Generación de la Ruptura (Alberto Gironella, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Vicente Rojo y compañía) alternaron con las de talentos de la localidad como Héctor Navarro, Ramiro Torreblanca, Alfonso de Lara Gallardo, Tomás Coffeen, Alejandro Colunga, Luis Valsoto… Por otra parte, decir por entonces música de cámara en Guadalajara era casi sinónimo de Exconvento del Carmen, y entre los incontables instrumentistas que ahí se presentaban una vez a la semana (los martes por las noches, lo que permitió el nacimiento de los añorados Martes Musicales) estuvieron el mismísimo Higinio Ruvalcaba, el chelista Arturo Xavier González, el compositor y violinista Manuel Enríquez, pianistas como Carmen Castillo Betancourt (esposa del violinista Higinio Ruvalcaba), Leonor Montijo, María Teresa Rodríguez… Y a la par de ellos, un número incontable de instrumentistas y cantantes, lo mismo del solar que de otras partes del país y con frecuencia también del extranjero. Y junto a variadas escenificaciones teatrales y actividades literarias (lecturas, presentaciones de libros o conferencias sobre determinado autor), fueron particularmente concurridos los talleres de rudimentos artísticos, los cuales tenían lugar sábados y domingos en los corredores que rodean el patio y a los que acudían semanalmente legiones de niños, adolescentes y jóvenes. Aunque con algunos altibajos, el buen nivel inicial del Exconvento del Carmen pudo mantenerse durante varios sexenios, con áreas que funcionaban mejor que otras (en ciertos momentos era la de Artes Visuales, o la de Literatura, sobre todo cuando Elías Nandino mudó su taller de la ccj a la capilla del Exconvento). En esa misma época fueron instituidos los Miércoles Literarios, que consistían básicamente en lecturas y conferencias, una vez a la semana, de escritores de la talla de José Emilio Pacheco, Carlos Monsivais, Guillermo Fernández, Carlos Montemayor, Alí Chumacero… En 1989 desapareció el dba y en su lugar se creó de manera transitoria la Secretaría de Educación y Cultura, una megadependencia que a partir de 1992 fue dividida en las actuales Secretaría de Educación, por un lado, y la Secretaría de Cultura por el otro. Desde ese momento, el Exconvento del Carmen pasó a formar parte de esta última, y a lo largo de las casi tres décadas que han transcurrido desde entonces llegó a tener una etapa particularmente provechosa durante los casi once años (2003-2013) en que el recién fallecido Francisco Barreda no sólo estuvo al frente de la Dirección de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura de Jalisco (con exposiciones concurridísimas y efervescentes conferencias y mesas redondas sobre el quehacer artístico o determinados autores) sino que tuvo una venturosa injerencia en otras actividades del Exconvento, como fue el caso de la apertura de la Videosala, cuya exitosa programación cinematográfica estuvo a cargo de Daniel Varela. Ése fue, sin duda, otro de los momentos estelares (el último hasta ahora) del actualmente alicaído Exconvento del Carmen. La imparable caída de ese centro cultural comenzó con la llegada de Myriam Vachez Plagnol a la Secretaría de Cultura de Jalisco, durante el gobierno del priista Aristóteles Sandoval Díaz (2013-2018). ¿A qué podría atribuirse esa caída? Lo mismo podría ser a la dejadez que la incompetencia de los más recientes administradores y administradoras de las musas de la comarca. Pero ya sea por una cosa o por otra, lo cierto es que las actividades artísticas e intelectuales en ese sitio fueron menguando, en cantidad pero sobre todo en calidad, hasta llegar al calamitoso estado de cosas de los años recientes, ya en la presente administración estatal (con Enrique Alfaro Ramírez al frente del gobierno de Jalisco y Giovanna Jaspersen García en la Secretaría de Cultura), cuando el desolado Exconvento del Carmen de la hora presente ya no es ni una pálida sombra de lo que llegó a ser en otro tiempo: nada menos que el principal centro de difusión de las artes no sólo de la capital de Jalisco, sino de todo el Occidente de México. [1] Maestro en letras, escritor (con una larga experiencia en la crónica y el ensayo), editor y docente. [2] Este Boletín agradece al autor su absoluta disposición para redactarlo. |