2009
|
2010
|
2011
|
2012
|
2013
|
2014
|
2015
|
2016
|
2017
|
2018
|
2019
|
2020
|
2021
|
2022
|
2023
|
2024
|
Volver Atrás
Novena de la Prodigiosa Imagen de Nuestra Señora de Santa Anita Fray Bautista Solís, o.f.m.[1]
Con el artículo “La cultura de lecturas de novenas en Guadalajara, 1793-1821”,[2] la doctora Carmen Castañeda abrió una línea de investigación que aquí se retoma a través del rescate y estudio sistemático de un género literario que proliferó en el Obispado de Guadalajara a partir del arribo de la imprenta a la ciudad, en 1793. Se rescata esta vez uno de esos ejemplares, antecedido de un estudio a propósito del tema.[3]
Aquellos viejos papeles piadosos
Una novena, según el Diccionario de Autoridades de 1732, es el “espacio o término de nueve días que se dedican a la devoción y culto de algún santo, para alcanzar alguna gracia o favor por su intercesión, o para su celebridad”. La edición de 1919 de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana agrega que el nombre sirve también para referirse a una “Colección de preces y alabanzas que se repiten por espacio de nueve días (tal vez en memoria de los nueve coros angélicos) en honor de Dios Nuestro Señor o de algún santo, y para implorar su protección o la impetración de alguna gracia; muy frecuentemente estas devociones están indulgenciadas por el Sumo Pontífice o los obispos”. Bajo el enunciado de novena encontramos tres elementos básicos: 1. Repetición de los rezos a lo largo de nueve días (triduos, quinquenarios, septenarios o duodenarios harían lo mismo en el transcurso de tres, cinco, siete y doce respectivamente); 2. Estas preces son en honor de la Virgen, Jesucristo o, más frecuentemente, algún santo y 3. Su fin es el de pedir protección o la concesión de alguna gracia. Bajo la denominación de libros devocionales englobamos todos aquellos papeles (novenas, triduos, quinquenarios…, así como visitas domiciliarias, oraciones o ejercicios) que forman parte de una serie de prácticas religiosas propuestas por la Iglesia cuya realización se repite durante un número determinado de días y con los que se persigue la consecución de diversos fines, tales como preparar el corazón de los fieles para celebrar en las mejores condiciones una fiesta importante o fomentar la veneración y la impetración del santo en cuestión. Se dedican por lo común a Jesucristo, a María en algunas de sus advocaciones, o bien a alguno de la larga lista de santos existente; en este caso último, para que mediante su intercesión Dios conceda algún favor especial. Se suelen practicar por parte de los fieles reunidos en comunidad (en la Eucaristía o después de ella), aunque también se practican con mucha frecuencia en la intimidad, delante de capillas portátiles o estampas, sobre todo con la intención de alcanzar alguna gracia particular. La vertiente material de las novenas, los triduos, septenarios, visitas domiciliarias, etc. muestran una serie de características más o menos homogéneas en todos ellos, como corresponde al macrogénero literario al que pertenecen (literatura de colportage, en palabras de Botrel). Nos encontramos ante librillos de pequeño tamaño, en octava las más de las veces, de entre 20 y 60 páginas, todas ellas impresas en papel de escasa calidad, hecho que permitió tiradas relativamente altas a bajo coste. Salvo algunas novenas que supusieron un mayor esfuerzo editorial, la mayor parte de ellas de finales del siglo xviii, que aparecen a veces acompañadas de calcografías firmada por alguno de los maestros grabadores más famosos del momento y por tanto destinados a un público con mayor capacidad adquisitiva, estos librillos se destinaron principalmente a los estratos populares de la sociedad. La estructura de una novena es muy sencilla y, como ocurre en casi todos los librillos que se distribuyeron por ese humilde mercado de papeles devotos, encontramos las siguientes partes: portada seguida en hoja fuera de texto de una imagen xilográfica del Santo o Virgen al que se dedica la novena; una breve noticia de la invención de la imagen, a la que sigue el modo de hacer la novena y un acto de contrición. Posteriormente las pertinentes oraciones para los nueves días y, como colofón, los preceptivos gozos al santo impetrado. A lo largo de los siglos xvi, xvii y xviii las devociones populares fueron muy variadas, y existía una notable acumulación de devociones tanto a Cristo como a los santos y, sobre todo, a la Virgen María, fundamentadas muchas de ellas en la puesta en escena de nuevas prácticas piadosas promovidas desde el Concilio de Trento. En el análisis de las novenas se pueden contrastar, no obstante, la existencia de una religiosidad oficial que convive en la mayor parte de los casos con otras prácticas religiosas populares que muchas de las veces toman elementos de ritos paganos ancestrales. Es así como en ciertas novenas se incluye por ejemplo la manera de llevar a cabo rogativas, y no precisamente en fecha antigua. La auténtica explosión de este tipo de literatura popular acaece sobre todo desde mediados del siglo xix y continúa hasta mediados del siglo siguiente; es cuando encontramos, parejo a la generalización de las imprentas en todos los núcleos de población más o menos importantes, el mayor número de novenas y libros piadosos. Si en los siglos xvii y xviii hallamos novenas dedicadas al santo patrón de cada localidad, a los santos sanadores –santos terapeutas en palabras de Christian-, a Jesucristo o a la Virgen, en los siglos xix y xx las devociones literalmente se multiplican; nos encontramos en los siglos de las devociones locales, de determinados santos que se encuentran en tal o cual ermita o capilla, pero también de las devociones de nuevos mártires y de nuevos santos canonizados por la Iglesia, tales como por ejemplo Santa Gema de Gálgani, el Santo Niño de Praga, San Miguel de los Santos, el obispo Valentín Berrio-Ochoa, Pedro Canisio o la beata Beatriz de Silva, entre otros muchos, a veces introducidos por algunas pujantes congregaciones religiosas o promovidas por la Venerable Orden Tercera, la cual tuvo una amplia aceptación en muchas comarcas de Castilla. Se constatan a la vez una serie de devociones que en su momento se pusieron literalmente “de moda” entre los fieles, llegando a contar incluso con áreas de influencia que exceden sobradamente lo local, tal y como ocurre con el Cristo de Limpias de Santander, cuya devoción fue muy popular en tierras vallisoletanas o salmantinas, donde se editaron algunas novenas su honor. Otros cultos de carácter principalmente urbano llegaron a contar incluso con imprenta propia, caso de la Virgen del Perpetuo Socorro, que inundó de novenas y estampas las librerías de la Península. Al hilo del tercer centenario de la beatificación de Santa Teresa de Jesús en 1914 se editaron en multitud de imprentas tanto nacionales como extranjeras las pertinentes vidas de la Santa, estampas, fotografías o novenas. Hasta tal punto existía un comercio pujante de novenas y obras pías que la conocida editorial Calleja sacó a la venta hasta cuatro series distintas de novenas, acogidas todas ellas bajo el título de “Devociones Escogidas”, de las que las primeras salieron a la luz en 1898. Intervino en el esplendor de este tipo de literatura la existencia tanto de imprentas especializadas en éstas –las vallisoletanas de Cuesta o de Andrés Martín son buen ejemplo– como la proliferación de imprentas religiosas que se especializaron en objetos y libros de culto.
Martín Castelo, “Aquellos viejos papeles piadosos”, 2003.
Novena de la Prodigiosa Imagen de Nuestra Señora de Santa Anita
Advertencias para saber hacer esta Novena
Comenzarás a hacer este devoto ejercicio [el] día 25 de enero, para acabar el día de la Purificación de María Santísima que es el día de la Fiesta de esta milagrosa Imagen, o si la necesidad o la devoción lo pide, en cualquier tiempo del año. Las diligencias que has de hacer son prepararte con una fervorosa confesión y comunión, continuando esto mismo en los días quinto y último de la Novena, y con pensamientos santos, con confianza y humildad, para conseguir el deseado pretendido favor. Empezarás con el acto de contrición, luego dirás la Oración de todos los días; después siete Aves Marías a la Señora, dándole gracias por sus virtudes y favores, y un Padre Nuestro al Niño Dios en los brazos de su Santísima Madre, porque quiso ser presentado al Templo; de ahí leerás el caso si te pareciere; luego la Oración particular de cada día y el Ofrecimiento con que se acaba la Novena. Esfuérzate, devoto, cuanto puedas a ejercitar en cada día actos de la virtud que te ofrece el día.
Acto de contrición
Señor mío, Jesucristo, cuyas ofensas son de infinita malicia, y mirando las mías, es de considerar un infinito de infinitos de las más enormes culpas contra Vos, Redentor y Bienhechor mío. Para cuyo perdón poco me parece, postrado a vuestros divinos pies, decir que me pesa en el alma de los pecados que contra Vos he cometido, pues no hay penitencia, Soberano Padre de los mortales, bastante a mi parecer, a moveros a perdonar tan grandes ofensas como las mías; poco me parece exaltar y engrandecer vuestra misericordia divina, pues ésta bastantemente se magnifica, así como por no haberme echado al infierno por la primera culpa que cometí, como con mitigarme los grados de penas que merecen mis enormes delitos. Y así no quiero el Cielo, Señor, ni que me libres del castigo que merecen mis culpas, sino que me permitáis, ofreciéndoos los méritos de vuestra Santísima Madre María, mientras me concedéis esta vida mortal, amaros sobre todas las cosas, serviros como fiel esclavo, con solo el motivo de que sois tan bueno que hasta las piedras, si fueran capaces, arrastrara vuestra infinita bondad; pero yo he sido peor que piedra, pues ofendí. Convertid, pues, poderoso Señor, esta piedra en un hijo de Abraham, amante vuestro, que es el premio a que aspiro por los méritos de vuestra Santísima Pasión; amaros, serviros quiero, Señor, mas con que sea en el infierno, que con eso se contentará mi ferviente corazón y castigareis mi ingratitud. No me tratéis como a hijo, Señor, que no merece mi ceguedad este título, pero permitidme el que deseo de esclavo, mas con el clavo de vuestro amor y la perseverancia hasta la hora de mi muerte, en que acabe diciendo: os amo, Dios mío, os adoro rendido sobre todas las cosas y en este amor muero. Amén.
Oración para todos los días
Soberana Emperatriz de Cielo y tierra, Ínclita Madre del Sol de Justicia Cristo, Epílogo de sus maravillas, abismo de milagros, aquí tienes postrado, Señora, al mayor de los pecadores, para que el librarlo delas grandes penas que merecen sus culpas sea triunfo del poder con que os adornó toda la Beatísima Trinidad. No quiero, tiernísima Madre de los hombres, alegaros vuestras virtudes para inclinar vuestro piadoso Corazón a mi amparo, que éste lo supongo yo todo de mi parte, según vuestra gran misericordia para con los más perdidos; sólo sí quiero, Soberana Reina de los Ángeles, alegar por vuestra piadosísima mano a vuestro eterno Padre, para alcanzar perdón de mis pecados, que me valgan las virtudes de que os adornó para que merecierais la suprema dignidad de ser Madre de su Unigénito y vuestro Hijo, el Divino Verbo. A vuestro preciosísimo Hijo la materia purísima, que administrareis para formarle su divino Cuerpo, el que le cargasteis nueve meses en vuestro castísimo Vientre, el que lo paristeis, lo criasteis, el dolor que en su circuncisión, al ver aquella primera sangre derramada, padecisteis, que lo presentasteis al Templo y redimisteis los sustos y trabajos que en la huida a Egipto, por librarle la inocente vida, tolerasteis, los acerbísimos dolores que en su Santísima Pasión y muerte sentisteis, muéstrale, Soberana Reina de los Ángeles, esos divinos Pechos, mientras yo prosigo alegando por vuestra intercesión al Espíritu Santo el amor a los hombres que os comunicó, para que se verificase que fuisteis en todo Corredentora con vuestro Santísimo Hijo del linaje humano. Alego, pues todas excelencias a la Beatísima Trinidad, misericordiosísima Reina, para que con vuestra poderosísima intercesión nos conceda amor a las virtudes, libertad de espíritu para emprender siempre lo más perfecto, lágrimas de contrición de nuestros pecados. Ahora, Soberana Reina del Cielo, que te veneramos con el derecho doblado por Madre de Dios Hombre, y por haberlo redimido cuando lo presentasteis al Templo, pedidle a vuestro divino Hijo que nos conceda algo de las muchas virtudes que en vuestra Purificación sagrada ejercitasteis y el favor que en esta Novena solicitamos para que la dulce experiencia de éste nos sea afiance a tu devoción, con que fundemos derecho al amor de Dios y eternidades de la gloria. Amén.
Aquí las siete Aves Marías
Primero Día
Prodigio raro fue el que sucedió con una muchacha que muchos días había que estaba muda sin poder articular voz alguna a causa de un insulto con aire que le había acometido. La que, desesperada de humano remedio (estando allí esta divina Imagen, que andaba pidiendo limosna de cal para proseguir la fábrica de su templo), pidió por señas que la llevasen a velar a la Señora, y habiéndola velado y puesto ante aquel Archivo de las maravillas de Dios, imploró con interiores clamores de la alma el socorro de su dolencia, y aplicándose a la boca para besar una vitela de esta milagrosísima Imagen, al punto prorrumpió en alabanzas de esta Señora, sin impedimento alguno, dándole gracias por su recuperada salud, imitando en esto a Marcela, que alabó el vientre de María por haberle restituido la habla a un mudo nuestra vida, Cristo, que a tanto exalta la humildad a María Santísima, que llegó a hacerse acreedora de la alabanza que mereció por una acción toda milagrosa.
Oración que se hace para todos los días
Humildísima Virgen María, Madre benignísima de los pecadores, yo os ofrezco estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia de con que, siendo libre, os sujetasteis a purificaros, sin tener de qué por ser Purísima, queriendo parecer mundana como las otras mujeres, para gratificar a vuestro Creador con esta incomprensible humildad con la que tanto merecisteis que llegasteis a univocaros con la causa principal de hacer milagros, haciéndoos acreedora de las alabanzas que merecen estos prodigios en vuestra Imagen de Santa Anita; por ésta rendidamente os pido, Señora, que si hasta ahora he vivido mudo, entre los impedimentos de mis soberbias, hagáis se me restituya el habla para renacer a la luz de la gracia, quitando con una dolorosa confesión los lazos del demonio, los precipicios de la carne y las delicias del mundo, y que mi miseria en adelante camine segura por la derecha senda de la humildad con que la Soberana Reina del Cielo pueda conseguir, con vuestra ayuda, el favor que os pido en esta Novena, si ha de ser para gloria de Dios y provecho de mi alma. Amén.
Ofrecimiento.
Señor mío, Jesucristo, cuyo airado Divino Rostro teme mi confusión por mis múltiples pecados, no miréis mis yerros, Señor, sino la humildad profundísima de vuestra Purísima Madre, con las demás virtudes con que la dignificasteis para ser Madre vuestra; de éstas me valgo para que aceptéis mis oraciones, éstas ofrezco a vuestro enojo, de éstas me protejo para librarme de vuestra justa ira, a éstas uno mis súplicas, para inclinar vuestra piedad divina a perdonar mis pecados y merecer serviros como dichoso esclavo en esta vida y gozaros en la gloria. Amén
Segundo Día
Sabida es la maravilla a que muchos he oído yo contar, llenos de pasmo y ternura, que sucedió en Guadalajara con unas mujeres a quienes una noche, estando dormidas a la media noche, les cayó en su casa un fuego tan voraz que sólo les dio lugar a sacar sus cuerpos; salieron sin acordarse de tres niños que quedaban dormidos, hasta que estando fuera se acordaron de las amadas prendas que quedando dentro peligraban. Invocaron a Nuestra Señora de Santa Anita, e impelida la una del materno amor, se arrojó al fuego, entró a la casa, sujetándose aquel indomable elemento a hacerle camino para que entrase sin peligro, en donde ilustrada con las crespas llamas, vio a sus hijos buenos sin lesión alguna, cebándose sólo la fiereza del fuego, como allá en el horno de Babilonia, en los palos, dejando libres a los niños para que alabasen a su Bienhechor por aquel prodigio. ¡Oh, divina Zarza de María de Santa Anita, cuyos incendios, aunque arden, no queman, aunque ilustran, no consumen, que así hizo esta Señora cuando se sujetó a la ley de la purificación, aun conociendo que era Madre de Dios y libre de las inmundicias del parto, sólo por ilustrar y arder a todos los demás con el buen ejemplo al obedecimiento de la ley!
Oración
Purísima Virgen María y dignísima Madre de Dios: Yo ofrezco estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia de la sumisión con que te conformaste con las demás mujeres en la sujeción de la ley, suplicándote, Señora, que así con este buen ejemplo, como mística Zarza, encendiste a todo el mundo, para aspirar a la perfección de las obligaciones de su estado, sea yo abrasado con la modestia de su divino Rostro representado en esta bendita Imagen de Santa Anita, para arderme en vuestro amor, y con el buen ejemplo traer a otros a vuestra saludable devoción, con la que libre de los escándalos que ofrece el Demonio, purificado del pecado, logre vuestra divina presencia, y este favor que con humildad os pido en esta Novena, reedifique mis deseos en vuestro servicio, componga mis acciones torcidas con vuestra modestia, refrene mis depravadas costumbres con vuestro divino ejemplo y logre los frutos suaves de la gracia en la gloria. Amén Jesús.
El Ofrecimiento, Señor mío, Jesucristo, etcétera.
Tercero Día.
Sucedió que en el mismo Pueblo de Santa Anita, donde se venera esta milagrosa Imagen, que habiendo venido un devoto Eclesiástico a visitar a la Señora y saludarla en el día de su fiesta, vino juntamente una mujer que lo amaba mucho con amor impuro, y logrando ésta la ocasión que ofrecen los Pueblos y libertad que se experimenta en los concursos (como hacen muchos que vienen a las fiestas más por tener las ocasiones que nacen de las revoluciones para conseguir sus depravados fines, que por venerar a los Santos) por lo que les amenaza gran castigo de Dios, pues ponen por medio un motivo tan santo como el visitar las Imágenes para la consecución de tan torpes intentos, Dios nos favorezca, para ejecutar los lascivos deseos, que muchos días había con dicho Sacerdote, se entró de noche, estando solo en su cuarto, provocándolo al mal con ademanes y palabras impuras. Reflexó el buen Sacerdote, y fluctuando entre la borrasca de tan eminente peligro, le afligía el enemigo con tan terrible terribles sugestiones que se veía ya para caer en la culpa, hasta que invocando el patrocinio de Nuestra Señora de Santa Anita, triunfó del enemigo con tanta gloria, que con áspera reprehensión de que dio a la mujer la dejó no menos corrida que enmendada, y él con más fervores y amor a la pureza. Mas como el discreto Padre conocía ser más fácil entrar en el agua y no mojarse, meterse al fuego y no quemarse, ponerse al rayo del Sol y no calentarse, que estar con una provocativa mujer y no dejarse vencer de sus deshonestos halagos, salió al punto a dar gracias a la Madre de Dios, atribuyendo la milagrosa palma de la victoria a Nuestra Señora de Santa Anita, que imitando a su divino Hijo, que del consorcio y plática de la Samaritana salió con aplausos de divino, cuando no lo conocían por tal: Venite videte hominem… Prophetam, qui dixit mihi quecumque feci, hizo que su devoto Ministro sacase del mismo peligro nuevo lustre y amor a la castidad. Bien, así como la misma Reina del Cielo, que de la misma Purificación en que tenía de parecer manchada, salió ostentando mayores resplandores de puridad, como dice Novator: Eximio Virgnitatis candore florebar.
Oración.
Oh, Amabilísima Madre de Dios y Señora Mía: Yo os ofrezco estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia del nuevo resplandor de pureza con que te dejaste admirar en el Acto de la Purificación, suplicando humildemente me concedas luz para huir de los peligros que el demonio ofrece con las tentaciones de la carne, y aquel amor a las virtudes que infunde el modesto Rostro de Santa Anita, y en especial a la Castidad, para que con él os agrade, os sirva, os ame y me aumente en vuestra devoción, con la que desterrando de mi corazón el amor a lo terreno, sólo dirija mis anhelos a lo celestial, y logrando por vuestra dignación el favor que os pido, sea para mayor afiance de mi afecto a esta bendita Imagen de Santa Anita, en la que venerándoos con especial culto, me asistáis con singular influjo para reforma de mi vida.
El Ofrecimiento, Señor mío, Jesucristo, etcétera.
Cuarto Día
Como el poder de esta Soberana Imagen se extienda hasta el inconstante elemento de las aguas, es muy sabido el suceso que pasó a Don Juan Felipe de Orozco, viniendo de los Reinos de Castilla para éstos, y es que padeció en el mar una tan terrible tormenta, que la trémula ya deshecha Nao, a golpes del presuroso viento, ya se veía contando las estrellas al Cielo y ya hollando las arenas del abismo. Suspiraban todos con lágrimas, juzgándose ya despojos de la muerte, todo era desmayos, todo confusión, nadie se alentaba a hacer diligencia alguna para librarse, tratando ya todos de disponer sus conciencias para la última cuenta, cuando sacando el devoto Caballero una Imagen que traía consigo de Nuestra Señora de Santa Anita (de cuyos prodigios vivía bien experimentado, pues ya había estado en este Reino) invocando su patrocinio, y haciendo voto de celebrar su fiesta, como de hecho la celebró, ¡prodigio raro!, se le apareció la soberana Imagen sobre una nube, en medio de aquella borrasca, prometiéndole consuelo, y al punto sosegó la tormenta, y obedeciendo las aguas al imperio de esta Señora, a favor de los afligidos, como allá al imperio de la Arca del Testamento, obedecieron las aguas del mar, haciendo muro, y abriendo paso para que no peligraran los israelitas fugitivos, a quienes guiaba, favoreciendo en figura de nube, sosegó la tormenta, quedando todos salvos, sin peligrar alguno, dando gracias a la Señora por su libertad. Más que mucho, que enseñe obediencia a las aguas quien sólo por obstentar obediencia y enseñar a obedecer a las criaturas se purificó.
Oración
Oh, Benditísima Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia de la supererogante obediencia que ejercitaste en tu divina Purificación, con la que tanto agradaste a tu Eterno Padre, que te exaltaste sobre la corona de todas las virtudes; por ella humildemente te pido, Señora, me concedas un ánimo humilde para obedecer a todos los que legítimamente me mandan, y navegar seguro por las procelosas borrascas de este mundo, libre de escollos que me ofrece el demonio, caminando por las sendas del amor propio, del que, Soberana Reina, os suplico me apartéis con las eficacias de vuestra intercesión sin el que en esta miserable vida todo será paz, tranquilidad y gozo en la consecución del favor que os pido, con el que espero gustar el de vuestra protección. Amén.
El ofrecimiento, Señor mío, Jesucristo, etcétera.
Quinto día
No hay voces con que ponderar el pasmo que todos han vivido y frecuentado los Valles de Masatepeque y Santa Anita, cuentan que le sucedió a Don José de Leiva, siendo arrendatario de la Hacienda y vínculo de Masatepeque, y fue, según la conforme narración de todos, que habiendo sembrado cuantiosas sementeras de trigo, como también otros muchos Comarcanos y del mismo Valle lo habían hecho, cuando estaba ya tan descollado el trigo, y las espigas tan hermosas y colmadas de frutos, que ofrecían mucha cosecha, cayó por los días de marzo una tan atroz helada que marchitándolas con su actividad al más fuerte verdor de la más silvestre planta secó de tal forma el trigo, que heló del todo a la más confiada esperanza de alzar ni aun una espiga con grano, pues el día del hielo parecía que estaba cubierta toda la floresta de sábanas, según disgregaba su blancura la vista. Así les sucedió a todos los del rededor, menos al devoto Caballero Don José, que acordándose en este trabajo de su devota Nuestra Señora de Santa Anita, imploró su ayuda, haciendo promesa de irla a visitar, y sucedió singular maravilla, que floreció el trigo, ahijó, hizo cosecha tan abundante que tuvo mucho trigo con que satisfacer sus dependencias, socorrer a los pobres y enriquecer a todo el Valle. Más que mucho, si es María Santísima la prodigiosa Nao que trae el pan de muy lejos, y estando tan lejos el helado cierzo, o por su estancia o por su contrariedad, y habiendo sacado del mismo hielo el pan, parece que se verifica aquel: De longe portat panem suum. A más que si el pan es materia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y éste se puede decir que es Verbum Dei, no sólo porque con las palabras se hace, sino también por ser el Verbo Divino el que se trae debajo de las especies de pan, no viene muy fuera de propósito, que Ignis grando, nix glacies faciebant verbum ejus. Porque admira que quien tiene el Sagrado Vientre como un montón de trigo, como María Santísima, socorra a unos y enriquezca a otros con trigo. Así como la Soberana Reina de los ángeles cuando se purificó y presentó al Templo, en donde en secreto ofreció preciosísimos dones de los que le ofrecieron los Reyes Magos en su adoración, enriqueciendo con estos al Templo, y en público portándose como una pobrecita, con ofrecer sólo los polluelos de las palomas, la que era dueña de todas las riquezas del mundo y del cielo.
Oración
Oh, Liberalísima Virgen Santísima, Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco estas siete Aves María y un Padre Nuestro en reverencia de la liberalidad con que con preciosos dones enriquecisteis al Templo, y de la pobreza con que con sólo dos polluelos de paloma redimisteis a vuestro divino Hijo, suplicándoos, Señora, que mostréis esa divina liberalidad, enriqueciendo mi alma en todas las virtudes, y en especial de la altísima pobreza, con la que adornada, le fastidie todo lo terreno que le sea embarazo para servir a Dios y sólo anhele a lo eterno, con que teniendo el enemigo común menos lazos que ofrecerme para caer en culpa mortal, con liberalidad santa ofrezca mi corazón, mi alma y todas mis acciones a Dios para que lo llene del favor que os pido en esta Novena y con él exalte su gloria, vuestro Bendito Nombre y aproveche mi alma en su divina gracia. Amén. Jesús.
El ofrecimiento, Señor mío Jesucristo, etcétera.
Sexto Día
Portento raro el que sucedió el día 29 de abril de 1737 con un Sacerdote que, habiendo venido de Guadalajara a Santa Anita en ayunas a decir Misa y visitar a esta Soberana Señora por el buen suceso de un hermano suyo que se había ya ido para México a ordenarse de Subdiácono, le acometió tan fuerte dolor cólico, como a las nueve del día, que habiendo ido la noticia a Guadalajara a sus padres, y habiendo venido ellos y traído consigo Médico el más acertado, varias y costosas medicinas y habiendo hecho todas las diligencias posibles en lo humano, no fueron bastantes a estorbar que otro día, a la oración de la noche, estuviese ya dicho Sacerdote dispuesto y sin esperanzas de vida; mas fluctuando entre sus congoja, y aun casi agonizante, el enfermo acertó a pedirle al Padre Capellán le concediese el privilegio de sacar a la prodigiosa Imagen de su Tabernáculo y traérsele a su presencia para pedir cara a cara a la Señora su remedio. Hízolo así el piadoso Religioso, y luego entrada que fue a la celdita donde estaba ya el moribundo enfermo, postrado ante aquella divina Vara de Moisés, ejecutora de maravillas, cual otro Saúl clamaba el perdón de sus pecados, y la salud, si le convenía. La madre del enfermo también clamaba como otra cananea el remedio de la dolencia de su hijo, y aplicándole el Padre Capellán la Imagen para decirle un Evangelio al vientre del enfermo, lo mismo fue tocar las vestiduras de esta Señora al doliente, que como aquella feliz mujer que padeció tantos años el flujo de sangre con el contacto de la vestidura de Cristo, empezar a evacuar y conseguir perfecta sanidad, atribuyendo él y los demás por las urgentes circunstancias esta salud a la Señora, representada en su prodigiosa Imagen de Santa Anita. Aquí se advierte la causal, ¿por qué Simeón llamó Niño Dios cuando su Madre lo presentó Templo saludable? Salutare, que había de hacer por la intercesión de su Madre a favor de los enfermos. Quia viderunt oculi mei salut tuum.
Oración
Oh, Benignísima Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco rendidamente estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia del gozo que tuvisteis al oír al Sacerdote Simeón nombrar en el Templo a vuestro Santísimo Hijo, salud de los mortales, suplicándoos, Soberana Reina, que intercedáis con Su Divina Majestad para que sane las dolencias de mi alma y que tenga esfuerzo para romper los lazos del demonio sin hacer caso de las tentaciones que me pone para caer en los peligros a que me desea precipitar, y que así os sirva con los esmeros que merezca recibir esta merced que en esta Novena os suplico, y en ella una sanidad perfecta espiritual, con reforma de mi vida, para gloria de vuestra protección y aumento de vuestros devotos con lo admirable de vuestras maravillas. Amén.
El Ofrecimiento
Séptimo Día
Prodigio raro, singular maravilla es la que siempre se ha experimentado en esta milagrosa Imagen desde que la tenía Justina, una india del mismo Pueblo de Santa Anita, en cuyo poder pareció primeramente la Señora, comenzándose a conocer y venerar de todos con culto público por los milagros que ejecutaba en el poder de dicha Justina. Y era el caso que atendida de todos por excelente médica esta dichosa india (y con razón, pues sus aciertos indefectibles le granjeaban este honorífico respecto), la observación puntual que tenía cuando la llamaban a visitar algún enfermo era, después de haberlo exhortado a la devoción de la Virgen, la primera diligencia que ejecutaba antes de ordenar medicamento al doliente era irse a su casa, le encendía una candela a esta divina Imagen y le observaba el Rostro, el que si se ponía negro, era señal de que moría el enfermo, y entonces iba Justina y le anunciaba su muerte, excusándose de curarlo y exhortándolo a que se dispusiese para morir, y se moría indefectiblemente. Pero si observaba el Rostro encarnado resplandeciente y hermoso, volvía con el enfermo, le avisaba su dicha de que viviría, y haciéndole remedios con el sebo de la misma candela que encendía a la Señora, fijamente sanaba. Cuyos acontecimientos despertó al celo, por no decir a la malicia, para averiguar el origen de esta indefectibilidad, atribuyendo unos el acierto de las curas de Justina, con temeridad, a obra del Diablo, otros a misterio, otros a gracia natural. En fin, apuró el celo la materia, y preguntada la devota Justina, declaró los diversos pareceres del Rostro de esta Imagen, que eran la pauta de sus aciertos, experimentar la verdad, y aún hasta hoy se experimenta y han experimentado diversos enfermos, que acometidos de fatales accidentes, al ponerles delante esta misericordiosísima Imagen, si han de morir se les muestra con el Rostro negro; si son de vida, resplandeciente y hermoso. Así, de hecho, se probó con un Seráfico de dignidad, que estaba muy a los últimos en el Convento de Tlajomulco, a donde pidió le llevasen a la Señora, se la llevaron, y al tiempo de entrarla por la puerta de la celda donde estaba el enfermo, dijo: Muy linda eres, Señora, pero muy trigueña, echándole todos el sello de su vida, con esta divina metamorfosis del semblante de esta milagrosa Imagen, ¡Oh, soberana Vara de Moisés!, representada con diversos aspectos para hacer favores a los hombres, ya de serpiente para devorar las obras de los Magos de Faraón, ya de vara para dar a cada uno lo que es suyo, ya de Cruz, para dar saludable y dulces aguas en el desierto. Y ¡oh, divinos diversos semblantes de María en su Purificación!, ya negro tratándose como pecadora, y ya resplandeciente por su pureza, los que tomó sin estar obligada, dice Metodio, por el eximio amor a Dios y a los hombres: Virgo legi obtemperavit ob suum in Deum, in ejusque mandata eximium amorem, por los que los toma también esta Soberana Imagen de Santa Anita.
Oración
Oh, Amabilísima Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia de la ardiente caridad que en vuestra divina Purificación ejercitasteis, Soberana Reina, me concedáis un acto intensísimo de amor de Dios, con que mudándome de lo negro de pecador al de Siervo de vuestro Hijo, logre siempre el amarle con las fuerzas de mi corazón. No vea yo, Señora devota mía, lo negro de lo airado de su divino Rostro; haced, Señora, que sólo vea los halagüeños resplandores de su divino aspecto y el vuestro, para que encendido con amor ardiente a los cargos de mi obligación merezca recibir este que os pido en esta Novena para gloria de vuestras maravillas. Amén.
El Ofrecimiento
Octavo Día
En éste harás conmemoración del prodigio que con admiración y edificación suya experimentaron todos en el Pueblo de Tlajomulco, en donde estaba un enfermo tan postrado que ya eran los últimos días de su vida, pues murió de cuatro días de sucedido este milagro. Estaba, pues, este felice moribundo con el amor de la vida tan engañado, que de ningún modo creía que se moría, todo era echar trazas y disposiciones pertenecientes a esta vida moral. Y aún sin poder cuasi articular, estaba con mucho ahínco y estrépito ordenando cosas, al parecer, perjudiciales a su conciencia. Los Religiosos que le asistían se apuraban y le apuraban a que se dispusiese, mas él recio y terco en que no quería; las diligencias se multiplicaban y la terquedad y obstinación crecían, de modo que llegaron a creer en imposible en lo moral que aquel hombre se confesase, hasta que creyendo los Sacerdotes que sería sugestión diabólica la resistencia de aquel miserable, y que sólo con virtud divina se podría vencer, enviaron por Nuestra Señora de Santa Anita, y lo mismo fue ponerle a su vista esta milagrosa Imagen que hacerle un gran razonamiento, y al punto, quedando libre de las tentaciones del enemigo, como aquel miserable endemoniado que refiere San Lucas, Capítulo II, él mismo, sin que nadie le dijese palabra, conoció que se moría, pidió que lo dispusiesen, como de hecho se confesó con tan buena disposición, que hasta predicó el día misterioso que quiso (como que lo elegía para morir) que lo fue el sábado inmediato, en el que murió dejando con su extraordinario fervor y señales de contrición mucha esperanza de su salvación. Atribuyendo todo este triunfo a la divina Aurora, mediante la cual, como allá Jacob, después de una larga lucha con el Diablo entre las tinieblas de la noche, consiguió victoria y las bendiciones del cielo. Más que mucho, si es María Santísima tan diligentísima en desterrar las tentaciones diabólicas contra hombres, que se sujetó a las leyes de la Purificación por ocultar al Diablo la Encarnación del hijo de Dios y con esto evitar las acechanzas con que hiciera peligrar nuestra admirable Redención, dice Gofrido Abad: Purgator Virgo, et ocultavit Deitatem nam si Christi Incarnatio fuisset nota diabolo, nec Christus pro nobis mereretur, nec fieret nostra Redemptio.
Oración
Oh, Amantísima Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco humildemente estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia del amor tan grande que ostentáis en el librar a los hombres de los peligros que les ofrece el Demonio, extendiéndose vuestra singular fineza hasta quitarles las tentaciones, para que con más facilidad se coronen con los laureles de las victorias, suplicándoos, Señora mía, que ya que son tantos mis deméritos, me apliquéis vuestros méritos, para siempre declamar triunfos con vuestro patrocinio contra las acechanzas del Demonio, con el que seguro de sus tentaciones, os sirva y alcance el favor que os pido en esta Novena, el que reconocido por efecto de vuestra devoción, os corresponda la firmeza con que nos amáis con la encomienda de vida, edificación a mis prójimos, provecho de mi alma y gloria de vuestra intercesión. Amén Jesús.
El Ofrecimiento.
Noveno Día
Son tantos los prodigios que se cuentan de esta Soberana Imagen, que en este noveno día quisiera que la contempláremos Oficina universal de milagros, como lo fue de virtudes María Santísima en el acto de la Purificación, en donde las ejercitó, dice el gran Tomás, para exaltarse sobre la Corona de las Virtudes, a que Dios le comunicase su divino brazo en la ejecución de tan ratos prodigios como experimentamos en sus Imágenes. Si quisiéramos contar los de Nuestra Señora de Santa Anita en dar salud a infinitos moribundos, en anunciarles su cercana muerte a innumerables enfermos, en facilitar pretensiones conducentes a la honra y gloria de Dios, en aplacar corazones envenenados contra sus prójimos, en facilitar sucesos felices, en remediar necesidades, en librar de peligros, en socorrer pobres, en restablecer partes del cuerpo debilitadas, en convalecer baldados. Ni hubiera capacidad en esta pequeña obrita y fuera nunca acabar. Sólo diré dos, que son los más raros, omitiendo las otras acciones, que por maravillosas canoniza la devoción común. Sea el primero: que yendo cierto Caballero de Santa Anita a Guadalajara (que había venido a visitar a la Señora) en su forlón, uncidas unas mulas tan soberbias e impetuosas que su ahínco quería correr parejas con el viento, se volteó el forlón, cayeron todos los que iban dentro, se alborotaron las mulas, y dando saltos tiraron al Cochero, el que enredado entre los lazos y pies de las mulas, cuando todos pensaban que éste con las demás gentes padecieran destrozos de sus vidas, invocando el Caballero a la Reina del Cielo, se amansaron las mulas, nadie peligró, saliendo todos ilesos de aquel riesgo. El segundo y más maravilloso fue que faltó carrillo para subir materiales y trabajar en la iglesia de esta Soberana Imagen, y acongojado el Padre Capellán que corre con ella, salió a los Pueblos a buscar modo de socorrer esta necesidad, y no hallándolo, se volvía a su celda muy desconsolado con la misma necesidad, habiéndose apeado del caballo, vio entrar un hombre con aspecto venerable con un niño al lado, al parecer de siete a ocho años, con un carrillo muy bien labrado; y después de haber saludado al Religioso le dijo que venía a dejar a aquel carrillo a la Virgen Santísima, que traía aquel niño, por si acaso hubiera necesidad en la obra. Entonces, vuelto en sí el Religioso, con el rostro lleno de regocijo, le dio los agradecimientos al Bienhechor. Quedaron todos llenos de admiración, y volviéndose a la Celda, advirtieron lo volumoso y pesado del carrillo, que bien pudo menester mula para que lo cargase, y que sólo aquel niño que en sus divinos brazos mantiene el peso de todo el mundo pudo llevarlo en sus brazos hasta la Celda, y que aquel que tan fiel sirvió como Esposo en esta vida apuró los primores del Arte para su fábrica. ¡Oh, Arca misteriosa del Testamento, epílogo de las maravillas de Dios!, que domesticas y amansas brutos como hiciste con aquellas bocas cerriles que tiraban el plaustro que te conducía, abrías camino por medio de las aguas para tus devotos, postrabas los enemigos, acobardabas los contrarios del nombre de Dios, esforzabas a tus patrocinados, socorrías necesidades, librabas de peligros y dabas pauta dirigente para su gobierno a todo el Pueblo escogido. ¡Oh, Imagen milagrosísima de Nuestra Señora de Santa Anita!, quién no dirá al verte, Señora, lo que Santo Tomás, Joan. 20: Mater Dei, et Domina mea. ¡Yo, Señora mía, creo que en esta Imagen vuestra está obrando prodigios el Omnipotente brazo de Dios! Quién no dirá, Señora, que lo lleváis a presentar al Templo, que lo hacéis para que redimiéndolo sea dos veces nuestro, para que con duplicado derecho le pidamos que ejecute a favor nuestro su divino poder los asombros que son dulces experiencias nuestras, por vuestra dignación y mandato.
Oración.
Oh, Prodigiosísima Madre de Dios y Señora mía: Yo os ofrezco humildemente estas siete Aves Marías y un Padre Nuestro en reverencia del nuevo título que nos adquiristeis redimiendo en el Templo a vuestra preciosísimo Hijo, para que con duplicado derecho fuéramos en nuestras necesidades socorridos, suplicándoos, Señora, por esta dignación, que volváis esos divinos ojos a mis necesidades, concediéndome que dome los desbocados brutos de mis pasiones, refrene mis apetitos, mire los riesgos en que me ponen mis desordenadas costumbres, y este favor que os pido en esta Novena para mi alivio. Extended, Soberana Señora, el brazo de vuestro poder al descanso de las benditas Ánimas del Purgatorio, a extirpar las herejías, socorrer pobres y ricos, huérfanos y viudas, navegantes, moribundos y encarcelados, a todo género de miseria nuestra, especialmente a los del estado Eclesiástico, para que unidos todos con vuestra ayuda en vínculo de caridad, nos amemos por Dios, a quien en unidad de Esencia y Trinidad de Personas, demos perpetuas alabanzas en el Reino de la Gloria. Amén.
O. S. C. S. M. E. C. A. R.[4] [1] Religioso franciscano de la Provincia de los Santos Francisco y Santiago de Xalisco, Lector Jubilado, Calificador del Santo Oficio y Guardián del Convento de Tlajomulco. [2] Publicado en Senderos de ilusión: lecturas populares en Europa y América latina (del siglo XVI a nuestros días), Gijón, Ediciones Trea, 2007, pp. 79 ss. [3] El nombre completo de la obra es Novena de la Prodigiosa Imagen de Nuestra Señora de Santa Anita que se venera en el mismo Pueblo de Santa Anita, en el Valle de Toluquilla, Jurisdicción del Pueblo de Tlajomulco, Obispado de Guadalajara de la Nueva Galicia, compuesta por el Muy Reverendo Padre Fray Bautista Solís, Lector Jubilado, Calificador del Santo Oficio y Guardián que fue del Convento de dicho Pueblo de Tlajomulco, quien la dedica a la misma Imagen de la Señora y Reina del Cielo. Reimpresa en Guadalajara en la Oficina de Don José Fruto Romero, año de 1809. 17 pp. Su publicación es posible gracias a la buena disposición del señor presbítero don José Gerardo Herrera Alcalá, que proporcionó a este Boletín un facsímil, y a la trascripción que hizo del texto el licenciado en historia Aldo Serrano Mendoza. [4] Abreviatura de la protesta de fe del impresor. Comúnmente era “Omnia sub correctione Sanctae Catholicae Romanae Ecclesiae” (todo bajo la corrección de la Santa Iglesia católica y romana”. Sin embargo, la abreviatura aquí usada o.S.c.S.M.E.c.A.R., equivale a o (omnia), S (sub), c (correctione), S (Sancta), M (Matris), E (Ecclesiae), c (catholicae), A (Apostolicae), R (Romanae), cuya traducción es similar a la anterior, pues a modo de protesta de fe condensada sólo se agrega “Apostólica”. |