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El establecimiento del Colegio Mexicano en Roma desde la prensa tapatía
Bajo el encabezado “El Cardenal Garibi Rivera habló ante el Papa, a nombre del Episcopado nacional, en la bendición de la primera piedra del seminario mexicano”, el semanario La Época dio a conocer, tres días después de los hechos aquí narrados, la crónica que sigue.[1] Se añade, además, la carta que al tiempo de la apertura de la institución el Santo Padre hizo llegar al Arzobispo de Guadalajara.
Ciudad del Vaticano, sábado 12 de octubre (Radio Vaticana).- A las 11 de la mañana, el Episcopado de México junto con 1a numerosa colonia mexicana residente en Roma esperaba en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a Su Santidad Paulo VI quien habría de bendecir la primera piedra del Colegio Eclesiástico Mexicano. Con regia puntualidad fue recibido por el canto del “Tu es Petrus”, ejecutado por los alumnos del Colegio Pío Latino Americano, con el cual se alternaban los aplausos vibrantes de entusiasmo hacia la persona del Pontífice. Terminado el coro, el Cardenal Garibi Rivera, Arzobispo de Guadalajara, pronuncia una sentida alocución en que recuerda las vicisitudes que hace cincuenta años vivió la Iglesia de México, y en que gracias a la generosidad de la Madre Patria, España, pudo proveer a la formación de sus seminaristas. Con el correr de los años, y con mejorarse la situación –prosiguió Su Eminencia– se fundó el Seminario de Montezuma hace 25 años, con la ayuda fraterna y generosa del Episcopado norteamericano, y que ha dado ya más de un millar de sacerdotes para México. Después proseguía: “Santísimo Padre, en este momento, a nombre de la jerarquía mexicana, llegue a Vuestra Santidad una palabra de gratitud de la jerarquía y del pueblo mexicano hacia España, los Estados Unidos y Alemania por lo que la catolicidad de esos pueblos han hecho a favor de la Iglesia de México. Con plena justificación la Santa Sede ha querido que todas las Diócesis envíen sus alumnos a esta ciudad de Roma para continuar sus estudios en esta urbe, que por voluntad de Nuestro Señor Jesucristo es maestra de todo el mundo”. Su Eminencia el Cardenal Garibi Rivera terminaba con estas palabras: “Por ello, Santísimo Padre, esperamos del favor de Vuestra Santidad la bendición de la primera piedra de nuestro seminario. Estamos seguros que Vuestra Santidad, viendo nuestro esfuerzo para la realización de esta obra, se dignará bendecirla, y con ello a Nos y a todos los Obispos mexicanos, seguros de que con vuestra bendición descienda sobre nosotros la bendición de Dios, en cuyo nombre comenzaremos la construcción del Seminario de Santa María de Guadalupe en la urbe”.
El discurso del Papa
El Papa, visiblemente conmovido, contestó con el siguiente discurso en perfecto castellano:
Venerables hermanos y, amadísimos mexicanos todos: Se bendice y se coloca hoy la Primera piedra del Colegio Mexicano en Roma. Nos rodea Una corona de Obispos, de la casi totalidad de la nación, venidos para dar su aportación luminosa y responsable a las tareas del Concilio Ecuménico, Nos sentimos en estos instantes, gracias al servicio de la técnica, en medio de nuestros queridos hijos de México, en tales circunstancias, cómo no va a vibrar de júbilo nuestra alma. La fecha de hoy, 12 de octubre, evoca un jalón memorable en la historia del continente americano y señala el alba radiante de su catolicidad. Nos depara la oportunidad de extender este nuestro saludo, junto con México, a las demás naciones de América, para testimoniarles Nuestro singular afecto, para tributarles el respeto y la admiración que Nos merecen, para decirles la esperanza que la Iglesia tiene puesta en ellas. Durante los años de nuestro servicio a esta Sede Apostólica y ya en estos primeros meses de ministerio pontifical, qué poco nos ha costado darnos cuenta del gran amor vivo, entrañable, incorporado a la Iglesia, pero siempre sublime y sincero del pueblo mexicano hacia el Vicario de Cristo. Por eso, tened la seguridad de que vuestra voz encuentra siempre un eco de viva gratitud en nuestro corazón. Aquel grupo escultórico de la Virgen de Guadalupe con el indio Juan Diego y el Obispo Zumárraga, que asienta su trono en lo más alto de los jardines vaticanos, parece ofrecernos la señal constante de vuestro mensaje de adhesión; y se diría que nos presenta la ocasión poderosa para llevar de nuestros labios a la Reina de México y Emperatriz de las Américas la oración afectuosa y asidua por todos vosotros. Y ahora querríamos ponderar la riqueza de vuestro patrimonio espiritual, la firmeza de vuestra fe y de vuestra fidelidad a Cristo y a su Iglesia; querríamos proclamar lo edificante de vuestra devoción mariana, tan intensamente vivida y con tanto entusiasmo expresada. Pues lo haremos: queremos hacerlo asegurándonos cuánto nos consuela vuestro testimonio cristiano y alentándoos a perseverar en él y a vivificarlo con redobladas energías. ¡Qué promesa de obreros evangélicos a segar la mies, que es lo que encierra este colegio! Ardua es esta empresa. Nos, enviamos de todo corazón la bendición, y aún fresca como está en el recuerdo, la intervención personal que como Arzobispo de Milán la Providencia nos deparó un día. Su realización hará surgir nuevas esperanzas de las diócesis mexicanas, a las que ofrece estímulo y de las que merece gratitud la generosa y fraterna ayuda de los católicos de otros países. Por nuestra parte, aprovechamos esta oportunidad para testimoniar el vivo reconocimiento con que esta Sede Apostólica ha visto y ve la desinteresada cooperación con que en particular los episcopados de España, Estados Unidos y Alemania, con sus respectivos pueblos, han favorecido la obra del Seminario Mexicano. Al bendecir la primera piedra de este centro de formación sacerdotal, dejad que vaya vuestro pensamiento a los predicadores de la palabra de Dios que, salidos de este Cenáculo, llevarán el Evangelio a los hombres hambrientos de verdad, a los guías de espíritu que sabrán dar robustez, vigor y actualidad a la práctica religiosa heredada de los mayores, a los defensores y amigos de los pobres, a todos los sacerdotes santos y sabios que, templados aquí, junto a la tumba de Pedro, han de contribuir con su fervor a multiplicar las vocaciones eclesiásticas y religiosas en vuestro país, y sabrán suscitar adhesiones de almas consagradas que tantos creyentes esperan y otros reclaman con apremio. Nos permitimos deciros así mismo una palabra de exhortación, que hacemos también objeto constante de Nuestra plegaria: perseverad en la confesión sincera y abierta de la fe católica, conservad esa fe católica, conservad esa fe frente a cualquier dificultad; la integridad del matrimonio y de la salud y vida cristiana. Que sea siempre vuestra más viva preocupación despertar los más vivos sentimientos de justicia y caridad, conscientes de que con la aplicación del mensaje de Cristo, estaréis prestando un esmerado servicio a la comunidad nacional. Un saludo muy cordial para vosotros, queridos hijos, venerables hermanos, a vuestro pueblo. Para los religiosos y seglares, para el pueblo queridísimo de México, a todos nuestra más cariñosa bendición apostólica.
Acto seguido procedió Paulo vi a la bendición de la primera piedra. Iban respondiendo todos los presentes. Al final, impartió la Bendición Apostólica.
Apéndice
Carta del Papa Pablo vi al Cardenal José Garibi y Rivera, Arzobispo de Guadalajara
A Nuestro querido Hijo el Cardenal José Garibi y Rivera Arzobispo de Guadalajara
Con sentimientos de particular benevolencia y de gozo profundo Nos dirigimos a Ti, querido Hijo, para asegurar que en estos momentos en que se inaugura la sede del Colegio Mexicano en la Ciudad Eterna Nos encontramos espiritualmente presente en medio de Nuestros Venerables Hermanos en el Episcopado, de los amadísimos sacerdotes, seminaristas y fieles que, procedentes de México y rodeados de una afectuosa corona de personalidades y de amigos, asisten a un acto de trascendencia para la vida de la Iglesia en esa noble Nación, tan cerca siempre de Nuestro corazón de Padre. Se ha querido unir esta fecha a aquella otra, tan histórica, que evoca la llegada del Mensaje de Cristo, de su Cruz y de sus Misterios, a las tierras americanas, donde a lo largo de los siglos la fe se fue arraigando gracias también al ministerio fecundo de celosos sacerdotes que salieran del benemérito y glorioso Colegio Pío Latino Americano para difundir e intensificar el Reino de Dios, bajo la asistencia materna de la dulce Virgen del Tepeyac. El incremento providencial de vocaciones y el interés por que ellas encuentren, junto a la Cátedra de San Pedro, una formación espiritual, intelectual, pedagógica y disciplinar adecuada a las exigencias pastorales del país donde se ejercitará la actividad sacerdotal, han aconsejado y hecho realidad el Pontificio Colegio Mexicano en Roma. A cuantos han contribuido a su ejecución expresamos Nuestro aplauso y felicitación. Confiadamente esperamos que de este Santuario Vocacional, erigido en un periodo de intensa renovación postconciliar, salgan numerosos y selectos apóstoles, verdaderos ministros de la acción de la gracia en las almas, que configuren en su vida los ejemplos y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor que vino a “servir y a dar su vida para redención del mundo”.[2] Es necesario, en verdad, entender al mundo, conocer y compartir sus problemas, sus angustias, sus legítimas aspiraciones; pero en el carácter sagrado del Ministro del Culto y del servicio divino, ha de conservar siempre su primacía la actitud sobrenatural que se alimenta con la meditación de la Palabra de Dios y con “el trato familiar y asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo”.[3] La participación consciente en el Misterio sacrificial y sacramentalmente santificador de la Iglesia, el testimonio de la unidad entre los hermanos que atrae a los hombres a Cristo, la adhesión a los propios Obispos, el espíritu de abnegación y de vida interior serán la mejor garantía para que el entusiasmo vocacional conserve inalterado su vigor y para que la eficacia de penetración ministerial se vea copiosamente bendecida por Dios. Con estos ardientes deseos que presentamos como súplica al Altísimo, por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, Nos complacemos en otorgarte a Ti, querido Hijo, a Nuestros Venerables Hermanos en el Episcopado, a los Sacerdotes y Seminaristas de México, en particular a los Alumnos del nuevo Colegio, una efusiva Bendición Apostólica que de corazón extendemos a cuantos participan en la ceremonia de inauguración y al amadísimo México, sobre el que invocamos la continua asistencia de los dones celestiales.
Del Vaticano, 12 de octubre de 1967 Paulus PP. vi [1] La Época. Suplemento informativo del Concilio, núm. 6, Guadalajara (octubre 15 de 1963). Este Boletín agradece a don Luis Sandoval Godoy, en su tiempo del equipo de La Época, la gentileza que tuvo de enviar la crónica que sigue a nuestra redacción. [2] Mc. 10, 45. [3] Concilio Vaticano ii, Decreto sobre la Formación Sacerdotal, núm. 8. |