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Carta que los habitantes de “Los Altos” dirigen al señor cura don J. de Jesús Angulo mostrando su apoyo al Delegado Apostólico [Leopoldo Ruiz y Flores] respecto a los “arreglos”

La impresión que causaron los arreglos entre la Iglesia y el Estado Mexicano en junio de 1929, y que pusieron fin a la guerra cristera, ofrece diversos ángulos, uno de los cuáles refleja el parecer de una comunidad a cargo de uno de los ministros del clero de Guadalajara que con razón o sin ella, fue considerado por el Gobierno un elemento subversivo[1]

 

Señor cura don J. de Jesús Angulo.

 

Muy respetable señor e inolvidable padre:

 

Somos sus destrozados hijos de Los Altos los que venimos ahora con nuestra alma hecha pedazos, porque después de tantas calamidades que por tres años largos hemos soportado con paciencia y valor, salido este y único de la esperanza en Dios, nada más.

Nos miramos privados ahora de grande y único consuelo que esperábamos. Usted no ha venido y esto nos tiene amargadísimos y en un estado atroz de abandono y desconsuelo. Es por esto que haciendo nosotros un esfuerzo de hijos por buscarle a usted para que por nosotros cumpla con un sagrado y patriótico deber que tenemos los alteños y nuestras familias con el ilustrísimo y reverendísimo señor arzobispo de Michoacán, don Leopoldo Ruiz y Flores, haciendo un esfuerzo para encontrarle a usted, repetimos, hemos tenido el consuelo de saber que vive ocupado siempre en su ministerio sacerdotal de paz y consuelo no muy lejos de nosotros. Es por esto que le suplicamos se digne aceptar la representación de todos nosotros, los alteños y de nuestras familias, y pasar a la ciudad de México y hacerle una visita por nosotros al señor Delegado Apostólico y decirle estas cosas de nuestra parte:

 

Primero, que estamos enteramente adheridos a él filial, práctica y cristianamente.

Segundo, que se digne ver en nosotros a sus hijos sinceros en la fe y obediencia digna que él justamente merece por sí y por la altísima representación de que Dios, Nuestro Señor, Nuestra Señora de Guadalupe y la Santa Sede lo han investido.

Tercero, que nosotros no dejamos pasar un solo día sin pedir muchas veces a Dios, que pueda cumplir con esa misión tan espinosa que ha puesto sobre sus hombros la Divina Providencia.

Cuarto, que se digne recibir nuestro agradecimiento porque se dignó aceptar esa misión de Delegado Apostólico en nuestra Patria para nuestro bien y provecho, seguro de que nosotros estamos muy agradecidos con él.

Quinto, que le suplicamos muy respetuosa y filialmente se digne saludar por nosotros a nuestro santo y querido prelado, nuestro arzobispo, el ilustrísimo y reverendísimo señor don francisco Orozco y Jiménez, pues aún no sabemos en dónde se encuentra el pobrecito.

 

Señor cura, seguros de que aceptará gustosísimo nuestra pobre representación ante el señor delegado apostólico, le anticipamos gracias mil por este nuevo favor, asegurándole que Dios, Nuestro Señor le pagará todo lo que ha hecho por nosotros y siga haciendo por estos sus pobrecillos hijos “alteños”, en esa su preciosa vida sacerdotal, que Dios ha premiado ya muchas veces, tolerando persecuciones y calumnias tan injustificadas sobre usted.

Suplicamos por último, reciba nuestro agradecimiento y que vuelva pronto a nosotros. Nos despedimos rogándole nos bendiga siempre.

 

A los 8 días del mes de agosto de 1929.

San Francisco de Asís, región de “Los Altos”, Jalisco,

Las comisiones representativas de todos los habitantes de esta parroquia alteña.

 

[Firmas y rúbricas de los que formaban el comité representativo de “Los Altos”]

 

 

Delegación Apostólica, México D.F.

Puebla Nº 249

 

22 de agosto de 1929

 

Señores Bernardino Rodríguez y demás firmantes de “Los Altos”, Jalisco.

 

Muy estimados hijos en Jesucristo:

 

            Hace pocos días que recibí vuestro hermosísimo mensaje del 8 de agosto del corriente, y la gratísima impresión que me produjo, se ha grabado en mi espíritu, pues veo en vuestras palabras, reflejo sincero de vuestra alma, a los genuinos hijos de la Iglesia Católica que todo lo dan por la defensa de su Madre, y todo lo esperan de Jesucristo Nuestro Señor.

            No os aflijáis si no habéis visto colmado vuestro gozo con la libertad plena de Nuestra Santa Madre. Dios Nuestro Señor ha contemplado desde el cielo vuestros heroicos sacrificios y los ha anotado en el libro de la Vida.

            Es más, cuanto habéis padecido por Nuestro Señor, se ha convertido en bendiciones para nuestra pobre Patria, pues sin duda ninguna a vuestras penas y lágrimas, y vuestros sacrificios y oraciones se debe el que Nuestro Señor se haya compadecido de nosotros y haya dado este principio de solución al problema religioso.

            Ellos os bendigan y colmen de gracias, como yo en su nombre os doy de todo corazón mi apostólica bendición.

 

            Leopoldo Ruiz y Flores

Arzobispo de Michoacán

Delegado Apostólico

(Rúbrica)

 



[1]Copia auténtica sacada fielmente del original depositada en el fondo “Medina Ascencio” del Seminario Mayor de Guadalajara.

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