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In memoriam[1]

 

Anónimo

 

Probablemente, el primer párrafo del boletín Nº 27 de la Liga Nacional de la Defensa Religiosa, que se trascribe a continuación, fechado el 21.04.1927, a menos de tres semanas de los hechos que narra, sea  la primera versión martirial escrita de la sangrienta jornada que conmocionó a los tapatíos entre el 1º y el 2 de abril de 1927. En tales fechas, el general Jesús María Ferreira, Jefe de Operaciones Militares en Jalisco, auxiliado por el comandante Atanasio Jarero, comandante de la Policía Auxiliar de Guadalajara –incluyendo a los de la terrible Secreta-, arrestaron y extorsionaron a muchos católicos prominentes. Deseosos ambos de cumplimentar al Presidente Calles, participaron en la ejecución de seis católicos, cuatro fusilados por órdenes del primero, dos más por el segundo, que hoy ostentan el título de mártires, habiendo muerto por odio a la fe que profesaban, sin oponer resistencia y perdonando a sus verdugos. En estas letras, redactadas al calor de estos sucesos, vibra ya la fama de santidad que ganó  Anacleto González Flores y a sus cinco compañeros de martirio mucho antes de ostentar el título de beatos.

           

El señor Anacleto González Flores acaba de ser asesinado villanamente, en el Cuartel Colorado de Guadalajara,[2] por esbirros callistas. Para obligarlo a confesar lo que pretendían los asesinos, se le aplicó tormento, colgándolo de los dedos de las manos, pero el mártir resistió heroicamente sin descubrir a nadie. Después lo apuñalaron. Así murió, en plena juventud, una de las glorias más legítimas de la religión y de la Patria.

Su muerte fue corona dignísima de su vida, porque el señor González Flores deseó el martirio, lo llamó como el supremo remedio de las desgracias nacionales, lo cantó el frases vigorosas, magníficamente viriles, como no se habían escuchado nunca en el periodismo mexicano. En prueba de lo que decimos reproducimos un articulo del mártir, publicado en el periódico El País el jueves 22 de abril del año pasado, y que se titula “El plebiscito de los mártires”.[3] El señor González Flores canta su propio martirio como nadie podría hacerlo. Sus palabras son sublimes en estos momentos, porque las ratificó con su sangre; su voto fue voto exquisito de la sangre.

El señor González Flores fue un pensador, un egregio orador, pero fue también un hombre de acción. Como san Pablo –con quien tiene más de una semejanza- coronó el pensamiento con la acción; por eso su vida  no fue trunca, sino una vida total, completa, una hermosa síntesis de pensamiento y de acción. Fue un cantor que tuvo la gloria de vivir su propio poema. Fue un apóstol que supo morir –a imitación de su Maestro- para dar fe de su doctrina.

En espera de que la Iglesia lo coloque en el honor de los altares, al lado de los ilustres mártires que están ofrendando su sangre fecunda, nosotros elevamos por el caudillo de Cristo el Te Deum glorioso, porque su martirio es un día de gloria nacional.

Descansa en paz, noble Maestro[4] de la vida: tú nos enseñas a vivir, con tu muerte sublime. Pide a Dios que sigamos el camino que marca tu índice luminoso, ese índice estrangulado por el martirio. En lo alto de la gloria en donde te coloca nuestra fe, ruega a Dios por este México mil veces amado, que dejaste debatiéndose en la agonía. Estamos seguros que si tú lo pides, México se salvará. Estamos seguros de que la plegaria de tu sangre, de tanta sangre derramada, moverá al Señor. Pero si esa sangre no basta, estamos dispuestos –como tú lo dijiste, como tú lo hiciste- “a echar sobre nuestros hombros la clámide ensangrentada de los mártires”.



[1]  Tomado del Fondo Jesús Medina Asencio de la biblioteca del Seminario Mayor de Guadalajara.

[2] En 1927 se daba este título al antiguo claustro de Santa María de Gracia, entre las calles de Independencia, Pino Suárez, Juan Manuel y Venustiano Carranza. Tiempo después, al construirse otro cuartel de grandes dimensiones (por la calle de Gómez Farías), y según se estilaba entonces, pintar su fachada de rojo, al primero de estos se le apodó ‘Cuartel Colorado Chico’.

[3] Se omite la trascripción del artículo que lleva este nombre, por ser ampliamente conocido y fácil de obtener.

[4] Las cursivas y el subrayado es nuestro.

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