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Prisciliano Sánchez en la fundación de Jalisco

Guillermo de la Peña Topete[1]

 

 

En el texto que sigue, leído por su autor en la ceremonia de develación

de la estatua de Prisciliano Sánchez

en la Rotonda de las Personas Jaliscienses Ilustres,

se explica el sentido profundo del federalismo,

tal y como lo concibió el más destacado de sus impulsores en Jalisco.[2]

 

 

 

 

Como es sabido, el vocablo náhuatl xalli se refiere a la arena dorada que fue esparcida por el volcán Colli en el valle de Atemajac, hace docenas de miles de años. Xalisco significa “el lugar de la arena”. En los últimos doscientos años ha sido formalmente el nombre de la entidad federativa en que vivimos, porque los primeros jaliscienses lo prefirieron a la antigua denominación colonial, Nueva Galicia. Así lo expresó la Diputación Provincial de Guadalajara, el 16 de junio de 1823, al proclamar tanto la existencia del Estado Libre y Soberano de Xalisco como su adhesión al sistema de gobierno federal. (Y no hay que olvidar que fue la primera Diputación en pronunciarse por el federalismo). El mismo nombre –Xalisco– y la misma condición –libre y soberano– quedaron consignados en la primera constitución de nuestro estado, promulgada el 8 de enero de 1825.

A lo largo de este proceso, sobresale la figura del primer gobernador constitucional de la entidad, Prisciliano Sánchez Padilla, cuya estatua, debida al talento creativo del artista Rubén Orozco Loza y de su colaboradora Clara Alcántara Dávalos, se incorpora hoy a la Rotonda de las Personas Jaliscienses Ilustres.

Nacido en Ahuacatlán el 4 de enero de 1783, Prisciliano Sánchez cursó sus primeros estudios en su lugar de nacimiento. Completó su instrucción en el Seminario de Guadalajara, donde realizó estudios de Filosofía y Letras, y años después se formó como jurista en la Real y Pontificia Universidad de Guadalajara. De nuevo en Ahuacatlán, ocupó varios puestos de servicio público. En 1822, tras la consumación de la Independencia, de la que fue partidario, fue electo diputado al Primer Congreso Nacional del México Independiente, por la Provincia de la Nueva Galicia. Desde ahí, manifestó su oposición al régimen monárquico y defendió el establecimiento de la república, lo cual le valió la cárcel, cuando el emperador Agustín i disolvió el Congreso. Recuperó su libertad al caer el Imperio e instaurarse la República el 19 de marzo de 1823. Cuatro meses después, el 28 de julio de 1823, Prisciliano Sánchez publicó el opúsculo intitulado Pacto Federal de Anáhuac, que puede considerarse como el documento fundante del federalismo mexicano. Su defensa vehemente –y exitosa– de este sistema lo enfrentó a quienes en la Ciudad de México pugnaban por un autoritarismo centralista. El 26 de agosto de 1824 fue nuevamente electo diputado, esta vez al primer congreso constituyente de la República Mexicana. Durante los siguientes meses, contribuyó de manera destacada en la redacción de la primera constitución federal de nuestro país, promulgada el 18 de noviembre de 1824. Fue asimismo el principal redactor de la primera constitución de Jalisco, y el mismo día en que esta se promulgó fue confirmado como gobernador constitucional.

El gobierno de Prisciliano Sánchez duró apenas dos años, pues fue trágicamente interrumpido por su muerte prematura, el 30 de diciembre de 1826, unos días antes de que cumpliera 44 años. Sin embargo, en ese corto periodo, llevó a cabo importantes reformas hacendarias, educativas, de seguridad y de relaciones con la Iglesia. La Memoria sobre el estado actual de la administración pública de Jalisco, que presentó al Congreso local el 1° de febrero de 1826, es un modelo de rendición de cuentas y de planeación y ejecución de políticas públicas. Además, su legado intelectual pervive en el pensamiento político y en los ideales de gobernanza de nuestro país. Quiero referirme ahora, brevemente, a dos temas importantes de este legado: el federalismo y el liberalismo social.

En el opúsculo ya mencionado, Pacto Federal de Anáhuac, Prisciliano Sánchez explica cuáles son los dos componentes fundamentales de un pacto de esta naturaleza. En primer lugar, la conciencia y el sentimiento de solidaridad entre grupos poblacionales que no se conocen de forma directa, sino se encuentran espacialmente separados, a veces por grandes distancias, y sin embargo quieren formar parte de la misma entidad nacional. En el caso de México, la solidaridad nacía fundamentalmente del deseo y la voluntad de libertad y representación; una voluntad expresada en los años de lucha por la independencia y de búsqueda de leyes y autoridades justas y eficientes. En segundo lugar, un pacto federal implica la voluntad de las partes de mantener su identidad distintiva y su autonomía en todos los aspectos que conciernen a su organización interna. El mismo impulso de libertad que lleva a la unión conlleva la persistencia y respeto de las diferencias específicas. Por añadidura, el respeto a las diferencias conlleva el deseo de que ningún participante se encuentre en desventaja o inferioridad respecto de los otros.

Federalizar, entonces, es reconocer la pluralidad de las necesidades y de las respuestas a ellas; es decir, la pluralidad cultural. Federalizar no es simplemente descentralizar las funciones de un Estado unificador; es asimismo descentralizar las decisiones y los presupuestos, de tal manera que se puedan establecer diálogos y negociaciones horizontales.

Obviamente, sin democracia representativa el federalismo sería solo una ficción. Y, si hemos de interpretar cabalmente el pensamiento de nuestro homenajeado, tendremos que entender que el propio espíritu del federalismo conduce también a la aceptación del municipio libre, con su autoridad y normas autónomas de gobierno interno. Igualmente, reconoceremos que la aceptación de la pluralidad cultural y la autonomía de los pueblos y las comunidades indígenas es resultado necesario de la vigencia del mismo espíritu.

El espíritu federalista entraña un fuerte componente ético y se vincula al liberalismo social en cuanto ambos coinciden en el respeto a la dignidad y autonomía de las personas humanas. Si bien el liberalismo clásico se basa en el reconocimiento del individuo como sujeto fundamental del derecho, el liberalismo social plantea que los individuos solo son capaces de ejercer sus derechos civiles y políticos cuando pueden gozar de una vida digna de su condición de personas humanas, en un contexto comunitario y solidario. Por ello la sociedad en su conjunto, y con ella el gobierno que la representa, tienen la obligación de procurar el bienestar general, de fortalecer el entramado de relaciones sociales y de proteger a las minorías.

El papel del Estado, entonces, no es simplemente evitar que se viole la ley (lo cual lo degradaría a ser un “Estado gendarme”) sino fomentar los mecanismos conducentes a que todos los ciudadanos alcancen la satisfacción de sus necesidades y superen los obstáculos que impiden la cooperación y la igualdad de oportunidades, sin perjuicio grave de las iniciativas de los agentes privados. En su actuación como gobernante, Prisciliano Sánchez legisló para evitar que las contribuciones excesivas pagadas al Estado y los diezmos pagados a la Iglesia dañaran la economía de los pequeños y medianos productores y en general de la gente pobre. Pero además su preocupación señera fue impulsar uno de los mecanismos de bienestar más importantes: la educación pública y gratuita, dedicada a preparar adecuadamente a la juventud para el trabajo y a expandir y profundizar los conocimientos científicos y humanistas de la población. En la Memoria de su administración, consignó como prioridad del gasto público la creación de escuelas de primeras letras. Además, a él se debe el Primer Plan de Instrucción Pública del Estado y la creación del Instituto de Ciencias de Jalisco, para el que eligió personalmente a los maestros y dispuso que en el futuro se constituyeran en un cuerpo autogobernable, a cargo de diseñar los programas y nombrar a los docentes. Lamentablemente, la muerte le impidió llegar a ver el funcionamiento de eta institución.

El otro mecanismo importante de bienestar general es la salud pública. Consciente de ello, el gobierno de Sánchez apoyó el sostenimiento de dos grandes monumentos a la asistencia social, el hospital de Belén y la Casa de Misericordia, así como un pionero programa de vacunación contra la viruela, uno de los primeros en su época.

No creo exagerado afirmar que Prisciliano Sánchez fue un precursor del liberalismo social, y no solo en México, pues se adelantó por décadas a las propuestas de John Stuart Mill (1806-1873), quien es considerado como el fundador de esta doctrina. Pienso que, de no haber tenido una vida tan corta, el primer gobernador de Jalisco habría profundizado en sus ideas para llegar, por ejemplo, a propuestas sobre los derechos de la mujer y la representación proporcional en los congresos.

Como sociedad jalisciense, nos toca conservar y potenciar estos ideales de equidad y bienestar generalizado.

 



[1] Presidente de la Comisión de Conmemoraciones del Bicentenario de la Fundación del Estado Libre y Soberano de Jalisco. Profesor-investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), Unidad Occidente.

[2] Este Boletín agradece al autor de este discurso su disposición absoluta para publicarlo en estas páginas.



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