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Felipe Castro: trayectoria de un talento

Sofía Anaya Wittman[1]

 

 

Aquí se ofrece el texto que leyó su autora el viernes 26 de abril del 2024

en el Museo de la Ciudad, en el que da cuenta de la génesis y producción

de un libro dedicado a uno de los pintores que más dejó huella en ese oficio

en la capital de Jalisco durante todo el siglo xix y principios del xx,

en particular en los trabajos monumentales que llevó a cabo

para la Catedral de Guadalajara y para el Palacio de Gobierno de Jalisco.[2]

 

 

 

 

Buenas tardes a todos. Agradezco la invitación de Eduardo a participar en esta presentación, nunca lo había dicho, pero pretendí codirigir su tesis de maestría con Estrellita García Fernández, entrañable amiga que ya no está en este espacio terrenal, -está en nuestro corazón; sin embargo, la capacidad y excelencia de Eduardo me rebasaron en el sentido de su obsesión por la búsqueda en los archivos y el dominio sobre terminología eclesiástica, -que, reconozco, era un tanto desconocida para mí. No había como decirle -ya no siguas buscando, deja algo para tu doctorado.

Eduardo Padilla es un investigador nato, meticuloso y talentoso. Así que me alegró muchísimo que coordinara este volumen y me invitara a ser testigo de sus logros. El día que llevó el libro a mi casa, fue, como si me presentara a su hijo, con un cariño y respeto, mostrándome cada detalle del mismo, lo cual me llena de orgullo por haber coincidido con él en el medio académico.

Siempre es un honor presentar un libro, porque resume el proceso de apropiación del conocimiento de uno o varios autores como es el caso de hoy. Crear un libro es dejar testimonio sobre los momentos trascendentes de la historia.

Presentar un libro es abrir la posibilidad de acercamiento al tema a otras mentes. Es motivar un diálogo con los autores. Es, como dije, obtener nueva información y conocimiento. Por todo ello, reitero mi agradecimiento de estar hoy aquí con ustedes mostrando el libro: Felipe Castro. Trayectoria de un talento.

Si bien el tema no se encuentra en mi área de confort por la temporalidad, (yo trabajo con el siglo xx), reconozco la trascendencia que tiene el análisis del arte en todos sus periodos, estilos y autores. Hablar sobre las aportaciones de los artistas del siglo xix es fundamental, porque ellos conformaron los cimientos del imaginario de lo que hoy somos, lo que nos permite identificar cómo nos hemos transformado y cómo nos percibimos en la actualidad visualmente.

La Escuela de Conservación y Restauración de Occidente participa en el homenaje de los 200 años de Jalisco como estado independiente con esta hermosa publicación. Sobre la cual, coincido con el Ing. Salvador Ibarra Álvarez del Castillo cuando afirma que Jalisco es México, ya que: en todos los rubros: ciencia, todas las artes (gastronomía, música, fotografía, pintura y arquitectura) representativas de nuestro país, fueron creadas por reconocidos jaliscienses.

 

***

 

Los autores participantes son destacados y experimentados investigadores, quienes describen diversos aspectos de la vida y obra de un personaje fundamental en el arte de Jalisco del siglo xix: Felipe Castro.

Si bien Felipe Castro no fue originario de Jalisco, su vida y producción plástica se generó aquí durante 70 años que radicó en Guadalajara, en los cuales nos legó su valioso arte como testimonio de una época. El volumen, como destaca Angélica Peregrina describe además de todo lo concerniente a Felipe Castro, los vaivenes políticos y el ambiente citadino.

Y en ese sentido, Arturo Camacho presenta “Apóstoles del gusto y obreros del progreso: la pintura en Guadalajara en Tiempos de Felipe Castro”. Donde se narran los pormenores político sociales, y particularmente detalla el ambiente artístico durante la estancia de Felipe Castro en nuestra ciudad. Al inicio, con la participación de los artistas y su papel activo autodenominándose “apóstoles del gusto”. Versión que se modificó con el proceso de pacificación. Así, Camacho relata los vaivenes de los distintos grupos sociales con fines artísticos.

Se destaca el papel de la Sociedad Jalisciense de Bellas Artes (1857-1870), que difundió el trabajo artístico durante el siglo xix, lo cual se constata en las bienales organizadas. También se distingue el alejamiento de temática religiosa y cercanía a la costumbrista e histórica y la importancia que tuvo la construcción del teatro Degollado.

Habla Camacho, del desarrollo económico, la llegada de la modernidad y todos los aspectos que convirtieron a Guadalajara en la sede de la tertulia finisecular. Concluye destacando el olvido en que cayó Felipe Castro.

Mientras que Eduardo Padilla, en el capítulo “Semblanza”, revisa con sumo detalle la vida de Felipe Castro, los antecedentes familiares, como lo fue su padre, José Antonio Castro, a quien invitaron a dirigir la Academia de Bellas artes, motivo por el cual se trasladaron a Guadalajara cuando Felipe era pequeño. Describe Padilla los quehaceres del padre y hermano como pintores, en los que se aprecia la formación heredada y la incorporación de su hermana a la orden religiosa.

De destaca la formación de Castro en la Academia de Bellas Artes de Guadalajara y el acceso que tuvo a muy diversas obras plásticas de manera directa y en libros impresos que debieron sensibilizarlo para crear la suya propia. Se aprecia la importancia que tuvo en su formación Pelegrín Clavé y la descripción de sus métodos de enseñanza, así como otras influencias extranjeras y todos los pormenores sobre la enseñanza de las artes durante la formación de Castro. Otros rubros trascedentes en Castro fueron la pintura mural y su habilidad retratística. Se evidencian sus temáticas y vida personal.

Eduardo Padilla nos cuenta sobre otras actividades del pintor, como fue su papel en la promoción de las artes, tramitando recursos y organizando muy diversos eventos relativos al tema, sobre todo múltiples exposiciones. También destaca su participación en murales con el maestro Clavé en la ciudad de México y el trágico incendio que destruyó su casa, con biblioteca, archivos y obras.

En cuanto a “La ceca de Guadalajara: su obra temprana”, Ricardo Cruzaley Herrera describe los pormenores de la Casa de Moneda de Guadalajara, su historia y vicisitudes y la peculiaridad de ser la única en la que se autorizó la acuñación de monedas de oro. Se destaca la trascendencia de la Casa de moneda en la dinámica del comercio local.

La correlación del tema con Felipe Castro es qué a él, le encomendaron una pintura para la institución a sus escasos 14 años en 1845., que llevó el título: “Nacional Casa de Moneda de Guadalajara”, así, Cruzaley describe la obra y enfatiza la importancia de ser la primera obra de encargo a Castro y la capacidad, dominio compositivo y temático dada la juventud del pintor, lo cual se infiere a partir de la descripción simbólica de los elementos.

Arturo Camacho, Daniela Gutiérrez y Elian Orozco, presentan el título: “Felipe Castro y el retrato del poder: El salón de embajadores del Palacio de Gobierno de Jalisco”. En él, describen los avatares de las imágenes de los personajes que conformaban la biografía nacional ante los cambios de gobierno. Acción con la que Jalisco se anticipó a la intención de Maximiliano de Habsburgo de iniciar una galería en Palacio Nacional encargando a profesores de la Academia imperial de San Carlos, algunos retratos con la intención de exaltar a la nación y conciliar al país. A Felipe Castro le encargaron en 1861 el retrato de Prisciliano Sánchez y once años después lo contrataron para realizar 31 retratos para el Salón de Sesiones del Congreso (que podemos observar ahora en salón de embajadores de Palacio de Gobierno). Destaca la solemnidad de los personajes retratados, que se corresponde con lo acostumbrado en la época mediante elementos iconográficos que exaltan el poder político o las virtudes cívicas, militares o intelectuales.

Resumen los coautores aspectos biográficos de la vida de los personajes encomendados y describen detalladamente varios de los retratos del programa visual realizado por Castro, donde se demuestra su alta vocación y dominio artístico; que también se observa en dos obras dedicadas al cura Hidalgo, sobre las cuales se establecen las semejanzas y diferencias entre ellas y la influencia de la imagen “oficial” de Joaquín Ramírez, creador del modelo iconográfico copiado por muchos.

Infaltable la representación de la Reforma con el retrato del Benemérito Benito Juárez en el que también se observa la madurez de Castro.

Por su parte Ramón Avendaño Esquivel, presenta: “Hijos de Leda: Pablo y Virginia”, donde la pintura de Castro exalta el romanticismo de la época con base en los paralelismos identificados con la reconocida novela francesa Pablo y Virginia de Saint Pierre; así como, con la obra plástica de Joseph Henri François van Lerius y con la obra operística del mismo nombre en el grabado que apareció en Le Monde Illustré.

Mientras tanto, en “El retrato de Ignacio Comonfort del Museo Regional de Guadalajara”, de Cecilia Guadalupe Reynoso Soriano, se narran los pormenores de dicha obra y su inserción en el grupo de temática civil de Felipe Castro desde su donación al Museo del Estado. Destaca la atribución a Felipe Castro a partir de una nota periodística y su posible temporalidad. De igual forma que otros textos, se rastrean los paralelismos del retrato en litografías o pinturas de otros artistas, pero siempre reconociendo la genialidad interpretativa de Castro.

“Oración, crucifixión y resurrección para la iglesia de pobres capuchinas de Guadalajara” de Hugo Armando Félix Rocha, expone el proceso de tres cuadros alusivos a la pasión, muerte y resurrección de Cristo, encargados a Felipe Castro en 1850 para la iglesia de la Purísima Concepción y San Ignacio de Loyola. Se destaca la integración de la obra con la arquitectura que resultó todo un reto, considerando además la juventud del pintor, ya que las ejecutó a sus 19 años.

Se reconoce también la importancia de su padre José Antonio Castro en su formación, no sólo artístico, sino en los quehaceres paralelos a ello, como el manejo de los materiales y herramientas, el control de los asistentes, los presupuestos y la búsqueda de clientes potenciales.

Se sugiere la cercanía de fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera y la posible aportación a sus conocimientos sobre iconografía de temática religiosa. Se describe la historia del edificio y un tanto de la agrupación religiosa hasta la evacuación del mismo.

Tomás de Híjar Ornelas presenta “Una interpretación para las pinturas del retablo del Sagrado Corazón de Jesús en el templo de Santa Teresa de Jesús de Guadalajara”. Texto en el que se plantea la forma de abordar tres obras sobre Jesús de Nazaret al momento coyuntural de la Iglesia Católica en nuestro país ante los acontecimientos políticos como la Revolución de Ayutla, Las Leyes de Reforma, la Guerra de Tres años y la Constitución liberal de 1857. Resume la historia de la orden de los carmelitas descalzos en el Nuevo Mundo y su llegada a Guadalajara, así como datos sobe otras órdenes. Analiza detalladamente las obras de Castro elaboradas para el templo del monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa, realizadas entre 1853 y 1854, donde identifica el alejamiento del pintor al tratamiento tradicional sobre el tema del Sagrado Corazón de Jesús a pesar de las restricciones incluidas en los decretos del Concilio de Trento.

En cuanto a “Cliente medular: el cabildo de la Catedral de Guadalajara” de Eduardo Padilla Casillas, destaca el papel del pintor en obras del clero secular y en encargos del Estado. En este caso se analiza la obra realizada en 1852 sobre San Juan Nepomuceno, que de hecho es la que ilustra la portada del libro. Destaca la importancia del santo cuyo culto fue un “poderoso estandarte de la Iglesia” en un momento histórico preciso. La popularidad del santo propició que existieran diversas versiones, de las cuales se nutrió el imaginario de Felipe Castro para realizar esta excelente obra. Describe detalladamente Padilla los encargos al pintor ante la promulgación de la Constitución de 1857. Se destacan en el texto varias atribuciones de obra a Felipe Castro.

Para terminar, en el texto de Ricardo Cruzaley Herrera: “Atotonilco el Alto: un conjunto de obras desconocidas”, el autor se refiere a seis obras localizadas particularmente en el templo parroquial dedicado a San Miguel Arcángel, en Atotonilco el Alto que no se habían registrado con anterioridad.

Describe ciertas peculiaridades en la forma de abordar a los personajes y la identificación sobre la manera en que Castro echa mano de sus bocetos anteriores para sus nuevos encargos. Son al parecer las últimas obras de gran formato de Felipe Castro (74 años) destaca además algunos retos a los que se enfrentó el pintor en algunas obras por el gran formato y ubicación de los encargos.

 

***

 

En el libro se incluye además un catálogo de las 41 obras meticulosamente analizadas por los autores.

Así, constatamos con este volumen, la genialidad de Felipe Castro, tanto a través de los encargos relevantes que le hicieron a partir de los 14 años de edad; como, a lo largo de toda su trayectoria artística, donde observamos el dominio de la técnica, como señala Padilla: “diestro en el dibujo, el colorido y en los efectos lumínicos”, además de sus conocimientos sobre iconología; su potencial creativo en una vasta producción y la aceptación y reconocimiento que tuvo su obra en los ámbitos: religioso civil y de gobierno.

Sobre los retratos analizados en los distintos capítulos del volumen, observamos la narración de los elementos simbólicos asociados a las reseñas biográficas, que se corresponden claramente con las características de los personajes al estilo de la época.

Se infiere en la narrativa una profunda tradición familiar en la formación artística de Felipe Castro, además del prestigio que obtuvo a lo largo de su vida; también se evidencian algunos paralelismos o influencias, pero, sobre todo, se reconoce la genialidad y talento del pintor.

Otro factor importante es la atribución de ciertas obras, su posible cronología y la localización de otras que no se habían identificado como parte de su producción plástica.

Es un libro que deja un importante testimonio sobre la vida social de una época, que refleja el papel del catolicismo en el horizonte político del país visto en las obras plásticas, por ello es importante tenerlo en nuestro acervo bibliográfico.

Además tiene una fotografía excelente de Gerardo Hernández Rosales y el papel de impresión es de alta calidad.

Nuevamente agradezco la invitación a este evento, los invito a adquirirlo y felicito a los autores y patrocinadores del mismo.

Muchas gracias.



[1] Arquitecta con maestría en Ciencias de la Arquitectura con orientación en Arte y Comunicación y doctora en Humanidades y Artes, es autora del libro Paraninfo de la Universidad de Guadalajara: tiempo, arte y espacio (2013). A la fecha se desempeña como docente del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Guadalajara. Tiene la categoría de Investigador SNI nivel I. sus líneas de investigación con el análisis e interpretación del arte.

[2] Este Boletín agradece a la autora su disposición inmediata para publicar este texto inédito suyo en estas páginas.





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