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Toma de posesión de monseñor Herculano Medina Garfias como quinto obispo de la diócesis de Ciudad Guzmán Pbro. Luis Antonio Villalvazo Díaz[1]
El jueves 18 de julio, a las 10 de la mañana, el repique de las campanas del templo de El Santuario de Guadalupe y el estruendo de los cohetes anunciaban el inicio de la fiesta de bienvenida a don Hérculano Medina Garfias nuevo obispo de la diócesis de Ciudad Guzmán. Originario del pueblo de Taximaroa, hoy conocido como Ciudad Hidalgo, situado en la región montañosa en el noreste del estado de Michoacán, con sus 57 años de edad, viene de la arquidiócesis de Morelia a iniciar su ministerio como quinto obispo y pastor de esta Iglesia que peregrina en el sur de Jalisco. Tal como se había preparado, la fiesta de bienvenida se vivió en tres momentos y espacios distintos. Primero, en la explanada del Santuario y por la calle Reforma. Luego, la toma de posesión y la celebración eucarística en la catedral. Y finalmente la comida convivencia en el Seminario Mayor.
Esta es su nueva casa
Con aplausos, vivas y el rítmico sonido del tambor y la flauta del danzante, las más de 300 personas congregadas en la explanada del Santuario recibieron a don Herculano, al nuncio apostólico en México, Joseph Spiteri y a monseñor Alfonso Miranda, obispo de Piedras Negras, que lo acompañaban. Ellos con la sonrisa en sus rostros y sus manos abiertas agradecían las muestras de cariño de los sacerdotes, religiosas, religiosos, seminaristas y de los seglares representantes de las siete vicarías pastorales. Don Herculano y sus acompañantes tomaron asiento bajo un toldo color blanco instalado en lo alto del atrio. Con sus ojos abiertos y sus oídos atentos a las palabras pronunciadas y corridos cantados, el nuevo pastor diocesano escuchó la invitación a entrar a la casa de su nueva familia y a unirse a su caminar como pastor y hermano en la fe. “Bienvenido a escuchar y discernir las voces del Espíritu en los clamores de la tierra y de los pueblos del sur de Jalisco, a hacer de la escucha un estilo de vida y de aprendizaje, a visitar a las comunidades para juntos caminar como Iglesia sinodal”, así lo expresó el Padre Juan Manuel Hurtado. En los sencillos regalos que le ofrecieron, le dieron a conocer pedazos de la historia del caminar de su nueva diócesis. La entrega de un pino, una milpa, una pequeña barca, una red, un báculo de madera, unas coronas de pan y collares de flores de cempasúchil… fueron símbolos de la identidad de su nueva diócesis, que en sus 52 años de vida, con sus opciones, método y planes pastorales lucha por hacer realidad su sueño de ser una Iglesia sencilla, servidora del Reino de Dios. Terminado el saludo de bienvenida, a las 10:40 de la mañana se encaminó a pie a la catedral. Un grupo de danzantes, cargadores, sacerdotes, seglares de las comunidades y de los grupos apostólicos portando sus lonas impresas y ofrendas, la banda de guerra y de viento y las imágenes peregrinas de san José y la Virgen del Rosario lo acompañaron. Durante el trayecto, en las banquetas de las calles Reforma y 1° de Mayo, decenas de personas le brindaron su saludo de manera espontánea. Varios enfermos en sillas de ruedas le pidieron su bendición; él se acercó a ellos y respondió su petición.
Bendito el que viene en nombre del Señor
Esta fue la frase que desde el pasado 4 de junio dio a conocer su nombramiento en carteles, mantas, spots de radio, ruedas de prensa, cartas circulares… la noticia de la llegada del nuevo obispo diocesano. A las 11:30 el sonoro repique de las campanas de catedral y el aplauso entusiasta de la gente congregada en la plaza “Las Fuentes” recibían al nuevo guía de esta diócesis josefina y heredera de una riqueza histórica, cultural y religiosa, cuyo presente está marcado por un preocupante deterioro ambiental por la sobreexplotación de sus recursos naturales, por el aumento de la violencia en forma sistemática convertido en un problema de salud pública, el crecimiento de la pobreza, la desigualdad social y el divorcio entre la fe y la vida en la mayoría de los bautizados. Como marca la ceremonia de la toma de posesión, a la entrada de Catedral, el padre José María Santana, rector de este recinto, lo recibió en la puerta, le dio un abrazo, lo invitó besar un crucifijo, le pidió bendecir su frente y a los más cercanos como señal de que viene en nombre del Señor. En un ambiente festivo, los cerca de mil 500 fieles congregados en Catedral, según el reporte del personal de Protección Civil Municipal, recibieron con aplausos al nuevo obispo que entró por la nave central acompañado por el Nuncio Apostólico, el cardenal Francisco Robles, arzobispo de Guadalajara, y el obispo Óscar Armando Campos Contreras, emérito de esta diócesis. El altar del Santísimo fue su primer punto de llegada. Ahí de rodillas y en silencio presentó su oración. Luego, en compañía de los tres obispos acompañantes, se trasladó al altar de san José escuchando las voces de la asamblea que a garganta abierta entonaban el himno a “San José custodio de la vida y del amor” letra y música compuesta por el maestro Reyes Enciso para el Congreso Josefino Internacional cuya sede fue esta ciudad en el año 2013. Arrodillado frente a la imagen de San José, don Herculano se quitó los lentes, se secó el sudor de su frente con un pañuelo, la contempló en silencio y se persignó. Luego se levantó y en compañía de los obispos subió al presbiterio donde le colocaron una estola símbolo del servicio pastoral y recibió las muestras de amistad de los 25 obispos presentes, que al inicio de la celebración eucarística, el padre José Luis García, secretario de la diócesis, fue presentando a cada uno por su nombre y la diócesis a la que pertenecen. Enseguida, el padre Chema Santana le dio el saludo de bienvenida en nombre de la diócesis. En la entrega de un pequeño árbol de naranjo lo invitó a sembrarlo en el jardín de la casa episcopal, regarlo, fertilizarlo, podarlo para que su ministerio sea agua, alimento, salud que ayude a cultivar las semillas del Reino de Dios en las parcelas del sur de Jalisco. Posteriormente se llevó a cabo el protocolo de la toma de posesión. Don Herculano hizo la profesión de fe y el juramento de fidelidad a vivir su ministerio de pastor con el compromiso de conocer y respetar la cultura y experiencia de fe de su nuevo rebaño siendo mediador entre el proyecto de Jesús y las realidades de su nueva comunidad. Luego los obispos pasaron a la sacristía para revestirse con sus ornamentos. Y minutos después tomaron su lugar en el presbiterio. Y al mismo tiempo, un buen número de sacerdotes diocesanos y los más de setenta venidos de la arquidiócesis de Morelia entraron en procesión por la puerta mayor de la catedral en medio de los aplausos de los fieles congregados en la “Casa de san José” cantando al unísono el conocido himno a la alegría del cuarto momento de la novena sinfonía de Beethoven. Momento significativo fue la gratitud expresada por el obispo Óscar Armando Campos Contreras, quien llegó como cuarto obispo diocesano el viernes 24 de noviembre de 2017 y la guio durante seis años y siete meses. Con voz fuerte y clara reconoció la vitalidad de la diócesis y al pronunciar: “No me voy, me quedo con ustedes” sus palabras provocaron un fuerte y prolongado aplauso de toda la asamblea. Luego de manera emotiva invitó a recordar el pasado con gratitud, a vivir el presente con compromiso evangelizador y el futuro con esperanza y ánimo renovador misionero para afrontar los nuevos tiempos con sus nuevos desafíos. Y concluyó diciéndole a don Herculano: “Hermano, tú vienes como signo de esperanza a esta nueva diócesis que es una rama del tronco de Cristo.” Y siguiendo el protocolo, el nuncio apostólico le entregó las Letras Apostólicas que son el documento pontificio expedido por el papa Francisco con el nombramiento del obispo, que está sellado con plomo y escrito en latín. Rompió el sello y entregó el documento a don Herculano. Él las recibió y las presentó a la asamblea y a los sacerdotes consultores diocesanos. La bienvenida tuvo un gesto simbólico que quedó grabado en decenas de cámaras fotográficas y centenares de celulares. Una comisión de cuatro seglares y el obispo Campos le entregaron la vara de señor San José como el báculo que como pastor debe conducir a su nuevo rebaño. Y la imagen del Niño Jesús como símbolo de su compromiso de cargar en sus brazos la vida y misión de Jesús, así lo expresó en su mensaje el padre Alfredo Hernández, vicario general diocesano. Cuando las manecillas del reloj marcaban las 13:10 horas continuó la celebración eucarística con el gloria, la oración colecta y la proclamación de las lecturas bíblicas centradas en la misión de los profetas (Isaías 61, 1-3) y del buen pastor que da la vida por sus ovejas (san Juan 10, 11-18). La homilía estuvo a cargo del nuncio apostólico, que en un español claro, invitó a la asamblea a vivir la caridad fraterna y a cambiar las lágrimas por cantos de alegría. Y a monseñor Medina le recomendó dos cosas. Primero, conocer, escuchar, acompañar, corregir y facilitar la comunión con sinodalidad como único modo de ser y vivir como Iglesia. Y segundo, valorar la riqueza histórica, cultural y religiosa de su nueva familia diocesana. Después de tres horas y media, la celebración terminó con el canto cuya letra imprime la credencial de identidad de esta diócesis, que en medio de sus sueños y realidades, sigue con la esperanza de ser una “Iglesia en camino, servidora del Reino de Dios, parcela en cultivo plantando en sus surcos las semillas del Evangelio de Jesús”.
De la misa a la mesa
Con un cielo nublado y un viento frío que amenazaba lluvia, la fiesta continuó en el seminario. Poco a poco alrededor de los mil 400 comensales, con el grito “bienvenido” que varias veces se repitió, recibieron a don Hérculano y disfrutaron de unas sabrosas carnitas, fruta, agua fresca, cervezas y nieve de garrafa escuchando al grupo musical “Charly show” de Tuxpan, Jalisco que amenizó la comida convivencia. Al caer la tarde, todos volvieron a sus lugares de origen. Los sacerdotes, religiosas y seglares de Morelia se despidieron con cierta nostalgia pero con la alegría de haber dejado a su estimado pastor en buenas manos. “Nuestro cariño a su persona y nuestro agradecimiento por su labor pastoral, siempre estará presente en nuestra memoria y en nuestras oraciones”, comentó el padre Ángel Arias, responsable de la oficina de comunicación de Morelia. Este jueves 18 de julio de 2024 será una fecha que quedará registrada en el archivo de la diócesis porque con la llegada de su quinto obispo diocesano se abre una nueva etapa de su historia en un momento crucial donde se definirán las prioridades que marcarán las rutas de acción en el campo social y eclesial del quinto plan diocesano de pastoral. Es un hecho que esta nueva etapa reclama abrirse al Espíritu de Dios para continuar la tarea de poner el vino nuevo de Jesús y su proyecto del Reino, en los odres de las nuevas realidades que hoy desafían el caminar de nuestra diócesis con nuevas estructuras, sujetos y acciones en una actitud de escucha como estilo de vida para caminar juntos en sinodalidad.
[1] Diocesano de Ciudad Guzmán, ordenado en 1980. Estudió la maestría en Comunicación Social en la Universidad de São Paulo, Brasil. Actualmente es párroco de San Antonio de Padua en la ciudad episcopal, coordinador diocesano de la Comisión de Comunicación y director del periódico El Puente. |