Documentos Diocesanos

Boletín Eclesiástico

2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
2021
2022
2023
2024
2025

Volver Atrás

El sinarquismo como respuesta de la jerarquía

al activismo del laicado

Federico Sesia[1]

 

 

Se describe en el artículo que sigue el brazo político

de una incipiente democracia cristiana mexicana, que vino al mundo

todavía en el marco de la persecución religiosa en México

o al menos de la falta de garantías a la libertad religiosa.[2]

 

 

 

 

 

1.    Después de los arreglos (1929): los obispos frente a la inquietud de los laicos

 

Los primeros treinta años del siglo XX fueron una época crucial para la Iglesia en México, siendo el periodo entre la caída del Porfiriato (1911) y la Cristiada[3] (1926 – 1929) uno de los más complejos de su historia en el país. La Guerra Cristera representó el desafío más peligroso para los obispos mexicanos: aunque no se involucraron directamente en el conflicto,[4] fueron sobrepasados por un activismo laical que llevó la institución eclesiástica a una situación incómoda, entre el radicalismo de La Liga[5] y la consideración realista de que era imposible derrocar al Estado posrevolucionario por medio de las armas.[6] Una vez que los arreglos con el presidente Emilio Portes Gil[7] (1928 – 1930) acabaron la Cristiada, el episcopado trató sistemáticamente de evitar nuevas confrontaciones directas con las autoridades en el intento de salvaguardar el modus vivendi y el culto público que se reanudó después de la guerra. Por esta razón era de suma importancia para los obispos que el laicado confluyera en movimientos controlados directa o indirectamente por la jerarquía, para evitar que pasase lo mismo que en 1926. Así fue instituida la Acción Católica Mexicana (ACM) en diciembre de 1929, controlada por los obispos, centrada en lo socio-religioso y sin comprometerse con la política.[8] De hecho

 

la derrota de la rebelión cristera, que nunca hubiera podido vencer militarmente al ejército, vuelve evidente a la jerarquía la necesidad de enfrentar el Estado con medios pacíficos. La estrategia de la Iglesia se redefine: en vez de la lucha con medios violentos, que en muchas ocasiones la Iglesia justifica teológicamente, el episcopado prefiere un espacio de no aplicación de las leyes persecutorias: por esto se dan los arreglos. A partir de los arreglos en adelante, la Iglesia ya no busca la abolición de estos artículos, sino un reconocimiento del Gobierno que le permita cierta libertad de acción.[9]

 

Cuando los cristeros dejaron las armas en 1929, a los obispos algo quedó claro:

 

La línea dura de La Liga y de los cristeros había triunfado entre 1926 y 1929, pero no había logrado la victoria; la nueva línea se impuso, acabó con el faccionalismo (o lo marginó), creó y movilizó grandes organizaciones católicas, nacionales e internacionales, para llevar el gobierno mexicano a un verdadero modus vivendi. Los obispos, por temperamento, formación y necesidad, tenían que desconfiar del laicado y clericalizar todas las actividades de los fieles. La Liga […] [era] la prueba de lo peligroso que resultaba un movimiento católico cuando no estaba bajo control eclesiástico.[10]

 

La situación de México en los años posteriores a los arreglos amenazó el estallar de otra crisis. A pesar del cauto optimismo de algunos prelados, el anticlericalismo seguía actuando en Estados como Tabasco y Veracruz gobernados por Tomás Garrido Canabal (1890 – 1943) y Adalberto Tejeda Olivares (1883 – 1960).[11] Para enfrentar pacíficamente al anticlericalismo los obispos tenían que ir con pies de plomo, sin comprometer la reanudación del culto y sin chocar en primera persona con el Estado: la ACM no se podía involucrar por su conexión directa con el episcopado, y al mismo tiempo no tenían confianza en La Liga, con la cual las relaciones eran conflictivas desde los arreglos. En este contexto se desarrolló una nueva estrategia:

 

Además de un bombardeo de notas, protestas, normas y condenas, trabajó discreta e indirectamente a través del Secretariado Social, de la ACM y de todas las organizaciones controladas por ella, especialmente las femeninas y la renovada UNPF;[12] en la UNAM y en las universidades de provincia con la nueva Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC); como si eso fuera poco, toleró y alentó sociedades secretas, siempre y cuando fuesen controladas por la jerarquía y/o los jesuitas. Sin contar una redoblada actividad religiosa —culto público y clandestino, campañas de oraciones, devociones a la Virgen de Guadalupe y a todos los Cristos milagrosos de la República: de ahí el dicho “El santo Cristo de Tila salvó a Tabasco”—. Todo eso para evitar el crecimiento de la inconformidad de muchos católicos y de la “Segunda” (Cristiada), para al mismo tiempo combatir la ofensiva gobiernista. Para Roma y los prelados más fieles a su nueva línea, “la ciencia de ganar perdiendo” no era ninguna debilidad, ninguna concesión al Estado anticlerical, sino la única manera de salvar la institución y el futuro. Entre 1932 y 1938 fue difícil vender esta tesis pero al final se ganó la apuesta.[13]

 

De hecho, como escribe Alan Knight:

 

After a 1929 truce, conflict was renewed two years later as revolutionary authorities implemented fresh anticlerical measures. Now, resistance was (somewhat) less violent and the battle between Church and state was fought out in schools, streets, the press, and the new medium of radio. As Catholicism’s mass organizations—the rump National League for the Defence of Religious Liberty (LNDLR), the Catholic Association of Mexican Youth (ACJM), Damas Católicas, Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), Base, Unión Nacional Sinarquista (UNS), and Partido Acción Nacional (PAN)—confronted the newly “massified” state and its allies (the National Revolutionary Party [PNR], the Party of the Mexican Revolution [PRM], the Regional Confederation of Mexican Labor [CROM], the Confederation of Mexican Workers [CTM], the National Peasant Confederation [CNC]).[14]

 

En estos años (1931) surgió una sociedad secreta católica conocida como La Legión (llamada también Legiones), creada por el ex liguero Manuel Romo de Alba.[15] Otro exponente importante fue el ingeniero Antonio Santacruz. El epicentro de la organización fue Guadalajara. Desde 1932 las riendas de La Legión fueron tomadas por un grupo de jesuitas que, coherentemente con las directivas surgidas desde 1929, logró imponer a esta una línea que excluya el recurso a las armas, depurándola de los elementos extremistas: el objetivo de los jesuitas fue canalizar el descontento de los católicos en proyectos indirectamente controlados por la jerarquía. En los años siguientes La Legión creció en su organización y militancia, llegando a una cierta difusión en las regiones de Bajío, aunque siempre limitados por su carácter secreto.[16] La estrategia era bastante clara:

 

[…] dejar, hasta cierto punto, la rienda suelta a otras organizaciones que surgieron después de los “arreglos”, algunas secretas, otras públicas, o públicas con una parte secreta, nunca secreta para la Iglesia. Las sociedades secretas están prohibidas por la Iglesia por lo menos desde el siglo XVIII, cuando se condenó por primera vez la masonería. […] Sin embargo, como la jerarquía conocía las posteriores a 1929, les permitió prosperar siempre y cuando no se le fueran. Eso se dio en el marco de una casuística definida por el mismo Papa: le toca al obispo tomar las decisiones en su diócesis. Así, en 1932 el obispo auxiliar de Guadalajara, José Garibi, condenó las incipientes “legiones” fundadas por Manuel Romo de Alba, medida que fue levantada por el arzobispo Orozco cuando regresó de su cuarto exilio. Las legiones habían sido creadas como formación paramilitar destinada a dar un golpe de Estado. La Compañía de Jesús, en la persona de Carlos M. Heredia y de Eduardo Iglesias, logró alejar a Manuel Romo y desvirtuar la empresa que engendró finalmente la famosa Unión Nacional Sinarquista. La Iglesia resultó muy ducha en el arte de cooptar a las organizaciones fuertes y destruirlas discreta y paulatinamente, sin mayor escándalo, cuando dejaban de ser útiles […][17]

 

La evolución de la situación mexicana jugó un papel destacado en el desarrollo del activismo de La Legión. Desde 1934 se estalló en el país la educación socialista, promovida por el entonces secretario de la educación pública Narciso Bassols García (1897 – 1959), que provocó nuevos levantamientos armados en algunas áreas remotas del Bajío, organizados por grupos de ex cristeros como Lauro Rocha (1908 – 1936),[18] Trinidad Mora y Florencio Estrada. Fue una guerra desesperada y sin posibilidad de ganar, que movilizó no más de 7.500 hombres y que pasó a la historia como La Segunda. La Iglesia esta vez tomó partido en contra de la rebelión, excomulgando los rebeldes: la jerarquía no quería perder lo obtenido con los arreglos, y se encontraron otra vez frente a la amenaza de ser pasados por encima por los laicos.[19] Su respuesta fue siempre sostener grupos y organizaciones que pudieran actuar como competidores a los partidarios de la lucha armada, y no es casual que en 1934 se reorganizó La Legión, acabando en la creación de otro grupo secreto llamado La Base. Esta nueva asociación debió tener más militantes y disciplina, para ofrecer a los católicos medios pacíficos para luchar contra el anticlericalismo sin caer en la tentación de la lucha armada. Siendo que uno de los objetivos de la recién nacida organización era substituir a La Liga, las relaciones entre los dos grupos nunca fueron buenas, y los ligueros llegaron a prohibir a sus adherentes de tomar parte a cualquier actividad de La Base. Entonces, paralelamente a La Legión desde 1934 se difundió también este movimiento en las regiones del Bajío.[20] Resumiendo

 

La Base fue el instrumento que la dirección eclesiástica concibió para afrontar los problemas políticos de su grupo. Fue un esfuerzo positivo para brindar a los católicos seglares los medios para luchar por el mejoramiento de su dura situación religiosa y, al mismo tiempo, sustituyó a La Liga, cuya tendencia hacia la rebelión armada y su desobediencia a la jerarquía amenazaban los intereses de la Iglesia. La evolución de la oposición católica entre 1929 y 1935 respondió a la forma que progresaba la Revolución Mexicana. La terminación de la Guerra Cristera puso fin a la fuerza del radicalismo católico; la jerarquía eclesiástica adoptó una política más moderada y conciliatoria hacia el gobierno.[21]

 

Y en general

 

La formación de la organización denominada como Legiones en Guadalajara […] y luego como la Base en la Ciudad de México […], responde a una nueva estrategia de la Iglesia mexicana para hacerse presente en la vida nacional. El nuevo modus vivendi del 1929 manifiesta por parte de la Iglesia la aceptación de su derrota frente al Estado liberal revolucionario y, por parte de éste, la aceptación tolerante de la Iglesia en la sociedad mexicana.[22]

 

Eran estos los primeros años de la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934 – 1940), conflictivos bajo el perfil de las relaciones con la Iglesia, que desde 1936 cambiará de rumbo abandonando el anticlericalismo y acabando con el dominio indirecto de Calles sobre la política mexicana (maximato).[23] Mientras empezaba a desarrollarse un verdadero modus vivendi entre Estado e Iglesia, definitivo desde la expropiación petrolera de 1938,[24] nació un movimiento radical de oposición católica como el sinarquismo. Se puede decir que

 

En el momento en que Cárdenas triunfó sobre Calles sólo había 305 sacerdotes autorizados en todo el país. Entonces, el delegado apostólico exiliado en los Estados Unidos condenó nuevamente a los católicos levantados y llamó a todos los mexicanos a orar por la libertad religiosa, diciendo: “el tiempo de la tranquilidad ha llegado”. Se anticipaba, porque la paz definitiva tardó en llegar hasta 1938. Para esa fecha habría surgido de la clandestinidad (las Legiones) un movimiento católico de masas, estrechamente vigilado por la Iglesia y la Unión Nacional Sinarquista.[25]

 

2.    El nacimiento del sinarquismo (1937)

 

En febrero de 1936 las autoridades descubrieron en Guadalajara la existencia de La Base, arrestando algunos militantes y también algunos jefes. Este golpe condujo a una decadencia de la organización, y propició importantes cambios:[26] en 1937 la dirección de La Base llegó a la conclusión que, para hacer frente a la disminución de militantes y para actuar de manera más eficaz, era necesario fundar un movimiento político sin carácter de secretismo, activo en todo el país y capaz de alcanzar elevados niveles de militancia. Fue así que, el 23 de mayo de 1937, en la ciudad de León (Guanajuato) surgió la Unión Nacional Sinarquista (UNS), que rápidamente se convirtió en la organización más grande de la derecha mexicana de los años treinta y cuarenta, tanto de los moderados del Partido Acción Nacional[27] (PAN) como de las más extremistas Camisas Doradas.[28] El termino sinarquismo proviene de las palabras griegas syn y arje y significa “con orden”, orden interpretado como contraposición al liberalismo y al comunismo.[29] El epicentro de la difusión sinarquista fueron Estados como Jalisco, Michoacán y Guanajuato, es decir las mismas regiones del Bajío de irradiación de la Cristiada diez años antes. Esto se explica considerando las características del área, centrada en un catolicismo “español”, sacramental y tradicional, a diferencia del sur “sincrético” y del norte “protestante”.[30] Entonces no fue casual la difusión sinarquista en el Bajío:

 

El sinarquismo fue un movimiento social, político e ideológico de base regional. Inducido, directa o indirectamente, por los católicos organizados, la jerarquía eclesiástico-católica mexicana y los sectores conservadores del Bajío; el sinarquismo representó la última arma que tuvieron en su ya larga y enconada lucha en contra de los hombres, el proyecto y el régimen post revolucionarios. Como última alternativa, el sinarquismo significó una continuidad de la rebelión cristera, y de movimientos como la "Segunda", las "Legiones" y la "Base", cuya lucha no cuajó con el éxito que se esperaba. Surgido a mediados de la década de los treinta, en una región donde la Cristiada operó con mayor fuerza, donde la religión católica era muy acendrada dentro de la población, donde el tradicionalismo y conservadurismo sociocultural eran una característica de las relaciones y expresiones sociales, donde los problemas sociales de las masas se relacionaban con la simbología religiosa católica, donde la ideología hispanista, patriotera y católica eran una característica del comportamiento y expresión de la población regional, donde la lucha social contrarrevolucionaria encontraba eco, más rápidamente que en otras regiones del país, en el conjunto de las masas pluriclasistas, y donde la lucha sociocatólica se unía en un solo frente, contra la implantación de un proyecto "revolucionario" y "moderno".[31]

 

La ideología sinarquista era una mezcla de corporativismo, catolicismo militante, anticomunismo, antiliberalismo y oposición al régimen posrevolucionario, en particular a sus políticas desarrolladas en los años treinta en el campo educativo y agrario. Se puede decir que

 

La UNS, vista como un movimiento social católico, se inscribe dentro de los grupos de laicos católicos que buscaban, desde la movilización social, lograr la restauración del orden dentro de la cual la Iglesia y la religión volvieran a tener presencia en la organización sociopolítica del país.[32]

 

Y que

 

La UNS, como antirrevolucionaria, era un movimiento de resistencia contra la organización sociopolítica que pretendía instaurar el bloque triunfante de la revolución mexicana. Entre lo que más se fustigaba en la UNS era la subordinación de la Iglesia al Estado y la preeminencia o predilección del orden civil sobre el religioso católico en cada una de las esferas de la sociedad. Dichas medidas prosecularizantes, y, por tanto, antirreligiosas, tenían sus antecedentes inmediatos en las leyes de la Constitución de 1917, y se habían prolongado hasta el cardenismo.[33]

 

Aunque algunos aspectos del sinarquismo son compartidos con ciertos movimientos fascistas, en particular La Falange española,[34] no se puede considerarlo parte integrante de los fascismos, siendo más parecido al integralismo brasileño, al qualunquismo italiano y al peronismo argentino que al fascismo propiamente dicho.[35] Sobre las afinidades existentes hay que decir que

 

La UNS, por su parte, tenía ciertos elementos fascistizantes: uniformes, marchas multitudinarias, algunos símbolos como la bandera (roja, parecida a la nazi), simpatía por los regímenes autoritarios anticomunistas y por La Falange española. Pero rechazaba la violencia, utilizaba métodos de lucha civiles, y aun siendo fuertemente nacionalista, se inspiraba en la Doctrina Social Cristiana, más que en La Falange o el Partido Fascista italiano. Sobre todo, carecía de elementos modernistas. El supuesto “fascismo” de la UNS ya fue desmentido en los años setenta por el historiador Jean Meyer (1979), y esta exclusión es corroborada por estudios más recientes (Hernández García de León, 1999). Naturalmente, en el espíritu polémico y exacerbado de los años treinta era fácil etiquetar como “fascista” al sinarquismo […][36]

 

Entre los fundadores de la UNS hay que mencionar Antonio Santacruz, José Antonio Urquiza (1904 – 1938), José Trueba Olivares, Manuel Zermeño y Salvador Abascal Infante (1910 – 2000).[37] Abascal se distinguió en 1938 por una operación llevada a cabo en Villahermosa, capital de aquel Tabasco en que había solo un sacerdote (Pilar Hidalgo) que celebraba clandestinamente su ministerio. Abascal lideró cientos de hombres y mujeres hasta el templo de La Concepción de la ciudad, lugar en que Hidalgo celebró una misa por la primera vez después de años. Las autoridades tabasqueñas decidieron de no utilizar la fuerza, y después de este episodio se empezaron a abrir nuevamente las iglesias del Estado. A esta manifestación se dio el nombre de reconquista espiritual de Tabasco.[38]

Como afirma José Romero de Solís, se puede decir que la UNS represente el puente entre la época del protagonismo del laicado, emblemáticamente representada por la Cristiada, y la de la clericalización de la Iglesia mexicana después de los arreglos: en la UNS muchos católicos dejaron la perspectiva de la lucha armada para involucrarse en la pelea cívico-política,[39] convirtiéndose en un grupo capaz de presionar al gobierno, y que sobre todo no era directamente conectable con el episcopado. De hecho, el sinarquismo logró desarmar los últimos reductos cristeros, que dejaron su lucha en 1941, mientras el mismo año La Liga también dejó de existir. Desde su surgimiento en la UNS hay tres tendencias, que reflexionan parcialmente el variado mundo católico mexicano:

 

[…] la cívico-social, la místico-social y la cívico-política. De la tendencia místico-social el dirigente más conocido es Salvador Abascal, quien vino a representar la continuación de lo que se podría expresar como permanencia, ya transformada, del movimiento cristero. El elemento místico-social permeó y dejó huella en el sinarquismo […]. Es la postura integrista e intransigente que no acepta la reconciliación entre el Estado y la Iglesia, y en ese sentido mantiene una posición combativa y beligerante. La corriente cívico-social está representada por el ingeniero Antonio Santacruz. Está más directamente relacionada – es más orgánica – con las directrices de la jerarquía católica, y hace suyas las indicaciones del Vaticano en la tarea de reorganizar a la acción católica, en la que van a tomar parte fundamental los jesuitas mexicanos. Es la posición que asume las bases y propuestas de las encíclicas. La tercera tendencia, la cívico-política, es la encabezada por Manuel Torres Bueno, dirigente de la UNS […]. Estas tres tendencias se han mantenido en pugna permanente, primero en forma latente y después abierta, desde la fundación del sinarquismo en 1937.[40]

 

El primer jefe de la UNS fue Trueba, que lideró el movimiento hasta 1938, y en este año el movimiento alcanzó la cifra de 30.000 adherentes. Desde 1938 el líder fue Zermeño, cuyo mando acabó en 1940 cuando Santacruz decidió de asignarlo a Abascal.

 

3.    Desde el apogeo de la UNS hasta su desmovilización

 

Al momento de la llegada de Abascal a su jefatura la UNS contaba con 360,000 partidarios: un avance más que importante. Sus años al mando corresponden con el periodo de mayor suerte del sinarquismo, que no se limitó más a ser un movimiento de masa en el Bajío, saliendo de esta área hasta obtener simpatizantes también entre los chicanos. Bajo Abascal la presencia de la UNS alcanzó los 500,000 adherentes, la mayoría provenientes del medio rural,[41] y en estos años León era llamada Sinarcopolis en la juerga, por la masiva presencia de militantes sinarquistas. En resumen:

 

Cuando Abascal heredó las riendas de la UNS, la organización cabalgada a todo galope. Tomo jefatura de la organización cuando el sinarquismo ya se había convertido en un movimiento de masas, con un número aproximando a los 360,000 elementos, que durante la dirección abascalista todavía se incrementó hasta llegar a los 460,000. Todo esto un país que por aquellos días rondaba a los veinte millones de habitantes. En cuanto a su composición social, si bien ha sido definido como un movimiento cívico interclasista, con diferencia el mayor número de sus adeptos fueron campesinos. Según Meyer, hasta el noventa por ciento distribuidos sobre todo en los Estados de Guanajuato, Michoacán, Querétaro, San Luis, Jalisco y Aguascalientes. En su mayoría, se trataba de la misma región de irradiación del levantamiento cristero.[42]

 

Las categorías políticas de Abascal hundían sus raíces en la corriente contrarrevolucionaria europea,[43] típica de algunas facciones del catolicismo desde el siglo XIX hasta el Concilio Vaticano II (1962 – 1965).[44] En sus años el sinarquismo penetró profundamente en el mundo rural del Bajío, por la adhesión masiva del campesinado a la religión y por el descontento provocado por la reforma agraria del Gobierno. La figura de Abascal, inflexible y autoritaria, jugó un papel destacado en los sucesos de la UNS de estos años:

 

Ningún otro líder del movimiento sinarquista fue más apasionado y polémico que Salvador Abascal. La gente se preguntaba si se trataba de un caudillo, un místico, un visionario, un genio, si era engreído o loco. Sus hazañas atrajeron la atención y la admiración general. La opinión norteamericana lo apodó el “Führer mexicano”.[45]

 

El crecimiento sinarquista acabó con alertar las autoridades:

 

Durante este periodo [1940 – 1941] Abascal llevó el movimiento a un alto grado de militancia; […] Del mismo modo, en los primeros meses de su liderato estableció la rígida estructura militarista […]. El gobierno no había percibido como una grave amenaza al movimiento sinarquista sino hasta después de las elecciones [de 1940], cuando era patente que se había convertido en la fuerza de oposición más importante. Sería solo después de julio de 1941 que el presidente Ávila Camacho giraría instrucciones a todos los gobernadores estatales y al secretario de Defensa, instándoles a aplicar las leyes enérgicamente cuando trataran con la UNS, pues él consideraba que se trataba de una organización que ocasionaría la división de la nación. Por consiguiente, para evitar enfrentamientos entre los sinarquistas y los grupos de tendencias opuestas, la dirección sinarquista solamente realizaría manifestaciones cuando la autoridad local competente le hubiere acordado la autorización previa.[46]

 

A pesar de esta actitud, la UNS seguía su crecimiento bajo el liderazgo de Abascal. Pero, una vez llegado a su apogeo, la coyuntura de las relaciones Estado-Iglesia jugó en su contra: la elección del presidente Manuel Ávila Camacho (1940 – 1946), que durante su campaña electoral se declaró creyente, marcó la estabilización del modus vivendi empezado en los últimos años de Cárdenas, es decir que las leyes anticlericales no se aplicarían, aunque no estuvieran oficialmente abrogadas. Por esta razón la dirigencia secreta de la UNS empezó un proceso de moderación del movimiento, proceso que encontraba un obstáculo en un líder radical como Abascal. También la situación internacional y la participación de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial influyeron sobre esta evolución del sinarquismo, siendo que Abascal era considerado cercano a las potencias del Eje y a la España franquista. Era necesario reemplazarlo con un jefe más moderado, pero de manera cautelosa para evitar fracturas en el movimiento y, sobre todo, para evitar que se descubrieran los vínculos entre éste y el episcopado. Para lograr un cambio al mando sin traumas se convenció Abascal a dejar la guía de la UNS para emprender una misión pensada desde hacía tiempo: la colonización del desierto.[47]

Este proyecto tuvo su inspiración en la obra de aquellos jesuitas que, entre los siglos XVII y XVIII, fundaron algunas misiones en el desierto del noreste. Por esta razón la meta principal de la colonización sinarquista fue la Baja California Sur, pero se construyeron colonias también en Sinaloa (Salvatierra), Sonora (Santa María Guadalupe) y Tamaulipas. La más importante entre todas fue María Auxiliadora,[48] fundada por el mismo Abascal cerca de la Bahía Magdalena (Baja California) en 1941, con cerca de cien familias provenientes del Bajío. Por la colonización Abascal solicitó y, en el papel obtuvo, recursos del presidente Ávila Camacho.[49] En los proyectos del ex jefe de la UNS

 

La colonización bajacaliforniana de los sinarquistas […] no solamente buscó demostrar que había una solución del problema agrario, sino que, como puede apreciarse, iba mucho más allá, hacia la construcción de una modélica ciudad católica. Por ello se ha calificado la tentativa como una utopía social y, en efecto, en algo se asemejó – como también se separó en muchos aspectos – a lo que planteasen en lo teórico Platón, Tomás Moro o Tommaso Campanella […][50]

 

La vida en la colonia fue muy dura por la rigidez del clima y la aridez de la tierra, y las ayudas prometidas por Santacruz no llegaron exactamente como las de Ávila Camacho. El único que apoyó a María Auxiliadora fue el entonces gobernador de Baja California Sur, el general Francisco José Mujica (1884 – 1954).

Antes de partir por la colonización de Baja California Abascal dejó espontáneamente la jefatura de la UNS al abogado Manuel Torres Bueno, que empezó un proceso de moderación del movimiento. Otro problema que el nuevo líder hubo que afrontar fue la gestión de las colonias sinarquistas, que estaban fracasando por falta de medios y experiencia. Aquí empezaron las primeras tensiones con Abascal, que acusaba a Torres Bueno de no haberle proporcionado los recursos necesarios. A final de 1942 hubo en la Ciudad de México una reunión secreta de la dirigencia sinarquista, dividida entre los radicales de Abascal y los partidarios de Torres Bueno. En esta ocasión no se llegó a la ruptura, pero tampoco se resolvieron los contrastes. Las tensiones crecieron en 1943 cuando Abascal, regresado a la capital por cuestiones de salud, descubrió que sus estrechos colaboradores como Trueba y Juan Ignacio Padilla fueron relevados de sus cargos, y que en el periódico El Sinarquista se publicó un artículo juzgado por él como filo yanqui. En 1944 Abascal, en lleno contraste con Torres Bueno y Santacruz, dejó oficialmente la UNS volviendo a María Auxiliadora, dónde empezó a atacar públicamente la dirigencia del movimiento. Torres Bueno intentó convocarle, pero frente a su rechazo le quitó el mando de la colonia. Abascal aceptó esta decisión después de que un enviado a María Auxiliadora, el cura Miguel Madrigal, le pidió hacerlo, de parte del arzobispo de México Luis María Martínez (1881 – 1956).[51] Fue así que Salvador Abascal abandonó la jefatura de la colonia y la UNS, que empezó a perder militantes por consecuencia de la ruptura.[52] Martínez fue una figura clave en el desarrollo de las relaciones entre el gobierno y la Iglesia, y en consecuencia también en la evolución del sinarquismo:

 

A fines de 1937 fue nombrado como arzobispo de México Luis María Martínez, que había sido arzobispo de Morelia, Michoacán, fundador de una organización católica llamada la “U" en 1919, y miembro prominente de la jerarquía antiarreglista. El arzobispo había sido uno de los que más apoyaron el nacimiento de la UNS, a principios de 1937, y había sido asesor de calidad de La Base desde 1934. Salvador Abascal, miembro destacado de La Base y futuro jefe nacional de la UNS era amigo entrañable del arzobispo Martínez, lo que influía en muchas orientaciones que el sinarquismo de la primera época tomaba. Al mismo tiempo, Luis María Martínez era amigo de Cárdenas, desde que éste había sido gobernador de Michoacán. A partir de agosto de 1937, Martínez moderó los ataques de la Iglesia al gobierno de Cárdenas, iniciándose un periodo de conciliación en las relaciones Iglesia-Estado que fructificará aún más en 1938, después de la expropiación del petróleo.[53]

 

Estando estrictamente conectado con la necesidad de canalizar el descontento de los católicos, el sinarquismo perdió su utilidad frente a la reconciliación entre la Iglesia y el Estado llevada a cabo en los últimos años de la presidencia de Cárdenas: un movimiento demasiado radical podría poner en peligro lo logrado. Esto explica la desmovilización de la UNS:

 

En el periodo 1929-1937, las relaciones Iglesia-Estado fueron muy problemáticas. La aplicación de la ley anticlerical (sustentada en la Constitución de 1917), la implantación de la educación socialista y los ataques de la oficialidad posrevolucionaria, fueron la causa del enfrentamiento Iglesia-Estado. Movimientos como La Segunda, las legiones y La Base representaron el descontento de los católicos con el régimen. El sinarquismo, nacido en 1937, continuaría la lucha que venían sosteniendo los católicos, orientado por las directrices que la Compañía de Jesús, La Base y la jerarquía le daban para proseguir la lucha. Durante 1937 y 1938, las relaciones Iglesia-Estado se conciliaron, disminuyendo el enfrentamiento constante y condicionado del sinarquismo. El movimiento fue limitado en sus acciones y potencialidad combativa por la influencia de La Base, pues esta organización seguía las orientaciones pacifistas y conciliadoras de la jerarquía eclesiástica encabezada, desde fines de 1937, por el arzobispo Luis María Martínez.[54]

 

En síntesis

 

Del sinarquismo he contado (Meyer,2003) cómo fue empujado, luego vigilado y finalmente desmovilizado por la jerarquía; cómo en el momento peligroso de la entrada de EEUU en la guerra, en diciembre de 1941, el arzobispo de México obligó, secretamente, a Salvador Abascal, poderoso y peligroso líder carismático, a renunciar. Así los católicos no podrían caer en la tentación del nacional-catolicismo o de un falangismo mexicano y volver a enfrentarse con el gobierno: Roma locuta, causa finita.[55]

 

4.    Fracturas y actualidad del sinarquismo

 

Torres Bueno acabó su mandato en 1944, y entonces Santacruz y la dirigencia de La Base decidió de asignar la jefatura a Gildardo González Sánchez. Pero Torres Bueno se opuso a la decisión, siendo sostenido también por el mismo González, y después de algunos choques estos convocaron en Celaya una reunión de los jefes regionales de La Base, con la que decidieron de romper los lazos con Santacruz y La Base. Ese último, frente a la derrota, recurrió a los obispos para que condenasen a Torres Bueno, pero el episcopado contestó que no tenía autoridad sobre este asunto. Entonces Santacruz decidió de romper al movimiento, seguido por las secciones regionales de Querétaro, Zacatecas, Aguascalientes y Mérida. La mayoría de la UNS permaneció leal a Torres Bueno. Fue así que hubo otra fractura en el sinarquismo, divido ahora en tres facciones: los radicales de Abascal, los partidarios de Torres Bueno y aquellos de Santacruz, reflexionando las tres tendencias rivales que existieron en la UNS desde su fundación. En 1945 Santacruz reunió los jefes regionales leales y eligieron Carlos Athié Carrasco como líder de su facción. La diferencia principal entre el movimiento de Torres Bueno y aquel de Athié fue la postura ante los procesos electorales: el primero quería tomar parte en estos, mientras el segundo los rechazaba. Siempre en 1945 González reemplazó a Torres Bueno. Ese año, el sinarquismo contaba solo con 50,000 militantes en todo México: una décima parte de los de apenas cuatros años antes.[56]

En 1946 la facción de González decidió involucrarse en la política partidista fundando el Partido Fuerza Popular (PFP), decisión que fue rechazada por los radicales y también por Santacruz, que optaba por una lucha cívica. En las elecciones de 1946 el PFP ganó un diputado al Congreso. En 1948 sus militantes encapucharon una estatua de Benito Juárez (1806 – 1872) en la Ciudad de México, perdiendo en consecuencia su registro el año sucesivo.[57] Mientras tanto en 1946 Luís Martínez Narezo asumió la jefatura de la UNS, sustituyendo a González. Bajo su mando regresaron a la UNS los radicales y el mismo Abascal se congratuló con él, sin regresar en al movimiento, mientras la UNS reasumió una postura de oposición al gobierno. Además Martínez acabó con el sistema de doble mando bajo un consejo secreto. Hubo ocasión de enfrentarse con las autoridades frente a la epidemia de fiebre aftosa de 1947, cuando estas decretaron la política del “rifle sanitario” para abatir a las cabezas de ganado infectas: la UNS se opuso a esta medida, dirigiendo el descontento de los campesinos de Bajío. En los años de Martínez algunos intelectuales mexicanos se acercaron al sinarquismo, aun sin convertirse en militantes, como por ejemplo José Vasconcelos (1882 – 1952). Los resultados de la jefatura de Martínez fueron positivos en general, pero muy lejos de igualar los de Abascal: no eran más los años del anticlericalismo militante y de la educación socialista, y la oposición sinarquista difícilmente podría alcanzar algo más en un contexto en que el modus vivendi ya se había consolidado.[58] También hubo un conflicto entre Martínez y Torres Bueno: este último quería establecer un “maximato” sobre el sinarquismo, una tutela similar a la ejercida en pasado por La Base, pero sin lograrlo.

En las elecciones de 1952 la UNS decidió apoyar el candidato panista Efraín González Luna (1898 – 1964), aunque esto no significó una alianza con el PAN: el apoyo era debido a la figura del candidato, respetado por los sinarquistas por su catolicismo conservador, y no a la adhesión a la visión panista. Algunos sinarquistas en la década de los cincuenta intentaron a organizar el Partido Unidad Nacional, sin lograrlo porqué nunca obtuvieron el registro. En 1958 el movimiento no apoyó la candidatura del panista Luis Héctor Álvarez (1919 – 2016) y empezó una campaña por la reforma electoral en sentido democratizador, que se repitió en 1961. En la década de los cincuenta hubo algunos intentos de fusión con el Partido Nacionalista Mexicano, que no tuvieron éxito. Para las presidenciales de 1964 hubo contactos entre la UNS y el PAN para postular la candidatura del panista José González Torres (1919 – 1994), que no llegaron a un resultado. Frente a los acontecimientos del 1968 mexicano, que se acabó trágicamente con la matanza de Tlatelolco, la UNS mantuvo una postura moderada, sin condenar los estudiantes como hizo la mayor parte de la derecha mexicana y pidiendo al gobierno de clarificar lo que pasó en la Plaza de las Tres Culturas. Los sucesores de Martínez al mando de la UNS[59] mantuvieron aproximadamente la misma línea, línea que cambió solo con la llegada a la jefatura de Ignacio González Gollaz (1929 – 2019), desde 1959 hasta 1961, que posicionó el movimiento sobre una postura más moderada.[60]

Fue bajo la dirección de Juan Aguilera Azpeitia (1970 – 1979) que en 1976 fue fundado otro partido de inspiración sinarquista: el Partido Demócrata Mexicano (PDM), que en 1978 obtuvo su registro gracias a las reformas llevadas a cabo por la presidencia de José López Portillo (1976 – 1982). Participó en tres elecciones presidenciales (1982, 1988 y 1994), obteniendo escasos resultados. En 1997 desapareció de la escena política.[61] Mientras tanto la corriente cívica del sinarquismo, que rechazó la participación directa en la política,

 

[…] después de permanecer en letargo entre los años cincuenta y ochenta, resurgió de manera moderada a finales de los años 90 del siglo xx, bajo el liderazgo de Clemente Gutiérrez y con una ideología que trataba de retomar los orígenes nacionalistas autoritarios, teniendo presencia especialmente en el Distrito Federal, Aguascalientes y Puebla pero, al morir Gutiérrez en 2007 y después de que concluyó la breve dirección de Jesús Ruiz Munilla, esta facción cayó en declive y casi ha desaparecido.[62]

 

A través de los años el papel de oposición al PRI fu desempeñado más por el PAN que por la UNS, gracias al pragmatismo y moderación del PAN, se convertiría en un partido capaz de minar la hegemonía priista hasta derrocarla como pasó en 2000, cuando las presidenciales de México fueron ganadas por Vicente Fox. Hoy en día el sinarquismo sigue existiendo en el panorama político mexicano, aunque sin tener mucha relevancia.



[1] Docente italiano graduado en historia por la Universidad de Milán, es miembro de la Società Italiana di Storia Militare y socio correspondiente de la Deputazione di Storia Patria per la Venezia Giulia. Muy atento a la persecución religiosa en México, acerca de ella ha escrito “La Cristiada vista da Lovanio”, “Tre lenti sul conflitto religioso messicano. Lo sguardo del British Foreign Office, de La Civiltà Cattolica e del mondo cattolico belga”, “Tra cristeros y federales. El conflicto religioso messicano negli anni Venti e Trenta”, “La Cristiada nell'opera di Juan Rulfo. Da Pedro Páramo ai cristeros”.

[2] Este Boletín agradece al autor de este importante estudio que le haya elegido para publicarlo por primera vez.

[3] Cf. J. Meyer, La Cristiada, 3 vol., Siglo Veintiuno Editores, México 2006, cf. D. C. Bailey, Viva Cristo Rey! The Cristero Rebellion and the Church State conflict in Mexico, Texas University Press, Austin 2013 cf. M. A. Puente Lutteroth, Movimiento Cristero. Una pluralidad desconocida, Editorial Progreso, México 2002, cf. M. González Navarro, Cristeros y agraristas en Jalisco, 5 voll., El Colegio de México, México 2000-2003, cf. F. M. González, Matar y morir por Cristo Rey. Aspectos de la Cristiada, Instituto de Investigaciones Social-Universidad Nacional Autónoma de México, México 2001, cf. M. Butler, Popular Piety and Political Identity in Mexico's Cristero Rebellion. Michoacán 1927 – 29, Oxford University Press, New York 2004, cf. M. Lawrence, Insurgency, Counter-insurgency and Policing in Centre-West Mexico, 1926-1929. Fighting cristeros, Bloomsbory, New York 2020.

[4] La mayoría de los obispos mexicanos no dio su apoyo directo a los cristeros, excepto una minoría intransigente compuesta por  monseñor José María González y Valencia (1884 – 1959),  monseñor Leopoldo Lara y Torres (1874 – 1939) y  monseñor José de Jesús Manríquez y Zárate (1884 – 1951).

[5] Organización de laicos católicos, surgida en 1925 frente al cisma de Soledad con el nombre de Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Su objetivo era contrastar el anticlericalismo callista.

[6] La memoria histórica del episcopado, por otra parte, era elocuente: los obispos no se habían olvidado sus derrotas en la Guerra de Reforma (1857 – 1861), en la Guerra de intervención francesa (1861 – 1867) y en su parcial apoyo al golpe de Victoriano Huerta (1913), y no querían tentar al destino otra vez. Cf. R. Cannelli, Nazione cattolica e stato laico. Il conflitto politico e religioso in Messico dall’indipendenza alla rivoluzione (1821-1914), Guerini e Associati, Varese 2002, cf. E. Martínez Albesa, La Constitución de 1857. Catolicismo y liberalismo en México, 3 vol., Editorial Porrúa, México 2007.

[7] Se trata de dos declaraciones unilaterales de Portes Gil y del delegado apostólico  monseñor Leopoldo Ruiz y Flores (1865 – 1941) y  monseñor Pascual Díaz y Barreto (1876 – 1936). El presidente declaró que el registro de ministros del culto previsto por la ley Calles no implica que se puedan registrar como sacerdotes hombres que no son señalados por los obispos, mientras Ruiz y Flores y Díaz contestaron que, bajo estas condiciones, se reanudará el culto público en México. Cf. P. Valvo, Pio XI e la Cristiada. Fede, guerra e diplomazia in Messico (1926 – 1929), Editrice Morcelliana, Brescia 2016, cf. A. Mutolo, Gli arreglos tra l’episcopato e il governo nel conflitto religioso del Messico (agosto 1929). Come risultano dagli archivi messicani, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 2003, cf. J. L. Soberanes Fernández, O. Cruz Barney (compiladores), Los arreglos del presidente Portes Gil y el fin de la Guerra Cristera. Aspectos jurídicos e históricos, Universidad Nacional Autónoma de México, México 2015.

[8] Cf. M. De Giuseppe, I movimenti dell’Azione cattolica in Messico: primi passi e genesi di un modello, in P. Trionfini (compilador), Per una storia dell’Azione cattolica nel mondo. Problemi e linee di sviluppo dalle origini al Concilio Vaticano II, Fondazione Apostolicam Actuositatem, Roma 2019, 185-219, cf. M. L. Aspe Armella, La formación social y política de los católicos mexicanos. La Acción Católica Mexicana y la Unión Nacional de Estudiantes Católicos, 1929-1958, Universidad Iberoamericana, México 2008.

[9] A. Mutolo, La Iglesia mexicana después de los arreglos entre Estado e Iglesia (1929 – 1931), F. Savarino, A. Mutolo (compiladores), Del conflicto a la conciliación: Iglesia y Estado en México, siglo XX, El Colegio de Chihuahua/Ahcalc, 2006, 43-44.

[10] J. Meyer, La Iglesia católica en México, 1929-1965, Historias. Revista de la Dirección de Estudios Históricos, n. 70, (2008), mayo-agosto, 20.

[11] Cf. C. Martínez Assad, El laboratorio de la Revolución. El Tabasco garridista, Siglo Veintiuno Editores, México 2009, cf. J. B. Williman, La Iglesia y el Estado en Veracruz, 1840 – 1940, SEP, México 1976.

[12] Unión Nacional de Padres de Familia.

[13] Meyer, La Iglesia, p. 13.

[14] A. Knight, The Mentality and Modus Operandi of Revolutionary Anticlericalism, en M. Butler (compilador), Faith and Impiety in Revolutionary Mexico, Palgrave McMillan, New York 2007, p. 25.

[15] En un primer momento La Legión fue condenada en 1932 por  monseñor José Garibi y Rivera (1889 – 1972), obispo auxiliar de Guadalajara, pero  monseñor Francisco Orozco y Jiménez (1864 – 1936) levantó la medida cuando regresó desde el cuarto exilio a su diócesis. En general, la historia de La Legión es bastante obscura por su carácter secreto.

[16] Cf. H. Hernández García De León, Historia política del sinarquismo 1934-1944, MA Porrúa, México 2004, 40-46, cf. M. Romo de Alba, El gobernador de las estrellas, ediciones del autor, Guadalajara 1986, S. Ortoll, Las Legiones, la Base y el sinarquismo, ¿tres organizaciones distintas y un solo fin verdadero? (1929-1948), en J. Alonso (compilador), El PDM, movimiento regional, Universidad de Guadalajara, Guadalajara 1986, pp. 17-64, S. Ortoll, Acción Católica y sinarquismo ¿Dos alternativas para controlar a los disidentes?, en C. Martínez Assad (coord.), Religiosidad y política en México, Universidad Iberoamericana, México 1992.

[17] Meyer, La Iglesia, 15.

[18] Durante la Cristiada Rocha fue secretario personal del general cristero Enrique Gorostieta (1890 – 1929).

[19] Cf. E. Guerra Manzo, El fuego sagrado. La Segunda cristiada y el caso de Michoacán (1931 – 1938), Historia Mexicana, v. 55, n. 2, 2005, 557-558, cf. González Navarro, Cristeros y agraristas en Jalisco, Vol. IV, 125-127, cf. Meyer, La Cristiada, vol. I, 357-371, cf. A. Avitia Hernández, El Caudillo Sagrado. Historia de las Rebeliones Cristeras en el Estado de Durango, Edición del Autor, México 2006, M. Olimón Nolasco, Confrontación Extrema. El quebrado del “modus vivendi” (1931-1933), imdosoc, México 2007, M. Olimón Nolasco, Asalto a las conciencias. Educación, política y opinión pública (1934-1935), Imdosoc, México 2008.

[20] Cf. Hernández García De León, Historia política, 62-65.

[21] Ibid., 66.

[22] G. Zermeño P., R. Aguilar V., Hacia una reinterpretación del sinarquismo actual. Notas y materiales para su estudio, Universidad Iberoamericana, México 1988, 19.

[23] Cf J. Meyer, La Révolution mexicaine 1910-1940, Tallandier, París 2010, 207-211.

[24] Frente a la expropiación los obispos invitaron los fieles a sostener el gobierno.

[25] Meyer, La Iglesia católica, 13.

[26] Cf. Y. Solís, Sociedades secretas clericales y no clericales en México en el siglo XX, Universidad Iberoamericana, México 2018.

[27] Partido de derecha católica (aun sin ser oficialmente católico) fundado en 1939 por, entre los otros, Manuel Gómez Morín (1897 – 1972). Décadas después se convertirá en la principal oposición al Partido Revolucionario Institucional (PRI), hasta derrotarlo en la elecciones de 2000. Sus relaciones con la UNS fueron competitivas, a pesar de algunos aspectos comunes y a pesar del fracasado intento de Gómez Morín de unir los dos grupos en 1941. Cf. S. Loaeza, El Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939 – 1994. Oposición leal y partido de protesta, Fondo de Cultura Económica, México 1999, cf. C. Castillo Peraza, Doctrina e ideología. Partido Acción Nacional, Fundación Rafael Preciado Hernández, México 2010, cf. M. Rodríguez Lapuente, El sinarquismo y Acción Nacional: las afinidades conflictivas, Foro Internacional, Vol. 29, No. 3 (115) (Jan. - Mar., 1989), 440-458, cf. L. Ludlow, Formación de una disidencia: El nacimiento de la Unión Sinarquista y del Partido de Acción Nacional, Estudios Políticos, 8, 12, julio-septiembre 1989, 4-15, cf. P. Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, vol. 1, 390-395, cf. V. M. Muñoz Patraca, La derecha en el México post-revolucionario: una propuesta de caracterización, Estudios Políticos, novena época, núm. 24 (septiembre-diciembre, 2011), 11-32 J. G. Young, Creating Catholic Utopias: the Transnational Catholic Activism of Mexico's Unión Nacional Sinarquista, Modernism. Rivista annuale di storia del riformismo religioso in età contemporanea, VI, 2020, pp. 234-256.

[28] Termino con que se refiere a la Acción Revolucionaria Mexicanista (ARM), movimiento de extrema derecha fundado en 1934 por el general ex-villista Nicolás Rodríguez Carrasco (1890 – 1940). A diferencia del sinarquismo las Camisas Doradas representaron una derecha secular, sin muchas referencias a la religión. Cf. R. Pérez Montfort, "Por la patria y por la raza". La derecha secular en el sexenio de Lázaro Cárdenas, Facultad de Filosofía y Letras UNAM, México 1993, cf. H. G. Campbell, La derecha radical en México, 1929 – 1949, Secretaría de Educación Pública, México 1976, 50-55, F. Savarino, Los avatares del Fascismo Mexicano, X. P. Campos López, D. M. Velázquez Caballero (coordinadores), La derecha mexicana en el siglo XX. Agonía, transformación y supervivencia, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla 2017, 164.

[29] Cf. Hernández García De León, Historia política, 150-156, cf. J. I. Padilla, Sinarquismo. Contrarrevolución, Polis, México 1948.

[30] Cf. M. De Giuseppe, Messico 1900 – 1930. Stato, Chiesa e popoli indigeni, Morcelliana, Brescia 2007, 382, cf. P. Serrano Álvarez, La batalla del espíritu. El movimiento sinarquista en el Bajío (1932 – 1951), 2 vol., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México 1992, cf. P. Serrano Álvarez, El Sinarquismo Mexicano: Expresión conservadora de la Región Centro-Oeste: Síntesis de su historia, Contrastes. Revista de historia moderna, n° 9-10, 1994-1997, 129-148.

[31] P. Serrano Álvarez, El sinarquismo en el Bajío mexicano (1934-1951). Historia de un movimiento social regional, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 14, 1991, 195.

[32] J. G. González Flores, Los motivos del sinarquista. La organización y la ideología de la Unión Nacional Sinarquista, Culturales, vol. 3, no. 1, ene./jun. 2015, 49.

[33] Ibid., 54-55.

[34] Por la influencia de la derecha española en México cf. R. Pérez Montfort, Hispanismo y Falange. Los sueños imperiales de la derecha española y México, Fondo de Cultura Económica, México 1992.

[35] Cf. Meyer, El sinarquismo, 276-277, cf. J. Meyer, El sinarquismo: ¿Un fascismo mexicano? 1937-1947, Cuadernos de Joaquín Mortiz, México 1979, 130-133, cf. A. Martínez Villegas, La Unión Nacional Sinarquista de México y los movimientos encabezados por Eoin O’Duffy en Irlanda. Un análisis comparativo de la influencia del fascismo en dos países de tradición católica, F. Savarino, J. F. Bertonha, El fascismo en Brasil y América Latina. Ecos europeos y desarrollo autóctonos, Instituto Nacional de Antropología y Historia, México 2013, 141-173, cf. S. G. Payne, Il fascismo. Origini, storia e declino delle dittature che si sono imposte tra le due guerre, Newton Compton, Roma 2006, 347, cf. R. Ruiz Velasco Barba, El fascismo mexicano, ¿motivo de temor o espantajo? Una mirada historiográfica, BICENTENARIO. Revista de Historia de Chile y América, Vol. 19, Nº 1 (2020) pp. 95-134. Por otra opinión sobre este asunto cf. B. Calsapeu Losfeld, No todo lo que brilla es oro: apuntes sobre la naturaleza del sinarquismo mexicano, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, Número 61 (enero-junio 2015), 130-162.

[36] Savarino, Los avatares, Campos López, Velázquez Caballero (coordinadores), La derecha mexicana, 163-164.

[37] Sobre el cf. R. Ruiz Velasco Barba, Salvador Abascal. El mexicano que desafió a la Revolución, Rosa Ma. Porrúa, México 2014, cf. S. Abascal, Mis recuerdos. Sinarquismo y Colonia María Auxiliadora. Con importantes documentos de los Archivos Nacionales de Washington, Tradición, México 1980, cf. P. Serrano Álvarez, El ritual de un sacerdote sinarquista: Salvador Abascal, C. Martínez Assad (compilador), A Dios lo que es de Dios, Aguilar, México 1995, 395-, cf. F. A. García Naranjo, Entre la histeria anticomunista y el rencor antiyanqui: Salvador Abascal y los escenarios de la guerra fría en México, Revista Historia Y MEMORIA, núm. 10, enero-junio, 2015, 165-198. Su padre fue Adalberto Abascal, miembro de la sociedad secreta “U” (Unión de católicos mexicanos), que apoyó los cristeros entre 1926 y 1929. Carlos Abascal Carranza (1949 – 2008), hijo de Salvador, cubrió el cargo de secretario del trabajo y después del gobierno bajo la presidencia de Vicente Fox Quesada (2000 – 2006). Cf. E. González Ruiz, Los Abascal. Conservadores a ultranza, Grijalbo, México 2002, cf. M. L. Aspe Armella, Un cristiano en la vida pública: Carlos María Abascal Carranza, Fundación Carlos Abascal, México 2016, cf. Y. Solis, La “U” o los católicos y las sociedades secretas, Y. Solis, F. Savarino (compiladores), El anticlericalismo en Europa y América Latina. Una visión transatlántica, INAH, México 2011, 43-79, cf. Y. Solis, Un posible arquetipo de la ultraderecha en México: la “U”, F. Savarino, J. L. González (compiladores), México: escenario de confrontaciones, Inah, México 2010, 105-141.

[38] Cf. Ruiz Velasco Barba, Salvador Abascal, 84-91, cf. I. Blanco Velasco, El Tabasco garridista y la movilización de los católicos por la reanudación del culto en el 1938, Aguilar V., Zermeño P., Religión, política y sociedad, 117-169, cf. S. Abascal, La reconquista espiritual de Tabasco en 1938, Tradición, México 1985.

[39] Cf. J. M. Romero de Solís, El Aguijón del espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México (1895-1990), IMDOSOC, México 1994, 398.

[40] R. Aguilar V., G. Zermeño P., Ensayo introductivo: Iglesia y sinarquismo en México, R. Aguilar V., G. Zermeño P. (compiladores), Religión, política y sociedad. El sinarquismo y la Iglesia en México (nueve ensayos), Universidad Iberoamericana, México 1992, 19-20.

[41] Desde 1939 en las ciudades hubo la competición del PAN, más arraigado de la UNS entre las clases medias urbanas y menos en el campo.

[42] Ruiz Velasco Barba, Salvador Abascal, 128.

[43] Representada por autores como Joseph de Maistre (1753 – 1821), Louis de Bonald (1754 – 1840) y Juan Donoso Cortés (1809 – 1853). Este pensamiento fue desarollado también por autores latinoamericanos del siglo XX, como el brasileño Plinio Corrêa de Oliveira (1908 – 1995) y el colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913 – 1994).

[44] Después del Concilio esta corriente se volvió minoritaria.

[45] Hernández García De León, Historia política, 209.

[47]  Cf. ibid., 227-229.

[48] María Auxiliadora sigue existiendo hoy en día, y en 2005 obtuvo pavimentación gracias a Carlos Abascal.

[49] Cf. P. Serrano Álvarez, María Auxiliadora: El sinarquismo en Baja California Sur, 1941-1944, Calafia, vol. IX, n. 3, cf. P. Serrano Álvarez, El proyecto sinarquista de la colonización de Baja California (1941-1943), Revista de Indias, vol. 54, n° 201, 1994, 439-460, E. Acosta Mendía, Paisaje y personajes en María Auxiliadora. Un proyecto colonizador en el Territorio Sur de la Baja California (1940-1944), Archivo Histórico Pablo L. Martínez, La Paz 2017.

[50] Ruiz Velasco Barba, Salvador Abascal, 144.

 

[51] Hernández García De León, Historia política, 237-245. Martínez fue el fundador de la “U” en 1915, la sociedad secreta de que formó parte Adalberto Abascal, padre de Salvador.

[52] Después de la salida de la UNS Abascal trabajó por algunos años en la Editorial Jus de Gómez Morín, hasta fundar la el periódico La Hoja del Combate en 1967 y la Editorial Tradición. Murió en 2000 en la Ciudad de México.

[53] P. Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, vol. 1, 382-383.

[55] Meyer, La Iglesia católica, 19.

[56] Cf. Hernández García De León, Historia política, 278-286, cf. Meyer, El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia 1937-1947, Tusquets, México 2003, 134-136.

[57] Cf. P. Serrano Álvarez, La batalla del espíritu, vol. 2, 736-764.

[59] Estos fueron Juan Ignacio Padilla (1951 – 1955) y David Lomelí Contreras (1955 – 1961).

[60] Sobre los desarrollos de la UNS en este periodo cf. A. Martínez Villegas, La evolución del proyecto de nación sinarquista. Del autoritarismo conservador a la democracia cristiana (1949-1971), Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México 2021.

[61] Cf. S. Gómez Tagle, El Partido Demócrata Mexicano y su presencia en la sociedad, Revista Mexicana de Sociología Vol. 46, No. 2 (Abr. - Jun., 1984), 75-110, cf. R. Valencia Ruiz, El Sinarquismo y el Partido Demócrata Mexicano (PDM) en la experiencia de un pintor automotriz. Una aproximación desde la estructuración ideológica de la acción, Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. XXIII, supl. 4, 2017, 123-140, cf. J. Alonso (compilador), El PDM.

[62] A. Martínez Villegas, Movimientos nacionalistas autoritarios y religiones politizadas en España, Rumania y México, F. Savarino, A. Mutolo, M. Moreno-Bonett, R. M. Álvarez González, J. Torres Parés (coordinadores), Iglesia Católica, anticlericalismo y laicidad, Universidad Nacional Autónoma de México, México 2014, 162.



Aviso de privacidad | Condiciones Generales
Tels. 33 3614-5504, 33 3055-8000 Fax: 33 3658-2300
© 2025 Arquidiócesis de Guadalajara / Todos los derechos reservados.
Alfredo R. Plascencia 995, Chapultepec Country, C.P. 44620 Guadalajara, Jalisco