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Comentarios y reflexiones en torno al documento El Obispo de Roma. Una perspectiva ecuménica.

Pbro. Edgar Iván Preciado Mariscal[1]

 

 

El texto El Obispo de Roma, escrito originalmente en inglés,

expone los avances del ecumenismo de las últimas décadas,

y propone algunos pasos hacia la unidad. El autor de este

artículo nos presenta las aristas del diálogo ecuménico

relacionadas con el ministerio petrino.

 

 

El obispo de Roma es un documento de estudio que hace un balance ecuménico en torno al rol del papa y el ejercicio del papado, fruto del diálogo ecuménico sobre el ministerio petrino en respuesta a la pregunta formulada por san Juan Pablo II hace casi 30 años (UUS 95-96)[2].

 

95. Lo que afecta a la unidad de todas las “comunidades cristianas” forma parte obviamente del ámbito de preocupaciones del primado. Como Obispo de Roma soy consciente, y lo he reafirmado en esta carta encíclica, que la comunión plena y visible de todas las “comunidades”, en las que gracias a la fidelidad de Dios habita su Espíritu, es el deseo ardiente de Cristo. Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las “comunidades cristianas” y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva. Durante un milenio los cristianos estuvieron unidos «por la comunión fraterna de fe y vida sacramental, siendo la Sede Romana, con el consentimiento común, la que moderaba cuando surgían disensiones entre ellas en materia de fe o de disciplina».

De este modo el primado ejercía su función de unidad. Dirigiéndome al Patriarca ecuménico, Su Santidad Dimitrios I, he afirmado ser consciente de que «por razones muy diversas, y contra la voluntad de unos y otros, lo que debía ser un servicio pudo manifestarse bajo una luz bastante distinta. Pero por el deseo de obedecer verdaderamente a la voluntad de Cristo, me considero llamado, como Obispo de Roma, a ejercer ese ministerio. Que el Espíritu Santo nos dé su luz e ilumine a todos los Pastores y teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido por unos y otros».

 

96. Tarea ingente que no podemos rechazar y que no puedo llevar a término solo. La comunión real, aunque imperfecta, que existe entre todos nosotros, ¿no podría llevar a los responsables eclesiales y a sus teólogos a establecer conmigo y sobre esta cuestión un diálogo fraterno, paciente, en el que podríamos escucharnos más allá de estériles polémicas, teniendo presente sólo la voluntad de Cristo para su Iglesia, dejándonos impactar por su grito « que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado » (Jn 17, 21)?

 

Se trata de buscar una forma de ejercicio del primado que sea compartida por las iglesias que vivieron en plena comunión en los primeros siglos. Fueron tres años de trabajo ecuménico y sinodal que resume 30 respuestas a UUS y 50 documentos ecuménicos sobre el tema.

 

I.    Premisa histórica

 

«El problema ecuménico del ministerio petrino ha de situarse en primer lugar en el marco de las divergencias entre Roma y Constantinopla que ya se pusieron de manifiesto en el siglo V durante el Concilio de Calcedonia en el 451, cuando los legados romanos se negaron a aprobar el canon 28, en el que se constituía a Constantinopla como la “nueva Roma” y se concedía a su patriarca los mismos privilegios que al obispo de Roma.

Unas relaciones que se enturbiaron aún más, con el cisma del 1054, que provocó la separación total entre el patriarcado de occidente, con su cabeza, visible en el Papa, sucesor de Pedro, y el mundo ortodoxo, bajo el primado del patriarca de Constantinopla.

En segundo lugar, la cuestión vuelve a complicarse en occidente en el siglo XVI, por el enfrentamiento entre Lutero y el Papa León X, así como entre Enrique VIII y el Papa Clemente VII, que provocó la división de la Iglesia en Occidente. Se trata, por tanto, de una cuestión problemática tanto para el mundo ortodoxo como protestante y anglicano.

Tales divergencias, se agudizarán aún más a principios del siglo XIX, con las definiciones dogmáticas de la Constitución Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I (1869-1870) sobre la infalibilidad del Papa y el primado de jurisdicción, no sólo de honor sobre toda la Iglesia, lo que supone una subordinación, no sólo en materia de fe y de costumbres, sino también en cuestiones de disciplina y gobierno (plenitudo potestatis)(Cfr. DH nn. 3075). Como afirma a Pablo VI en 1967 en un discurso al secretariado para la unidad de los cristianos: “el Papa, nos consta, es sin duda, el obstáculo más grave en el camino ecuménico” (AAS 59, 1967, p. 498)»[3].

 

II.      Estructura del documento 

 

El documento ofrece una presentación esquemática:

1.    De las respuestas a Ut unum sint y de los documentos de los diálogos teológicos dedicados  a la cuestión del primado (nn. 12-32).

2.    De las principales cuestiones teológicas que tradicionalmente han confrontado el primado  papal y de algunos avances significativos de la reflexión ecuménica contemporánea: una lectura  renovada de los «textos petrinos»; la superación de la oposición entre el derecho divino (de iure  divino) y el derecho humano (de iure humano); una relectura hermenéutica de los dogmas del primado de jurisdicción y de la infalibilidad (Concilio Vaticano I)(nn. 33-73).

3.    De algunas perspectivas para un ministerio de la unidad en una Iglesia reconciliada:  necesidad o no de un primado en la Iglesia; criterios del primer milenio; principios para el ejercicio  del primado en el siglo XXI (nn. 74-143).

 

4.    De sugerencias o peticiones prácticas dirigidas a la Iglesia católica: interpretación renovada  del Vaticano I; ejercicio diferenciado del primado del obispo de Roma; sinodalidad ad intra;  sinodalidad ad extra (144-160).

Además de esta síntesis, el documento se concluye con una breve propuesta de la Asamblea Plenaria del Dicasterio, titulada «Hacia un ejercicio del primado en el siglo XXI», que identifica las  sugerencias más significativas presentadas por los diversos diálogos para un ejercicio renovado del  ministerio de unidad del Obispo de Roma «reconocido por unos y otros» (propuesta en 30 números aparte de los ya citados previamente)[4].

 

III.    Temas relevantes

 

1.    Releer los textos petrinos: fundamentos escriturísticos[5]

a.    Una renovada lectura de los textos petrinos (nn. 35-39).

b.    Episcope” o “Ministerio de vigilancia” a nivel universal (n. 40).

c.     Autoridad como “Diakonía” (nn. 41-42).

d.    La función petrina (n. 43).

e.    Textos petrinos en la tradición patrística (nn. 44-47).

2.    Origen del “primado”

a.    Concepción católica: iure divino vs concepción no católica: iure humano (n. 48-51).

b.    Propuesta ecuménica: consideración de “ambos derechos”. Se parte de la voluntad de Dios para la Iglesia y mediada a través de la historia humana (52-54).

c.     Distinción entre la esencia teológica y la contingencia histórica del “Primado” según regiones y épocas (nn. 55-56).

3.    Las definiciones del Vaticano I sobre el primado de jurisdicción y sobre la infalibilidad papal

a.    Acercamiento hermenéutico al Vaticano I (contexto histórico – distinción entre intención y expresión – distinción entre texto y su interpretación) (nn. 60-66).

b.    Hermenéutica de los dogmas

·      Primado de jurisdicción universal (nn. 67-68).

·      Infalibilidad: no es una cualidad personal – no es independiente de la Iglesia – no es absoluta (n. 70).

·      La formulación del dogma de la infalibilidad y la finalidad supeditada a un ejercicio personal del ministerio de enseñanza (n. 71).

·      Problemas entre la infalibilidad y la primacía del Evangelio, de la infalibilidad al servicio de la indefectibilidad de toda la Iglesia, problemas con la colegialidad episcopal y la necesidad de recepción (sensus fidei y sensus fidelium) (n. 72-73).

4.    Perspectivas para un ministerio de unidad en una “Iglesia reconciliada”

a.    ¿Es necesario un primado para toda la Iglesia?

·      El cristianismo se fundó sobre “sedes apostólicas” con orden específico, siendo Roma la primera. Argumento de la “Tradición Apostólica” (nn. 76-80).

·      Interdependencia entre primacía y sinodalidad. Argumento eclesiológico (nn. 83).

·      El contexto globalizado y las necesidades misioneras. Argumento pragmático: la necesidad de un ministerio de unidad a nivel universal (nn. 84-87).

b.    Criterios del primer milenio: “Ministerio de Unidad Universal”.

·      El carácter informal y no jurisdiccional (nn. 92-93).

·      La “primacía de honor” del obispo de Roma (nn. 94-98).

·      Interdependencia del primado y la sinodalidad. El modelo del Canon Apostólico 34 (nn. 99-100).

·      El derecho de apelo al obispo de Roma como expresión de comunión. Modelo de los canones de Sardica (nn. 101-103).

·      Concilios ecuménicos: la synergeia del obispo de Roma (nn. 104-106).

·      Diversidad de modelos eclesiales (n. 107).

5.    Algunos principios del primado en el siglo XXI

a.    El primer milenio no debe idealizarse y no debe recrearse sin más (n. 108).

b.    El “primado universal” responde a criterios contemporáneos (n. 109).

c.     Principios para el ejercicio del primado en el s. XXI (n. 110).

·      Principio de legitima diversidad

·      Principio de colegialidad

·      Principio de subsidiariedad

d.    La estructura comunitaria, colegial y personal de la Iglesia

·      Interdependencia reciproca entre primado y sinodalidad (n. 112-113).

·      Todos. Algunos. Uno (nn. 114-118).

1.    Dimensión comunitaria – sinodalidad – sensus fidei y sensus fidelium.

2.    Dimensión colegial (obispos).

3.    Dimensión personal: función primada.

e.    Articulación entre el nivel local, regional y universal.

·      Simultaneidad de la Iglesia local y de la Iglesia universal (nn. 120-126).

·      El nivel regional (nn. 127-135).

1.    Iglesias orientales: Facultatem se secumdum proprias disciplinas regendi.

2.    Las comuniones cristianas occidentales: el significado eclesiológico del nivel regional.

o   Necesidad de equilibrio entre el primado regional y el primado universal.

o   Para las comunidades cristianas es más relevante el ejercicio del primado regional, así como la actividad misionera.

o   Se pide sobrepasar la “asimetría” sobre todo de conferencias episcopales nacionales o continentales en favor de la descentralización según el modo de las iglesias patriarcales.

·      La subsidiariedad: principio antiguo – limitación voluntaria en el ejercicio del poder – una autoridad suficiente (nn. 136-143).

1.    Ningún asunto que pueda tratarse adecuadamente en un nivel inferior debe llevarse a un nivel superior.

2.    Modelo aceptable de “unidad en la diversidad”.

3.    El obispo de Roma no debe exceder lo necesario para el ejercicio de su ministerio de unidad universal.

4.    Se sugiere limitación voluntaria de la primacía pero con la autoridad suficiente para hacer frente a los desafíos y obligaciones de su ministerio.

 

IV.   Sugerencias prácticas o requerimientos dirigidos a la Iglesia católica

 

1.             Nueva interpretación del Concilio Vaticano I. Nuevas expresiones y vocabulario integrados a la eclesiología de comunión y adaptados al contexto cultural y ecuménico actual (nn. 145-148).

2.             Responsabilidades del obispo de Roma: ministerio patriarcal de occidente – ministerio primacial de unidad – ministerio en su iglesia particular (nn. 149-152).

3.             Desarrollo de la sinodalidad dentro de la Iglesia católica. Sinodalidad ad intra: mayor reflexión y autoridad de las conferencias episcopales nacionales y regionales. Relación con el sínodo de los obispos y con la curia. Implicación del pueblo de Dios en procesos sinodales (nn. 153-155).

4.             Comunión conciliar entre líderes de todo el mundo. Sinodalidad ad extra. Sinodalidad entre iglesias (nn. 156-160).

a.    La comunión conciliar y el primado.

b.    Trabajar y orar juntos.

 

V.     Principales ideas del Documento 

 

El Documento de Estudio señala que:

a)    Los documentos del diálogo y las respuestas a Ut unum sint han aportado una contribución significativa a la reflexión sobre la cuestión del primado y la sinodalidad.

b)    Todos los documentos coinciden en la necesidad de un servicio de la unidad a nivel universal, aunque los fundamentos de este servicio y las formas de ejercerlo sean objeto de interpretaciones diferentes.

c)    A diferencia de las polémicas del pasado, la cuestión del primado ya no se ve simplemente como un problema, sino también como una oportunidad para la reflexión común sobre la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo.

d)    El ministerio petrino del Obispo de Roma es intrínseco a la dinámica sinodal, al igual que el aspecto comunitario que incluye a todo el Pueblo de Dios y la dimensión colegial del ministerio episcopal.

 

Entre los futuros pasos a dar en los diálogos teológicos, el Documento sugiere la necesidad de:

a)    Una mejor conexión entre los diálogos: locales e internacionales, oficiales y no oficiales, bilaterales y multilaterales, orientales y occidentales para enriquecerse mutuamente.

b)    Abordar conjuntamente el primado y la sinodalidad, que no son dos dimensiones eclesiales opuestas, sino dos realidades que se apoyan mutuamente.

c)    Una clarificación del vocabulario (sinodalidad/conciliaridad; colegialidad; primado, autoridad, poder, administración, gobierno, jurisdicción).

d)    La promoción de la recepción de los resultados de los diálogos a todos los niveles, para que se conviertan en un patrimonio común.

e)    La interpretación teológica de las relaciones actuales entre las iglesias, ya que el «diálogo de la verdad» no debe centrarse únicamente en las diferencias doctrinales del pasado.

f)      Tener gestos particulares y acciones simbólicas de parte del obispo de Roma con creatividad y generosidad para que se aprecie ecuménicamente su “ministerio de unidad”.

 

VI.   Resumen en el mismo documento

 

Los números 161 al 181 del documento de estudio exponen un resumen bastante completo de la reflexión e investigación hecha, del cual haremos uso para delinear el contenido del documento:

 

La comprensión y el ejercicio del Obispo de Roma entraron a una nueva fase con el Concilio Vaticano II, de la cual, la dimensión ecuménica ha sido esencial. La invitación del papa Juan Pablo II en la Ut unum sint a encontrar un modo de ejercitar el “primado” reconocido por los unos y por los otros, ha marcado un momento epocal en esta conciencia ecuménica. Esta invitación suscitó una gama de respuestas y reflexiones que evidencian un nuevo y positivo espíritu ecuménico, un nuevo clima de buenas relaciones instauradas entre las comunidades cristianas y sus líderes, una “fraternidad renovada” (UUS, 42).

 

Nuevos acercamientos a cuestiones teológicas tradicionalmente impugnadas

Uno de los frutos de los diálogos teológicos ha sido una renovada lectura de los “textos petrinos” que históricamente fueron obstáculo entre los cristianos. El desafío fue evitar proyecciones anacrónicas sobre el rol de Pedro entre los apóstoles, apoyados en la exegesis contemporánea, el análisis patrístico, nuevas intuiciones y el enriquecimiento reciproco, desafiando algunas interpretaciones confesionales tradicionales. Especialmente se ha recuperado la noción bíblica de episkopé (ministerio de la supervisión), la de diakonia y la de la función petrina, etc.

 

Otra cuestión es la compresión católica del primado del Obispo de Roma como instituido de iure divino, mientras que la mayor parte de los otros cristianos lo entiende como instituido sólo de iure humano. La nueva perspectiva ecuménica considera el “primado” tanto como de iure divino, como de iure humano, es decir, partiendo de la voluntad de Dios para la Iglesia y mediado a través de la historia humana. Los diálogos pusieron la atención más bien en la distinción entre la esencia teológica y la contingencia histórica del primado.

 

Las definiciones dogmáticas del Concilio Vaticano I constituyen un obstáculo significativo para los otros cristianos. Se han logrado avances en la relectura y re-recepción; no obstante, las aclaraciones, existe la preocupación por la relación de la infalibilidad con el “primado del Evangelio”, la “indefectibilidad” de toda la Iglesia, el ejercicio de la “colegialidad episcopal” y la “necesidad de la recepción” de todo lo reflexionado.

 

Perspectivas para un ministerio de unidad en una Iglesia reconciliada

En referencia con la “tradición apostólica”, algunos diálogos sostienen que desde los orígenes de la Iglesia, el cristianismo se fundó sobre “sedes apostólicas principales” que ocupan un orden específico, del cual la sede de Roma era la primera. Se sostiene que existe una reciproca interdependencia entre el primado y sinodalidad en cada nivel de la vida de la Iglesia: local, regional y universal. Otro argumento de naturaleza práctica se funda sobre el contexto de la globalización y sobre las exigencias misioneras.

 

Con las iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales reconocemos que los principios y los modelos de comunión del primer milenio son paradigmáticos para el ejercicio del ministerio de unidad a nivel universal [el carácter informal y no primariamente jurisdiccional de las expresiones de comunión entre las iglesias – el primado de honor del Obispo de Roma – la interdependencia entre las dimensiones primacial y sinodal de la Iglesia (Canon Apostólico 34) – el derecho de apelo como expresión de comunión (Cánones de Sárdica) – el carácter pragmático de los concilios ecuménicos – la diversidad de modelos eclesiales], pero reconocemos que el primer milenio tampoco debe ser idealizado porque el primado universal debe responder a los retos contemporáneos. Un acuerdo general es la reciproca interdependencia entre primado y sinodalidad en todo nivel, referida a la articulación entre “todos”, “algunos” y “uno”, tres dimensiones complementarias de la Iglesia (comunitaria basada en sensus fidei de todos los bautizados – colegial que expresa la colegialidad episcopal – personal que expresa la función primacial).

 

Desde esta necesidad de articulación local, regional y universal, la relación entre la Iglesia local y la Iglesia universal es crucial para el ejercicio del primado, especialmente el primado a nivel regional, ya que para la mayor parte de las comunidades eclesiales, es el más relevante, por lo que se pide reforzar la experiencia de las Conferencias Episcopales Católicas, nacionales y continentales, y una descentralización inspirada en las Iglesias patriarcales, esto equilibrará también la relación entre primado y primados que permita una base experiencial para luego darse con los obispos orientales, quienes tienen el derecho y el poder de gobernarse según las propias tradiciones y disciplinas.

 

El diálogo con los ortodoxos ha permitido una nueva lectura crítica del “uniatismo”[6], el cual no puede ser aceptado ni como método a seguir ni como modelo de unidad o futura comunión.

 

Además, las consideraciones sobre los diversos niveles de la Iglesia portan a reflexionar sobre el “principio de subsidiariedad” que consiste en que ninguna cuestión que pueda ser adecuadamente tratada en un nivel inferior, deba ser llevada a uno superior. Este principio es importante para garantizar la participación de toda la Iglesia en el proceso decisional.

 

El poder del Obispo de Roma no debería superar aquel necesario para el ejercicio de su ministerio de unidad a nivel universal, por lo que se sugiere que haya una limitación voluntaria en el ejercicio de su poder, aunque se ha de reconocer que su ministerio tiene necesidad de un grado suficiente de autoridad para afrontar lo desafíos y obligaciones de su ministerio.

 

Algunas sugerencias prácticas

En primer lugar, se propone una “re-recepción”, “reinterpretación”, “interpretación oficial”, “comentario actualizado” o incluso “reformulación” de las enseñanzas del Vaticano I.

 

En segundo lugar, los diálogos piden una clara distinción entre las diversas responsabilidades del Obispo de Roma, particularmente como patriarca de la Iglesia del Occidente y su ministerio primacial de unidad en la comunión de las iglesias, sea de Occidente que, de Oriente, sin que estas pierdan su autonomía. Distinguir el rol patriarcal y primacía como jefe de estado. Acento en el ejercicio del ministerio del papa en la iglesia particular, la diócesis de Roma, evidenciando que su ministerio está en relación con el de sus hermanos obispos.

 

Como tercera recomendación es la de desarrollar la sinodalidad dentro de la Iglesia católica (ad intra y ad extra), ya que se ha identificado que no es suficiente para crear un ámbito común, especialmente en el contexto de las conferencias episcopales católicas nacionales y regionales, y su relación con el sínodo de los obispos y la curia romana. A nivel universal subrayan la necesidad de una mayor presencia del pueblo de Dios en los procesos sinodales.

 

Por último se propone la promoción de la “comunión conciliar” a través de encuentros regulares entre los líderes de las iglesias a nivel mundial que haga visible la comunión que ya comparten.

 

VII.     Citas complementarias sobre el primado. Para seguir reflexionando

 

1.    «Todas las iglesias convergen en la importancia de la apostolicidad, que expresa la fidelidad y continuidad con el testimonio de los apóstoles, testigos, primeros y normativos del Evangelio de la salvación, y, por lo tanto, con las comunidades primitivas»[7].

2.    «La sucesión apostólica es una expresión de la permanencia y, por lo tanto, de la continuidad de la propia misión de Cristo de la que participa la iglesia»[8].

3.    «La comunidad cristiana está llamada a ser siempre fiel a estos orígenes apostólicos; la falta de fidelidad en el culto, en el testimonio, en el servicio, contradice la apostolicidad de la iglesia»[9].

4.    «La Iglesia es apostólica no solamente porque su fe y su vida deben ser un eco del testimonio de Jesucristo, dado en la primitiva Iglesia a los apóstoles, sino también porque, continuando la misión confiada a los apóstoles, la iglesia está encargada de comunicar al mundo, lo que ella ha recibido[10]».

5.    El criterio de la apostolicidad, por tanto, es garante de la continuidad en la verdad de la Iglesia con la Iglesia fundada por Cristo, y, por ello un aspecto normativo de la misma, que abarca cuatro dimensiones:

a.    Doctrinal: la iglesia es apostólica por su referencia a la doctrina, cuyo testimonio fundamental es la escritura.

b.    Existencial: el estilo de vida de la iglesia apostólica es normativo para la iglesia de todos los tiempos.

c.     Misionero: el término apóstol (enviado) tiene una dimensión misionera fundamental.

d.    Ministerial: existe una continuidad entre el ministerio de los apóstoles y los ministerios actuales, entre los cuales, –dependiendo de qué iglesia– se dará mayor o menor importancia al episcopado y el ministerio de Pedro[11].

6.    La mayor o menor importancia dada al papel del ministerio episcopal en la sucesión apostólica no niega la importancia del ministerio del episkopé en sí, cuya importancia se reconoce en todos los diálogos se ecuménicos como un elemento de convergencia. Esta supervisión-vigilancia es esencial en la comprensión del ministerio, atribuyéndose a quien ejerce este ministerio la función de la predicación, la administración de los sacramentos, el gobierno pastoral y la unidad de la Iglesia, ejercida en nombre de Cristo a un nivel supralocal o regional[12].

7.    Las iglesias que no dan tanta importancia a la sucesión por medio del episcopado histórico tendrían que preguntarse si no es necesario valorar más el papel del ministerio de episkopé en la tradición apostólica[13].

8.    «Otro tema de especial calado en el mundo de la Reforma y esencial a nivel ecuménico es la fundamentación bíblica de la sucesión del ministerio de Pedro, es decir, la interpretación de los textos sobre la figura de Pedro y la posibilidad a partir de ellos de la justificación de una sucesión histórica en este ministerio a nivel universal»[14].

9.    El Concilio Vaticano II, al redefinir el ministerio del obispo de Roma, con relación al colegio episcopal y al conjunto del pueblo creyente, abrió nuevas perspectivas de diálogo en un tema que parecía totalmente cerrado, resituando el papado en el contexto de la colegialidad. Pero el gran desafío para desbloquear esta cuestión a nivel ecuménico, lo lanzaba el Papa San Juan Pablo II, en la encíclica Ut Unum Sint (1995): “encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva”, para lo que invitaba a los responsables de otras iglesias y sus teólogos “a un diálogo fraterno, paciente, en el cual poder escucharnos más allá de las estériles polémicas, teniendo presente solo la voluntad de Cristo para su iglesia”(Cfr. UUS, n. 96)[15].

10. Sobre el problema de la jurisdicción universal e infalibilidad:

·      La ortodoxia comprende la Iglesia universal como una comunión de iglesias autocéfalas, independientes y con capacidad para elegir su propia jerarquía. Los patriarcas se rodean de un Santo Sínodo permanente, que es el órgano máximo de toma de decisiones. La eclesiología ortodoxa no puede aceptar que la iglesia de Roma ejerza una jurisdicción plena y universal, sobre las otras iglesias, ni la autoridad del Papa sobre la Iglesia universal, como si se tratara de un poder superior a los demás obispos. No acepta pues que el obispo de Roma sea el sucesor personal del apóstol Pedro, considerándolo solamente como un primus inter pares, un primado de honor del obispo de Roma, entre los otros obispos o una presidencia en la caridad.

·      Desde las dificultades del primado de jurisdicción, se valora también la cuestión de la infalibilidad del magisterio del Papa, sobre todo, a título personal en sus definiciones ex cathedra, pues está falto del componente sinodal o colegial propio de la teología ortodoxa.

·      El problema surgido en la Reforma es que los reformadores se opusieron radicalmente a la existencia de una autoridad o magisterio supremo en la interpretación de la Sagrada Escritura, es decir, la figura de un juez de las Escrituras, a cuya obediencia ha de someterse la Iglesia para poder alcanzar la salvación, anulando la posibilidad de la interpretación personal y la libertad de conciencia; por lo que se negaría la infalibilidad del Papa como una autoridad magisterial por encima de la Sagrada Escritura. El mismo hecho de una definición dogmática sobre el primado de jurisdicción y la infalibilidad papal quedaría negado por no tener un fundamento divino en la Escritura, siguiendo el pensamiento de la teología protestante[16].

11. El ministerio petrino como ministerio universal de unidad ha sido abordado en todos los diálogos ecuménicos llegando a distintos grados de convergencia, especialmente de parte de la Iglesia Católica Romana con la Iglesia anglicana y con la Iglesia ortodoxa, y en menor medida con los luteranos y los reformados.

a.    La autoridad del ministerio Petrino deriva de su Señor y cabeza, Jesucristo, que es la fuente de toda autoridad (exousía), la cual siguiendo el modelo de Jesús que lava los pies a los discípulos se ha de entender como servicio humilde, servicio de amor, sin dominación, ni coerción (diakonía). Jesucristo, comparte esta autoridad con el ministerio ordenado y con la comunidad entera que la ejerce a través del sensus fidei; de esta manera, la cuestión de la infalibilidad está llamada ejercerse de manera personal y comunitaria[17].

b.    Desde la certeza de la necesidad de un ministerio universal de unidad, se acepta la primacía universal del obispo de Roma como signo y garante de la unidad de toda la Iglesia, en complementariedad con el ejercicio de la colegialidad y la sinodalidad, de manera que no llegue a suplantar la episkopé de las iglesias locales[18]. «La dinámica de la conciliaridad y el primado es inherente a la vida de la Iglesia a todos los niveles, y admitiéndose que se da una tensión entre lo universal, más acentuado por el mundo católico y lo local con mayor énfasis en el mundo anglicano[19]

c.     Los anglicanos reconocen «que hay textos bíblicos, referidos a Pedro, en el nuevo testamento que aluden a su persona, pero no hay ningún texto explícito que señale la transmisión o sucesión de liderazgo de Pedro. Sin embargo, se admite que la iglesia de Roma, sede del martirio de Pedro y de Pablo, tuvo desde los inicios una responsabilidad especial sobre las demás iglesias, y que el obispo de esa sede ejercía unas funciones análogas a las atribuidas a Pedro»[20]. Se puede afirmar, pues que el primado universal es acorde a la voluntad de Dios y necesario para la unidad de la iglesia.

d.    Para la iglesia ortodoxa, «la conciliaridad o la sinodalidad es expresión de la Iglesia comunión a nivel local, regional, universal, afirmando que el primado y la conciliaridad son recíprocamente interdependientes. Por lo que el primado en sus diversos niveles de la vida de la Iglesia, local, regional y universal debe ser considerado siempre en el contexto de la conciliaridad y, análogamente, la conciliaridad en el contexto del primado»[21]. «Durante el primer milenio, la iglesia en Oriente y en occidente estuvo unida en la salvaguarda de la fe apostólica, en el mantenimiento de la sucesión apostólica, en el desarrollo de las estructuras de sinodalidad e inescindiblemente vinculadas al primado, y en la comprensión de la autoridad como servicio (diakonía) de amor[22]».

e.    En cuanto al diálogo con los luteranos, reformados o metodistas, la cuestión del ministerio Petrino no está tan desarrollada. Aunque los luteranos no excluyen en su diálogo con los católicos el primado papal como un ministerio para la comunión de las iglesias, se planteaba si era indispensable para la Iglesia o simplemente posible, pero no esencial[23]. Es evidente, pues que los luteranos tienen una visión diversa respecto a los católicos, acerca de la existencia de un ministerio universal de unidad y la autoridad vinculante de sus decisiones[24].

f.      En diálogo católico-reformado o católico-metodista se hace referencia a la necesidad de una episkopé a nivel local, regional, universal, abriéndose tímidamente afrontar el ministerio Petrino, como concreción del servicio de unidad a toda la iglesia, siempre que sea ejercido colegialmente. A pesar de esta apertura inicial, el tema sigue estando muy indefinido.

12. Citas del Cardenal Walter Kasper[25]

·      Kasper resalta una situación paradójica respecto al tema del primado y el movimiento ecuménico: «En el ministerio petrino, desembocan y tienen su fundamento todas las dificultades, tanto teológico-dogmáticas como práctico-existenciales que entorpecen la reunificación de los cristianos separados» […] resultando paradójico que siendo para el católico el ministerio petrino «el centrum unitatis se ha convertido en el scandalum dissensionis y en el mayor obstáculo para la unidad»[26].

·      Por un lado, la unidad según la Iglesia católica es algo que en ella ya se realiza a través de la unidad en la fe y en los sacramentos y en la unidad con el ministerio petrino. La comunión con el ministerio petrino es necesaria por principio, pero esta unidad no tiene por qué significar necesariamente uniformidad. La unidad existe ya (al menos en lo esencial) y tiene un centro común en el obispo de Roma.

·      Por otro lado, la idea de unidad de las iglesias no unidas con Roma que se han asociado en el Consejo Mundial de las Iglesias es diferente: «Creemos que la unidad, que es a la vez voluntad de Dios, y don suyo a su Iglesia, se visibiliza en la medida en que todos aquellos que en un lugar concreto han sido bautizados en el nombre de Jesucristo y lo confiesan como Señor y Salvador, sean conducidos por el Espíritu Santo a una comunión enteramente comprometedora, que profesa la única fe apostólica, anuncia el único Evangelio, parte del único pan, se une en oración compartida, lleva una vida común y se dirige a todos en testimonio y servicio».

·      La única diferencia de estas dos concepciones radica en que para la Iglesia católica, a la iglesia local le es inherente el ministerio episcopal, por lo que la unidad ha de ser buscada por medio de un reconocimiento mutuo de las iglesias y sus ministros y sólo hasta este punto se podrá pensar en el reconocimiento de un primado. Por esto Kasper recomienda que las iglesias deben de pensar de manera dinámica y no estática. Ninguna de las dos partes ha de pretender imponer a la otra su posición, sino iluminarla con nueva luz desde la fuente común; cada una de las dos iglesias debe intentar escuchar de modo nuevo, desde su posición y su tradición, aquello que une a ambas[27].

·      Respecto a las cuestiones sobre la legitimación del primado de Pedro, desde los textos escriturísticos, W. Kasper subraya que el pasaje neotestamentario clásico sobre Pedro (Mt 16,17-19), pasó a ser considerado cada vez más palabra no tanto del Jesús terreno cuanto de la comunidad postpascual en cuanto que, como es sabido, los obispos romanos empezaron a invocar en el siglo III, y de forma más constante en el IV, el dicho sobre la roca y las llaves a manera de legitimación a posteriori de un rol y una pretensión de gobierno. A la base de ello, no se debe pensar sólo en el hecho de que Roma era la capital del imperio romano; igual de importante fueron la experiencia de fidelidad de la comunidad de Roma en medio de la persecución, así como también, que Roma fuese el lugar del martirio de dos apóstoles, Pedro y Pablo, y el hecho del desplazamiento de Jerusalén a Roma que ya se sugiere en los Hechos de los apóstoles[28].

Al principio no hubo una teoría teológica de la autoridad y el seguimiento de Pedro, al principio hubo experiencias históricas que llevaron a una relectura de la Escritura: «Lo determinante para la fundamentación teológica del ministerio petrino no es la Escritura analizada desde una distante perspectiva histórico-crítica, sino la Escritura apropiada comprometidamente en el contexto tanto de la fe vivida por la Iglesia como del Espíritu. en ella operante, la Escritura leída la luz de la tradición, pero de una tradición entendida no como una suma de distintas verdades y preceptos, sino como aquello que la Iglesia es y hace desde su fe. En ello, ortodoxia y ortopraxis están íntimamente entrelazadas[29]». La iglesia se entendía ella misma como una institución fundada por Cristo de una vez por todas y como un siempre nuevo acontecimiento carismático. La institución divina de la Iglesia y sus ministerios no representa un problema meramente histórico, sino ante todo una cuestión teológica.

·      En nuestras experiencias, problemas y crisis actuales, especialmente en las nuevas experiencias ecuménicas, está fraguándose en un laborioso proceso histórico una nueva forma del ministerio petrino, llamada a hacer historia. Es verdad que al ministerio petrino le ha sido dada su autoridad de una vez para siempre, sin embargo, el ministerio petrino, al igual que todos los demás ministerios de la Iglesia, también tiene que legitimarse espiritualmente sin pausa mediante el ejercicio espiritual del servicio que le compete: Ministerio y carisma forman una unidad. Como todo ministerio eclesial, también el ministerio petrino fundado en el Evangelio debe mostrarse digno de credibilidad mediante un uso de tales prerrogativas acorde con el Evangelio. Debe irradiar una fuerza carismáticamente, inspiradora, integradora y motivadora. El ministerio petrino tiene que acreditarse en la práctica como un servicio espiritual a la unidad y a la libertad que nacen de la fe[30].

·      Desde la necesidad de un principio y fundamento visible, el Concilio Vaticano I, desde una representación sígnico-sacramental de Jesucristo, aseveró que el papa no tiene solo según las afirmaciones del concilio, el oficio de supervisión y gobierno, si no la plena y suprema potestad de jurisdicción tanto sobre la iglesia entera como sobre todas las iglesias particulares. El Concilio Vaticano asumió esta definición, “equilibrándola” al mismo tiempo, mediante la doctrina de la colegialidad de los obispos (Lumen Gentium, 22s). Fue hasta es el debate postconciliar cuando se preguntó de forma mucho más fundamental por el sentido y la justificación teológica de la jurisdicción en general. Cuestionó el primado de jurisdicción no sólo en su ejercicio concreto, sino en su raíz, más profunda:

a)    El término jurisdicción incluye legislación, jurisprudencia y administración, por lo cual se cuestiona sobre si es adecuado en el contexto de una estructura fraternal de la iglesia y el carácter servicial inherente de la misma.

b)    El plus de jurisdicción del Papa no se basa en la ordenación sacramental, ya que el Papa es obispo en la misma medida que cualquier otro obispo, el primado de jurisdicción supone la distinción entre realidad jurídica y realidad existencial sacramental, una distinción que las iglesias ortodoxas no pueden comprender.

c)    Al concepto de jurisdicción se han asociado una y otra vez ideas de monarquía entendida como la más perfecta forma de estado, desarrollando las filosofías de la autoridad y la obediencia marcadamente antimodernas y antidemocráticas. De ahí que sea indispensable una nueva reflexión, sobre el sentido teológico de jurisdicción, se ha de hablar de un primado pastoral, más que de jurisdicción. Primado pastoral, como servicio a la Iglesia entera, servus servorum Dei, un primado de servicio, una presidencia en el amor (Ignacio de Antioquía). Esta visión haría más sencilla la pluralidad y la subsidiariedad, así como la colegialidad y solidaridad entre los obispos, por una parte, y entre los obispos y el Papa, por otra[31].

·      Se ha de trascender la noción de la Iglesia como una pirámide jerárquicamente constituida, en favor de la comprensión veteroeclesial de la Iglesia como una unidad-comunio de iglesias, unidas a través del anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos de la fe y el servicio de la fraternidad cristiana. Esto desliga a la Iglesia de una comprensión y práctica centralista de la Iglesia de Roma a una concepción más universal, pero con el riesgo de que la separación entre el ámbito jurídico y el sacramental se agudicen, ya que, si el papa es considerado un superobispo o una suerte de presidente eclesiástico y secretario general de las iglesias, esto lo aleja más de la vida concreta de una iglesia local y se tiende a la secularización del ministerio petrino[32].

·      La propuesta pues, en orden a no separar el ámbito jurídico y sacramental y mantener la tendencia comunional, es la de ver al papa como el obispo de Roma, es decir, en relación vital con una iglesia local concreta, logrando un servicio de unidad universal salvaguardando la relativa autonomía de los otros obispos y sus iglesias. Esto traería consigo una limitación en el ejercicio administrativo de la responsabilidad del Papa, por lo que podría reducirse la desmesurada e inhumana sobreexigencia a la que el papa se haya expuesto y se manifestaría con mayor claridad su función específicamente petrina: que no reside en lo administrativo, sino en el servicio espiritual y sacramental-sígnico a la unidad[33].

·      Otro problema, respecto al primado del papa, lo tiene el concepto de infalibilidad, que, en un primer momento, al ser un concepto equívoco, sugiere que el Papa está exento de error, cosa que evidentemente no es lo que se quiere decir; se trata más bien de qué la iglesia habla de manera vinculante y propone una obligatoriedad última, es decir, aquella obligatoriedad que se basa en la certeza incondicional de la verdad. «La cuestión fundamental no es, por tanto, la relación entre la infalibilidad de la Iglesia y la infalibilidad del papa, sino la relación entre la incondicional verdad divina y la enunciación humana de esa verdad, históricamente condicionada»[34].

·      Un papado verdadera y plenamente católico sólo puede lograrse reintegrando al Papa con mayor claridad en el conjunto de la iglesia y del cristianismo. El Concilio Vaticano II dio un importante primer paso en esta dirección contrabalanceando, por una parte, la doctrina del papado mediante una doctrina del episcopado y la aceptación de la Iglesia Universal mediante la acentuación de la Iglesia local, y poniendo, por otra, el gobierno primacial en relación con el gobierno colegial de la iglesia[35].

·      Un papado ecuménico parece ya posible y más aún deseable. Éste podría incluir tres aspectos:

1.    El Papa puede actuar como portavoz de la herencia cristiana común de todas las iglesias. Es la idea de un primado pastoral, que, a diferencia del primado de jurisdicción, es acogido gustosamente por muchos no católicos.

2.    El Papa puede hablar en el mundo entero, no jurídica, pero si moralmente, en nombre de todas las iglesias cuando interviene como abogado de la libertad y los derechos humanos.

3.    El Papa puede, por último, entender su ministerio de unidad no sólo como servicio a la unidad en la Iglesia Católica, sino como servicio a la unidad de todos los cristianos y todas las iglesias. Podría convertirse en inspirador de la unidad ecuménica, centrum unitatis de todas las iglesias[36]. «La única sede episcopal que reclama para sí, un primado universal, la única que ha ejercido y sigue ejerciendo tal función episcopal[37]», es la sede de Roma.

 

Conclusión

 

Este documento de estudio nos ha presentado lo que a través de estos años se ha reflexionado, en el contexto ecuménico, sobre el primado y el papel del Obispo de Roma, un título que ofrece una imagen sinodal y esperanzadora de frente al deseo de una figura universal que represente al cristianismo en el mundo contemporáneo. Como se pudo apreciar hay mucho camino por recorrer aun, pero las bases sobre la necesidad de crecimiento y reinterpretación que le corresponde a la Iglesia católica, cada vez se perciben mejor y con más claridad.

Tal vez, aunque para nosotros, sacerdotes y fieles de la iglesia local católica de Guadalajara y regional de México y Latinoamérica, estas aclaraciones y propuestas nos parezcan sin mucha aplicación pastoral, por nuestro contexto ecuménico, si nos instan a seguir desarrollando nuestro deseo de una vivencia más sinodal, que, aunque estamos dando pasos, le queda mucho por hacer y asumir a nivel personal, institucional y comunitario. De manera especial en la formación de los futuros sacerdotes y en la promoción de los agentes de pastoral, el estilo sinodal ha de incidir en los contenidos y maneras de acompañar, superando visiones que entorpezcan el diálogo y la participación. Mientras más desarrollemos y asumamos las consecuencias que conlleva una Iglesia realmente sinodal, estaremos mejor dispuestos como iglesia al diálogo ecuménico, al diálogo con el mundo y a enfrentar, junto con los cristianos del orbe, los retos de la evangelización en nuestro tiempo y seguir siendo para todos luz, sal y testimonio de la Redención en Cristo, Jesús.  

 

 

 



[1] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2003, cuenta con una licenciatura en Misionología por la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma, y es profesor de Misionología y Ecumenismo en el Seminario Mayor de Guadalajara, donde presta su servicio como prefecto de disciplina.

[2] La Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de octubre de 1998, expide un documento llamado “El primado del sucesor de Pedro en el misterio de la iglesia”, en el cual se recuerda esta intención del Papa San Juan Pablo II. Il Primato del Sucesore di Pietro. Atti del Simposio teologico. Roma, 2-4 di diciembre 1996 (Ciudad del Vaticano 1998).

[3] Vázquez Jiménez Rafael, «Sucesión apostólica y ministerios en la Iglesia», en Matabosch Antoni – Rodriguez Garrapucho Fernando –Valencia Andrés –Vázquez Jiménes Rafael (eds.), Caminar Juntos. Manual de Ecumenismo, Sanesteban editorial, Salamanca 2023, 325.

[4] Los diversos diálogos que abordaron el tema del “primado” junto con nosotros en respuesta a Ut unum sint se dieron con las diversas iglesias y comunidades eclesiales, a saber: iglesias ortodoxas orientales, iglesias ortodoxas, anglicanos, luteranos, reformados, metodistas, evangelicos, pentecostales, bautistas, menonitas, discipulos de Cristo y veterocatolicos. Baptist Union of Great Britain (Faith and Unity Executive Committee), A Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1997, in: One in Christ 35 (1999) 360–365. Chiesa Evangelica Valdese (Sinodo), Il papato e l’ecumenismo, 1995, in: Protestantesimo L (1995/3) 241–245. Church of England (House of Bishops), May they all be one, A Response to Ut unum sint, 1997. Church of Ireland, Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, in: One in Christ 35 (1999) 351–357. Church of Scotland (Committee for Ecumenical Affairs in consultation with the Panel on Doctrine), Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1997, in: One in Christ 35 (1999) 365– 373. Church of Sweden (Bishops’ Conference), A Response to the Encyclical Letter Ut unum sint, 1999. Disciples of Christ (Council on Christian Unity), Press Release, in: Disciples News Service, 5.6.1995. Methodist Church (Faith and Order Committee), Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1998, in: One in Christ 35 (1999) 377–378. Moravian Church (Provincial Board), Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1996, in: One in Christ 35 (1999) 351. National Council of the Churches of Christ in the USA (Faith and Order Commission), Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1998. Presbyterian Church of the USA, The Successor to Peter. A Paper for Discussion, 2000.135. Religious Society of Friends (Quakers) in Britain (QuakerCommittee on Christian and Interfaith Relations, CurtGardner – Clerk), Response  to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1996, in: One in Christ 35 (1999) 359–360. Scottish Episcopal Church (Doctrine Committee), Responses. Evangelisch–Lutherische Kirche (SELK), Das Amt der Kirche, Hannover 1997. United Reformed Church in the United Kingdom, Response to Ut unum sint, 1996, in: One in Christ 35 (1999) 357–358. Vereinigte Evangelisch–Lutherische Kirche Deutschlands, Die Kirchenleitung, Ermutigung und Ernüchterung. Erklärung zur Enzyklika „Ut unum sint“, in: KNA–ÖKI 28 (1995) 3–4. Vereinigte Evangelisch–Lutherische Kirche in Deutschland, Die Kirchenleitung (Bericht des Catholica–Beauftragten H.-Ch. Knuth), Erklärung zur Enzyklika „Ut unum sint“, in: Evangelischer Pressedienst 45a/95 (30.10.1995) 9–15. Anglican–Roman Catholic Bishops’ Dialogue of Canada,Preliminary Reflections on the Encyclical Letter Ut unum sint, 2000. Anglican–Roman Catholic Dialogue in Belgium, Response to Ut unum sint, 1998. Association of Interchurch Families, An initial response from the Association of Interchurch Families to Ut unum sint, 1995, in: One in Christ 31 (1995) 280–286. Church Leaders of West Yorkshire, England, Response to Ut unum sint, 1996, in: One in Christ 35 (1999) 346–350. Churches Together in England. Theology and Unity Group, Aide-Memoire, 1996. Council of Churches for Britain and Ireland, A Response on behalf of the church representatives meeting of the Council of Churches for Britain and Ireland to ‘Ut unum sint’. Encyclical letter of Pope John136 Paul II on commitment to ecumenism, 1997, in: One in Christ 33 (1997) 173–181. Faith and Order Commission (Board), Response to Ut unum sint, 1998, [It: Il Regno documenti 44 (1999) 317–328]. Iona Community Conference, Response to the Papal Encyclical Ut unum sint, 1997, in: One in Christ 35 (1999) 373–378. Ökumenische Arbeitsgruppe „Ut unum sint“(Schweiz), An den Bischof von Rom Johannes Paul II., 1997.

[5] Pasajes evangélicos que hablan del primado de Pedro:

a.      “Estos son los Doce: Simón, a quien puso el nombre de Pedro…”(Mc 3,16);

b.     “Simón, al que le dio el nombre de Pedro, y su hermano Andrés… (Lc 6,14);

c.      “Entraron en la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Ahí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés…” (Hch 1,13);

d.     “Pedro contestó: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en dirección a Jesús…” (Mt 14,28-31);

e.      “Ahora yo te digo: tu eres Pedro (o sea Piedra) y sobre esta piedra edificaré a mi iglesia…” (Mt 16, 16-23);

f.      “Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: Ya veo que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte, ¿Qué recibiremos?...” (Mt 19, 27-29);

g.     “Pedro empezó a decirle: aunque todos tropiecen, yo nunca dudaré de ti…” (Mt 26,33-35);

h.     “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos a ustedes como trigo que se limpia; pero yo he rogado por ti para que tu fe no se venga abajo. Y tú, cuando hayas vuelto, tendrás que fortalecer a tus hermanos…” (Lc 22,31-32);

i.      “Estos les dijeron: es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón” (Lc 24,34);

j.      “Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y se lo presentó a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: tu eres Simón, hijo de Juan, pero te llamaras Kefas (que quiere decir piedra)” (Jn 1,42);

k.     “Jesús preguntó a los doce: ¿quieren marcharse ustedes también? Pedro le contestó: ¿a quien iríamos? Tu tienes palabras de vida eterna… “(Jn 6,67-70);

l.      “Simón Pedro le pregunto: Señor ¿A dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy no puedes seguirme ahora, pero me seguirás más tarde. Pedro le dijo; Señor ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daría mi vida por ti…” (Jn 13,36-38);

m.    “Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? … (Jn 21,15-19);

n.     “En primer lugar, les he transmitido esto, tal como yo lo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado; que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y luego a los doce…” (1Cor 15,3-5).

 

[6] Uniatismo o iglesias uniatas fue el nombre despectivo dado las iglesias católicas de rito oriental. Casi todas las iglesias y orientales ortodoxas tienen la correspondiente católica. Son Iglesias con la misma tradición litúrgica y espiritual que sus hermanas ortodoxas, pero que están unidas a Roma. Algunas sólo existen en católico (la maronita, la ítalo-albanesa y la malabar). Se dividen en dos grandes grupos: las iglesias greco-católicas (tradición bizantina, por eso el “greco”) y las no bizantinas. La existencia de las iglesias orientales católicas se debe a: por propia decisión (iglesia de Ucrania greco-católica en 1596 o la iglesia rumana greco-católica en 1700); por un cisma interno (iglesia caldea en 1552); fruto de la expansión misionera de la Iglesia católica latina (iglesia malabar católica en el s. XVI).

[7] Vázquez Jiménez Rafael, «Sucesión apostólica y ministerios en la Iglesia», en Matabosch Antoni – Rodríguez Garrapucho Fernando –Valencia Andrés –Vázquez Jiménez Rafael (eds.), Caminar Juntos. Manual de Ecumenismo, Sanesteban editorial, Salamanca 2023, 309.

[8] Fe y Constitución (Convergencias doctrinales en el seno del Consejo Ecuménico de la Iglesias, 1982), Bautismo, Eucaristía, Ministerio - Ministerio n. 35.

[9] Fe y Constitución, La Iglesia: hacia una visión común, n. 22.

[10] ARCIC I, Ministerio y ordenación, (1979) n. 4.

[11] Cfr. Pie-Ninot Salvador, La teología fundamental: Dar razón de la esperanza (1Pe 3,15), Secretariado Trinitario, Salamanca 2001 (5ª edición), 589.

[12] Cfr. Fe y Constitución, La Iglesia: hacia una visión común (2013), n. 45.

[13] Cfr. Kasper Walter, Cosechar frutos. Aspectos básicos de la fe cristiana en el diálogo ecuménico, Sal Terrae, Santander 2010, 151-153.

[14] Vázquez Jiménez Rafael, «Sucesión apostólica y ministerios en la Iglesia», en Matabosch Antoni – Rodríguez Garrapucho Fernando –Valencia Andrés –Vázquez Jiménez Rafael (eds.), Caminar Juntos. Manual de Ecumenismo, Sanesteban editorial, Salamanca 2023, 325.

[15] Cfr. Vázquez Jiménez Rafael, «Sucesión apostólica y ministerios en la Iglesia», en Matabosch Antoni – Rodríguez Garrapucho Fernando –Valencia Andrés –Vázquez Jiménez Rafael (eds.), Caminar Juntos. Manual de Ecumenismo, Sanesteban editorial, Salamanca 2023, 325-326.

[16] Cfr. Famerée Joseph, «Le ministère de l’évéque de Roma. Une perpective oecumenique», en Revue Théologique de Louvain, 28 (1997) pp. 54-78.

[17] Cfr. Fe y Constitución, La Iglesia: hacia una visión común (2013), n. 49. 51.

[18] Cfr. ARCIC I, La autoridad en la Iglesia, (1976) n. 154.

[19] ARCIC III, Caminando juntos en el camino (2018), n. 127.

[20] ARCIC I, La autoridad en la Iglesia, (1976) n. 138.

[21] Diálogo Católico-Ortodoxo, Consecuencias eclesiológicas y canónicas de la naturaleza sacramental de la Iglesia, n. 43, en Diálogo ecuménico 48 (2008) p. 322.

[22] Diálogo Católico-Ortodoxo, Sinodalidad y primado en el primer milenio (Chieti, 2016), n. 19, en Cfr. Diálogo ecuménico 54 (2019) p. 113-159.

[23] Cfr. Dialogo católico-luterano, El Evangelio y la Iglesia, n. 66-67.

[24] Cfr. Dialogo católico-luterano, La apostolicidad de la iglesia, n. 287: De conflicto a la comunión (2013), n. 192.

[25] Nacido en 1933, doctor en teología y profesor de dogmática, Obispo de la diócesis de Rotemburgo-Stuttgart de 1989 a 1999. Presidente en mérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, fue elevado a cardenal en el 2001 es uno de los principales teólogos actuales y goza de un respeto generalizado en el mundo ecuménico.

[26] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 190.

[27] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 191-194.

[28] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 241-245.

[29] Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 194.

[30] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 248.

[31] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 249-252.

[32] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 256.

[33] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 256-257.

[34] Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 263.

[35] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 283.

[36] Cfr. Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 284-285.

[37] Dialogo Anglicano-Católico, «La autoridad de la Iglesia», en Kasper Walter, La unidad en Jesucristo. Escritos de ecumenismo II, Sal Terrae, Maliaño 2016, 285.



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