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Un acercamiento a la declaración Dignitas Infinita

Pbro. Matías Rodríguez Jiménez[1]

 

Este texto fue publicado el pasado 8 de abril, después de 5 años

de preparación, y sintetiza y actualiza el magisterio

del papa Francisco en torno a la dignidad humana.

 

1. En cuanto a la elaboración

 

El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, presentó, después de cinco años, el documento “Dignitas Infinita”, tal como detalla en su prefacio. Según explica la primera mitad del texto, este fue redactado por un equipo anterior, que se enfocó principalmente en la base teológica del concepto de “dignidad humana”[2].

Al Papa no le convenció del todo ese documento, y pidió “mayor atención a las graves violaciones de la dignidad humana que se producen actualmente en nuestro tiempo, en la senda de la encíclica Fratelli tutti. Así pues, la Sección Doctrinal tomó medidas para reducir la parte inicial”, detalla la misma Dignitas infinita.

En el marco del aniversario del 75º de la promulgación de la Declaración de los Derechos Humanos (1948) de la onu, se presenta el documento que enumera los ataques a la dignidad humana, algunos de los cuales están estrechamente vinculados al ámbito de la bioética, mientras que otros se relacionan con injusticias sociales. El cardenal Víctor Manuel Fernández parte de la premisa de que “existe una dignidad ontológica que perdura en cualquier circunstancia y nunca se pierde”. A partir de esta premisa, se realiza un recuento de los ataques contra la dignidad humana, buscando en cada caso pronunciamientos de Francisco o de sus predecesores. En este sentido, se citan a menudo palabras del papa Benedicto XVI, de san Juan Pablo II, del Concilio Vaticano II, así como numerosos discursos del papa Francisco.

 

2. En cuanto a los nuevos retos

 

El documento condena varios abusos y maldades, aunque se limita a enumerarlos, ya que las citas más frecuentes provienen de “Fratelli Tutti”, donde no solo se analiza la realidad, sino que también se proponen posibles soluciones. Se menciona claramente la postura de la Iglesia frente a los “retos nuevos”, pero no se profundiza en ninguno de ellos. Esta falta de profundización es comprensible, dado que cada tema es sumamente complejo y extenso, y sus soluciones no son fáciles de abordar.

Uno de los temas más polémicos, debido a la sensibilidad actual, es quizás el referente a la teoría de género, respecto a la cual advierte que se trata de una ideología. Por esta razón, el documento previene sobre el vocabulario utilizado, el cual pretende suavizar el tema en cuestión. Por ejemplo, señala cómo se emplea el término “maternidad subrogada” en lugar de “vientre de alquiler”, y se habla de “teoría de género” en lugar de “ideología de género”. Sin embargo, cabe destacar que el documento reconoce que, a pesar de este intento de suavizar el lenguaje, considera que la teoría de género efectivamente constituye una ideología, ya que utiliza repetidamente este término[3].

También trata de consolidar la enseñanza de Francisco sobre la pena de muerte. Si otros papas se limitaban a decir que con la tecnología y la fuerza de los Estados actuales no era necesaria hoy para proteger a la sociedad de los criminales y que se adecuaba mal a la dignidad del ser humano, aquí se asegura que “viola la dignidad inalienable de toda persona humana más allá de cualquier circunstancia”[4].

En lo que respecta a la eutanasia el texto habla varias veces de “evitar las frecuentes confusiones que se producen en el uso del término dignidad”, pero luego concreta sobre todo en un caso: que los defensores de la eutanasia dicen que fomentan el “morir con dignidad”[5]. Reconoce que, aunque está muy extendida la idea de la “muerte digna”, el documento va más allá y reconoce la dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales. Estos cuidados responden al “constante deber de comprender las necesidades del enfermo: necesidad de asistencia, de alivio del dolor, necesidades emotivas, afectivas y espirituales”. Pero tal esfuerzo es totalmente distinto, diferente, incluso contrario a la decisión de eliminar la propia vida o la de los demás bajo el peso del sufrimiento. Ante esto Dignitas Infinita insiste que no hay condiciones para que por la enfermedad se pierda la dignidad de un enfermo.

En lo referente al compromiso con la propia libertad, el documento es muy claro en prevenir que sin Dios y sin verdad, se puede justificar todo[6]. La Iglesia siempre ha de defender que la dignidad es intrínseca a la persona, no conferida a posteriori, previa a todo reconocimiento, y no puede perderse[7].

Esto se afirma porque la dignidad de la persona humana le viene por ser imagen de Dios y esto es inalienable[8]. Dignitas Infinita se opone a las maniobras de los que quieren despersonalizar al hombre, por lo que desenmascara cómo por medio del uso del lenguaje se suavizan situaciones que implican un grave trasfondo[9]. También advierte cómo en ocasiones “se abusa del concepto de dignidad humana para justificar una multiplicación arbitraria de nuevos derechos, muchos de los cuales suelen ser contrarios a los definidos originalmente y no pocas veces se ponen en contradicción con el derecho fundamental a la vida”[10].

 

3. En cuanto a los temas que trata el documento

 

El documento habla de la pobreza, de la que dice: “Con el Papa Francisco hay que concluir que aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que “nacen nuevas pobrezas”. Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual”[11].

También habla de la guerra, partiendo del presupuesto de que “todas las guerras, por el mero hecho de contradecir la dignidad humana, son «conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán». Esto es aún más grave en nuestra época, en la que se ha convertido en normal que, fuera del campo de batalla mueran tantos civiles inocentes”[12].

En lo referente a los emigrantes, presenta el punto como un grave problema que urge a la comunidad internacional, escribe: “es siempre urgente recordar que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación». Su acogida es una forma importante y significativa de defender «la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión»”[13].

En cuanto a la trata de personas, anota: “La Iglesia y la humanidad no deben abandonar la lucha contra fenómenos como el comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias”[14].

En cuanto al espinoso tema de los abusos sexuales, el documento se limita a decir que la profunda dignidad inherente al ser humano en su totalidad de mente y cuerpo nos permite comprender también por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana. Se trata de sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad y afecta también a la Iglesia[15].

En lo referente a la violencia contra las mujeres, nos dice que: “aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático. Las desigualdades en estos aspectos son distintas formas de violencia”[16].

Trata también el tema del aborto, fija una clara postura de la Iglesia al respecto, citando el magisterio continuo de la Iglesia, dice: “El magisterio eclesial se ha siempre pronunciado contra el aborto. Al respecto escribe san Juan Pablo II: entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso […] Hoy, sin embargo, la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal”[17].

En lo que comúnmente se conoce como “vientre de alquiler” el documento lo anota como “maternidad subrogada” de la que anuncia que: “El camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica”[18]. Anota también la dignidad no solamente de la madre, sino también del niño del que dice que: “tiene derecho, en virtud de su dignidad inalienable, a tener un origen plenamente humano y no inducido artificialmente”. Por esto reconoce el deseo de los padres de tener un hijo, pero, ante todo, reconoce que no son un “derecho” que deba buscarse a toda costa[19].

En cuanto a la eutanasia y el suicidio asistido, afirma que: “la dignidad del enfermo, en condiciones críticas o terminales, exige que todos realicen los esfuerzos adecuados y necesarios para aliviar su sufrimiento mediante unos cuidados paliativos apropiados y evitando cualquier encarnizamiento terapéutico o intervención desproporcionada”. Anota también que: “ayudar al suicida a quitarse la vida es, por tanto, una ofensa objetiva contra la dignidad de la persona que lo pide”[20].

En cuanto al descarte de las personas con discapacidad, es uno de los temas sociales recurrentes en las enseñanzas del papa Francisco, por lo que se cita numerosamente su magisterio, nos dice, por ejemplo: “Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la ‘cultura del descarte’”[21].

La teoría de género, es tal vez, uno de los puntos más polémicos del texto, por la sensibilidad de la población, pero de manera clara especifica que, se debe respetar a la persona, pero a lo que se opone es al colonialismo ideológico, anota el documento en cuanto al respeto de la dignidad de las personas[22]. Por otra parte, en lo referente lo que denomina “colonialismo ideológico” previene el documento sobre: “Los intentos que se han producido en las últimas décadas de introducir nuevos derechos, no del todo compatibles respecto a los definidos originalmente y no siempre aceptables, han dado lugar a colonizaciones ideológicas, entre las que ocupa un lugar central la teoría de género, que es extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos”[23]. “Esta ideología «presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia». Por tanto, resulta inaceptable que «algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños»”[24].

En cuanto al cambio de sexo especifica que: “Toda operación de cambio de sexo, por regla general, corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción. Esto no significa que se excluya la posibilidad que una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente, pueda optar por recibir asistencia médica con el objetivo de resolver esas anomalías. En este caso, la operación no constituiría un cambio de sexo en el sentido que aquí se entiende”[25].

En cuanto a las novedades, respecto a los anteriores documentos, previene sobre la violencia digital, como un “lugar” donde se puede violentar la dignidad de la persona, anota: “El ambiente digital también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia, hasta llegar al caso extremo del dark web. Los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas. Nuevas formas de violencia se difunden mediante los social media, por ejemplo, el ciberacoso; la web también es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar”[26].

 

4. Conclusión del documento

 

El documento finaliza con un claro aviso al mundo, diciendo que la Iglesia no se callará y seguirá actuando en el debate y la sociedad. Anota: “Hoy, ante tantas violaciones de la dignidad humana, que amenazan gravemente el futuro de la humanidad, la Iglesia no cesa de alentar la promoción de la dignidad de toda persona humana, cualesquiera que sean sus cualidades físicas, psíquicas, culturales, sociales y religiosas. Lo hace con esperanza, segura de la fuerza que brota de Cristo resucitado, que ha llevado ya a su plenitud definitiva la dignidad integral de todo varón y de toda mujer”[27].

 

5. Intento de latinoamericanizar el documento

 

Si quisiéramos ver desde la realidad de América Latina, encontramos, que tenemos que reconocer: “La clamorosa presencia de grandes masas depauperadas, de diferencias insultantes de niveles de vida, tan distantes en posibilidades como cercanas en el espacio, la realidad de millones de refugiados, de familias con varios miembros desaparecidos”[28].

Asombra la cruda actualidad de esta cita, lo único que ha cambiado, es que debemos sumar a la lista de la realidad latinoamericana las nuevas maneras de autoritarismo, y de algo semejante a dictaduras menos rígidas, la famosa “marea verde” de los movimientos feministas con agendas de género, de promoción del aborto y la eutanasia; los movimientos “anarquistas”, un deseo descontrolado por conseguir las “plazas” de los cárteles del narcotráfico, y todo esto sucede en una paz y en una aparente calma, la situación de Chile que vive un momento de cambio radical el que se presentaba como promesa latinoamericana, la vergonzosa situación de Venezuela, la devaluación constante en Argentina, los escándalos de la corrupción de empresas trasnacionales comenzado en Brasil, que era la esperanza económica de la región, la violencia en México que no es solamente violencia espontánea, sino violencia organizada por los cárteles de la droga; las caravanas de miles de migrantes centroamericanos y sudamericanos que arriesgan sus vidas para buscar refugio en Estados Unidos, y que a su paso van dejando y recibiendo dolor y miseria, siendo víctimas de la misma situación de inseguridad y violencia, sobre todo de México, pero en general de la región; como hemos visto, desde Medellín y Puebla se ha evidenciado esta estructura de pecado[29].



[1] Del clero de Guadalajara, ordenado en 2009. Obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana en 2014, y el doctorado en la misma disciplina por la Pontificia Universidad Lateranense en 2023. Actualmente presta su servicio como vicario parroquial en San Pablo Las Fuentes y como docente en el Seminario de Guadalajara.

[2] Este equipo incorporó frases como: “aventaja la naturaleza humana a la del ganado y las restantes bestias”, de Cicerón, así como la definición clásica de persona de Boecio, que establece que la persona es “sustancia individual de naturaleza racional”.

[3] Por ejemplo, en el párrafo 59 se menciona: “Esta ideología presenta una sociedad sin diferencias de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia”.

[4] En cuanto a la pena de muerte y los encarcelados en el número 34 dice que el hombre, independientemente de sus decisiones no pierden su dignidad humana, aunque haga crueldades indignas: “Es precisamente en razón de esta última que se deberá trabajar con todas las fuerzas, para que todos los que han hecho el mal puedan arrepentirse y convertirse”.

[5] Dice por ejemplo que se suaviza el termino de eutanasia con el eufemismo de “de muerte digna”, que en realidad es matar una persona con un cóctel de veneno y somnífero.

[6] En lo que respecta a la realidad del hombre sin Dios, el texto admite que en el mundo se dio un gran paso al recoger “el valor único y eminente de cada mujer y cada hombre”, “con autoridad en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948)”. Pero en cuanto a esto en el número 3 advierte que: “La Iglesia, impulsada por el Evangelio, se ha esforzado por afirmar la libertad y promover los derechos de todos los seres humanos”. Por ejemplo, el número 30 escribe: “Sería un grave error pensar que, lejos de Dios y de su ayuda, podemos ser más libres y, en consecuencia, sentirnos más dignos. Desvinculada de su Creador, nuestra libertad sólo puede debilitarse y oscurecerse. Lo mismo ocurre si la libertad se imagina como independiente de cualquier referencia que no sea ella misma y se percibe como una amenaza cualquier relación con una verdad precedente. Como consecuencia, también fracasará el respeto por la libertad y la dignidad de los demás”.

[7] La cita de Boecio (persona es “sustancia individual de naturaleza racional”) se usa para defender la dignidad inalienable desde el vientre materno hasta su fin natural, por eso afirma que: “en un niño no nacido, en una persona inconsciente, en un anciano en agonía” existe dignidad inherente, no es algo que se deba conquistar.

[8] Escribe en el número 11: “Ser creados a imagen de Dios significa, por tanto, que poseemos un valor sagrado en nuestro interior que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa. Nuestra dignidad nos es conferida, no es pretendida ni merecida. Todo ser humano es amado y querido por Dios por sí mismo y, por tanto, es inviolable en su dignidad”.

[9] En el número 24 específica que siguiendo esta lógica: “el niño no nacido no tendría dignidad personal, ni el anciano incapacitado, ni los discapacitados mentales. La Iglesia, por el contrario, insiste en el hecho de que la dignidad de toda persona humana”.

[10] Dignitas Infinita, 25.

[11] Dignitas Infinita, 37.

[12] Dignitas Infinita, 38.

[13] Dignitas Infinita, 40

[14] Dignitas Infinita, 41-42.

[15] Cf. Dignitas Infinita, 43.

[16] Dignitas Infinita, 44-46. Y en lo que tiene que ver con el feminicidio dice que: “No se condenará nunca de forma suficiente el fenómeno del feminicidio. [...] Mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio”.

[17] Dignitas Infinita, 47.

[18] Dignitas Infinita, 48.

[19] Dignitas Infinita, 46-50.

[20] Dignitas Infinita, 51-52.

[21] Dignitas Infinita, 53-54.

[22] Por ejemplo, el número 55 del documento dice: “Hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual”.

[23] Dignitas Infinita, 56.

[24] Dignitas Infinita, 59.

[25] Dignitas Infinita, 60.

[26] Dignitas Infinita, 61-62.

[27] Dignitas Infinita, 66.

[28] J. L. Gonzáles Faus, Antropología, MysLib, II, Trotta, Madrid 1990, 64.

[29] Cf. DM, Paz, 15-19; DP, 54-65, y actualiza Aparecida en DA, 402. Con Palabras de Faus: «Los nuevos golpes de Estado (ya no militares, sino políticos y mediáticos), Guatemala y los tristes trenes que atraviesan México desde Centroamérica hasta los Estados Unidos […] Añadamos, además, la amenaza ecológica que se cierne sobre un planeta que consume cada año más de lo que puede reponer, mientras nosotros pretendemos curar ese cáncer solo con vitaminas y paracetamoles...». J. I. González Faus, ¿Apocalipsis hoy?, Sal Terrae, Santander 2019, 136. Edición digital. Véase también: G. La Bella, De Puebla a Aparecida, en A los 40 años de la Conferencia de Puebla, Pontificia Comisión para América Latina, Roma 2019, 414-417.



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