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De cómo las instalaciones del Colegio de Santo Tomás

alentaron desde el principio el legado humanitario de

Siervo de Dios Fray Antonio Alcalde.

2ª parte

 

Real Audiencia de Guadalajara[1]

 

A raíz del hallazgo y uso de una fuente documental primaria

–los autos de un procedimiento judicial

levantado al filo del inicio de la gestión episcopal en Guadalajara

del Siervo de Dios Fray Antonio Alcalde

para aplicar los expolios de los jesuitas expulsos–,

tenemos ahora a la vista las condiciones

que le permitieron enlistar las prioridades

de lo que hoy, a la distancia de 250 años,

sigue siendo su legado vivo:

educación superior y salud pública.[2]

 

 

Estudio preliminar

José Manuel Gutiérrez Alvizo[3]

 

Cuán ceñidas a la voluntad del soberano estaban las cosas al tiempo del extrañamiento de los religiosos de la Compañía de Jesús en Guadalajara que por cuenta del Cabildo y Regimiento de la ciudad sólo hubo al respecto una reacción oficial: la de solicitar al virrey Antonio de Bucareli, en pliego petitorio, se aplicaran como expolios de los jesuitas el templo del Colegio de Santo Tomás para servir como sede a una ayuda de la única parroquia en funciones, la del Sagrario de la Catedral, y lo demás de las instalaciones –que abarcaban dos manzanas de este a oeste– una escuela de primeras letras y una correccional para “clérigos díscolos”.

A la par de ellos y de forma simultánea, el prefecto general de la orden de los Hermanos de Belén en el obispado de Guadalajara, Fray Francisco Xavier de Santa Teresa, ofb, hizo lo propio arguyendo motivos de salud pública en la capital para justificar la solicitud de convertir las instalaciones del Colegio de Santo Tomás en la sede del único nosocomio de la ciudad y trasladar allí el ajuar y asistidos del casi contiguo Hospital de San Miguel de Belén.

Su dicho lo justificó alegando el notorio crecimiento demográfico de la capital y, derivado de ello, la insuficiencia ya añeja del inmueble en uso y hasta los requerimientos póstumos de quienes no sobrevivían a sus achaques y necesitaban sepultura, todo lo cual arguye en los términos más claros: la incapacidad para la atención sanitaria de los asistidos y el número en aumento de los insepultos o la insalubridad absoluta de los lugares de enterramiento dentro de los templos, especialmente en la catedral.

No dejamos de señalar, porque ya no es obvio, que en este tiempo la educación en las aulas y los servicios sanitarios eran propios del ámbito eclesiástico, y que en razón de ello, al crearse la diócesis de Compostela/Guadalajara en 1548 se impuso en esta segunda, al cabo de dos lustros, cuando el cambio de la sede episcopal era ya inminente, la necesidad de crear para un vecindario que no era de indios su propio hospital.[4]

Fue así que en la sesión del 24 de octubre de 1570 el cabildo eclesiástico dispuso aplicar de su parte en administración del diezmo 2 000 pesos[5] para habilitar las construcciones donde estuvo la sede de la parroquia de San Miguel Arcángel –habilitada como catedral provisional por el primer obispo, don Pedro Gómez Maraver– como colegio seminario, al modo de lo apenas mandado por el Concilio de Trento y a favor de los niños de la escolanía catedralicia, pero también para que en lo demás “se labre y edifique un cuarto para que se acojan allí los enfermos y sirva de hospital y se ejerciten en las obras de caridad los que estuvieren en dicho colegio curando enfermos”. [6]

De esta circunstancia derivará que el primigenio hospital tapatío, de muy corta capacidad y operatividad, estuviera vocacionado al Príncipe de las milicias angélicas, y que en ese lugar se sostuviera la obra en los años subsecuentes, hasta 1581[7], y de modo más formal en el sitio en el que ahora se hallaba.[8]

Del añejo nosocomio dice el prefecto de los betlemitas que los seísmos de 1739 y 1740 lo habían dejado más que maltrecho[9]; que por Cédula Real del 8 de marzo de 1751 ya se tenía licencia para trasladarlo extramuros de la ciudad[10]; que con ese propósito, Su Majestad había derivado un caudal de mil pesos, tomándolos de las cuentas de los expolios de las sedes vacantes de los obispados de Guadalajara, Valladolid y Durango[11], pero que ni con ello la obra habría sido posible.[12]

Consultados al respecto, los cabildos civil y eclesiástico se opusieron a esta petición, alegando que los beneficios de este traslado serían mínimos pues el agua potable era escasa: “no tiene más que la que se saca de los pozos a fuerza de brazo” [13], nulo el sistema de desagüe, demasiados los desechos e inmundicias en las calles adyacentes y contiguos los portales del comercio.

Además, dicen, distraería mucho de su ministerio sanitario a los betlemitas hacerse también cargo de la feligresía y devotos del templo de Santo Tomás y de la capilla de Nuestra Señora de Loreto, con sus “repetidas fiestas, novenas y concursos” [14], no menos que la solicitud de la extremaunción, reiterando que el conjunto servía más como sede parroquial que como capilla de hospital, toda vez que los enfermos asilados en el Real Hospital contaban también con el auxilio del de San Juan de Dios y que casi todos preferían ser atendidos en sus casas, a las que debían acudir los ministros sagrados sin darse abasto por la falta de un ministro atento nada más a la cura de almas fuera del párroco del Sagrario, lo cual subsanaría el establecimiento de una nueva sede parroquial.

Respecto a la insuficiencia en la atención sacramental del vecindario se argumenta, con toda razón, que para ello sólo disponía de una parroquia, la del Sagrario, y ésta los administraba en una “corta capilla de la Catedral”,[15] que sólo tenía “un pequeño cuarto contiguo [“de adobe y viga”] en que está la pila bautismal”,[16] y un precario entrepiso acondicionado para estancia y descanso del padre sacristán y de los ministros.[17]

Por otro lado, si las instalaciones del antiguo colegio jesuita se transformaba en hospital, seguiría sin atender un ámbito propio para la enmienda de los clérigos díscolos.[18]

¿Y qué decir del problema sanitario grandísimo acumulado por la incapacidad de la Catedral para seguir sirviendo como cementerio?

De tan macabro asunto se da noticia de cómo las gavetas catedralicias, cien disponibles a lo más, debían usarse de dos a tres veces al año, lapso insuficiente para la descomposición de los cadáveres y las consecuencias subsecuentes, que agravaba el abandono de restos de infantes muertos (angelitos) que la insolvencia de sus padres impelía a abandonar en mesas, bancas y altares del recinto, para que se les sepultara “de limosna”.

Según empezamos a ver, del contenido de este documento se desprende un panorama general para entender con qué pendientes se topó Fray Antonio Alcalde al tiempo de su arribo a Guadalajara en 1771 y la agenda de prioridades derivada de ello, como será la de construir el hospital más grande del continente y el primer cementerio extramuros.

 

***

Dictamen [dirigido al Cabildo Eclesiástico de Guadalajara por el canónigo doctoral de esa corporación, relativo a su parecer en torno al destino y uso del Colegio y Templo de Santo Tomás, que fue de la Compañía de Jesús]

 

Muy Ilustre Señor, Venerable Deán y Cabildo

 

He reconocido con especial cuidado los Autos formados sobre la aplicación de la Iglesia de Santo Tomás y el Colegio que fue de la Compañía, y en ellos hallo que la Junta Provincial, compuesta de los hombres más cuerdos y celosos del bien público, vistos los graves fundamentos que expuso el Cabildo y Regimiento de esta nobilísima ciudad y el Abogado Fiscal,

determinaron

·      que la iglesia se aplique para Ayuda de Parroquia,[19] en que pueda hacerse división del Curato en el tiempo que sea más oportuno, lo que se facilitará mucho aplicando al teniente de cura las limosnas de las Misas rezadas y cantadas de las dotaciones fundadas en el mismo colegio, y éste se aplica parte para vivienda del cura y sus tenientes, y parte para casa de corrección de Clérigos díscolos, y con esta determinación dio cuenta la Junta Provincial al Excelentísimo Señor Virrey, como consta de su Auto de veinte y dos de Diciembre de [mil] setecientos y setenta.

 

Por parte de la Religión de los Padres Betlemitas, se presentó ante el Excelentísimo Señor Virrey su Reverendísimo Padre General Fray Francisco Xavier de Santa Teresa, pretendiendo que dicha Iglesia y Colegio se aplique para trasladar el Hospital Real.

Funda su pretensión en cinco Reales Cédulas, su fecha en [el] Buen Retiro, a ocho de Marzo de mil setecientos cincuenta y uno, en que la piedad del Rey Nuestro Señor, informado de las ruinas que padeció el Hospital Real con los temblores del año de [mil] setecientos cuarenta, y[20] concede a la Religión que lo traslade extramuros de la ciudad a el lugar donde se comenzó antiguamente a fabricar,[21] por ser el sitio más saludable para los enfermos y menos pernicioso para el vecindario, y aplicó Su Majestad un mil pesos para ayuda de costa, y la facultad de demandar limosnas en los Obispados de este Reino para la fábrica.

Corrobora su instancia con testimonio de la Real Cédula de 23 de Febrero de [mil] setecientos y sesenta, en que Nuestro Augusto Monarca el Señor Don Carlos iii, siempre atento al mayor bien de sus vasallos, especialmente enfermos y necesitados, con liberalísima caridad aplicó para la construcción del hospital el producto o residuos de las [sedes] vacantes[22] del Ilustrísimo Señor [Juan Leandro Gómez de] Parada,[23] del Señor [Martín de] Elizacoechea[24] y el Señor [Pedro Anselmo Sánchez de] Tagle,[25] Obispos de esta Diócesis, la de Valladolid y la de Durango, lo que no habiendo hasta ahora tenido efecto, representa el Reverendísimo Padre General, podrán omitirse[26] estos gastos del Real Erario con la aplicación de la Iglesia de Santo Tomás y su Colegio.

[Y], el Excelentísimo Virrey, para el mayor acierto en la aplicación, mandó [que] pasen los Autos a esta Real Audiencia para que, oídos los informes del Cabildo Eclesiástico y Secular, exponga lo que le parezca más conveniente al servicio del Rey Nuestro Señor.

***

[En respuesta a todo lo anterior]

·      Es cierto que sería muy útil al público extender las enfermerías del hospital, pero si se mide el sitio que hoy ocupa y el Colegio de Santo Tomás, se hallará que es muy corta la diferencia, y así que poca o ninguna extensión conseguiría el hospital en esta traslación, y para lograr alguna serían necesarios muchos costos para acomodar en los altos sus aposentos a las estrechas celdas que usan los Betlemitas, y en los bajos ampliar las que servían de aulas para hacer las enfermerías, y no sé si en ella podrían acomodarse más enfermos que en[27] la que las sirven actualmente.

·      La situación del colegio tampoco es a propósito para el hospital, porque está en el centro de la ciudad, frente del portal y tiendas que se están construyendo para los mercaderes, circundado de casa contiguas al colegio por los vientos del Sur, Poniente y Norte; escaso de aguas, porque no tiene más de la que se saca de los pozos a fuerza de brazo, y si las Reales Cédulas mandan que se edifique el hospital extramuros de la ciudad, donde sea más saludable para los enfermos y menos pernicioso para el vecindario, no parece muy arreglado a la mente del Rey colocarlo en el centro o medio, donde las inmundicias no tendrán otro desagüe que por las calles más públicas, y si acaece una peste contagiosa estarán todos los apestados en el corazón de la ciudad, con evidente peligro de todos los vecinos.

·      La Iglesia de Santo Tomás no sólo no sería útil, sino antes[28] muy perjudicial al hospital, porque como expresa con mucha razón la segunda de las Reales Cédulas presentadas por el Reverendísimo Padre General, no convienen a los hospitales iglesias grandes con muchos altares, que sólo sirven para repetidas fiestas, novenas y concursos que distraen a los religiosos de su principal instituto, por lo que parece que arreglado a las santas intenciones del Rey Nuestro Señor, no puede servir para hospital la Iglesia y Colegio de Santo Tomás.

·      El destino que le ha dado la Junta Provincial es, en mi sentir, el más útil y necesario. La ciudad se ha aumentado tanto que, sin reconocer el padrón, vendrá cualesquiera en conocimiento de que pasa de veinte y cuatro mil almas; basta el ver sus calles llenas de gente, los concursos a los templos que admiraron en las misiones que se tuvieron la próxima Cuaresma, el consumo tan grande que hace de víveres, y hasta [en las] Reales Cédulas presentadas por el Reverendísimo Padre General en que se manifiesta que aun en años regulares no pueden abarcar sus enfermerías los muchos enfermos[29] que acuden a su hospital, y no debemos suponer que sólo se retiran a ese hospital y a el de San Juan de Dios los enfermos cuya necesidad llega a el extremo de no tener qué comer o no tener quién les asista en sus chozas, pues sin duda es mayor el número de los que pasan sus enfermedades en sus casas, como lo evidencia el Sagrado Viático, que no deja de venerarse muchas ocasiones al día en las calles, aunque no haya enfermedad epidémica en la ciudad.

·      ¿Y toda esa multitud de gentes cuántas o qué parroquias tienen? No otra, sino una corta capilla de la Catedral en que está el Sagrario, y un pequeño e indecente cuarto contiguo a dicha capilla en que está la pila bautismal. La multitud de gentes exige que, o se divida el curato, o se pongan ayudas de parroquia, y hasta ahora por falta de Iglesia proporcionada no han podido los prelados erigir una siquiera.[30] La corta capilla de adobe y viga, bien maltratada e indecente, que[31] propiamente es oratorio de la Casa de Recogidas, sirve por necesidad como ayuda de parroquia, pero solamente para un ministro que acude con el Viático y Santo Óleo a un corto barrio, porque está extramuros de la ciudad, y no es posible que vayan los clérigos a tanta distancia a hacer entierros, a más de ser tan pequeña que no alcanza a que puedan hacerse en ella veinte entierros cada año.

·      Esta necesidad de los enfermos es tan grave que no hay voces bastantes para explicarla, sólo se hace que en una ciudad tan populosa no haya dónde sepultar los cadáveres si no es la Iglesia Catedral, en las de las religiones[32] sólo se sepultan uno u otro, a quienes sobran facultades para erogar los costos que esto tiene, y son tan pocos que acaso no llegarán a diez unos años con otros.

·      Sola la Catedral es la que por necesidad recibe en su corto ámbito más de doscientos y cincuenta cadáveres en cada un año, y no en toda la iglesia, porque como mientras[33] más altos los sepulcros[34] es mayor la limosna que dan a la fábrica de la Iglesia, y todos quieren sepultar sus cadáveres con el menor costo que les sea posible, cuasi todos pretenden que se les dé lugar en la nave del altar del Perdón,[35] que es detrás del coro, cerca de las puertas de la Iglesia. Esta nave apenas puede recibir ochenta o cien cuerpos, y así es preciso abrir un propio sepulcro dos o tres veces en un año, y se encuentran en ellos los cuerpos frescos y pestilentes, con evidente peligro de que se cause una epidemia en toda la ciudad.

·      A esto se agrega que los Oficios Divinos duran en la Catedral todos los días hasta después de las diez; los solemnes, muchas veces hasta cerca de las doce, y sobre tarde, desde las tres hasta las cinco las Misas que se celebran en el Altar del Perdón, hasta cerca de las once, y los días de fiesta hasta después de las doce.

·      Mientras duran los Oficios Divinos y las Misas no pueden abrirse[36] sepulturas, porque no puede sufrirse su hediondez, y de aquí se sigue que, por no alcanzar el tiempo luego que se acaban los Oficios, sale la Cruz Parroquial a traer los Cuerpos, y al proprio tiempo comienza a abrirse las sepulturas, y sólo puede ahondarse cuando más una vara;[37] con esto, quedan los cadáveres a pelo de tierra, y cuando revientan salen por aquella tierra, que siempre queda floja, unos hálitos tan pestíferos que no hay quien pueda sufrirlos en la Iglesia.

·      A más de esto, como la Catedral es la única parroquia y única iglesia de sepulcros comunes, amanecen todos los días en mesas, y bancas, y aún sobre los altares, tirados, dos, tres, y muchas veces diez y doce cadáveres de párvulos, algunos ya corruptos, y hediondos, sin que este perjuicio tan peligroso al público se haya podido contener con varios edictos que han promulgado los prelados, antes ha sido preciso el dejarlo correr para evitar a los idiotas[38] el que sepulten los niños en lugares profanos por no erogar los costos de los entierros, y aplicada la Iglesia de Santo Tomás para ayuda de Parroquia, se evitará este daño, porque se podrán poner algunas mesas en lugar separado donde tiren estos cuerpecitos, y hacer un camposanto fuera de la Iglesia en lo interior del Colegio, donde puedan a prevención estar abiertas sepulturas para que los tenientes de cura sepulten luego esos cadáveres corruptos. Siendo tan graves por los perjuicios hasta aquí referidos, aún todavía se puede seguir, y es cuasi necesario que muchas veces siga otro mayor y más sensible.

·      Todas las parroquias deben tener contiguas o inmediatas las habitaciones de los ministros, para que a cualesquiera hora de el día o de la noche ocurran los feligreses a pedir la administración de Sacramentos, especialmente en los casos repentinos y que no dan espera. En esta ciudad, el Cura y sus ministros viven retirados[39] de la Parroquia, cada uno en la calle donde puede conseguir casa; de día asisten en el cuarto donde está la pila bautismal, pero de noche cuando más puede quedar uno, que duerme con el sacristán en el altito pequeño que está sobre el propio cuarto de la pila. Si acaece (como es necesario que suceda muchas veces en este lugar tan populoso) que a un propio tiempo se ofrezcan dos o tres hechos, u otros casos repentinos en rumbos muy distantes, será preciso que uno esté esperando que venga el ministro, y de aquí se sigue el que muchos quizá –y sin quizá–, morirán sin Sacramentos, y por esta consideración los Señores de la Junta Provincial aplican parte del colegio para casa del Cura y sus ministros, que estén prontos y fácilmente accesibles a todos, a cualesquiera hora que lo necesiten.

·      El Colegio Correccional para Clérigos díscolos es también muy necesario en la ciudad.[40] No tienen los prelados otra parte dónde poner un clérigo que comete cualesquiera delito si no son las comunidades religiosas, y esto es siempre a costa del prelado, que se ve en la dura necesidad de darles con qué los mantengan, y como en los prelados de las religiones es tan natural la piedad y regularmente ignoran los delitos porque se les ha enviado aquel clérigo, en lugar de castigo les sirve muchas veces de descanso la reclusión, y por esto no se consigue la enmienda en los delitos, especialmente si acaso se ponen por la embriaguez, fácilmente consiguen el vino por medio de los sacristanes y criados de los conventos, y en la misma reclusión continúan en el vicio.

·      Acaece también, muchas veces que vienen los ministros de los curatos a refrendar licencias de confesar, se hallan ignorantes y olvidados los principios de la Teología Moral, y si el prelado[41] les quiere detener para que estudien algún tiempo y se instruyan, ponen la excusa de que no tienen en dónde estar, y se ve precisado a dejarles volver con su ignorancia.

·      A todos estos daños se ocurre con la aplicación de la Iglesia y Colegio para los destinos que les da la Junta Provincial, pues como que está en el centro de la ciudad, cuando sea tiempo oportuno de dividir el Curato, habrá Parroquia decente en que poder hacerlo, e ínterin sirviendo de Ayuda de Parroquia, podrá subir mucha parte de los entierros, de suerte que no sea preciso abrir un sepulcro hasta que pase un año, que es el tiempo que gasta en esa ciudad un cuerpo para disolverse perfectamente. Se evitará la hediondez tan continua en la Iglesia Catedral, donde es muchísimo y diario el concurso de los fieles.[42] Estarán más prontos el Cura y sus ministros para la administración de Sacramentos, y los clérigos díscolos tendrán temor de una clausura en que sufrirán pena bastante a retraerles de continuar en los delitos, que son beneficios que en mi sentir preponderan a los de un hospital aunque absolutamente no lo hubiera en la ciudad, pues siempre debe atenderse más a el beneficio espiritual que al corporal.

 

Éste es mi dictamen, sujeto en todo al de la madurez y prudencia de Vuestra Señoría.

Guadalajara y Mayo diez y ocho de mil setecientos setenta y tres.

 

Después de concluir este dictamen, vino a mis manos el traslado de una carta escrita por nuestro difunto prelado, el Ilustrísimo Señor Don Diego Rodríguez de Rivas, al Excelentísimo Señor Virrey Marqués de Croix, en veinte y ocho de junio de mil setecientos sesenta y[43] siete, en que no habían pasado cuatro días de la expulsión de los Jesuitas, y me parece que no solamente sus razones propuestas con mejor método convencen el asunto, sino que la misma fecha de la carta está manifestando la grave necesidad que tiene esta ciudad de una Parroquia, porque se escribió en un tiempo en que no había habido lugar de pensar en lo que estaba sucediendo, pues aún quizá no salían todavía los Jesuitas de esta ciudad y con todo el celo del Prelado que tanto meditaba en la urgente necesidad en que veía a sus ovejas, le hizo poner luego aquella carta para solicitarles el remedio. Por lo que me parece oportuno acompañar la copia para que Vuestra Señoría pueda asegurar su informe en un dictamen de mayor prudencia y de autoridad.

 

Doctor Don Mateo José de Arteaga[44] [rúbrica]

 

Auto [por el cual el Cabildo Eclesiástico de Guadalajara se allana al dictamen del canónigo doctoral]

 

En la ciudad[45] de Guadalajara, en veinte y un días del mes de Mayo de mil setecientos setenta y tres años, los Señores Venerable Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia Catedral, estando en Pelícano en la Sacristía de ella, en vista del Parecer antecedente dado por el Señor Doctoral de esta dicha Santa Iglesia, dijeron que conformándose en todo y por todo en dicho Parecer, mandaban y mandaron que agregada la copia de la Carta que dicho Señor Doctoral acompañó en su citado Parecer, se devuelvan los Autos al Señor Oidor Decano de esta Real Audiencia, como Presidente de la Junta Subalterna de Temporalidades de esta ciudad, para que en su vista determine Su Señoría lo que tuviere por conveniente.

Así lo proveyeron, mandaron y firmaron.

 

Doctor Colomo [rúbrica]

Portillo [rúbrica]

Quintano [rúbrica]

Olaechea [rúbrica]

 

Ante mí, Manuel Caballero Sánchez Samaniego, Secretario [rúbrica]

 

Otro [donde el Presidente de la Junta Subalterna de Aplicaciones dispone agregar el dictamen del Doctoral al expediente]

 

En la ciudad de Guadalajara, a veinte y ocho de Mayo de mil setecientos setenta[46] y tres años, el Señor Doctor Don Francisco Galindo y Quiñones, Caballero del Orden de Santiago, del Consejo de Su Majestad, su Oidor Decano de la Real Audiencia y Capitán General de este Reino de la Nueva Galicia y Presidente de la Junta Subalterna de Aplicaciones de esta ciudad, habiendo visto el informe antecedente del Venerable Señor Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia, dijo Su Señoría que mandaba y mandó [que] se agregue a los Autos de la materia el Informe hecho por Venerable Señor Deán y Cabildo de esta Santa Iglesia Catedral, y se entregue al Cabildo y Ayuntamiento de esta ciudad para que con vista de ellos pida lo que tenga por conveniente, y por este auto así lo proveyó Su Señoría, mandó y firmó, de que doy fe.

[Francisco] Galindo [rúbrica]

Ante mí, Don Nicolás López Padilla [rúbrica]

 



[1] Archivo de la Real Audiencia de la Nueva Galicia. Ramo: Civil. Caja: 442. Expediente: 3. Año: 1774. Paleografía del licenciado en historia Aldo Serrano Mendoza.

[2] El hallazgo lo hizo la maestra Ixchel Ruiz Anguiano en el 2018 para el capítulo “El obispo dominico Fray Antonio Alcalde y el Colegio de Santo Tomás de Aquino”, en Real Ledezma, Juan, et al.,  Utopía y acción de Fray Antonio Alcalde. 1701-1792, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2018, p. 121 ss.

[3] Diácono del clero de Guadalajara. Es miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis tapatía y es autor de los libros Un pueblo de raíz tecuexe y San José Isabel Flores y la comunidad católica de Matatlán.

[4] Los pueblos de indios, los más grandes o los más pequeños, debían tener generalmente un hospital. Así fue el caso de los que rodearon a la Guadalajara del Valle de Atemajac, Analco, Mexicaltzingo, Santa Ana Xonacatán y Mezquitán.

[5] Hoy (2022) serían para nosotros 4 000 000 de pesos.

[6] Archivo Histórico del Cabildo Eclesiástico de la Catedral de Guadalajara (AHCECG), Libro de Cabildo. Años 1568-1583. f 54 r- 54 v.

[7] Lilia V. Oliver Sánchez, El Hospital Real de San Miguel de Belén, 1581-1802, Universidad de Guadalajara, 1992, p. 51.

[8] El que hoy ocupa el Mercado Corona. Considérese que al tiempo de tener noticia de haber sido presentado como obispo de Guadalajara, el laico y oidor Francisco Gómez de Mendiola (1571) donó el lugar de su residencia para asiento del beaterio de Santa Catalina de Siena, para hacerse cargo de la educación femenina. De esa obra se harán cargo a partir de 1583 las religiosas dominicas que allí fundarán el monasterio de Santa María de Gracia y que en 1591 harán permuta del espacio con el cabildo eclesiástico, de modo que el hospital de San Miguel se instalará donde se hallaba en 1771 y el cenobio de las dominicas donde permanecerá hasta la exclaustración de 1861.

[9] Teresa Rojas Rabiela (Coord.), "y volvió a temblar" Cronología de los sismos en México, ciesas, 1987,  p. 155.

[10] Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara (en lo sucesivo arag), Ramo Civil, Caja 442, Expediente 3, f. 12 r.

[11] Ibídem.

[12] A este fallido hospital, situado al poniente y en la manzana que hoy se ubica en la avenida Hidalgo (al sur), Mezquitán (al oriente), Independencia (al norte) y la avenida del Federalismo (al poniente), se le denominó, sin duda por su uso, “de la convalecencia”.

[13] Ibíd. f. 13 v.

[14] Ibíd. f. 14 r.

[15] La del cubo de la torre norte, que hoy se llama del Señor de las Aguas.

[16] Ese injerto sigue allí, adosado al exterior de la iglesia matriz, en ángulo noroeste, y ahora sirve de convento a una comunidad religiosa femenina que apoya  los actos de culto del recinto.

[17] Esa instalación quedó en ruinas debido al desprendimiento de una almena de la catedral que cayó sobre ella el 12 de abril de 1785, inutilizando la capilla y el bautisterio, que provisionalmente pasó a despachar en la capilla de san Francisco Javier, anexa al poniente del templo de Nuestra Señora de la Soledad, al norte y calle de por medio de la Catedral.

[18] Considérese que en este tiempo y en atención al fuero eclesiástico las causas criminales de los miembros del clero no las juzgaba la autoridad civil sino la eclesiástica, y que se necesitaban cárceles para el confinamiento de estos reos, circunstancia a la que pondrá remedio, en 1801, el obispo don Juan Cruz Ruiz de Cabañas, al crear el Colegio Clerical del Divino Salvador aprovechando las instalaciones que fueron de la extinta congregación clerical de los Oblatos del Divino Salvador, al lado oriente del aludido templo de Nuestra Señora de la Soledad.

[19] Lo único que le distingue de la parroquia es la administración y el régimen, pues por otro lado el párroco seguirá siendo

[20] 12 v

[21] Al de la ‘convalecencia’, que ya aludimos aquí.

[22] En este tiempo, una sede episcopal vacante, por muerte o cesación de un prelado, acumulaba a favor del trono la cuarta parte del diezmo (la cuarta episcopal), que entonces ascendía a caudales grandísimos.

[23] Don Juan Leandro Gómez de Parada Valdez y Mendoza (1678-1751), fue el primer tapatío en ceñir esta mitra. Se convirtió en obispo de Yucatán en 1715, de Santiago de Guatemala en 1728y de Guadalajara en 1735, donde residió hasta su muerte, 16 años después. Entre su muerte y la presentación de su sucesor pasaron casi doce meses.

[24] Don Martín de Elizacoechea (1679-1756) fue obispo de Durango (1735) y luego de Michoacán (1745), hasta su muerte, 11 años después. Su sede vacante fue de diez meses.

[25] Sucedió al anterior en la mitra de Michoacán –como antes lo había hecho con la de Durango– y ciñó esta mitra hasta el final de sus días. Su vacante fue de 14 meses.

[26] 13 r

[27] 13 v

[28] 14 r

[29] 14 v

[30] El uso que se dio a la capilla anexa a la Casa de Recogidas como ayuda de parroquia, que luego se erigirá como tal bajo el título de Nuestra Señora del Pilar sólo se podrá consolidar a la vuelta de muchos años.

[31] 15 r

[32] Se refiere a los templos de los conventos masculinos y femeninos de la ciudad, cada uno con su cementerio, en especial, para los miembros de las terceras órdenes.

[33] 15 v

[34] Más cerca del altar mayor.

[35] La del segundo tramo de la nave central, que corre de oeste a este.

[36] 16 r

[37] Menos de un metro (86 centímetros)

[38] 16 v La palabra idiota, que hoy aplicamos al que es tonto o corto de entendimiento, en este tiempo se usaba para referirse al “que carece de toda instrucción”.

[39] 17 r

[40] 17 v

[41] 18 r

[42] 18 v

[43] 19 r

[44] Mateo José de Arteaga y Rincón Gallardo, canónigo, catedrático y escritor, fue hijo de Miguel de Arteaga y Teresa Rincón Gallardo. Doctor y catedrático temporal de Prima de Cánones en la Real Universidad de México, examinador sinodal, secretario de gobierno de la diócesis de Guadalajara, cura juez eclesiástico de Jalostitlán, de Sierra de Pinos y de Aguascalientes, abogado de la Real Audiencia de Guadalajara y canónigo doctoral de esa sede (1767). Tomó parte en el iv Concilio Provincial Mexicano con voto decisivo en calidad de procurador y apoderado del Gobernador de la Mitra en sede vacante de Guadalajara. Canónigo doctoral de la catedral de Puebla, arcediano y maestre escuela allí mismo, fue también amigo benemérito de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y propietario de la Hacienda de Xalapasco.

[45] 19 v

[46] 20 r



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