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Don José Rosario Ramírez y la huella que dejó

en muchas generaciones de estudiantes

Pedro Humberto López Contreras[1]

 

 

Uno de los pupilos de las 58 generaciones de las que fue docente

el apenas fallecido don José Rosario Ramírez Mercado  (1926-2021),

comparte aquí recuerdos y datos duros.[2]

 

 

El martes 4 de mayo del 2021 se hizo circular en el chat del clero de Guadalajara un lacónico mensaje:

 

Les informo del fallecimiento, en la madrugada del día de hoy, 4 de mayo del Sr. Pbro. J. Rosario Ramírez Mercado, a los 94 años de edad y 69 de ministerio sacerdotal. Originario de Jalostotitlán, Jalisco, nació el 20 de octubre de 1926. Fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1951. Sirvió en el Seminario de Guadalajara desde el 16 de octubre de 1952, y entre muchos oficios, fue Capellán del Estadio Jalisco desde su inauguración en 1960, y Capellán General de los Deportistas desde el 3 de marzo de 1961. Estuvo Adscrito a Nuestra Señora de Guadalupe Chapalita. El Padre Chayo ha dejado una gran huella en muchas generaciones de fieles y sacerdotes, por su elocuencia y habilidad en la predicación, por sus dotes de historiador, cronista y formador del Seminario de Guadalajara. Que descanse en paz este fiel servidor de la viña del Señor.

 

Exordio

 

Su voz era inconfundible y la podía uno distinguir desde cualquier ámbito donde él despegara los labios; su timbre era fuerte y seguro, su impostación cultivada y su método para acaparar la atención de los oyentes mucho, así fuera su tribuna la del predicador o la de la cátedra.

Ante su escritorio o ante la mesa y con comensales, sus manos hacían lo mismo figurillas de papel que dibujos a tinta de los rostros de sus tertulios. Siempre formal en su atuendo, de saco corbata, y siempre en movimiento, ya fuera desplazándose por los pasillos larguísimos del Seminario Menor para sus clases de literatura y de retórica o para atender a quienes iban a consultarlo. Así conocimos al Padre Chayo y así lo recordaremos.

De dos entrevistas que sostuve con él, una en el año 2013 y otra en el 2017, tomo casi todos los datos que siguen, en especial los entrecomillados.

 

1.    Datos de su vida

 

José Rosario Ramírez Mercado nació en la ranchería del Cerro Blanco, en la fecha y municipio alteño ya señalados, siendo el penúltimo de una prole muy copiosa y con un horizonte inmediato: atender las labores de la heredad paterna, la agricultura y la ganadería, reduciéndose su instrucción a las primeras letras.

 

El primer libro que leí completo fue Martín Fierro. Yo cuidaba vacas en mi pueblo, y unos cazadores dejaron su coche en mi rancho y se fueron de cacería y entonces yo me asome al coche, frotando las narices contra el vidrio y vi un libro sobre el asiento Martín Fierro, y la primera vez que pude, lo compre y fue el primero que leí y me lo aprendí de memoria. Y ahora tengo como 20 ediciones del Martín Fierro, que me las han regalado”.[3]

 

Ingresó al Seminario Auxiliar de Santa María de los Lagos en el año lectivo 1939-1940, a cursar los tres primeros años de estudios humanísticos, que es como decir, de gramática española y de aritmética. Tenía 13 años de edad. Pasó a la capital de Jalisco a continuar con el estudio de la lengua latina siendo rector general don Salvador Rodríguez Camberos, varón sabio y culto al que recordará siempre como pedagogo insigne, pues pudo hacerse cargo de 46 cursos en los planes de estudio del Seminario.

Se siguió formando ahora bajo el rectorado de don José Salazar López, del que admiró siempre lo sobrio de su dieta y atuendo, la parquedad de sus palabras pero la forma directa y clara cuando las hablaba o escribía.

 

·      En medio de una generación brillante

 

La edad de oro para los estudios humanísticos del Seminario de Guadalajara luego de la persecución religiosa y de la gradual restauración del internado es la que va de 1940 a 1950 y que coincidió cabalmente con la de nuestro biografiado, a lo que también se suma una pléyade excepcional de talentos de la talla de los tapatíos Francisco Raúl Villalobos Padilla –que tenía a su cargo la revista seminarística Apóstol– y Benjamín Sánchez Espinoza (Fra’Asinello), o del nacido en Ejutla, J. Jesús Padilla Cueva, discípulos todos que fueron del gran humanista, don Rafael Dávalos Mora, y un mentor tan atildado como el canónigo magistral José Ruiz Medrano.

 

·      En el ministerio ordenado

 

Fue la época de su formación seminarística paralela a la que alcanzó la cumbre del episcopado de don José Garibi Rivera, que ahora podríamos calificar lo mismo de restauración que de conciliación, lo cual le valió, entre otras cosas, estar entre los seminaristas que inauguraron la nueva casa del Seminario Mayor todavía en el Bosque de la hacienda de Santa Eduviges, donde Luis Barragán hará el trazo de la colonia Jardines del Bosque.

Ya presbítero se le destinó como Vicario Parroquial en Hostotipaquillo pero sólo el tiempo necesario para comenzar el siguiente año lectivo, invitándosele a formar parte del Seminario como profesor de diversas asignaturas (lengua castellana y aritmética) y ayudante del ecónomo, en una etapa que para él resultó crucial: la gestión gubernamental de un alumno que fue del plantel levítico, el literato máximo Agustín Yáñez (1953-1959), con quien le hizo coincidir el culto médico don Ernesto Ramos Meza.

Le inició en la bibliofilia y la importancia de la investigación documental el profesor José Cornejo Franco; influyó en él, en el campo editorial, el ejemplo virtuoso y tenaz del director de la editorial Jus, don Salvador Abascal.

Lo suyo, en sus palabras, fue la docencia: “Yo descubrí que mi vocación era de maestro, yo descubrí que mi vocación era promover valores”.

En el campo escriturario se echó a cuestas, durante 40 años y de forma anónima, la gustada columna “La Palabra del Domingo”, del Informador. En el editorial, el haber inducido a muchos autores, en especial a gentes de sotana, a dar a conocer su obra, poética, como pasó con Emeterio de la Torre y Samuel Ley Sánchez, pero especialmente con el celebérrimo Romancero de la Vía Dolorosa, de Benjamín Sánchez, ilustrado por Alfonso de Lara Gallardo, artista plástico supremo que le inició en un campo que él por su cuenta perfeccionó: el dibujo a mano alzada a tinta sobre papel, “un desahogo de mi hiperactividad”, dijo de eso alguna vez.

También, como afición, cultivó la fotografía con un sentido documental o periodístico.

 

2.    Su legado

 

·      Como profesor del Seminario Menor

 

Luego de impartir diversas asignaturas a los estudiantes que cursaron en tiempos de clandestinidad las así llamadas ‘humanidades’, que no gozaban del reconocimiento oficial para los estudios de secundaria y de bachillerato, aunque se inspiraran en los planes de estudio del sistema escolarizado vigente, a la muerte de Ruiz Medrano ocupó su lugar en las clases de literatura y de oratoria en el Seminario Menor de Guadalajara, tarea que le sirvió para anclarse en el plantel levítico desde entonces hasta el 2010, aunque sin tener ya en él una encomienda propia más allá de la docente y una del todo operativa y funcional como administrador de las librerías de los seminarios mayor y menor.

 

·      Como editor

 

Modelado todo él en la capital de Jalisco durante el largo lapso que va de la segunda mitad del siglo XX a las dos primeras del XXI, que es como decir, del día de su ordenación presbiteral –aunque de forma señalada poco después de ella, al tiempo que se inició como docente del Seminario Conciliar tapatío–, a la forja que se dio a sí mismo dotando la revista Proa que creó al efecto, con la selección de trabajos de sus pupilos en letras y en la que alcanzó un rango no corto como ensayista y editor, que le valió recibir el premio Granito de Arena, del Consejo Estatal para el Fomento de la Lectura y el Libro, en el año 2013, y la configuración de AmatEditorial, al lado, dijimos, del maestro Heriberto Camacho.

“Escribo como pasatiempo. No soy escritor”, no tuvo empacho en reconocerlo ante nosotros. Que así se definiera quien hizo de la palabra escrita un trasunto de su dominio pleno de la palabra hablada parecería falsa modestia, y más para quienes sabemos el alcance de un legado tal extenso como variopinto pero que sin embargo tuvo un eje que me atrevo aquí a calificar como de rescate del ‘lirismo cristiano’, que desde su trinchera cultivó ya en el aula ya en la relación con los muchos que nos acercamos a él con pretensiones librescas.

El caso fue que en nuestra charla me confió su entusiasmo por una compilación ambiciosa que se propuso y pudo publicar, en segunda edición en el año 2008 y bajo el signo de amatEditoria, de su socio y amigo Heriberto Camacho Becerra, Poesía del Seminario de Guadalajara 1939-2000, Revista Apóstol, como “la suma, el fruto de los maestros de letras que en el siglo pasado dejaron huella como formadores de los alumnos del Seminario”, en la que se advierte: “no es este libro una antología, son todos los poemas que fueron apareciendo en las páginas de la revista Apóstol, reflejo poético, más o menos valioso, en siete décadas de la vida inquieta de los jóvenes en su paso por esta institución”.

¿Y cómo dejar en el tintero la gran cantidad de libros de pequeño formato que publicó a modo de regalo de Navidad en los últimos largos años de su vida?

 

·      Ensayista e historiógrafo

 

Apenas se sintió apto para usar la palabra ante las audiencias más exigentes, cogió la pluma para dirigirse a un público más dilatado pero no menos –incluso más– merecedor de atención: el de la prensa. Así se forjó el columnista, el compositor de ensayos –los más de tinte historiográfico– y el disertador en los cenáculos de cultura, como lo fueron la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística de Jalisco, A. C., y el Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Guadalajara, donde se distinguió y fue reconocido en muchas ocasiones, quedándole de ello la satisfacción de haberse granjeado todo lo que en nuestro ámbito cultural jalisciense alcanza en ese renglón un mortal.

 

·      Puente entre los gobiernos civil y eclesiástico

 

Discurrió también su andadura en la etapa larga que derivó en los años largos que van de 1940 a 1992 –los del verdadero modus vivendi entre el Estado Mexicano y la Iglesia católica luego de la persecución religiosa, que comenzó en 1914 y comenzó a menguar a partir de la primera de las fechas apenas señaladas–, que es como decir durante la gestión episcopal en la Arquidiócesis de Guadalajara de los Arzobispos don José Garibi Rivera y don José Salazar López.[4]

Durante ellos, sin un nombramiento especial pero sí siguiendo la vereda que abrió y dejó para él transitable, como hombre de sotana, el aclamado y culto canónigo Ruiz Medrano luego de su muerte, en el Estadio Jalisco, en 1965, y desde la cultura en su más amplia acepción, la de las relaciones humanas, quien fue su condiscípulo en el Seminario y amigo leal de toda la vida, don Enrique Varela Vázquez, durante muchísimos años Director de la Cámara de Comercio de Guadalajara.

Todo ello le permitió cumplir de manera oficiosa pero constante e ininterrumpida ejercer como capellán de la clase social rectora, empresarios y políticos, cuando el anticlericalismo jurídico se fue quedando cada día más en la letra y aquellos cada vez más necesitados a no ocultar como un defecto su pertenencia a la Iglesia por los sacramentos.

 

·      El padre de los futbolistas

 

En términos idénticos, a partir de 1961, que es como decir, desde su inauguración, nuestro José Rosario, a la sazón de 35 años de edad, sin granjearse pena ninguna por celebrar un sacramento fuera de un templo, como hasta entonces lo prohibía la Constitución mexicana y lo castigaba el Código Penal Federal, presidió la misa dominical a favor de los equipos de fútbol,[5] que luego extendió a otros ámbitos: la Plaza de Toros el Progreso y los clubes deportivos Guadalajara y Atlas, configurando con ello lo que él mismo bautizó como la Pastoral del Ocio.

 

***

 

Don José Rosario se hizo viejo sin darse por enterado. Luego que se le pidió evacuar la celda que ocupaba en el Seminario Mayor desde hacía casi 60 años, se recogió los diez últimos años de su existencia a su vivienda particular, donde le atendieron con esmero y hasta que exhaló el último suspiro, sus sobrinos, con Margarita Ramírez al frente. Ejerció su ministerio al amparo de un párroco bondadoso, don Primitivo López Alonso, que como casi todo el clero de Guadalajara fue alumno suyo y le tendió la mano cuando más lo necesitaba. Los últimos meses de su vida, una fractura ósea primero y una neumonía después le fueron disponiendo al encuentro definitivo con el Creador. Descanse en paz.



[1] Doctor en ciencias del desarrollo humano, con postdoctorado en Logoterapia, maestría en terapia familiar sistémica y en letras de Jalisco; licenciado en Psicología Clínica; Licenciado en Filosofía y Teología y Diploma de Estudios Hispánicos y filología hispánica.

[2] Este Boletín agradece a su autor haber reseñado para sus páginas una investigación suya más extensa.

[3] Entrevista 2013

[4] Abarcan ambas algo más de medio siglo, de 1936 a 1988.

[5] “Casi igual de legendario que cualquier equipo tapatío de futbol es la figura del sacerdote católico José Rosario Ramírez, mejor conocido como el Padre Chayo. Esta emblemática figura ha construido su historia a la par de los grandes momentos del futbol jalisciense desde hace 60 años” [Peña, Mural (domingo 13 de abril del 2014, pág. 12)]





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