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El león herido

 

José Gerardo Herrera Alcalá[1]

 

Al calor de los datos autobiográficos que en defensa de sí mismo

publicó el quinto Arzobispo de Guadalajara,

se contextualizan su vida y obra

al tiempo de la terrible pandemia de 1918,

malamente llamada “influenza española”.[2]

 

1.    Introducción

 

Una de las figuras más emblemáticas del episcopado mexicano del siglo xx es sin dudarlo el Ilustrísimo Señor Obispo de Chiapas y Arzobispo de Guadalajara, Doctor don Francisco Orozco y Jiménez. Su solo nombre provoca acaloradas disputas entre los defensores y los feroces detractores de su figura y ejercicio pastoral. Los argumentos esgrimidos por cada uno nos dan una visión parcial, con matices muy ricos y divergentes del personaje. No obstante, más allá de todo juicio, responde al marco político, social y religioso de la época que le toco vivir desde niño con los liberales y conservadores. Sus nefastas consecuencias, según él, marcaron su visión política, lo que le hizo estar siempre a la defensiva ante el poder, postura mantenida toda su vida. Nunca creyó en los políticos, de la tendencia que fueran, y menos en sus “cacareadas promesas” mesiánicas de justicia, de equidad y paz.

Reacio a toda componenda con el poder político de entonces, consideraba que los únicos interlocutores ante el gobierno debían ser los laicos, que previa formación en la doctrina social de León xiii podrían hacer un bloque y transformar la realidad que los rebasó y enfrentar así las agresivas hostilidades del gobierno en la persecución.

 A don Francisco Orozco lo había elevado a Obispo el Papa León xiii en 1902, al designarlo trigésimo tercer titular de la Diócesis de Chiapas. La compleja y lacerante problemática de la realidad indígena de esa Diócesis hizo del Obispo un ardiente defensor de los desposeídos y maltratados indígenas de su empobrecida grey.[3]

Más tarde, en pleno desarrollo de lo que se llamaría la revolución mexicana, asumió la prestigiada Arquidiócesis de Guadalajara, tras la muerte de su antecesor y coterráneo José de Jesús Ortiz y Rodríguez (1902-1912). Fue San Pío x quien lo nombró. Al tomar las riendas de esa mitra, en 1913, tuvo como telón de fondo los terribles acontecimientos del 9 de febrero, con el movimiento armado conocido como la Decena Trágica que culminó con la muerte del presidente Francisco I. Madero. En plena dictadura huertista asumió su ministerio arzobispal.

Los años que estaría al frente de su archidiócesis serían de capital importancia para los destinos del país, por haberse dado ahí el levantamiento por la reivindicación de los derechos históricos de los católicos en defensa de su fe: la Guerra Cristera. No se entendería el fenómeno religioso de esa región sin mencionar la presencia de don Francisco.[4]

Esta introducción servirá para adentranos a la famosa carta pastoral que salió en la clandestinidad con varias reimpresiones: tres en el mismo año, de varios miles de ejemplares, que se distribuyó por toda la República y más allá, desde Chiapas hasta las diócesis norteñas y las del sur de Estados Unidos.

 

2.    Defensa en papel

 

¡Acerquémonos a Dios! Memorándum del Arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez es el nombre de un texto que, como Carta Pastoral, se publicó y distribuyó de forma profusa en vida de don Francisco Orozco y Jiménez, quien narra su fuga y el exilio errático al que le empujó la persecución de las autoridades constitucionalistas durante el conflicto religioso en Jalisco. La obra, impresa de manera clandestina por las autoridades eclesiásticas de Guadalajara, da a conocer su versión en torno a delitos que las autoridades civiles le imputaba; se ilustra con un retrato del autor en primeras hojas y vio la luz en edición privada de 1918 y con 101 páginas, antecedidas por esta síntesis:

 

Dada la encarnizada y tenaz persecución que el gobierno ha venido desplegando contra mí y el cúmulo de injurias y calumnias que la prensa se permite difundir contra mí, es esclarecer la verdad acerca de los hechos que se me imputan, poniendo de manifiesto cuál ha sido mi conducta.[5]

 

Para entender el contexto y contenido de esta Carta Pastoral hay que adentrarnos un poco en la figura histórica de Arzobispo, su paso por las regiones del sur en Chiapas, su paso por Guadalajara, y concluir con una relectura de la carta. Don Francisco fue notable por su azarosa vida y culta personalidad, por su valor de león herido por la espalda por algunos hermanos obispos y por sus enemigos jurados de siempre: los masones y liberales del momento. Jamás se rindió ni claudicó como lo hicieran otros prelados, con contadas excepciones. Tenía conciencia de su ministerio y lo que comportaba. Su mentalidad era estar dispuesto a sufrir la muerte por aquello que creyó ser su deber y su obligación de cuidar a las ovejas “in fide et lenitate” hasta el fin de sus días: con fe y blandura. Al fin león, herido pero jamás vencido, en palabras de su Obispo auxiliar don José Garibi y Rivera.

 

3.    Orfandad

 

En un apretado resumen de la vida de este Obispo damos aquí algunas pinceladas para tener de él una somera idea, toda vez que de su vida y obra se ha escrito suficiente, en especial el libro que prologa el Cardenal José Garibi y Rivera, su compañero de pesares, intitulado Francisco el Grande.[6] Aquí, en cambio, la fuente de consulta para los datos que siguen ha sido lo que del personaje publicó, poco después de su muerte, don Rafael Regalado.[7]

Francisco nació en Zamora, Michoacán, el 19 de noviembre de 1864. Sus padres fueron don José María Orozco y Cepeda y doña Ana Mariana Jiménez y Quiroz; por línea paterna sus abuelos fueron don Juan Orozco y Gudiño y doña María Trinidad Cepeda, en línea materna, don Vicente Jiménez y Verduzco y doña Gracia Quiroz.

Fue bautizado en la parroquia de la Luz, en Guanajuato, por su tío el Presbítero don Ignacio Origel, el día 4 de enero de 1866, y se le impusieron en las fuentes del bautismo los nombres de José Francisco de Paula Ponciano de Jesús. La confirmación la recibió en Zamora del Obispo José Antonio de la Peña y Navarro, amigo de su familia, y la Primera Comunión el 1º de enero de 1871, en el templo de la Purísima Concepción de esa ciudad, de manos de don Luis G. Amezcua.

Su vida transcurrió en el seno de una familia de solvencia económica y social y hondas raíces católicas, empero, desarticulada por la muerte, que se llevó a la madre cuando tenía 9 años de edad, con lo que sufrió “falta del cariño y cuidados maternales”.[8]

En Zamora cursó las primeras letras y la educación media en Jacona a partir de 1876, en un colegio cuyo director, don Antonio Plancarte, eligió a quince estudiantes para formarlos nada menos que en el Colegio Pío Latino de Roma, a donde viajó al lado de su único hermano, Luis, que también se ordenará presbítero.

En Roma permanecerá de ese año hasta el de 1888, frecuentando como alumno la Universidad Gregoriana, donde obtuvo grados mayores en filosofía y teología; políglota, dominó las lenguas clásicas, latín y griego, y las modernas: italiano, francés, inglés, portugués, y siendo obispo de Chiapas aprendió con mucha familiaridad las lenguas tzotzil, cachiquil, c’hol y zeltal.

En Roma, el Cardenal Raffaele Monaco La Valletta le confirió la tonsura clerical y las órdenes menores; recibió en 1886 el diaconado, y en 1887 el presbiterado, por manos del Cardenal Parrochi. Cantó su primera misa el 25 de marzo de 1888. En 1896 recibió el doctorado en Teología por la Universidad Pontificia de México.

En su diócesis de origen, el polémico Obispo José María Cázares y Martínez lo asigno a las capellanías de La Noria y después de Zamora. Pasó luego a la capital, y el poderoso Arzobispo de México lo hace rector del Colegio Clerical de San Joaquín y vicerrector del Seminario Conciliar. También fue notario del V Concilio Provincial de México (1885) y del Primero Plenario de América Latina en Roma (1899).

 

4.    El Chamula[9]

 

El 30 de mayo de 1902 el Papa León xiii lo nombró Obispo de Chiapas, en consistorio del 19 de junio. Consagrado en la Basílica de Guadalupe el 15 de agosto siguiente, fue testigo del acto el Abad y su otrora preceptor y maestro don Antonio Plancarte y Labastida. Lo consagró el Arzobispo de México, don Próspero María Alarcón, asistido por los obispos José Mora y del Río, de Tulancingo, y Francisco Plancarte y Navarrete, de Cuernavaca, ambos compañeros suyos en Roma.

Ese mismo día hizo publica su primera Carta Pastoral, dando facultades amplias al Deán del obispado de Chiapas, don Facundo Bonifaz, para que tomara en nombre suyo el Obispado. Entró triunfalmente a su diócesis el día 3 de diciembre de 1902,[10] e implementó apenas le fue posible las directrices doctrinales del Papa León xiii, esto es, el “progreso y bienestar al estilo del Papa Pecci”.

En lo material, se entregó de inmediato a la reconstrucción de la Catedral, destartalada por temblores reciente. Visitó todo el Obispado, repobló la Diócesis de religiosos y monjas (trajo a los jesuitas y maristas, a las monjas de Santa Brígida y a las franciscanas de la Purísima Concepción; a las Guadalupanas, que abrieron colegios en Comitán, Ocosingo, Chiapa de Corso y Tapachula, entre otros;[11] recobró también para el culto el templo de San Agustín, que había sido de la Compañía de Jesús.

En el campo de la cultura, formó el Archivo Histórico Diocesano, reuniendo una gran colección de libros e impresos novohispanos, códices y una nutrida colección de objetos prehispánicos de las culturas mayas asentadas en Chiapas, con lo cual formó el primer museo arqueológico del estado. Editó en 1906 el primer tomo de la Historia de documentos históricos del Obispado de Chiapas. Se empeñó en aprender las lenguas nativas de su Obispado, visitando frecuentemente a las comunidades indígenas, promoviendo las artesanías de todo género; entre las comunidades fomento la riqueza de su cultura. Rescató del olvido los bordados y “todas las demás curiosidades” que sabían hacer las mujeres. En una de sus visitas al Papa León xiii, le regaló una preciosa mitra de plumas y bordados indígenas en hilos de algodón, oro y plata.[12]

En el plano espiritual, instituyó un centro de formación para los catequistas de las comunidades, rompiendo las barreras que subsistían ya por la lengua o por el racismo imperante en la época. Realizó el primer Sínodo Diocesano. Abrió escuelas de alfabetización y promoción en las comunidades rurales. Teniendo una especial preocupación por el pueblo chamula, el más reacio de la región, llegó al paso del tiempo a ser considerado un verdadero padre por estos indígenas, con los que en algunas ocasiones compartía la mesa episcopal. Conociendo la realidad de postración y miseria, se esforzó en acompañarlos y auxiliarlos, cercano a la realidad de sus diocesanos. Se dio el lamentable acontecimiento político del traslado de la sede gubernamental a Tuxtla Gutiérrez, utilizado por los masones que se enfrentaron abiertamente al Obispo. El prelado puso en entredicho la ciudad rebelde del 13 de octubre al 21 de noviembre de 1912.

Se le acusó de ser instigador del Pajarito, un indígena que se alzó en armas en defensa de los derechos de la ciudad de San Cristóbal en contra de Tuxtla, y a quien el Obispo conocía bien. Se hizo responsable al Obispo de ser la cabeza de dichas revuelta por la prensa, que hizo demasiado ruido, trayendo una secuela de amargura, pena y escándalo[13] para sus feligreses que habían recibido de él todo género de ayuda: luz eléctrica a la ciudad, agua potable, caminos planeados hacia Tuxtla y Comitán, empedrado de las calles de San Cristóbal. Así había recobrado el recuerdo del Obispo Las Casas, olvidado en la memoria colectiva y que él resucitó, llegando a obtener el nombre de Las Casas para la ciudad por su insistencia y preparados argumentos históricos que él propagó de esa ciudad.

Estos lamentables hechos ocurridos en Chiapas los puntualiza en el Memorándum, dando su versión de su proceder.[14] Su caminar en esas regiones del sur no fue apacible ni sosegado. Sus antecesores prelados chiapanecos tuvieron que optar o por una cómoda convivencia, olvidando el lastimoso estado de la vida de sus feligreses, o enfrentarse con una denuncia fuerte y contundente de las miserias de los indios y estar a favor suyo con nuevos métodos de promoción y elevación del nivel de vida por medio de acciones sociales que redundarían en favor de la gran mayoría de feligreses que conformaban la tan accidentada realidad chiapaneca.

En el Memorándum el Obispo Orozco también se defiende ante la campaña mediática que lo consideraba el instigador de los indios para sublevarse contra el gobierno, que lo acusaba de ser la cabeza intelectual de los levantamientos indígenas. Fue entonces cuando la prensa nacional “revolucionaria” le dio el mote de chamula para denostar su labor ministerial y achacarle la sublevación de “la indiada”.

En su Memorándum se defiende las imputaciones promovidas por el periódico El Imparcial. Los hechos los describe en el memorándum, donde narra que un grupo de jóvenes indígenas, sabiendo que el Obispo tenía “ascendiente”, le pidieron que los apoyara para que pudieran ejercer sus derechos “ciudadanos”. Él se propuso fomentar toda clase de bienestar social para que fueran beneficiados en medio de la postración de enfermedad y miseria en que habían vivido por siglos las comunidades.

A todo eso se añade el conflicto suscitado por el cambio de la capitalidad estatal. Tiempo atrás el gobernador Emilio Rabasa había trasladado los poderes; los habitantes se agenciaron a los indígenas que el Obispo había apoyado y se levantaron ciudad contra ciudad. Las logias masónicas hacían responsable de estos acontecimientos sangrientos al Obispo.

 

5.    Arzobispo de Guadalajara

 

Asumió el mando el día 9 de febrero 1913 como Arzobispo de Guadalajara, en medio de una feroz campaña de desprestigio contra él por los acontecimientos de Chiapas. Los sucesos políticos traerán consecuencias de fuga y exilio; salió al destierro el 19 de mayo de 1914 por la persecución religiosa desatada. Quería regresar a su sede, pero se le impedía por temor de que fuera asesinado; regresa por fin con la ayuda de Monseñor Kelley y el padre Pratt. Volvió a su sede de incógnito, pasando la frontera con su segundo nombre de Jesús y el apellido materno de Quiroz. Se internó en la diócesis, golpeada por el tifo que había sembrado destrucción y muerte. El día 5 de julio de 1918 fue capturado por órdenes del General Diéguez y puesto en un furgón de carga hacia los Estados Unidos.

 

6.    Estructura del documento de la primera edición

 

El ejemplar de ¡Acerquémonos a Dios!...[15] del que dispusimos para este ensayo es la primera edición. Consta de 31 pliegos en cuarto de hoja y sin pie de imprenta. Su narración es corrida, sin ninguna separación de temas o capítulos o estructura general. En apretadas hojas, el Obispo escribe los principales punto:

a.     Inicia con la razón de su escrito: “la encarnizada y tenaz persecución que el gobierno ha venido desplegando contra mí”.

b.     La visita pastoral que inicia en Totatiche el 20 de noviembre de 1916. Pueblos asolados por la revolución y diezmados por la emigración (la primera gran oleada de emigración a Estados Unidos), el tifo. Permanece ahí el Obispo hasta el 28 de febrero 1917, cuando se oculta por la “determinante” orden de aprehensión.[16]

c.     Quien que estaba comisionado para su detención, Ezequiel Cervantes, en su cacería contra el Obispo se coantagió de tifo y murió, pero arrepentido y confortado por el propio prelado. La aprehensión del Obispo de Zacatecas y sus peripecias en esconderse de las fuerzas del gobierno.

d.     En este apartado da su propia versión de su paso por la Diócesis de Chiapas, sus obras y las instituciones que creó en favor de la educación e integración de los desfavorecidos.

e.     Su protesta contra la constitución 1917 que considera como atropello a las garantías de convivencia y libertades humanas más esenciales.[17]

f.      Los robos y saqueos que fue objeto la Catedral de Guadalajara, el encarcelamiento de la gran mayoría del clero, incluyendo al obispo de Tehuantepec que se encontraba enfermo y residiendo ahí. El préstamo forzado obligando a la Arquidiócesis a pagar 100 mil pesos oro, la rapiña a todos los objetos de valor de la catedral. El fusilamiento del sacerdote David Galván. Y el nuevo forzado préstamo de otros 100 mil pesos por parte del gobernador Diéguez. El cierre de todas las iglesias del estado de Jalisco.

g.     Los robos del codicioso y ladrón gobernador interino Manuel Aguirre y Berlanga. La destrucción del atrio de la catedral y del patrimonio artístico de la ciudad, iglesias y retablos etc.[18] La clausura de las iglesias donde se había leído la carta pastoral del prelado ante los hechos que sucedían y afligían al Obispado.[19]

h.     El cierre de todos los templos en el estado de Jalisco, consecuencia de haber dado lectura a la carta pastoral episcopal. Acusado el Arzobispo de rebelión contra el Estado iniciado por el procurador Enrique de la Fuente.[20]

i.      Apresan al Padre José Garibi Rivera y al Diacono Dámaso Quintana en la estación de Orendain.[21]

Apéndice. Las trabas de abrir los templos, las diferentes negociaciones llevadas en el antiguo seminario requisado por la tesorería del estado.[22]

 

            La cuarta edición, del año 1918, del memorándum está más cuidadosamente editada. Con dos apéndices completa los argumentos y dudas de la primera edición.

Abre el texto con su escudo episcopal, con el lema In Fide et lenitate[23] y una fotografía del prelado, donde se ve con barba y los arreos episcopales, tomada en los aciagos días de clanderstinaje para no ser aprehendido.

Basta con seguir el índice del documento para tener una idea cabal de su derrotero:

Primera parte:

·      El objeto del presente Memorándum. / Llegada a Totatiche. / Primera tentativas de aprehensión. Llegan cien soldados al Teúl para su captura. / El obispo José Mora y del Río es tomado prisionero. No cae en manos de sus perseguidores. Ajeno a los acontecimientos.[24] / Pretextos para aprehenderme. Digresión, que explica la saña de mis enemigos. Siendo Obispo de Chiapas fundé cinco colegios, bequé a siete jóvenes en colegios de Europa, doté de alumbrado eléctrico, levanté un monumento al P. Las Casas, promoví las industrias entre los indios, promoví la reconstrucción de iglesias. ¿Es eso ser traidor a la Patria? / Se me imputa haber sublevado a los indios.

·      Continúa la narración de los acontecimientos objeto del Memorándum. ¿Debía regresar a los Estados Unidos? Preferí permanecer entre mis ovejas. / Mi cuarta carta pastoral. Protesta contra la actual constitución.[25] Protesta del episcopado americano. La protesta antes revisada por personas prudentes. / Siniestras interpretaciones se hacen aparecer desgraciadamente – afortunadamente mis palabras están estampadas.

·      Mi protesta sancionada por la actual constitución siempre he aconsejado a mi clero que no se ocupen de políticas. / El clero y los obispos como sediciosos y conspiradores. Atropellos inauditos. Se impuso un préstamo. Un mártir. Y otro préstamo. Mi vicario general substituto preso. / Se destruyen obras artísticas. Los templos en que se leyó mi pastoral son clausurados. / Se acusa a los sacerdotes de sediciosos. Protestas callejeras y disueltas por la policía. / 17 de julio decreto de clausura de las iglesias donde se leyó la pastoral. Leer es no predicar.

·      Unión del clero con su prelado. Modo nuevo de conspirar. Que la pastoral no es sediciosa dice el gobernador. / Consecuencias de la lectura de carta pastoral. / Exhortos contra mí. / Arbitrariedades contra mí. / Trescientos hombres van en persecución contra mí. / Numerosas pesquisas, felizmente resultan vanas. Una comisión con V. Carranza. / Ningún resultado de la comisión ante Venustiano Carranza, cerrazón del gobierno de la República. / El gobernador confiesa que mi pastoral no es sediciosa. / Lamento ver suprimidos los centros de educación. Perdono a todos aquellos enemigos gratuitos míos. Apéndice de cómo se abrieron los templos. Y el sentido en que mi Vicario General se somete a la nueva constitución y a las leyes que de ella emanen.

 

Segunda parte

 

·      Algunas noticias más sobre la cuestión de Chiapas. Contienda entra las ciudades de San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez. Se disputan la residencia de los poderes. / Formación de cuerpos de voluntarios. Apoyo oficial. Reseña de los acontecimientos. / Enérgica protesta de todo el pueblo de Chiapas por las calumnias de El Imparcial contra el dignísimo Obispo de Chiapas. / El Diario, periódico metropolitano. / El cabildo eclesiástico y todo el clero de la Diócesis y la sociedad. El clero de Chiapas en carta abierta al Presidente de la República. / La sociedad de San Cristóbal las casas, en carta abierta al mismo. / Contestación del gobernador del estado a las cartas de la sociedad de San Cristóbal de las Casas. / Contestación del gobernador de estado de Chiapas al Venerable Clero de San Cristóbal.

·      Carta de la Secretaría de Estado de Su Santidad con motivo de estos acontecimientos entre varios artículos de la buena prensa, el tiempo contra las calumnias de El Imparcial, omitiendo varios otros documentos. / Evangelización del pueblo “chamula”. / Partido Católico / ¿Qué cosa es Política y ser político? ¿Qué es permitido al clero en política? / La política es obligatoria a los católicos / Lo que sobre esto dice el Concilio Plenario [Latinoamericano] / ¿Cuál debe ser la actitud de los obispos en política? ¿Cuál fue la actitud de los obispos en política? Aplicación de estos principios. / Conclusión de esta materia.

·      Continúa la narración de los acontecimientos actuales objeto principal de este memorándum. Todavía la cuestión de los templos. / Colación de Órdenes del 8 al 30 de noviembre de 1917. En 1918. / Documentos diocesanos que he expedido durante este tiempo. / El presidente de la República me intima salga violentamente del país. No he podido obtener algunas respuestas. / Desearía alguna consideración. Mi juez competente es el Romano Pontífice. / La defensa de los sacerdotes procesados / Conclusión final.

·      Apéndice primero de la segunda parte: carta al señor presidente de la República Mexicana. / Carta al señor gobernador del Estado de Jalisco, don Emiliano Degollado.

·      Apéndice segundo: ¡Cristo Reinará! / Protesta de los llmos. Rvmos. Señores Arzobispos de los Estados Unidos de Norteamérica. / Protesta de la asamblea episcopal del Perú. / Carta S.S. El Papa Benedicto xv a los Arzobispos y Obispos de los Estados Unidos Mexicanos. / Carta de la Secretaría de Estado de Su Santidad del 21 de abril de 1917. / Otra carta de la misma Secretaría, del 31 de marzo de 1918.

1.    Apéndice tercero: Extracto de la sentencia absolutoria dictada por el Lic. Eduardo H. Arizmendi, del Supremo Tribunal de Justicia de Guadalajara, en favor de los sacerdotes procesados por la lectura de mi cuarta carta pastoral. / Carta de la Secretaría de la Sagrada Mitra que fue enviada al señor presidente de la República Mexicana, D. Venustiano Carranza, juntamente con el opúsculo impreso titulado “Memorial del Cabildo Metropolitano y clero de la arquidiócesis de Guadalajara y voto de adhesión al Ilmo. Revdo. Señor. Arzobispo Dr. y Mtro. D. Francisco Orozco y Jiménez”, calzado con 425 firmas. / Conclusión de la cuarta edición de estos Memoranda.

 

Relectura final

 

Los puntos del Memorándum nos proporcionan elementos históricos de los constantes conflictos que el obispo Orozco enfrentó con el gobierno. Sus apartados y explicaciones de dicho documento nos adentran a la postura del Arzobispo ante la nueva constitución del 1917, que en sus líneas generales era contraria a la Iglesia, cerrándole libertades para ejercer su misión.

Fueron conflictos que se agravarían años más tarde con un alzamientos armado, en la región de los Altos, región de los escondites del Obispo, serian el dolor de cabeza del gobierno de la República, motivo de acaloradas divisiones de los obispos ante el alzamiento armado, que costaría muchas vidas, por un solo objetivo: la libertad de la Iglesia, donde podríamos darnos cuenta la importancia del papel que van teniendo los laicos en el panorama nacional.

Las cartas pastorales, sus memoranda, sus escondites y exilios forzados, y sus “milagrosas” fugas de los retenes policiacos serán una constante en la vida de este prelado, que nos va narrando con una visión providencialista una realidad social beligerante que vivía el Estado mexicano. Bien podríamos percibir que serían estos hechos de agresión y violencia la antesala de lo que será la llamada Guerra Cristera.

Sus constantes enfrentamientos con los gobiernos “revolucionarios” harían más agria la paz de la región de Jalisco. Atacado por la prensa nacional (con evidencia de propaganda dirigida del gobierno contra el Arzobispo) por su supuesta participación en hechos de violencia en su paso por Chiapas, lo ponían como instigador y alborotador de los indígenas, proclive a los alzamientos populares, resaltando el periódico El Imparcial su responsabilidad en los conflictos entre las ciudades de San Cristóbal y Tuxtla.

Lo que evidencia el documento es un completo abandono de los demás obispos del país ante los ataques furibundos contra el Arzobispo de Guadalajara, lo cual hace suponer un distanciamiento de parte de ellos de las posturas que tenía que tomar ante la realidad cambiante y convulsa de la región jalisciense.

No podemos soslayar que su visión y actuación fueron forjadas por la vivencia social e histórica que le toco enfrentar desde niño con las aplicaciones de las leyes de Reforma. Fue testigo ocular de ellas y ese suceso histórico lo marcaría para toda su vida. Fue admirador de Clemente de Jesús Munguía y de Gregorio Gilow, dos ejemplos de su pensar eclesial y su visión social.

Sin este pasado histórico no podríamos comprenderlo en su totalidad la rica y vasta personalidad del señor Orozco; para unos un santo mártir, para otros un testarudo que luchaba por un pasado que se negaba a morir; pero con ponderada consideración, un hombre al que le toco ser protagonista de los dos más duros periodos de la historia de la Iglesia en México, el juarista y la guerra civil llamada revolución mexicana.



[1] Presbítero del clero de San Cristóbal de las Casas, miembro de la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica, bibliófilo respetadísimo y autor de un copioso número de publicaciones

[2] Este Boletín agradece al autor de este ensayo su disposición para que se publique el trabajo en estas páginas.

[3] Viqueira, Juan Pedro. Encrucijadas chiapanecas. Historia, economía, religión, e identidad (La decadencia de la Iglesia de Chiapas), pp 196-197ss., México, Tusquets, 2002.

[4] Tamayo Jaime y Leticia Ruano, “Francisco Orozco y Jiménez, Chamula. El Arzobispo de la contrarrevolución”, en A Dios lo que es de Dios, México, Aguilar, 1994, pp. 229ss. Las mujeres desempeñaron un papel decisivo en la lucha cristera.

[5] Francisco Orozco y Jiménez, Acerquémonos a Dios. Memorándum del Arzobispo de Guadalajara. 1918, p. 5.

[6] José Garibi y Rivera (presentación), en Vicente Camberos Vizcaíno, Francisco el Grande, dos vol., México, Jus, 1966.

[7] Rafael Regalado, Mons. Francisco Orozco y Jiménez. Síntesis biográfica, edición privada, sin fecha y sin pie de imprenta, pp. 1 ss.

[8] Ibid., pp. 6 ss.

[9] Este mote fue puesto por los enemigos del prelado siendo Obispo de Chiapas; le decían así porque en el lenguaje de los no indígenas, decir chamula es decir tercos y obstinados, “brutos”.

[10] Vicente de Paula y Andrade. Noticias Biográficos de los Ilustrísimos señores obispos de Chiapas, 2ª edición. México 1907 (edición facsimilar con notas del autor de este texto).

[11] Rafael Regalado, Mons. Francisco Orozco y Jiménez. Síntesis biográfica, edición privada, sin fecha y sin pie de imprenta. Guadalajara, pp 12-13 ss.

[12] Se encuentra en el Tesoro de la Reverenda Fábrica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.  

[13] Andrés Aubry, Los Obispos de Chiapas, San Cristóbal de las Casas, Inarimac, mayo de 1990, pp. 68-69.

[14] Francisco Orozco y Jiménez, Acerquémonos a Dios. Memorándum del Arzobispo de Guadalajara. 1918. Cuarta edición (impreso clandestino), La cuestión de Chiapas, segunda parte, S/N.

[15] Francisco Orozco y Jiménez, Acerquémonos a Dios. Memorándum. Del Arzobispo de Guadalajara, 1918, 1ª y 4ª edición, sin pie de imprenta (en lo sucesivo AaD).

[16] AaD p. 2

[17] AaD p. 9

[18] AaD, p. 14

[19] AaD, p. 16

[20] AaD, p. 20

[21] AaD, p 21

[22] AaD, p 27

[23] Con fe y blandura.

[24] AaD, pp 7-8

[25] AaD, p 14





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