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“Una nueva casa para el Señor”.

Los azares de la construcción de la actual parroquia

de San Juan Bautista de Mexicaltzingo

 

Erick González Rizo[1]

 

La decisión que tomó el Obispo de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, en 1783,

al dividir en tres la hasta entonces única parroquia

de su ciudad episcopal, la del Sagrario de la Catedral,

tuvo consecuencias urbanas grandísimas

para los vientos norte y sur de la ciudad.

Del último de ellos da cuenta este artículo.[2]

 

Fundado en siglo xvi de manera casi simultánea con la ciudad de Guadalajara, como uno de los pueblos de indios destinados a ser mano de obra cautiva de los españoles de la capital, Mexicaltzingo tuvo un régimen independiente de la urbe criolla, a pesar de su cercanía, hasta entrado el siglo xviii. Emplazado al sur de la ciudad, Mexicaltzingo creció de manera sostenida, de ser un poblado de indios mexicas, tlaxcaltecas, e incluso tarascos (los que acompañaron al virrey Mendoza en su expedición pacificadora en 1542) hasta convertirse en barrio mestizo a finales del Siglo de las Luces.

 

1.    La integración urbana y sociocultural del pueblo de indios a la ciudad criolla

 

El asentamiento físico del pueblo de Mexicaltzingo se hizo en una zona pantanosa y malsana, según los criterios higiénicos de la época, aunque resultaba bastante provechosa para los habitantes, dado que disponían de numerosos manantiales; baste recordar que toda la parte sur de la ciudad fue hasta entrado el siglo xx una zona muy húmeda por estar ahí los manantiales del Agua Azul, fronteros a Mexicaltzingo y Analco y que abastecieron a la ciudad de Guadalajara de agua corriente durante la primera etapa de su vida colonial y que eran la fuente del río de San Juan de Dios.

Con el tiempo, al crecer la actividad económica, Mexicaltzingo se sumó a la dinámica comercial de la urbe y fue su punto de entrada meridional, ya que ahí culminaba el Camino Real a Colima. Así pues, a lo largo de la etapa colonial el camino real se consolidó como el principal eje comercial y urbanístico del pueblo de Mexicaltzingo, así como la vía que articuló la integración del poblado indígena a la traza urbana tapatía. El hecho salta a la vista observando detenidamente mapas de época y modernos, ya que las principales calles del barrio desembocan o se alinean a la actual calle de Colón, otrora el camino real. Así mismo se puede señalar que la dicha alineación del barrio en torno al eje comercial-vial del Camino Real (que en esa parte era conocido ya como calle de la Aduana) iba desde la desaparecida garita de Mexicaltzingo, ubicada aproximadamente en las actuales confluencias de la calzada del Águila y la avenida de los Constituyentes, seguía por la actual calle de Colón, pasaba entre la plaza principal del pueblo, la llamada “de la Loza”, y la capilla de San Juan Bautista; proseguía su derrotero cruzando el puente de las Damas hacia la plazuela de las Nueve Esquinas y finalmente desembocaba en la plaza de la Aduana, colindante con la capilla franciscana de Aranzazú.[3]

Por otra parte, la construcción del llamado puente de las Damas salvó el principal  obstáculo fisiográfico entre la ciudad y el pueblo de indios, mejoró el flujo de personas y mercancías en la zona e incluso hacia la región centro-sur de la Nueva Galicia. Construido en la última década del siglo xviii, posiblemente entre 1796 y 1798, dicho puente al parecer patrocinado por damas pudientes.[4] Así pues, el nuevo puente consolido a la calle de la Aduana-Camino Real a Colima como principal acceso al barrio y a la ciudad misma.

 

***

Hacia 1790 al dividirse la ciudad en cuarteles, el antiguo pueblo de indios quedo fuera de la traza urbana oficial, pero frontero al cuartel xiv que se extendía desde el convento franciscano hasta el arroyo de El Arenal,[5] tan solo una década después era innegable que junto con  el vecino Analco era ya parte integral de la ciudad criolla.

Así pues, en lo social la integración de Mexicaltzingo a Guadalajara fue un proceso largo y paulatino que hunde sus raíces a la fundación misma del pueblo, dado que su condición como guerreros conquistadores y aliados de los hispanos era primordialmente masculina, lo que fomentaría la mezcla étnica entre indios y mujeres locales, particularmente mulatas y castas, dada la imposibilidad de los migrantes de traer a sus mujeres desde el centro del país.

 

2.    De capilla a parroquia, en un solo paso

 

Dada la creciente importancia demográfica y económica del pueblo de Mexicaltzingo, Fray Antonio Alcalde decide erigirlo en la cuarta parroquia de la ciudad en 1782, al mismo tiempo que la del Santuario de Guadalupe. Su primer párroco fue don Luis Tadeo Núñez.[6] Así pues, a finales del siglo xviii el pueblo de Mexicaltzingo estaba habitado por 660 feligreses, mientras que en todo el territorio de la novel parroquia vivían 3 655 almas: 265 dispersas en las localidades rurales de El Molino y la hacienda de los Gutiérrez, rancho del Zapote, rancho de don Nicolás Henríquez y finalmente la hacienda de Toluquilla.[7] El resto de la feligresía vivía en la zona sur de la ciudad, particularmente en el barrio de San Francisco, colindante al convento homónimo. Podemos ver que la nueva parroquia era territorialmente muy extensa, pues abarcaba el sur de la ciudad y las localidades rurales hasta el cerro del Cuatro.

            Al poco tiempo de convertirse en parroquia, la pequeña y antigua capilla de los siglos xvi-xvii de San Juan Bautista se reveló como insuficiente y se vio la necesidad urgente de renovarla, o bien de construir una nueva sede parroquial. De la primigenia capilla no tenemos casi ninguna información, si bien sabemos que “el cuerpo de la iglesia vieja no sirve por ser sus paredes de adobe y su cubierto de madera ruin”, como señala el maestro arquitecto Pedro Ciprés en el plan general para la nueva parroquia, y que al construirse, “de la iglesia vieja se ha de tomar el camarín para sacristía, y el presbiterio para antesacristía”, lo cual explicaría las diferencias arquitectónicas y estructurales entre dichas dependencias parroquiales y el resto del cuerpo de la iglesia en la actualidad.

Así pues, parece ser que los únicos vestigios de la antigua capilla serían el presbiterio, alineado con la nave de la parroquia y cubierto con una pequeña cúpula con linternilla, y el otrora camarín, que sigue colindando al sur con la corta calle de Antonio Alzate.

Aunque sin muchos o más precisos datos, aventuramos aquí la hipótesis de que la antigua capilla tuvo en su lado oriental una espadaña (así la representan diversos mapas de la época) en lugar de torre, y lo más probable es que haya estado desplantada en tres naves paralelas a modo de basílica, modelo común en los templos de los pueblos de indios en el siglo xvi.

La nueva centuria comienza en el antiguo poblado indígena con la construcción de la nueva parroquia, que fue aprobada, tras petición expresa del cura Blas de Samaniego –fechada el 18 de noviembre de 1800–, puesto que la ruina de la antigua capilla del Bautista no permitía un culto decente de la popular imagen del Cristo de la Penitencia. Cuando el cura párroco hace la solicitud al Obispado para la construcción de su nueva “iglesia contigua a la antigua por la parte del poniente” ya había iniciado la colecta de limosnas –autorizadas por la Mitra– entre la feligresía de la parroquia y la comunidad en general.[8] Ya para el 22 de abril de 1802 se había de colocar la primera piedra de la nueva parroquia[9] con base en un proyecto de Pedro Ciprés, quien en ese entonces dirigía los últimos detalles de la construcción de la nueva iglesia de los filipenses. El maestro Ciprés presupuestó entre 65 mil y 54 mil pesos de la época la edificación de la nueva parroquia.[10]

El 15 de marzo de 1801, en las casas reales y de cabildo se presentó el cura Samaniego ante el alcalde Andrés Solís, el regidor Antonio Guzmán y el “mayordomo del Rey”  José María Hernández, entre  otros principales

 

diciendo que con respecto a querer poner unos baños en el río de dicho pueblo para que lo que produjeran de estipendio […] [sirviese para] ornato del Santísimo Cristo de la Penitencia, y por no tener en propiedad un sitio para dicha empresa, que se le mercedara un corto sitio que está espaldas de la garita de dicho pueblo, a orillas del río.[11]

 

De tal manera el párroco pretendía hacerse de recursos para adelantar la construcción. El sitio le fue donado por los principales del pueblo, y debería tener “de oriente a poniente 50 varas  y media, con vara usual castellana, no se midió de norte a sur, dejando al juicio del cura”. La propuesta fue aprobada por la contaduría, porque en ese sitio se bañaban y mezclaban ambos sexos, lo cual causaba escándalo en la ciudad, por lo que se recomendó que la obra se hiciese con decencia, pues los antiguos baños eran “indecentes e impropios porque todos se componían de petates.[12]

Así pues, para 1807 el cura de Mexicaltzingo señala que “se halla la obra tan adelantada que la mitad de la iglesia por la parte de su frente puede techarse con artesón de madera y habilitarse decentemente antes que llegue la estación del agua”, desde “la mitad de su cuerpo hasta la puerta principal”.[13] Samaniego además propone a las autoridades trasladar la imagen del Cristo de la Penitencia –que durante la construcción estaba en el antiguo camarín de la derruida capilla– a la parte que se techaría para reiniciar el culto y la sepultura de feligreses, para “evitar peligros y desgracias que intempestivamente pueden ocasionar las paredes viejas de la iglesia, sobremanera desplomadas, carcomidas y estropeadas de los terremotos últimos”, además de pedir licencia para recaudar limosna para sufragar la construcción.

La propuesta del cura es bien vista por la Mitra tapatía, y puntualiza “que desde luego quiere Su Señoría Ilustrísima [Juan Cruz Ruiz de Cabañas] que se ejecute a juicio y dirección del profesor arquitecto don José Gutiérrez”.[14]

Resulta de particular interés la propuesta del Obispo Cabañas, ya que en esa época él mismo tenía a cargo de José Gutiérrez la edificación de la Casa de la Misericordia, de acuerdo con el proyecto delineado por Manuel Tolsá; además de que poco después, con su total respaldo, proyectaría y comenzaría la construcción de una sede propia para la parroquia del Sagrario, fuera de la catedral, donde hasta entonces despachaba. Empero, salvo esta referencia, no consta en documentos ulteriores que en la obra realmente participara el arquitecto malagueño.

Al año siguiente, en una visita que realizó al curato, se señala que se habían gastado en la erección de la nueva iglesia 7 815 pesos y 3 reales, invertidos en la fábrica material, es decir directamente en la construcción. En 1809 el mayordomo Texeda renuncia, argumentado que se encuentra “rodeado de accidentes” y necesitado de sosiego, lo cual es quizá indicio de que la obra no iba del todo bien. Las autoridades eclesiásticas no aceptan su renuncia en un primer momento, pero Texeda insiste, por lo cual se da libertad a Samaniego de  proponer un nuevo encargado de la fábrica.[15]

Según José Trinidad González, las bóvedas del nuevo templo parroquial se cerraron el 25 de julio de 1808, día de Santo Santiago, con la colocación del Cristo de la Penitencia y una solemne ceremonia.[16] Ese dato, que puede ser parcialmente falso, puesto que según lo planeado por el párroco sólo se cubriría de manera provisional la mitad de la nave parroquial, y además por lo arriba dicho parece ser que la obra estaba atrasada debido a la renuncia de Texeda y la mala salud de Samaniego. Así pues, no será hasta 1815 cuando aparezca de nuevo documentación sobre la construcción; esto se puede deber a dos cosas: uno, los documentos no existieron, o bien se perdieron, o dos, la obra de la parroquia se encontraba suspendida en esos años. En lo personal me inclino a sugerir que, dado el abandono de la obra por parte de sus iníciales promotores, el cura y el mayordomo para los principios de la segunda década del siglo xix, y con la repentina irrupción de la insurgencia en la ciudad, la obra habría quedado abandonada o casi inactiva, al igual que otros proyectos constructivos en la capital neogallega; dicha pausa no se remontaría hasta finales de la primera República federal.

Dadas las dificultades y los costos de la construcción de la nueva iglesia, el proceso se prolongaría a lo largo de la mayor parte del siglo xix, ya que el templo fue remodelado en 1844, 1858, 1880 y 1912.[17] Hacia mediados del siglo todavía el cura Narciso Arango le informaba al Obispo que “el señor L. Gallardo intenta construir un pórtico en la iglesia de esta parroquia”.[18] Por otra parte, en 1915 se destruyó el atrio de la parroquia para abrirse la nueva calle que pasa enfrente del templo.[19]

De hecho, por los problemas de cimentación –por lo fangoso del suelo– y las más diversas circunstancias, las obras de la parroquia se han prolongado hasta tiempos relativamente recientes. Ya en la segunda mitad del siglo xx se construyó el primer cuerpo de la torre poniente, mientras que su cubo se remonta al siglo xix. En los albores del nuevo milenio se construyó el segundo cuerpo de la torre oriente, una copia simplificada del de la torre de San Francisco, de planta hexagonal y sólo cuatro vanos. El interior se remodeló hacia finales de los 70 y 80, particularmente el altar mayor, que se sustituyó por uno de carácter historicista, en un neoclásico de orden toscano.[20]

 

3.    Un proyecto inconcluso. La propuesta original de Ciprés y su transformación

 

El proyecto arquitectónico original para Mexicaltzingo estaba basado en la planta del actual templo de San Felipe Neri. Si se analiza así el plano de Ciprés, se pueden apreciar elementos en común, en particular la planta en cruz latina con una torre. La gran diferencia sería que mientras la riqueza de la ornamentación es notoria en San Felipe, para Mexicaltzingo Ciprés proponía un ornato mucho más sobrio, donde predominarían el orden toscano y algunos elementos dóricos y jónicos, acercándose más al estilo neoclásico y alejándose ya decididamente del barroco.

San Felipe, cuya planta es de cruz latina, tiene una única nave de 11.30 m. de ancho, corre longitudinalmente 47.70 m. y se distribuye en el pie, el transepto –con cúpula octagonal de gajos y tracería de estrella– y el testero. El primero está compuesto de tres cuerpos cubiertos con bóveda nervada y tracería en estrella, mientras que el último está igualmente cubierto por bóveda de nervaduras y con diseño en forma de estrella. Dentro del testero se encuentra el altar mayor sobre una alta plataforma.

Por su lado, el proyecto de San Juan Bautista Mexicaltzingo sigue en esencia la misma estructura y planta, incluso en detalle la plataforma alta en el presbiterio.[21] Hasta en las dimensiones propuestas por Ciprés es curioso encontrar una gran similitud, pues el nuevo edificio debería tener 58 varas castellanas  de largo por 13 1/3 de ancho,  sin contar el espesor de las paredes, que sería de 2 varas. En cuanto a la altura, el arquitecto propone que sea de 13 1/3 desde el piso hasta la cornisa, en la cual romperían los arcos, aristas y lunetos, mientras que los puntos de los arcos deberían llegar hasta dos pies arriba de la citada cornisa. Los cimientos serían de 6 varas de profundidad, dada la naturaleza lodosa del terreno del barrio, y de 2 varas y 2/3 de ancho, para que quedara una zapata en ambos lados de las paredes al ras del piso.[22] Convirtiendo las antiguas varas castellanas a metros, se encuentra que Ciprés proponía una medida longitudinal de 48.48 m., 11.11 m. de ancho por 11.11 de altura en la nave, desde el piso hasta la cornisa, medidas prácticamente idénticas a las de San Felipe.

Por otra parte, en el proyecto de Ciprés la parroquia tendría una torre de un cuerpo con su remate del lado poniente de la nave, cuyos cimientos y paredes se construirían independientes de los de la nave, para evitar que el peso de la torre dañara el cuerpo de la iglesia. Para la iglesia en su conjunto, Ciprés propone planta escalonada en orden ascendente de un pie y medio desde la altura de la calle hasta el presbiterio; así pues, éste estaría a tres pies sobre el nivel de la calle y pie y medio sobre la nave de la parroquia. Más allá de lo estructural, en lo ornamental la iglesia “está trazada por dentro y fuera en el orden toscano como es las columnas y retropilastras donde cargan los arcos, las puertas de los costados, el frontispicio sólo el primer  cuerpo de abajo; y el segundo en el orden dórico, y su coronación en el orden jónico”.[23] Cabe señalar que la propuesta de Ciprés contempla una fachada que más bien parece un retablo en piedra, ya que “como los retablos, las fachadas barrocas forman calles y niveles, donde se disponen, de acuerdo con una jerarquía religiosa, las figuras representativas de los santos, ángeles, la Virgen o de las personas de Dios”, y como claramente lo expresa el arquitecto, el frontispicio de la nueva parroquia debería estar estructurado en tres niveles en orden ascendente, al igual que en San Felipe Neri.[24] Sin embargo, al parecer no diseñó ninguna propuesta para tal fachada, y se deduce más bien cercana al neoclásico.

En su planta misma, la nueva parroquia responde a necesidades litúrgicas y sacramentales más modernas que las de la antigua capilla, puesto que, con la erección de nuevas parroquias seculares, como Mexicaltzingo, Analco o el Santuario de Guadalupe, viene aparejada la construcción de “modernas” iglesias parroquiales con sus anexos, como el cuadrante y la notaria parroquiales, el bautisterio y la casa curial.[25]

En la actualidad algunos aspectos de la parroquia responden a dicho esquema constructivo (inclusive es visible que se empezó a construir con su cimentación independiente el cubo de la torre poniente –única torre propuesta por Ciprés–, pero después se optó por levantar otra torre al oriente), mas si se estudia la propuesta original del maestro alarife, se puede apreciar que sí se pretendía construir un edificio con dichas características.  Las causas de la “degradación” de la propuesta original son variadas, y particularmente circunstanciales; por ejemplo, Ciprés nunca dirigió la obra; luego, al desencadenarse la guerra de Independencia, al igual que numerosas empresas constructivas de la ciudad –la cual se encontraba en pleno apogeo constructivo–, como el Hospicio, se quedaron inconclusas debido a la falta de fondos y a la inestabilidad social, por lo que al reiniciarse las obras décadas después se adaptó lo construido a las modas imperantes. Tomando en cuenta las numerosas intervenciones a lo largo de su historia, no extraña, pues, que la parroquia sea un mosaico arquitectónico.

 

Conclusiones

 

La voracidad de la mancha urbana tapatía es un proceso de largo plazo y grandes implicaciones para la región, e incluso para el país. Para encontrar sus más remotos orígenes habrá que remontarse a las últimas décadas del siglo xviii, cuando Guadalajara creció aceleradamente hasta engullir a los antiguos pueblos de indios que le rodeaban, las primeras poblaciones víctimas de la conurbación. Mexicaltzingo es parte vital de dicho proceso, pues incluso fue erigido en parroquia una vez conurbado; la integración del antiguo pueblo de indios es tal que ya a finales del siglo xviii se señalaba la abundante población española de la localidad, lo que nos habla de un avanzadísimo “blanqueamiento étnico”. El punto culminante del proceso es la construcción de la nueva parroquia, hecho que trastocó profundamente la historia del barrio, dada la magnitud y prolongada duración de la obra que materializó en piedra la integración del antiguo pueblo de indios, ahora ya un populoso barrio de “gente de razón”.

Al igual que otras comunidades indias, Mexicaltzingo fue parte de un proceso de reapropiación por parte de la comunidad mestiza, ahora predominante en el barrio. Lo anterior se manifestó materialmente por medio de las intervenciones que modificaron diversos elementos originales de los edificios religiosos. En el caso de Mexicaltzingo, y también en Analco, tenemos la particularidad de que dicho fenómeno concluyó con la construcción de nuevos recintos parroquiales de una fisonomía distinta, más ecléctica.[26]

Como ya se ha señalado arriba, el nuevo recinto parroquial de Mexicaltzingo se inspiró en la planta de San Felipe Neri, aunque más austera; incluso en lo ornamental, ya que predomina el estilo toscano, mucho más sobrio que el barroco del templo filipense. En lo general se respetó la propuesta estructural de Ciprés, salvo que la nueva parroquia finalmente se construyó sin crucero y se le agrego un módulo más. En lo ornamental fue donde el templo sufrió más modificaciones con el tiempo, puesto que la evidencia documental demuestra que Ciprés jamás trabajo directamente en la obra y sólo elaboro el plan general para su edificación, por lo que con el tiempo se fueron agregando nuevos elementos arquitectónicos en boga, tales como las torres –baste recordar que Ciprés solo proyectó una–, los altares, la ornamentación interior y modificaciones a la fachada.

Así pues, aunque el templo parroquial de Mexicaltzingo fuera diseñado basándose en un edificio barroco, finalmente las circunstancias y crisis de la época decimonónica lo convirtieron en un edificio predominantemente neoclásico, en una materialización de la transición del barroco a los historicismos arquitectónicos de la era moderna, monumento del fin de una era y el principio de otra.

 

 

Archivos consultados

 

·       Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (ahag): Sección Mapoteca, PLU 1.4 Nº 129, año de 1777 / PLA 3.1 Nº 479, año 1942. / Sección Gobierno, Serie Parroquias: Mexicaltzingo, Caja 2, Expedientes 1, 2, 29, 30, 34, 37-39, 42 y 47.

·       Archivo Histórico del Estado de Jalisco (AHEJ) / AHEJ/Control terrestre y plano aéreo-fotográfico del cuartel VIII-B de la ciudad de Guadalajara/ Mapoteca/PL 7.3 1948 423/Sector Reforma, Cuartel VIII-B Manzanas 51-96. / AHEJ/Control terrestre y plano aéreo-fotográfico del cuartel VII-A de la ciudad de Guadalajara/  Mapoteca/PL 7.3 1948 423/Sector Juárez, Cuartel VII-A.

 

 

 

Bibliografía 

 

·       González Gutiérrez, José Trinidad, Añoranzas de Mexicaltzingo, Guadalajara, Ediciones Pacifico, 2001.

·       Huízar Zuno, Javier, “San Felipe Neri”, en Revista del Colegio de arquitectos del estado de Jalisco (t. iii, núm. 2, vol. 14), marzo-abril de 1978.

·       Ibarra Pedroza, Enrique, El Puente de las Damas, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara, Patronato del Centro Histórico, barrios y zonas tradicionales de Guadalajara, Cámara de Comercio de Guadalajara, 2007.

·       López Moreno, Eduardo, La cuadrícula en el presente de la ciudad hispanoamericana, Guadalajara, U de G, ITESO, 2001.

·       Moya Pérez, Alfonso, Arquitectura religiosa en Jalisco; cinco ensayos, Guadalajara, Amate, 1998.

·       Vidaurre Arenas, Carmen V. y N.S. Ramos Núñez, Arquitectura y arte barroco en Guadalajara, Nueva Galicia, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco / cuaad U de G (tt. I y II), 2006.



[1] Licenciado en historia y maestro en arqueología, dirige y edita la revista Calicanto y preside Xalixco. Estudios Históricos y patrimonio cultural, A.C. Entre sus colaboraciones está “De pueblo de indios a barrio de la gran ciudad. La integración de San Juan Bautista Mexicaltzingo y la fábrica de la nueva Parroquia” para Calicanto (junio de 2015).

[2] Artículo publicado (en tres entregas) en el diario La Prensa Jalisco, oem, Año xv, números 5546-5548, Guadalajara, 10-12 de diciembre del 2014. Este Boletín agradece al autor su licencia para publicarlo en estas páginas.

[3] Ibarra Pedroza, 2007

[4] Ibarra Pedroza, 2007:120-125

[5] López Moreno, 2001:72

[6] González, 2001:54

[7] Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara (en lo sucesivo ahag), 1777, PLU 1.4 Núm. 129

[8] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 29: ff.3 y 4

[9] González, 2001: 56

[10] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 29

[11] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 30: f.2

[12] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 30: ff. 2 y 4

[13] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 34: ff. 9 y 7

[14] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 34: f. 7

[15] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 39

[16] González, 2001: 55

[17] Ibarra, 2007: 103

[18] ahag, Mexicaltzingo, C. 2 Exp. 1: f.1

[19] González, 2001:57

[20] González, 2001

[21] Huízar, 1978: 21-23

[22] ahag, Mexicaltzingo, C. 1, Exp. 29

[23] Idem.

[24] Vidaurre y Ramos, 2006a: 190

[25] Moya Pérez, 1998:96

[26] Vidaurre y Ramos, 2006b:157, 158



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