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El Colegio Mexicano de Roma en la pandemia del coronavirus. 2ª parte

 

Francisco Valentín Zárate Pérez[1]

 

Concluye aquí el testimonio de la experiencia

De un miembro del clero de Guadalajara que ha vivido en Roma

La pandemia de covid-19.[2]

 

 

1.    Vivencia del confinamiento

 

Así comenzó un periodo de dos meses de encierro [marzo del 2020], más pesado para unos que para otros, dependiendo las propias circunstancias y la personalidad de cada quien. Algunos estaban asustados y otros con tristeza por las malas noticias que llegaban cada día: compañeros y conocidos en Italia contagiados o muertos, noticias de la gravedad que se vivía en pueblos y regiones donde habíamos tenido experiencias de apostolado, y preocupación por nuestras familias en México. Las primeras semanas sobre todo, hubo muchos momentos de oración y adoración perpetua ante el Santísimo Sacramento para pedir a Dios que esta crisis pasara pronto.

A pesar de esto, hubo un buen ambiente de colaboración, trabajo y estudio en el colegio; la mayoría estaban dedicados a sus tesis de licenciatura o doctorado, a las clases en línea y a las tareas. La biblioteca fue muy usada para investigar y como lugar de estudio. La mayoría tuvimos más tiempo también para descansar y hacer deporte, y casi en todo momento había gente en el gimnasio, o corriendo o caminando por los jardines.

En este tiempo de dificultades y preocupaciones, entre los sacerdotes del colegio crecieron la fraternidad y la convivencia, y aprovechamos para conocer mejor a otros con quienes poco convivíamos por no coincidir en los horarios y por asistir a diferentes universidades.

Puesto que los trabajadores dejaron de ir al colegio, nosotros asumimos sus labores: asear la cocina, lavar los trastes, ayudar en la lavandería, hacer el aseo de toda la casa y atender la recepción. Por ser muchos, todo el trabajo se realizaba de manera rápida y la casa estuvo notablemente más limpia y ordenada que antes. Hemos valorado más el servicio que las religiosas prestan en nuestro colegio; también para ellas el trabajo ha crecido y su esfuerzo es ejemplar, estamos muy agradecidos por el cariño con que preparan la comida.

Gracias a Dios las condiciones de confinamiento para nosotros no han sido desfavorables en comparación con la mayoría de los italianos, una buena parte de los cuales viven en edificios de pequeños departamentos, por lo que el encierro se hace muy duro, junto con la preocupación económica, pues mucha gente no puede ir a trabajar o perdió su empleo; estas situaciones han causado mucho sufrimiento. En cambio, en el Colegio, nosotros hemos tenido condiciones adecuadas para continuar los estudios: ambiente de silencio, tranquilidad, sin necesidad de salir a buscar lo necesario; además, el terreno de la casa es muy grande, son cinco hectáreas en total, con salas para reuniones, jardines muy amplios, muchos árboles, canchas y huerto; y con más de 130 personas viviendo ahí el encierro no se siente, sobra a dónde ir y con quién platicar.

En este ambiente, que duró 8 semanas, nos sentimos en comunión de oración y sentimientos con nuestras familias, con los párrocos y fieles de las comunidades en las que hemos servido en México, en Italia y España, con los obispos mexicanos que nos han enviado mensajes de solidaridad y también con el Papa Francisco, al que acompañamos en las transmisiones de las ceremonias de Semana Santa y especialmente en la bendición Urbi et orbi que impartió con el Santísimo Sacramento el 27 de marzo, en la plaza de San Pedro completamente vacía.

La Semana Santa en el Colegio Mexicano fue muy distinta de todas las anteriores. Ordinariamente los padres vamos a apoyar en las parroquias italianas y españolas en las que nos piden servicio, o algunos prefieren permanecer en Roma para vivir esta semana con el Papa. Sin embargo, este año todo se celebró adentro: los que cantan bien organizaron un coro y ensayaron bastante; las religiosas adornaron la capilla y el monumento del Jueves Santo con las flores de los jardines; los que estudian Liturgia prepararon con esmero las celebraciones, que fueron muy cuidadas. El Jueves Santo hubo muchos gestos de fraternidad sacerdotal y la Vigilia Pascual revistió especial solemnidad y alegría.

 

2.    Regreso de los estudiantes de México

 

Los directivos del Colegio y los obispos mexicanos estuvieron en comunicación buscando posibles salidas de la situación que estuvimos viviendo: ¿regresar a México?, ¿continuar encerrados indefinidamente? La situación inédita que vivíamos no permitía tener elementos claros para decidir, pues una incertidumbre generalizada se cernía sobre todos los ámbitos, y no sabíamos si las cosas estarían peor mientras más pasara el tiempo. A pesar de las medidas preventivas, existía riesgo de contagio; ya había pasado en varias casas religiosas y de sacerdotes, y más recientemente en la Universidad Salesiana surgió un brote que hasta cuando se escriben estas líneas ha contagiado a la tercera parte de sus miembros y provocado la muerte de uno de ellos.

Los directivos del Colegio hicieron un sondeo entre los alumnos para saber cuál creían fuera la mejor decisión a tomar en esos momentos. Cada uno de nosotros tuvo opiniones distintas y situaciones muy particulares: unos querían regresar a México por la preocupación de la familia, otros quedarse por razones académicas, otros pensaban que debíamos esperar, pero la mayoría se inclinaba por el regreso. Así que el equipo directivo y los obispos de México encargados del Colegio Mexicano tomaron la decisión de aprovechar para repatriarnos (después de revisar varias opciones) un vuelo Roma-Cancún el 5 de mayo, y cerrar el colegio el 17 de mayo. Tal decisión se nos comunicó el 29 de abril. Existía la posibilidad de que algunos se quedaran en Roma, pero no en el Colegio Mexicano.

Nuestra salida fue precipitada, tuvimos poco tiempo para despedirnos entre nosotros, para hacer nuestro equipaje y asimilar lo que venía. El ambiente se tornó triste por la manera en que terminaron las cosas, pero creemos que fue la mejor decisión, o al menos lo que se pudo hacer ante la falta de certezas.

79 presbíteros y dos religiosas del Colegio aprovechamos el vuelo extraordinario del 5 de mayo con rumbo a Cancún. Tal vuelo iba a recoger a 135 italianos que permanecían varados en México. Desde Cancún tomamos otros vuelos hacia los distintos lugares del país. Quienes permanecen en Roma por diversas circunstancias buscarán dónde hospedarse en acuerdo con los directivos del Colegio Mexicano y con sus obispos. Quienes estaban a punto de terminar este año sus estudios, lo harán online desde México, y veremos qué sucede con quienes deben regresar porque les falta un año o más de estudios. Son circunstancias difíciles para todos sin duda, pero confiamos en la ayuda de la Providencia.

 

Guadalajara, Jalisco, 8 de mayo del 2020



[1] Jalisciense (Tepehuaje, 1986), presbítero del clero de Guadalajara (2014),  ha sido vicario parroquial en San Pedrito y en San Enrique Emperador, donde colaboró en el Colegio Fray Pedro de Gante. Cursa a la fecha la licenciatura en Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma.

[2] Este Boletín agradece al autor su inmediata disposición para componer esta crónica.



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