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Milagrosa imagen de Nuestra Señora de Tzapopan.

Descripción iconográfica

de un grabado novohispano del siglo xviii

Héctor Josué Quintero López[1]

 

Con el ánimo de contextualizar los centenarios

del nombramiento como Generala de Armas de Jalisco

de Nuestra Señora de Zapopan (1821)

y de su coronación pontificia (1921),

se ofrece en este artículo el análisis iconográfico

de un antiguo grabado que la representa.

 

 

Siendo la iconografía, desde hace ya muchos años, una disciplina que gracias a Aby Warburg, Erwing Panofsky y Ernst H. Gombrich permite a la historia del arte estudiar, describir, analizar y clasificar con soltura, profundidad y relevancia las imágenes de personajes, temas o tradiciones, no nos parece corto aplicar este análisis al antiguo grabado de Nuestra Señora de Zapopan salido de las planchas de la Bibliotheca Mexicana, imprenta creada por el doctor Juan José de Eguiara y Eguren (1696-1763), en 1757, para ilustrar la segunda edición del libro Origen de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia, Obispado de Guadalajara, en la América Septentrional, del jesuita Francisco de Florencia.

No es ajeno este grabado, de cuyo autor desconocemos el nombre, al que originalmente hizo otro hijo de San Ignacio de Loyola, Miguel Guerrero, en 1694, para iluminar la primera edición de dicha obra, patrocinada esa vez por el Obispo de Guadalajara don Juan Santiago de León y Garabito. Pero no es una copia ni mucho menos de ella, pues respecto a la primera, la “limpia” de la profusión de elementos y atributos para centrarse, absolutamente, en la imagen y en la divisa del epigrama latino que aparece al pie de ambas: Hæc fructus Tzapopæ quos tulit Eva nocentes dulces pro prime virgine Virgo dedit (“En Tzapopan, esta Virgen dio dulces frutos, en vez de la primera virgen, Eva, que los transformó en veneno”),[2] que se reproduce en la cuarta de forros de este fascículo.[3]

 

Descripción iconográfica

 

Se aprecia la imagen de Nuestra Señora de la Expectación con todos los elementos de un Verdadero Retrato, bajo rico dosel decorado con guardamalletas y espeso cortinaje, la imagen sobre una peana de muy rebuscada factura, con un atuendo anchuroso, túnica de amplísimas bocamangas y manto en forma de alcuza o campana, cabellera suelta y corona imperial, todo ello destacado gracias a un cerco que hace las veces de resplandor.

La imagen está colocada sobre un altar ya dispuesto para los oficios litúrgicos (la Misa), según lo echamos de ver en los candeleros encendidos, en los ramilletes, en los manteles que cubren el tablero y el ara de esta mesa y en el rico frontal que la adorna.

Muy relevante es advertir una circunstancia entonces de uso común para la veneración de las imágenes reconocidas como taumaturgas o milagrosas: que habitualmente los devotos no las veían, pues sólo en ocasiones muy contadas se descorría el velo que, a semejanza del que ocultaba en el templo de Jerusalén el Arca de la Alianza, servía para acentuar la sacralidad de la imagen, tal y como lo dispuso, en nuestro caso, el Obispo don Juan Ruiz Colmenero en su visita a la parroquia de Zapopan del 21 de agosto de 1649, cuando bajo pena de excomunión mandó que la imagen permaneciera bajo llave en su sitial, “cerradas las puertas del tabernáculo los días feriados y fiestas comunes, abriéndolo con velo corrido en las fiestas particulares, y quitado de suerte que la Imagen se descubra y ofrezca, dentro del tabernáculo mismo, a los ojos del pueblo en las de primera clase y mayor solemnidad”.



[1] Investigador del tema zapopano desde hace dos lustros y director desde el año 2007 del medio informativo Reina y Madre de Jalisco, es autor del libro Vengo siguiendo tus pasos, 80 años de fundación de la Guardia de Honor de Nuestra Señora de Zapopan. Estudio histórico-documental (2019). Actualmente termina, en Guadalajara, la licenciatura de Conservación y Restauración de Bienes Muebles.

[2] La traducción es del doctor Conrado Ulloa Cárdenas.

[3] En el del mes de febrero del 2020 se hizo lo mismo con el grabado de 1694, el de Miguel Guerrero, sj.



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