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El obispado de Nueva Galicia. Una episcópolis de frontera

Antonio Rubial García[1]

 

Se advierte en el estudio que sigue la participación protagónica

que en la configuración identitaria de la Iglesia particular de Guadalajara

tuvo el obispo andaluz don Juan de Santiago de León Garabito[2]

 

Aunque desde 1560 se había trasladado la capital episcopal de Compostela a Guadalajara, esta sede no se convertiría en el centro religioso más importante del norte de Nueva España sino hasta un siglo después. Los continuos enfrentamientos de sus obispos con los poderes civiles (el gobernador y la audiencia) impidieron que los prelados tuvieran el papel que sus homólogos desempeñaron en Puebla y Oaxaca. Por otro lado, la ciudad no pasó de ser un pueblo grande hasta mediados del siglo xvii, pues, con el auge minero de Zacatecas, Guadalajara había quedado fuera de la ruta de la plata. La construcción de una episcópolis sólo se pudo consolidar cuando la ciudad comenzó a crecer en habitantes y a convertirse en una sede episcopal prominente, sobre todo con el aumento de su renta decimal a partir de 1688.[3]

A este auge correspondió también la gestación de los dos santuarios más importantes del reino: Zapopan y San Juan de los Lagos. Ambos, sin embargo, tuvieron un desarrollo diferente; el primero despuntó tempranamente, alrededor de 1660, a la par que la ciudad, con cuyo destino se vinculó al recibir entre sus visitantes a los pobladores de los alrededores de Guadalajara; el segundo, en cambio, evolucionó gracias al auge agrícola, ganadero y minero de los Altos de Jalisco desde mediados del siglo xvii y concentró su influencia en Zacatecas y Aguascalientes, aunque para finales de la centuria llegaban a él peregrinos desde Guanajuato, Michoacán, Coahuila y San Luis Potosí.

El primer obispo al que se menciona en relación con el santuario de Zapopan es Juan Ruiz Colmenero (1646-1663), quien en 1653 mandó levantar al cura del lugar una información testimonial sobre los prodigios que se desarrollaban ahí y, por decreto, declaró “milagrosa” la imagen de Nuestra Señora de la Concepción de Zapopan. Él fue también quien ordenó que se celebrase su fiesta el 18 de diciembre de cada año. Sin embargo, según informa Florencia, sólo logró averiguar que hacía milagros, pero no se podía mencionar ninguno en especial, “por la incierta especialidad de ellos” y porque la distancia del tiempo lo impedía. Por tal razón, el obispo ordenó al mismo cura “hiciese información plena de los sucedidos desde aquel año en adelante”.[4] Ruiz Colmenero también se vio vinculado con la erección de una capilla dedicada a la milagrosa Virgen de la Soledad, construida a un costado de la catedral de Guadalajara con los bienes del capitán Juan Bautista Panduro, de su mujer Juana Ramón y de la cofradía de la Soledad. La obra del santuario, iniciada en 1658, fue concluida entre 1674 y 1676 y consagrada por el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz, antes de pasar a ocupar la sede poblana.[5]

En cuanto a la Virgen de San Juan de los Lagos, Florencia señalaba que fue el obispo criollo Leonel Gómez de Cervantes “quien en 1634, visitando su obispado, dio providencia para mejorar y adornar su pobre casa”, que era la capilla de un primitivo hospital. Pero no fue sino hasta la visita del obispo Ruiz Colmenero en 1648 que se inició la construcción de un templo en forma. Después, durante una prolongada estancia de dicho prelado en el pueblo de Santa Lutgarda entre 1655 y 1659, atendió desde ahí a la terminación de la obra “como sobrestante”, sustituyendo el techo de madera del templo por uno de bóveda. También se debió a este obispo el nombramiento del primer capellán del santuario entre 1648 y 1650.[6]

Al llegar a la sede, el sucesor de Colmenero, Francisco Verdín de Molina (1665-1673), mandó hacer no sólo nuevas informaciones sobre Zapopan en el año de 1668, sino que también inició las del santuario de San Juan de los Lagos, comisionando a Juan Gómez de Santiago para sacar las informaciones de testigos con la ayuda de Juan de Contreras Fuerte, capellán del templo.[7] También a Verdín se debe la fundación de una cofradía bajo el nombre de Jesús para subvencionar la celebración de la fiesta anual, aunque al principio se opuso a que se creara dicha hermandad que estaba bajo la advocación de la Natividad.[8]

Sin embargo, el mayor impulsor de ambos santuarios (y de otros) fue el obispo andaluz Juan de Santiago y León Garabito (1678-1694).[9] En 1681 este prelado daba el primer paso con la creación de la cofradía de Nuestra Señora de la Expectación, con sede en el santuario de Zapopan, que estaba destinada a dotar a mujeres pobres para el matrimonio y a celebrar la fiesta tutelar.[10] Diez años después, en 1691, a raíz de un brote epidémico que provocó numerosas muertes en la ciudad de Guadalajara y su distrito cercano, el obispo determinó llevar la imagen desde el santuario de Zapopan a la catedral e implorarle por medio de una novena que detuviera la peste. A él se debió también la reparación del templo antiguo y, según Florencia (que escribía en 1694), estaba emprendiendo la construcción de una nueva iglesia “de tres naves, y toda de bóveda” y que “en acabándose no habrá otra mejor, ni aun semejante en toda Guadalajara, excepto la catedral de ella”. El cronista agregaba que Garabito, por sus enfermedades, se había “recogido por devoción y necesidad [en Zapopan] y allí casi se ha mudado del todo […] y en ella ha fabricado vivienda, aún mejor y mas acomodada que la que tiene en Guadalajara”.[11] Antes de su muerte incluso dejó una “reliquia” de la imagen para un templo dedicado a la Virgen de Zapopan que se estaba construyendo en la gobernación de Coahuila, posiblemente en Monclova.[12]

El mismo año del traslado de la Virgen de Zapopan a Guadalajara, 1691, Garabito solicitaba información sobre el santuario de San Juan de los Lagos y sobre cuál había sido su situación desde 1668, año en que se hizo la anterior información. La carta, que reproduce Florencia en su crónica, es muy ilustrativa, pues muestra los puntos de interés del episcopado respecto a los santuarios: la iglesia, su fábrica, con sus dones y ornamentos; “los milagros recientes y los fundamentos que de ellos se tuviere”; los ministros que le asisten y el beneficio o parroquia a la que pertenece el santuario; el día de su fiesta, si hay otros días festivos en el pueblo y el modo con que se celebran; las estampas que circulan de la imagen y las cofradías que ahí funcionan.[13] Su última labor fue el encargo al experto en santuarios, el jesuita Francisco de Florencia, para que escribiera una obra sobre ambos y el envío de traslados de los testimonios, informaciones y papeles oficiales de los archivos de la diócesis para que se documentara. La culminación de su labor fue el pago de la edición del libro a su costa realizada en México en 1694.[14] El cronista hizo una elogiosa mención de su mecenas en su introducción hablando de la conjunción y armonía que existían entre los signos zodiacales vecinos de Leo y Virgo como símbolos de la relación del obispo León Garabito con la Virgen María. Fue también la obra de Florencia la que asoció al prelado andaluz con el tercer santuario más importante de la diócesis: la Cruz de Tepic. Éste era un extraño fenómeno que dibujaba con zacate una cruz sobre el suelo sin cambiar de forma ni secarse y que se pensaba había sembrado un tal Mateo o Matías, discípulo de Santo Tomás apóstol.[15] León Garabito conoció este santuario, controlado por los franciscanos, en una visita pastoral que realizó en 1678, y autorizó el culto, que consistía en que los peregrinos tomaban hierbas y tierra de los alrededores de la cruz e incluso hacían con eso panecillos para comer.[16]

El obispo erigió además en el santuario una cofradía del Santísimo Sacramento y solicitó a otro jesuita, Miguel Guerrero, que realizara en cobre un grabado para representar el prodigio y el santuario, el cual se incluyó en la obra impresa de Florencia sobre los dos santuarios marianos de Nueva Galicia. Por último, este obispo impulsó la capilla anexa a la catedral de Guadalajara dedicada a la veneración de la imagen de la Virgen de la Soledad, para lo cual promovió la fundación de una congregación de sacerdotes bajo el título de Oblatos del Salvador. Aunque no pudo ver esta obra concluida, en su testamento dejó un terreno para que fuera la sede de dicha hermandad; la obra fue terminada por el cabildo de la catedral entre 1695 y 1701.[17] Por la promoción de esos cuatro santuarios, León Garabito pasaría a la posteridad como el primer prelado forjador de una identidad neogallega.



[1] Historiador, investigador y académico mexicano (1949) especializado en los procesos de la evangelización en los tres siglos de la época novohispana y en su desarrollo social y cultural.

[2] Tomado del artículo Iconos vivientes y sabrosos huesos. El papel de los Obispos en la construcción del capital simbólico de la episcópolis de la Nueva España (1610-1730), unam, 2017, p. 217-266

[3] Tomás Calvo, “Una pastora y su rebaño en las praderas del tiempo: catedral y ciudad (siglos xvi-xviii)”, en La catedral de Guadalajara. Su historia y significados, 3 v., Zapopan, El Colegio de Jalisco, 2012, v. I, pp. 99-135, pp. 106 y ss.

[4] Francisco de Florencia, Origen de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia, Obispado de Guadalajara en la América septentrional, México, José Guillena Carrascoso, 1694 [aquí utilizo la edición de México, Biblioteca Mexicana, 1757], cap. i, inc. 5, p. 13.

[5] Luis Enrique Orozco, Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara, 2 v., Guadalajara, Imprenta de José de Jesús Vera, 1954, v. i, p. 53.

[6] Alberto Santoscoy, Historia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos y del culto de esta milagrosa imagen, en Obras Completas, 2 v., coord. por Lucía Arévalo Vargas, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, 1984 [1903], v. i, p. 560 y s.

[7] Florencia señala que el obispo Verdín fue quien forjó “el crédito de sus milagros”. Origen…, p. 52.

[8] Informe de Nicolás de Arévalo, Capellán Mayor del Santuario de San Juan de los Lagos, 1693, en ibid., p. 139.

[9] El jesuita Miguel Castilla, su confesor, publicó dos textos sobre las virtudes de este obispo a su muerte: El león mystico. Oración fúnebre y elogio panegyrico de el Illmo. Sr. Dr. D. Juan de Santiago de León Garavito de inmortal memoria... Obispo de Guadalajara, México, Juan Joseph Guillena Carrascoso, 1695, y Espejo de exemplares obispos: trasumpto moderno de los antiguos prelados de la primitiva yglesia, historiado y discurrido en la ajustada vida, y heroycas virtudes del Illustrissimo, y Reverendísimo señor doctor D. Joan de Santiago de León Garavito, México, Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón, 1698. En ambos se exalta su actividad como promotor del santuario de Zapopan.

[10] Armando González Escoto, “Erección de la cofradía de Nuestra Señora de Zapopan”, Estudios Históricos, v. iii, n. 9, 1979, p. 8-19. El artículo es de hecho el documento íntegro de la erección.

[11] Florencia, Origen…, p. 37 y s.

[12] Real Cédula a Francisco Cuervo de Valdés, gobernador de la provincia de Coahuila, en respuesta a su carta del 18 de julio de 1698 sobre la construcción de una capilla para el culto a Nuestra Señora de Zapopan en Coahuila, agi, Audiencia de Guadalajara, v. 232, L. 9, f. 17r-17v.

[13] Florencia, Origen…, p. 114 y s.

[14] Jason Dyck, The Sacred Historian’s Craft. Francisco de Florencia and Creole Identity in Seventeenth-Century New Spain, tesis de doctorado en Filosofía, Toronto, University of Toronto, 2012, p. 286 y s.

[15] Guillermo García Mar, “Entre saqueo, aroma de humo y reliquias prohibidas: el santuario de la Santísima Cruz de Tepic, 1619-1812”, Letras Históricas, n. 8, primavera-verano de 2013, p. 41-69.

[16] Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia, Crónica de la provincia de Santiago de Xalisco, 1719-1722, Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, 1962, p. 151.

[17] Orozco, op. cit., v. I. p. 53.



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