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Los Observatorios en la vida de don José María Arreola Mendoza

(1870-1961)

Laura Catalina Arreola Ochoa[1]

 

Se ofrece aquí una apretada síntesis del legado científico

del presbítero don José María Arreola en el campo de la astronomía,

contextualizando así su aniversario natalicio cl[2]

 

Agradezco al equipo de este Boletín su interés en rendir un justo y merecido homenaje a la memoria del sabio presbítero don José María Arreola Mendoza, ya que este 3 de septiembre del 2020 se ha cumplido el cl aniversario de su nacimiento y desafortunadamente no se puedo hacer un acto público –como se estaba planeando–, debido al periodo extraordinario que nos ha tocado vivir con la pandemia del covid19. ¡Qué ironía, a él le toco vivir la pandemia de la influenza de 1918, malamente apodada gripe española!

 

Exordio

 

Escribir en torno a tan singular personaje de la ciencia en Jalisco, que desde muy temprana edad traspasó las fronteras del territorio nacional al publicar sus primigenias investigaciones sobre el Volcán de Fuego o el Colima, trabajos que aún hoy en día son de gran interés para los estudiosos de los volcanes, me permite presentar uno de los muchos aspectos que abarcó en su prolífica vida consagrada a la ciencia, su dedicación y empeño en el establecimiento de distintos observatorios.

 

1.    Su formación

 

Fue en el Seminario Conciliar de Señor San José de Zapotlán el Grande, donde estudió y se ordenó sacerdote, que tuvo su primer acercamiento a los laboratorios de física y química, con lo que se puede especular que fueron el detonante para desarrollar su talento innato para las ciencias naturales. El Seminario de Zapotlán el Grande, desde sus principios, se destacó por la importancia que sus rectores daban a la enseñanza de la ciencia, por lo que contaba con sus propios laboratorios con equipos científicos traídos desde París y otros más fabricados por artesanos de la región. Fue a iniciativa del señor Rector Canónigo Pantaleón Tortolero, en el año de 1872, que se incrementaron las cátedras de ciencias y se estableció el gabinete de física y el primer observatorio astronómico, que solo fue posible que funcionara por muy corto tiempo en su primer momento. Escribió entonces Monseñor Tortolero: “Así es que no muy tarde tendremos la satisfacción de que nuestro observatorio esté en comunicación constante con el Observatorio Central de la ciudad de México, según lo acordado con el director de éste”.[3] Es importante mencionar que el observatorio que anheló el Rector Tortolero no fue construido; sólo se compraron los aparatos necesarios; no fue sino hasta que el aún estudiante José María, quien ya apoyaba en los laboratorios a sus profesores, se dio a la tarea de armar el Observatorio de Astronomía y Meteorología (1892), guiado por el distinguido director del Observatorio Central, don Mariano Bárcena, con lo cual empezó la comunicación y colaboración entre el Observatorio de México y el recién fundado Observatorio del Seminario, por lo que éste fue incluido en la Red de Observatorios del territorio nacional.

            Al mismo tiempo que realizaba las observaciones meteorológicas y cumplía con sus labores docentes, en silencio se dio a la tarea de idear y construir algunos aparatos que utilizaría para iniciar las observaciones sistemáticas del Volcán de Fuego (1893) desde el mismo observatorio. Así pues es que se consagro día y noche a observar las constantes manifestaciones del coloso, inventó su propio método de observación y creó una plantilla de goma con la imagen de los volcanes para dibujar la forma de las erupciones. La observación del cráter del volcán le permitió establecer por escrito todas sus manifestaciones, por insignificantes que fuesen, ilustrando con dibujos las más interesantes, que eran enviadas al Observatorio Central de la ciudad de México para ser incluidas en el boletín mensual el que se enviaba a los observatorios de diferentes partes del mundo.

 

2.    El primer observatorio vulcanológico en tierras mexicanas

 

Así pues, en el año de 1893 quedó formalmente establecido el primer Observatorio Vulcanológico en nuestro país y en el continente, ya que no se tienen registros de que en algún otro se realizaran este tipo de registros sistemáticos desde un observatorio construido exprofeso; sólo existía en Italia el dirigido por el doctor L. Palmieri para observar el Vesubio, fundado en 1873. Los informes sobre el comportamiento del volcán incluyen una escala que fue ideada por el propio Arreola para explicar la intensidad de las fumarolas: “las pequeñas van de 1 a 3, las regulares de 3 a 5, las medianas de 5 a 8, las grandes de 8 a 10, y la máximas de 10”.[4]

            A propósito y como resultado de sus estudios sobre Geología y observaciones al Volcán nuestro joven sabio Arreola, se aventura a pronosticar ¡temblores! Hecho que aún hoy en día se pone en controversia el que como era posible realizar ese tipo de fenómenos. Es gracias a las notas de Diarios y Periódicos de la época en que vamos a encontrar datos de que el padre Arreola pronostica temblores.

            Para el año de 1896 fue invitado por el Obispo de Colima, don Atenógenes Silva, para que construyera en el seminario de dicha ciudad otra estación vulcanológica, y así estudiar más de cerca al volcán. A su partida a Colima dejó al frente del Observatorio de Zapotlán a su alumno Severo Díaz Galindo. Los trabajos de los dos observatorios fueron dirigidos por el propio José María. En el año de 1898 fue invitado a formar parte del claustro de profesores del Seminario Conciliar de Señor San José en la ciudad de Guadalajara, dejando al frente del Observatorio de Colima a don Salvador Castellanos, quien también fuera alumno en el Seminario de Zapotlán.

            Sus observaciones del volcán no sólo se dieron a conocer en los boletines científicos de la época, sino que también disertó en distintos foros donde presentó sus conclusiones: en la Sociedad Científica Antonio Alzate, en la ciudad de México, presentó su Catálogo de las erupciones del Volcán Colima, 1576-1892 y las Erupciones del Volcán Colima. En el año de 1902 presentó Nueva teoría sobre vulcanismo y descripción de un evaporómetro.

            Es de destacar que en su visita pastoral a Zapotlán el Grande, el Arzobispo don Pedro Loza y Pardavé quedó gratamente impresionado con los observatorios y los conocimientos del joven Arreola; luego de conocer las instalaciones pasó a bendecirlas. Estos dos observatorios tuvieron una vida productiva de más de veinte años.

            De manera que a su llegada a Guadalajara será nombrado profesor de las cátedras de astronomía, física y química e historia natural. Luego de un periodo como catedrático en el Seminario y en el Instituto San Ignacio de Loyola, se da a la tarea de construir en la azotea del seminario los observatorios de meteorología y astronomía; estos importantes acontecimientos tienen lugar en los años de 1903 y 1904, para celebrar las Bodas de Plata del Papa León xiii como Obispo de Roma. Así pues, fue el arzobispo don José de Jesús Ortiz y Rodríguez quien encabezó los actos de bendición de los observatorios. A diferencia de los de Zapotlán y Colima, no se va a contar con la sección de vulcanología, que continuaba funcionando allá bajo la supervisión del propio José María. Otro elemento importante de rescatar de Arreola es que fue un divulgador de la ciencia, pues en cada lugar de trabajo fundó algún boletín científico y religioso, para dar a conocer sus observaciones meteorológicas y vulcanológicas y noticias relevantes en torno a la ciencia.

 

3.    Una mancuerna insólita para las ciencias y la cultura en Jalisco

 

Con respecto a los trabajos realizados en los nuevos observatorios de Guadalajara, habría que destacar algunos de los más importantes y que sin duda sentaron un precedente en las observaciones que se realizaban en otros espacios similares. El año de 1904 fue probablemente uno de los momentos más importantes científicamente hablando en la vida de nuestro sabio, ya que mantenía correspondencia epistolar con los esposos Pierre y Marie Curie, quien recién habían descubierto el nuevo elemento el Radio; es decir que Arreola tuvo la fortuna de recibir de parte de ellos una partícula de radio en un espintariscopio de Crookes, con la que de inmediato se dieron a la tarea Arreola y Díaz de realizar algunos experimentos, como lo demostraron a través de una radio fotografía que fue publicada en su tiempo.

Estos dos hombres de ciencia jaliscienses fueron pioneros en ese tipo de experimentos en nuestro país. Años más tarde, este acontecimiento científico daría pie a uno de los cuentos de Juan José Arreola, sobrino de don José María: ‘El prodigioso miligramo’.[5]

            Son muchas y variadas las facetas en las que incursionó Arreola para dar explicación a lo que le intrigaba de los fenómenos naturales y fue su herramienta principal en el ámbito de la enseñanza la constante búsqueda. Esto lo llevó, por ejemplo, a observar el disco solar para encontrar algunas respuestas a sus inquietudes sobre los temblores y las erupciones volcánicas; por varios años, él y su colega Severo Díaz observaron y dibujaron las manchas solares; algunos de esos dibujos realizados por Arreola se encuentran en la Biblioteca del Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara.

El recién inaugurado observatorio del Seminario de Guadalajara se incluyó en la red del Observatorio Central de México. En la Exposición Internacional de San Luis Misuri de 1904 se dio a conocer el nuevo observatorio y quedo incrito como parte de The Meteorological Service of the Mexican States. En esa misma ocasión le fue entregada una medalla de oro y un diploma por sus aportaciones científicas y su colección de aparatos.

Para dar a conocer las observaciones meteorológicas y del sol, se publicaban las informaciones en el periódico católico El Regional, en el Boletín del Seminario y en Democracia Cristiana. Dando nota de los trabajos, no podemos dejar de mencionar el paso del cometa Halley en el año de 1910, que fue visto desde el propio observatorio del Seminario a principios del mes de abril, acontecimiento que causó gran revuelo entre la población. El novelista Agustín Yáñez, en Al filo del Agua (1947), lo narró de una manera magistral. No hay que olvidar que desde la antigüedad los cometas han inquietado a la humanidad, y que se les han relacionado con que son portadores de desgracias en la tierra. Recordémonos que en ese año en México, en el mes de noviembre, estalla el movimiento armado, que durara varios años.

 

4.    Los sismos de 1912 en Guadalajara

 

Teniendo en cuenta los estudios sobre vulcanología y geología, recordemos que en Zapotlán José María dio sus primeras predicciones sísmicas, de las que quedaron registros. Esto viene a colación porque en el año de 1912 nuevamente se atrevió a predecir una serie de seísmos que ocurrirían en Jalisco, principalmente en la capital; estos fenómenos, según Arreola, serían en los meses de junio a agosto, dando día y hora de los movimientos; a este fenómeno se le conoce como enjambre sísmico. En efecto, fueron varios y de diversa intensidad los que se sintieron y causaron gran pánico. Fue tal el enojo del Gobernador, Alberto Robles Gil, que convoco a ingenieros de México para que vinieran a desacreditar lo dicho por Arreola y Díaz. En la prensa de la época se pueden ver los estragos que causaron los temblores y cómo la sociedad se divide entre los que apoyan lo dicho por Arreola y los que están esperando que deje de temblar, y el gobierno culpando del despoblamiento de la capital al padre Arreola, al grado de ordenar su destierro del territorio jalisciense.

Es pues en la prensa de la época donde podemos hoy en día documentar este importante episodio en la vida de nuestro personaje, que sin duda causó y aún sigue causando controversia por el método utilizado y por tener la valentía de predecir los sismos con día y hora, y que varios de sus pronósticos fueron acertados.

            A propósito de los sismos, y sus estudios en este campo de la ciencia, nuevamente va a influir en su sobrino Juan José. ¿Por qué digo esto? En la novela La feria, el tema de los temblores va a ser parte central del texto, y los diálogos están escritos de una forma en que pareciera que estuviésemos viviendo el momento mismo del terremoto. Estos temas eran pláticas obligadas en las tertulias de la familia Arreola; yo creo que Juan José hace un homenaje a su tío José María tanto en el cuento ‘El prodigioso miligramo’ como en su única novela, La feria.

            A pesar de los ataques de que fuera objeto por parte de las autoridades, Arreola no abandona la ciudad; continúa su labor científica y docente en el seminario, siguió con sus estudios geológicos para demostrar que los enjambres son producto de las fallas que cruzan el territorio y que este tipo de fenómenos son cíclicos. Por desgracia lo que provoca que se interrumpan los trabajos en los observatorios de la Diócesis es la entrada de las tropas revolucionarias a Guadalajara el 8 de julio de 1914, lo cual marca un triste fin a los trabajos científicos que se venían realizando desde 1892 en Zapotlán, Colima y Guadalajara y cierra un ciclo de veintidós años de trabajos en los observatorios.

            Con los conflictos armados y las diferencias que tuvo con las nuevas autoridades eclesiásticas de la Diócesis, Arreola se vio en la necesidad de salir del estado y aceptar la invitación para fundar en en el Seminario de Morelia un observatorio, y luego otros dos en San Luis Potosí y Zacatecas.

            Con estos acontecimientos se cierra un episodio en la vida del sabio y los observatorios que fundó y dirigió, además de dar a conocer sus trabajos en distintos foros nacionales e internacionales poniendo en alto la labor científica de esas instituciones. Por último, no se puede dejar de mencionar que trabajó en el Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara hasta el año de 1947, y en su casa en la calle de Mezquitán construyó su propio observatorio.



[1] Maestra en historia contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid; Profesor Investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Guadalajara, pertenece al Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara.

[2] Este Boletín agradece a la Mtra. Arreola su total interés en componer este artículo en el marco del sesquicentenario de su ilustre tío.

[3] Cf. Pantaleón Tortolero. Pantaleón, Informe que el presbítero Vice-Rector del Seminario C. de Zapotlán. Rinde sobre el estado que guarda el expresado establecimiento en el año de 1881, Zapotlán el Grande, 1881, p. 11.

[4] El Faro, Periódico Independiente de Variedad y Noticias. Ciudad Guzmán, Jalisco a 12 julio de 1894.

[5] Juan José Arreola, Confabulario total, 1941-1961, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, pp. 91ss.





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