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La imagen marfileña de Nuestra Señora de la Expectación de Zapopan,

un testimonio del comercio transoceánico del marfil en el siglo xvii

Melissa Espinosa Rivera[1]

 

Una perla casi en sentido literal del culto mariano en el Obispado de Guadalajara

es la réplica de marfil de la imagen de Nuestra Señora de Zapopan,

que se mandó hacer cuando el comercio entre Asia y España tocaba,

a través del Galeón de Manila, los puertos neogallegos de San Blas y de la Navidad.

 

 

Exordio

 

La imagen de Nuestra Señora de Zapopan,[2] a la que el Ayuntamiento de Guadalajara concedió el título de Generala de Armas del Reino de la Nueva Galicia el 15 de septiembre de 1821, tiene una cauda de antecedentes históricos tan larga que se remontan al origen de esa circunscripción, de la que nació luego el Estado de Jalisco.

En el año de 1734 la misma instancia civil ya había obtenido de la autoridad eclesiástica que la imagen recorriera los templos de la ciudad entre el 13 de junio y el 4 de octubre, que es como decir en el tiempo de aguas, para proteger a sus habitantes de las descargas eléctricas provenientes del cielo, lo que dio lugar a una romería que ahora se hace el 12 de octubre, acompañada por un cortejo de danzas de sabor amerindio que acaban de recibir como especial reconocimiento por parte de la unesco el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.[3]

Y bien, al tiempo que la pequeña imagen hace su recorrido, en el nicho de su Basílica ocupa su lugar una réplica[4] confeccionada con un material precioso y hoy en día de comercialización prohibida, el marfil.

Que de este culto tan antiguo tengamos ya noticias impresas a finales del siglo xvii[5] es más que notable, no menos que el santuario que ya para entonces se había edificado para su culto en la diminuta población de Zapopan, donde quiso residir el Obispo Juan Santiago de León Garabito, que ciñó la mitra tapatía entre 1677 y 1694, año de su muerte.

Como él fue el más empeñoso promotor del culto zapopano y también quien autorizó que por primera vez la frágil y muy pequeña escultura original fuera trasladada a Guadalajara de forma temporal, no descartamos que también tenga que ver con el tema aquí desarrollado, sólo que mientras no contemos con algo más tangible que una suposición lo mencionamos como de paso por la singularidad ahora abordada.

 

1.    Contexto histórico

 

Entre los diversos factores que contribuyeron al desarrollo y auge económico de la Nueva España y por ende el cultural y el artístico, un detonador muy grande fue el comercio transoceánico entre Oriente y Occidente a través de la ruta que hizo posible, en 1565, el tornaviaje de la expedición encabezada por Miguel López de Legaspi y fray Andrés de Urdaneta, osa, la cual zarpó del Puerto de la Navidad y retornó al de San Blas, en el litoral del Reino de la Nueva Galicia, no sin antes dejar en las Islas Filipinas, que así serán bautizadas, la simiente de lo que será el puerto de Manila.

Luego de esta fecha y durante 250 años, la mayor embarcación jamás construida en todos los tiempos fue y vino, trayendo y llevando los artículos y la materia prima más refinada y exquisita de entonces, lo cual convirtió a la Nueva España en un puente comercial y cultural que tuvo en Acapulco su enclave estratégico por excelencia. Lo más notable del caso fue el nexo intercultural que derivó de esto, pues los artesanos locales, inspirándose en los artistas del lejano Oriente, adoptaron materiales, formas, motivos y modelos de influencias oriental al gusto novohispano.[6]

Las provincias costeras de Zhejiang, Guangdong y Fujian[7] en el Imperio del Medio se fortalecieron gracias a la creación de la Compañía de las Indias Orientales, y con ello el establecimiento en Manila de un Parián, barrio que no tardó en poblarse de talleres, maestros y oficiales chinos, bautizados como sangleyes, especialistas en la confección, intercambio y comercio de mercancías finas en todas sus variantes y posibilidades.

El centro productor de las tallas en marfil fue Zhejiang,[8] y en consecuencia, alentados por la demanda, los talleres de imaginería se vieron impelidos a satisfacer una demanda grandísima y exigente con temas iconográficos y devociones propias de la fe católica luego del Concilio de Trento (1563), aunque muchos de los artesanos ni profesaran esa fe ni la entendieran.[9]

 

2.    El culto mariano en la Nueva España

 

Viéndolo bien, ni el comercio entre China y Europa a través del Galeón de Manila ni el desarrollo exitoso del culto mariano en la Nueva España son algo separado o distante. Lo primero fue la aspiración que lanzó al genovés Cristóbal Colón, con el auspicio de la Reina de Castilla, a finales del siglo xv, en pos de una ruta que llegara precisamente a las fuentes de la seda y de las especias.

            Lo segundo, a la aceptación inmediata que en el indocristianismo tuvo el culto mariano, de lo cual da fe el ya citado jesuita en obras tales como La milagrosa invención de un tesoro escondido en un campo… (1685), dedicado a Nuestra Señora de los Remedios; La estrella del Norte de México… (1688), a Nuestra Señora de Guadalupe; La Casa peregrina… a Nuestra Señora de Loreto; Origen de los dos célebres Santuarios de Nueva Galicia (1694), que ya citamos, y la corona de todos, el Zodiaco mariano en que el Sol de Justicia Christo con la salud en las alas visita como Signos y Casas proprias para beneficio de los hombres los templos y lugares dedicados á los cultos de su SS. Madre, por medio de las más célebres y Milagrosas Imágenes de la misma Señora, que se veneran en esta América Septentrionale, y Reynos de la Nueva España; aun cuando se publicó muchos años después de la muerte de su autor (1755), no deja de ser muy significativo lo que investigó y dejó listo para ser publicado el jesuita historiador.

            Si nos atenemos a la materialidad de la imagen original de Nuestra Señora de Zapopan, encontraremos que ella es la más autóctona posible: pasta de caña de maíz y madera ligera, por tanto, era lógico que se mandaran hacer réplicas de su cabeza y manos para forjar la imagen que ocuparía el sitio de la original el tiempo de la estancia de ésta en Guadalajara

 

3.    Características de la eboraria china

 

Pese a lo mencionado anteriormente, es posible apreciar que las esculturas realizadas por eborarios chinos muestran una influencia cultural observable principalmente en características como los ojos rasgados o muy almendrados, con párpados abultados, nariz recta, larga y afilada, labios rojos y delgados, frente amplia y despejada, cabello largo y sobre los hombros tallado en forma de ondas fluidas, así como manos con dedos largos y delgados.[10]

Otras características que dependían principalmente del presupuesto y la disponibilidad del material son la presencia de policromía, que era utilizada para enriquecer el trabajo al aportar mayor realismo a las esculturas a través de drapeados, perfiles y ojos con base de la técnica de temple; también es posible encontrar figuras en las cuales el marfil era empleado sólo para las encarnaciones.[11] Algunas de las características mencionadas es posible observarlas en la escultura de Nuestra Señora de la O.

En las imágenes a continuación se puede ver que las esculturas de eboraria india se diferencian por rasgos como ojos almendrados, nariz un poco más ancha, rostro redondo y frente pequeña, así como manos de dedos cortos y anchos.

El hecho de que haya sido creada una réplica de la Virgen de Zapopan en el Parián de Manila por manos de sangleyes, para después recorrer una gran distancia hasta llegar a lo que antes era la Nueva Galicia, muestra no sólo la capacidad económica que se tenía, ya que el marfil era un material de alto costo debido a su naturaleza, así como la destreza de la mano de obra para su creación y su consiguiente transporte, sino que también implica el alcance del crecimiento devocional al requerir una réplica que pudiera ser colocada en el altar para el cumplimiento del ciclo ritual de una tradición floreciente que perdura hasta hoy en día.

Por lo ya dicho, aunado a muchos otros factores, es necesario entender el gran valor que tiene esta escultura de la Virgen de la Expectación como evidencia vigente del intercambio cultural tan intenso que trajo consigo el Galeón de Manila en los dos siglos y medio de su ruta.



[1] Estudia la licenciatura en conservación y restauración de bienes muebles en la ecro. Tomás de Híjar revisó el texto.

[2] En términos iconográficos, tiene los atributos de la Inmaculada Concepción de María. Empero, cuando el obispo Juan Ruiz Colmenero pidió que ya no se le reconociera de ese modo, sino como de la Expectación del Parto de la Santísima Vírgen o Nuestra Señora de la O, se incluye ahora, como parte de su atuendo, una referencia a su gravidez e inminente parto, según lo recuerda este título, muy entrañable en su tiempo para la Iglesia visigótica.

[3] Declaración de la unesco durante la xiii sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, celebrada en Port Louis, Mauricio.

[4] Se le conoce más bien como la Peregrina.

[5] En el libro de Francisco de Florencia, s.j., que lleva el título de Origen de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia, Obispado de Guadalajara en la América Septentrional, que publicó el impresor de la ciudad de México Juan José Guillena en 1694.

[6] Gonzalo Obregón, “Influencia y contrainfluencia del arte oriental en la Nueva España”, en Historia Mexicana, El Colegio de México, 1964, pp. 292-302.

[7] También es posible encontrarlas como Zhang-Zhou, Cantón y Fukién, respectivamente.

[8] Ubicado en la costa de Fujian.

[9] Lydia Sada de González, “Marfiles”, en Ivories from the Far Eastern Provinces of Spain and Portugal, de Margarita M. Estella Marcos et al., Monterrey, Espejo de Obsidiana Ediciones, 1997.

[10] Beatriz Sánchez Navarro de Pintado, Marfiles cristianos del Oriente en México, México, Fomento Cultural Banamex, 1986.

[11] Op. cit.



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