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El Seminario Conciliar de Guadalajara a comienzos del siglo xx Carlos Francisco Vera Soto, MSpS[1]
Hasta la publicación de este trabajo, sólo teníamos noticias vagas de un capítulo muy complicado de la historia reciente de la Iglesia en Guadalajara relativo al Seminario Conciliar al tiempo de la sede vacante del Arzobispo José de Jesús Ortiz (1912).[2]
1. El Arzobispado de Guadalajara
Guadalajara fue fundada como Diócesis por Paulo iii el 13 de julio de 1548[3] mediante la bula Super speculam militantis Ecclesiae,[4] con el título de Compostelana por habérsele asignado como sede la ciudad de Compostela; fue trasladada a Guadalajara, que fue siempre la efectiva, por Real Cédula del 10 de mayo de 1560. Pío ix la elevó a Arquidiócesis mediante la bula Romana Ecclesia,[5] del 6 de enero de 1863. En cuanto a la extensión de la Arquidiócesis en el periodo que nos ocupa, no pudimos encontrar datos precisos en los archivos consultados porque no existen en el Archivo Secreto Vaticano, relaciones de visita ad Limina de 1900 a 1922. Sin embargo, en 1954 tenía una extensión de 52 000 km2, que es aproximadamente el territorio que conservó hasta la erección de la Diócesis de Autlán en 1961. El mismo problema nos encontramos para la población de la Arquidiócesis, pero para 1909 vemos lo siguiente:
En cuanto a la población de la Arquidiócesis, por los informes de los señores párrocos, en la capital hay 143 779 (los datos oficiales de dos a cinco años antes acusan 110 000) en cinco parroquias; y fuera, en 76 parroquias, 991 269 aproximativamente [sic]. Total: 1 135 048 habitantes.[6]
Cabe destacar la importancia de la sede, ya que desde antiguo Guadalajara figuró como un centro de cultura y economía independiente de la capital. Desde principios del siglo xx ha sido la segunda ciudad del país en población. A su crecimiento ha contribuido sin lugar a dudas su ubicación, ya que se encuentra en la parte oeste de la cuenca del río Lerma-Santiago, y al norte del lago de Chapala y en la región en que el paso a la Sierra Madre Occidental es más accesible; es por esto un lugar de tránsito forzoso hacia la vertiente oeste. Por eso Guadalajara se convierte en un centro en el que confluyen abundantes caminos.[7] A lo largo de los primeros años del siglo xx Jalisco incrementó su agricultura, comercio e industria, y en especial se desarrolló su capital, Guadalajara. Esto le permitió consolidar su independencia respecto del gran centro, la capital del país, y esto se va a manifestar en todos los órdenes, aun en el de la formación de su clero, como veremos más adelante. En general domina un clima templado, moderado, con corta oscilación térmica y lluvias en verano y principios del otoño. Las principales ciudades en esa época pertenecientes a la Arquidiócesis de Guadalajara eran, además de la ciudad episcopal, Zapotlán el Grande, Sayula, Colotlán, Lagos de Moreno y San Juan de los Lagos. 2. El Seminario de Guadalajara
Al comenzar el siglo xx el Seminario ocupaba la escuela anexa al santuario de San José de Gracia, en la ciudad de Guadalajara. El 31 de diciembre de 1899 había muerto el Arzobispo Jacinto López y Rodríguez y el 16 de septiembre de 1901 fue electo para ocupar su lugar don José de Jesús Ortiz, hasta entonces primer Obispo de Chihuahua. Al tiempo de tomar posesión, el Seminario estrenaba, junto con su renovada sede, un nuevo plan de estudios debidamente aprobado por su antecesor. En dicho plan se acogían las recientes prescripciones emanadas del Concilio Plenario de América Latina recientemente celebrado, y se proponía seguir las instrucciones del Papa León xiii.[8] Así, a principios del siglo, el Seminario de Guadalajara tenía 26 cátedras con 22 profesores, nuevos gabinetes de física y química y una biblioteca para el Seminario Mayor bastante rica, que contaba con unos 25 000 volúmenes, otra para el Seminario Menor no menos abundante y muchas ganas de trabajar. En 1900 estaban inscritos 45 alumnos internos y 81 externos, sin contar los de los dos Seminarios menores.[9] El Arzobispo determinó que en cuanto las obras del nuevo Seminario se concluyeran, todos los alumnos del Seminario Mayor pasaran a ser internos, y tomó una medida que pareció no gustar a algunos, pues se reservó el rectorado para sí mismo;[10] nombró entonces a dos prefectos de estudios y disciplina, para el Seminario Mayor a Arcadio Medrano y para el Menor a Miguel M. de la Mora.[11] A finales de 1902, el nuevo Arzobispo decidió separar el Seminario Mayor del Menor y dictó un decreto de separación. Los del Seminario Mayor, filósofos y teólogos, se fueron al nuevo Seminario, aún no concluido, y los del Menor permanecieron en la casa anexa del templo de San José, provisionalmente. Había por aquel entonces un departamento de teólogos que ocupaban una parte del Seminario Auxiliar de Zapotlán, el cual fue suprimido para pasar al nuevo Seminario.[12] Con estas reformas iniciaron el episcopado de monseñor Ortiz y la andadura del Seminario tapatío en el siglo xx. Pero había un pendiente especial que preocupaba a los formadores del Seminario: desde 1895 se habían hecho las gestiones pertinentes ante la Santa Sede para refrendar la facultad de conferir grados;[13] esta solicitud, hecha por el rector José Homobono Anaya,[14] que tenía sus antecedentes,[15] fue apoyada por el Arzobispo Pedro Loza y Pardavé,[16] a quien se le pidió enviara la Ratio Studiorum del Seminario para analizar las posibilidades de conferir la deseada licencia. No fue hasta 1898 cuando se envío el documento solicitado, pero la muerte del Arzobispo Loza y la designación del Rector Anaya como Obispo de Sinaloa detuvieron las negociaciones que el Arzobispo Ortiz no juzgó oportuno continuar. El tema no se volverá a tocar hasta 1922 con el sucesor de Monseñor Ortiz y será una larga negociación llena de oposiciones que acabará con resultados negativos. Al empezar el curso de 1903 se fundó el Seminario Auxiliar de San Juan de los Lagos para las abundantes vocaciones infantiles de esa vasta región. Por su parte, el Seminario tapatío, a pesar de no tener la posibilidad de ofrecer grados académicos, siguió creciendo en organización y en alumnos; para 1907 contaba con 108 alumnos matriculados en el Mayor y 195 en el Menor; para el año de 1911, 135 alumnos matriculados para el Mayor y 200 para el Menor. Pero una prueba dura se avecinaba para el Seminario; el 9 de febrero de 1911 el Prefecto en funciones de Rector fue designado Obispo de Zacatecas. Este hombre bueno, apreciado por sus alumnos, había impulsado al Seminario con su celoso trabajo.[17] Le sucedió como Prefecto el Presbítero José Merced Esparza,[18] “quien con un prurito de innovación introdujo numerosos cambios que posteriormente tuvieron que modificarse, pero que en ese momento hicieron más dolorosa la ausencia del inolvidable señor de la Mora”.[19] El año de 1912 fue terrible para Guadalajara, pues numerosos sismos destruyeron muchas edificaciones y dejaron asolada a la población. A esto se sumó la muerte del Arzobispo Ortiz el 19 de junio. A esas calamidades siguieron otras de carácter interno, durante la sede vacante, que afectaron directamente al Seminario. El 26 de junio se nombró al Deán de la Catedral, don Antonio Gordillo, como Vicario Capitular para gobernar la Arquidiócesis que había quedado sin pastor. Este buen hombre, anciano, quizá presionado por las circunstancias, decide en la misma sesión capitular en la que había sido elegido Vicario cambiar el modo de repartir los beneficios de la renta decimal, afectando de un modo especial al Seminario y a las escuelas que eran sostenidas por la Mitra. Este abrupto proceder fue denunciado en secreto por uno de los integrantes del Cabildo, quien escribió una larga relación al Delegado Apostólico Tommaso Boggiani.[20] El problema sustancial en relación con el Seminario consistía en que, al alterarse la manera de repartir los diezmos, éste no podría percibir el subsidio que recibía anteriormente; parecía una sentencia de muerte para el establecimiento educativo, pues la mayoría de los alumnos procedían de clases necesitadas. El delegado apostólico Boggiani informa al Secretario de Estado, Merry del Val, de la gravedad del cambio hecho por el Cabildo en esa situación de sede vacante.[21] El Delegado escribe también al Vicario Capitular, Antonio Gordillo, llamándole la atención sobre la grave decisión tomada por ese Cabildo, reconviniéndole por alterar una norma pactada entre un Arzobispo y su consejo, sin consulta expresa a la Santa Sede, dado que una de las partes que aceptó el contrato (el Arzobispo difunto) no estaba presente. El Cabildo Catedral respondió al Delegado asegurando que no se había rescindido ningún pacto, puesto que la Sede Apostólica nunca respondió a la consulta que se le hizo en tiempos del Arzobispo Ortiz y que, además, no hubo tal pacto con el Cabildo, puesto que éste recibió en 1905 una tajante ley de parte Arzobispo que decretó sin consulta alguna, y que al Capítulo sólo le quedó someterse a la injusta medida; fue por eso que se acordó recurrir a la consulta de Roma, como de hecho se hizo, pero la Santa Sede nunca respondió.[22] El Delegado Boggiani se dio a la tarea de buscar la mencionada consulta del Cabildo sobre la manera de repartir los diezmos, que favorecían al Seminario y a las escuelas católicas y que ahora el Cabildo rechazaba, pero no encontró nada en los archivos de la Delegación Apostólica en México.[23] Para complicar la situación, el Delegado Apostólico leyó en la prensa unas noticias perturbadoras: el Vicario Capitular del Cabildo de Guadalajara había destituido al rector del Seminario, había nombrado a uno nuevo, además había suprimido el Seminario Menor entregando la casa para que se instalara ahí una escuela de jurisprudencia. Era demasiado. ¿Por qué este Vicario actuaba como si fuera el nuevo Arzobispo? El Delegado le escribió llamándole fuertemente la atención y recordándole que durante la sede vacante, el derecho canónico prescribe nihil innoventur. Y le decía que
En caso que el Seminario no tuviese Superior, era suficiente proponer a alguno interinamente como pro-rector, dejando al futuro Arzobispo la elección definitiva del Rector, ya que éste debe ser de las confianzas del Prelado. Este hecho en Sede Vacante y las otras modificaciones que se me han comunicado que se han hecho en el personal directivo del Seminario pueden ser juzgadas como hechos de desconfianza hacia el nuevo Prelado, cualquiera que éste sea, y también como un acto destinado a coartar la libertad del nuevo Prelado en cuanto que, al proceder él después a la elección de otro Rector de su confianza, según su derecho, podría encontrar dificultades de parte de quienes han promovido esta elección intempestiva.[24]
Mientras tanto, contestaban de Roma; el Secretario de Estado pidió al Delegado que “a nombre de la Congregación Consistorial ordene al Vicario Capitular de Guadalajara restituir in pristinum el estado del Seminario y no innovar nada”.[25] Pero el Cabildo no se quedó con los brazos cruzados. Enviaron a la ciudad de México a dos de sus miembros, don Manuel Alvarado y don Manuel Azpeitia y Palomar, para dialogar personalmente con el Delegado; intentaron convencerle de que se había actuado rectamente y conforme a derecho. El Delegado los recibió con muestras de simpatía y, aunque no les prometió nada, les hizo creer que quedaba satisfecho con las explicaciones dadas. Pero la realidad era distinta. Boggiani volvió a poner al Secretario de Estado un telegrama cifrado con las noticias que había leído en la prensa,[26] y otra vez escribió al Vicario Capitular para reconvenirle duramente por segunda vez. Pero el Vicario Gordillo se defendió respondiendo que le extrañaba que siguiera pensando que se había vuelto a infringir el principio de nihil innovetur, puesto que ya se le había enviado la comisión de parte del Cabildo y según informó, el Delegado había quedado satisfecho con las explicaciones que se le habían proporcionado. Gordillo expresaba que en conciencia creía no haber dado un paso sin el dictamen de los expertos canonistas y la aprobación de la mayoría del Cabildo; le aseguraba que nada grave se había mudado; le volvía a reiterar que al no haber rector en el Seminario (por la muerte del Arzobispo), ni secretario, se hicieron estos nombramientos por mera necesidad práctica pero de todas formas el nuevo Arzobispo podía o no refrendarlas.[27] El Delegado, por su parte, pidió información secreta al Obispo de Zacatecas, que había sido rector del Seminario de Guadalajara. Pretendía cerciorarse exactamente del alcance que tenían los cambios realizados en ese plantel de manera arbitraria. El Obispo informante mandó una breve lista, sin firmar, de los cambios obrados:
Se ha suprimido el Seminario Menor. En el edificio donde estaba instalado el Seminario Menor se ha establecido ahora la escuela anexa al Seminario, la cual es escuela de primeras letras. Se ha cedido el edificio de la escuela anexa a la Escuela Libre de Jurisprudencia. Se intenta cambiar completamente el plan de estudios y de disciplina. Han nombrado Rector muy inconveniente por su falta de espíritu eclesiástico. Han cambiado el tiempo de ingreso de los alumnos.[28]
¿Qué pasaba en la Iglesia de Guadalajara? ¿Por qué había interés por destruir la obra del Arzobispo Ortiz? El mismo Delegado creyó adivinar lo que ocurría y se lo comunicó al Secretario de Estado para que se tomaran providencias al respecto.
En la primera sesión hecha por el Cabildo [eclesiástico] después de la muerte de Monseñor Ortiz, se decidió de inmediato destruir cuanto creía haber hecho el difunto Arzobispo y regresar a lo antiguo, y se comenzó por el reparto de los diezmos y del Seminario. Para efectuar estos insanos propósitos han elegido como Vicario Capitular a un buen viejo canónigo, débil de carácter y por vejez,[29] lo conducen donde y como quieren. Los dos canónigos que están al frente de todo, que dirigen al Vicario Capitular y el Capítulo, son Manuel Azpeitia Palomar,[30] que funge como Vicario General, y Luis Silva, elegido ahora rector del Seminario; los dos canónigos que hicieron sufrir mucho al difunto Arzobispo. Esta actitud del Capítulo genera escándalo en la ciudad y en los buenos fieles; igualmente, ya conociendo la oposición del Capítulo al Arzobispo en vida, creen que después de la muerte de éste destruyen cuanto fue hecho para el bien de la Diócesis. Todas estas modificaciones pondrán sin duda en graves dificultades al futuro Arzobispo. Tratándose de cosa tan grave y pública, no me sentí capaz de tomar resolución alguna, puesto que la habría tomado fuerte.[31]
Finalmente la resolución fue tomada. El 15 de septiembre de 1912, el Vicario Capitular Antonio Gordillo recibió una carta del Delegado Apostólico en el que a nombre y con la autoridad de la S. Congregación Consistorial se le ordenaba devolver in pristinum el estado del Seminario, al modo como lo tenía el difunto Arzobispo Ortiz. Además, se le prohibió hacer cualquier cambio posterior.[32] Aunque el Vicario se defendió expresando que no había actuado sin consultar y envió por escrito las consultas realizadas a expertos canonistas, y citó al Cabildo para dar marcha atrás en las decisiones que la Santa Sede calificó de imprudentes, al Delegado le pareció que las cosas habían ido demasiado lejos como para no dar un escarmiento a los culpables. Además, el paso que se había dado de sacar al Seminario Menor para ceder su edificio a la escuela de jurisprudencia no era fácil de resolver. Así lo informa el Obispo de Zacatecas:
Acabo de recibir noticias acerca de los asuntos del Seminario de Guadalajara, y me apresuro a comunicarlas a V.E. en cumplimiento de sus respetables órdenes. Según los informes fidedignos que acabo de recibir, los Seminarios Mayor y Menor se unirán en el mismo edificio bajo el gobierno del antiguo superior del Seminario mayor, presb. Dr. D. José M. Esparza, que tenía el I. Sr. Ortiz, de santa memoria, frente a dicho establecimiento. Por consiguiente, la escuela anexa al Seminario seguirá en el edificio que ocupaba el Seminario Menor y la Escuela Libre de Jurisprudencia en el edificio que ocupaba la escuela anexa al Seminario. Entiendo que al Sr. Vic. Cap. se le ha dificultado deshacer lo que había hecho, cediendo o prestando para la Escuela Libre de Jurisprudencia el edificio que ocupaba la escuela anexa al Seminario. El plan de estudios y la disciplina no se modificarán en nada. Los estudiantes estarán repartidos en tres divisiones o cameratas, como se dice en Italia, y ocuparán los tres pisos del Seminario Mayor: en un piso estarán los teólogos, en otro los filósofos y en el tercero los gramáticos.[33]
Finalmente, el 21 de octubre del mismo año el Vicario Capitular del Cabildo de Guadalajara recibió un decreto escrito en latín en donde se le destituyó de su cargo y en su lugar se nombró como Administrador Apostólico al Arzobispo de Michoacán, Leopoldo Ruiz y Flores.[34] Y para que las aguas volvieran a su cauce, el 2 de diciembre se dio la noticia de que la Arquidiócesis de Guadalajara tenía nuevo pastor en la persona del Obispo de Chiapas, Francisco Orozco y Jiménez.[35] El nuevo Arzobispo, de 48 años, llegaba a su Arquidiócesis el 9 de febrero de 1913 para hacerse cargo de una Iglesia nada fácil por su complejidad y por los recientes acontecimientos que había vivido el Cabildo y en un momento histórico de especial dificultad. En la capital de la República acababa de comenzar la decena trágica y el Presidente Madero estaba por ser asesinado. El Cabildo de Guadalajara continuará dando dolores de cabeza. El delegado Boggiani se expresa así de él en su reporte final de 1914:
Indico finalmente la nota de liberalismo con la que viene comúnmente señalado el Capítulo Metropolitano de Guadalajara. Hechas verdaderamente pocas excepciones en el número de aquellos Canónigos, la nota mencionada está muy bien aplicada. Monseñor Orozco, Arzobispo de aquella Arquidiócesis, me hablaba últimamente de las injustas graves dificultades que le acarrea aquel Capítulo suyo en el gobierno de la Diócesis y especialmente en el ordenamiento de su Seminario. Monseñor Orozco está animado de verdadera devoción a la S. Sede y está sinceramente unido a ella; el Capítulo en cambio no está demasiado ajeno de juzgar todavía a la S. Sede como un poder y una autoridad extraña. Lo manifestó claramente en el hecho de la remoción del Vicario Capitular [1912].[36]
Sin embargo, el Arzobispo Orozco, en medio de las dificultades iniciales de su gobierno, tuvo la intuición de echar unos cimientos firmes en la cantera vocacional de su vasta Arquidiócesis. Emprendió los trabajos necesarios para fundar unas preceptorías, que eran una especie de seminarios menores para los niños de cada región en donde se establecieron y que, de acuerdo con los párrocos que las tuvieron, las sostenían con rentas de las mismas parroquias:
Las preceptorías que fundó monseñor Francisco Orozco y Jiménez en 1913 fueron Tequila, Cocula, Teocaltiche, Ayo el Chico, Ocotlán y Atotonilco. Existían ya los Seminarios menores de Zapotlán el Grande y de San Juan de los Lagos. Las preceptorías eran escuelas apostólicas, especie de Seminarios menores, sin la modalidad de internado. Se procuró que quedaran establecidas en los cuatro puntos cardinales de la Diócesis. Se recibían niños con estudios elementales que debían pasar en ellas el tiempo necesario para acreditar los cinco cursos de humanidades: los tratados latinos, de la analogía a la ars métrica, complementados con lengua castellana, aritmética y nociones de álgebra y trigonometría, además de historia patria e historia sagrada. Funcionaron casi todas hasta 1918, fecha en la que se restauró la casa central del Seminario de Guadalajara en la casa de ejercicios de San Sebastián de Analco.[37]
Con estas nuevas medidas en torno a fortalecer la vida del Seminario comenzó el episcopado de este celoso pastor, que muy pronto habría de ver cómo todo la nación sería sacudida por la revolución y cómo toda obra de la Iglesia se vendrá abajo, especialmente el Seminario. [1] Misionero del Espíritu Santo, doctor en historia eclesiástica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, colaborador en varios periódicos de España, Italia y México; ha sido coordinador del centro de investigación y difusión de la espiritualidad de la Cruz. Su tesis doctoral, La formación del clero diocesano durante la persecución religiosa en México 1910-1940, ha visto la luz avalada por el Departamento de publicaciones de la Universidad Pontificia de México (Bibliotheca Mexicana, México 2005). [2] El Boletín agradece al autor su disposición inmediata para que se publicara en estas páginas un capítulo de la obra citada (pp. 515-526). [3] Cf., Anuario Pontificio, 231. [4] AC 6 f., 279 (Hierarchia Catholica, en lo sucesivo hc, T. iii, 206). [5] A. Cons. 1863 núm. 12; Leonis xiii acta 11 p. 202. (hc, viii, 292). [6] Archivo de la Delegación Apostólica en México (en lo sucesivo adam), en Archivo Secreto Vaticano (en lo sucesivo asv), Guadalajara, B. 20, F. 61, 1909, 49. [7] Cf., Art. Guadalajara, en Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México, 4 vol., México 1995, ii, 1561. [8] “Al haber adoptado el nuevo plan de estudios que ha de regir en adelante a este plantel, ni el Ilmo. Sr. Arzobispo ni yo creemos que sea una obra perfecta que no tenga que corregirse con el tiempo; pero en él quiero que vea la sociedad las buenas intenciones que animan a los Superiores de este Seminario y la ruta que se ha propuesto seguir, conforme a las muy luminosas instrucciones del Sr. León xiii, nuestro actual Pontífice.” Archivo del Seminario de Señor San José de Guadalajara (en lo sucesivo assjg), Informe Rectoral 1900, 14. [9] Ibid., 19. [10] El Rector en funciones que encontró el Arzobispo Ortiz era el Canónigo Pedro Romero Arnáiz, que tenía a su cargo la construcción del templo Expiatorio, en la colonia Americana, en la capital de Jalisco. [11] Arcadio Medrano duró poco en el cargo de prefecto del mayor, pues fue nombrado párroco de Atotonilco el Alto; lo sustituyó el prefecto del menor, de la Mora; además, llegaría a ser miembro del Cabildo de la Catedral de Guadalajara con el cargo de prosecretario. Miguel de la Mora será nombrado prefecto del mayor (en funciones de rector, cargo en el que estará siete años) y después Obispo de Zacatecas, para posteriormente pasar a la Diócesis de San Luis Potosí, donde falleció en 1930 en olor de santidad. [12] Cf. A. Orozco, El Seminario durante el siglo xx, en Jaime Olveda, El Seminario Diocesano de Guadalajara: tercer centenario, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 1996, p. 73. [13] Carta del 16 de noviembre de 1895 del rector Homobono Anaya: “Eminentísimo Señor Cardenal: Dentro de muy poco tiempo espero que llegará a manos de Vtra. Ema. el informe que, para enviar a Roma, rindo a mi Ilmo. Prelado, con el fin de alcanzar que sea refrendada la facultad de conferir grados mayores en nuestro Seminario, pero deseando que Vtra. Ema. conozca por los informes anuales que he rendido desde que soy, aunque indigno, Rector de este Plantel, me permito enviar el pequeño volumen que contiene los cuatro informes que he rendido desde 1892”. (Archivo de la Congregación para la Educación Católica, Università Guadalajara 1862-1962, 1895, s. p.). N. B.: En este archivo no se encontraron los mencionados informes. [14] José Homobono Anaya y Gutiérrez nació en Tepatitlán, Jalisco, el 13 de noviembre de 1836. Hizo todos sus estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Guadalajara. Obtuvo el doctorado en teología en la Academia Pontificia de Guadalajara. En 1892 fue nombrado rector del Seminario. Fue elegido Obispo de Sinaloa el 28 de noviembre de 1898. Tomó parte en el Concilio Plenario de América Latina del 28 de mayo al 9 de julio de 1899 en Roma. El 9 de noviembre de 1902 fue trasladado a la Diócesis de Chilapa. En 1905 hizo su visita ad limina Apostolorum en Roma. Falleció el 10 de diciembre de 1906. (Cf. E. Valverde Téllez, Bio-Bibliografía Eclesiástica Mexicana, México, Jus, 1949, t. i, pp. 115-119). [15] “Había un antecedente, la concesión de una Academia Pontificia que Pío ix autorizó por cinco años, de 1870 a 1875, y que se prorrogó otros dos quinquenios”. (Tomás de Híjar, Apuntes personales). Al tiempo de redactar su tesis doctoral, el autor de este libro consultó de forma epistolar quien firma esa reseña, que le respondió en esos términos a su consulta, de forma privada (N del E). [16] Carta del 18 de diciembre de 1895 del Arzobispo Loza y Pardavé: “Archiepiscopus de Guadalaxara enixe postulat a S. Studiorum Congregatione, ut facultatem quam jam alias obtinuit, conferendi, scilicet, gradu academicus in S. Theologia et Jure Canonico, Clericii Majoris Seminarii schola rite celebrantibus ad aliud […] et a me revisa et approbata, confecta juxta tenorem Circularis datae sub die 11 augusti 1880, novissime ad me remissae.” (Ibid., s. p.). [17] El sucesor en el cargo, el Presbítero José Merced Esparza, dijo de él: “De quien conoció desde el primero hasta el último día, en todos sus pormenores y grandezas, el rectoral gobierno de más de siete años que acaba de pasar, siendo, por no dejar, su súbdito en casi todos ellos, no tendréis dificultad en admitir como veraces y fundados sus testimonios de hoy […] Todo, en realidad de verdad, nos hacía palpar que el Seminario de Guadalajara no sólo estaba transformado, sino tan robusto en su espíritu y conciencia que, por infausta y lamentable que fuera la separación del Padre querido, no quedarían los hijos cual míseros parásitos: eran adultos; hombres maduros, formados, en fin.” (assjg, “Informe Rectoral 1911”, 6). [18] José Merced Esparza Sotomayor (quien después modificó su nombre de pila cambiando el Merced por María) nació en Paso de Sotos (hoy Villa Hidalgo), Jalisco, el 22 de julio de 1884. Se ordenó presbítero el 4 de agosto de 1907. Perteneció a la primera generación de clérigos tapatíos enviados al Colegio Pío Latino-Americano, institución a la que llegó el mismo año de su ordenación. Estudió en la Academia de Santo Tomás de Aquino las carreras de Teología dogmática y Filosofía, alcanzando el grado en la Universidad Gregoriana. Dos años después regresó a Guadalajara. Fue profesor del Seminario desde el 4 de noviembre de 1920, subprefecto en abril de 1913 y desde octubre de ese año, al iniciar el nuevo curso, rector. Su gestión fue del todo accidentada, pues ese año lectivo debió interrumpirse en abril de 1914. El 9 de julio la casa central del Seminario fue ocupada por las tropas carrancistas. El rector se exilió a Saltillo, donde fue párroco de Piedras Negras hasta mayo del año siguiente. En esa fecha recibió la capellanía de El Carmen, que ocupó hasta julio de 1917. Regresó a Piedras Negras y se radicó en ese lugar hasta 1919, año en que retomó la rectoría del Seminario, desempeñando ese oficio dos conflictivos lustros, hasta 1929, cuando el pleno de la Facultad de Teología se concentró en Bilbao, España. Canónigo desde el 12 de mayo de 1920, Juez prosidnodal en 1923, Arcediano el 19 de septiembre de 1924 y Deán a partir del 9 de febrero de 1937. Murió en su casa de San Pedro Tlaquepaque el 1º de septiembre de 1951. Poseía una personalidad compleja; culto y refinado, plasmó la impronta jesuítica en el Reglamento del Seminario que él mismo redactó, inspirado en el que estaba vigente el Colegio Pío Latino-Americano. (Cf., T. De Híjar, Apuntes personales, s. p.). [19] A. Orozco, El Seminario durante el siglo XX, en J. Olveda, El Seminario de Guadalajara, 75. [20] Carta del Arcedeán Ramón López, delegado del Seminario, al delegado apostólico, Tommaso Boggiani. El subrayado aparece en el original. “El infrascrito es Arcedián o 2ª dignidad en el Cabildo de la Sta. Iglesia Metropolitana de esta ciudad, y además figura como Diputado en las dos Comisiones, de lo Espiritual y de lo Temporal que para el Régimen del Seminario el Concilio Tridentino establece, y presidente de la Junta Directiva de Instrucción Primaria Parroquial en esta metrópoli; y con tal carácter se toma la libertad […] El asunto es el siguiente: Hace algunos años, como seis, que después de una reñida cuestión entre Prelado y Cabildo sobre reparto de la Renta Decimal en esta Catedral, hubo una especie de transacción entre ambos, disminuyéndose en virtud de ella la parte de la Renta asignada a los dos (al Cabildo como en una tercera parte) en favor del Seminario Conciliar y de las Escuelas Parroquiales de dentro y de fuera de la ciudad, con lo cual se mejoró notablemente el estado decadente de esos establecimientos; y ese convenio entre ambos contendientes, hízose con el carácter de provisional, hasta quedar como definitivo en el caso de que lo aprobara la S. Sede, a la cual fue elevado por medio del D. A. de la nación mexicana, a cargo entonces de Mons. Ridolfi, a quien se entregó el expediente respectivo, sin que hasta la fecha (no se sabe por qué) se haya obtenido la resolución de tan importante negocio. Mas apenas falleció, el 19 de junio último, el I. y R. Sr. Arz. Lic. D. José de Jesús Ortiz (q.e.p.d.) cuando el V. Cabildo, en la misma sesión en que nombró Vicario Cap., ex abrupto y salvando ciertas formalidades de Estatuto, acordó que se restableciera inmediatamente la antigua ley del Reparto, verificándose, como de hecho ya se efectuó, el del mes pasado correspondiente al 1er semestre, como antes del referido convenio, con lo cual el fondo asignado a las Escuelas parroquiales de esta ciudad, en las cuales únicamente en sueldos gástanse más de tres mil pesos anuales, redúcese por ese Capítulo a menos de la mitad de lo que estaba percibiendo, y suprímese del todo la cantidad señalada como subsidio al Seminario y a las escuelas parroquiales foráneas. Más con tal procedimiento van a recibir un golpe tremendo todos esos establecimientos, con daño enorme para la formación del clero y para la educación cristiana de la niñez jalisciense.[…] Pero me duele en el alma que, por mejorarse el haber del Cabildo con un aumento no indispensable, antijurídicamente y casi ante el cadáver del I. y R. Sr. Ortiz, quien tanto trabajó para lograr la mejora del Seminario y de las Escuelas Parroquiales, que veía como a las niñas de sus ojos, en un momento se desbarate su obra, sin haber con que sustituirla; y deploro, sobre todo, el rudo golpe que van a recibir esos Establecimientos de la Educación del Clero y de la niñez cristiana con la súbita supresión de una gran parte de sus recursos. El Seminario, cuyo principal gasto es causado por la subsistencia de los alumnos de teología (porque hasta entonces oblígaseles a ser internos, y hasta entonces a los necesitados, que son la mayoría, se les conceden lugares de gracia), ya casi no puede cubrir las bajas que la muerte actualmente origina en el cuerpo sacerdotal de la Arquidiócesis ¿Qué va a suceder ahora mermándole considerablemente al Tridentino los recursos ordinarios y reduciendo por lo mismo el número de las becas gratuitas y consiguientemente el de los ordenandos?” (adam, en asv, Guadalajara 1912, 30). [21] Cf., Carta del 18 de agosto de 1912, en ibid., 45. [22] Cf., ibid., 38-39. [23] Carta del Delegado Apostólico Boggiani al Secretario de Estado Merry del Val del 5 de septiembre de 1912, en ibid., 40-41. [24] Carta del Delegado Apostólico Boggiani al Vicario Capitular Antonio Gordillo del 10 de septiembre de 1912, en ibid., 42. [25] Telegrama cifrado del Cardenal Secretario de Estado, Merry del Val, al Delegado Apostólico Boggiani del 15 de septiembre de 1912, en ibid., 43-44. [26] Telegrama del 11 de septiembre 1912. De Boggiani al Cardenal Merry del Val en Roma. “Capitolo Guadalajara sede vacante (in cifra). Nominato rettore Seminario indegno, soppresso Seminario minore, dato locali scuola primaria estranei circa cambiare piano studi disciplina distrugge opera prelato defunto preparando difficoltà gravissime successore. Urge misura forte. Boggiani”. (Ibid., 58). [27] Carta del vicario Gordillo al delegado Boggiani del 15 de septiembre de 1912. (Ibid., 53). [28] Informe del Obispo de Zacatecas sobre el Seminario de Guadalajara del 11 de septiembre de 1912. Aunque el papel no está firmado, el Delegado Apostólico escribió una nota al calce: “Scritta dal Vescovo de Zacatecas di sua mano l’11-9-1912)”. (Ibid., 59). [29] El vicario Antonio Gordillo tenía en ese momento 78 años. [30] Manuel Azpeitia y Palomar será después nombrado Obispo de Tepic (1º de agosto de 1919) y en la historia del Seminario de Guadalajara se volverá a cruzar, siempre negativamente. [31] adam, en ASV, Guadalajara 1912, 60. [32] Los subrayados aparecen en el texto original. La carta dice: “De speciali mandato Sacra Congregationis Consistorialis, nomine et auctoritate eiusdem Sacra Congregationis, Tibi rvmo. D. Canonico decano Antonio Gordillo, vicario capitulari vacant ecclesia de Guadal., praecipio ut statim, - abrogatis omnibus mutationibus a rvmo. capitulo metrop. vel a teipso inductis in seminarium istinz. archidioecesis post mortem i. r. d. d. Arz. J. de J. Ortiz, in pristinum restitutas statum eiusdem Seminari, quo modo scilicet a supra memorato archipescopo relictum ferit, quod omnia, idet, sive quoad bona et iura, eorumque administrationem et tuitionem; sive quod superiores et magistros, sive quoad studiorum disciplinarumque rationem. Item, nomine et auctoritate eiusdem Sacrae Congregationis Consistorialis, Tibi prohibeo nullam in posterum mutationem in idem sacrum Institutum inducere audeas vel induci permittas, dominationem tuam simul monendo quod eadem S. C. Consistorialis voluntatem suam aliasque sua determinationes ulterius tibi patefaciet suis litteris quas mittere nunciat.” (Ibid., 61). [33] Carta del Obispo de Zacatecas al delegado Boggiani del 14 de octubre de 1912 en ibid., 99-101. [34] Decreto del 21 de octubre de 1912: “Decretum. De speciale facultate a nobis Ssmo. Dd. Pio Papa x commissa, te, rvmo. dominum doctorem Antonium Gordillo, canonicum decanum Capituli Metropolitani de Guadalaxara, et eiusdem vacantis Ecclesiae Metropolitana de Guadalaxara Vicarium Capitularem, a praedicto munere Vicarii Capitularis hisu nostris litteris absolvimus et absolutum declaramus, pracipientes tibi ut regimen et omnia quae ad regimen aiusdem vacantis ecclesiae pertinent, tradas excellentissimo domino Doctori Leopoldo Ruiz, Archiepiscopo Mechoacanem, qui Administratorem Apostolicum vacantis eiusdem ecclesia metrop. de Guadal. de speciali potestate apostolica nobis commissa, delectus fuit. Datum Mexici. 21 oct. 1912”. (Ibid., 112). [35] Telegrama n. 537/12. Del Secretario de Estado Rafael Merry del Val a T. Boggiani, Delegado Apostólico en México: “Santo Padre si è degnato nominare ad archivescovo di Guadalajara Mons. Francesco Orozco Zimenes [sic] attuale vescovo Cheapas [sic] ad [sic] a vescovo Tabasco Antonio Hernández Vicario Generale Chilapa i quali saranno preconizzatti prossimo concistoro. Car. Merry del Val”. (Ibid., 141). [36]Reporte final del delegado apostólico Tomasso Boggiani (la traducción arriba es nuestra): “Acceno infine alla nota di liberalismo con cui viene comunemente segnato il Capitolo metropolitano di Guadalajara. Fatte invero poche eccezioni nei numero di quei Canonici, la nota predetta è molto ben applicata. Mons. Orozco, Arcivescovo di quell’Archidiocesi, mi parlava ultimamente delle ingiuste gravi difficoltà che gli reca quel suo Capitolo nel governo della diocesi e specialmente l’ordinamento del suo Seminario. Mons. Orozco è animato di vera devozione alla S. Sede ed è ad essa sinceramente attaccato; il Capitolo invece non è troppo alieno dal giudicare ancora la S. Sede come un potere ed una autoritá estranea. Lo manifestò chiaramente nel fatto della rimozione del Vicario Capitolare”. (adam, en asv, Messico, B. 27, F. 88, 1914, 123). [37] T. De Híjar, Apuntes, s. p. |