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La editorial Jus y el apogeo de “la otra historia”
En el marco de los estrechos límites impuestos a la Iglesia en México por el artículo 130 constitucional, una veta pudo mantenerse gracias al reconocimiento de la libertad de imprenta. De tal derecho se sirvió la editorial Jus para sostener vivo un proyecto editorial que sin ser religioso o abiertamente confesional, se involucró en la preservación de la cultura católica sofocada por el enrarecido totalitarismo impuesto por la Revolución Mexicana especialmente a partir del Maximato, como se explica en la siguiente colaboración Por ser yo siempre y en todas las circunstancias un radical contrarrevolucionario […] jamás he publicado nada que sea a favor de la Revolución mexicana, por anticatólica y antimexicana Salvador Abascal
Introducción
Advertir la fuerte imbricación entre las diversas escrituras de la historia, las ideologías, la legitimación o crítica de determinados órdenes políticos, sociales y económicos, es una faena imprescindible al tiempo de echar una mirada reflexiva sobre ese campo de batalla que fue y es la lucha por las conciencias. Así en México, agotada la fase de la lucha armada durante la Revolución, el régimen resultado de ella patrocinó la elaboración de discursos históricos tendientes a legitimarla, exaltar a sus héroes, asentar nuevos dogmas y a enhebrar su propia representación del pasado conforme a sus intereses, y su influjo debe valorarse junto con la pretensión —por parte del mismo Estado revolucionario— de controlar la educación a partir del artículo tercero de la Constitución de Querétaro de 1917. Se promovió desde entonces, y con vaivenes dependiendo el periodo, una enseñanza con elementos ideológicos tales como el laicismo, el anticlericalismo, el socialismo, el nacionalismo secular y el indigenismo, por sólo mencionar algunos. Como los libros son canales de transmisión de las ideas, el régimen nacional-revolucionario procuró fundar una sólida industria editorial. Antes de la Revolución mexicana, como señala Enrique Krauze, la industria editorial era dependiente del exterior, sobre todo de España; en la tentativa de generar una industria mexicana independiente el pionero sería José Vasconcelos desde la Secretaría de Educación Pública en el gobierno del general Álvaro Obregón. Fue una empresa efímera, pero también un importante antecedente para esfuerzos posteriores que contarían con financiación del Estado, entre los que cabe señalar como ejemplo de altos vuelos el Fondo de Cultura Económica, nacido en 1934 bajo la batuta de Daniel Cosío Villegas. Ese mismo año comenzó el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940). Durante él, el régimen revolucionario adquirió un carácter más radical, populista y afín al socialismo, y se llevaron a cabo transformaciones estructurales como la expropiación petrolera, el masivo reparto agrario en ejidos, la confirmación del poder sindical como socio del gobierno y la controvertida “educación socialista”. El talante radical del régimen cardenista hizo que surgieran o se fortalecieran núcleos de oposición en movimientos como la Acción Revolucionaria Mexicanista y la Unión Nacional Sinarquista, y partidos políticos como Acción Nacional (PAN). El PAN fue fundado en 1939 por profesionales y académicos como Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Roberto Cossío y Cosío y Juan Landerreche Obregón, entre otros.
1. El porqué de la editorial Jus
Las principales cabezas del PAN debieron ser conscientes de que una oposición legalista, mediante un solitario partido político, era insuficiente. También era necesario llevar la oposición al campo de la cultura y dar la batalla de las ideas. De ese presupuesto nacieron una revista mensual de derecho y ciencias sociales, denominada Jus, en 1938, y en 1941 la Editorial Mexicana, con “fines de divulgación de la doctrina nacional y de la verdadera Historia nuestra”, según se puede leer en la documentación interna de la empresa resguardada en el Archivo Manuel Gómez Morín (AMGM). En 1942 la revista y la editorial fueron fusionadas en Editorial Jus, S.A. Desde los años fundacionales quedó patente el interés de los dueños por “la otra historia”, la no oficial, pues se publicaron las Obras completas de Lucas Alamán, los primeros tomos de la Historia de México del jesuita José Bravo Ugarte o Fray Pedro de Gante de Ezequiel Chávez. El mismo Gómez Morín subraya en su correspondencia este cometido revisionista y disidente respecto de la historia oficial cuando asegura que el propósito de Jus es “dar a conocer valores mexicanos que la propaganda oficial ha querido hacer olvidar, así como para extender y difundir el buen libro en México”. En sus cartas anunciaba el lanzamiento de publicaciones referentes a personajes nada gratos para la historiografía oficial: Miguel Miramón, Agustín de Iturbide, Maximiliano y el Segundo Imperio: “hechos o personajes poco conocidos o deliberadamente falseados”. Es innegable, pues, que desde el origen hubo cierta intención de confrontar las especies historiográficas dominantes y que presumiblemente convenían al orden establecido. A pesar de que la editorial no fue un órgano del PAN, en otro lugar Manuel Gómez Morín confirmó los objetivos de la emergente Editorial Jus, dejando entrever coincidencias con los de Acción Nacional:
La biblioteca de Acción Nacional y la Editorial Jus han editado estas obras siguiendo su programa sistemático de presentar y hacer valer las figuras de los héroes verdaderos, de los verdaderos constructores de la nacionalidad […] se trata de una tarea valiosa: la de formar positiva y rectamente una conciencia pública en asuntos que lo requieren con extrema urgencia. Es una obra en construcción y de defensa incomparablemente superior, más valiosa y más eficaz que cualquiera otra, pues con ella se trata de acendrar los valores esenciales de la sociedad y de la Nación.
Según el historiador Lorenzo Meyer, en sus comienzos, “la acción del partido en realidad no se dirigió tanto a hacerse del poder como a lograr la formación paulatina de una opinión pública capaz de minar la legitimidad del PRI”. Y en este sentido es que, creo, debe entenderse la creación de la Editorial Jus, encargada de minar con una riada de publicaciones disidentes la ideología legitimadora que el Estado revolucionario, con el Partido de la Revolución Mexicana (luego PRI), camino de eternizarse en el poder, pretendía construir y enraizar en el “sentido común” de la sociedad mexicana. Por ello, en 1942 Gómez Morín insistió sobre la relevante misión que consideraba debía cumplir la Editorial Jus: “El plan es ambicioso y significa la edición de, por lo menos, cuatro volúmenes por mes. Pero confiamos en poderlo realizar, porque es indispensable, y constituye parte fundamental de un esfuerzo por crear y orientar una verdadera opinión pública”. A pesar de los ambiciosos proyectos editoriales de los dueños de Jus, al principio la empresa tuvo que lidiar con serias limitantes debidas a su modesto capital. Aunque no debe subestimarse lo hecho por la editorial en su primera etapa, sin duda Jus recibió un fuerte impulso con la llegada a la gerencia de Salvador Abascal Infante en sustitución de quien ocupó ese puesto hasta el año de 1948, el señor Pompeyo Figueroa, que por cuestiones de salud había presentado ante los propietarios su renuncia irrevocable.
2. Antecedentes del gerente Abascal
Nacido en Morelia, Michoacán, en el año de 1910, Abascal contaba en 1948 con una asombrosa experiencia como conspirador y movilizador de masas. Desde muy joven, siendo abogado de profesión, tras frustrarse su enrolamiento con los cristeros, había pertenecido a la clandestina sociedad católica Legiones, erigida en Guadalajara, quizá en 1934, por Manuel Romo de Alba, y en esa organización se desempeñó como propagandista nacional. En 1938 fue el artífice de una relampagueante movilización popular que acabó por restablecer el culto católico en el estado de Tabasco, donde por imposición del clerófobo cacique Tomás Garrido Canabal la misa no se celebraba desde la década anterior. En 1937 Abascal fue cofundador de la Unión Nacional Sinarquista, masivo movimiento anti-cardenista, católico, popular, sobre todo entre el campesinado de la región centro-occidente del país, donde llegaría a agrupar en su punto álgido a cerca de quinientos mil militantes. Como líder sinarquista se significó por ser el más carismático y radical. Implantó en el movimiento un estilo que le valió sospechas sobre posibles inclinaciones fascistas y que consistía en la realización de disciplinadas marchas multitudinarias de tipo paramilitar, con abundantes banderas, cantos, devoción religiosa y encendidos discursos patrióticos. Abascal se reconoció a sí mismo y al sinarquismo como contrarrevolucionarios. Aunque siempre dio a sus huestes indicaciones para que se manifestaran pacíficamente, teóricamente no renunció a la posibilidad de derrocar al régimen revolucionario mediante un golpe violento, siempre que las condiciones fueran propicias. Fue el tercer jefe supremo del sinarquismo, entre agosto de 1940 y diciembre de 1941, cuando se vio descabalgado de su jefatura por la intervención combinada de los mandos secretos de Legiones —ya entonces conocidos como La Base, de la que el sinarquismo conformaba, sobre el papel, la sección cívica— y sus subordinados en el movimiento, más moderados. Por su radicalismo, había representado una potencial amenaza para el gobierno del general Manuel Ávila Camacho (1940-1946), que viraba hacía la moderación tras el extremismo cardenista, y lo mismo para el gobierno de los Estados Unido que, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, con toda probabilidad no deseaba correr el riesgo de dejar a sus espaldas un magnético líder de ideología hispanista, antiestadounidense y por tanto hostil al esfuerzo bélico contra las naciones del Eje, esfuerzo al que México luego se incorporaría de lleno apelando al discurso panamericanista. Los informes del FBI estadounidense presentaban a Abascal, falsamente, como un peligroso agente del Eje. Aceptando el golpe, Abascal cedió la jefatura a su subalterno Manuel Torres Bueno, y con el ánimo de volver algún día amparado en otro meritorio triunfo, partió a dirigir una expedición utópica y temeraria: la colonización sinarquista del desierto bajacaliforniano, cuyo nombre fue María Auxiliadora. La colonización, emprendida por un puñado de familias y cuyo objetivo era la construcción de una católica polis modelo, social, moral y económicamente próspera, a la manera de un gran éxito propagandístico, concluyó en un sonoro fracaso teñido de hambre y enfermedad. Abascal responsabilizó de esto a quienes se habían comprometido a ayudar a la colonia y no lo hicieron a la altura de las circunstancias: la dirigencia sinarquista, La Base secreta y el mismo gobierno de Ávila Camacho. Desde la cúpula sinarquista sucesora se acusó a Abascal de haber planificado defectuosamente toda la empresa, de no haber calculado certeramente la logística y, en suma, de ser un hábil organizador de masas pero un economista incompetente. Con los problemas de la colonia, Abascal se vio expuesto a una campaña de descrédito. En 1944 fue finalmente retirado de la dirección de la colonia, merced a la intervención de la jerarquía eclesiástica, y del arzobispo de México Luis María Martínez en especial, y el ex jefe sinarquista rompió definitivamente con el movimiento. Posteriormente, el sinarquismo perdió fuelle y dejó de representar una fuerza de primera magnitud en el escenario político mexicano. Desencantado con el sinarquismo, el otrora jefe del movimiento enfrentó en 1944 la necesidad de buscar medios de subsistencia para él y su ya creciente familia. Se dedicó por escaso tiempo a la venta ambulante de cortes de casimir, y con ese propósito visitó a Manuel Gómez Morín. Meses después, a partir de ese hecho aparentemente casual, don Manuel, a la sazón presidente del PAN, se volvió a poner en contacto con Abascal para ofrecerle la posibilidad de trabajar en la editorial Jus. Desde enero de 1945 se le encomendó la traducción de obras para la casa editorial. Conocedor del francés, se encargó de traducir al español La teología de San Pablo y Jesucristo. Su vida, su doctrina y su obra,ambas del jesuita Ferdinand Prat. Luego siguieron El papel social de la Iglesia, de Émile Chénon, y Las aventuras del barón Munchhausen, desde la versión francesa de Teófilo Gautier. A partir de mediados de 1945, Abascal pasó a ocuparse de dos departamentos de la editorial: el técnico y el de ventas, sucesivamente. Y desde el 21 de diciembre de 1948, debido a la baja de Pompeyo Figueroa, el Consejo de Administración determinó depositar en él su confianza nombrándole gerente.
3. Razones de una elección
¿Por qué Manuel Gómez Morín y compañía eligieron a Salvador Abascal como el gerente de su empresa editorial? A primera vista, constituye un enigma. Pueden identificarse una serie de elementos que lo hubieran desaconsejado. En principio, Abascal no era precisamente un partidario de Acción Nacional. Al contrario, había comandado a la competencia del PAN, que dentro de las fuerzas de oposición conservadora al régimen no era otra sino la UNS, y con ese carácter se había negado a la fusión del entonces minoritario partido político con el popular movimiento cívico. Cuando se desarrollaron esas conversaciones, Abascal interpretó que los panistas, a quienes tenía por burgueses con cierto desdén, querían controlar a las ingentes masas sinarquistas. Por otro lado, Abascal arrastraba una bien ganada fama de radical, y los adelantados del PAN eran en comparación hombres esencialmente moderados, máxime que por esos años el Estado, durante el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952), también se escoraba claramente hacia posiciones moderadas, por lo que podía sopesarse que en ese contexto no se justificaba ya una oposición beligerante. Por último, con independencia de si las críticas en su contra fueron justas o no, podía pesar sobre el ex jefe alguna duda sobre sus dotes de administrador tras la amarga experiencia sinarquista de la colonia María Auxiliadora. Una posible solución al enigma reside en cálculos que bien pudo hacer el mismo Gómez Morín. En 1948, si bien el sinarquismo había perdido vigor, existía la posibilidad de que intentase seriamente recobrar bríos. De hecho los líderes sinarcas de la década de los cincuenta, tanto Juan Ignacio Padilla como David Lomelí, intentaron rehabilitar a Abascal dentro del movimiento. Aunque éste rechazó siempre dicha posibilidad, en el PAN podía haber motivos de sobra para retirarle la tentación. Así pues, cabe la hipótesis de que don Manuel haya integrado a Abascal en los negocios de la editorial Jus para desviarlo de una probable vuelta a la conducción de masas. Al PAN no podía agradarle la eventualidad de tener de regreso un sinarquismo boyante, que le habría hecho competencia por el apoyo de sectores de la sociedad que ellos esperaban captar, como el grueso de los católicos descontentos con la política gubernamental. De este modo, quizá desde la cúpula panista se consideró conveniente atraer a Abascal hacia un quehacer en apariencia inocuo para sus fines.
4. Una nueva personalidad
En cuanto tomó posesión del timón de la editorial Jus, Abascal imbuyó a la nave su propio estilo personal. El gerente heredó una situación que en el renglón económico distaba de ser halagüeña. Según la documentación, Jus se encontraba aquejada de deudas, viviendo de créditos, sus ventas eran insuficientes y el personal estaba muy viciado. Ante el negro panorama, el gerente impuso una recia disciplina de austeridad y sobriedad en las cuentas. Al principio, lo imperioso fue abandonar los grandes proyectos editoriales con recursos de la empresa y dar en cambio prioridad a las ediciones por cuenta ajena. Ésta fue la principal medida para evitar que el bajel naufragase. Pasado lo peor de la crisis, don Salvador llevó a cabo una profunda reorganización de la editorial. Contando con un capital mayor, hacia 1952 gestionó la compra de nuevos terrenos para Jus, en Plaza Abasolo 14, en la colonia Guerrero del Distrito Federal. Para los talleres adquirió mejores equipos, como las prensas automáticas, y fue sustituyendo el personal viciado por otro menos numeroso y de mejor desempeño. Despejando la incógnita sobre su capacidad como administrador, Abascal fue presentando balances positivos para la empresa, con un ostensible aumento de los ingresos. Esta circunstancia fue vista con satisfacción por los miembros del Consejo de Administración cuando hicieron “constar la eficaz e importante labor desarrollada por el gerente señor Lic. Salvador Abascal”. El mismo socio mayoritario de la empresa, Manuel Gómez Morín, admitió la loable dirección de su gerente: “El esfuerzo de usted ha demostrado que, sin concesiones de principio, se puede lograr una base económica firme”. Y que “lo hecho hasta ahora es admirable por todos conceptos y nadie podrá guardarse reservas sobre el particular”. Al margen de lo económico, estaban también las auténticas metas de Jus, las de tipo ideológico, de influjo en la sociedad y creación de una corriente de opinión pública crítica del discurso oficial del régimen. Estos objetivos fundacionales de la editorial Jus eran aceptables para Abascal. No obstante, él fue más allá e imprimió su propio radicalismo a la línea editorial. Para el gerente, su desplazamiento hacia la industria editorial entrañaba una íntima continuidad con su anterior militancia como legionario y luego como sinarquista. Para él sólo había cambiado el campo de acción, desde la política directa hasta la trinchera cultural. Y como su militancia pasada había tenido un fuerte carácter religioso y católico, además de contrarrevolucionario, se encargó de introducir o acentuar esos rasgos a la empresa, con el ánimo de emprender una suerte de cruzada cultural e intelectual. Aunque Gómez Morín y otros propietarios de la editorial, embarcados en la travesía política de Acción Nacional, no dieron a ese partido un carácter confesional, puede asegurarse que Jus sí tuvo desde su primera etapa la intención de difundir literatura católica. Antes de que Abascal fuera designado como gerente, su predecesor en el puesto, Pompeyo Figueroa, en un documento fechado en 1946, afirmaba que la empresa fue “establecida fundamentalmente para dar a conocer en México y en Hispanoamérica el pensamiento católico”. Por otro lado, y si bien no llegó a buen puerto, a mediados de 1946 el mismo Gómez Morín pensó en promover una Asociación de Escritores Católicos que a su vez estuviese vinculada con una Federación Internacional de Escritores Católicos. Con todo, sin duda Abascal radicalizó esa condición católica de la editorial, y esto se desprende también de sus escritos autobiográficos:
desde enero de 1945 en que fui llamado a la Editorial Jus, me propuse eso, la defensa de la Iglesia en todas las obras que pasaran por mis manos, y así fue cómo desde entonces, hasta enero de 1972 en Jus y luego en Tradición, que enseguida fundé, más que nada he defendido a la Iglesia, aunque muy en pequeño, pero sin faltar a mi deber, no he dejado de luchar con todas mis potencias pro aris et focis: por los altares y los hogares.
El carácter católico de su labor dentro de la editorial debe complementarse con otro, el contrarrevolucionario, y con un campo de su predilección, el histórico, como el gerente confesó en entrevista con James Wilkie y Edna Monzón de Wilkie:
Cuando me dieron la gerencia, la Editorial estaba quebrada totalmente y me dejaron en libertad. Usé esa libertad para formar mi propio plan y me dediqué principalmente a lo teológico y a lo histórico, pero a lo histórico antirrevolucionario, a todo lo que fuera antirrevolucionario, todo lo que fuera probar que el principal enemigo de México ha sido la Revolución Mexicana. Esa fue mi finalidad y creo que lo logré en gran medida, porque dejé publicadas dos colecciones riquísimas en ese sentido: Figuras de episodios de la historia de México y México heroico, con más de cien títulos cada una; títulos importantísimos de grandes autores antiguos y modernos, y todos con esa unidad antirrevolucionaria. Ésa fue mi principal acción.
Ahora bien, ¿debe por esto entenderse que los libros publicados por Abascal fueron, cada uno de ellos en lo individual, coincidentes en ese medular propósito contrarrevolucionario? Sostener tal cosa sería ir demasiado lejos. La respuesta tiene que ser negativa. Muchos de los autores que vieron publicados sus trabajos en Jus distaban de tan combativa finalidad; pero en el plan general, que seguía el criterio del editor, por lo menos cada una de ellas contribuía en socavar en algo, así fuera mínima e indirectamente, la historiografía oficial u oficiosa auspiciada por el Estado revolucionario, a menudo impregnada por ideologías hostiles al catolicismo o cuando menos dotadas de un sesgo anticlerical.
Maestro de Historia de México en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara y miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara; ha incursionado en la historia de las ideas, en particular las de los pensadores de la contrarrevolución mexicana; en este sentido, cabe mencionar su tesis de posgrado intitulada “Salvador Abascal o la milicia del espíritu” (2010), del que proviene el material del presente artículo. Enrique Krauze, Daniel Cosío Villegas, una biografía intelectual, México (2001), Fondo de Cultura Económica, pp. 135-159. Son palabras de un colaborador de Gómez Morín. Carta de Carlos Sánchez Navarro para Carlos Pereyra, 30.x.1941. AMGM, vol. 399, exp. 1330. De Manuel Gómez Morín para Guillermo Butler Sherwell, del 11.xii.1942. AMGM, Personal. Correspondencia Particular. Butler Sherwell, folio 270 (456). Carta de Manuel Gómez Morín para destinatario desconocido, del 06.vi.1941. AMGM, vol. 393, exp. 1319. Cf. Lorenzo Meyer, “La encrucijada” en Historia general de México, vol. 4., México (1977), El Colegio de México, p. 258. Carta de MGM a Guillermo Butler Sherwell, del 11.xii.1942. AMGM. Sección Personal. Sub-sección: Correspondencia Particular. Butler Sherwell. Héctor Hernández García de León, Historia política del sinarquismo, 1934-1944, México (2004), Universidad Iberoamericana, p. 170; Jean Meyer, El sinarquismo ¿un fascismo mexicano?, México (1979), Joaquín Mortiz, p. 74; Pablo Serrano Álvarez, “El ritual de un sacerdote sinarquista: Salvador Abascal” en Carlos Martínez Assad (coord.), A Dios lo que es de Dios, México (1995), Aguilar, p. 408; Hugh Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, México (1976), Sepsetentas, pp. 109 y 110. Salvador Abascal, Mis recuerdos: sinarquismo y colonia María Auxiliadora, México (1980), Tradición, p. 216. John Ledit, El frente de los pobres, México (1957), Paulinas, p. 305; Salvador Abascal, Mis recuerdos, p. 530. FBI Archives. Basque Intelligence Service. Section I. D-7. Documentos consultados a través del portal del FBI en internet: http://www.fbi.gov/ Sobre el particular ofrezco detalles en Salvador Abascal: el mexicano que desafió a la Revolución,de próxima publicación. Acta de la Trigésima Séptima sesión del Consejo de Administración de Jus, del 21.xii.1948. AMGM, vol. 385, exp. 1307. James Wilkie y Edna Monzón, Frente a la revolución Mexicana. 17 protagonistas de la etapa constructiva, vol. 3, México (2002), Universidad Autónoma Metropolitana, p. 70. De Salvador Abascal para Emilio Guzmán Lozano, al 24.vi.1949. AMGM, vol. 387, exp. 1309; “Programa de Producción de Jus”, del 18.ii.1949. AMGM, vol. 390, exp. 1312. “Informe que rinde el consejo de administración de editorial Jus, S. A.”, del 09.iii.1954. AMGM, vol. 396, exp. 1322. Teresa Gómez Mont, Manuel Gómez Morín, 1915-1939, México (2008), Fondo de Cultura Económica, p. 802. Gómez Morín había propuesto para el comité organizador de dicha asociación a Ezequiel Chávez, Efraín González Luna, José Bravo Ugarte, Alfonso Junco, Jesús Guisa y Azevedo y Rafael Aguayo Spencer. Véase la carta de Gómez Morín a Ezequiel Chávez del 02.viii.1946. AGM, vol. 395, exp. 1321 y también la carta de Gómez Morín a Jacques Hérissay de la misma fecha. AMGM, vol. 395, exp. 1321. |