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La música en la iconografía de la Virgen de Guadalupe

 

Elin Luque Agraz y Mary Michele Beltr

 

En las grandes civilizaciones la música, al igual que la religión, ha estado presenta siempre en los momentos culminantes de la vida y de la muerta. En lo relativo a la Virgen de Guadalupe es posible seguir la tradición de su culto en el Tepeyac, no sólo en los testimonios que ofrecen los escritos de los evangelistas guadalupanos, sino también en las manifestaciones pictóricas donde se figura la música. Aunque no se pueden escuchar de momento los sonidos gloriosos plasmados gráficamente en los lienzos del tema, su presencia sirve para recordar la importancia que siempre ha tenido la música en los grandes acontecimientos del género humano.

 

Sin duda, la tradición de la aparición de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, en la Nueva España, constituyó para su población un suceso singular hasta el punto que la Imagen Prodigiosa se convirtió en símbolo del espíritu nacional. En consecuencia, se desarrolló una iconografía particular, tanto en torno a la forma de representar a la Virgen, como también a la historia de su aparición, pues había la necesidad de dar a conocer en el resto de América y en Europa lo sucedido en el Tepeyac. Dichos argumentos iconográficos fundamentaban el origen divino y apocalíptico de la milagrosa estampación, al igual como había hecho el padre Francisco Florencia cuando dio a la imagen de la Virgen de Guadalupe la calidad de símbolo nacional, con la divisa: Non fecit taliter omni nationi (No hizo cosa igual por ninguna otra nación), tomado y adaptado de los salmos (147,20). Con esta distinción, Florencia señaló el patrocinio exclusivo de la Madre de Dios sobre sus elegidos, los fieles mexicanos.

Visto a través de la colección del Museo de la Basílica de Guadalupe, la presencia musical, como variante iconográfica en la pintura del tema guadalupano, se manifiesta a la vez en diversas formas. Se anuncia, en primer término, con el cántico melódico de pájaros que rodean a la figura de la Virgen como marco, a veces junto con follajes y flores que representan las ofrendas que se acostumbra colocar hasta la fecha, cerca de la imagen. Dentro del mismo grupo se encuentran aves en composiciones que narran los hechos de la Primera Aparición. En segundo lugar existen representaciones guadalupanas con elementos musicales, sean coros de ángeles o conjuntos de instrumentos, en escenas de la segunda y tercera aparición. Por otro lado, la música forma parte de las composiciones cuando la Virgen es protectora e intercesora en favor de los fieles novohispanos. Al último, se hace presencia en la iconografía de la Virgen de Guadalupe en momentos de gloria que celebran su Asunción y Coronación.

En las representaciones que aluden a la Primera Aparición de la Virgen a Juan Diego, los pájaros que sobrevuelan las escenas representan los dulces sonidos de aves coyoltototl o tzinnizcan que según el Nican Mopoha atribuido a Antonio Valeriano, escuchó el vidente al momento de ver a la Guadalupana.

La música también se asocia con la Virgen de Guadalupe cuando ángeles cantan y tocan instrumentos en honor a su aparición. La presencia de estos seres celestiales se explica, por un lado, por el padre Francisco Florencia en su libro, Estrella del Norte, como hecho que pareció a la piedad de los que cuidaban del culto de la imagen a raíz de que la aparición sería bien adornarla con ángeles que le hicieran compañía. Por ser la Madre de Cristo, también cantan ante la Virgen, la ayudan y la protegen. Dentro de la iconografía guadalupana en las apariciones de la Virgen, los ángeles músicos se presentan en coros y conjuntos tocando instrumentos musicales como el laúd, el violín, la guitarra y la flauta.

La manera de cómo representar las cuatro apariciones quedó establecida a partir de la segunda mitad del siglo XVII y se funda en los escritos de los evangelistas guadalupanos. En dos pinturas, ambas del siglo XVIII, que recrean la Segunda Aparición, se puede apreciar el patrón compositivo que adoptó. La Virgen, en un lado, se dirige hacia Juan Diego que se encuentra en un paraje rocoso, mientras que un grupo de ángeles toca en la sección superior. Una de las pinturas citadas, obra del artista oaxaqueño Miguel Cabrera, incluye dos ángeles que custodian a Juan Diego, mientras que en la lejanía otros dos tocan. Este lienzo forma parte de una serie de las cuatro apariciones, y está integrado dentro de un programa iconográfico de un retablo en el salón Guadalupano del Museo de la Basílica de Guadalupe.

Cuando la Virgen actúa en favor de los hombres intercediendo contra las calamidades naturales, haciendo milagros y en protección de ellos, la música, con frecuencia, forma parte del relato. Los relatos pictóricos de las intervenciones de la Guadalupana ofrecían a los artistas de los siglos xvii y xviii cierta libertad de componer sus escenas, por ser estos los temas originales y asuntos propios de la Nueva España. En la colección del museo de la Basílica de Guadalupe hay una pintura monumental con iconografía musical de su tiempo: El Traslado de Imagen de Guadalupe a la primera ermita y el primer milagro, narra los hechos que se recogieron en el texto de Fernando de Alva Ixtlixochitl titulado Nican Motecpana.

Los músicos y cantores en la sección central, a la derecha, son seis figuras; el primer músico barbado y con diadema de flores lleva como vestimenta una blusa de tela blanca y sobre ella una tilma del mismo color, ostenta un mecatl o cordón de flores. Está tocando un Tlapanhuehuetl o tambor vertical de mayena de color café oscuro. Se aprecia claramente el movimiento de su mano izquierda. El segundo músico es un joven con diadema de flores y el torso desnudo con mecatl de flores; trae faldilla blanca sobre la que va de tira textil con borde rojo a manera de maxtlatl. Sobre su espalda carga un teponaxtle que es tocado por el personaje que aparece en cuarto lugar. El tercero es un joven cantor del cual se aprecia su tilma de algodón trae fijo en su espalda un estandarte. El cuarto es el que toca teponaxtle y está cantando, es bárbaro y lleva una diadema; viste blusa blanca con tilma amarrada al frente, de su pecho cuelga el collar de flores. El quinto de este grupo se ve en el rostro de este cantor. Se aprecian sus rasgos, tilma y ramo de flores en la mano izquierda.

El primer verso del cual se tiene noticia hecho en honor de la Virgen de Guadalupe fue el llamado Pregón del Atabal, escrito originalmente en náhuatl. Supuestamente, se cantó el día del traslado de la imagen de la primitiva catedral a la ermita Zumárraga, el 26 de diciembre de 1531 o de 1533. Se dice que el autor fue Francisco Plácido señor de Azcapotzalco y que este pregón se cantó al son del teponaxtle en la procesión del cuadro citado.

Dentro de la devoción mariana hay otra variante de la música asociada con la Virgen de Guadalupe: La Asunción de la Virgen y su Coronación como Reina de los Cielos. Aunque el evangelio no habla de la muerte de la Virgen María, hay una leyenda en torno a ello. La leyenda dorada de Jacobo de la Voragine del siglo XIII, relata el hecho como de origen apócrifo, atribuido a San Juan Evangelista.

En la colección del Museo de la Basílica de Guadalupe hay una pintura de este tema poco común dentro de la iconografía guadalupana. Ayudada por ángeles, María se eleva hacia Dios Padre en el cielo, donde están otros dos ángeles que tocan trompetas, símbolo de la fama, la victoria y la gloria. Los doce apóstoles están presentes, en dos grupos de seis a ambos lados de la tumba vacía en la sección inferior de la composición. Aquí, la Virgen no sólo es símbolo, sino físicamente es el eje y unión entre el cielo y la tierra.

La pintura novohispana de tema guadalupano con elementos de iconografía musical participa de los mismos patrones que las advocaciones Marianas europeas; razón de esto es que la música habla de la gloria de la Virgen María como reina del Cielo y cualquier acontecimiento de su vida, de los misterios gloriosos y gozosos, siempre es cantado entre el gran regocijo de ángeles, querubines e instrumentos musicales. En el caso de la Virgen María en su advocación de Guadalupe, además de los elementos musicales señalados, se le agrega la iconografía que marque la Aparición como propia y única de tierras americanas, señalando el suceso sobrenatural de la estampación del ayate, lo que a veces estará acompañado de instrumentos propios de las culturas mesoamericanas y que recuerdan la aculturación y el mestizaje.

 



La primera es licenciada en historia del arte por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, es autora de la obra El arte de dar gracias : los exvotos pictóricos de la virgen de la Soledad de Oaxaca, y ha sido directora de Artes Visuales del Centro de Cultura de Casa Lamm. Es coautora, al lado de la segunda, del estudio Regalo para el arte: los exvotos mexicanos de los siglos XIX y XX.

Tomado de la revista México en el Tiempo, México (1997), No. 17 marzo-abril, pp. 11-17.

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