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La Virgen de la Defensa. 365 años de presencia

 

José Fajardo Villalvazo

 

El autor del presente estudio, cronista del municipio de Tapalpa y maestro de historia de México, autor de una cantidad no pequeña de colaboraciones de índole social e historiográfica, cedió a este Boletín un estudio de la imagen de Nuestra Señora, que se honra anualmente en la delegación de Juanacatlán, de aquella municipalidad, muy ligada con el hoy Beato Juan de Palafox y Mendoza.

 

Los españoles llegaron a la región de Tapalpa entre los años de 1521 a 1523. Diez años después vendrían a  echar los cimientos  de la evangelización los frailes franciscanos, entre estos, fray Juan Padilla (de), fray Martín de Jesús (o de la Coruña), fray Andrés de Córdova, fray Miguel de Bolonia...

Aunque es cierto que la conquista no llegó en todo su brillo guerrero a estas tierras (propiamente fue una colonización), aquí abundaba el núcleo indígena y no ofrecieron oposición y tenacidad a los colonizadores, antes bien, cuando los aborígenes quedaron integrados junto con sus tierras a la recién formada Provincia de Ávalos, permitieron que el español se estableciera en estas latitudes.

Años después, la región no quedó libre de “encomiendas” y “encomenderos”. Convendría recordar que la encomienda consistía en la entrega (cesión) por parte del rey a su súbdito español, llamado encomendero, de la percepción del tributo o servicio personal que el indio debía pagar a laCorona, a cambio de su evangelización por parte del beneficiario de la cesión.

La primera encomienda en América tuvo lugar en Santo Domingo. Fue de servicio personal y provocó desastrosos efectos sobre la población, originando un conflicto que desembocó en las Leyes de Burgos (1512), aunque estas no pusieron fin a los abusos.

La conquista de México impulsó el desarrollo de encomiendas de tributos en el Continente Americano. Las Leyes Nuevas (1542), que denegaron la concesión de nuevas encomiendas, provocaron en Perú la sublevación acaudillada por Gonzalo Pizarro.

Los títulos más rigurosos de Las Leyes Nuevas fueron revocados y durante el siglo xvii se siguieron concediendo encomiendas, aunque se limitó su traspaso hereditario. En el siglo xviii se inició su desaparición.

El alemán Thomas Hillerkus a propósito de encomenderos transcribe[1]:

 

“(Al margen) Pueblos de Ávalos. Comisión de alcalde mayor de los pueblos de Ávalos, sobre que se quejan los indios de Amacueca de ciertas personas que les toman sus tierras para estancias. Yo, don Luis de Velasco, etcétera: Hago saber a vos, el que es o fue alcalde mayor de los pueblos de Ávalos, que por parte del gobernador, principales y naturales del pueblo de Amacueca, me fue hecha relación, que por parte de Juan Bravo y Lagunas, y de Patricio Mexía, y Francisco Saavedray Juan de Segovia, se les toman y ocupan cuatro pedazos de tierra, que es suya y cae en sus términos, que la una se llama Atlimajac (Atemajac) y las dos Tlapalpan (Tapalpa), y la otra que confina con el pueblo de Tepec, las cuales dichas personas se han entrado y entran en las dichas tierras contra su voluntad, asentando estancias de ganado en su perjuicio y desposeyéndoles a ellos sus tierras, y me pidieron les mandase desagraviar y amparar en las dichas tierras; y por mi visto, atento a lo susodicho, por la presente os mando que luego que os fuere mostrado, veáis por vista de ojos las tierras que de  uso se hace mención, y llamadas las partes, a quien toca, averigüéis la parte que cae en los términos propios y conocidos del dicho pueblo de Amacueca, y por qué personas se las toman y ocupan las dichas tierras, y con qué título y causa, y sabida y averiguada la verdad, proveáis brevente lo que sea justicia, de manera que ninguna reciba agravio, y los que no tuvieren títulos de las tierras y estancias que tuvieren en los términos del dicho pueblo de Amacueca, las dejen y restituyan al dicho pueblo a su costa, y en caso que tengan título de ellas, se averigüe si es daño y perjuicio de los dichos naturales y por qué causa y razón, y teniendo consideración a que cualquier título que tengan ha de ser y se entiende, sin perjuicio de tercero, preveréis y determinaréis   cerca  de  ello  que   sea justicia, y de ellome haréis relación con vuestro parecer, para que se provea lo que convenga, para lo cual que dicho es, os doy poder cumplido cual en tal caso se requiere.

Hecho en México, a nueve días del mes de marzo de mil quinientos y sesenta y cuatro años.

Don Luis Velasco.

Por mando de su señoría, Antonio de Turcios.

 

Los naturales de Juanacatlán, en la región serrana de Tapalpa, no quedaron exentos de los malos tratos de los encomenderos, caciques y gente con poder.

Fue casi en la mitad del siglo xvii cuando Juanacatlán entró al umbral de la micro historia regional: “Lugar inescrutable poblado poco antes por tribus transhumantes y aldeas precarias”, supieron sus moradores de injusticias, cargas desmesuradas de trabajo mal remuneradas e iban a quejarse al Virrey en   ese   año   -1642-  recién   había   sido por el rey de España, Felipe iv, don Juan de Palafox y Mendoza (Fitero, 1600 - Burgo de Osma, 1659); político y eclesiástico español; diputado de la nobleza en las Cortes de Monzón (1626), se ordenó sacerdote y fue consagrado Obispo en 1639; nombrado para Puebla de los Ángeles, promovió la difusión de la cultura y las obras de la Catedral. En 1642 ocupó el cargo de virrey y Capitán General de la Nueva España. Murió a la edad de 59 años y dejó tras de sí destellos de santidad. Al siglo siguiente (1726), se inició el proceso de su beatificación que en fechas recientes le ha valido el honor de los altares.

Los aborígenes de Juanacatlán y otros de Atemajac (después de las Tablas, y actualmente de Brizuela) un día de junio de 1642 se pusieron en marcha rumbo al virreinato de la Nueva España. Habían sufrido en carne propia vejaciones e injusticias; cargas desmesuradas de trabajo, humillaciones sin cuento…

En Puebla encontraron al pastor, padre y defensor del indio, varón insigne “no sólo en el saber, sino en la observancia perfecta…”

¡Qué bien supo rastrear la raza indígena en este prelado –gobernante, un alto defensor, no solo en la pluma, “en su naturaleza del indio”, sino en la defensa           gigante y activa, digna continuación de la obra de fray Bartolomé de Las Casas (en Chiapas)…!

Y un rasgo de generosidad con los indios en lo que hace entrar en estas líneas, con el obsequio de la imagen de la Virgen María que acá se venera y que la comunidad virreinal, la tradición y la información dicen que al entregar él la imagen les dijo: “Esta será vuestra Defensa”.

El celo con que los herederos guardan estos documentos impide la precisión de personas y hechos; lo cierto es que la imagen de la Virgen María no llegó a estas tierras entre los conquistadores como pacificadora, sino en manos de vencidos; pero tenía que ser a la vez el vínculo del mestizaje, tenía que ser entrega del corazón español de un obispo para el alma y la carne atormentadas del indio.

Desde 1642 -a la fecha 365 años-está entre nosotros la presencia de nuestra “Madre y Defensa”. (Presencia en nuestros labios y corazones y en los caminos que llena con su amor...).

Un informe del señor cura de la parroquia de San Antonio de Tapalpa, escrito en 1920, así la describe:

 

“Mide 48 centímetros de altura de la peaña (cuadrada) a la cabecita. Es de madera muy sólida como cedro o tepehuaje; parece ser de una pieza, está sobre un medio mundo, éste en una peaña cuadrada con una moldurita en los cuatro lados; tiene ésta, la peaña, unos cuatro taladros, uno en cada esquina y otro en medio, para la media luna.

En la parte superior, por la parte del mencionado cuadro está otro taladro que sirve para sostener la imagen.

Los ojitos son pintados. En la frente tiene unas peladitas del barniz. Los brazos son de lienzo, del hombro a la muñequita de las manos.

Del cuello a la cintura no tiene vestido, se le quemó, y al retocarla no hicieron más que componer ésta con yeso y así quedó. De la cintura a los pies está vestida de talla antigua, muy bonita, con adornos y parece que tiene algún color azul bajito, los piececitos… de esto no me acuerdo muy bien, le salen del vestido y están uno de ellos sobre una viborita, está muy malhecha la cabeza parece de lagarto y la tal víbora es de medio relieve”. (Firmado)

Presbítero Miguel Díaz Orozco, párroco de Tapalpa, 1920

 

Después de avatares sin fin, fue el  siglo xix cuando Juanacatlán (actual Delegación del municipio de Talpa, en el sur de Jalisco), quedó terminado el santuario que alberga a la Virgen de la Defensa. Se bendijo a principios de mayo de 1878 y fue consagrado a la Serenísima Reina de los Ángeles, a Santa María de la Sierra, a Nuestra Señora de la Defensa.

El mismo santuario material –dentro de la sencillez del entorno- no tiene para el curioso las columnas airosas, los retablos llameantes, las naves oscuras; carece hasta de los privilegios reales y episcopales, nada vino de ultramar para este templo: parece que lo persiguió el silencio, los mismos habitantes del poblado parecen no tener prisa ni problemas; huyen del valle húmedo siempre azotado de vientos helados, hallan refugio en la casa acurrucada junto al templo. Esta continuidad de vida dentro de un régimen tan llanamente patriarcal deja tinte brioso, el salto agitado del problema social, viven del fruto de aquellas tierras, las más de las mañanas vestidas totalmente de niebla como un inmenso ventisquero, luego con los rayos verberantes del sol, la altura y el paisaje adquieren motivos especiales.

Los moradores viven para cuidar a la Madre que desde hace más de tres centurias y media la llaman así, simple y sencillamente “la Madre…”

María o una afinidad de atributos que desprende este nombre, ha pasado a formar parte de la cultura  y una identidad común en distintos lugares del mundo.

La civilización de Occidente es impensable, tal y laconocemos hoy –tal como ha sido durante dos milenios y algo más-, sin la aportación espiritual y material de la Virgen y sus innumerables representaciones.

            Una imaginería, una escatología mariana si queremos, ha venido desprendiéndose a través de los siglos y amalgamándose en la conciencia y misticismo de los pueblos. Negarlo sería negar parte de nosotros mismos, parte necesaria de la herencia universal.

La Iglesia Católica ha tributado siempre a la Virgen María una “veneración especial”, un culto que en la práctica y en la devoción del pueblo creyente ha revestido formas variadísimas y siempre profundamente sentidas.

La arqueología cristiana pretende encontrar vestigios de este culto desde los primeros siglos del cristianismo en algunas de las catacumbas romanas y en diferentes ocasiones se ha hablado de él como una de las características fundamentales del catolicismo y en los últimos tiempos en particular como uno de los rasgos distintivos de la religión del pueblo, en América Latina y muy especialmente en México.

A lo largo y ancho de la geografía jalisciense, encontramos un santuario, una basílica, un templo, una capilla o una ermita en honor de la Madre de Dios, en sus distintas advocaciones.

Y aquí, remota, se escucha la voz de un poeta: “Aquí sigo, Señora, a tus umbrales. / Necesito vivir de tus amores, / y aspirar el perfume de tus flores, / y asomarme a tus ojos celestiales”...

La emoción, el entusiasmo o la ternura, unidas a la vez con las necesidades individuales, familiares e incluso sociales sentidas o padecidas, se han traducido a veces en época y lugares distintos, en prácticas  o modos de expresión que han llegado incluso a la exageración o tergiversación desde un punto de vista teológico cristiano.

Pero si la fe mueve montañas, la “fe y devoción” que el pueblo sencillo, como nosotros, “siente” por la Virgen María” mueve a contrición a los corazones más empedernidos y a las manifestaciones más coloridas y variadas.

Aquí, Tapalpa: “la sabe amar a su manera/ y al derretir sus almas como cera/ chisporrotean ensordecedores”

En este verano luminoso está de visita en el templo parroquial de Tapalpa la venerable y venerada imagen de la Virgen María en su advocación de la Defensa. Durante dos meses, cada día, se escuchan cánticos en su honor, tronar cohetes, repiqueteos festivos, música de “viento” y, lo principal, actos de culto, eucaristías, peregrinaciones, visitas, con la  siempre ferviente participación de su pueblo.

La Virgen de la Defensa, flor serrana, se encuentra entre la policromía de otras flores que, manos devotas, le traen diariamente.A sus plantas centellean decenas de veladoras…

            De Tapalpa irá de visita a Atemajac de Brizuela, allá pasará el otoño. Y la Madre volverá a su Santuario a principios de diciembre, “para guarecerse del frío”

           

Cambias de sitio, no de primavera, / pues van a irse en pos de ti las flores; / y por la nueva casa donde mores / dará principio el sol a su carrera.

Manuel Ponce

 

La coronación

 

Quisiste ser su Reina y su Defensa, / y te ofrece en humilde recompensa, / la corona que brilla hoy en tu sien, / dale en cambio la paz de sus hogares / y haz que salte de aquí de tus altares, / a la esplendente gloria del Edén.

San Rodrigo Aguilar Alemán.

 

6 de enero de 1920: Coronación Diocesana de Nuestra Señora de la Defensa por el arzobispo de Guadalajara, don Francisco Orozco y Jiménez. Misa Pontifical acompañado por los señores canónigos Anaya y Chávez. Sermón acargo del señor presbítero Rafael Ramos Chávez. Coro a cargo del Seminario de Guadalajara.

6 de enero de 1945: Bodas de Plata de la Coronación. Misa Pontifical celebrada por el arzobispo José Garibi Rivera. Predicadores: señor presbítero Pedro Rodríguez y señor canónigo Benjamín Ruelas y Sánchez.

6 de enero de 1970: Bodas de Oro de la Coronación. Solemne concelebración en el nuevo templo parroquial. Sermón a cargo del señor presbítero licenciado D. J. Guadalupe Martín Rábago, actual arzobispo bispo de León, Guanajuato.

30 de junio de 1972: Erección de la diócesis de Ciudad Guzmán. La parroquia de San Antonio de Tapalpa pasa a ser parte de la misma.

15 de agosto de 1995: Bodas de Diamante de la Coronación de la Virgen de la Defensa. El obispo de Ciudad Guzmán don Serafín Vázquez preside la concelebración Eucarística: y coloca la corona a la Santísima Virgen. Peregrinaciones de Atemajac de Brizuela, Chiquilistlán y Juanacatlán.

 

Gran final

 

Suena el teponaxtle... en la serranía de Tapalpa ya no se adora a Atlaquiáhuitl, el gavilán, dios de las aguas.

Ahora la Virgen Serrana, la Madre y Defensa, ha salido de Juanacatlán en hombros de sus hijos.

Recorren caminos bordeados de manzanillas florecidas entre el aroma de la tierra y de los vientos...

Y es aquí donde la memoria fantasiosa de mi pueblo continúa el relato: “Tras breves horas llegaron a Tapalpa y estalló la fiesta en la tarde del verano: bajaron carretas llenas de mazorcas, calabazas, espigas de trigo y cebada; corazones de mezcal; mangos, limas, duraznos, manzanillas, peras, pitayas, tunas, ciruela... Guamúchiles, cocos, chirimoyas, brevas, piñanonas, uvas, chocoluixtles... Los yugos tenían flores, los testuces de los bueyes fueron adornados como día de San Antonio o Acabo de Labores. Iban coronados de cempasúchiles, nardos, lirios, rosas de espino, ramos de Santa María, racimos de teresitas, belenes, malvas nomeolvides, cordones de obispo, dientes de león...

Bajó la tambora de Tepec, con la chirimía, los Záizar, los Vargas, el coro de Ferrería de Tula, el mariachi de Atauco, los soneros de Copala...”

            Atronaban los cohetes y el eco los llevaba a las hondonadas de la serranía y, ondulando, bajaba a las cañadas...

Se escuchaban cánticos: Fuente rumorosa inmenso riachuelo, / te cantan hermosa / ¡oh, Reina del cielo!

Invocación final: Madre y Defensa, pastora de siglos, madre que nos engendra cada día: cuando llegue el final, llévanos a pacer a prados mejores... Adiós, que tu defensa dondequiera nos siga / como un viento esparciendo los granos de la espiga. / ¡Adiós!, que tu alabanza triunfal mi Sierra diga.

 

Bibliografía

Hlllerkus, Thomas: Documentaba del Sur de Jalisco, El Colegio de Jalisco / INAH, Guadalajara, 1994.

Libro de Gobierno no. 5, de la parroquia de San Antonio de Tapalpa.

Méndez, Luis M.: Madre y defensa, Imprenta J. J. Vera, Guadalajara, 1947.

Pintor, Germán: Nos dejaste la noche, Ayuntamiento de Guadalajara, Guadalajara, Ágata, 1991.



[1]Thomas Hillerkus, Documentalia del Sur de Jalisco, siglo xvi, El Colegio de Jalisco, INAH, 1994

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