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Plan de Pastoral


V Plan de Pastoral (Descargas)

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I Parte. Proceso formativo del discípulo misionero

17. Los Obispos, reunidos en Aparecida, con la asistencia del Espíritu Santo, proponen el Encuentro con Jesucristo vivo como el objetivo principal de la formación integral de los discípulos misioneros. Siendo, por ello, este Encuentro, el hilo conductor de todo el proceso de formación de quienes nos decimos discípulos de Cristo y aceptamos su mandato de ser sus misioneros.

18. En realidad, se trata de propiciar que el bautizado sea dócil a la gracia de Dios y se convierta en discípulo misionero. El método a seguir no es otro que el empleado por nuestro Señor Jesucristo: llamar a todos con paciencia y sabiduría, para que le sigan; a quienes aceptaron la invitación, los catequizó en el misterio del Reino de Dios, durante tres años, viviendo en comunidad con Él y el grupo de discípulos más cercanos; y, después de su muerte y resurrección, les envió a predicar la Buena Noticia, con la fuerza del Espíritu Santo (Cf. DA 276).

19. Este método se considera eficaz en los procesos de formación cristiana que la Iglesia, peregrina en el Continente Latinoamericano, debe emprender, atendiendo al nuevo contexto socio-cultural; a las hondas aspiraciones del hombre y al llamado que el Señor Jesús sigue haciendo a los que quieran ser sus discípulos misioneros (Cf. DA, 277).

20. En consonancia con la exhortación postsinodal, «Ecclesia in America» que lleva por subtítulo: «Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América»; Aparecida propone cinco aspectos fundamentales del proceso formativo que «aparecen de diversa manera en cada etapa del camino pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí» (DA, 278).

1. EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO
Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1,38)

El Kerigma

21. La teología católica entiende por kerigma el primer anuncio gozoso y testimonial de la Buena Nueva (Evangelio), hecho por el heraldo de Cristo (apóstol, misionero, evangelizador…), para convocar a los no creyentes, llamados a la conversión, a la fe y al bautismo. La proclamación del kerigma es la obra esencial de la evangelización y el contenido de la primera predicación de la fe. Toda evangelización, en cualquiera de sus formas: catequesis, homilía y conferencias teológicas, debe tener, siempre, un tono y sabor kerigmático de alegría y optimismo que invite a las personas a la adhesión a Cristo y al cambio de vida, mediante una profunda conversión.

22. El encuentro con Jesucristo vivo es el primer aspecto del proceso de formación del discípulo misionero, que se realiza mediante el kerigma. «El contenido del kerigma, del anuncio, que constituye la esencia de todo el mensaje evangélico, es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros»[1] . Se aplica a la predicación del hecho o núcleo central de la fe cristiana, que se hace en forma de testimonio entusiasta por haber encontrado a Cristo y en Él la salvación, para suscitar la fe del oyente .

23. Conviene afirmar que el kerigma en la Nueva Evangelización, supone:
- Al ya convertido al Señor Jesús, se le instruye mediante la catequesis y se le alimenta con los sacramentos, a fin de que fortalezca su fe y profundice en el conocimiento de Jesucristo al que ha aceptado en su vida por el Bautismo.
- A quienes han recibido la fe y con frecuencia se acercan a la Iglesia y los sacramentos, hemos de proclamar el kerigma mediante la homilía dominical, principalmente, para que vivan lo que creen, y crean lo que han recibido y participen activamente en la vida de la Iglesia (Cf. RM 33).

24. Todo discípulo misionero debe transformarse en «testigo». El testigo, cree y profesa su fe, anuncia con su vida y con su palabra el gozo de haber encontrado a Cristo. El testimonio es de vital importancia, desde que Jesús, antes de subir al cielo, dijo a los discípulos: Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo (Act 1, 8) .

25. Sin el anuncio del kerigma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad. Debemos tener en cuenta que el kerigma, además de una etapa, en el proceso, es principalmente el hilo conductor de todo el camino que lleva a la madurez del discípulo misionero (Cf. DA 278). Es, pues, el anuncio del kerigma el que da la posibilidad de implementar una iniciación cristiana auténtica y eficaz.

26. Con el Papa Benedicto XVI estamos plenamente convencidos de que: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una orientación decisiva» . El encuentro con la persona de Jesús es esencial en la vida del discípulo misionero, pues Jesús es la verdadera respuesta a la pregunta «sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano» (EAm 10).
Se trata de un encuentro personal con Cristo, que «debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerigma y la acción misionera de la comunidad» (DA, 278).

Lugares de encuentro con Jesucristo

27. En el hoy de nuestra Iglesia, en medio de acontecimientos esperanzadores pero también angustiantes, por la creciente secularización de nuestra sociedad, nos preguntamos: ¿Dónde podemos encontrar a Jesús para iniciar «un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad»? (EAm 8) ¿Cuáles son los lugares, los espacios, las personas que nos hablan de Jesús, que nos ponen en comunión con Él y nos permiten ser discípulos y misioneros suyos? (Cf. DA 245).

La fe recibida y vivida en la Iglesia, comunidad viva

28. El encuentro con Cristo se realiza en la fe recibida y vivida en el seno de la Iglesia. Es ahí donde los fieles pueden descubrir el amor del Padre, que se manifiesta en el don que nos hace de Jesucristo (Cf. DA 246).
Por eso Benedicto XVI nos recuerda que «¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Ésta es nuestra casa! ¡En la Iglesia católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo!» .

La Sagrada Escritura, Palabra de Dios

29. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, Palabra de Dios, leída a la luz de la Tradición. «Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo» (San Jerónimo) y «renunciar a anunciarlo» (DA 247). «Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender…, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios» (Benedicto XVI, DI 3). No se trata de que el cristiano conozca sólo intelectualmente la Sagrada Escritura, sino que viva conforme a ella.

30. La lectura orante de la Biblia o Lectio Divina favorece el encuentro personal con Jesucristo, a ejemplo de tantas personas en el tiempo del Nuevo Testamento (Cf. DA 247; Cf. Jn 6,63).
La Sagrada Liturgia

31. La Liturgia es la celebración del Misterio de Cristo y, en particular, de su Misterio Pascual, muerte y resurrección. «Por la Liturgia, Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención» (CEC 1069, Cf. DA 250).

32. En el Concilio Vaticano II, se profundizó en las diversas presencias de Jesucristo en la Liturgia: a) En el sacerdote que renueva en el altar el sacrificio de Cristo en la Cruz; b) En las especies consagradas del pan y vino; c) En los sacramentos; d) En la proclamación de la Palabra de Dios; e) En la Iglesia que suplica y canta himnos (Cf. SC 7; EAm 12).

La Eucaristía

33. «La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo» (DA 251). El corazón del hombre oprimido por el pecado, en algunas ocasiones confundido por la duda y el sufrimiento, tiene necesidad de una luz que oriente su vida. ¡La Eucaristía es esa luz! Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios y participamos del pan y vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Jesús, es precisamente Jesucristo quien ilumina nuestra mente y nuestro corazón como les sucedió a los discípulos de Emaús, que lo reconocieron «al partir el pan» (Cf. Lc 24,25) .

34. Siempre que participamos en la Eucaristía tenemos un encuentro íntimo con Jesús. Desde esta óptica, se fundamenta la importancia de la participación en la Misa dominical, que debe experimentarse, no como una obligación, sino como «necesidad interior del creyente, de la familia cristiana y de la comunidad parroquial» (DA 252).

35. Una Eucaristía bien preparada es el campo propicio para que los fieles, al escuchar la Palabra de Dios, ofrezcan el sacrifico de la cruz y se alimenten de su Cuerpo y su Sangre, y se encuentren con Jesucristo. Por otra parte, donde no hay Eucaristía, por la escasez de sacerdotes, la comunidad tiene una doble tarea: por un lado, participar en la «celebración dominical de la Palabra» (Cf. Mt 18,20) y, por otro lado, orar y promover las vocaciones sacerdotales (Cf. DA 253).

El Sacramento de la Reconciliación

36. El hombre que se ha apartado de Dios, escucha la llamada de Jesús a la conversión (Cf. Mc 1,15), se acerca al Sacramento de la Reconciliación y experimenta la gran misericordia del Padre que no le toma en cuenta sus pecados, porque el amor de Dios es más fuerte que el pecado cometido. El creyente debe recordar que sólo Dios perdona los pecados mediante el Sacramento de la Reconciliación (Cf. Mc 2,7).

37. Porque Jesús es el Hijo de Dios, él dice de sí mismo: «El hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc 2,10). Más aún, Jesús por su autoridad confiere este poder a los discípulos para que lo ejerzan en su nombre (Cf. Jn 20,21-23) .

La oración personal y comunitaria

38. La oración cristiana es el lugar donde el discípulo misionero cultiva una profunda relación de amistad con Jesucristo y donde descubre cuál es la voluntad del Padre. Santa Teresa de Ávila, la definía así: «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» .

Los pobres, afligidos y enfermos

39. En cada hombre resplandece el rostro de Cristo, independientemente de su condición física, mental o social. Jesucristo se identifica con los pequeños, es decir, los pobres, los afligidos, los enfermos…: «En cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos míos, aún a los más pequeños, a mí me lo hicieron» (Mt 25,40.45). Los pequeños son, de esta manera, un Evangelio viviente por el testimonio de su fe, por su paciencia, por su apertura a la presencia y voluntad de Dios. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan y nos acercan con su vida y testimonio al encuentro con Jesucristo! (Cf. DA 257).

La familia cristiana

40. La familia cristiana, Iglesia doméstica (Cf. CEC 2204), es uno de los lugares privilegiados donde los hijos pueden aprender a conocer y amar a Jesucristo, desde los primeros años de su vida. La verdadera educación cristiana de los hijos no se reduce a incluir a Dios entre las cosas importantes de su vida, sino que sitúa a Dios en el centro de la vida. Esta educación en la centralidad del amor a Dios la realizan los padres, sobre todo, a través de las realidades de la vida diaria: trasmitiendo la fe a sus hijos con su participación alegre en los sacramentos, dando testimonio a los hijos de la importancia que tiene Dios en su vida, enseñando a sus hijos a orar, rezando en familia en las comidas, fomentando en los hijos la gratitud a Dios por los dones recibidos, acudiendo a Él en los momentos de dolor en cualquiera de sus formas, participando en la misa dominical con ellos, acompañándoles a recibir el sacramento de la Reconciliación, corrigiéndolos con el ejemplo de su vida cristiana y con su palabra, etc. .

Espacios del Encuentro con Jesucristo

41. El Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia maneras muy peculiares de buscar y manifestar la fe. Hemos de valorarlas todas, aprovechando la oportunidad, para que muchos fieles tengan un espacio oportuno, mediante una adecuada evangelización, de encuentro con Jesucristo (Cf. EN 48).

La piedad popular

42. Entre estos espacios, es de fundamental importancia la piedad popular, que en palabras del Papa Benedicto XVI, es «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina» (DI 1). Esta manera de expresar la fe de parte de nuestro pueblo «refleja la sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» (EN 48). Entre las expresiones de esta espiritualidad se encuentran: Las Posadas y Navidad; las prácticas de cuaresma y Semana Santa; las festividades marianas: la devoción a la Virgen de Guadalupe y la Virgen de Zapopan; las procesiones, especialmente, la del Corpus Christi; y las propias de cada parroquia; las peregrinaciones a los santuarios, las danzas, el amor a los santos y las mandas, entre otras. Muchas personas, en ocasiones, sólo cuentan con este tipo de espiritualidad que constituye una ocasión privilegiada de evangelización .

43. La piedad popular se convierte, así, en un espacio propicio para que el cristiano inicie un proceso de encuentro personal con Jesucristo, que lo lleve al crecimiento y madurez en su fe, de tal forma que se convierta en discípulo misionero. Algunas personas han tenido una experiencia fuerte de Jesucristo en alguna de estas prácticas de piedad, que se ha constituido en el inicio de un camino serio de conversión. En el mundo secularizado, la piedad popular, es una voz que toca los corazones y un canal todavía vivo para transmitir la fe .

La devoción a María

44. La Virgen María es la discípula más perfecta del Señor. De ella podemos imitar su fe (Cf. Lc 1,45), su obediencia a la voluntad de Dios (Cf. Lc 1,38), su silencio, su escucha y meditación de la Palabra (Cf. Lc 2,19), su sí incondicional. La Virgen María es, también, la gran misionera; así como dio a luz al Salvador del mundo, acompañó la evangelización de nuestra patria (Virgen de Guadalupe) y de nuestra Arquidiócesis (Virgen de Zapopan). Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho de nuestra Arquidiócesis son un testimonio de la presencia cercana de nuestra Madre (Cf. DA 266-272).

45. La Iglesia propone algunos tiempos y prácticas que ayudan a la espiritualidad mariana del discípulo misionero: el sábado, dedicado a venerar a la Virgen María (memoria de Santa María); la preparación a las fiestas marianas (triduos y novenarios); el mes de mayo dedicado a María; la recitación del Angelus Domini (Reina del cielo, en pascua); el rezo del Rosario; la consagración a la Virgen; el uso de escapularios (Virgen del Carmen) y medallas marianas .

Los Apóstoles y los Santos

46. Las vidas de los Apóstoles y Santos son, también, espacios privilegiados del encuentro con Jesucristo (Cf. DA 273). Nuestra Arquidiócesis de Guadalajara tiene el privilegio de contar con un gran número de discípulos misioneros, testigos vivientes de Jesús, que probaron la gracia del martirio. El Emmo. Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñiguez hizo una referencia a su testimonio en la V Conferencia en Aparecida: «El mártir es el mejor discípulo porque va con Cristo hasta la Cruz y es el misionero más creíble porque sella con su sangre lo que anuncia» . El ejemplo de estos cristianos nos motiva a imitar y renovar el ardor apostólico y misionero que nos han transmitido.

Desafíos

47. Constatamos un grande vacío en la vida de fe de muchos de nuestros cristianos, que no han recibido formalmente el anuncio del Kerigma y por consecuencia no han hecho una opción de fe por Jesucristo.

48. Hay un gran número de fieles cristianos que requieren un mayor conocimiento, aprecio y vivencia de la Sagrada Escritura.

49. El creciente fenómeno de la secularización que se vive, también, en nuestra Arquidiócesis y que se manifiesta en el desvanecimiento de “la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios” (DA, 44).
Propuestas

50. Asegurar en todas las comunidades parroquiales el anuncio del kerigma e implementar itinerarios de iniciación cristiana adaptadas a la situación de los no evangelizados o no suficientemente evangelizados.

51. Asegurar la animación bíblica de toda la pastoral.

2. LA CONVERSIÓN

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6)

52. El segundo aspecto del proceso formativo de los discípulos misioneros es la conversión personal y pastoral.
Conversión personal

53. La conversión es el primer fruto del encuentro con Jesús. Tal encuentro se hace tan profundo que impacta toda la vida, pues se acepta a Cristo en toda la existencia cristiana como Camino, Verdad y Vida (Cf. Jn 14,6); asimilando los valores evangélicos en orden a la conversión personal.

54. El pecado, como revelan las fuentes bíblicas, es, ante todo, ruptura con Dios, al desobedecer su Santa Ley (Cf. Gn 3,1ss.; Rm 7,7-25); pero es también ruptura y división, con los hermanos, consigo mismo y con la creación (Gn 4,1-16). Así, para que pueda tener lugar la transformación del corazón, ha de existir una sensibilidad hacia el pecado. «Reconocer el propio pecado, es más, reconocerse pecador, capaz de pecado, es el principio indispensable para volver a Dios (Cf. Sal 50,53; Lc 15, 18.21) [...] En realidad, reconciliarse con Dios presupone e incluye, por consiguiente, hacer penitencia en el sentido más completo del término: arrepentirse, mostrar arrepentimiento» (RP 13).

55. En el Nuevo Testamento encontramos ejemplos notorios de conversión: Zaqueo, a pesar de ser conocido como pecador público, se convierte y se transforma en discípulo, cuando Jesús sale a su encuentro (Cf. Lc 19,1-10); la mujer pecadora experimenta el arrepentimiento y la misericordia de Dios, al encontrarse con Jesús en casa de un fariseo (Cf. Lc 7,37-50); María Magdalena, encuentra al maestro, lo escucha y es liberada de sus pecados, convirtiéndose en discípula misionera (Cf. Lc 8,2; Jn 20,11-18); en Damasco, Saulo se encuentra con el Señor Jesús a quien persigue, de ahí en adelante ya no será Saulo sino Pablo (pequeño) y ya no será perseguidor sino Apóstol de Jesucristo (Cf. Hch 9). El que se convierte no vive según la carne sino según el Espíritu (Cf. Gal 5,19ss.).
Conversión pastoral

56. El discípulo que se hace misionero debe pasar de una conversión personal a una conversión pastoral. Se trata de una conversión que toca la vida y la misión de la Iglesia, despertando en ella la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de Dios. Esto implica escuchar con atención y discernir lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia a través de los signos de los tiempos (Cf. DA 366; Ap 2,29).

57. La conversión pastoral requiere la vivencia de la espiritualidad de comunión y participación, y de comunidades eclesiales de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. «De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas» (DA 368). Así, será posible que «el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial» (NMI 12) haciendo de la Iglesia, con nuevo ardor misionero, la madre que sale al encuentro, la casa acogedora, la escuela de comunión misionera (Cf. DA 370).

58. Se trata de un programa que presupone, indiscutiblemente, «recomenzar desde Cristo» y, en fidelidad al Espíritu Santo, que conduce a la Iglesia, iniciar una verdadera revisión y renovación eclesial, que implicará reformas espirituales, pastorales y también institucionales (Cf. DA 367).
Desafíos

59. Para muchos, la norma de su vida no son ya los criterios del Evangelio.

60. En algunos fieles hay poca sensibilidad al pecado.

61. En el ámbito de la Iglesia, se buscan soluciones comunes a problemas comunes en la acción pastoral.

Propuestas

62. Llevar a vivir los criterios del Evangelio, mediante la sólida catequesis y la predicación, así como la práctica efectiva de la caridad cristiana.

63. Formar en los fieles la recta conciencia, mediante el fortalecimiento de la dimensión moral de la catequesis y la denuncia, clara y oportuna, de los vicios, para invitar a la conversión.

64. Fortalecer la pastoral de conjunto, revisando y renovando las estructuras parroquiales y diocesanas.

3. EL DISCÍPULADO

Los llamó para que estuvieran con Él (Mc 3,14 )

65. El proceso formativo del discípulo misionero incluye el discipulado, como tercer aspecto, fase de profundización en la persona, ejemplo y doctrina de Jesús, mediante una catequesis permanente y vida sacramental. En esta dimensión de la formación, los discípulos misioneros van madurando «constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro» (DA 278c).

66. El verdadero discípulo se hace a los pies del Maestro. Para el evangelista san Mateo, ser discípulo consiste en estar «con Jesús» hasta la muerte (Cf. Mt 26,29.36.40.51.69.71). En otras palabras, no puede entenderse en la vida de quien quiere llegar a ser discípulo de Jesucristo, el Emmanuel, la neutralidad y la distancia . Los discípulos tendrán, por consiguiente, una tarea singular: vivir en comunión con su Maestro.

67. En el Evangelio de san Marcos, el discípulo es llamado por el Maestro para estar con Él y ser enviado (Cf. Mc 3,13). Esto supone que los discípulos misioneros aceptan la llamada como gracia de Dios, y responden generosamente a ella; por eso, están con el Señor, escuchan su Palabra, descubren su voluntad, conviven y celebran los grandes misterios del amor de Dios. Esto significa una profunda, constante y activa participación en los Sacramentos; así como una catequesis permanente, integral y sistemática que fortalezcan la conversión inicial y ayuden a los convertidos a perseverar en el nuevo estilo de vida cristiana, mientras realizan su misión en medio del mundo que los rodea y los desafía.

Una formación kerygmática, integral y permanente

68. La formación del discípulo misionero debe ser integral; armonizando las diversas dimensiones en una unidad vital. En cada una de estas dimensiones debe hacerse presente y operante la fuerza del anuncio kerigmático. Esta formación debe ser permanente y dinámica, de acuerdo a la capacidad, al servicio y al desarrollo de cada persona (Cf. DA 279).

69. La dimensión espiritual
Si bien todas las dimensiones en la formación del discípulo misionero son igualmente importantes, podríamos decir, sin embargo, que la dimensión espiritual es la que le da el sabor cristiano y místico a nuestra vida de fe. El discípulo ha de tener experiencia de Dios, es decir, ha de conocerlo por el trato cotidiano con él a través de la oración y de la recepción de los sacramentos (Cf. DA 280b).

70. La dimensión humana y comunitaria
Esta dimensión tiene como intención acompañar al discípulo misionero, de tal forma que sea capaz de ser un cristiano maduro, asumir su propia historia y vivir en el mundo como creyente en Jesucristo, luz en la sociedad, sol para los pueblos y levadura para la gente que entre en contacto con él. En esta dimensión, «se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad» (DA 280a) y que puedan vivir en el mundo plural en que nos encontramos, con actitud equilibrada, fuerte, serena y libre, siempre abiertos al Misterio.

71. La dimensión intelectual
Es necesario que demos razón de nuestra fe y nuestra esperanza (Cf. 1Pe 3, 15). Fe y razón no se contraponen, más bien, se reclaman y se necesitan mutuamente. Fe sin razón se convierte en fideísmo o en superstición, y razón sin fe se vuelve pragmatismo. Hasta donde la filosofía y la teología nos lo permitan, hemos de llegar a la inteligencia de la fe, debemos ser capaces de reflexiones sencillas, pero no menos profundas, y serias de lo que creemos, a fin de capacitar al discípulo para que tenga una actitud de discernimiento, juicio crítico y dialogante con el mundo y la cultura actual, sin menoscabo de su propia fe (Cf. DA 280c).

72. La dimensión pastoral y misionera
El discípulo que verdaderamente ha tenido un encuentro con Jesucristo, que ha encontrado la perla preciosa y el tesoro escondido, Cristo nuestro salvador, no puede quedarse callado, sino que se siente empujado, obligado a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. El verdadero cristiano forzosamente se convierte en discípulo misionero, no se conforma con recibir sino que tiene deseos de dar. Con su vida cristiana atrayente para los demás, los anima a ser más responsables de su vida espiritual, incentivándolos para cambiar las realidades sociales que no sean verdaderamente evangélicas (Cf. DA 280d).

Una formación respetuosa de los procesos

73. La meta a la que debemos llegar en la formación del discípulo misionero es la de configurarnos y conformarnos a Cristo, hasta alcanzar la estatura del hombre perfecto (Cf. EN 19; GS 21). Este proceso de formación tiene caminos diversos, procesos personales y ritmos comunitarios, que son, con frecuencia, continuos y graduales. Ha de tener en cuenta las asociaciones y movimientos, comunidades religiosas, comisiones de pastoral y organismos eclesiales; de este modo, se tiene una visión de conjunto que permite unir las distintas iniciativas y proyectos (Cf. DA 281).

Una formación en la espiritualidad misionera

74. El discípulo de Cristo debe ser dócil al Espíritu Santo que siempre lo impulsa a la acción misionera a fin de que la vida espiritual y la experiencia que se tiene de Dios no quede solamente en el ámbito privado o de pequeños grupos, sino sea comunicada con nuevo entusiasmo, nuevos métodos y expresiones en todos los ambientes en que un cristiano se mueve, vive y se desarrolla (Cf. DA 284).

Iniciación a la vida cristiana

75. La iniciación cristiana, que incluye el kerigma, pone en contacto al ser humano con Jesucristo y lo inicia en el discipulado (Cf. DA 288); fortaleciendo la unidad teológica que existe entre los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía; y profundizando en su rico sentido espiritual. Por ello formar al discípulo misionero se convierte en una tarea prioritaria en nuestro tiempo (Cf. DA 286-287).
Sacramentos del crecimiento

76. El cristiano, regenerado a la vida nueva en Cristo vivo y resucitado, por el Bautismo, entra en un proceso de crecimiento espiritual que tiene en la Eucaristía el alimento que lo fortalece en su caminar como discípulo misionero de Jesucristo; y en el Sacramento de la Reconciliación, la fuente que limpia, perdona, sana y restablece al cristiano en su amistad y seguimiento de Cristo.

Desafíos

77. Se constata el aumento progresivo de cristianos bautizados no evangelizados, de cristianos alejados de la Iglesia y de adultos no bautizados.

78. Falta aplicar debidamente en la catequesis, tanto sistemática como para la preparación de sacramentos, los procesos con que cuenta la Arquidiócesis.

Propuestas

79. Dar seguimiento en las parroquias y en los grupos de apostolado a los procesos de crecimiento en la fe (Cf. DA 287).

80. Todo anuncio de la Palabra de Dios: catequesis, homilía, instrucción bíblica…, ha de tener sabor kerigmático.

Formación del presbítero, discípulo misionero

Acción pastoral entre los presbíteros

81. Uno de los principales ámbitos del ministerio presbiteral que no debe ser descuidado, más en este cambio de época, es la acción pastoral que se realiza entre los mismos presbíteros. El presbítero, por gracia de Dios, es hermano y pastor de los demás presbíteros. Cada presbítero puede contribuir, significativa-mente, para que sus demás hermanos en el ministerio sean lo que deben de ser, vivan como deben vivir, sepan lo que deben saber y hagan eficazmente lo que deben hacer. El presbítero, no puede permanecer indiferente ante las necesidades y limitaciones de los sacerdotes, con quienes está hermanado sacramentalmente.

82. De manera especial, debemos mostramos siempre solidarios y comprensivos hacia nuestros hermanos presbíteros mayores, enfermos o que pasan alguna tribulación. Algunos de ellos a veces se sienten relegados, poco reconocidos y hasta excluidos de determinadas actividades. Además, los presbíteros recién ordenados y jóvenes, deben encontrar en sus demás hermanos, el apoyo y guía que les son necesarios.

La formación permanente del presbítero

83. Los obispos reunidos en Aparecida advertían la necesidad que tiene el Pueblo de Dios de presbíteros-discípulos, «que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración» (DA 199). Ante esta necesidad, la formación permanente está llamada a ser la escuela del discipulado, pues cuando se vive como una actitud permanente, y no como un evento aislado, es posible descubrir que el ministerio sacerdotal encierra en sí mismo una potencialidad educativo-formativa (Cf. PDV 70ss.).

Desafío

84. Una visión reduccionista de la formación permanente del presbítero, que la identifica únicamente con cursos, retiros o jornadas, sin acompañarla del esfuerzo personal por la santidad.

Propuesta

85. La formación permanente integral debe llevar al presbítero a configurarse con Cristo cada vez más y ser animador eficaz de una comunidad de discípulos misioneros.

Pastoral vocacional

Promoción vocacional

86. La Iglesia está llamada a «cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio» (PDV 34). La pastoral vocacional, como señala Pastores dabo vobis: debe ser acogida, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia, y con la conciencia de que no es un elemento secundario o accesorio, sino imprescindible (Cf. PDV 34). La pastoral vocacional, asimismo, es una responsabilidad de cada discípulo misionero de Jesucristo, y ésta debe estar presente en los proyectos pastorales, de manera particular, en la Catequesis Infantil, la Pastoral Juvenil y Pastoral Familiar (Cf. DA 314).

El testimonio y la vocación

87. El ministerio sacerdotal, o la vida consagrada, cuando se viven con generosidad y alegría, se convierten en un medio privilegiado y oportuno por el cual el Dueño de la mies, sigue llamando a otros a trabajar en sus campos (Cf. Lc 10, 2). Los jóvenes necesitan modelos concretos y cercanos que les permitan descubrir que vale la pena consagrarse al hombre por Cristo . Unida al testimonio, debe estar presente la explícita invitación a participar en las diversas iniciativas diocesanas para la selección de los candidatos, como son los cursos de preseminarios y de pre-vida religiosa.

Desafío

88. Nuestra Arquidiócesis se ha visto bendecida por abundantes vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada.

Propuesta

89. Que la pastoral vocacional forme parte de la pastoral familiar, juvenil y universitaria.

4. LA COMUNIÓN

Que todos sean uno… (Jn 17,21)

90. La exigencia de la comunión radica en el misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo al que pertenecemos por el Bautismo; Pueblo de Dios, unido bajo el cayado de Cristo su Pastor, y edificación espiritual o templo en el que Dios habita, formado por piedras vivas, sobre Cristo, piedra angular y los cimientos de los apóstoles (Cf. Ef 2,20; LG 7). La Eucaristía que nos hace vivir por Cristo afianza y perfecciona nuestra comunión eclesial (Cf. SCa 17).

91. ¿Qué significa la palabra "comunión"? Se trata de la comunión con Dios por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo. Esta comunión tiene lugar en la palabra de Dios y en los sacramentos. El Bautismo es la puerta y el fundamento de la comunión en la Iglesia. La Eucaristía es la fuente, que significa y produce, la íntima unión de todos los fieles en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Cf. 1Cor 10,16; CL 17). «Pero la especial intimidad que se da en la ‘comunión’ eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial [...] La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina ‘con Cristo’ en la medida en que se está en relación ‘con su cuerpo’. Para crear y fomentar esta unidad Cristo envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia eucarística» (MND 20).

92. El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pueblo. Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica existe y se manifiesta en cada Iglesia particular o Arquidiócesis. La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es la realización concreta del misterio de la Iglesia Universal, en un determinado lugar y tiempo. Para eso, ella debe estar en comunión con las otras Iglesias particulares y bajo el pastoreo supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las Iglesias. La Arquidiócesis, en todas sus comunidades y estructuras eclesiales, está llamada a ser una “comunidad misionera”. Y es el primer ámbito de la comunión y la misión.

93. a) Dicho de otra manera, en este cuarto aspecto del proceso de formación del discípulo misionero, se promueve la vivencia del seguimiento de Cristo en comunidad, participando en la vida de la Iglesia «casa y escuela de comunión» (NMI, 43) y en el encuentro con los hermanos. «Ya que no puede haber vida cristiana, sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos» (DA 278d).
b) La experiencia de las primeras comunidades cristianas es un camino a seguir (Cf. Hch 2, 42). Se trata de que los discípulos participen en la vida de la Iglesia y en el encuentro con sus hermanos, «viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria» (DA 278d). El discípulo misionero vive la comunión, la caridad, el amor, la ayuda al necesitado y el perdón de las ofensas.

Lugares de comunión para los discípulos misioneros

La familia

94. La familia cristiana «ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente» (DA 302). Por ello «su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas» (FC 18).

Las parroquias

95. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad de la Iglesia, que debe ser reflejo de la Santísima Trinidad. A lo largo de los siglos, de diversas maneras, se ha vivido esta dimensión esencial (Cf. DA 304).
Las parroquias son células vivas de la Iglesia (Cf. DA 304; AA 10; SD 55), que encierran una inagotable riqueza comunitaria, porque en ellas se da una grande variedad de situaciones, de edades, tareas, ministerios y carismas sin que venga a menos la unidad (Cf. DA 304).
La parroquia ofrece a los niños, adolescentes y jóvenes la oportunidad de formarse en el sentido de comunidad. De modo especial, la Eucaristía del Domingo, debe ser el momento por excelencia en donde debe darse el encuentro de la comunidad, especialmente de los jóvenes y niños con Jesucristo resucitado (Cf. DA 305; DI 4).

Pequeñas comunidades eclesiales

96. a) Como un fruto de la espiritualidad de comunión han estado surgiendo entre nosotros grupos de laicos y laicas integrados en nuevas comunidades eclesiales, convirtiéndose en un medio privilegiado para la nueva evangelización (Cf. DA 307). Se trata de un medio propicio para vivir la fraternidad, la escucha de la Palabra de Dios, la animación en la oración, la profundización en los procesos formativos de los discípulos misioneros; ámbitos que fortalecen el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad actual (Cf. DA 308).
b) Las pequeñas comunidades son una verdadera ayuda a la evangelización cuando son vivas y dinámicas a partir de una espiritualidad sólida, basada en la Sagrada Escritura y en la comunión con la Iglesia local y la vida de la parroquia para que ésta llegue a ser verdaderamente «Comunidad de comunidades» (DA 309; SD 58).

Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades

97. Los nuevos movimientos y comunidades son regalo del Espíritu Santo para nuestra Iglesia, ya que «por su misma naturaleza, expresan la dimensión carismática de la Iglesia» (DA 312). No hay contraposición entre la institución y los carismas, los dos son igualmente necesarios en la constitución divina del pueblo de Dios .

98. Como en todas las épocas, la Iglesia debe responder a los desafíos y necesidades pastorales que van surgiendo, es en este contexto, donde el Espíritu Santo suscita estos movimientos y comunidades con carismas que hacen que muchas personas alejadas puedan tener una experiencia viva y cercana con Jesucristo, Nuestro Salvador, y recuperen su identidad bautismal y vuelvan a participar en la vida de la Iglesia y en concreto en la vida de su comunidad parroquial (Cf. DA 312; DI 4).

99. De estos movimientos, a fin de aprovechar mejor sus carismas y servicios, se espera que estén plenamente integrados en la vida de la Arquidiócesis y de sus parroquias, conservando sus carismas y su originalidad que proceden del Espíritu de Dios, «Conviene prestar especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones y bienes para la Iglesia Universal» (DA 313).

Desafíos

100. Hay muchas expresiones de amor fraterno y solidaridad en nuestra comunidad arquidiocesana, que se traducen en obras de caridad entre los fieles, animados por sus pastores.

101. El individualismo que caracteriza nuestra época, dificulta la vivencia de la comunión en la familia, la parroquia, las pequeñas comunidades y los movimientos eclesiales.

102. Algunos fieles no participan ni sienten como propias las tareas pastorales de la Iglesia universal, de la Iglesia local o de sus propias comunidades.

Propuestas

103. Fomentar la espiritualidad de la comunión entre presbíteros, entre ellos y los fieles y entre los agentes de pastoral y grupos parroquiales y arquidiocesanos.

104. Seguir fomentando en cada comunidad la pastoral social en sus dimensiones de asistencia, promoción y concientización.

105. Implementar en todas las parroquias y cuasiparroquias el equipo coordinador básico, bajo la guía del presbítero.

5. LA MISIÓN

Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28,19)

106. El quinto aspecto del proceso formativo del discípulo misionero es la misión. «La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión. Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une la Iglesia y el que la envía a predicar el Evangelio ‘hasta los confines de la tierra’ (Hch 1,8)» (CL 32).

Misión ad intra, misión ad extra

107. La misión que la Iglesia recibe de parte de Dios se debe ejercer en dos direcciones: una, hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra); y la otra, hacia fuera, al mundo no cristiano (missio ad extra).

108. La misión hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra) siempre será necesaria para que ésta pueda brillar en el mundo como lo que es, una comunidad que brota de la Trinidad, y que por lo mismo construye fatigosamente su unidad orientada y dinamizada por el mismo Dios, y que busca mantenerse unida a Cristo como el cuerpo a su cabeza, y con Él caminar hacia el Padre (Cf. Ga 2,20; Flp 1,21; 1Cor 10,16-17; Mt 10,40; Jn 20,21). A esta misión hacia el interior de la comunidad cristiana se le suele llamar trabajo pastoral, cuando se ejerce entre cristianos practicantes; ha surgido el nombre de nueva evangelización, para el trabajo que se dirige hacia aquellos cristianos que han abandonado su fe o la práctica de la misma.

109. No sólo la Iglesia, en cuanto tal, tiene una misión ad intra, sino que la tiene cada persona y cada comunidad dentro de ella. Es decir, aún un instituto cuya misión originaria sea la misión ad extra, tiene también una misión ad intra. Pero la misión de la Iglesia, de toda la Iglesia, es también hacia fuera. Esa misión hacia el mundo no cristiano indica que la Iglesia sólo es tal cuando continúa la misión de Jesús (predicar y dar testimonio del reino de Dios, sirviendo, sanando e incluyendo a todos), en nuevos tiempos y lugares (Cf. Mt 28,18-20). A esta misión entre los no cristianos se le suele llamar misión ad gentes.

110. La misión ad extra o ad gentes, tiene como destinatarios «a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo», «a los que están alejados de Cristo», entre los cuales la Iglesia « no ha arraigado todavía», y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. Esta actividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. La Iglesia no puede ser misionera respecto a los no cristianos de otros continentes si antes no se preocupa seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa (Cf. RM 34)

Urgencia de la misión

111. «La misión es inseparable del discipulado» (DA 278e). Por ello, los discípulos son simultáneamente misioneros, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, primer y supremo misionero, y hablando cada vez más de su Maestro y Señor «rostro humano de Dios y rostro divino del hombre» .

112. El anuncio de Jesús el Cristo: de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino de Dios lo puede hacer el discípulo misionero, a medida que conoce y ama a su Señor, al experimentar la necesidad de compartir con otros lo que ha transformado su vida; alegre de ir a su familia, a su comunidad y al mundo para anunciarles a Jesucristo, quien murió y resucitó por nosotros; colaborando para que el Reino de Dios se haga realidad en su ambiente propio (Cf. DA 278e).

113. Es conveniente observar, que la misión no debe entenderse como una etapa que viene después de un largo proceso de formación y comunión, ya que la misión se va realizando de diversas maneras, de acuerdo a la vocación de cada discípulo y al nivel de maduración humana y cristiana en que se encuentre (Cf. DA 278).

114. La misión es parte constitutiva de la identidad de la Iglesia llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos. «Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios» (GS 40). Por eso, la misión en la que estamos llamados a participar, según la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, consiste, ante todo, en animar la vocación misionera de los católicos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad, para que todas las comunidades se pongan en estado de misión permanente.

115. Se trata de despertar en los miembros de la Iglesia Católica que peregrina entre nosotros, la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar-con-Él” y el “amar-como-Él”, para ser enviados a la misión. «No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!» (DA 548).

116. En este aspecto del proceso, de los discípulos misioneros, tenemos la oportunidad de vivir el encuentro con Jesucristo vivo, dentro del dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial, que impulsa hacia la santidad y el apostolado a todos los bautizados, en orden a atraer a quienes han abandonado la Iglesia y están lejos del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe . El propósito fundamental es «recomenzar desde Cristo» la tarea evangelizadora y transformadora en nuestra Iglesia, «recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad» .

117. En la realización de la urgente tarea misionera, todos estamos llamados a reconocer y seguir la presencia de Cristo «con el mismo realismo y novedad, el mismo poder de afecto, persuasión y esperanza, que tuvo su encuentro con los primeros discípulos a las orillas del Jordán, hace 2000 años, y con los ‘Juan Diego’ del Nuevo Mundo. Sólo gracias a ese encuentro y seguimiento, que se convierte en familiaridad y comunión, por desborde de gratitud y alegría, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado experimentar y gozar» (DA 549).

Decálogo de la misión
1) Entusiasmo interior.
2) Confianza plena en el Señor.
3) Continuidad en los procesos.
4) Firmeza ante la adversidad.
5) Constancia para llevar nuestras naves mar adentro.
6) Creatividad, para encontrar respuestas adecuadas a los desafíos.
7) Disponibilidad a repensar y reformar algunas estructuras pastorales.
8) Espiritualidad de la comunión.
9) Audacia misionera.
10) Apertura a la acción del Espíritu Santo .

Desafíos

118. Muchas comunidades han entrado en un proceso de renovación parroquial; sin embargo, algunas todavía permanecen en una pastoral de conservación, carentes de espíritu misionero.
119. Hacen falta más laicos convenientemente preparados. Muy pocos decanatos tienen escuelas de formación de agentes.

Propuestas

120. Continuar el proceso de revisión para renovar las estructuras pastorales para que sean esencialmente misioneras.

121. Que cada decanato, a ser posible, cuente con su escuela de formación de agentes.

122. Tener estima e insertar en la pastoral diocesana y parroquial los movimientos laicales que han recibido el reconocimiento de la Santa Sede como dones y bienes para la Iglesia Universal (DA 313).

123. Formar cristianos laicos capaces de asumir la propia responsabilidad política y social, mediante el conocimiento adecuado de la Doctrina Social de la Iglesia.

 

[1] Papa Benedicto XVI, Homilía. Visita pastoral a Verona, con ocasión del IV Congreso Nacional de la Iglesia Italiana, Estadio municipal “Bentegodi”, jueves 19 de octubre de 2006.
[2] Cf. G. Flor Serrano – L. Alonso Schökel, «Kerigma» en Diccionario de la ciencia bíblica, Estella 2000.
[3] Cf. Juan Pablo II, Angelus, 3 de noviembre de 1985.
[4] Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 25 de diciembre de 2005. Cf. DA 243.
[5] Papa Benedicto XVI, Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de nuestra Señora Aparecida, 12 de mayo de 2007.
[6] Esta cita se encuentra en el prólogo del comentario de san Jerónimo al libro de Isaías. J. Anoz, ed., San Jerónimo. Comentario a Isaías, VIa, Madrid 2007.
[7] La Lectio Divina es un acercamiento creyente a la Palabra de Dios con todo el corazón, con los cuatro momentos distintos pero que no se separan entre sí (lectio, meditatio, oratio, contemplatio).
[8] Juan Pablo II, Celebración de la Santa Misa, adoración y bendición eucarística con ocasión del comienzo del año de la Eucaristía. Homilía de Juan Pablo II, Domingo 17 de octubre de 2004.
[9] Cf. Dives in Misericordia; CEC 1422-1498.
[10] Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8,5.
[11] Cf. Pontificio Consejo Para La Familia, «La familia, formadora en los valores humanos y cristianos» en Catequesis preparatorias para el VI encuentro mundial de las familias (México, D.F., 16-18 enero 2009), 3; Id, «La familia, abierta a Dios y al prójimo» en Catequesis preparatorias para el VI encuentro mundial de las familias (México, D.F., 16-18 enero 2009), 3-4.
[12] Juan Pablo II, Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Zapopan (Zapopan Jal., 30 de enero de 1979).
[13] Cf. DA 258-265; Congregación Para El Culto Divino Y La Disciplina De Los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia. Principios y orientaciones, Ciudad del Vaticano 2002; DP 910-915.
[14] Cf. Congregación Para El Culto Divino Y La Disciplina De Los Sacramentos, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia. Principios y orientaciones, Ciudad del Vaticano 2002, 187-207.
[15] Emmo. Sr. Cardenal Juan Sandoval, Los mártires de América Latina. Intervenciones en la V Conferencia de Aparecida, 23 de mayo de 2007.
[16] Juan Pablo II, Mensaje a los participantes del Congreso Internacional de la Acción Católica, Castelgandolfo 10 de agosto de 2004.
[17] Cf. U. Luz, El Evangelio según San Mateo, II, 351; Cf. M. Grilli – D. Dormeyer, Palabra de Dios en lenguaje humano, 39.
[18] Cf. Juan Pablo II, Mensaje a los seminaristas de México, México, 30 de enero de 1979.
[19] Cf. Benedicto XVI, Discurso, 24 de marzo de 2007.
[20] Juan Pablo II, Ángelus. Fiesta del Bautismo de Jesús, Domingo 11 enero de 2004.
[21] Cf. Celam, La Misión Continental para una Iglesia Misionera, México 2008, 11.
[22] Juan Pablo II, Mensaje a los participantes del Congreso Internacional de la Acción Católica, Castelgandolfo 10 de agosto de 2004.
[23] Celam, La Misión Continental para una Iglesia Misionera, México 2008, 2.
[24] Cf. Celam, La Misión Continental para una Iglesia Misionera.

 

Objetivo principal




Método






Se trata de un método eficaz



Aspectos del proceso formativo








Definición del kerigma






Primer aspecto del proceso




Sabor kerigmático y testimonial






¿Quién anuncia el kerigma?



El kerigma, hilo conductor del proceso


Encuentro con Jesucristo









¿Dónde podemos encontrar a Jesucristo?





Fe e Iglesia






Sagrada Escritura,
Conocerla
y vivirla



Lectio Divina



¿Qué es la liturgia?


Presencias de Jesús en la liturgia





Eucaristía,
Luz que orienta la vida del cristiano




Misa dominical




Eucaristía bien preparada
para el encuentro con Jesucristo




Perdón de los pecados



¿Quién perdona los pecados?




¿Qué es orar?






Los pequeños








Tarea de los papás, para que su familia sea un lugar de encuentro con Jesucristo







Maneras de manifestar la fe




Piedad popular
«precioso tesoro de la Iglesia».







Espacio propicio para el encuentro con Jesucristo.





La presencia de María en nuestra Iglesia




Prácticas marianas






Nuestros mártires


































El pecado
y la reconciliación






Ejemplos de conversión en el Nuevo Testamento







¿Qué es la conversión pastoral


Conversión pastoral y espiritualidad de comunión




Recomenzar desde Cristo























Tercer aspecto del proceso formativo



Discipulado en el Evangelio de Mateo


Discipulado en el Evangelio de Marcos






Formación del discípulo misionero



Experiencia de Dios




La madurez es imprescindible






Dar razón de nuestra fe y nuestra
esperanza




Anunciar a Cristo








Formación continua y gradual







Nuevo entusiasmo, nuevos métodos y expresiones




Kerigma e inicio del discipulado




Reconciliación y Eucaristía






















Caridad pastoral al interno del presbiterio




Sacerdotes mayores, enfermos, atribulados y jóvenes


Presbíteros-discípulos



















Pastoral vocacional, responsabilidad de todos






Modelos concretos



















¿Qué es la comunión?




La comunión jerárquica
















Seguimiento de Cristo en comunidad











Familia, escuela de comunión





Parroquia, reflejo de la comunión trinitaria










Pequeña comunidad eclesial, medio privilegiado para la fraternidad y evangelización





Movimientos eclesiales, regalo del Espíritu Santo


Cercanía para los alejados



Reconocidos por la Santa Sede






























Comunión y misión







La misión de la Iglesia

Misión al interno de la Iglesia






Misión entre los no creyentes





La evangelización de los pueblos








La misión, inseparable del discipulado


Necesidad de compartir con otros


No es una etapa aislada


Animar la vocación misionera





Nuevo Pentecostés





«Recomen-zar desde Cristo»






Salir de la conciencia aislada y comunicar a todos la vida



Decálogo de la misión

 

 

 


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