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Apuntes históricos sobre la imagen de Nuestra Señora de la Salud que se venera en el templo parroquial de San José de Analco de Guadalajara

Manuel Garibi Tortolero1

 

 

Aunque la información contenida en este “Apunte” ha sido razonablemente impugnada, la rareza del mismo y el testimonio de lo que era el culto a la Virgen de la Salud de Analco hace 80 años ameritan la reedición de un texto que da luces muy claras acerca de una devoción tapatía vinculada con otra michoacana entrañable.2

 

 

La primitiva imagen de Nuestra Señora de la Salud en Roma

 

Según la tradición, el 7 de octubre de 1571 estaba el Papa San Pío v haciendo oración en Roma ante una imagen de la Santísima Virgen cuando le fue revelado que acababa de suceder el grandioso triunfo que obtuvieron los cristianos en la batalla naval de Lepanto sobre la flota de los turcos y otros mahometanos, victoria que destruyó el poderío marítimo de los infieles.

Esa imagen de la Santísima Virgen la representa sosteniendo al Niño Jesús con el brazo izquierdo, y con la mano derecha levantada a la altura del pecho y en actitud de solicitar algo. Tanto la Santísima Señora como el Divino Niño ostentan coronas ducales. Dicha artística imagen era y es conocida por Salus Infirmorum, o sea, Salud de los Enfermos, y al morir San Pío v (que se llamaba Miguel Ghislieri), pasó a manos de una noble matrona romana, Septimia de Nobile, quien la legó en su testamento a la iglesia de Santa María Magdalena en Roma, en la cual ya estaba al comenzar el siglo xvii (1601), y tan luego como fue expuesta a la pública veneración comenzó a regalar con tan notables dones, en especial a los enfermos, que el Cabildo Vaticano resolvió coronarla, como se hizo, en 1688, coronación que como rarísimo caso se repitió a los dos siglos, en 1868.

 

Origen de la imagen de Nuestra Señora de La Salud de Pátzcuaro

 

Poco después de 1550, el excelentísimo señor don Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán, mandó fabricar una imagen de la Santísima Virgen que colocó en el hospital de Santa Marta, en Pátzcuaro. Dicha imagen representaba a la Inmaculada Concepción, y por eso no tiene al Niño Jesús; está con las manos juntas y a sus pies se ve la media luna. Se le veneró como de la Concepción durante mucho tiempo, hasta que una vez se descubrió que sobre una ceja ostentaba un letrero que decía Salus Infirmorum, y desde entonces se le venera bajo la advocación de Salud de los Enfermos.

Aquella imagen de Pátzcuaro mide un metro de altura y está hecha de pasta de caña de maíz, y del mismo material es todo el ropaje, de suerte que deseando revestirla con ricas telas, el señor cura don Juan Meléndez Carreño, con permiso del señor obispo de Michoacán, determinó en 1690 recortar la pasta que impedía revestirla. Reunidos varios sacerdotes para ejecutar aquella operación, observaron con asombro que brotaba sudor del rostro y manos de la venerada imagen.

Después de ese milagro se multiplicaron los prodigios, porque de los fragmentos recortados labraron otras imágenes pequeñas, de la misma forma que la principal; pero hubo material para tantas que, según la crónica, si se juntasen todas esas imágenes pequeñitas resultaría otra de un metro de altura.

            EI señor [Jaime] Anesagasti3 se pregunta: “¿Y quién podrá contar los milagros que la Santísima Virgen ha obrado mediante su imagen de la Salud? ¿Cuántos enfermos ha curado? ¿Cuántos pecadores ha convertido? ¿Cuántos muertos ha resucitado?”

 

La imagen peregrina

 

Inmensa fue la fama que desde un principio adquirió la taumaturga imagen de Pátzcuaro, por lo cual se trató de erigirle un templo. Nombrado limosnero un virtuoso varón, don Francisco de Lerín, hacía viajes por Valladolid (hoy Michoacán) y Nueva Galicia (hoy Jalisco) colectando fondos para construir la iglesia, y llevaba en tales viajes una pequeña imagen de Nuestra Señora de la Salud, a la cual llamaba “la Peregrina”.

 

Esa pequeña imagen tuvo también su historia (dice el señor Anesagasti), porque habiendo sido propiedad de un indígena, éste se la vendió a una piadosa mujer llamada María de los Ángeles, y ésta prometió vestirla de gala, pero dilataba en cumplir su promesa hasta que, oyendo mucho ruido dentro de la caja en que la había guardado, la descubrió y vio a la pequeña imagen circuida de resplandores. Por tal prodigio, el señor cura don Juan Meléndez Carreño, con anuencia de la dueña, eligió aquella hermosísima imagen para que el referido señor de Lerín la llevase a colectar la predicha limosna.

 

La imagen peregrina llega a Guadalajara

 

En enero de 1696 llegó a esta ciudad el señor de Lerín, y en la antigua iglesia de San Sebastián de Analco fue donde se hospedó la peregrina imagen de Nuestra Señora de la Salud. Los fieles de Guadalajara conocieron entonces y por primera vez veneraron a la Santísima Virgen María bajo el título tan consolador y tan tierno de Salus Infirmorum.

Así nació la devoción a Nuestra Señora de la Salud en Guadalajara, que fue propagada ardientemente por el R.P. jesuita don Manuel Valtierra, quien todas las tardes predicaba en San Sebastián ante un gran concurso de pueblo, formado no sólo de gente pobre, sino también de los oidores del Rey, canónigos y otras personas de calidad, que además de escuchar el sermón, rezaban en coro el rosario en honor de la celestial Señora. Cuando terminó la visita de la graciosa peregrina y la regresó a Pátzcuaro el señor de Lerín, ya estaba fuertemente enraizada en esta ciudad la devoción a Nuestra Señora de la Salud: ¡el pueblo tapatío había aprendido a amarla con toda la fuerza de su corazón!

Al regresar, Lerín llevó cuantiosas limosnas para la construcción del Santuario de Pátzcuaro, el cual se dedicó el 8 de diciembre de 1717.4

La imagen que hoy se venera en San José de Analco, es copia de la peregrina de Pátzcuaro. Se ausentó la peregrina, pero el cariño que la advocación de la Salud inspirara al pueblo tapatío hizo que los devotos feligreses de Analco mandasen hacer una copia de la pequeñita Peregrina de Pátzcuaro, para seguir tributando culto a la Virgen Santísima.5

Esa preciosa imagencita mide treinta y ocho centímetros de altura y sólo pesa novecientos setenta gramos. Está esculpida en talla completa y al principio estuvo dorada y después pintada al óleo de azul y rojo. Lleva las manos separadas y levantadas al cielo en actitud orante, como implorando la gracia del señor en favor de los afligidos. Su vestido es flotante, de rico tisú, y ciñe su cabeza una corona real de oro, y la circunda una aureola, sirviéndole de escabel la media luna plateada. Ese conjunto magnífico proclama que representa nada menos que a la Augusta Soberana del cielo y de la tierra.

 

La copia de la peregrina de Pátzcuaro se convierte a su vez en peregrina

 

Para colectar limosnas con que erigir una capilla a Nuestra Señora de la Salud, los indígenas de Analco llevaron a la preciosa imagencita, convertida a su vez en peregrina, a visitar los pueblos de Toluquilla, San Gaspar, Tetlán y San Pedro Tlaquepaque, que entonces pertenecían a la parroquia de Analco, que estaba a cargo de los religiosos franciscanos.

Y habiendo permanecido de visita en San Pedro Tlaquepaque (vicaría principal de Analco) por largo tiempo, los indígenas analquenses pidieron al señor obispo, excelentísimo don fray Francisco de San Buenaventura Martínez de Tejada y Díez de Velasco, que dispusiera el regreso de la imagen a Analco, a lo cual accedió el prelado.

Y cumpliendo la orden superior, el señor cura de Analco don fray Nicolás de Campos, franciscano, se presentó ante los indígenas de San Pedro Tlaquepaque para trasladar la imagen. Y aun cuando los indios de San Pedro se opusieron a ello, al fin tuvieron que ceder a lo dispuesto por el prelado.

 

Solemne regreso de la imagen a Analco y resurrección de un niño

 

Dice el señor Anesagasti:

 

En esto llegó el día 26 de agosto del año de 1756, cuando el señor cura Ocampo6 fue a la iglesia de San Pedro Tlaquepaque y, después de cantar una misa como despedida por la translación de esta venerabilísima imagen, les predicó un sermón manifestándoles que se preparaba el regreso de Nuestra Señora a su pueblo de Analco. ¡Oh, cuántas lágrimas derramaron aquellos inconsolables indígenas! Y aun parece que el cielo les aumentó su luto, porque dice la historia que se desprendió una lluvia tan constante que desde temprana hora duró hasta las 4 de tan memorable tarde.

En esa hora llegó un elegante carruaje que en aquel tiempo llamaban estufa o furlón, y en el que iban los señores canónigos en representación del señor obispo y los tres alcaldes representantes de los oidores del rey, y todos ellos venían en comisión para el traslado de Nuestra Señora de la Salud a éste su pueblo de Analco. En pos de ellos venían marchando los ibéricos soldados que formaban el regimiento real, y a la par la inmensa multitud de fieles devotos que vitoreaban a tan gran Reina y Señora.

¡Oh antigua y feliz Arca de la Alianza! Cuando fue trasladada de la dichosa casa de Obedidón a la Ciudad Real de David, porque fue acompañada por éste espléndido rey, y por los sacerdotes, y por el ejército, y por el pueblo de Israel que la vitoreaban en gratitud de tantos prodigios que Dios hizo por ella. ¡Así, así también aconteció con esta nueva Arca de la Alianza, con esta encantadora taumaturga, con esta diminuta peregrina, con esta simpática imagencita de Nuestra Señora de la Salud!

¿Y qué prodigios hizo...? Baste entre muchos referir uno que sucedió en la misma tarde de la traslación.

Cuando la real carroza, estufa o furlón atravesaba la gran plazuela que siempre ha estado al frente del antiquísimo templo de San Sebastián de Analco, era tal la aglomeración de los devotos de Nuestra Señora de la Salud que, ¡oh desgracia!, un tierno niño cayó debajo de las ruedas del carruaje y lo pasó por la mitad. Entonces, ¡y qué de lamentos! ¡Y qué de llantos! ¡Y con qué razón! Un moribundo en medio de tantos vivientes. Pero, alabada sea la misericordia de tan buena Madre como es la Santísima Virgen María, la cual oyó los lamentos y las oraciones de sus hijos y enjugó sus llantos y aumentó sus alegrías.

En efecto, los espectadores le hablan al que creían difunto niño, y éste resucita, se sonríe, se levanta y canta las alabanzas, su salud y su vida...

Con tan magnífico trofeo llega la procesión hasta la Iglesia de San Sebastián y allí fue recibida por el M. R. P. Guardián del Convento de San Francisco, don Fray Pedro de la Peña, el cual dispuso una gran función religiosa en honor de la gran Reina y Señora.

 

Primera capilla de Nuestra Señora de la Salud en la iglesia de San Sebastián

 

Agrega el señor Anesagasti:

 

Poco tiempo pasó después de tan plausible acontecimiento que acabo de referir cuando los feligreses de Analco se presentaron otra vez ante el ilustrísimo señor obispo don fray Francisco de San Buenaventura Martínez de Tejada y Díez de Velasco, solicitando la erección de una capilla anexa al templo de San Sebastián de Analco, enfrente de la de Nuestra Señora de Guadalupe, y les respondió Su Ilustrísima que ya tenían concedida la licencia desde que se fabricó el templo principal de San Sebastián, y por lo tanto no necesitaban la licencia in scriptis, pues bastaba la anterior, y que autorizaba al señor cura de Analco don fray Nicolás de Campos para que colocara con la solemnidad ritual la primera piedra de tan piadosa obra.

Así sucedió que el 7 de abril de 1757, después de que el señor párroco de Analco celebró el santo sacrificio de la misa en la iglesia de San Sebastián, se dirigió revestido de la sobrepelliz, la estola y la magna capa al lugar citado donde estaban cavados los cimientos, que dicen tenían tres varas de profundidad por dos de latitud, según las medidas de aquellos tiempos. Allí, en presencia del gran concurso de feligreses analquenses, de los señores alcaldes y del padrino de tan augusta ceremonia, don Pablo García, entonando los salmos y preces del ritual romano, el señor párroco mencionado colocó la primera piedra, adjuntando el rico tesoro que quedó muy bien cubierto y resguardado.

Avanzando el tiempo fue también avanzando la obra de tan sólida capilla de pura cantera, y sus medidas son de 26.30 metros de longitud, por 6.80 de latitud y 10.50 de altura, cerrada por magníficas bóvedas. Lástima que su arquitecto no tuvo la curiosidad de esculpir la fecha de su conclusión.” 7

 

Esa capilla, ahora llamada del Calvario, tenía una portada en el interior de San Sebastián que era de marcado carácter herreriano, con un arco de medio punto y dos pilastras de orden dórico bastante sencillas, y ostentaba un cancel de madera muy típico y de mucho carácter, algo tosco en su factura, formado por tableros y zonas de tres barrotes, alternados. Por desgracia, en una de tantas reformas fueron destruidos el cancel, la portada y el coro que tenía la capilla en su parte interior, y ahora hay un gran arco recortado en el muro y demasiado sencillo.

Según el padre Prieto, franciscano, dicha capilla de Nuestra Señora de la Salud sirvió a un beaterio de inditas que hubo allí en otros tiempos, como los beaterios que existieron en Cuescomatitlán y en Cajititlán, de los que aún quedan ruinas, y en la portada lateral exterior, que da al atrio se ve en una hornacina la imagen de la Santísima Virgen de la Salud esculpida en cantera, con las manos separadas y levantadas en actitud orante y la media luna a sus pies, igual a la Peregrina. También están otras dos esculturas y dos medallones en bajorrelieve, con las imágenes de Señor San Joaquín, Señora Santa Ana, Señor San José y San Francisco de Asís.

El conjunto es de estilo barroco-herreriano, casi churrigueresco, de ornamentación bastante rica pero no profusa, con elementos platerescos de indudable sello indígena, algo tosca en su labor. Presenta un acentuado carácter indígena que revela completa libertad en los artífices y constituye una curiosa interpretación plateresco-churrigueresca. Es indudable que esa portada de cantera es obra de los indios de Cajititlán, que eran labradores de piedra y que mandaban trabajos de tal clase a otras partes, esculpidos allí en su pueblo. Además, las ruinas de los beateríos de inditas de Cajititlán y Cuescomatitlán presentan labores muy semejantes a los labrados de la fachada de la capilla de la Salud, que también tiene analogías con la fachada del Santuario de San Pedro Tlaquepaque, obra igualmente de los artífices canteros cajititlecos.

Esa primera capilla de Nuestra Señora de la Salud, anexa al templo de San Sebastián, fue renovada en su interior y arreglada como ahora lo está en 1890 por el señor presbítero don José María Plascencia, costeando las obras el señor don Manuel L. Corcuera,8 y se le llama Capilla del Calvario.

 

La segunda y actual capilla de Nuestra Señora de la Salud en la iglesia parroquial de Analco

 

Prosigue el señor Anesagasti:

 

Después de muchos años que estuvo en la iglesia de San Sebastián, la imagen de Nuestra Señora de la Salud fue trasladada a esta iglesia parroquial de Señor San José de Analco. Aquí estuvo colocada en el nicho superior del altar mayor, hasta que se determinó edificarle una capilla. Tan magnífico proyecto y su ejecución fue debido al ardiente celo y devoción del señor cura propio de Analco, el inolvidable benemérito don Lauro Díaz Morales.

El día 19 de diciembre de 1897 a las 4 de la tarde se bendijo y colocó la primera piedra de esta magnífica capilla lateral de este templo parroquial, que con licencia del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo Doctor don Pedro Loza y Pardavé (de feliz memoria) se dedicó a Nuestra Señora de la Salud. Apadrinaron el majestuoso acto los socios y socias de Nuestra Señora del Refugio, con el Señor Cura don Lauro Díaz Morales y los señores presbíteros don Francisco Orozco, don Martín Macías, don Eulogio Rubio y don Salvador Morales.

Cuatro años duró la obra de esta sólida, amplia e higiénica capilla, que mide 15 metros de longitud por 7 de latitud, y está cerrada por tres simétricas bóvedas.9

 

El estilo de la capilla y de su altar es del Renacimiento grecorromano, interpretado con cierta libertad, y el cuerpo del edificio pertenece al orden dórico toscano, muy sencillo. El altar, bastante ornamentado, es de orden compuesto, y las columnitas del templete que encierra la imagen son de orden corintio. El conjunto está, por lo tanto, dentro del género clásico y su aspecto general es bastante hermoso y el altar no carece de elegancia. El pavimento es bueno.

Terminada así esta simpática obra, el 20 de abril de 1901 se obtuvo la licencia de la Sagrada Mitra para la bendición e inauguración de esta nueva capilla por el Señor Cura Doctor don Faustino Rosales. Dicho señor donó en 1903 el grande y hermoso crucifijo que está junto al altar.

 

Los esclavos y los cofrades de Nuestra Señora de La Salud

 

Existe en esta parroquia una antigua asociación titulada La Esclavitud de Nuestra Señora de la Salud de Analco. Los cofrades que la forman tienen obligación de lo siguiente:

·      Ofrecer diariamente a la Santísima Virgen todos sus trabajos, penas y buenas obras, rezándole tres Ave Marías y tres Gloria Patri;

·      Ofrecerle, como Esclavos, un tributo de doce centavos cada mes, limosna llamada “Jornal”, y contribuir con lo que gusten para el novenario cada año; y

·      Traer al cuello una cadenilla con la medalla de tan amabilísima Dueña y Señora.

Por concesiones de los Romanos Pontífices, aprobadas por S. S. León xiii en junio 21 de 1883, los Esclavos pueden lucrar indulgencia plenaria diez veces en el año y gozan también de muchas gracias mediante las misas sabatinas, exposición del Santísimo en los últimos domingos y en el novenario de octubre.

Además de los Esclavos hay una cofradía para enfermos, dedicada a Nuestra Señora de la Salud, a señor san José y a san Camilo, la cual fue agregada en mayo 26 de 1899 a la Archicofradía que existe en Roma en el templo de Santa María Magdalena y que fue elevada a ese rango (de Archicofradía) por S. S. el Papa Pío ix el 11 de mayo de 1866.

 

Complemento: el barrio y el templo de San José de Analco.

 

Al sureste de Guadalajara se encuentra el popular y populoso barrio de Analco, que tiene como templo parroquial el de San José, y sujeto a esta parroquia el de San Sebastián.

Analco significa en el dialecto indígena que aquí se usaba antes de la conquista “lugar al otro lado del río”.

Cuando se trasladó Guadalajara de Tlacotán a su actual asiento, en 1542, fueron obligados los franciscanos que estaban en Tetlán a cambiar su convento a Analco para que, por seguirlos, se vinieran los indios con ellos, como sucedió.

Ya en 1543 existía un templo franciscano donde hoy está el de San José de Analco, y fue el primer edificio importante que tuvo la ciudad, pero fue reconstruido y es probable que nada quede de la construcción primitiva. Una de las reconstrucciones se hizo en 1802-1804.

La portada tiene dos pisos, el inferior es bellísimo, de buenas proporciones, muy artístico y de un estilo plateresco fino y delicado. Se notan detalles ornamentales de influencia indígena. La ornamentación de ese piso es rica y discreta.

El segundo piso es más sencillo, de menos buen gusto y lo remata un ático moderno de la segunda mitad del siglo xix, bien pobre.

La torre es demasiado pobre también y carece de belleza.

Mide el templo treinta y cinco metros de longitud por ocho de latitud y tiene dos capillas de 15 metros de largo por 8 de ancho a los lados del presbiterio; al sur la ya indicada de Nuestra Señora de la Salud, y al norte la del Sagrado Corazón de Jesús.

El altar mayor está dedicado al titular, Señor San José.

Hay altares laterales en el cuerpo de la iglesia: el de Nuestra Señora de Guadalupe, el de María Auxiliadora y el de la Inmaculada Concepción. A ambos lados de la puerta mayor se ven dos capillitas: la de Nuestra Señora de la Soledad y la del Divino Preso.

La esquila de Nuestra Señora de Guadalupe, fundida por Justo Rivera en 1884, pesa 276 kilos; la campana mayor de señor San José se hizo en 1938 y pesa 1200 kilos, fue fundida por J. Guadalupe López. Hay otras seis o siete campanas y esquilas chicas, entre ellas la campanita de Nuestra Señora del Rosario, que data de 1805.

¡Honor y gloria a la Santísima Virgen María en su preciosísima advocación de Salud de los Enfermos!

 

Guadalajara, Jalisco, julio de 1939

Manuel Garibi Tortolero



1 Abogado tapatío (1875-1956), nació y murió en la capital de Jalisco. Fue uno de los divulgadores guadalupanos más fervoroso de todos los tiempos, tema al que dedicó más de 50 años de su vida y para el que produjo la publicación El eco guadalupano. Compuso entre muchos artículos y estudios un Catecismo sintético guadalupano (1914) y el libro Juan Diego, el embajador inmortal (1972).

2 Cf. El opúsculo que lleva el título antes dicho se publicó con licencia eclesiástica en el año de 1939, reproducido en la imprenta tapatía de R. Velasco en 20 páginas. El texto aquí trascrito se redujo a la investigación histórica, omitiendo el apéndice, intitulado “Algunos favores de la Santísima Virgen de la Salud de Analco”.

3 Don Jaime Anesagasti y Llamas nació en Mundaca, comarca de Urdaibai, al norte de Vizcaya, en 1863. Se ordenó presbítero para el clero de Guadalajara en 1886. Fue párroco de Santiago de Tonalá y de San José de Analco. Preconizado obispo de Campeche en 1909, fue consagrado el 12 de diciembre de ese año. Tomó posesión de su sede el 4 de enero siguiente. Murió en ella 10 meses después. Escribió Tonalá. Ayer y hoy en 1892 (N. del E.).

4 En otro lugar del Libro de Gobierno mencionado, el señor Anesagasti dice que el dato de haber traído el señor  Lerín de Pátzcuaro a la imagen peregrina en 1696 lo leyó “en un antiquísimo librito de aquellos tiempos” [que sólo pudieron ser, dice Luis Enrique Orozco en su libro María Santísima de la Salud en Italia, España y América (Guadalajara, Talleres Gráficos Jalisco, 1964, p. 124), la Breve noticia del origen y maravillas de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Salud: que se venera en su santuario, fundado en el hospital de Santa Marta de la ciudad de Pazquaro: con una novena consagrada a la misma santísima Señora, de Pedro Sarmiento, S.I. (1742) o el Zodiaco Mariano, del también jesuita Francisco de Florencia, S.I. (1755) N. del E.].

5 Este dato es falso, como lo demuestra ampliamente Luis Enrique Orozco (op. Cit. pp. 124-1215). Garibi Torlolero se redujo a repetir lo escrito por su principal fuente, el párroco Anesagasti. Para Luis Enrique Orozco, simplemente se le dio el título de Nuestra Señora de la Salud a una imagen mariana con los atributos de la Asunción a los cielos de María Santísima. Eso no consta pero parece lo más probable. La imagen peregrina del P. Lerin la custodian las monjas dominicas del monasterio de Pátzcuaro (N. del E.).

6 Es error del amanuense del señor Anesagasti, pues habiendo compulsado las firmas, el apellido era De Campos.- M.G.T.

7 Hasta aquí Anesagasti.

8 Cuyos restos, junto con los de varios miembros de su familia, están en un monumento ahí mismo (N. del E.).

9 Cierto piadoso autor se equivocó al decir que la capilla es de orden jónico.



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