Documentos Diocesanos

Boletín Eclesiástico

2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
2021
2022
2023
2024

Volver Atrás

La imprenta en Guadalajara y su producción: 1793-1821

Carmen Castañeda[1]

 

 

Efecto concomitante del establecimiento de la Universidad en Guadalajara

 –que es como decir de la labor en pro de la educación superior del Obispo fray Antonio Alcalde, OP– fue el establecimiento, hace 225 años, de la imprenta en la capital neogallega, de la que da razón, en el estudio que sigue, una investigadora especializada en el tema.[2]

 

Cuando en 1791 Mariano Valdés Téllez Girón, hijo de Manuel Antonio Valdés, impresor en la ciudad de México, se dio cuenta “que la ciudad de Guadalajara carecía del beneficio público de la imprenta”, decidió “proporcionar a sus moradores las utilidades que traen consigo y se siguen de semejantes inventos”. En ese año escribió al intendente y presidente de Real Audiencia de Guadalajara, Jacobo Ugarte y Loyola, para ofrecer el establecimiento de la imprenta siempre y cuando se le concediera “el privilegio exclusivo perpetuo” para imprimir todo lo que se le pidiera “sin que otra alguna persona pueda ejecutarlo en la misma ciudad sin su permiso”. Valdés exponía que el privilegio le permitiría “resarcirse” del “cuantioso importe” de la instalación de la imprenta.

Aunque la Real Audiencia de Guadalajara autorizó establecerla por decreto del 7 de febrero de 1792, previo dictamen del fiscal, no le otorgó el privilegio exclusivo porque el Rey era la única autoridad que podía concederlo. La Audiencia señaló que disponía de tres años para solicitarlo y “persuadir el beneficio que resulta de las imprentas, que son uno de los mejores inventos que conoce la humanidad, y los gravísimos perjuicios que no pueden dejar de originarse de su defecto”.

El 4 de julio de 1792, Mariano Valdés solicitó al Rey, por medio de su apoderado en Madrid, Gabriel de Sancha,[3] “se le concediera facultad para establecer una imprenta en la ciudad de Guadalajara, cuyo vecindario carecía de este beneficio”. Ofrecía establecerla a “su costa con el mayor primor”, llevando de Madrid “las fundiciones nuevas y lo demás necesario, pero que habiendo de gastar en esto considerables cantidades de pesos, sin seguridad de conseguir algunas ventajas”, suplicaba a Su Majestad “se le concediese la licencia con privilegio perpetuo y exclusivo para que ningún otro sujeto pudiera imprimir en dicha ciudad”.

Ante la petición de Valdés, el 21 de enero de 1793, el fiscal del Consejo de Indias expuso que nadie dudaba “del beneficio que se sigue de que se establezcan imprentas dentro del paraje donde se califiquen de útiles y necesarias”, ni que Guadalajara, como capital del reino de la Nueva Galicia y con una Real Audiencia, influía para que se considerara “no sólo por conveniente sino por indispensable y preciso el que se plantifique la propuesta imprenta allí con el designio que se explica”. En relación con los privilegios, opinaba que éstos se franqueaban “a los que se dedican a promover el bien público” y que se estimaban “correspondientes a su mérito y a lo que tienen que gastar para que surtan el deseado efecto sus ventajosos proyectos con el plausible fin de premiárselos, bonificarles su coste y excitar a otros a que los imiten”.

El funcionario indicó que Valdés podía conseguir la indemnización a la que aspiraba “con lo que le produzca la imprenta con su privilegio exclusivo durante el término de ocho o no más de diez años”. El Consejo de Indias, en vista de lo que expuso el fiscal, consultó al Rey el 28 de febrero para que

 

se dignase conceder a Mariano Valdés la facultad de establecer imprenta en la ciudad de Guadalajara con privilegio exclusivo con término de diez años, que estimaba bastante para que pudiera reintegrarse de los costos que indispensablemente había de tener, pero con la calidad de que no hubiera en Guadalajara establecida otra imprenta.

 

            El rey Carlos iv, con base en el acuerdo del Consejo, otorgó el privilegio a Valdés el 10 de agosto de 1793 por medio de una Real Cédula que dirigió al presidente de la Real Audiencia de Guadalajara.

Con el decreto del 7 de febrero de 1792 que le había otorgado la Real Audiencia de Guadalajara, Mariano Valdés estableció la imprenta en Guadalajara, primero en la calle Cerrada de Loreto, que estaba a un lado de la capilla de Loreto del colegio de la Compañía de Jesús. Poco después se estableció en una casa frente a la plaza de Santo Domingo, donde permaneció durante la época colonial.

El privilegio exclusivo para su imprenta y la exención en el pago de alcabalas “en varios cajones de moldes de letras y utensilios de imprenta” que Mariano Valdés había llevado a Guadalajara le permitieron afianzar su negocio. En la Gaceta de México, que editaba su padre, apareció publicado un anuncio de la imprenta y librería que había establecido en Guadalajara. Decía que “para el mejor y más pronto despacho de las obras que se le encarguen”, había traido de México a un “abridor de láminas y sellos y encuadernador, instruido en todo género de pastas”, que era don José Simón de la Rea. También anunciaba que en su oficina seguiría despachando gacetas, “así políticas como de literatura”, y que recibiría las suscripciones para cualquiera.[4]

Desde un principio, Mariano Valdés se dedicó en Guadalajara a la edición y al comercio de libros, igual que su padre en la ciudad de México, por lo que anunciaba que en su oficina se vendían “cartillas, catecismos, catones”, los libros con más demanda para la población infantil. Igualmente hablaba de la “variedad de libros” y de los “muchos devocionarios” que ofrecía su tienda.

 

La historia de la imprenta  en Guadalajara

 

La investigación sobre la historia de la imprenta en Guadalajara empezó en el siglo pasado, en 1885, cuando el doctor Agustín Rivera publicó en un apéndice de La Filosofía en la Nueva España sus “Observaciones sobre la imprenta en la Nueva España, y en especial sobre la fundación de la imprenta en Guadalajara”.[5] Con base en impresos tapatíos de los últimos años del siglo xviii, concluyó que la primera imprenta fue establecida entre 1790 y 1793 y no en 1808, como lo aseguraba el Calendario de Rodríguez que se publica en Guadalajara.[6]  El doctor Rivera criticó la falta de imprentas en otras ciudades de la Nueva España y la tardanza del establecimiento de la imprenta en Guadalajara, donde había

 

en el orden eclesiástico, obispo, curia episcopal, canónigos, curas, colegios de educación i conventos de franciscanos, de dominicos, jesuitas, agustinos, carmelitas, mercedarios, juaninos i betlemitas, i de monjas capuchinas, de Santa María de Gracia, de Jesús María, de Santa Mónica i de Santa Teresa; en el orden civil había gobernador, Audiencia, abogados, escribanos i médicos; i en uno i otro orden había hombres de letras.[7] 

 

Más tarde, quien recogió la inquietud por esta investigación fue el historiador tapatío Alberto Santoscoy. Adelantó algunos datos en Veinte años de beneficiencia y sus efectos durante un siglo[8]  y en El Mercurio, periódico que él dirigía.  Después escribió dos ensayos: “La primera imprenta de los insurgentes”, publicado en 1893,  y “La introducción de la imprenta en Guadalajara”, que apareció en 1902.[9]  En este último, Santoscoy, como Rivera, para indicar que la imprenta en Guadalajara se había establecido a fines de 1792 y había empezado a trabajar en 1793 se basó en los que suponía habían sido los dos primeros impresos:

·      Elogios fúnebres con que la Santa Iglesia Catedral de Guadalaxara ha celebrado la buena memoria de su prelado el Illmo. y Rmo. Señor Mtro. D. Fr. Antonio Alcalde. Se ponen al fin algunos monumentos de los que se han tenido presentes para formarlos. Guadalaxara: en la imprenta de don Mariano Valdés Téllez Girón, mdccxciii.

·      Novena de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Aranzazú. Por un especial devoto de esta Soberana Reyna. Reimpresa en Guadalaxara: en la imprenta de D. Mariano Valdés Téllez Girón, año de 1793.[10]

Para corroborar estas fechas investigó en el archivo del Sagrario de Guadalajara, donde pudo encontrar los registros del matrimonio de don Mariano Valdés con doña Rafaela Conique en 1793 y de los nacimientos de sus tres hijos, en 1794, 1795 y 1796.

Después, dos famosos bibliógrafos e historiadores, José Toribio Medina y Juan B. Iguíniz, continuaron las investigaciones de Agustín Rivera y Alberto Santoscoy, y lo que es más importante, organizaron sus hallazgos en forma de catálogos. Medina en un trabajo publicado en 1904, titulado La imprenta en Guadalajara de México, 1793-1821,[11] e Iguíniz en un artículo “La imprenta en Nueva Galicia, 1793-1821”, publicado en 1911,[12] y en las “Adiciones” publicadas en 1920.[13]

Medina se basó en el Memorial de Mariano Valdés a la Real Audiencia de Guadalajara del 5 de enero de 1795 y en el de Manuel Antonio Valdés del 30 de diciembre de 1809 para comprobar que la imprenta que Mariano Valdés había establecido en Guadalajara empezó a funcionar en 1793. Medina no indicó la procedencia de estos documentos, pero ofreció las referencias bibliográficas de 128 impresos con el pie de imprenta de Guadalajara de 1793 a 1821. Aunque Iguíniz sólo agregó a la información recabada por Medina la cuestión de la exención de alcabalas de los instrumentos de la imprenta, sí pudo añadir nuevos impresos, un total de 158 en 1911 y 92 en 1920, además de un índice de autores.

Don Juan B. Iguíniz siguió interesado en el tema y publicó en 1943 un ensayo sobre la historia de las imprentas en Guadalajara que abarcaba de 1793 a 1942 y además estudiaba el grabado, la litografía, la fotografía y sus derivados.[14] También se dedicó a la historia del periodismo en Guadalajara, desde la reimpresión del Semanario Patriótico, en 1809, hasta las publicaciones de 1915. Su investigación en dos tomos fue publicada primero en 1932 y después en 1955.[15] Antes de Iguíniz, Luis G. Urbina había estudiado los periódicos de Guadalajara durante la guerra de Independencia.[16] Con base en los trabajos de Iguíniz y de Urbina, el historiador argentino José Torre Revello también habló de los primeros años del periodismo en Guadalajara.[17]

De los ocho periódicos publicados en Guadalajara durante el periodo colonial, el Correo Político y Literario de Salamanca, la Copia del Semanario Patriótico, El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalaxara, El Telégrafo de Guadalaxara, El Mentor Provisional, El Mentor de la Nueva Galicia, El Monitor de la Nueva Galicia y El Expectador del Régimen Constitucionalista en el Reyno de la Nueva Galicia, el que ha recibido más atención de los historiadores ha sido El Despertador Americano porque fue el único periódico insurgente. José María Miquel i Vergés lo estudió en su antología de la prensa insurgente.[18] En Guadalajara se hizo un primera edición fascimilar del periódico en 1959[19] y una segunda en 1968, con un estudio premilinar de José Luis Razo Zaragoza.[20] En la ciudad de México, Antonio Pompa y Pompa lo publicó también en edición facsimilar con un importante documento, las “Diligencias practicadas de oficio por pedimento del fiscal de la Real Audiencia para el recogimiento e incendio del periódico El Despertador Americano, publicado en esta capital durante la permanencia en ella del cura Hidalgo”.[21]

Ana Bertha Vidal, para su tesis licenciatura en historia, analizó también El Despertador Americano y además El Telégrafo de Guadalaxara con el objeto de examinar la relación entre alfabetización, imprenta e independencia en Guadalajara.[22] Igualmente, Celia del Palacio se ha dedicado a la historia de los inicios del periodismo en Guadalajara.[23]

El doctor Rubén Villaseñor Bordes continuó la investigación de Medina e Iguíniz, pues descubrió siete impresos tapatíos en el Archivo Parroquial de Autlán, que dio a conocer en 1946 en la revista Estudios Históricos, que dirigía el Padre Luis Medina Ascencio, S.J.[24] No fue sino hasta 1963 cuando el maestro José Cornejo Franco, director de la Biblioteca Pública del Estado en ese entonces, se interesó en la historia de la imprenta en Guadalajara, como se aprecia en su artículo sobre “Los primeros impresos tapatíos”, donde describe tres impresos de 1793, un Sumario de las indulgencias, una Novena de ... Santa Annita y otra Novena ... de ... Nuestra Señora de Zapopan.[25] Con este hallazgo sumaron trece los impresos de 1793 y un total de 388 impresos tapatíos de 1793 a 1821.

Veinte años después, en 1983, Villaseñor Bordes volvió al tema de la imprenta en Guadalajara y publicó un documento localizado en el Archivo General de la Nación.[26] Se trata de la consulta que el 11 de noviembre de 1793 hizo el señor arcediano y comisario del Santo Oficio, licenciado don Pedro Díaz Escandón, sobre los primeros trabajos de la imprenta y la ingerencia o no del Tribunal de la Inquisición en las publicaciones.

En 1986 Marcela Castañeda terminó su tesis Catalogación de los primeros impresos en Guadalajara, Jalisco, 1793-1821.  Ella pudo localizar 36 impresos más, y catalogó un total de 417 impresos, sin contar los descubiertos por Villaseñor y Bordes, y les formó dos índices, uno de impresores y grabadores y el analítico.[27]

El licenciado Juan Toscano García de Quevedo descubrió dos impresos que no estaban incluidos en los catálogos de Medina y de Iguíniz y los dio a conocer en 1989, uno de 1819, Meditaciones de la Pasión, sacadas de lo preciso para una costura, y otro de 1823, un manifiesto del Ayuntamiento.[28]

La Delegación Jalisco de la Cámara Nacional de la Industria de Artes Gráficas publicó en 1994 una recopilación de artículos relacionados con la historia de la imprenta y del periodismo en Guadalajara, con motivo del establecimiento de Museo de Periodismo y Artes Gráficas en Guadalajara.[29] El Colegio de Jalisco participó en esta recopilación y también dedicó un número monográfico de su revista Estudios Jaliscienses a la historia de la imprenta en Guadalajara y en tres entidades vecinas, Aguascalientes, Nayarit y Colima. En ese número Michael Mathes presentó un catálogo de los impresos tapatíos de 1821 a 1823,[30] y Edmundo Aviña Levy una historia de la imprenta de Mariano Rodríguez, quien la adquirió a doña Petra Manjarrés, la viuda de Romero, en 1821.[31]

Precisamente cuando descubrí, en 1978, el documento de la venta de la primera imprenta en 1821 por doña Petra Manjarrés, empecé a interesarme en la historia de la imprenta en Guadalajara, sobre todo en su relación con la Real Universidad y en su producción entre 1793 y 1821. Este documento incluía un inventario de los libros que la viuda de Romero vendía. Como la mayoría de los inventarios de libros del periodo colonial, el de la tienda de la imprenta de Guadalajara tiene datos incompletos de unos 400 libros. Mi primera tarea fue empezar a completar los datos bibliográficos de los libros del inventario, lo que me permitió, en 1990, en un primer acercamiento, clasificar los libros en cuatro géneros: escolares, universitarios, devotos y de entretenimiento, para hablar de los usos del libro en Guadalajara en 1821.[32]

Dado que la mayoría de los libros que se vendían en la tienda de la imprenta eran devotos, estudié la relación de este tipo de  impresos, especialmente las novenas, con la cultura popular en Guadalajara hacia 1821.[33] Con base en el documento de la venta de la imprenta también investigué las características del primer taller que tuvo.[34] En otro artículo más hablé de la afluencia de libros a Guadalajara durante los siglos xvi, xvii y xviii y de las preferencias bibliográficas que tenían los tapatíos al terminar el periodo colonial.[35]

De enero de 1996 a noviembre de 1998 trabajé en el ciesas-Occidente en dos proyectos de investigación, uno individual y otro colectivo, relacionados con la cultura del libro en México en los siglos xviii y xix. Estos proyectos alentaron a cuatro estudiantes a escribir sus tesis de licenciatura, entre las que está la de Marcela Zúñiga, “Producción y censura de libros en Guadalajara, 1793-1821”.

Un resultado del proyecto individual fue el libro Imprenta, impresores y periódicos en Guadalajara, 1793-1821,[36] que escribí con motivo de la exposición en Guadalajara, en diciembre de 1998, de los siete números originales de El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalaxara, periódico que fue publicado en Guadalajara del jueves 20 de diciembre de 1810 al viernes 11 de enero de 1811. Para ubicar la historia de esta publicación me referí primero a los historiadores que se han dedicado al estudio de la primera imprenta en Guadalajara; enseguida hablé de la concepción de la imprenta como negocio con base en la práctica de los privilegios para imprimir y las exenciones de impuestos que solicitaban los impresores, y después estudié a los dueños, administradores y oficiales que tuvo el taller de imprenta desde 1793 hasta 1821. También ofrecí un cuadro de este taller tipográfico antes del análisis de los tres primeros periódicos impresos en Guadalajara.

Una de mis inquietudes en relación a la producción de la imprenta ha sido localizar lo que se imprimió de 1793 a 1821, no sólo los datos bibliográficos de los impresos sino los impresos mismos. Después de consultar bibliotecas y archivos de Guadalajara, de cuatro ciudades mexicanas (Durango, México, Puebla y Zacatecas), de ciudades norteamericanas (Austin, Boston, Chicago, Providence y San Francisco), de Caracas, de Santiago de Chile y de España,[37] puedo asegurar que la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco guarda en su Colección de Misceláneas el mayor número de obras publicadas en Guadalajara en esos primeros veintiocho años.[38] Además conserva ejemplares de la Copia del Semanario Patriótico y del Telégrafo de Guadalaxara, periódicos publicados en esta ciudad. El Archivo Histórico Municipal de Guadalajara también cuenta con impresos tapatíos. María de la Luz Ayala y Elena Petersen ordenaron los de 1811 a 1826. El inventario que elaboraron describe uno de 1811, dos de 1813, uno de 1814, dieciocho de 1820 y 42 de 1821.

En otros archivos y bibliotecas mexicanos he localizado impresos de Guadalajara: en el Archivo General de Indias en Sevilla, en el Archivo General de la Nación en la ciudad de México; en la Biblioteca Pública Elías Amador en Zacatecas; en la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional en la ciudad de México[39] y en el Centro de Estudios de Historia de México Condumex. Sin embargo, la fuente que me proporcionó un mayor número de impresos no descritos por los historiadores de la imprenta de Guadalajara ni por los repertorios bibliográficos[40] fue el Archivo de la Real Universidad de Guadalajara, cuyos expedientes descubrí en la Biblioteca Pública del Estado. Cuando elaboré el inventario de este Archivo me di cuenta del buen número de conclusiones de tesis impresas que guardaba.

No puedo dejar de mencionar la biblioteca del Padre Luis Méndez, la de don José Ramírez Flores y la de don Fernán Gabriel Santoscoy, que proporcionaron otros impresos de Guadalajara. En cambio, sufrí una gran desilusión al consultar la Biblioteca Medina (del bibliógrafo José Toribio Medina) en la Biblioteca Nacional de Chile, en Santiago, pues no conserva los impresos que registra en el catálogo de La imprenta en Guadalajara de México (1793-1821).

Toda esta búsqueda de años dio sus frutos para que la auxiliar de investigación, licenciada en historia, Laura G. Gómez pudiera integrar el Catálogo de la imprenta de Guadalajara, 1793-1821 con 792 impresos. Este catálogo permite hablar hoy del comportamiento de la producción de la imprenta en Guadalajara, sobre todo del tipo de impresos que publicó, porque no se conservan ejemplares de todos los impresos que salieron del primer taller.

 

La producción de la imprenta de Guadalajara, 1793-1821

 

En 1904 Medina describió 128 impresos tapatíos, en 1911 Iguíniz localizó 158 y en 1920 añadió 92 más. Villaseñor y Bordes descubrió siete impresos más en 1946, Cornejo Franco tres en 1986, Marcela Castañeda 36 en 1986 y Toscano dos en 1989. Actualmente disponemos de una mayor información sobre la producción de la imprenta, pues hasta 1999 habíamos descubierto 366 impresos, que añadidos a los que ya conocíamos suman un total de 792. El comportamiento de la producción de la imprenta lo podemos apreciar en la gráfica número 1.

El despegue que tuvo en su primer año (con 28 impresos) se mantuvo en los dos siguientes (28 y 31 impresos) para bajar un poco entre 1796 (19 impresos) y 1797 (24 impresos) y volver a subir en 1798 (36 impresos). La producción más baja se registró en 1801, 1804, 1806 y 1807, años que coinciden con la retirada del dueño de la imprenta, Mariano Valdés, de su negocio. Cuando en 1808 el nuevo dueño, José Frutos Romero, volvió a encargarse de la imprenta, el número de impresos que salían de las prensas tapatías empezó a recuperarse alcanzando un mayor número en 1813 (con 52 impresos), cantidad que disminuye en los años siguientes y que no se recupera sino hasta 1820 y 1821, con 64 y 117 impresos respectivamente. En resumen la imprenta de Guadalajara publicó un promedio de 28 impresos por año.

En la producción de la imprenta podemos detectar varios géneros, entre los libros devotos, las relaciones de méritos, los sermones, los trabajos para el Real Consulado, los bandos durante la guerra de independencia, y destacan dos, el de las conclusiones de tesis y el de las novenas.

Los trabajos del primer taller de imprenta siempre se han relacionado con las actividades de la Real Universidad, ya que imprimía las conclusiones de tesis que presentaban los estudiantes en los actos para la obtención de grados. Las conclusiones representan el género con el mayor número de impresos, hemos localizado un total de 255, que dan un porcentaje de 32%. Excepto para 1811 y 1814, en todos los demás años se imprimieron conclusiones de tesis, como se puede ver en la gráfica número 2.

Los que pretendían el grado de licenciado por la Real Universidad de Guadalajara presentaban el título de bachiller y el certificado de pasantía. Después informaban que no eran menestrales, ni traidores a la Corona, ni personas de las prohibidas por las constituciones y que tenían libros de la facultad a cuyo grado aspiraban. El primer acto académico que presentaban era el ejercicio de repetición, que se reducía a una disertación sobre algún punto de las materias de la facultad que habían cursado, y a las conclusiones que deducían del lugar o texto que elegían. Estas conclusiones eran las que se imprimían con el visto bueno del censor regio, la licencia del rector y la aprobación del catedrático de prima. Las conclusiones impresas se repartían al decano y a los doctores y se fijaban a las puertas de la Universidad, como la que transcribo a continuación, que pudo ser uno de los primeros impresos que salieron de la imprenta de Guadalajara:

 

Conclusiones para el acto de repetición en cánones de José María Bucheli y Velázquez, en la Real Universidad de Guadalajara. Con invitación suscrita por el Dr. Juan José Martínez de los Ríos y el promotor fiscal de este obispado. Guadalaxarae: apud Mariannum Valdes Tellez Giron, Typographum, via Lauretana, mdccxciii. [Abril, 1793. 1 f.]. Grabado: San José.[41]

 

Los estudiantes presentaban conclusiones impresas para los grados de licenciatura y de doctorado.

Otro género que sobresalió es el de las novenas, aunque la impresión de estos libritos sólo representó un 7% de la producción total de la imprenta. Desde que inició sus trabajos el primer taller de imprenta, en 1793, hasta 1821, publicó un total de 54 novenas, un promedio de dos novenas y media por año. Excepto en siete años, que fueron 1801, de 1805 a 1808, 1811 y 1813, durante los otros veintidós años aparecieron novenas como se aprecia en la gráfica número 3.

Quizás este ritmo en la publicación de novenas obedezca a las calamidades que sufrían los habitantes de Guadalajara o de la Nueva Galicia, que las novenas pretendían ayudar a remediar. Por ejemplo, la novena al “glorioso mártir San Christóval”, quien era “abogado contra los temblores, y muertes repentinas”, publicada en 1815, o la novena “al glorioso San Gonzalo de Amarante del orden de predicadores especial abogado para los fríos y calenturas”, impresa en 1820.

Varias novenas contaron con reimpresiones: la de la prodigiosa imagen de Nuestra Señora de Santa Annita en 1793 y 1809; la de Jesús Nazareno en 1794 y al año siguiente; la del glorioso mártir San Hermión en 1795 y en 1796; la del angélico joven San Luis Gonzaga, dispuesta por el bachiller don Joseph Sartorio, en 1796, 1798 y 1821; la de Nuestra Señora de Zapopan en 1793 y 1815; la de San Cayetano en 1815 y 1820; la de la Santa Gertrudis la Magna en 1794 y 1817 y la de la Santísima Imagen de Christo Crucificado de Esquipulas en 1797 y 1817.

Mientras unas novenas se referían a cultos locales, como la del Señor de la Penitencia en el pueblo de Mexicalcingo, la de Nuestra Señora de Zapopan o la de Nuestra Señora de Santa Annita, otras hablaban de devociones en el obispado de la Nueva Galicia, como la de Nuestra Señora de Talpa o de devociones españolas que se arraigaron en Guadalajara como la de Nuestra Señora de Aranzazú.

La mayor cantidad de novenas, unas veintiséis, estuvieron dedicadas a los santos; seguían en menor grado de predilección (doce novenas), las de las distintas advocaciones de la Virgen María; después estaban las novenas dedicadas a la imágenes de Nuestro Señor Jesucristo y por último las novenas a las santas.

El Real Consulado de Comerciantes de Guadalajara también fue cliente de la imprenta. El primer trabajo que le encomendó fue la impresión de la Real Cédula del 6 de junio de 1795 por la que Carlos IV autorizaba la fundación del Consulado.

 

Real cédula de erección del Consulado de Guadalaxara, expedida en Aranjuez a VI de junio de mdccxcv. /Grabado con el escudo de España/. De orden de su Junta de Gobierno. Guadalajara mdccxcv. Por Dn Mariano Valdés Téllez Girón, impresor del Consulado. 50 p.

 

El 3 de noviembre de 1795 Mariano Valdés cobró 158 pesos “por el tiro de 295 ejemplares, que aparecieron con la certificación del Ayuntamiento”.[42]

Valdés hizo otros trabajos para el Consulado, como el que consta en un recibo que extendió por 125 pesos y cuatro reales el 24 de marzo de 1797 y que entregó al síndico del Consulado, don José Zumelzu, por la “impresión y papel de 300 exemplares de algunos capítulos de las Ordenanzas de [la Ilustre Universidad, y Casa de Contratación de la M. N. y M. L. Villa de] Bilbao, 107 pesos, 4 reales, papel pintado para forros, 12 pesos, y enquadernación, 6 pesos”.[43]

La imprenta de Guadalajara también publicó relaciones de méritos. Los graduados que deseaban participar en las oposiciones para obtener cátedras en los colegios seminarios y en las universidades, dignidades en los cabildos eclesiásticos o en las colegiatas, los que aspiraban a una promoción en los cabildos para canonjías o raciones, los que entraban a los concursos para curatos o los que deseaban obtener un puesto de funcionario real preparaban sus relaciones de méritos, una especie de autobiografía donde hacían referencia a los antecedentes familiares (legitimidad, limpieza de sangre, nobleza, padres cristianos), a la carrera universitaria (instituciones, cátedras, actos y libros), y a los cargos y puestos desempeñados.

Entre las relaciones de méritos impresas en Guadalajara que se conservan en los archivos, tenemos el ejemplo siguiente:

 

Relación de los méritos, y exercicios literarios del doctor don Juan Joseph Martínez de los Ríos, medio racionero de la Santa Iglesia de Guadalaxara, examinador sinodal, provisor, y vicario capitular de esta diócesis, y juez de testamentos capellanías, y obras pías. Guadalaxara, 4 de septiembre de 1795. [Guadalaxara: en la oficina de don Mariano Valdés Téllez Girón, 1795]. 8 p.

 

En la Intendencia y en el Ayuntamiento de Guadalajara, la imprenta tuvo clientes constantes, aunque estos impresos eran de pocas páginas. Para quienes imprimió verdaderos libros fue para los particulares que pudieron costear sobre todo libros de devociones.



[1] Investigadora tapatía (1941-2007), doctora en historia por El Colegio de México, profesora e investigadora del ciesas Occidente, indagó sobre la cultura del libro en México en los siglos xviii y xix, así como los usos de la alfabetización en la Nueva Galicia.

[2] Tomado del artículo “La imprenta en Guadalajara y su producción: 1793-1821”, publicado en el Diccionario de Historia de la Educación en México, versión multimedia, coordinado por Luz Elena Galván, México, conacyt / ciesas / dgsca - unam, 2002. Laura G. Gómez participó en él.

[3] Hijo del impresor madrileño Antonio de Sancha, quien murió en 1790. Gabriel “heredó el taller paterno y llegó a tiempo de cultivar la encuadernación neoclásica en la que iban cobrando una importancia cada vez mayor la calidad y el tacto de los materiales utilizados, el aprecio a la decoración en partes antes olvidadas (cantos y cejas) y el cuidado creciente de las guardas”. A Gabriel de Sancha se le considera más grande encuadernador que mercader de libros. Cf. Manuel Carrión. “La encuadernación española en los siglos xvi, xvii y xviii”, en Historia ilustrada del libro español: de los incunables al siglo xviii. Bajo la dirección de Hipólito Escobar. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1994, p. 444 (información proporcionada por Pedro Rueda).

[4] Gazeta de México, 1794, t. vi, núm. 44, p. 349.

[5] Agustín Rivera. “Observaciones sobre la imprenta en la Nueva España y en especial sobre la fundación de la imprenta en Guadalajara” en La Filosofía en la Nueva España. Disertación sobre el atraso de la Nueva España en las ciencias filosóficas. Lagos: Tip. de Vicente Veloz, 1885, pp. 379-388.

[6] Ibíd., p. 381. 69 Calendario de Rodríguez para el año bisiesto de 1936. Arreglado al meridiano de Guadalajara: Lit. Ancira, 1935. 111 p. (en la Colección de Calendarios de la BPE). En este calendario ya no hay referencia al establecimiento de la imprenta en Guadalajara.

[7] Ibid., p. 388. Se respeta la muy peculiar ortografía del doctor Rivera.

[8] Fue publicada en Guadalajara en 1893.

[9] Alberto Santoscoy. “La introducción de la imprenta en Guadalajara” en Diario de Jalisco, 9, 10 y 11 de abril de 1902. Copia en blac. Colección Genaro García. Alberto Santoscoy. Obras completas. Guadalajara: uned, 1986, vol. 2, pp. 741-745.

[10] El director del Centro de Estudios de Historia de México Condumex, doctor Manuel Ramos, hizo una edición facsimilar de esta novena en 1993.

[11] José Toribio Medina. La imprenta en Guadalajara de México (1793-1821). Notas bibliográficas. 1a. ed. Santiago de Chile: Imp. Elzeviriana, 1904. xiv + 104 p. José Toribio Medina. La imprenta en Guadalajara de México (1793-1831). Ed. Facsimilar. Amsterdam: N. Israel, 1966. xiv+104 p. (Reprint series of José Toribio Medina’s Bibliographical work; xx). (Por un error en la portada aparece 1831, pero el catálogo llega a 1821). Se hizo otra edición facsimilar en Guadalajara en 1982 y se repitió el error de la fecha.

[12] Juan B. Iguíniz. “La imprenta en la Nueva Galicia 1793-1821. Apuntes bibliográficos” en Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, t. iii, 1911, pp. 253-336.

[13] Juan B. Iguíniz. “La imprenta en la Nueva Galicia 1793-1821. Apuntes bibliográficos por ... Adiciones”, en Boletín de la Biblioteca Nacional de México, t. xii, núm. 8, octubre de 1919 a junio de 1920, pp. 57-76.

[14] Juan B. Iguíniz. “Las artes gráficas en Guadalajara”, en Disquisiciones bibliográficas. México: El Colegio de México, 1943, pp. 305-308. 1ª ed. México: unam, 1965. 2ª ed. México: unam. Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1987. 228 p.

[15] Juan B. Iguíniz. “El periodismo en Guadalajara, 1809-1914. Recopilación de datos históricos, biográficos y bibliográficos”, en Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 4ª época, t. vii, (t. 24 de la colección), 1932, pp. 237-406. El periodismo en Guadalajara. 1809-1915. Guadalajara: Imp. Universitaria, 1955. 2 vols.

[16] Luis G. Urbina. Estudios Americanos. La literatura mexicana durante la guerra de Independencia. Madrid: 1917.

[17] José Torre Revello. El libro, la imprenta y el periodismo en América durante la dominación española. Buenos Aires: Talleres S.A. Casa Jacobo Peuser Ltda., 1940.  

[18] José María Miquel i Vergés. La Independencia Mexicana y la prensa insurgente. 1ª ed. El Colegio de México, 1941. 2a. ed. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985, pp. 35-60.

[19] El Despertador Americano. Correo Político Económico de Guadalaxara, 1810-1811. Guadalajara: Ediciones del Gobierno del Estado de Jalisco, 1959. 71 p.

[20] El Despertador Americano. Primer periódico insurgente. Guadalajara: Ayuntamiento, ijah-inah, 1968.

[21] El Despertador Americano. Intr. Antonio Pompa y Pompa. México: inah, 1964. 93 p.

[22] Ana Bertha Vidal. Prensa insurgente y realista en Guadalajara: El Despertador Americano y el Telégrafo de Guadalaxara: alfabetización, imprenta e independencia. Tesis de licenciatura en historia, Universidad de Guadalajara. 1995.

[23] Celia del Palacio Montiel. “La disputa por las conciencias. Inicios de la prensa en Guadalajara, 1809-1835”. Tesis doctoral presentada en la Facultad de Filosofía y Letras, División de Estudios de Posgrado, unam, 1997.

[24] Rubén Villaseñor Bordes. “Fichas bibliográficas neogallegas desconocidas”, en Estudios Históricos, núm. 7, enero de 1946, pp. 39-45.

[25] José Cornejo Franco. “Los primeros impresos tapatíos” en Eco, núm. 14, abr. 1963. pp. 2 y 3.

[26] Rubén Villaseñor Bordes. “Documento referente a la primera imprenta neogallega”, en Estudios Históricos, iii época, núm. 25, junio de 1983, pp. 18-20.

[27] Tesis profesional para obtener el título de licenciado en Bibliotecología en la Universidad Autónoma de Guadalajara, incorporada a la unam. 1986. 145 p.

[28] Juan Toscano. “Dos impresos jaliscienses del siglo xix” en Suplemento cultural de El Informador, Guadalajara, domingo 5 de enero de 1989, pp. 4 y 5.

[29] Doscientos años de la imprenta en Guadalajara (Recopilación). Guadalajara: Cámara Nacional de la Industria de Artes Gráficas. Delegación Jalisco, 1994. 115 p.

[30] Michael Mathes. “Los principios de la imprenta mexicana en Guadalajara: el primer Imperio, 1821-1823”, en Estudios Jaliscienses, 10, noviembre de 1992, pp. 6-21.

[31] Edmundo Aviña Levy “La imprenta de Rodríguez”, en Estudios Jaliscienses, 10, nov., 1992, pp. 22-38.

[32] Carmen Castañeda. “Los usos del libro en Guadalajara, 1793-1821”, en Alicia Hernández Chávez y Manuel Miño Grijalva, Cincuenta Años de Historia en México. México: El Colegio de México, 1991. 2 vols. Vol. 2, pp. 39-68.

[33] Carmen Castañeda. “La imprenta y la cultura popular en Guadalajara en la época colonial tardía”, en Eslabones, Revista semestral de estudios regionales. México, núm. 4, diciembre de 1992, pp. 63-69.

[34] Carmen Castañeda. “El arte tipográfico en Guadalajara, 1793-1821”, en Umbral, 5/6, primavera-verano de 1993, Secretaría de Cultura. Jalisco, pp. 91-96.

[35] Carmen Castañeda. “Cuando los libros y la imprenta llegan a Guadalajara”, en Libros de México, núm. 38, enero-marzo de 1995, pp. 25-34.

[36] Carmen Castañeda. Imprenta, impresores y periódicos en Guadalajara, 1793-1811. Guadalajara: Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, Ed. Ágata, Ayuntamiento de Guadalajara, ciesas. 1999. 190 p.

[37] Biblioteca Nacional en Madrid. Biblioteca Capitular Colombina y Biblioteca del Archivo General de Indias en Sevilla. Biblioteca General de la Universidad de Salamanca.

[38] Alma Dorantes et al. Inventario e Índice de las Misceláneas de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Guadalajara: inah Centro Regional de Occidente, 1978. 3 vols.

[39] Rocío Meza Oliver y Luis Olivera López. Catálogo de la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional de México, 1811-1821. México: Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam, 1996. 515 p. Lucina Moreno Valle. Catálogo de la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional de México, 1821-1853. México: Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam, 1975. 1203 p. (Guías; 2). Luis Olivera López. “Impresos sueltos que se conservan en la Biblioteca Nacional de México”, en Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, núm. 11, enero-diciembre de 1974. México: Biblioteca Nacional-Hemeroteca, unam, 1979, pp. 113-289.

[40] Amaya Garritz, Virginia Guedea (coordinación) y Teresa Lozano (colaboración). Impresos novohispanos, 1808-1821. México: unam, Instituto de Investigaciones Históricas, 1990. 2 tomos (Serie Bibliográfica; 9). Catálogo del Fondo reservado de la Biblioteca de México. México: conaculta. Dirección General de la Biblioteca de México, 1996. 524 p. Pedro Torres Lanzas. Independencia de América; fuentes para su estudio; catálogo de documentos conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla. 1ª serie, v.v. Madrid: Estab. Tip. de la Sociedad de publicaciones históricas, 1912, vol. ii, iii y iv. Francisco Ziga y Susano Espinosa. Adiciones a la Imprenta en México de J. Toribio Medina. Puebla, Oaxaca, Guadalajara, Veracruz y de la Insurgencia, 1706-1821. México: unam, Instituto de Investigaciones Históricas, 1997. 261 p.

[41] Archivo de la Real Universidad de Guadalajara, caja 10, exp. 231, f. 6.

[42] José Ramírez Flores. El Real Consulado de Guadalajara. Notas históricas. Guadalajara: Banco Refaccionario de Jalisco, 1952, p. 23.

[43] Ibid., p. 24 e ilustración entre pp. 24 y 25



Aviso de privacidad | Condiciones Generales
Tels. 33 3614-5504, 33 3055-8000 Fax: 33 3658-2300
© 2024 Arquidiócesis de Guadalajara / Todos los derechos reservados.
Alfredo R. Plascencia 995, Chapultepec Country, C.P. 44620 Guadalajara, Jalisco