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Bernardo de Balbuena. Estudio biográfico y crítico1

 

John van Horne2

 

A la genial destreza que alcanzó la lira de un eclesiástico del clero de Guadalajara en los albores de esta Iglesia particular, no fue en absoluto ajena su larga estancia en el beneficio curado de San Pedro Lagunillas, donde el humanista dispuso del tiempo y la dedicación para acometer su obra suprema, El Bernardo, o victoria de Roncesvalles, publicado en Madrid por Diego Flamenco, en 1624, aunque la posteridad lo recuerda más por su Grandeza mexicana, de 1604. El exhaustivo estudio que sigue no ha perdido su vigencia, no obstante los muchos años transcurridos desde su publicación

 

Preliminares

 

Introducción

 

Bernardo de Balbuena, eclesiástico y poeta, nació en España, pero pasó la mayor parte de su vida en América. La residencia colonial, de fines del siglo xvi y principios del xvii, la dividió entre la Nueva España y las Antillas. Perteneció cronológicamente a un grupo de escritores (sirvan de ejemplo Ercilla, Ruiz de Alarcón, Hojeda, Saavedra Guzmán) que unieron espiritualmente, en el momento de máxima gloria nacional, a la España europea con la de ultramar. Balbuena ejerció sus oficios en México, Jamaica y Puerto Rico; en la Nueva España, y especialmente en la Nueva Galicia, compuso o proyectó el Bernardo, el Siglo de Oro y la Grandeza Mexicana; se mostró súbdito fiel de la madre patria y de sus colonias americanas.

En el alma de Balbuena había una dualidad espiritual: la Iglesia y las letras coexistían en su espíritu, a veces en armonía, otras veces en conflicto más o menos consciente. La Iglesia representó la carrera, las letras formaron el pasatiempo. Para los modernos significa más Balbuena el poeta que Balbuena el obispo. Si no hubiese escrito los tercetos, la novela, la epopeya, su nombre figuraría sólo en un catálogo como el de González Dávila y en papeles rutinarios de archivos. Por fortuna se poseen, tanto por sus obras como por los tesoros de los archivos, informes suficientes para permitir un estudio detallado de su personalidad. En la vida de Balbuena quedan sin resolución muchos detalles concretos, muchos puntos obscuros. Sin embargo, ha llegado a nuestras manos un residuo utilizable de datos, sobre todo para la segunda mitad de su vida. Al juntar y fundir los elementos de su biografía externa o jerárquica con la interna o poética, se dará un paso dentro de los sentimientos que debían impulsar a un varón culto de entonces dentro de las hondas luchas que debían registrarse en su espíritu. Así como Balbuena se encaraba con la vida, también tenían que afrontarla otros individuos sensibles e instruidos de la época, envueltos en las sutiles interrelaciones de los mismos motivos espirituales, materiales, intelectuales y artísticos, motivos europeos en ambiente americano. Aparte del talento poético, Balbuena apenas se diferencia de muchos prelados que tuvieron relativo éxito en la carrera, mas por su significación literaria es una personalidad fuerte y compleja, digna de estudio cuidadoso.3

 

Lugar del nacimiento

 

Por tradición se viene designando a Valdepeñas como pueblo natal de Balbuena. Así lo escribió desde Puerto Rico Diego de Torres Vargas, que tal vez pudo conocer personalmente a Balbuena; así también González Dávila y Nicolás Antonio.4 Entre las poesías encomiásticas que preceden al Siglo de Oro, tres tienen juegos de palabras con Valdepeñas:

 

Ingenio celestial que en peñas duras / del patrio valle ameno floreciste, / ¿Cómo si de las duras peñas fuiste / la blanda suavidad gallardo apuras?

La aurora de ese ingenio peregrino / de entre peñas salió, mas tan hermosa / que al valle y a las peñas dio hermosura,

 

Nació en un valle de peñas.

Palabras del mismo Balbuena parecen corroborar estos versos de sus elogiadores. En medio del grandioso panorama de España, libro xvi del Bernardo, después de algunos renglones sobre el río Jabalón que corre muy cerca de Valdepeñas, el poeta se refiere a sí mismo en la estrofa siguiente:

 

De aquel valle amenísimo de peñas, / ahora humildes chozas de pastores, / que el claro Jabalón las verdes greñas / de rosas viste y de pintadas flores, / un cisne nacerá de alas pequeñas, / que, si el tiempo las llega a ser mayores, / la fama hará dellas, por memoria / del valor vuestro, una inmortal historia.

 

 

La fecha

 

Dos documentos del Archivo de Indias ofrecen datos para calcular aproximadamente la fecha del nacimiento de Balbuena. En una probanza, hecha de oficio por la Real Audiencia de la Nueva Galicia, de los méritos y servicios del licenciado Altamirano, “oidor que fue en ella”, aparece como testigo Bernardo de Balbuena, “clérigo presbítero, vecino de esta ciudad”, el cual jura in verbo sacerdotis. La fecha de la probanza es el 8 de noviembre de 1595. En el curso de su testimonio Balbuena dice que “tiene treinta y tres años, poco más o menos”. Si tenía unos treinta y tres años en noviembre de 1595, nació hacia 1562.

El otro documento es un memorial preparado por Balbuena en Jamaica. El núcleo de este documento consiste en informes reunidos en la ciudad de Santo Domingo el 2 de noviembre de 1611. Entre las preguntas a las que, según las usanzas legales de la época, habían de atenerse los testigos, hay la de si Balbuena tendría la edad de “cincuenta años, poco más o menos”. De los ocho testigos, siete lo afirman así; el octavo dice “más de cuarenta y cinco”. Si Balbuena tenía a fines de 1611 cerca de cincuenta años, había nacido hacia fines de 1561. La mayor exactitud con que se indica el número de años en el primero de los documentos induce a creer que nació en 1562.5

 

Genealogía

 

Las octavas del libro xix del Bernardo contienen muchos célebres linajes españoles. Último en la serie inserta Balbuena el suyo. Se supondría de antemano que esta lista se basa en una mezcla de imaginaciones y de verdades. Las ocho postreras estrofas del libro tratan de la familia de Balbuena. El origen se remontaría al hijo de un infante de Aragón y de una princesa de Francia. Retirado de la vida militar después de haber perdido el castillo de Ferral, este personaje troca el apellido de Vela y Martel por Balbuena, inducido por la amenidad del valle en que vive. Allí, con la ayuda de un “casto rey”, funda un convento, y se cuentan entre sus descendientes varones ilustres: el que defendió la vida de un delfín y añadió dos lirios de oro a su escudo; dos militares que se distinguieron, el uno en Guadix, el otro en el servicio de un “rey justiciero” en Alcaraz; un notario mayor del “magnánimo Enrique”; el yerno de un noble adelantado; un obispo de Valencia, otro rigiendo el “grabado bastón” en Antequera, y, finalmente,

 

Otro, adonde se haga el sol dorado / cuando en la tierra ya no reverbera, / del gran sello imperial con la potencia / a Jalisco a fundar irá una audiencia.

 

Este último, como se verá pronto, fue el padre del poeta. La autenticidad de esta referencia hace creer que otras partes de la genealogía pueden ser más o menos verídicas. Sin duda las referencias más antiguas son las más fantásticas. A pesar de tantas obscuridades e invenciones, es posible que la familia de Balbuena pasara del norte de España a La Mancha y entre sus miembros hubiera algunos varones bastante meritorios. Sí señala el trozo el orgullo de Balbuena y su deseo de hacer de su familia cumplidos elogios, mezclando la fantasía con las tradiciones hasta llegar al propio padre, con quien ya estaba en terreno sólido.

 

Los padres

 

Según el cronista Gil González Dávila, los padres de Balbuena eran Bernardo de Balbuena y Francisca Sánchez de Velasco.6 Sin duda era hijo ilegítimo. Una carta escrita de Roma en 1608 cuando Balbuena pedía la expedición de sus bulas para la abadía de Jamaica contiene estas palabras: “consta de que dicho doctor es hijo natural de sus padres, y no legítimo ni legitimado por subsecuente matrimonio”.7 Por lo que se refiere a la madre, hay gran escasez de informes corroborativos. Sin embargo, los versos de la última estrofa del libro xix del Bernardo indican su autenticidad. Al referir su propia genealogía, y después de haber contado la llegada de su padre a Jalisco, escribe:

 

Del noble valle destas limpias flores, / con rosicleres de Velasco ardientes, /si bien ya de encubiertos resplandores. . .

 

En cuanto al padre, se han conservado muchas huellas de su vida, sobre todo en la Nueva Galicia. No fue, al parecer, el primer Balbuena que se trasladara al Nuevo Mundo. En las páginas del padre Tello se lee que entre los vecinos fundadores de Compostela figuró Francisco de Balbuena Estrada. A este mismo alude el cronista en el curso de su relación del año 1543, al escribir así:

 

La tierra de Compostela fue tan fértil que sembrando Francisco de Balbuena trigo en una labor que llaman San Pedro Lagunilla, en un año cogió a razón de cuarenta y cinco fanegas por una, y le pareció el año muy estéril respecto de otros...8

 

Como se verá, el padre del poeta tenía propiedades cerca de San Pedro Lagunillas, y el hijo llegó a ser cura de aquella parroquia, lo que indica una relación con Francisco de Balbuena Estrada. Se nota, pues, la probabilidad de que un pariente de Balbuena llegó temprano a la Nueva Galicia, tal vez con Nuño de Guzmán, y poseía tierras en San Pedro Lagunillas, cerca de Compostela.

Las referencias a Bernardo de Balbuena, padre del poeta, nos ponen en contacto con algunos episodios bastante dramáticos de la primitiva historia de la Nueva Galicia sobre todo con la fundación de la Audiencia de Compostela y los primeros años de su corta vida. Este Balbuena nació en el Viso9 sin duda el Viso del Marqués, cerca de Valdepeñas, provincia de Ciudad Real, España. Comparando varias declaraciones suyas en las que, como testigo, menciona aproximadamente su edad, se concluye que nació hacia 1522.10 No se sabe nada de la fecha de su primer viaje a México, ni de otros sucesos de su juventud. Según los oficios que desempeñó había tenido alguna instrucción.

Existe en el Archivo de Indias un memorial preparado en 1592 en Guadalajara, México, por los dos Balbuenas, padre e hijo.11 De este documento consta que Bernardo de Balbuena, el mayor, llegó a Compostela con sus compañeros y figuró como secretario de la Nueva Audiencia desde su instalación en enero de 1549. Este es el hecho a que se refiere con orgullo su insigne hijo, como hemos visto, en el libro xix del Bernardo.

Como secretario, Balbuena debió participar de las fortunas de la Audiencia por ocho años, al cabo de los cuales vino el emisario real Morones a tomarles residencia a los oidores. Según la crónica de Tello12 el gobierno de la Audiencia fue un fracaso completo. Bajo la mala dirección de los oidores, la ciudad de Compostela se desplomaba, hasta que las protestas hicieron venir a Morones. Además de las páginas del padre Tello existe una enorme relación de los procedimientos del juicio de residencia, conservada en cinco formidables legajos del Archivo de Indias.13 Al hojear estos legajos se encuentra de cuando en cuando en el margen el nombre de Balbuena. Al leer los trozos correspondientes, se adquiere una idea bastante clara del papel que hizo Balbuena en el caso Morones. En la veintena de cargos contra él se destacan la poca honradez en la administración del oficio, el maltrato de los indios y las faltas contra la castidad. Se acusa a Balbuena de haber diferido algunos casos en favor del oidor Contreras por ser su amigo íntimo, de haber cobrado honorarios excesivos, de haber pasado día y noche en casa de Contreras jugando a los naipes o al ajedrez y de no quería salir a ocuparse de los debidos negocios; según el testimonio, tal parecía que le habían cortado el ombligo en casa del dicho licenciado Contreras. Al salir de Compostela, según los cargos, entregaba a Contreras o a Lebrón la llave de los documentos públicos. Se le acusó de haber detenido a los indios que iban a trabajar en Compostela y de haberlos obligado a ayudar en la construcción de una casa y corrales en su estancia de la Lagunilla. Uno de los testigos declaró que con sus propios ojos había visto trabajar así a los indios, pero no sabía si Balbuena los pagaba o no. Además de indicar este cargo un abuso ilegal y violento (aunque natural y comprensible en tal ambiente), tiene muchísima importancia biográfica por la referencia a la estancia de la Lagunilla, que será San Pedro Lagunillas.

Además de otras alusiones del testimonio al hecho de que Balbuena no vivía castamente, se menciona a cierto Pedro, mestizo hijo de Bernardo de Balbuena, y se dice que Balbuena pretendió casarse con María de Jaramilla.

En un pasaje del testimonio del caso Morones se declara que Balbuena pasó cinco años y medio en Compostela entre 1548 y 1557. Se mencionan temporadas en que estuvo en Zacatecas, Tarasca, Izatlán, Dávalos y Michoacán. El padre Tello narra un episodio accidentado de la vida del secretario.14 En compañía de trece o catorce vecinos de Compostela y Ahuacatlán, fue a Jocotlán en el año de 1553 en busca de minas ricas. Los indios los acometieron y mataron a la mayor parte de ellos. Entre los que escaparon figuran Balbuena y un negro suyo. Con tales excursiones se completan los ocho años hasta 1557.

Las acusaciones contra Balbuena y los demás funcionarios de la Audiencia de Compostela fueron dictadas por sus enemigos. Para estimar su carácter y su competencia no habría que aceptarlas al pie de la letra. En primer lugar, no debería causar sorpresa el que hubiera irregularidades en una Audiencia primitiva y aislada como la de Compostela; lo contrario extrañaría. Las ilegalidades que se reprochan a Balbuena señalan, sí, cierta corrupción; pero comparadas con lo referido de los Pizarros, de Ñuño de Guzmán, etcétera, parecen bagatelas. Había en la América del siglo xvi la facción teórica, severa, puritana, representada por la Corona, por Las Casas, por Morones, por Tello, y la de los conquistadores y encomenderos en general. La Audiencia de Compostela perteneció a la segunda facción y tuvo que ceder en 1557 a la otra. Pero después de todo, hombres como Contreras, Lebrón y Balbuena representaban la colonización y la riqueza; no eran tipos extremados. Vencidos por Morones, sabían recobrar fuerzas y volver a entrar en la vida pública de la colonia.

Los cargos contra Balbuena fueron presentados el 17 de febrero de 1557. El 10 de abril Balbuena fue declarado culpable de la mayoría de los cargos, suspendido de su oficio y sentenciado a pagar una multa de noventa pesos y los gastos. Los otros miembros de su grupo fueron castigados de una manera semejante. Como gente poderosa, especialmente los jefes Lebrón y Contreras, no habían de contentarse con este resultado. Parece que convinieron en enviar a España a un representante que defendiera su causa y que para este fin escogieron a Balbuena. De todas maneras se ha conservado el poder de representación otorgado por Contreras a Balbuena, fechado en marzo de 1560. Este documento fue mostrado formalmente en Toledo en octubre y en Madrid en diciembre de 1560. Balbuena apareció oficialmente en Toledo el 26 de octubre de 1560.15 Todo indica, pues, que hizo el viaje a España en 1560.

Buscando más en los legajos del pleito de Morones, se lee que Balbuena volvió a aparecer en defensa de Contreras en Madrid el 24 de marzo de 1562, declarando que los cargos fueron hechos por sus enemigos, que Contreras no era culpable de actos de violencia y que trataba bien a los indios. De nuevo en Madrid, el 24 de septiembre de 1562, Balbuena presentó de parte de Contreras una pregunta acerca de la multa que tenía que pagar.

Se encuentra, pues, a Balbuena en España donde acaba de defender la causa de Contreras. Tiene que regresar a México. Un pequeño documento del Archivo de Indias de la sección de la Contratación (5537) nos da mucho que pensar. Son tres licencias del año 1564:

1.     “Bernardo de Balbuena, natural de la Villa del Viso, hijo de Ñuño de Balbuena y de Luisa Martínez su mujer, se despachó a la provincia de Nueva Galicia a donde tiene su casa y hacienda (y entre las palabras “su” y “casa” se escribió “mujer” y después se borró) por cédula de su Majestad en la nao maestre Juan de Heredia”.16

2.     “Bartolomé Esteban, natural de Segura de León, hijo de Juan Pérez y de Leonor Gaza se despachó a la provincia de Nueva Galicia por soltero y por criado del dicho Bernardo de Balbuena por cédula de su Majestad en la nao maestre”.

3.     “Francisco Domínguez, natural de Segura de León, hijo de Alonso Domínguez y de Inés Martín su mujer se despachó a la provincia de Nueva Galicia por soltero y por criado y vaquero del dicho Bernardo de Balbuena por cédula de su Majestad (en) la nao maestre”.

De estas tres licencias, además del lugar de nacimiento y de los nombres de sus padres, se infiere que Balbuena salió de España con la flota de 1564; que no estaba casado, por tener cancelarse el informe de que tenía la mujer en México; que era suficientemente rico para llevar en su compañía a dos criados, y que se proponía explotar sus tierras al llevar un vaquero.

De vuelta en México, no se ha hallado huella de Balbuena hasta 1568, pero a partir de ese año en adelante, hasta la muerte, hay muchas noticias. Tendría bastante dificultad para obtener un puesto después del fracaso del pleito de Morones. Los principales pasos de su carrera se pueden seguir en el memorial de 1592. Pero antes de llegar a éste vale la pena fijarnos en alguno que otro detalle de otros documentos.

Después de la muerte del oidor Contreras, su viuda y sus hijos hicieron preparar por los años de 1571 y 1572 una probanza de sus servicios.17 Balbuena, vecino de Guadalajara, sirvió de escribano y de testigo. Según su testimonio, Contreras sirvió bien en Guatemala, dio libertad a muchos indios, trabajó bien como oidor en Compostela; después de tomada la residencia sirvió bien de fiscal en México, se opuso a la rebelión cortesiana, murió a fines de 1571, dejó poca renta, insuficiente para la dote de sus hijas, no tuvo tratos ni granjerías, debía a la real caja cerca de 700 pesos de oro común, etcétera. Así Balbuena testificó valientemente en apoyo de su amigo y trató de ganar para su familia la ayuda del gobierno. Conservaba buenas impresiones de la vida de Compostela con Contreras.

En la “información de oficio” de Domingo de Mendiola,18 el 7 de marzo de 1578, compareció Balbuena, “vecino de la ciudad”, y declaró que conocía de más de 30 años a Mendiola, y que éste fue hermano del obispo de Guadalajara y sobrino de Zumárraga, el primer arzobispo de México. Balbuena le tomó las cuentas cuando era tesorero de las minas de Zacatecas.

En la “información de oficio y parte” de Julián de Acuña,19 hecha en Guadalajara en 1588, Balbuena, “siempre vecino de esta ciudad”, juró que le había visto “celebrar muchas veces así en esta ciudad como en la villa de San Sebastián en la provincia de Chiametla”, entre otras muchas cosas dice que acompañó al hermano de Acuña a España “habrá treinta años”.

Así, por los legajos del Archivo de Indias corre el nombre de Bernardo de Balbuena. Finalmente, viejo y cansado, sin duda ansioso de proveer a su hijo de una dignidad, hizo preparar con él en Guadalajara el largo memorial con la relación de los servicios de ambos. Por lo que se refiere al padre, el memorial contiene un compendio de su vida. Ofrece testigos para demostrar que acompañó a Lebrón a Compostela en 1548 y fue secretario hasta 1557, cuando vino Morones; que fue a España a su propia costa y pasó allí cuatro años sin interés alguno; que tuvo encargos de justicia, alcaldías, corregimientos y otras comisiones; que tomó las cuentas a los oficiales reales en 1568; que reemplazó al contador y pasó muchos años en la contaduría de Guadalajara y que entabló pleito con el fiscal sobre su salario; que fue nombrado administrador de azogues en Chiametla en 1577 con muchos gastos y pérdida de hacienda y que quedó enfermo en la cama, etcétera. Los testigos hablan de él como buen contador, legal, honrado, hábil y suficiente para cuentas, dicen que cumplió muy bien con sus varios deberes, que gastó mucho y quedó enfermo. En este memorial tenemos el revés del testimonio del pleito de Morones: palabras de amigos en vez de enemigos.

Hay motivo de creer que Balbuena murió poco después de la preparación de este memorial, a fines de 1592 o a principios de 1593. En el Archivo de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco en Guadalajara hay un largo documento relacionado con un pleito entre el convento de San Francisco y Alonso Vélez, cura, sobre “la cuarta parte de las misas que mandó decir Bernardo de Balbuena”. Y porque se menciona a sus dos hijos, Bernardo de Balbuena y Francisco de Balbuena Estrada sabemos que se trata del padre del poeta.

Bernardo de Balbuena, pues, padre del autor de la Grandeza mexicana, fue uno de los antiguos (aunque no de los primeros) pobladores de la Nueva Galicia. En su carrera tocaba muchos aspectos de la vida contemporánea. Era contador y secretario; era propietario de tierras en San Pedro Lagunillas; era vecino de Guadalajara. Viajó a España, hizo muchas correrías por la Nueva Galicia y conoció a hombres importantes. Se le puede asignar a una generación intermedia entre la muy aventurera de Cortés y de Ñuño de Guzmán y las más pacíficas de finales del siglo. En algunos respectos nos recuerda el temple guerrero y el arrojo de los conquistadores; en otros, las intrigas y el trabajo civilizador de la época virreinal. De todas maneras interesa saber que el autor del Bernardo tenía tal padre en quien, si quería, podía contemplar hechos, o mejor recuerdos de hechos, no del todo inferiores a los de sus héroes caballerescos.

 

La salida de España

 

Se habrá notado que la estancia en España de Balbuena padre corresponde exactamente con los datos ya acumulados acerca del lugar y de la fecha del nacimiento de su hijo. Se puede afirmar, pues, con mucha certeza que el poeta Bernardo de Balbuena nació hacia 1562 en Valdepeñas, hijo ilegítimo de Bernardo de Balbuena y de Francisca Sánchez de Velasco.

En 1575 Felipe ii vendió la villa de Valdepeñas al famoso Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. El mismo prócer poseía el Viso del Marqués, donde nació el padre de Balbuena. Este Viso será el del Quijote (I, 23), por donde pasaron don Quijote y Sancho Panza. Allí el marqués hizo construir un soberbio palacio con murales que pintaban sus proezas. Todavía se ve con maravilla a pesar del decaimiento y la ruina en que se encuentra.

El hecho más conocido de la historia de Valdepeñas durante la vida de Balbuena fue el establecimiento del convento de la Descalcez Trinitaria el 9 de noviembre de 1594. Los detalles de esta fundación se leen aún hoy con bastante interés: los beneficios y los daños que se esperaban de dicha instalación, el entusiasmo y las fiestas del pueblo, la aprobación del segundo marqués de Santa Cruz, las intrigas y luchas entre Trinitarios Calzados y Descalzos20; en fin, todo un mundo de vida provinciana manchega, la vida que supo producir a Alonso Quijano y a Sancho Panza. De este ambiente salió para América Balbuena padre, y en él nació Balbuena hijo.

Lo más probable es que el niño Balbuena no pasara en Valdepeñas tiempo suficiente para recibir impresiones directas. El padre volvió a la Nueva España en 1564. No se nombra en la licencia al hijo, que tendría dos años. Sin embargo no es imposible que le acompañara. Parecería el paso más lógico y práctico. Una estrofa del Bernardo, xvi, 149, sugiere que atravesó el océano en edad muy tierna, que podría ser en compañía de su padre o poco después:

 

Ya en mi esperanza, el tierno fruto veo / de dos mirtos salir parto fecundo, / y del sol imitando el gran rodeo, / los golfos desvolver del mar profundo; / y por colmo a mi altísimo deseo, / cruzar le veo el viejo y nuevo mundo, / juntando de ambos, para el grave acento, / lo de mayor sustancia y fundamento.

 

Bernardo de Balbuena en la Nueva España21

 

La carrera

 

Después del nacimiento en Valdepeñas en 1562, la primera huella directa de Balbuena es su aparición como estudiante en México en 1585. Si acompañó al padre al Nuevo Mundo en 1564, o si atravesó el océano poco después, pasó la niñez en la Nueva España y verosímilmente en la Nueva Galicia, como que el padre tenía casa en Guadalajara y propiedades en San Pedro Lagunillas. Pero no hay testimonio directo de ello. Sus estudios y la edad de 24 años que tendría al comenzar la carrera eclesiástica, como se verá, hacen pensar que fue destinado desde el principio para la Iglesia, carrera favorecida entre los hijos de antiguos pobladores. Un indicio de esto, entre muchos, son las palabras siguientes sacadas de una carta escrita en 1574: “y hay tantos sacerdotes ordenados seglares de tres años a esta parte, hijos de conquistadores y pobladores vecinos de aquel reino [la Nueva Galicia] y beneméritos, que han de faltar partidos para dónde los ocupar”.22

 

El memorial de Balbuena

 

En este punto no será inútil analizar el gran memorial del Archivo de Indias. Contiene los siguientes elementos:

1.     La información original de 1592, preparada en Guadalajara por padre e hijo: el núcleo de todo el documento;

2.     El parecer de la Audiencia de Guadalajara (abril de 1592);

3.     Un suplemento a la información de 1592, pedido en Valladolid en 1604 en nombre de Balbuena, que estaba en México;

4.     Una carta escrita por Balbuena, sin fecha, pero probablemente de 1606;

5.      Cartas de recomendación del Cabildo de la Catedral y de la Audiencia de Guadalajara, escritas en 1606;

6.     Un resumen detallado y apuntes finales, compuestos al parecer en España en 1607.23

La historia de este documento puede reconstruirse con bastante seguridad. Los dos Balbuenas lo hicieron preparar en 1592, para adelantarse y especialmente para ayudar al hijo en la carrera. Ya se había recibido en Sevilla en 1594. Años después, muerto el padre e infructuosa la petición, el hijo decidió renovar sus esfuerzos. Hizo preparar por procuración en Valladolid el suplemento, escribió una carta y consiguió recomendaciones. Así, el memorial tiene dos series de informes, una de hacia 1592 y otra de doce a quince años después. Finalmente, como se verá, Balbuena hizo el viaje a España en persona para obtener el puesto que ambicionaba.

     Balbuena tenía un hermano, Francisco de Balbuena Estrada, que insertó una poesía encomiástica entre los preliminares de la Grandeza mexicana; aparece también junto con Bernardo en documentos de Guadalajara como heredero y albacea de su padre. No figura en el memorial de 1592. Porque alude en su poesía a Bernardo como “persona grave y anciana”, se podría conjeturar que éste fuera el mayor. A falta de informes seguros, se puede especular si fue hijo legítimo, si el padre se casó después de su regreso a Guadalajara, si Estrada era el apellido de la madre o si lo tomó del antiguo poblador de Compostela. Es posible que no interviniera en el memorial porque heredó las propiedades, mientras Bernardo seguía la carrera eclesiástica.24

 

Los estudios

 

Quien haya leído la Grandeza mexicana, el Bernardo y el Siglo de oro no tendrá duda acerca de la formación intelectual de su autor. Pedantería sí la hay, sobre todo en los adjuntos de la Grandeza mexicana; pero hay también indicios de copiosas lecturas y de sólida instrucción. Las obras literarias son la prueba material de la esmerada educación formal de Balbuena, al mismo tiempo que señalan su fuerte individualidad, más o menos independiente de cualquier preparación escolar.

Las principales fuentes acerca de la educación de Balbuena son la carta preliminar de la Grandeza Mexicana, el memorial de 1592-1607 y el prólogo del Bernardo. Harto conocidas son las palabras de la carta dirigida a don Antonio Ávila de la Cadena, arcediano de la Nueva Galicia. Sigue la parte más pertinente:

 

pondré aquí como de paso tres cartas que, siendo colegial de uno de sus Colegios, me premiaron todas con primer lugar en tres justas literarias que hubo durante el tiempo de mis estudios. Y aunque para vuestra merced, que fue testigo y de los más aprobados de aquel tiempo, sea superfluo renovar estas memorias, no lo será quizá a los que llegaren a verlas de nuevo. Quiero contar una grandeza digna de ser admirada, que ha habido justa literaria en esta ciudad donde han entrado trescientos aventureros, todos en la facultad poética, ingenios delicadísimos y que pudieran competir con los más floridos del mundo. La primera de mis composiciones se premió en la fiesta del Corpus Christi, en presencia de siete obispos que a la sazón celebraban Concilio Provincial en esta famosa ciudad, en compañía del Ilustrísimo don Pedro Moya de Contreras, arzobispo de ella... La segunda composición fue en el día de la Asunción de Nuestra Señora... en una famosa fiesta que se hizo al ilustrísimo Marqués de Villamanrique, Virrey de esta Nueva España... La tercera carta fue algunos años después escrita a la majestad del Rey Felipe ii, que está en el cielo, en agradecimiento de haber enviado a esta ciudad por su Virrey al ilustrísimo don Luis de Velasco tan deseado de ella, y que con tanta prudencia y gloria suya la gobernó.

 

El Concilio Provincial presidido por don Pedro Moya de Contreras, uno de los sucesos más notables del siglo, tuvo lugar en 1585. El Marqués de Villamanrique llegó en octubre de 1585, y Luis de Velasco en 1590. Sin duda Balbuena estuvo en la capital en las tres fechas en que ganó los premios. No es necesario suponer que se quedó en la ciudad todo el tiempo entre el primer premio y el tercero. Probablemente había estudiado en el colegio antes de 1585. Veremos pronto que debió estar en Guadalajara hacia 1585. En la Información de 1592 se pregunta a los testigos “si saben que el Bachiller Bernardo de Balbuena, su hijo, es clérigo presbítero, y que antes que se ordenase había estudiado artes y teología, y dado en sus estudios buena cuenta”. Todos los testigos contestan afirmando lo preguntado, sin agregar detalles informativos. En la información suplementaria de Valladolid (1604) se le llama a Balbuena licenciado; en su propia carta (¿1606?) del mismo memorial se llama a sí mismo licenciado; en la carta de recomendación de le Audiencia de Guadalajara (1606) se declara que “ha estudiado en la Universidad de México” teología. Se concluye, pues, que estudió en un colegio de México y en la Universidad25 y que hacia 1604 empezó a llamarse licenciado. Aunque no se pueda aclarar completamente este embrollo, se verá dentro de poco, al escudriñar el tiempo pasado en Guadalajara, cómo la cronología puede arreglarse tentativamente.

La tercera fuente para los estudios de Balbuena, el prólogo del Bernardo, ofrece un informe muy personal:

 

Y así digo, que deseando yo en los principios de mis estudios y por alivio de ellos, poner en ejecución y práctica las reglas de humanidad que en la poética y retórica nos acababan de leer (clase por donde todos en la niñez pasamos), y celebraren un poema heroico las grandezas y antigüedades de mi patria...26

 

Más importante que la cronología es el elemento espiritual de los estudios de Balbuena. Juntó el cultivo de las artes con la teología, que fue desde luego el elemento principal de su instrucción. Las palabras del prólogo del Bernardo demuestran su afición por la poética y la retórica. Por supuesto tal afición está demostrada perfectamente en la composición de sus obras literarias. Sin embargo, su propia referencia a los estudios estéticos de la niñez tiene cierto interés personal. Es evidente que Balbuena recibió mucha inspiración del ambiente culto, de las fiestas y de los concursos de México. Sin duda leyó mucho durante aquella época: autores españoles, latinos, griegos, italianos, ya en el idioma original, ya en traducciones. No es aventurado suponer que adquirió por aquellos años el gusto de los poemas épicos y caballerescos. Y sobre todo, llegó a poseer una verdadera cultura personal.

 

Balbuena capellán

 

Antes de ser nombrado cura de San Pedro Lagunillas en 1592, Balbuena sirvió de capellán en la Audiencia de Guadalajara. Todos los testigos de la Información de 1592 lo declaran así, sin especificar cuándo empezó a desempeñar tal oficio. Balbuena mismo, en la carta encontrada en el memorial (¿1606?), menciona “los servicios que a Su Majestad tengo hechos, así el tiempo que le serví en ella [la Audiencia de Guadalajara] de capellán, en que me ocupé muchos años”. Se pueden definir aproximadamente los “muchos años” que dice Balbuena. Si dejó de ser capellán en 1592, tenemos la fecha del final de su servicio. Ya se ha mencionado la probanza de los méritos de Altamirano, difunto oidor de Guadalajara, fechada en noviembre de 1595, uno de los documentos por los que se ha tratado de fijar la fecha del nacimiento de Balbuena. En este documento Balbuena dice haber conocido a Altamirano nueve años. Con esto, se pondría en 1586 el principio de su amistad.

En la introducción de Balbuena a su Grandeza mexicana se lee:

 

Estando pues en las dichosas vísperas de tiempo tan deseado, llegóse también a vueltas el de mi venida a esta ciudad (México) doce años después que hice de ella la segunda salida y ausencia.

 

Como esta introducción, de acuerdo con los demás elementos de la Grandeza mexicana, se habrá redactado en 1603 o a finales de 1602, la “segunda salida” de la capital habrá tenido lugar hacia 1590 o 1591, después del tercer premio poético asociado con la llegada del virrey Velasco en 1590. Pero de las palabras de Balbuena se deduce una salida anterior. Sería lógico suponer que esta primera salida hubiera tenido lugar entre el segundo y el tercer premio poético, o sea hacia 1586, lo que concuerda con los “nueve años” de conocimiento de Altamirano (1586-1595) y con los “muchos años” de la capellanía de Guadalajara (1586-1592).

De toda esta cronología resulta que Balbuena estudió varios años en un colegio de México, y que sirvió “muchos años” (¿1586-1592?) de capellán en la Audiencia. También hizo una visita a México hacia 1590, cuando ganó el tercer premio poético. Puede ser que estudiara en la Universidad en uno de estos periodos de residencia. Es posible que reanudase sus estudios, o que se sometiera a exámenes hacia 1604, cuando empezó a llamarse licenciado. Si fue ordenado sacerdote hacia 1586, antes de hacerse capellán, sus 24 años corresponderían a la edad en que un candidato que se hubiera preparado sistemáticamente entraría en el sacerdocio. La capellanía no había de tener para Balbuena gran valor ni renta; de otra manera no habría aceptado el nombramiento de cura en 1592. Y con este paso se llega a un suceso de importancia capital en la biografía del poeta. De 1592 en adelante se puede seguir con más certidumbre el progreso de su vida y de su carrera.

 

Balbuena cura

 

El memorial de Balbuena tiene un resumen, hecho en España en 1607, donde se lee:

 

que ha sido capellán de la Audiencia de la Nueva Galicia hasta el año de 92, con mucha aprobación. Desde el dicho año de 92 a esta parte ha sido cura y beneficiado en las niñas del Espíritu Santo y partido de San Pedro de Lagunilla de los indios...

 

Al leer adentro la información suplementaria de Valladolid de 1604, se confirma la fecha de 1592.

¡Nada más característico en la carrera de Balbuena que este apartado curato de San Pedro Lagunillas! ¡Nada que más claramente distinga su ambiente del de otros poetas épicos! Merece la más cuidadosa consideración. Tenemos al joven culto, de señalado talento, trasladado de México a Guadalajara, de Guadalajara a San Pedro. El efecto sobre su espíritu es un problema psicológico de imponderable interés. El año de 1595 representa una línea divisoria en la vida del poeta. Ya está definitivamente embarcado en la carrera eclesiástica que ha de llevarle al obispado de Puerto Rico; sus sueños poéticos, todavía poderosos, harán que consagre la pluma a su epopeya y a su novela pastoril.

San Pedro Lagunillas es un pequeño pueblo cerca de Compostela.27 El lector se acordará de que allí poseían tierras Francisco de Balbuena Estrada y Bernardo de Balbuena, el padre del poeta. No es aventurado suponer que el nuevo cura debió su puesto a la influencia de la familia. El memorial mismo pudo escribirse en anticipación de la vacante. De las páginas del padre Tello consta que la mina del Espíritu Santo, descubierta hacia 1543, contribuyó a la primitiva importancia de Compostela. La tradición de la mina, pintoresca y colorida, está conservada en la crónica de Tello y en la tradición oral de la región.28

Tello apunta también que Balbuena fue el quinto cura de Compostela, y añade que “de aquí fue por abad de Jamaica, y después obispo de Puerto Rico”.29 Es curioso que Balbuena no hiciera agregar a su información el dato del curato de Compostela, si era cierto. De todos modos, San Pedro está tan cerca de Compostela que cualquier equivocación sería posible.

Por las propiedades que tenía en él su familia, Balbuena debe haber conocido bastante bien el distrito al llegar como cura. Con sus ambiciones apoyadas por el memorial y por su talento literario, esperaba sin duda pasar de aquel modesto puesto a otros más dignos de su capacidad. La escasa importancia económica de San Pedro se colige de la lista de tributos que tenían que pagar los indios de varios pueblos del distrito a la real caja de Guadalajara hacia 1590. Mitique pagaba 102 pesos; Tonalá, 271; Jalisco y sujetos, 161; San Pedro Lagunillas, 18; Tibiquinto, 7. En 1591 San Pedro pagó 13 pesos 4 tomines.30

En la Información de 1604 de Valladolid hay valiosos datos sobre los servicios de Balbuena en su nuevo cargo. El primer testigo, el padre fray Antonio de Aliaga, Procurador general de la provincia de Michoacán de la orden franciscana, dice:

 

que conoce al dicho licenciado Bernardo de Balbuena de más de diez y siete años31 a esta parte, y sabe que en el dicho tiempo el susodicho ha usado y ejercido oficio de capellán de la Real Audiencia de la Nueva Galicia hasta el año de quinientos y noventa y dos, con mucha aprobación y puntualidad, y desde el dicho año de noventa y dos a esta parte ha sido cura y beneficiado en las minas del Espíritu Santo y partido de San Pedro de la Lagunilla de los indios, donde este testigo le ha visto administrar los sacramentos y ejercer el dicho oficio con mucha satisfacción, y le ha oído este testigo predicar con grande aplauso y aceptación del pueblo, porque es muy letrado y muy buen predicador, y que es muy virtuoso y de buena vida y costumbres y muy digno de que su Majestad le haga merced de alguna dignidad o prebenda, porque es muy capaz de cualquiera se le hiciere en las iglesias de México, Guadalajara, Tlascala y Michoacán.

 

El segundo testigo, fray Antonio Baptista, de la orden de San Francisco, “que vino por compañero del padre fray Antonio de Aliaga”, testifica:

 

que conocía al dicho licenciado Bernardo de Balbuena de cuatro años a esta parte, siendo cura y beneficiado del partido de San Pedro de la Lagunilla, pueblo de indios en la Nueva Galicia; y así mismo este testigo le oyó predicar en su convento de Señor San Francisco del pueblo de Jalisco, donde el Guardián le convidó para predicar el día de la festividad de Señor San Francisco, por ser tan buen predicador y letrado; y así mismo sabe que ha predicado en otros pueblos de indios y en conventos de su orden, por ser como es, como dicho tiene, tan buen predicador; y asimismo sabe que es de muy buena vida y costumbres, virtuoso y recogido, y digno de que su Majestad le haga merced por sus buenas partes de alguna dignidad en iglesias de aquella tierra.

 

E1 tercer testigo, Alonso de Santiago, “clérigo presbítero, natural de México”, testifica de la misma manera, ponderando las letras y la doctrina de Balbuena, y el aprovechamiento que de él recibieron los indios.

No es de suponer que Balbuena se quedara todo el tiempo en San Pedro. El testimonio de la probanza de Altamirano (1595) ya citado le describe como vecino de Guadalajara. La introducción de la Grandeza mexicana indica su presencia en Culiacán hacia 1602, y en la capital en octubre de 1602. En el Archivo de Indias se halla una lista de curas del distrito del obispado hecha por el obispo el 12 de abril de 1601.32 Cuando el investigador tiene esperanzas de conseguir aquí algún apunte concreto sobre Balbuena, se halla lo siguiente:

 

El bachiller Juan de Altopica Verdugo, hijo de esta iglesia, que sirvió en ella cuando niño, ha servido curatos en este obispado y beneficios en propiedad. Está vaco. Es muy hábil y buen eclesiástico, y muy buena lengua mexicana. Está en las minas del Espíritu Santo por ausencia de Bernardo de Balbuena. Tiene de salario doscientos pesos.

 

Otra lista enviada por el presidente de la Audiencia incluye también al sustituto de Balbuena. Es lástima no poder conseguir informes aquí, porque se describe libremente a los clérigos como doctos, codiciosos, mal condicionados, coléricos, buenas lenguas, etcétera. No se sabe si Balbuena conocía la lengua mexicana o no, aunque parece probable que sí.

El testimonio de Balbuena en la ya citada probanza del oidor Altamirano merece ahora nuestra atención. Según el sistema legal de la época, los testigos tenían que contestar ciertas preguntas preparadas de antemano para hacer resaltar los méritos del difunto oidor y los deseos de su viuda y familia. En el caso de Altamirano se puede resumir así el conjunto de interrogaciones:

 

el navío en que Altamirano venía a México naufragó en 1581; su primera mujer y sus dos hijos murieron, pero él se salvó en un costado del buque; empezó a servir de oidor en Guadalajara en 1582; volvió a casarse; fue presidente de la Audiencia siete años; visitó las tierras del distrito; fue a México en una comisión en la primavera de 1595, y el viaje le causó una enfermedad mortal; murió el día de san Francisco; tenía el carácter muy piadoso y limosnero; hubo procesiones por la salud general, y por la del obispo y de Altamirano; se lloró mucho su muerte; murió tan pobre que no pudo ser enterrado sin la dote de su mujer.

 

Al responder al tenor de estas preguntas, en noviembre de 1595, Balbuena suministra informes de no escaso valor, que se pueden resumir así: Altamirano dejó a su viuda con tres hijas y un hijo, y el mayor, el varón, era de ocho años; Balbuena se halló presente en su muerte y entierro; ha oído decir a criados de Altamirano que el naufragio pasó como se refirió; él mismo (Balbuena) escribió el borrador de una carta sobre los servicios de Altamirano que éste despachó al Rey; ha tratado a Altamirano la mayor parte de los nueve años que le conoce, sabe que sirvió su oficio de oidor “con toda fidelidad, legalidad y rectitud”, haciendo justicia a todos, “ni movido de afición ni pasión; todo lo hacía con grande estudio y cristiandad”; hizo decir muchas misas a Balbuena y a otros; “era bien quisto, amado y querido de todos, muy gran letrado y estudioso”; nadie se quejaba de lo que él proveía. Balbuena no estaba en Guadalajara cuando Altamirano salió a visitar la tierra; invitó a Balbuena a acompañarle en la comisión de México, “pues le había dado palabra de ir con él a otra comisión contra el capitán Francisco de Urdiño Almacapre”, pero Balbuena no le acompañó por “estar ocupado”; después del viaje Altamirano “le contó lo que le había pasado en su enfermedad que allá tuvo”; estuvo muy malo después, por el trabajo y molimiento de “las casi doscientas leguas de ida y vuelta, así se lo dijo el licenciado Tanares, médico que le curaba”; Balbuena “le comunicaba con mucha familiaridad”; Altamirano no tenía nunca rencor ni enemistad contra nadie que “le durase hora cabal; jamás le oyó decir mentira”; por la pobreza de su puesto quería ir a España, porque no podía cuidar de su familia; hubo procesiones de sangre cuando se temía su muerte.

Balbuena pondera tanto la liberalidad de Altamirano que sus palabras piden una reproducción extensa:

 

y que era tan limosnero que muchas veces le oyó este testigo decir a su mujer doña Francisca del Castillo que temía que el hacer el dicho licenciado tantas limosnas de su hacienda, había de ser ocasión para que sus hijos las pidiesen de puerta en puerta; y entiende que largamente daba y repartía de limosnas con los pobres la tercera parte de su salario, lo cual sabe por ser muy ordinario en su casa haberlo visto dar y distribuir la mayor parte de las limosnas que hacía, sustentando en esta ciudad viudas y pobres, dándoles de su bolsa y enviándoles a sus casas raciones ordinarias todas las semanas. Y sabe que rezaba las horas canónicas por habérselas visto y ayudado a rezar ordinariamente con otras muchas oraciones y devociones. Y que muy de ordinario visitaba los hospitales y monasterios y dándoles limosnas y repartiendo en esto y en su oficio el tiempo de manera que ninguno le sobraba, ni tenía ninguno que no lo empleara en sus estudios o gobierno o devociones.

 

 

Impresiones del curato

 

Balbuena ha dejado en sus obras poderosas impresiones de su vida de cura. Se podría adivinar que al empezar sus deberes en San Pedro Lagunillas, esperaba adelantarse en la carrera hasta alcanzar una dignidad en alguna de las grandes iglesias de la Nueva España. Sin duda comenzó su sacerdocio con energía y brío. Fue indudablemente la época principal de su trabajo literario, por el cual quería hacerse conocer en el mundo. En el prólogo del Bernardo, escrito hacia 1615, Balbuena afirma que acabó el poema, “aunque no de perfeccionar”, veinte años antes, lo que situaría su composición en el periodo de su curato y quizás en parte en los últimos años de la capellanía. Las referencias al Siglo de Oro en los preliminares de la Grandeza mexicana demuestran que la novela pastoral fue compuesta también durante el curato, de manera que éste es el periodo de mayor actividad poética.

Parece verosímil que Balbuena haya estado bastante tiempo en San Pedro durante la primera parte de su curato. Al pasar años sin conseguir lo que deseaba, la amargura habrá entrado en su espíritu, y habrá buscado colocación y alivio en otras partes. Se sabe que estaba en Guadalajara en 1595, cuando la probanza de Altamirano, y se ha visto que tenía sustituto en 1601 y que estuvo en Culiacán en 1602 y después en la capital.

La descripción de México intercalada en la sexta égloga del Siglo de Oro es demasiado obscura para relacionarla con la biografía del autor, aunque sí señala la alta estima que tenía Balbuena por la capital. En cambio, las referencias concretas del Bernardo y de la Grandeza mexicana confirman el desarrollo espiritual que acaba de trazarse: un periodo de energía y vigor seguido por el desengaño y la amargura.

En el curso del viaje aéreo del libro xviii del Bernardo (estrofas 109-113), Malgesí y sus compañeros pasaron sobre la Nueva Galicia, por supuesto en la época de Bernardo del Carpio y Roldán:

 

 

 109. Los ricos de Chiametla y de Copala,

 Y de su rica playa las salinas;

 La áspera Guaynamota, que la iguala

 En fieras gentes y en preciosas minas;

 Los altos montes de Jalisco y Jala,

 Llenos de miel sabrosa y de sabinas;

 Los jardines del valle de Banderas,

 Y reventando el mar por sus riberas.

 

 110. El gran volcán de Jala, monstruo horrible,

 Del mundo y sus asombros el más vivo,

 Que ahora, con su roja luz visible,

 De clara antorcha sirve a lo que escribo;

 Y a ti, oh soberbio Olimpo inaccesible,

 Desta historia feliz rico motivo,

 También verían de allí, puestos por tilde

 A tu alta frente y tu laguna humilde,

 

 111. Y aun pienso que si el sabio lo fue en todo,

 Entre sus ninfas de cristal vería,

 Danzando por las juncias a su modo,

 La que me sirve aquí de aliento y guía.

 Pues hilando su estambre al valor godo,

 La tela entonces inmortal tejía

 De los ricos dibujos con que ahora

 Felices partos da en mi voz sonora.

 

 112. Aquí entre sus laureles inmortales,

 En fresco temple y agradable frío,

 De aquellos pensamientos celestiales

 Esta heroica preñez concibió el mío;

 Aquí entre verdes juncias y cristales

 Manó la humilde fuente deste río;

 De la quietud y paz que aquí se encierra,

 Deseos de fama urdieron esta guerra.

 

 113. Ya desde el aire el mágico adivino,

 Lo mismo contemplando que yo ahora,

etcétera.

 

En la estrofa 109 se nota la lista de lugares de la región de Compostela. “El gran volcán de Jala” debe ser el Ceboruco, cerca de Ixtlán.33 Se entiende la exageración poética cuando el escritor declara que escribe a la luz del volcán. Parece que el “Olimpo inaccesible” es el mismo Ceboruco, y la “laguna humilde” tiene que ser la de San Pedro. El cuadro es emocionante. El poeta, escribiendo cerca de la laguna, recibe inspiración de la montaña que para él significa el Olimpo, o sea la inspiración épica. En la estrofa 112 el autor confiesa que en San Pedro Lagunillas concibió la idea de su obra, estimulado por deseos de fama. Además, elogia la “quietud y paz” del sitio; pondera su “fresco temple y agradable frío”. Todo el trozo es idílico, sereno, tranquilo. El cura instruido en la poética y la retórica, enamorado de la belleza, ansioso de fama, da forma concreta de sus sueños de poesía caballeresca.

Renglones poéticos como éstos, con no poder considerarse rigurosamente exactos, contienen su germen de verdad ideal. Hasta el episodio fantástico del Libro xix, del águila que arrebata a Balbuena el borrador de su poema y lo lleva por el aire –lo que se explica simbólicamente como la diseminación de la epopeya por el mundo– refleja el afán de Balbuena, encerrado en su pequeña aldea, de alcanzar fama universal.

Muy distinta es la otra impresión de su ambiente rústico dejado por Balbuena. Si las octavas del Bernardo sugieren la serenidad y el idilio, los tercetos de la Grandeza mexicana apuntan al odio, el aburrimiento, el desengaño. En medio de los elogios a la capital, el autor inserta censuras amargas del sitio en que había vivido. Hay que suponer que se refiere especialmente a San Pedro Lagunillas y a los pueblos cercanos. En el capítulo cuarto de la Grandeza mexicana se encuentra lo siguiente:

 

La pobreza doquiera es vieja en cueros,

Abominable, congojosa y fiera,

De mala cara y de peores fueros.

 

Y aunque es bueno ser rico donde quiera,

Lugares hay tan pobres y mendigos

Que en ellos serlo o no es de una manera.

 

Tierras cortas, enjambres de testigos

Envidiosos, censores y jueces,

Sin poder recusar los enemigos.

 

Del mundo horrura, de su hez las heces;

Que allí son algo donde está la nada,

Por ser hechura suya las más veces;

 

Gente mendiga, triste, arrinconada,

Que como indigna de gozar el mundo

Está de él y sus bienes desterrada.

 

Ser primero en el campo o ser segundo,

Tener bienes sin orden de gozallos,

Misterio es celestial, alto y profundo.

 

En el campo están ricos los caballos,

Allí tienen su pasto y lozanía,

Darles otro lugar es violentallos.

 

No hay jaez de tan rica pedrería,

Ni corte tan soberbia y populosa

Que no les sea sin él melancolía.

 

Gente hay en los cortijos generosa,

Y en los montes no todo son encinas,

Que aquí brota un jazmín, allí una rosa.

 

Pero son influencias peregrinas,

Milagros y portentos de natura,

Nacer de los retamos clavellinas.

 

Es un acaso, un raro, una aventura,

Un monstruo, un tornasol de mil maneras,

Donde la vista apenas se asegura.

 

Lo general es ser todo quimeras,

Al cielo gracias que me veo cercado

De hombres y no de brutos, bestias, fieras.

 

Qué es ver un noble ánimo encubado

Sin culpa entre contrarios animales,

De uno herido, de otro mordiscado,

 

¿A dónde el bien y el mal todos son males?

Que al agua de ordinario se le pega

Por do pasa el sabor de las canales.

 

Pueblos chicos y cortos todo es brega,

Chisme, murmuración, conseja, cuento,

Mentira, envidia y lo que aquí se llega.

 

Allá goce su plata el avariento

Si el cielo se la dio a poder de ayunos,

Y ponga en adorarla su contento,

 

Ahóguese en cuidados importunos,

Con que a todos a risa nos provoque,

Sin fiar ni fiarse de ningunos,

 

Guarde el dinero, mire no se apoque,

Pues con ese gravamen que le dieron,

Que aunque de hambre muera no le toque.

 

Que aun los que de tal mal libres salieron,

Si obligados quedaron al segundo,

Que es morir en las tierras do nacieron,

 

Navegan de desdicha un mar profundo,

Porque vivir en tierras miserables

Son galeras de Dios en este mundo.

 

Parézcanles sus aires saludables

Ameno el sitio, la quietud a cuento,

Buena el agua, las frutas agradables,

 

Que yo en México estoy a mi contento,

Adonde si hay salud en cuerpo y alma

Ninguna cosa falta al pensamiento...

 

En el quinto capítulo, Balbuena vuelve al mismo tema:

 

¿Qué muchos que hablen con lenguaje ronco

Quien tantos años arrimado estuvo

Al solitario pie de un roble bronco,

 

Donde si un bien mil males entretuvo,

Fue a costa de otras tantas sinrazones,

Que en mis azares y desgracias hubo?

 

Donde hay envidias todas son pasiones.

Gracias al cielo, gracias que ya vivo

Sin asombros ni sombras de invenciones,

etcétera.

 

Estos amargos apuntes revelan al hombre culto entristecido por su separación de los centros de vida intelectual y social. Puede quedar también algún dejo de rencor de parte del hijo por el fracaso del padre en la época de Morones. El poeta pinta un cuadro desolador de su ambiente. No habla aquí el espíritu sereno y clásico del Bernardo, sino el clérigo decepcionado, ávido de mejoría en la carrera y de vida civilizada. Claro que no carecía completamente de relaciones con gente culta; lo admite él en medio de las estrofas quejumbrosas al decir “aquí brota un jazmín, allí una rosa”. Cuando iba a Guadalajara podía tratar con el Arcediano y el Deán, a los cuales alude en la carta preliminar de la Grandeza; con “Altamirano, gran letrado y estudioso”, y con su familia. En Culiacán conocía a doña Isabel de Tobar. En la Información de 1604 de Valladolid consta que conocía a tres religiosos del distrito; sin duda había otros. En Compostela y San Pedro quedarían descendientes de las familias de fundadores: Bracamonte, Tobar, Híjar. Pero con todo eso, podemos simpatizar con Balbuena en su aislamiento. Sus quejas, por mundanas y egoístas que parezcan, son muy humanas. No sorprenden, sobre todo si nos damos cuenta de que cada año que pasaba defraudaba más sus esperanzas de conseguir una digna colocación.

 

La Grandeza mexicana

 

Todos saben que la Grandeza mexicana es una obra de positivo mérito y de interés extraordinario. Hablando con el debido concepto de valores relativos, se puede decir que es una obra maestra de la literatura virreinal. Esto por lo que se refiere a los versos. Los adjuntos –la carta preliminar y el compendio apologético de la poesía– son muy defectuosos; sin embargo tienen mucho interés para quienes se enfocan en la vida anterior del poeta.

Éste no es el momento de juzgar la Grandeza mexicana desde el punto de vista literario y crítico. Se introduce aquí sólo por los informes biográficos que pueden suministrar.

Poesías encomiásticas para la Grandeza mexicana las escribieron Saavedra y Guzmán, autor del Peregrino Indiano; Ugarte de los Rios, Zaldierna de Mariaca, que atribuye a la pluma de Balbuena no sólo el Bernardo y el Siglo de oro, sino una Cosmografía, un Cristiados, una Alteza de Laura y un Arte nuevo de poesía; Antonio Ávila de la Cadena, a quien va dirigida la carta preliminar; Sebastián Gutiérrez Rangel, autor del Arco Triumphal, en la cual obra dice que el soneto que escribió para Balbuena fue cambiado en la impresión; y Francisco de Balbuena Estrada, hermano del autor. De todas estas poesías se colige que Balbuena llegó a México ávido de fama y cargado de manuscritos. Fue a conocer al grupo de literatos de la capital. Parecería que su hermano estaba en México en aquellos momentos, aunque documentos de Guadalajara indican que tenía su casa en la Nueva Galicia.

Según la introducción escrita por Balbuena para la Grandeza mexicana, estuvo en Culiacán y conoció allí a la señora doña Isabel de Tobar.34 Con la muerte de su esposo y el ingreso de su hijo en la Compañía de Jesús, la noble señora decidió entrar en un convento de la capital. Al marcharse Balbuena para la metrópoli poco antes que doña Isabel, prometió escribir para ella una descripción de la ciudad. Esta descripción es la Grandeza mexicana. Balbuena añade el dato ya mencionado de que hacía doce años de su segunda salida de la capital del virreinato. De todo esto se puede concluir que Balbuena, después de haber recorrido la Nueva Galicia, tuvo la buena suerte de poder volver a México.

La Grandeza mexicana tiene dos ediciones primitivas de 1604, una dedicada al nuevo arzobispo de México, García de Mendoza y Zúñiga, y la otra al conde de Lemus, presidente del Consejo de Indias y patrón de poetas. Balbuena no perdía ninguna oportunidad de conseguir su objetivo principal: una dignidad en algún lugar importante. José Toribio Medina supone cuerdamente que Balbuena pudo preparar una edición para la circulación en México y otra para España.35 Es de notar la dedicatoria a la suprema autoridad eclesiástica de México y al mecenas de los poetas en España: parece representar la vida doble –teología y letras– que hervía dentro del cerebro del cura de San Pedro. Pero la Grandeza mexicana está dedicada también a doña Isabel de Tobar. Una de las ediciones lleva una página algo oscura en honor de Luis del Riego, miembro de una familia bastante bien conocida en México y en Guadalajara. La carta preliminar está dirigida a don Antonio Ávila de la Cadena, arcediano de la Nueva Galicia. Con doña Isabel, con Luis del Riego y con el arcediano, Balbuena daba expresión a su sincera amistad, al mismo tiempo que trataba de adelantarse en la carrera. Un documento de 1600 de consultas para el arcedianato de Guadalajara dice que Ávila de la Cadena “ha sido colegial y rector en el colegio de Omniun Sanctorum de México, y ha servido los beneficios de indios, administrándoles los sacramentos y predicándoles en las lenguas española, mexicana y totonal”.36 Casi estamos inclinados a creer que el colegio del arcediano fue también el de Balbuena.

Toda la Grandeza mexicana, inclusos los adjuntos, respira el brío y el entusiasmo del autor al encontrarse en la capital. Es un himno de acción de gracias muy revelador del estado de ánimo del escritor. Ya se ha visto que inserta su desdén por su parroquia en medio de sus elogios a México. Pero el trozo más concreto para la biografía del autor es el último párrafo de la carta preliminar:

 

Estas apuntaciones me parece que bastan por no dilatar más el discurso, y que se pueda imprimir con los otros sin crecer demasiado el volumen y costa, que es grande la que aquí se hace en esto, y sin esperanza de gozar el fruto de ella más que este estrecho y pequeño mundo de por acá, que aunque de tierra grandísima es en gente abreviado y corto, y fuera de esta rica ciudad casi de todo punto desierto y acabado en lo que es trato de letras, gustos, regalos y curiosidades de ingenio, por haber tiranizado las granjerías y codicia del dinero los mayores pensamientos por suyos. Y así los demás trabajos míos, si algún día como éstos merecieren salir a luz, será gozando de las comodidades de España, enviándolos allá, o disponiéndome yo a llevarlos. Entre tanto quiero que esta sombra y ademán de cosa vaya a descubrir tierra, y ver el acogimiento que el mundo le hace. Vale en Domino. México, 20 de octubre, 1602.

 

Este párrafo reitera la amargura de la consabida sección de los tercetos, contiene las quejas de Balbuena contra la pobreza cultural de la Nueva España y anuncia la posibilidad del viaje a España. La fecha, ocho días después de la venida del arzobispo, señala el deseo de Balbuena de honrar al prelado. El poeta mismo llegó probablemente a la capital en el curso de ese año.

 

Los últimos años en la Nueva España

 

Después de su llegada a la capital en 1602, Balbuena pasó cuatro años más en el virreinato. La mayor parte de los escasos datos conservados sugieren que estaba en la capital. La carta preliminar de la Grandeza mexicana lleva la fecha del 20 de octubre de 1602, las licencias de las dos ediciones del libro son del 10 de julio y del 14 de septiembre de 1603. La dedicatoria de la edición de Ocharte, dirigida al arzobispo y firmada por Balbuena en México, es del 15 de septiembre de 1603. Ambas ediciones se publicaron en 1604. En la Primera parte de la política de las escrituras de Nicolás Irola (México, 1605) hay un soneto encomiástico compuesto por Balbuena. Todos estos indicios, sin demostrarlo terminantemente, hacen probable su residencia en la capital, aunque no impidan que haya podido estar parte del tiempo en otros sitios.

Como se llama licenciado a Balbuena en la Información de Valladolid y en algunos documentos posteriores, antes de que otuviera el doctorado en Sigüenza, es posible que haya conseguido ese grado en México hacia 1603.

En el resumen general del gran memorial de Balbuena, hecho en España con fecha de 1607, se lee que “el doctor Bernardo de Balbuena, presbítero, pide una dignidad o canonjía en las iglesias de México o Tlaxcala”. En otros sitios se reitera la misma petición, con la añadidura ocasional de Lima y Guadalajara. Evidentemente Balbuena quería mejorarse definitivamente en la carrera. Sin duda esperaba conseguir algo con su viaje a la capital; al mismo tiempo, estaba dispuesto en caso de necesidad a llevar sus pretensiones a España. Cuando hizo publicar la Grandeza mexicana, el cura de las minas del Espíritu Santo tenía más de cuarenta años; no quería esperar.

Muy largas para referirlas aquí serían las contiendas entre el arzobispo Mendoza y el cabildo de la catedral de México. Tal vez el prelado no hubiera querido hacer nada por Balbuena, aun bajo las mejores circunstancias; pero, ocupado y enfermo como estaba, no hay el menor indicio de que se fijara en la dedicatoria a su persona de la Grandeza mexicana.

Se conoce que para cada vacante que había en la Iglesia americana se presentaban bastantes candidatos. El que hojee en el Archivo de Indias los legajos de consultas o las cartas de los obispos y cabildos eclesiásticos se formará una idea del enorme número de clérigos que buscaban puestos. Con la lectura de algunas consultas el sistema queda claro. A partir de los papeles –memoriales, informaciones, probanzas, cartas– que tenía a su disposición, el Consejo de Indias preparaba una lista de candidatos para cualquier vacante, con informes pertinentes sobre cada individuo. Al Rey, pues, tocaba escoger al mejor entre los recomendados y firmar su nombramiento. El sistema en sí está muy bien pensado y ordenado. En muchos casos habrá dado buenos resultados, en otros no. Las distancias, los retrasos y los defectos inseparables de las organizaciones humanas pueden dar al traste a veces con las mejores determinaciones.

No es de extrañar que Balbuena fracasara en su busca de una colocación en México o Tlaxcala. Más sorprendente, aunque todavía explicable, es la falta de éxito en Guadalajara, donde tenía la influencia de sus parientes y amigos. En tales intrigas y enredos, sin embargo, lo que se llama éxito puede ser muy caprichoso, puede depender de los detalles más insignificantes. Falta aquí el tiempo (y al escritor le faltan los conocimientos) para dar un cuadro de la iglesia de Guadalajara de aquella época. Algunos pormenores sí se referirán, sacados de la lectura caprichosa de unos cuantos de los innumerables documentos del Archivo de Indias.

Cuentas conservadas demuestran que la Iglesia se enriquecía de año en año.37 Los dos novenos de la mitad de los diezmos que pertenecían al Rey crecieron de 346 pesos en 1551 a 1,490 en 1580, y a 2,870 en 1590. En este último año la catedral pagaba salarios a bastantes empleados: sochantres, músicos, indios ministriles, obreros, etcétera. En los legajos de cartas de eclesiásticos se lee ya que hay disgustos entre los clérigos nacidos en España y los nacidos en América, “ya que disputan las grandes órdenes con el clero; ya que hay rivalidades entre dos individuos del cabildo”.38 Se hojean cartas que respiran el más ardiente sentimiento caritativo y el más puro amor a los indios; se recogen otras que tratan de negocios o intrigas. Escribe un erudito como Ávila de la Cadena o el obispo que alude en 1609 a las relaciones de Cabeza de Vaca, a la Florida del Inca y a las églogas de Francesco Marcolino en italiano.39 Se discuten problemas de los colegios franciscano y jesuita, muy interesantes para e1 desarrollo de la instrucción en Guadalajara; y así en adelante, hay un sinfín de materiales de imponderable valor histórico.

Volvamos a Balbuena. En medio de aquella organización nueva y complicada, no habría sido extraño si hubiese conseguido una dignidad; tampoco debería causar sorpresa su fracaso. ¿Quién sabe si su ilegitimidad, el pleito Morones, y la posición que ocupaba, algo equívoca, entre los nacidos en España y América, le dificultaran el camino?

Un documento entre las consultas de Guadalajara demuestra el esfuerzo hecho por Balbuena para hacerse colocar en esa ciudad.40 Es una de las acostumbradas recomendaciones al Rey del Consejo de Indias: “En la iglesia catedral de la provincia de la Nueva Galicia faltan por proveer tres canonjías”, y entre las personas recomendadas está “el Bachiller Bernardo de Balbuena que ha sido capellán de la Audiencia de la Nueva Galicia, y ha tenido dos beneficios, el uno de españoles y el otro de indios. Es bachiller en Teología por la Universidad de México y predicador, y la Audiencia aprueba su persona”. Pero nombraron a otros tres.

Por fin Balbuena decidió presentarse personalmente en España, valiéndose de sus experiencias y recomendaciones eclesiásticas y de sus obras literarias. Se pueden seguir sus pasos. Hizo preparar por representación en Valladolid en 1604 la Información suplementaria tantas veces citada. Envió el Siglo de Oro a España, aunque tuvo que esperar la llegada del autor para salir de la imprenta, como revela Balbuena en la dedicatoria de la novela al Conde de Lemos. Pensó llevar consigo el Bernardo para dedicarlo al mismo patrón. Consiguió cartas del cabildo de la catedral de Guadalajara (10 de abril de 1606) y de la Audiencia de Guadalajara (15 de abril de 1606); Balbuena mismo escribió una carta sin fecha, pero probablemente por el mismo tiempo. Estas tres cartas, como se ha dicho, están incorporadas en el gran memorial de 1592-1607.

En la carta del cabildo se repasan los méritos de la familia de Balbuena, sus estudios y su carrera. Se agrega que “ha sido beneficiado ejercitando estos ministerios y el predicar de ordinario, así en esta ciudad y en la de México y otras partes donde ha estado, con grande fruto y aceptación de su suficiencia y doctrina.” La Audiencia, en su carta, repite la relación de los servicios del padre de Balbuena y añade:

 

y también consta que el bachiller Bernardo de Balbuena, su hijo, es persona de buena vida y fama y costumbres, y ha sido capellán de esta real audiencia, y ha estudiado en la Universidad de México teología, y merece por su persona que Vuestra Majestad le haga merced en una canonjía o dignidad de esta catedral.

 

La carta de Balbuena escrita en Guadalajara repite los informes de los documentos precedentes.

Estamos en abril de 1606. Cansado de decepciones y retrasos, Balbuena está a punto de embarcarse para la madre patria. Este viaje, como otros muchos actos, demuestran que tenía recursos financieros, procedentes sin duda de las propiedades de la familia en la Nueva Galicia. El lector del Bernardo y de la Grandeza mexicana sabe que Balbuena comprendía el valor del dinero. Probablemente no tenía nunca suficiente para sus gustos; tampoco podía ser verdaderamente pobre.

Por una feliz casualidad existe todavía en Sevilla una copia de la licencia de Balbuena para salir de México. Llevó consigo a España como criado a un mulato, Cristóbal. Cuando regresaba en 1610 al Nuevo Mundo, tuvo que sacar permiso para embarcar también a Cristóbal. Los papeles se conservan en el legajo 5319 de la sección de la Contratación del Archivo de Indias. Hay testimonio de dos religiosos de que conocieron en la ciudad de México a Cristóbal, que estaba en el servicio de Balbuena, y a María Negra, su madre. Sigue la licencia oficial para salir de México:

 

Don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros y Marqués de Castil de Bayuela, Señor de las villas de la Higuera, de las Dueñas, el Colmenar, el Cardoso, el Vado y Balconte, Virrey lugarteniente del Rey Nuestro Señor, Gobernador y Capitán General de esta Nueva España y Presidente de la Real Audiencia y Hacienda que en ella reside, vista por la presente doy licencia al Licenciado Bernardo de Balbuena, presbítero, para que libremente pueda ir a los reinos de Castilla en la flota que al presente está surta en el puerto de San Juan de Ulúa, General Alonso de Chávez Galindo, atento a que lleva dimisoria de su prelado, y para llevar en su servicio a Cristóbal, mulato libre, de edad de nueve o diez años, con que lleve certificación de los jueces oficiales de la Real Hacienda de esta Nueva España y de los contadores de tributos, azogues, resultas y alcabalas reales de que no debe a su Majestad cosa alguna de estos géneros; y del juez general de bienes de difuntos de que no es a su cargo cuenta que deba dar de ellos; y de los fiscales de esta Real Audiencia civil y criminal de que no siguen contra él causa tocante al fisco; y del Santo Oficio de Inquisición de que no hay en él causa que le impida su viaje; y del administrador de la alcabala de esta ciudad de México, de que no la debe; y del receptor general de penas de cámara y estrados de justicia de esta Nueva España de que no debe cosa alguna de estos géneros; y del receptor de la avería e inquisición del dicho puerto de que no debe ningunos derechos de ella. Con lo cual mando que en su viaje no se le ponga embargo ni impedimento alguno. Fecho en México a ocho días del mes de mayo de mil y seiscientos y seis años.

 

Junto con esta licencia van las declaraciones necesarias de la Hacienda y de la Inquisición. En el reverso del documento se lee el importantísimo apunte que sigue: “Salió en tierra el contenido de esta licencia con el esclavo en ella contenido, y con su ropa; atento que han sido visitados; fecha en el puerto de Bonanza a 16 de octubre de 1606”.

Cuando Balbuena salió de México sin duda esperaba regresar. Pero no lo quiso así su destino. Con el viaje de 1608 queda terminada su carrera en la Nueva España. Se encuentra en Guadalajara en abril, en México en mayo, y en España en octubre. Todo el resto de su vida: el doctorado en Sigüenza, la publicación del Siglo de Oro y del Bernardo, la abadía de Jamaica, los viajes tremendos, las paradas en Santo Domingo, el obispado de Puerto Rico, la invasión holandesa, la pérdida de la biblioteca, pertenecen a otros capítulos. Imaginémonos al flamante cura, ambicioso y pertinaz, lleno de talento, de brío y de confianza, saliendo de la Nueva España con los ojos fijos en un porvenir risueño.

 

 

La familia en Guadalajara

 

Para aclarar un poco la vida de Bernardo de Balbuena en la Nueva Galicia hay que fijarse en ciertas huellas de la familia en Guadalajara.41 Hubo una larga contienda entre el convento de San Francisco y el cura Alonso Vélez sobre la posesión de la cuarta parte de las misas que mandó decir Bernardo de Balbuena. El pleito empezó el 16 de julio de 1593. En las negociaciones figuran los hijos y albaceas del difunto, Francisco de Balbuena Estrada y Bernardo de Balbuena. Hasta se encuentra una carta de éste. Evidentemente se trata del poeta, de su hermano y de su padre. Queda demostrado que el viejo murió entre abril de 1593, fecha del memorial, y el 16 de julio de 1593.

En una serie de documentos de 1646 a 1656 se trata de la compra por la ciudad de Guadalajara de las casas de la familia Balbuena. Se menciona casualmente a Bernardo de Balbuena, probablemente el mayor, a los herederos de Francisco de Balbuena, probablemente sobrinos del poeta; a Francisco y Bernardo de Balbuena, que pueden ser dichos sobrinos o el poeta y su hermano; a María de Híjar Bracamonte y a Pedro de Ávalos y Bracamonte, de Compostela. De 1615 es un manuscrito con orden a doña Petronila de Estrada de que pague 141 pesos de oro al convento de San Francisco por una capellanía que estableció Francisco de Balbuena o Estrada (hay variación en el apellido en el curso del manuscrito). Si éste es el hermano del poeta, se acentúa más la relación con la familia Estrada. Doña Petronila pudo ser hermana de Francisco y Bernardo, aunque en efecto es imposible con los informes actuales resolver el caso.42

De esta serie de informes a primera vista insignificantes se sacan en verdad consecuencias importantes para la biografía de Balbuena. Se ve que la familia tenía bastante prestigio en la Nueva Galicia. Llegó a emparentarse con las principales familias de la región de Compostela: Bracamonte, Híjar, Tobar, Estrada. Se comprende cómo la noble señora doña Isabel de Tobar, hija del célebre Pedro de Tobar, se interesó por el cura Balbuena. Se recuerda la anécdota de la mina del Espíritu Santo referida por el padre Tello, y que las tres hijas de doña Leonor Arias se casaron respectivamente con un Híjar, un Tobar, y un Bracamonte. Se explica así por qué Balbuena tenía bastante dinero para sus viajes, aunque no por eso hemos de caer en el error de considerarle verdaderamente rico.



1 John van Horne, “Bernardo de Balbuena. Estudio biográfico y crítico”, en revista Índice, núm. 5, Guadalajara, marzo de 1937, pp.81-98.

2 John van Horne (1889-1959), hispanista estadounidense de origen holandés, fue agregado cultural de la Embajada de su país en España. Publicó acerca de este tema El Bernardo of Bernardo de Balbuena (1927); La grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena (1930); Bernardo de Balbuena in Jamaica (1934).

3 Las fuentes principales de la biografía de Balbuena son: a) Documentos del Archivo General de Indias, Sevilla. Éstos están catalogados en orden cronológico en Documentos del Archivo de Indias referentes a Bernardo de Balbuena, en el Boletín de la Academia de la Historia, xcvi, pp. 857-876 (1930). b) Documentos de los archivos de Guadalajara y de Santo Domingo. c) Las obras de Balbuena, especialmente en las ediciones originales: La Grandeza mexicana, México, 1604; el Siglo de oro, Madrid, 1608; el Bernardo, Madrid, 1624. d) Autores del siglo xvii como Torres Vargas, González Dávila, Díez de la Calle, Nicolás Antonio, etcétera, como aparecerá en el curso de este estudio. La mejor relación biográfica de Balbuena, aunque su autor lamente la escasez de materiales, es la de José Toribio Medina en Escritores hispano-americanos celebrados por Lope de la Vega en el Laurel de Apolo, Santiago de Chile, 1922.

4 Véanse Diego de Torres Vargas, Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico dirigida al cronista Gil González Dávila, fechada 1647, publicada por Alejandro Tapia y Rivera en la Biblioteca histórica de Puerto Rico, San Juan. Imprenta de Márquez, 1854, p. 463 y en el Boletín histórico de Puerto Rico, vol. iv (1917); Gil González Dávila, Teatro eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias occidentales, Madrid, 1649, p. 292; Nicolás Antonio, Biblioteca hispana nova, edición de 1788, i, 221 Para un tratamiento más detallado, véase John Van Horne, “El nacimiento de Bernardo de Balbuena”, Revista de filología española, xx, 160-168 (1933).

 

5 Se ha creído generalmente que la partida de bautismo de Bernardo de Balbuena existe en Valdepeñas. Según esta partida, el día 22 de noviembre de 1568, en Valdepeñas, fue bautizado Bernardo, hijo de Gregorio de Villanueva y de Luisa de Balbuena. Don Eusebio Visco, de Valdepeñas, se dio cuenta de la falsedad de estos datos al hallar otros documentos que demuestran que Luisa de Balbuena no fue madre sino prima hermana de Bernardo de Balbuena, y que el niño bautizado en noviembre de 1568 fue Hernando de Villanueva (Eusebio Vasco, Valdepeñas, cuna de la descalcez trinitaria, Valdepeñas, Mendoza, 1902, pp. 183-185) Leyendo la partida de bautismo sin la preocupación de que tiene que ser de Bernardo de Balbuena se ve que la letra señala a Hernando, y no a Bernardo, aunque en verdad hay bastante semejanza paleográfica entre los dos nombres. La probanza de Altamirano se encuentra en el Archivo General de Indias, legajo de Guadalajara, 4; el memorial de Jamaica en AGI, Santo Domingo, 177.

 

6 Óp. Cit. Como Torres Vargas omite los nombres de los padres. González Dávila se valió de otra fuente. El informe de González Dávila fue utilizado por Vicente de Paula Andrade, Ensayo bibliográfico mexicano del siglo xvii, México, 1899, y por José Toribio Medina, Escritores hispanoamericanos celebrados por Lope de Vega en el “Laurel de Apolo.”

7 Una copia de esta carta se encuentra en la Biblioteca del Instituto of Jamaica de Kingston, en Jamaica Documents, Second Series, vol. 4. Es una colección, no impresa, hecha por Irene A. Wright, de documentos del Archivo de Indias referentes a Jamaica. La señorita Wright sacó esta carta, del legajo 53, 2, 10, según el antiguo sistema de catalogación en vigor cuando se hizo la colección.

8 Fray Antonio Tello, Libro segundo de la crónica miscelánea, Guadalajara, 1891, pp. 218, 520.

9 AGI, Contratación, 5537.

10 En las probanzas de la familia Contreras dijo tener en diciembre de 1571 más de 45 años (AGL, Guadalajara, 48); en la información de Mendiola, en marzo de 1678, dijo tener más de 55 años (ibid.); en su testimonio acerca de la renta de la iglesia dijo tener 60 años poco más o menos, en octubre de 1582 (AGI Guadalajara, 64).

11 AGI, México, 296. Véase también Tello, op. cit., p. 538.

12 Ibid., pp. 571- 578

13 AGI Justicia, 303-307.

14 Tello, Op. cit. p. 559.

 

15 Todos estos documentos se encuentran en los legajos de Justicia del AGI ya citados.

16 Medina, op. cit., no parece seguro de que este Bernardo de Balbuena sea el padre del poeta. A mí me parece que sí lo es.

17 AGI, Guadalajara, 48.

18 Id.

19 Id.

 

20 Véase Eusebio Vasco, Valdepeñas, cuna de la descalcez trinitaria, Valdepeñas, Mendoza, 1902. En este libro se reproduce una relación contemporánea de la fundación.

21 John van Horne, “Bernardo de Balbuena en la Nueva España”, en la revista Índice, núm. 6, agosto de 1937, pp. 81-97

22 AGI, Guadalajara, 55, escrito por Alonso de Herrera.

23 Este memorial fue utilizado por Medina en sus páginas sobre Balbuena en Escritores hispano-americanos celebrados por Lope en el Laurel de Apolo. Ya se ha indicado que está en el legajo de México, 296 del AGI.

24 Por la diferencia en la edad parece errónea la idea de Victoriano Salado Álvarez al identificar a este hermano de Balbuena con el antiguo poblador Francisco Balbuena de Estrada (véase Excélsior de México, 15 y 16 de marzo de 1927).

25 Es posible que en los testimonios haya alguna confusión entre “colegio” y “universidad”. El autor de esta biografía espera que algún conocedor de la educación colonial aclare más este punto.

26 Este prólogo, como se verá en el capítulo sobre Jamaica, fue compuesto hacia 1615.

27San Pedro Lagunillas, más alto que Compostela, tiene clima más fresco. Don Alfredo Robles de San Pedro, residente ahora en Compostela, tiene la idea de que en la época de la Audiencia iban a San Pedro los funcionarios a gozar de su frescura durante el verano.

28 Tello op. cit., p. 518. Don Alfredo Robles refirió la tradición al autor de estas páginas.

29 Op. cit., p. 219.

30 AGI, Contaduría, 859 A. No se lee el primer año.

31 Esta cronología sostiene la idea de que Balbuena empezó su capellanía hacia 1586 o 1587.

32 AGI, Guadalajara 6.

 

 

33Aunque esta montaña no se ve de Compostela, se me ha asegurado que es visible de la parte alta de San Pedro Lagunillas.

34 Las primeras palabras de esta introducción, una descripción del ambiente de Culiacán, constituyen otro indicio del desprecio del hombre civilizado por una región primitiva

35 Op. cit.

36 AGI, Guadalajara, 1.

 

 

37AGI, Guadalajara, 64

38 AGI, Guadalajara, 7, 66.

39 AGI, Guadalajara, 56.

40 AGI, Guadalajara, 1.

41 Todos los informes que están a mi alcance fueron indicados o suministrados con suma generosidad por don José Cornejo Franco, de Guadalajara. Según cree él, en los archivos jaliscienses podrán descubrirse más documentos. Basten pues aquí los apuntes verdaderamente esenciales, sacados de archivos de la antigua capital de la Nueva Galicia y de la biblioteca personal del señor Cornejo Franco.

42 El señor Cornejo Franco posee otro documento donde se trata de cierto Bernardo de Balbuena Bracamonte, de Compostela, que tenía por más señas un tío llamado Fernando de Tobar. La fecha es 1649.



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