Documentos Diocesanos

Boletín Eclesiástico

2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
2021
2022
2023
2024

Volver Atrás

En el Tepeyac

J. Salomé Gutiérrez Cornejo1

 

Tres notas impregnan la composición poética que sigue, publicada en 1908: un acendrado nacionalismo de raigambre católica, una total desconfianza a los Estados Unidos y un lamento o queja honda porque ya se advierte en las clases dirigentes el desapego del sentimiento religioso, fruto de la educación positivista de las últimas décadas del siglo XIX, todo ello visto desde el bastión por excelencia del catolicismo en México: el culto guadalupano.2

 

 

Virgen del Tepeyac, dulce María,

Sol que tu luz en mi existir derramas,

primer amor de mi sensible seno,

mi única dicha y mi última esperanza;

¿Con cuál acento expresarán mis labios

la voz que vibra en lo interior de mi alma,

si tu amor celestial en mí no tiene

sino el idioma de las dulces lágrimas?

Yo soy en tu presencia como el niño

que anhela en vano articular palabras,

y, arrojándose al seno de su madre,

con tierno llanto su piedad reclama.

Pero hoy me exige el corazón que cante;

y, sin dejar la voz de la plegaria,

en el mísero idioma de los hombres

vengo a entonarte un himno de alabanza.

Tú eres la autora de la vida eterna,

y, al brillar en el cielo de mi patria,

inflamando en amor los corazones,

disipaste la noche de las almas.

Desde el excelso trono de tu gloria

dirigiste a la tierra una mirada:

los hijos de la América gemían

de Satanás entre las duras garras.

Abominables ídolos horrendos

con sangre de las víctimas se embriagan,

no hay piedad para el niño ni el anciano

y todos agonizan sobre el ara.

Tu corazón materno se conmueve…

por ti Colón al piélago se lanza.

El velo secular rompe atrevido

y aparece la tierra americana.

Indómitos guerreros atraviesan

los hondos mares, y la heroica España,

a pesar de los crímenes de entonces,

ilumina los cielos del Anáhuac.

El feroz mexicano… ¡está vencido!

Entre cadenas su infeliz monarca

ve caer a los últimos guerreros

como espigas al golpe de la espada.

Los templos se derrumban con estruendo,

del pedestal los ídolos se arrancan…

y de la Cruz los redentores brazos

sobre todas las ruinas se levantan.

¡Enjuga ya de tus marchitos ojos,

México hermosa, las ardientes lágrimas!

Perdona al vencedor… ¡Te ha encadenado,

pero te dio la libertad del alma!

Pero, ¡ay, que los crímenes se aumentan

y el vencedor tu desventura ultraja:

se doblan tus cadenas cada día

y el látigo destroza tus espaldas!

¿No habrá remedio a tanto mal? ¿Inútil

será ese llanto que tus ojos baña?

¿No tendrá alivio tu dolor inmenso?

¿No escucharán los cielos tu plegaria?

¡Oh, no es posible! Cesará tu angustia:

la excelsa Madre del Señor te ama

con más ternura, con mayor anhelo

que tus hijos las madres mexicanas.

Ella ve tu dolor, sabe que lloras

sobre el sepulcro que tus glorias guarda;

y su sensible corazón no puede

verte sufrir sin enjugar tus lágrimas…

¡Se han llenado los vientos de armonía!

¡Se estremecen de gozo tus montañas!

¡El Tepeyac se inclina reverente...!

¡Sobre él la Madre del Señor descansa!

Es morena su tez, porque ha querido

ser semejante a la belleza indiana,

y brillan en su manto las estrellas

como en el cielo azul de nuestra patria.

¡Qué ternura en sus ojos de paloma!

¡Acarician y ruegan sus miradas!

¡Tiene juntas las manos suplicantes,

pidiendo amor a los que no la aman!

Yo escucho que resuena todavía

el eco celestial de sus palabras:

“Seré la madre compasiva y tierna

de los míseros hijos del Anáhuac:

ninguna queja exhalarán sus labios,

ningún dolor destrozará sus almas,

sin que yo acuda a consolarlos luego,

sin que yo alivie su tristeza amarga...!

México es ya feliz… ¡Bendita seas,

Virgen del Tepeyac, dulce esperanza

de los que vemos que la obscura sombra

por todo el horizonte se dilata!

La densa nube del error se extiende

y a cada instante más y más avanza;

el relámpago ardiente centellea,

el ronco trueno retumbando brama.

Hombre enemigo atravesó los campos

y sembró en todas partes la cizaña…

¡Cuántos no quieren pronunciar tu nombre

 ni doblar las rodillas a tus plantas!

Hijos indignos de la patria mía

vuelven contra ella las traidoras armas,

corrompen la niñez, y de tu seno

con diabólica furia la arrebatan.

Débil está la juventud y enferma, 

contra ella el ángel del error se ensaña:

y se ve en todas partes perseguida

la religión del Gólgota sagrada.

El coloso del Norte, el insaciable

monstruo voraz de penetrantes garras

que, en lucha infame, nos robó por siempre

la mitad de la tierra mexicana,

invierte su riqueza en nuestro suelo,

nos insulta a la vez que nos halaga,

y, confiado en la fuerza de su brazo,

el sepulcro de México prepara…

¡Oh! ¡No será! Tu corazón de Madre

se moverá a piedad con nuestras lágrimas:

la nube del error será deshecha

y será siempre libre nuestra patria.

Tú salvarás al pueblo mexicano

porque en ti pone toda su esperanza,

porque tú eres su Madre cariñosa,

porque tú salvas siempre a los que te aman.

Y salvarás a todos, Virgen pía,

los que hoy venimos a besar tus plantas

y con filial ternura te ofrecemos

nuestros humildes himnos de alabanza.

Viajeros por el valle de dolores,

nos rinde la fatiga, y con amargas

lágrimas de pesar, vamos regando

la senda de nuestra áspera jornada:

pero hoy nos detuvimos un instante

para decirte en férvida plegaria

que de tu amor el sacrosanto fuego

no se extinga jamás en nuestras almas;

que alumbres las tinieblas del camino

con el suave fulgor de tu mirada;

que nos sirvas de escudo en el combate

contra el error que la impiedad propaga,

y que apresures el hermoso día

en que, dejando el valle de las lágrimas,

entonemos el himno de tu gloria

en la eterna mansión que es nuestra patria.



1 Presbítero del clero de Guadalajara (1865-1909), oriundo de Jalostotitlán, de gran cultura literaria, fue director de este Boletín. Véase en las páginas de esta publicación, de José R. Ramírez Mercado, “El P. José Salomé Gutiérrez Cornejo, un sacerdote escritor poco conocido”, en el Núm. 1, Año X, correspondiente al mes de enero del 2016, pp. 45-72.

2 Se publicó en El Semanario Mariano, Guadalajara, Núm.1, Imprenta de La Verdad, p. 34.



Aviso de privacidad | Condiciones Generales
Tels. 33 3614-5504, 33 3055-8000 Fax: 33 3658-2300
© 2024 Arquidiócesis de Guadalajara / Todos los derechos reservados.
Alfredo R. Plascencia 995, Chapultepec Country, C.P. 44620 Guadalajara, Jalisco