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Desde mi sótano

Primera publicación de la resistencia activa de los católicos (5ª entrega)

 

 

 

Joaquín Cardoso, SJ[1]

 

 

 

El número 6 de Desde mi sótano, del 9 de septiembre de 1926, ofrece dos vibrantes documentos, uno por su autor, fecha, lugar y publicación (J. Burke,  1 de agosto de 1926, New York Times), y el otro, aunque breve, por quienes los suscriben: el arzobispo primado de México y el Secretario de Estado de la Santa Sede.

 

 

 

Quisicosas. a propósito de filosofías

Días pasados se habló en la prensa de filosofía y de ideas filosóficas, y aun parece que alguien se parapetaba detrás de esas palabras para eludir una responsabilidad. Dos cosas se me ocurren pregunta acerca de esto: 1ª. ¿Se sabe el nombre de Colegio o Universidad donde estudió filosofía esa persona? 2ª. ¿Qué hay que tener en cuenta para acertar en un gobierno, las teorías de los filósofos o a la voluntad del pueblo?

 

El apego a la ley

Tanto se ha dicho y tanto se ha cacareado en todos los tonos acerca del ya famoso “apego a la ley”, que sin poder reprimir un segundo más me lancé en busca de un diccionario de la Lengua Castellana; y revolviendo con mano nerviosa sus empolvadas paginas, di al fin con la palabreja misteriosa: “Apego. m. Inclinación particular”. ¡Tate!, me dije, ¡ahora sí que cayó por tierra el enigma! Con que apego es una inclinación particular, y como inclinación viene de inclinar, y esta palabra, según la misma Real Academia es torcer un poco hacia abajo algunas cosas, resulta que el tal apego es “un torcimiento particular” y por más señas, “hacia abajo”.

 

La Iglesia en México está luchando por los principios fundamentales sobre los cuales nuestro país está fundado

Por el R.P. J[ohn J.] Burke[2]

Secretario General de “National Catholic Welfar Conference”

 

Para estudiar la presente situación religiosa en México, debe uno leer la Constitución de 1917. Esta Constitución fue redactada y votada por un congreso en el cual a ninguno le era permitido votar si no había ayudado a la causa de Carranza, nunca fue votada por el pueblo mexicano. No obstante es un documento por el cual el presente gobierno gobierna a México.

Debe entenderse además, que el presidente de México tiene poderes ilimitados extraordinarios. El pueblo publica los decretos que más le convengan y “estos han sido las leyes”.

La antigua Constitución daba libertad religiosa. La presente Constitución de 1917 no la da; sin embargo se dice que la hay. El señor Aarón Sáenz en una entrevista reciente, con gran dulzura declaró que en la Constitución mexicana y el gobierno mexicano daban libertad religiosa.

Pero lo que quiso decir fue que la Constitución y el gobierno permiten a todo mexicano creer en privado lo que quiera y profesar la religión que le agrade; pero que un grupo de creyentes trate de observar sus creencias públicamente o que establezca una iglesia, y se verá que inmediatamente que el gobierno mexicano tratará de indicarles si deben o no hacerlo y bajo que límites.

La misma teoría es sostenida por los defensores del presente gobierno con respecto a la libertad de educación y libertad de la prensa, etcétera.

Teóricamente la libertad existe. Prácticamente se niega; y a quien usa esta libertad se les multa y reduce a prisión, o ambas cosas.

Aun cuando las medidas drásticas de la Constitución de 1917 existían, no permitiendo la existencia de comunidades religiosas, y la Iglesia lo sabía, siempre esperó que no fueran puestas en práctica. Creyó que las protestas ante el Congreso traerían un fallo justo haciendo imposible se aplicaran medidas tan tiránicas; pero sus esperanzas han sido en vano.

La promulgación del decreto del 4 de julio (“nuestro día de la independencia”) demostró que el gobierno mexicano quiere y está resuelto a aniquilar a la Iglesia Católica en México por todos los medios.

La Iglesia Católica por otra parte, ve claro que la libertad religiosa, libertad de enseñanza, libertad de prensa, debe conquistarse cueste lo que cueste.

El Episcopado ha contestado non serviemus -no nos esclavizaremos- y lo pregona con hechos y palabras.

Obligados por el estado para aceptar un número de sacerdotes que ellos nombren, los obispos han declarado que no aceptaran tal esclavitud, y han retirado los párrocos y sacerdotes de las iglesias.

Las iglesias permanecerán abiertas, el pueblo asiste, pero sacrificio de la misa no se da.

Los obispos han pedido a los fieles que recen, que se abstengan de lujos, que ayunen y de ese modo hacer honor a sus creencias y a sus firmes protestas.

La Iglesia en México está combatiendo por su vida. Pero no crea el pueblo americano que sea ésta una batalla en la cual deben tomar parte solamente los católicos; la iglesia está luchando “por los principios de libertad en que se basa nuestro país”. ¿Podemos ser indiferentes de su derrota en un país vecino? ¿Podemos ver con indiferencia los ataques infames de un gobierno que ha llegado al poder con el auxilio del nuestro?

Que la Iglesia de México hará uso de sus influencias dentro y fuera de su país para rechazar y abolir los artículos contra a la religión contenidos en la Constitución de 1917están seguros, como que el decreto estará en vigor desde el 1° de agosto de este año de 1926.

Imparcialmente hablando, puede decirse que esta cuestión religiosa será una lucha entre el señor Plutarco Elías Calles contra la Iglesia Católica Romana en el mundo entero.

El futuro decidirá en esta lucha y sus efectos nadie pueda predecirlos (Artículo publicado por el New York Times el 1° de agosto en primera plana).

 

Gachupines y no españoles

Algunos de los miembros de la Colonia española de esta capital, han dado un bofetón a los católicos mexicanos en pleno rostro.

Nos han dicho, ¿Qué nos importan vuestras luchas y vuestros sufrimientos por la fe? ¿Qué nos importa vuestra boicot, arma única que notablemente esgrimís para adquirir vuestra libertad?

Más aún, con sus mismos compatriotas se han vuelto sus sentimientos rastreros y bajos si los hay.

Nadie olvida, en efecto, que fueron los buenos sacerdotes españoles en sufrir los primeros furores sectarios del gobierno mexicano.

Pero todo eso ha pesado en el ánimo de culebra de esos que se llaman españoles.

Y se han lanzado a gaitas y castañuelas, a celebrar en medio del dolor de los mexicanos, la fiesta de la Covandonga, cuya razón de ser es el triunfo de la religión católica contra los moros.

No han bastado suplicas ni ruegos. Ellos dijeron por aquí, y por allí han ido contra viento y marea.

Han querido explicar su actitud, alegando miedo a las represalias de Calles. ¿Un español con miedo? ¿Comprenden ustedes eso? ¿Y celebrar por miedo una fiesta que es toda del valor de un puñado de españoles capitaneados por Pelayo, contra toda una morisma furiosa, lo imaginan ustedes?

Lo que hay aquí, es que en la Junta de las fiestas de Covadonga hay unos masonetes, vendidos, bajos y rastreros. Eso es todo.

No, no son españoles los que muerden la mano de quien les da de comer. No son españoles, los que al cariño que siempre le mostraron los católicos mexicanos, hasta ser acusados por eso en épocas no lejanas de traidores, corresponden con tan asquerosa ingratitud. No son los descendientes de Cortés, que delante de Moctezuma, rodeado de una indiada furiosa, derriba a tajos y mandobles los ídolos del adoratorio, los que ahora tiemblan como niños chiquitos ante un problemático enojo de Calles, si se muestran católicos en un aniversario católico.

Son los descendientes de los brutales y aventureros encomenderos, que abren los vientres de las mujeres y hacen perseguir a los indios con perros furiosos. Son los legítimos gachupines.

Son lo que vienen de España, como el pulque, es decir, en cueros y también después como el pulque se sube, porque se han casado con algunas tontas mexicanas a quienes sorbieron el seso, y captaron los millones. Ralea, desecho de la noble y grande España.

Gachupín quiere decir: “cabeza de víbora”. Y como víboras que muerden el seno donde se crían, se han portado.

Pero señores gachupines, lo que habéis hecho no se olvida tan fácilmente. Sabremos distinguir muy bien entre gachupines y españoles! Y ya nos veremos las caras pronto, muy pronto.

¡Mueran los gachupines! ¡Y vivan los españoles!

Silvio Pellico

 

Lo que la prensa calla

¡Lo que la prensa calla! He aquí un titulo de sección, que resulta inadecuado. Debiéramos cambiarlo por este otro: Lo que la prensa dice, porque desgraciadamente la prensa calla todo.

De diez días a la fecha ninguno de los periódicos de la capital queremos decir los grandes diarios, nos dicen una sola palabra de la cuestión palpitante del conflicto religioso.

Y no hay noticias. Puesto que la situación sigue en pie, noticias debe haberlas, máxime cuando los católicos nos preparamos a la gran ofensiva cívica para lograr la enmienda de la Constitución de 1917, que para nosotros es el almodrote de Querétaro.

No es, tampoco, que los periodistas desconozcan donde está su interés periodístico. Cuando los grandes diarios dijeron algo sobre el conflicto religioso, aumentaron sus tiros y en algunos estados alcanzaron precios fabulosos. En Aguascalientes, por ejemplo, “Excelsior” se vendía a peso el día primero de agosto.

Para los periódicos el asunto religioso era un filón de oro.

No creemos que callen ahora solo por callar, cuando por el silencio van contra sus intereses pecuniarios.

Callan porque hay alguien que no los deja hablar; porque la libertad de imprenta ha muerto a manos de la tiranía.

Pero el silencio es más elocuente que la palabra. En el silencio de los grandes diarios debemos ver los católicos una manifestación segura de la justicia de nuestra causa y de la seguridad de nuestra victoria.

*

El Comité Episcopal en su sesión de hoy, 27 de agosto, acordó unánimemente dar a la prensa el texto del cablegrama de su Santidad el Papa Pío XI dirigido al arzobispo de la ciudad de México, el día 24 del corriente, del cual ha dicho algo la prensa.

Intenta el Comité Episcopal, al publicar el texto de dicho cablegrama, así como de las dos respuestas consiguientes: la del episcopado al Santo Padre y la de éste al mismo episcopado, que todo el mundo pueda formarse idea exacta de la situación, y los sacerdotes y fieles católicos se convenzan una vez más, de la firmeza con que el episcopado y la Santa Sede defendemos los principios de la libertad de conciencia necesaria para la vida de la Iglesia. Esta publicación confirmará a los católicos en la línea de conducta firme y enérgica pero pacifica, con que han defendido y seguirán defendiendo la causa de la libertad.

 

Roma, 24 de agosto.

Monseñor Mora y del Río. Ave. Rep. Brasil 20.

México

Los periódicos anuncian que hay arreglos no conformes con las instrucciones dadas por la Santa Sede. Esperamos informes, entre tanto no os apartéis de las determinaciones que el episcopado desde un principio tomó, con tanta firmeza y elogiada por el mundo entero. Responde sin dilatación telegráficamente. Gasparri.

 

Contestación del señor Mora y del Río, presidente del Comité a su eminencia el cardenal Gasparri. Roma.

 

Las noticias de los periódicos absolutamente falsas. De ninguna manera nos apartaremos, con el favor de Dios de las instrucciones dadas por la Santa Sede. Firmísimo es el sentir de los obispos todos absoluta su obediencia y filial el amor con que imploran del Santo Padre su bendición apostólica. José. Arzobispo de México.

 

Nuevo telegrama de su eminencia el cardenal Gasparri a monseñor Mora y del Río. Ave. Rep. Brasil 20. México.

 

Le doy las gracias por su telegrama. Su Santidad unido a vosotros con sus oraciones y bendiciones. Gasparri. Agosto 25.

 

La situación del momento

Pasan los días, y en apariencia no se observa cambio alguno importante en la difícil situación porque atraviesa la Iglesia en México. El Gobierno sigue empeñado en sostener a todo transe sus leyes antipatrióticas y disparatadas y el episcopado firme, en su puesto, sin poder retroceder un paso, porque de Roma ha recibido instrucciones precisas y terminantes: continuar sin aceptar esas leyes persecutorias y tiránicas.

Entre tanto hay católicos que desmayan, que sufren desalientos morales, que se cansan de cumplir con su deber y claudican… Estos católicos no piensan, no reaccionan, no consideran serenamente la situación.

Para ellos –los pesimistas- la situación empeora de día en día y la Iglesia camina seguramente hacía la muerte, se debilita cada vez más y pierde el terreno conquistado palmo a palmo, durante nuestra lucha espiritual tenaz y dura. ¡Pobres gentes! ¡Pobre Iglesia si sólo contara con soldados de tan poco espíritu, de visión tan limitada!

No, lectores, la situación no es la que algunos ven a través de los ahumados anteojos del pesimismo. La situación se aclara con el paso del tiempo. La Iglesia va caminando con pasos firmes hacía la victoria. La resistencia pasiva va dando sus frutos, ahora pequeños, pobres, casi insignificantes, pero precursores de la gran victoria, del triunfo definitivo.

Hoy es un cine que se cierra; una tienda que se declara en quiebra; un pedido que se cancela; un negocio que muere de anemia. Pero estos hechos aparentemente sin trascendencia, son el primer eslabón de una primera cadena que se va engarzando.

El cine clausurado no necesita empleados, la tienda quebrada tampoco. El pedido cancelado reduce forzosamente la producción de la fábrica. El negocio que muere de anemia contribuye al empeoramiento de la situación económica.

El boicot es así; lento pero de resultados seguros.

Cuando los almacenes invadieron Bélgica, las gentes preguntaban a los soldados belgas ¿triunfaremos? y los soldados respondían prontamente: Sí, con tal de que los civiles se mantengan firmes. Y los civiles belgas cumplieron con su deber porque la patria así lo reclamaba.

Y con la cooperación de los civiles, que no daban por ningún motivo su dinero al invasor, los valientes soldados belgas recuperaron cuanto habían perdido y dieron a su patria el esplendido triunfo que todos conocemos.

Allá se luchaba por la patria únicamente: aquí luchamos por la patria y por la fe. Nuestro entusiasmo y nuestra perseverancia deben ser mayores.

Ánimo, pues, católicos, uno, dos, tres meses pueden pasar.

Al paso de cada día, de cada hora, de cada minuto, nos acercamos a la victoria definitiva.



[1] Con esta nota se corrigen dos atribuciones equívocas acerca del redactor de Desde mi sótano. Antonio Rius Facius, en su obra México cristero, aclara: “…impreso clandestinamente en el sótano de la casa del acejotaemero Andrés Barquín y Ruiz… en un oscuro rincón de la Ciudad de México, por el padre Joaquín Cardoso, SJ, que usaba el seudónimo Silvio Pellico (op. cit. Ed. Patria, México, 1966, 64-65).

[2] Personaje clave como mediador entre los católicos estadounidenses y el Presidente de esa nación, y luego, entre los representantes de la Sede Apostólica y los obispos de México, para negociar los ‘arreglos’ de junio de 1929, entre la Iglesia y el Estado.

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