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Memoria de la visita a Ahuacatlán

O semblanza del obispado de Guadalajara en 1678 (8ª parte)

 

A cargo de la sección de la crónica diocesana[1]

 

 

 

Muy pocos datos se poseen del desarrollo de los pueblos que hoy forman parte del estado de Nayarit, como para no apreciar la notable la descripción que de de ellos hace en su Libro de Visita de 1678, el obispo De León Garabito.

 

Visita a Ahuacatlán

El 14 de diciembre de 1678, a las diez y media de la mañana, llegó el señor obispo don Juan Santiago de León Garabito al pueblo y doctrina de Ahuacatlán, cabecera del partido de ese nombre, el cual comprendía cuatro pueblos, incluyendo la cabecera: Mexpan, Zoatlán y Camotlán, así como la hacienda de Tetitlán. Lo recibió el padre definidor fray Diego Villena, teniente de cura del partido. Por la tarde, administró la confirmación a ciento cincuenta personas.

Al día siguiente, muy de mañana, comenzó la inspección del templo, iniciando con el sagrario, que era de madera dorada. En su interior, dos vasos, uno grande para la reserva, y otro para llevar el viático a los enfermos. Pasó luego al baptisterio, con su pila de piedra labrada, muy buena y amplia, y allí mismo, un baulito con las crismeras en tres vasos de plata.

La planta del templo, de adobe y techo de paja era de una nave; en el altar mayor, un retablo con un lienzo en medio, representando a san Juan evangelista, titular del recinto, flanqueaban el cuadro, santos de distintas advocaciones; y servía de remate al retablo un crucifijo. Cubría la mesa del altar un frontal de lama blanca, manteles de ruan con un deshilado pequeño, ara y cáliz, y una lámpara de plata.

Al lado del evangelio,[2] otro retablo, dedicado a una escultura de talla, muy buena, de nuestra Señora de la Concepción. Cubría el altar un frontal y frontaleras de lama blanca.

Al lado de la epístola, otro retablo, con su tabernáculo de madera y en medio, un nicho con una talla representando a san Francisco de Asís de tamaño natural. En el mismo lado, pero dentro de la llamada capilla mayor, otro altar dedicado a un santo Cristo grande y devoto, adornado del mismo modo. Por último, en medio del templo se situaba otro altar a un santo Cristo, circundado por cuatro santos de bulto.

La sacristía era de adobe y techo de terrado. Pendían de sus muros un lienzo de la Santísima Trinidad y otro de nuestra Señora de la Concepción; se depositaba allí un sagrario de madera para el monumento del Jueves Santo, unos atriles de madera, plateados; y encima del cajón de los ornamentos, tres esculturas: una de Jesús Nazareno, otra del Niño Jesús y la tercera de san Pablo.

Los ornamentos eran estos: uno de brocatel rosado y blanco; otro colorado de terciopelo, otro de chamelote negro, otro de chamelote morado, otro de raso verde y blanco; un ornamento de damasco morado y cenefa en rosa y azul; otro de raso de china, blanco; otro de sarga de plata morada, con cenefa y en ellas, bordadas, imágenes de oro y seda representando a Jesucristo, a la Virgen María, a Santiago y a san Francisco. Otro ornamento de damasco blanco, cenefa de raso rosado, labrada; otro de damasco blanco, cenefa negra y amarilla; otro de damasco blanco; otro de capichola negra con cenefa de damasquillo azul y blanco; otro de damasco rosado y cenefa de raso blanco, bordada de hilo de oro. Otro de media tela, de plata, blanco. Otro de damasco rosado; otro de terciopelo rosado y cenefa de terciopelo verde, toda bordada en hilo de oro y seda, con los santos Sebastián, Esteban, Santiago, Lorenzo y Andrés. Otro de damasquillo, con flores blancas y cenefa de raso amarilla; otro ornamento de brocatel rosado y blanco y cenefa azul y blanca; otro con cenefa bordada de oro y  seda, con una imagen de nuestra Señora de la Concepción y san Ildefonso, sol y luna y dos países[3] con los atributos.

Y el inventario de los paramentos sacros sigue: cinco casullas sueltas, una de raso azul, dos de damasco blanco, otra de damasco verde y cenefa rosada y otra más de damasco blanco. Los frontales sumaban trece piezas, sin contar los ya mencionados: uno blanco y rosado, de brocatel y cenefa bordada de oro y seda en campo verde; otro de chamelote morado, con puntas de oro caídas y frontaleras de raso colorado; otro de damasquillo labrado, otro de raso negro labrado, otro de terciopelo rosado, con frontaleras y caídas rosadas, y en ellas, bordadas, imágenes de oro y seda; otro de damasco blanco, sus caídas de lo mismo, otro de brocatel verde y blanco, otro de chamelote negro, cinco más, blancos. Se contaban también dos dalmáticas de damasco blanco con cenefas coloradas. De las dos capas pluviales en existencia una era de chamelote azul y la otra, una verdadera obra de arte, de damasco rosado, cenefa de terciopelo bordada de oro y seda, con imágenes de la Inmaculada Concepción y la escena de la Anunciación, además del arcángel Miguel, los apóstoles Pedro y Pablo y san Francisco de Asís.

Por lo que a la orfebrería en plata respecta, se contaron cuatro cálices con sus patenas, más cuatro vinajeras y dos platos; un incensario con su naveta y cuchara, cruz manga[4] grande y seis candeleros, cuatro grandes y dos pequeños.

 

Visita a los legados testamentarios

El señor obispo tomó las cuentas a los albaceas de los difuntos Francisco Hernández, representado por Bartolomé de Chavarín; Francisco Pérez Moreno, por su viuda, doña Francisca Vital; Elvira Calderón, por Pedro García; de los esposos Luis Pérez y de Ana de Madrid, por José Pérez.

 

el hospital

El edificio era de adobe y techo de paja, muy maltratado. El prelado dispuso que en el muro norte del templo se hiciera un altar para colocar en él la escultura de nuestra Señora de la Concepción de bulto, que en el momento de la visita estaba en el altar de frente de la puerta “y que le hicieran un techado como el que está en el sitio de ahora, que es de vigas y tejamanil”; y que en el altar donde estaba la Inmaculada se pusiera un santo Cristo. También dispuso que se reparara el muro sur y se hiciera en él una puerta “para que quede la iglesia decente y bien compuesta”.

La sala de los enfermos, de adobe y techo de paja, tenía dos camas, con colchones, con sus frazadas, sábanas y almohadas; dos ventosas, una jeringa, tres lancetas y dos sajadores que “mandó su señoría ilustrísima que las llevaran a Guadalaxara para amolarlas por estar algo gordillas”.

 

Capilla de la Veracruz

Había en el pueblo, por ese tiempo, una capilla con el título de la Veracruz, la cual encontró el pastor visitante “muy limpia, decente y aseada”, con su altar con un frontal de damasquillo blanco, y en él un santo crucifijo decente y devoto, y un Jesucristo resucitado, también muy digno a la vista; así como unos manteles y dos candeleros de azófar.

 

las cuentas de las cofradías

Al día siguiente de su llegada, el obispo confirmó a ciento veinte fieles, después de lo cual fundó y erigió, “a pedimento de los vecinos mulatos y coyotes”, una cofradía con la advocación de la Purificación de Nuestra Señora”, dándole por sede el altar de Nuestra Señora del templo parroquial, aclarando que tanto la imagen titular como la lámpara de plata que adornaba el retablo, eran del templo y no de la cofradía. Les entregó a los fundadores las constituciones y decretos y aceptó como válido el patrimonio fundacional de 60 reses de hierro para arriba.

Durante esa jornada, llamó ante sí a los mayordomos de las cofradías. El primero en rendir sus cuentas fue el de la de Nuestra Señora de la Concepción, del pueblo de Camotlán, con un adeudo de 36 pesos y 6 tomines, que el obispo dispuso fuera cobrado y con él mandó se hiciera un arca con tres llaves y un libro de a folio, donde se incluya el inventario de sus bienes y las cuentas. Acerca de aquellos, el patrimonio consistía en un cáliz, dos candeleros, unas vinajeras, un incensario con naveta y cuchara, unas crismeras y dos coronas, todo de plata; un ornamento y frontal de chamelote encarnado, otro blanco con frontal, mas dos frontales blancos y uno colorado de los colaterales, otro ornamento de damasco negro y frontal de damasco mandarín, dos albas y tres amitos, dos capas de coro, una colorada y otra negra; un almaizal[5] colorado, tres bolsas de corporales, paños de cáliz de diversos colores, tres cíngulos, cinco pares de manteles para los altares, dos pares de candeleros de azófar, acetre manual, atril, atrilera y misal; dos mangas de cruz y sus ciriales; tumba, paño y calderilla; dos campanas medianas y dos pequeñas. Del hospital: dos colchones, dos sabanas, dos almohadas y dos frazadas; jeringa lanceta y ventosas. El ganado vacuno ascendía a 600 reses de hierro para arriba y 80 bestias caballares, habiendo dispuesto que al herradero asistiera el Cura doctrinero y recibiera en compensación una res, y otra anual, por dos misas mensuales de la hermandad en ese pueblo, siempre y cuando las celebrara.

El mayordomo de la cofradía y hospital de nuestra Señora de la Concepción de Zoatlán, presentó 19 pesos, con los cuáles el obispo dispuso, como en el caso anterior, se fabricara un arca de tres llaves. El ganado ascendía a 180 reses de hierro para arriba y 80 bestias caballares. El ajuar del templo del hospital consistía en un cáliz con su patena, dos coronas de la Virgen, dos pares de candeleros, un incensario y cinco campanillas, todo de plata; así como dos ornamentos de damasco con sus frontales, de color rosado el uno y otro blanco y una capa negra; en la enfermería, una cama con su colchón, sábana, frazada y almohada y un tapestle; también, jeringa, lanceta y ventosas, así como platos tocomates, jícaras y chocolateras para el servicio del hospital.

Por lo que toca a las cuentas de la cofradía del Santísimo Sacramento de Ahuacatlán, a cargo de Bartolomé de Chavarín, dispuso el prelado se inventariara el ganado, bienes y alhajas, dirimiendo la diferencia entre los cófrades y el Cura doctrinero respecto de cinco piezas de plata que se ignoraba si eran de la cofradía o del templo, por lo que el obispo dispuso que siguieran al servicio de la parroquia, pero sin poderse enajenar de ninguna manera sin licencia eintervención de ambas partes. Helas aquí: la lámpara de plata que ardía ante el Santísimo, una custodia de plata sobredorada, una cruz mediana con crucifijo y peana de plata, colocada en el altar mayor, el mayor de los dos vasos que estaban en el sagrario el mayor y un rural.

Por otra parte, de su haber en semovientes algunos fieles habían añadido 150 cabezas de ganado, con el propósito de fundar una cofradía de las ánimas, por las cuáles se ofrecía ya cada lunes una misa. Antes de erigirla, les pidió el obispo que acrecentara el patrimonio, entre tanto, asumiera el pago del estipendio la Cofradía del Santísimo.

Al día siguiente, 17 de diciembre, el ilustre visitante citó a los cofrades del hospital de Nuestra Señora de la Concepción de esa cabecera; aprobó sus cuentas, pero como en los casos anteriores, dispuso que se hiciera un inventario de los bienes, alhajas y ganado de su administración, como eran un ornamento con alba, un frontal y lo demás necesario para la celebración de la misa. El ganado de esta asociación sumaba 260 reses de hierro para arriba y 60 caballares, que prohibió de ninguna manera se vendan, truequen o maten sin intervención del padre doctrinero, dándoles licencia para pedir limosna.

La mañana del 18 de diciembre, a las siete horas, después de haber dicho misa, cerró don Juan Santiago de León su visita, saliendo poco después al punto siguiente de su ruta.



[1] Hizo la paleografía del texto original la Arq. Verónica Cortés Alba.

[2] En la terminología antigua, el lado del Evangelio es el lado izquierdo de quienes miran al altar mayor; y el lado de la Epístola el opuesto. Así se les llamaba por ser los lados del presbiterio desde los cuales se leía la Epístola y el Evangelio durante la misa antes de la última reforma litúrgica.

[3] País, en este caso, significa paisaje.

[4] La manga es un adorno de tela que, sobre unos aros y con forma de cilindro acabado en cono, cubre parte de la vara de la cruz.

[5] Velo humeral o paño de hombros.

 

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