Beatos y Santos de Jalisco




Nació en El Teúl, Zac. el 05 de mayo de 1898
Murió en Colotlán, Jal. el 25 de mayo de 1927
Sus restos se encuentran en El Teúl, Zac.

Un día soleado del mes de mayo de 1927 llegó hasta el Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe la noticia de que soldados de la federación se encontraban casi a la entrada de Totatiche.

El Padre Agustín Caloca, prefecto del Seminario, dio la orden de que los alumnos abandonaran rápidamente el plantel y se dispersaran para pasar como vecinos ordinarios del pueblo. Él se quedó al último para evitar hasta donde fuera posible la apariencia de una casa de estudio para seminaristas.

Esto relató el Presbítero Rafael Haro Llamas, testigo de la captura del Beato Caloca: “Me dijo a mí que lo esperara, que en seguida saldríamos él y yo; me correspondía acompañarlo, tanto en mi calidad de seminarista, alumno entonces del cuarto año, como por estar hospedado en su casa y todavía más, en mi calidad de coterráneo”.

Cuando salieron del lugar el tema de conversación dejó sentir una fuerza volcánica contenida en el pecho del padre:

- Jesús, víctima inocente, quiere víctimas voluntarias para que se dé gloria a Dios y se pague por tantos sacrilegios y tanta maldad.

Su voz clara, precisa y serena me infundió seguridad y confianza, tanto que por un momento olvidé mi condición de fugitivo.

- Ojalá nos aceptara a nosotros. -continuó el padre-.

Yo no supe qué decirle; me reconocí pequeño y miserable para volar tan alto. El padre advirtió mis titubeos y quiso mostrarse comprensivo al agregar:

- Es natural que se sienta miedo, pero si Jesús sufrió angustia, tristeza y pavor en el Huerto, sabe infundir ciertamente alegría y valor para morir por Él.

“El padre se dio cuenta del miedo que seguramente se traducía en mis monosílabos, en mi semblante desencajado, en la carrera precipitada entre el pedregal del camino, a pesar de la carga me dijo “No te preocupes, a ti no te pasará nada”.

“Recuerdo aquella tranquilizadora afirmación del Padre y pienso que la protección que me alcanzó de Dios tuvo un valor casi milagroso. ¿Por qué si íbamos los dos por el mismo camino, la tropa de soldados sólo lo vio a él?”.

Camino al rancho de Santa María, aprovechando una pendiente, el Beato Agustín Caloca envío al joven Haro a buscar una piedra grande para esconder los libros y sobre ello el Presbítero relata:

“En esos momentos se empezaron a oír gritos dispersos allá abajo, en el valle, y entre los árboles se veía la federación que pasaba en precipitada carrera persiguiendo a los soldados de Cristo Rey. En el instinto de ocultarme busqué el tronco de una pobre encina, raquítica y chaparra, mientras pasaron los soldados; luego subí de prisa para reunirme con el padre, pero al subir no vi ya a nadie; el camino había quedado solo; busqué para un lado y para otro en ansiedad y amargura, llamé, recorrí todas las cercanías del sitio pero no encontré al padre”.

Aprehendido por órdenes del general de brigada Francisco Goñi, en calidad de prisionero fue trasladado a Totatiche, donde no tardó en ser acompañado por su párroco, don Cristóbal Magallanes. Por su juventud se ofreció al Padre Caloca dejarlo en libertad, pero declinó la propuesta a menos que también liberaran al señor Cura Magallanes.

Ante la inminencia de la muerte sólo pudo expresar: Nosotros, por Dios vivimos y por Él morimos.

El calvario del Padre Caloca se prolongó después de estas palabras, pues al contemplar apuntando hacia él las bocas de los rifles, sus nervios destrozados lo hicieron dar unos pasos al frente, intentando escapar. El jefe del pelotón le salió al encuentro, golpeándole el rostro con una pistola.

Consumada la ejecución, los cadáveres fueron inhumados en el Panteón de Guadalupe en esa población. Cuando fueron exhumados, en agosto de 1933, el corazón se encontró incorrupto.

Sus restos descansan en la Parroquia de San Juan Bautista de El Teúl, donde reciben particulares muestras de respeto y veneración.

El Beato Agustín Caloca nació en El Teúl, Zacatecas, el 5 de mayo de 1898; inició sus estudios clericales en el Seminario de Guadalajara, pero este plantel fue cerrado con motivo del anticlericalismo de los jefes carrancistas. Reinició sus estudios en el Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe, del que fue alumno fundador a invitación del párroco de Totatiche, Cristóbal Magallanes.

La conducta del Padre Caloca era intachable, sana y alegre; humilde en su modo de ser y de obrar, piadoso y devoto.



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